Una chica del Rukongai

Byakuya Kuchiki había sido un hijo modelo. Si existiese alguna medida para valorar cuan correcto podía ser un hijo, él sin duda hubiese obtenido todos los puntos. Y por lo mismo ahora se encontraba frente a los ancianos del Clan Kuchiki haciendo uso de toda su fortaleza emocional. Desde ese momento aprendió instintivamente que, si cerraba los ojos mientras alguien le hablaba podía escapar muy lejos de allí.

Aún era joven, se decía a sí mismo y decían también los ancianos, sin embargo parecía tener todas las aptitudes para tomar el puesto de su padre: Sojun Kuchiki… asesinado hace dos días. Por lo mismo no podía mostrarse débil, no cuando sería el 28° jefe de la familia Kuchiki a contar del amanecer. Y desde entonces pasaría a formar parte del Concejo de Nobles del Seireitei… su primera reunión sería al mediodía para expulsar al Clan Shiba de las familias nobles, por crimen de traición y honor… por el asesinato de su propio padre.

Para cuando la reunión terminó se encontró pensativo frente al estanque, los peces nadaban despreocupados, sin enterarse la tormenta que se estaba librando fuera en la mansión. Suspiró pesadamente y se volteó hacia la casa. Una sirvienta lo observaba atentamente a la distancia, llevaba una pila de ropa doblada. Al verse descubierta apresuró su paso logrando que su menuda figura se perdiera por los pasillo como si jamás hubiese estado allí, su deber era ser invisible.

Hisana Arinori llevaba poco menos de un año sirviendo en la mansión Kuchiki. Estaba encargada de la limpieza de las habitaciones y lavandería junto con otros 10 sirvientes. Representaba unos veinte años, era muy delgada, pequeña y de grandes ojos avioletados, todo aquello le daba un aspecto infantil. Usualmente llevaba su cabello atado en una coleta y cubierto por una pañoleta blanca propio del uniforme de la servidumbre.

Llegaba al alba, antes que siquiera uno de los habitantes de la residencia hubiese despertado, ahí era cuando comenzaba la acción en la mansión Kuchiki. Ella junto con otros veinte criados llegaban a incorporarse a sus funciones, pasarían por la puerta trasera siempre custodiada por un guardia que chequearía que a la salida no llevaran nada de valor consigo… o sea, que robara dentro de la mansión. Luego su labor debería ser imperceptible para la familia, nadie debía notar siquiera su existencia. El único visible siempre debía ser Nanami, el mayordomo… y las chicas que ayudaban a vestirse a las damas de la familia. Claro que ese era un rango mucho mayor.

Era segunda vez que Hisana cometía el error de dejarse ver frente al joven Byakuya, no había sido su intención, simplemente que cualquier muchacha se hubiese quedado mirándolo… era absurdamente atractivo. Ya su padre, el difunto Sojun Kuchiki, era un hombre muy guapo. Todas las criadas lo comentaban, sobre todo las que eran algo mayores, sin embargo a las más jóvenes como Hisana les gustaba el heredero del Clan. Por lo mismo, esa mañana cuando se definió que Byakuya Kuchiki sería el nuevo líder del Clan, todas las jóvenes sirvientas fueron despedidas. Excepto Hisana. Había algo de razón en ello, un hombre siempre es hombre y algunas de esas chicas estaban desesperadas por cambiar su situación. Todas menos ella y Nanami lo sabía. Hisana tenía otras responsabilidades.

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-¡Ese Tsuda la lío y en grande! –exclamaba Isshin Shiba paseándose por el pasillo principal seguido atentamente por la mirada de su esposa, Masaki –¡Ahora mismo el Clan Kuchiki debe estar preparando su arremetida contra nosotros! ¡Ese imbécil de Tsuda!

Masaki suspiró pesadamente. Hace dos noches que su esposo no pegaba un ojo, se había reunido con sus otros familiares durante aquellas noches intentando dilucidar cómo sobrevivirían al error de su líder. Aún no entendía como Tsuda –que no era el hombre más brillante- había podido dar muerte a Sojun Kuchiki. Había sido una estupidez, sí hasta ella lo decía en su mente.

-No era misterio para nadie que no se llevaban nada bien –dejó escapar Isshin en un bufido –Pero otra cosa es asesinarlo… Yo tampoco adoro a Byakuya, pero no es excusa para eliminarlo… Y cómo me patea en las pelotas ese tipo.

-Y todo el Clan Kuchiki, cariño –le sonrió dulce –Digamos que no son lo más agradable.

-Cariño, tú eres una Kuchiki –le recordó mirándola de reojo.

-Entonces puedes darte cuenta que sé de lo que hablo… -Misaki si bien no pertenecía a la familia principal, su madre era una de las primas de Sojun y su padre un noble de menor rango del Seireitei, Mori Kurosaki. -No podemos sino esperar que se reúna el Concejo de Nobles, Isshin… Pero me temo que Tsuda arrastrará con él a todo el Clan Shiba.

-Gracias a Dios no dependo del Clan para sobrevivir, ¡gracias a Dios soy un Capitán del Gotei 13! Quedaré fuera de eso por estar fuera de su jurisprudencia.

Masaki asintió en silencio. Su nivel de vida no cambiaría, pero si las regalías. Serían despreciados de cada instancia que involucrara al selecto círculo del Seireitei. Eso ya cambiaría las reglas de juego para algunas cosas, por ejemplo su pequeño hijo Ichigo ya tendría que asistir a la Academia Shi'on, cuando antes pensaron que se saltaría ese paso. Una de las tantas cosas que tendrían que cambiar.

-Trata de dormir un poco –le recomendó la mujer –Iré a ver cómo andan las cosas en la guardería… -se acercó a su esposo y lo besó en la frente.

Masaki era la perfecta mujer nobiliaria, no solo era talentosa, buena esposa y buena madre, también realizaba labores sociales, como haber construido una guardería para las mujeres que tenían hijos y trabajaban para las familias nobles en el Seireitei. De hecho era quien dirigía el lugar, por lo que ya iba tarde. Su hijo la alcanzó en el pasillo y ella lo tomó de la mano, solía llevarlo con ella a cualquier parte, incluso a la guardería de las criadas. ¿Qué mal podía haber en ello? Aunque sus tías Kuchuki lo encontraban espantoso, siendo que Ichigo ya estaba en edad de empezar su educación en su casa como todos los niños nobles a sus cinco años.

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Hisana había dejado muy temprano a Rukia y Renji en la guardería que había creado una de las familias menores del Clan Shiba. Rukia era su hermana de sangre y Renji un muchachito que encontró una tarde, de esas en las que paseaba por el distrito 78 en busca de algo de comer. Tendría la misma edad de su hermana calculó y ello la enterneció. Su madre estaba gravemente enferma y murió frente a sus ojos mientras ella intentaba buscar ayuda. La vida era muy dura en ese maldito distrito. Gracias a los cielos aquellos tiempos habían pasado.

-Cuídense mucho –les dijo a ambos muchachos al dejarlos en el lugar al cuidado de una muchacha –Rukia que tu hermano no se meta en problemas –le dijo a la niña –Renji, procura que tu hermana no pase malos ratos –le encomendó, la pequeña niña solía atraer las dificultades como las moscas a la miel. Los besó a ambos en la frente –Pasaré por ustedes más tarde.

Hisana salía de la guardería para cuando Masaki ingresaba llevando de la mano a su hijo, quien al ver a los otros niños en el jardín de la estancia se desligó del agarre de su madre para ir a jugar. La mujer se perdió en el interior procurando que no tardaran demasiado en servirles el desayuno a esos pequeños, bien sabía que las comidas que recibían en la guardería eran las únicas que tendrían en el día.

Afuera en el jardín los niños se divertían escondiéndose entre los árboles, jugando a con una pelota o con algunos muñecos. Masaki procuraba que nunca les faltara nada con que divertirse, ni zapatos ni abrigo. Usualmente hacía colectas con otras mujeres nobles para mantener a los muchachitos a su cargo en buenas condiciones, mal que mal eran los hijos de las mujeres y hombres que trabajaban para ellos. Hubiera deseado hacerlo más extensivo, pero esos nobles no estaban dispuestos a dejar sus comodidades para apoyar a desconocidos, aunque fueran tan inocentes como esos pequeños.

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Hisana terminaba su jornada, revisaba una vez más que cada estancia a su cargo se encontrara en perfectas condiciones. Ingresó en una de las salas, una que normalmente permanecía vacía, vio que la ventana se encontraba abierta, fue a cerrarla pero mayor fue su sorpresa cuando frente a esa ventana se encontró con el joven Byakuya. Retrocedió sobre sus pasos para abandonar la estancia.

-Espera –la voz del actual líder del Clan se alzó suave en la habitación. La chica se detuvo sin voltear a mirarlo. –Eres la chica de la mañana… -ella se mantuvo quieta –Me parecía que habían despedido a todas las muchachas jóvenes –reflexionó más para sí que para ella.

-Nanami-dono ha sido compasivo, Kuchiki-sama –murmuró con voz temblorosa –Por favor, no haga nada que lo dañe… No puedo darme el lujo de perder mi trabajo. –se dejó caer en posición de ruego sin alzar la mirada –Tengo dos hermanos a quienes mantener.

-No es mi intención despedirte, muchacha –le dijo mirándola compasivo. Ella soltó un suspiro pesado, de alivio. Silencio. Él la estudiaba con la mirada, ¿cuánto tiempo llevaba trabajando para ellos? ¿Cuáles eran sus funciones? ¿Y esos hermanos? ¿Acaso no tenía padres? -¿Cómo te llamas?

-Hisana Arinori, señor –dijo con un suspiro de terror. –Limpio las recámaras… Por favor no me despida, necesito el trabajo, señor… mis hermanos…

Byakuya suspiró mirando por la ventana.

-Háblame, Hisana –le dijo con su voz tranquila –Háblame del rukongai… -ella alzó levemente la mirada para verlo –Porque supongo que es de ahí de donde provienes –ella asintió en silencio mientras el volteaba momentáneamente a verlo –Nunca he salido del Seireitei… cuéntame cómo es la vida después del muro…

Ella dejó su postura y se sentó sobre sus rodillas, la vista gacha.

-La vida en el Rukongai no es algo que pueda describir con palabras para quien no ha estado jamás allí… -él no la miraba –Pero lo intentaré…

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Aquellos dos muchachitos seguían allí, era tarde ya. Su hermana no había ido por ellos. Había sido mandada a llamar por la cuidadora cuando ya se retiraba a casa. No podía dejarlos en la guardería durante la noche. A pesar de las quejas de Isshin, de la resolución del Concejo de Nobles tomada a mediodía, a pesar de todo no podía dejar a esos dos niños en la calle. De todas maneras cualquier cosa que hiciera a partir de ahora en nada cambiaría la situación.

Habían sido expulsados de la nobleza, con suerte ellos podrían permanecer en el Seireitei gracias a que Isshin era capitán del Gotei 13.

-No comentemos esto delante de Ichigo, por favor –le dijo a su esposo mientras su hijo cenaba con ellos, y los dos pequeños de la guardería. –Ya veremos que sucede…

-No hay mucho más que hacer –suspiró –Lo lamento más por los hijos de Tsuda… -miró a Ichigo por inercia. –Kaien estaba por ingresar al Gotei, ahora tendrá que asistir a la Academia. No sé cómo se lo tomará.

-Bien se lo tomará –le sonrió Masaki –Tiene un buen carácter y siempre saca lo mejor de todo… ya verás como lo disfruta.

-¿Mientras su padre es ejecutado?

-Ese hombre ha sido menos padre de Kaien que una roca –dejó caer severamente –Con suerte le vería un par de veces al mes viviendo bajo el mismo techo –puso una mano en su hombro –Tu sobrino estará bien, ya lo verás.

Isshin miró a su hijo quien compartía encantado con los dos muchachitos del rukongai. Dios no permitiera que alguna vez le faltara y lo dejara solo. Menos ahora que las cosas se complicarían bastante para ellos.

-Tsuda ha manchado nuestro apellido… -insistió Isshin –Ya no será un orgullo ser un Shiba en el Seireitei…

Misaki miró a su hijo.

-Siempre podemos tomar mi apellido…

Isshin la miró dubitativo. Los niños se reían de algo que solo ellos entendían. Ya era el momento que agrandaran la familia, pensó.

-Cambiamos de apellido si tenemos más hijos –le dijo a su esposa sorprendiéndola. –Voy en serio.

-Tienes cada cosa, cariño –se sonrió divertida –Vale, cuando tengamos otro cambiamos de apellido… un nuevo comienzo en todo aspecto.

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Hisana había salido de la mansión Kuchiki pasada la medianoche, había acudido a la guardería la que estaba cerrada. Una de las vecinas le dijo que se habían llevado a sus hermanos a la residencia del Capitán del quinto escuadrón. Agradecía que el corazón de la señora Masaki fuera tan grande y generoso. Al llegar donde los Shiba, la mucama de la señora la esperaba despierta con cara de malas pulgas y la guió a una habitación donde estaban ambos chicos durmiendo. Pudo darse cuenta que los habían bañado y hasta olían bien. Ese era un lujo que en el rukongai no podían darse seguido, a no ser que fuera en el río… y las ropas seguían oliendo igual de mal. Ella tenía la suerte que tenía su uniforme para el trabajo, de otro modo no tendría más que una muda de ropa.

La señora Masaki había instruido a su mucama que dejara dormir a la hermana de los chiquillos en la misma habitación.

-Así no tienes que volver a tu porqueriza a estas horas –le escupió la mucama de la residencia. –Gente como tú no tiene límites… se aprovechan de las buenas intenciones de una dama educada. –le puso un dedo en el pecho antes de retirarse a dormir –Te quiero fuera de aquí con estos mocosos antes del alba. Tendré que estarle sacando liendres al niño Ichigo durante una semana por culpa de tus piojentos.

Hisana se metió en el futón con los niños. No habían sido del todo sincera con Kuchiki-sama… la vida en el rukongai era mucho peor, sobretodo cuando se salía de él. Abrazó a su hermana y la besó en la cabeza.

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Dejó a ambos niños en la guardería temprano, como siempre. Llegaba a la mansión Kuchiki antes del amanecer haciendo fila con el resto de la servidumbre. Notó que Nanami, el mayordomo, estaba junto a la puerta con un semblante indescifrable. Al llegar su turno el guardia revisó el pequeño bolso que cargaba y la dejó pasar, Nanami la siguió por el corredor hacia los vestidores de las criadas.

-Muchacha –la llamó haciéndola hacia un lado, las otras criadas pasaban a su lado directo a sus funciones –Byakuya-sama ha preguntado por ti y tus hermanos –dijo con voz suave, esperando no ser escuchado. –Se quedó preocupado por haberte retenido hasta tarde.

-No ha sido nada, Nanami-dono –le respondió intentando escurrirse para ir a vestirse.

-Calma, chica –la retuvo por el brazo –No has hecho nada malo, tranquila. –la muchacha lo quedó mirando, él parecía sereno –No sé que le has dicho al joven Byakuya, pero parece que lo has conmovido –dejó caer sutilmente –Se te ha designado una habitación dentro del sector de la servidumbre en la mansión –dijo con voz calmada –Podrás traer a tus hermanos contigo cuando termine la jornada… -ella lo miró sorprendida, el hombre la miró sin reproche, pero con preocupación –Cuida lo que has ganado, no contravengas al joven señor… Quiere verte nuevamente hoy al terminar tu jornada. Mitsuki irá por tus hermanos –una de las chicas de la cocina –Les dará de comer y los dejará acostados. Tú preocúpate del joven Byakuya…

Hisana lo miró desconcertada… Nanami le sonrió entristecido. Una de las criadas de las señoras del Clan se acercó a ella y la retiró de la fila. La guió hacia un ala de la mansión que jamás había pisado, de hecho le era prohibida. Entraron en una habitación, estaba finamente decorada.

-¿Impresionante, verdad? –dijo la mujer entrada en años de buen humor –Bienvenida, Hisana… ¿ese es tu nombre? –la chica asintió –Soy Mei y seré tu mentora a partir de hoy –se presentó –Vamos a hacer esto bien… -le indicó con una sonrisa –Yo también estuve en tu lugar hace bastante, pero no es nada tan tremendo, no tienes que poner esa cara –soltó una risa cantarina –Tu labor desde hoy es mantener contento al señor y mi labor es que estés perfecta en todo momento –le sonrió –Nada de pucheros, señorita –le quitó el obi con gran habilidad –Lo primero es un buen baño, que lo necesitas con urgencia –agregó sin perder el buen humor.

-Mei-san –murmuró la joven –No entiendo…

La mujer ladeó la cabeza.

-¿No entender qué, querida?

-¿Por qué me has traído hasta aquí? ¿Por qué mis hermanos podrán quedarse aquí?

La mujer se sonrió.

-¿No adivinas, no? –suspiró.

Hisana guardó silencio mirando la expresión de Mei. Se llevó las manos a la boca en actitud asustada. Se había convertido, sin quererlo, en la concubina del joven líder del Clan Kuchiki.

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Mei-san le cepillaba el cabello recién lavado, mientras Hisana se sentía como una muñeca frente al espejo. Solo con una yukata blanca sentada de rodillas sobre un cojín de bellos bordados, podía ver como la mujer se afanaba por recuperar ese pelo sin cuidado por años. De pronto llegó con unas tijeras y sin previo aviso cortó más de la mitad de su larga cabellera. Tomó la coleta y se la enseñó a través del espejo.

-Quemado –le indicó –No podemos dejar que Byakuya-sama vea este desastre… -vio el rostro descompuesto de la chica –Tranquila ya crecerá.

Hisana asintió en silencio. Mei-san le pasó un cepillo por los hombros y espalda para retirar los cabellos cortados que quedaron adheridos a su piel y tela de la yukata. Tomó un par de pequeños frascos de frente a la muchacha y destapó primero uno y luego el otro acercándoselos a la nariz. Luego le puso uno frente a la nariz de la morena. Ella aspiró, una dulce fragancia, olía a frutas.

-Huele bien…

-Lo mismo pensé –le sonrió la mujer, se puso un poco del aceite en las manos. –Vamos a ver… un poco en el cuello –le pasó las manos suavemente por la piel donde nace el cabello –en las muñecas –le obligó a dar vuelta las palmas para frotarle las muñecas. Le levantó la yukata con habilidad y le frotó los muslos, la chica se cubrió rápidamente avergonzada. –Tranquila, lo he hecho mil veces –le aclaró limpiándose el aceite con una toalla. –Ahora vamos a ver qué tenemos para vestirte… Byakuya-sama mandó a pedir varios kimonos, yo misma los elegí. –le sonrió –Son todos muy lindos, te gustarán, pero queremos impresionarlo, ¿verdad?

Hisana desvió la mirada hacia el jardín. Soltó un suspiro.

-¿Qué? –preguntó la mujer sacando una caja de un armario. La dejó en el suelo y se puso frente a la chica -¿No me vas a decir que nunca has estado con un hombre antes?

Hisana sonrió ladeado.

-Claro que sí, sobrevivir a la pobreza implica muchas cosas –la mujer asintió, ella parecía perdida en sus recuerdos –Por comida o alojamiento… por evitar que tocaran a mi hermana… por transitar a horas peligrosas. No soy ninguna inocente paloma –su mirada era triste y avergonzada.

-Entonces sabes lo que tienes que hacer –Mei se alzó de hombros despreocupada –Y créeme que el señor también sabe de dónde vienes… no creas que piensa que eres una chiquilla virginal, de otro modo no te hubiera tomado para esto. –suspiró –La vida de una concubina no es fácil tampoco, tendrás que soportar muchas cosas… pero si ya lo has hecho por tus hermanos, creo que puedes seguir haciéndolo… -la miró seriamente –Solo prométeme que no dejarás que doblegue tu espíritu, niña, finalmente es lo único que nos queda…

Hisana asintió, Mei sacó el kimono de la caja y lo puso frente a la muchacha.

-Este está perfecto.

La morena sonrió.

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Mitsuki llegó puntual frente a la guardería. Una de las mujeres que trabajaba allí la quedó mirando extrañada, reconocía que era una de las criadas de la mansión Kuchiki. Se acercó a ella.

-Busco a los hermanos de Hisana Aironi –le dijo con una sonrisa que invitaba al cotilleo.

-¿Así? –preguntó la mujer entendiendo aquel gesto -¿Y por qué una mujer de una casa tan importante y que no es una empleaducha cualquiera viene por un par de bastardos?

-¿No sabes, querida mujer? Si todo el Seireitei habla de lo mismo. El joven Kuchiki-sama ha tomado a la hermana de los niños por concubina, por lo que los niños han pasado a ser cuestión de la mansión… y me han nombrado su nana.

La empleada de la guardería bufó.

-No es ni tan guapa, debe ser muy buena en la cama la mujer -se sonrió maliciosa

-¿Cuáles de todos son los niños?

La mujer se perdió en el jardín hasta traer a ambos niños de la mano. La criada los quedó mirando, por Dios que esa tarde tendría trabajo tratando de hacer de ese par de mamarrachos un poco presentables.

-Vamos, pequeños –se los quitó de las manos a la empleada de la guardería –Ya no volverán, se les educará en casa.

-Perfecto –asintió la mujer –Le avisaré a Masaki-sama. –la criada la quedó mirando curiosa –Lleva un catastro muy estricto de los niños.

Mitsuki asintió y se perdió por la calle con ambos niños, quienes miraban a la mujer sin entender qué sucedía con su hermana. La criada cayó en ello y los soltó de las manos, se arrodilló frente a ellos, arreglando la yukata de Rukia y pasando una mano por el corto cabello de Renji.

-Niños, desde ahora yo cuidaré de ustedes, pueden llamarme Mitsuki-sama –les dijo, los niños la miraban con preocupación –Su hermana está en la mansión Kuchiki, que es donde ustedes vivirán a partir de ahora. Kuchiki-sama ha decidido proteger a su hermana y permitir que nosotros cuidemos de ustedes.

Los hermanos intercambiaron miradas sorprendidas por un segundo. Rukia abrió la boca, su voz sonó suave y tímida.

-¿Mi hermana será una princesa?

Mitsuki se conmovió con la pregunta, le acarició el rostro.

-Lo más cercano a lo que una chica como tu hermana puede parecerse a una princesa –le dijo suavemente. Rukia sonrió emocionada –Y quizás, algún día tú también seas como ella… si pones de tu parte, claro –la niña asintió con los ojos brillantes –Y tú –le dijo a Renji –Podrás ser un guardia, ¿te parece bien? Tendrás tu propia katana, todo un samurái, ¿eh? –el niño sonrió ampliamente.

Volvió a ponerse de pie y los tomó de las manos. Por los niños esperaba que esa Hisana cumpliera con las expectativas, solo por los niños…

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Nanami le había informado hace unas horas que sus hermanos ya habían cenado y se encontraban durmiendo, ya podría verlos por la mañana. Nunca había pasado una noche lejos de ellos, quizás en la habitación conjunta, pero nunca apartados.

Era ya la madrugada, había abierto la puerta corrediza que daba al jardín y desde el futón contemplaba la noche, cubría su pecho con las tapas, le daba la espalda desnuda al hombre que dormía junto a ella. Soltó un suspiro pesado y se volteó momentáneamente a contemplar al líder del clan Kuchiki. Era simplemente hermoso. Nunca había estado con un hombre así… Tampoco había estado con un hombre que la hubiera tratado con tanto respeto… si había alguna manera de decirlo cuando sabía que estaba cambiando sexo por comodidades.

Pero ese hombre no había tenido sexo con ella, le había hecho el amor.

Se llevó las manos a la cara antes de soltar un hipido que trató de contener, pero las lágrimas comenzar a correr por sus mejillas sin poder detenerlas. Se sentía sucia, no por hoy, sino por lo anterior. Por no haber sabido esperar por ese hombre…

-¿Qué pasa? –escuchó a su espalda, un murmullo.

-Solo se me metió una basura en el ojo…

Byakuya se sonrió divertido ante la mentira de la mujer, se incorporó y puso una mano en su hombro, ella no se volteó.

-Mírame –le dijo.

Ella negó.

-No soy digna de mirarlo, señor –respondió bajando la vista a sus manos reteniendo la ropa contra su pecho.

-Te estoy autorizando, Hisana. Mírame –ella se volteó con una mezcla de vergüenza y temor, él leyó el sentir de la muchacha en su rostro –Dime que no estás así por mí…

-No, señor, no es por usted –negó con la cabeza desordenando su cabello, él le ordenó una par de mechones tras las orejas.

-¿Entonces?

Ella permaneció en silencio. Él suspiró, ella no confiaría en él fácilmente, era esperable.

-Volvamos a dormir, mañana tengo muchas cosas que hacer y no quiero dormirme en medio de mis labores –le dijo volviendo a acostarse. –Ven.

Ella se recostó, él la acomodó sobre su pecho y la abrazó.

-Señor… -murmuró ella.

-¿Sí?

-¿No debería dormir en su habitación?

-Mi casa, duermo donde quiera… -dijo como un niño consentido. –Y hoy quiero dormir aquí.

-Sí, señor. –respondió cerrando los ojos, escuchando la respiración del hombre.

-Mañana asumo como capitán de la sexta división del Gotei 13 –le confidenció rompiendo el silencio. –Estoy algo nervioso… Ese puesto lo tuvo mi abuelo hasta ayer, que renunció al cargo para que yo asumiera. Nunca he salido del Seireitei y de pronto tener que salir al mundo da algo de ansiedad.

Hisana se sorprendió, ¿por qué le confiaba eso a ella? ¿Serían esas las funciones de una concubina, escucharlo además de entregarle su cuerpo para su satisfacción? Mei le había dicho que las concubinas cumplían las funciones que las estiradas mujeres nobles no estaban dispuestas a cumplir…

-Lo hará increíble, señor, seguro está a la altura para cumplir con ello.

-¿Tú crees?

-Claro –dijo ella con seguridad. –Y si tiene dudas, pregunte a sus camaradas. No tiene nada de malo pedir ayuda de cuando en vez…

-Gracias –le susurró.

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-Quédate quieta, Rukia-chan –Mitsuki le jaló el cabello ligeramente y la chica bufó –Si mueves la cabeza no podré terminar de quitarte las liendres… ¿Por qué no puedo cortarte el pelo como a tu hermano? –suspiró cansada.

Renji era frotado en la cabeza por Mei con un líquido que olía realmente mal, se tapaba la nariz y respiraba sonoramente por la boca.

-Pásame el peine, Mei-san –le dijo la menor de las mujeres a su colega, la mayor le entregó el peine –Vamos a ver si esto me ayuda un poco, era un peine de madera con los dientes tan delgados y uno junto al otro que Rukia pensó que le sacaría cada pelo de la cabeza, aguantó las lágrimas –Es esto o te afeito la cabeza.

La muchachita se mordió los labios intentando no llorar del dolor. Mitsuki tomó el líquido que Mei le echaba en la cabeza al hermanito de la chiquilla y le dejó caer el frasco completo al tiempo que le cepillaba una y otra vez con ese maldito peine.

Nanami aparecía por el pasillo.

-Byakuya-sama viene, lleven a los niños dentro, que no los vea.

Las mujeres tomaron a los muchachitos del brazo y los arrastraron a la sección de los criados. No debían ser oídos y vistos por los residentes, tal como cualquier sirviente. Si bien el líder del clan Kuchiki sabía de la existencia de los mocosos, no era correcto que los viera, su única relación era con la hermana de los niños… los niños eran un accesorio, la carga que ella traía.

Los otros sirvientes de la mansión decían que los niños no eran hermanos de la concubina, sino sus hijos, engendros de quien sabe qué borracho de las calles del inzuru. Para ellos Hisana no era más que otra aprovechada, una prostituta que había escalado en la pirámide. Y los niños les importaban bastante poco, de hecho a muchos les desagradaba su presencia, eran bulliciosos y solían andar rondando husmeando en todo. Mitsuki los disculpaba, eran niños… los niños eran ruidosos y movedizos. Por lo mismo ella no podía andar tras ellos todo el día.

Kuchiki-sama en su inmensa benevolencia –comentaban los sirvientes- había contratado un instructor para los niños, de manera que aprendiesen a escribir y leer, matemáticas, ciencias, o todo aquello que necesitarían para la vida. Uno de los guardias había sido designado para que comenzara a entrenar a Renji y Mitsuki debía enseñar a Rukia a ser una pequeña dama. Claro que para otra chica del rukongai era bastante difícil enseñarle algo… por lo que Mei amablemente la dispensó de aquello tomando su lugar. Varias veces tuvo que sufrir el buscar a la pequeña morena por toda la mansión, quien escapaba de ella sobre todo en las clases de Shamisen.

-¿Qué haces aquí, pequeña? –le preguntó al verla junto a la jaula de los conejos cercano a la cocina.

-Le doy pasto a los conejitos –le respondió con una sonrisa inocente.

La mujer se acercó a ella y miró a los animalitos en la jaula.

-Son muy lindos, ¿verdad?

-¿Puedo tener uno?

-Le preguntaremos a Kuchiki-sama

La niña sonrió ampliamente. Desde entonces la niña pasaba tardes enteras junto a los conejos viéndolos crecer, hasta que eran tan grandes que casi no cabían en la jaula. Uno a uno iban desapareciendo, la señora de la cocina le decía que se iban a vivir al bosque porque ya eran grandes. Hasta que una de las criadas de la cocina molesta porque Rukia no quería comer sus verduras le escupió:

-No te comes tus verduras, pero te estás comiendo a tus conejos, piojenta.

Claro que el despido no se hizo esperar, como tampoco lo hizo el vómito de la pequeña en la misma mesa cuando la sirvienta dejó caer su macabro comentario. La mujer de la cocina no pudo sino querer matar a esa maldita. Niños que lo habían pasado tan mal, esa pobre niñita que era un angelito inocente… La maldad de los adultos a veces no tenía medida.

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Nanami caminaba junto a su amo, a una distancia prudente. Lo había guiado por los pasillos de la mansión, a pesar de ser el dueño no conocía los recovecos como él lo hacía. Lo quedó mirando desde el pasillo para cuando el líder del clan bajaba al prado y caminaba hacia la jaula de los conejos, junto a ella la niña estaba abrazando sus rodillas. Byakuya se arrodilló frente a ella.

-Hola –le dijo, la niña lo miró con los ojos llorosos. -¿Qué te pasa?

-Me comí a los conejitos… -respondió hipando.

-No creo que te los hayas comido… creo que escaparon –comentó mirando a la jaula –Yo creo que el seguro estaba malo… preguntale a Nanami sino me crees.

La niña miró al mayordomo con duda.

-¿Sabes quién soy? –preguntó, ella negó con la cabeza. –Yo soy el dueño de todo esto… -ella lo miró asustada. -Tu hermana me dijo que extrañabas a tus conejos –sacó de su espalda y conejo de tela –Este no escapará –se lo entregó, la niña lo miró ensoñada y lo abrazó. Byakuya sonrió y le revolvió el cabello -¿Por qué no vas a jugar con él? Busca a tu hermano…

La niña le sonrió ampliamente y se puso de pie para ir en busca de Renji. Byakuya volvió donde Nanami.

-Asumo que ya despediste a esa mujer descriteriada… -comentó retomando los pasos hacia el sector de las habitaciones.

-Por supuesto, señor –asintió el mayordomo.

-No quiero saber que nadie dañe a esos niños, ¿me escuchaste? –una orden.

-Sí, señor.

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Hisana observó la pequeña ruma de palitos de colores pensando muy bien cuál movería. Miró a su contrincante, quien también pensaba en la siguiente jugada. Llevó el índice derecho hasta un extremo de una varilla amarilla, pero se detuvo y se decidió por una verde que descansaba sobre una roja. Presionó la punta y el palito se elevó, la chica sonrió triunfante cuando ninguno de las otras varillas se movió, enterró ligeramente el índice izquierdo en el otro extremo y retiró el palito de la ruma dejándolo a un lado junto con otros cinco que ya había ganado.

-Voy ganando, Byakuya-sama –se burló del moreno quien miraba el juego.

-Suerte de principiante –respondió desviando la mirada por un instante a sus tres varillas ganadas –Solía ganarle a mi padre, era un experto en matar el tiempo con este tipo de juegos.

Hisana se sonrió al verlo recoger una de las varillas, una azul, con total facilidad.

-¿Ves? –dijo con ademán triunfador –Soy un experto.

Ella sonrió sin mirarlo, no era adecuado que mirara al amo. A veces él la autorizaba a hacerlo, pero en contadas ocasiones… generalmente cuando estaban en la cama. A pesar de ello y las múltiples reglas que existían entre ellos, ella se lo pasaba bien con él y él con ella. Ésta era la segunda noche que pasaba en casa después de estar un mes en misión, y Hisana debía admitir que lo había extrañado. No se podía pasar compartiendo con un hombre el lecho sin comenzar a sentir algo por él, sobre todo cuando era un hombre tan bueno como él.

-Me temo que si sigue así, tendré que practicar más –dijo la muchacha mirando otro de los palillos, intentando ver si era su siguiente punto.

-Me pasaba mucho tiempo practicando solo –comentó Byakuya mirando a la muchacha. –Así cuando mi padre llegara a casa podría retarlo a una partida… -Hisana alzó la vista por un segundo, solo quería checkear el semblante del amo –No lo veía demasiado y tampoco sentía que tuviéramos demasiado en común… excepto esto. –hizo una pausa –Aún así, aunque no pasaba mucho tiempo con él era un hombre fantástico, siempre tuvo un consejo preciso, una palabra de afecto…

-¿Lo extraña? –pregunta invasiva y que no debería haber hecho.

-Mucho –respondió –Quisiera que me dijera que lo estoy haciendo bien, que lo enorgullezco… -sus palabras se perdieron en un murmullo.

-Lo está haciendo estupendamente, señor –le dijo ella con voz suave.

-¿Y cómo puedes saberlo?

-Porque usted no haría nada mal –sonrió por lo bajo.

Byakuya la quedó mirando, ella tomaba un extremo de uno de los palillos.

-Gracias, Hisana…

Ella levantó la varilla sin dificultad.

-Sigo llevando la delantera, señor… -lo retó con voz pícara.

Mei se lo había comentado, el líder del clan era un hombre solitario. No había tenido más hermanos, su madre era una mujer apática, su padre un hombre muy ocupado. No era de muchos amigos y es que en la época que él había sido un chiquillo los clanes se encontraban inestables por constantes riñas entre ellos y otras familias nobiliarias, por lo que los únicos amigos que pudo tener eran sus propios guardias. Ni siquiera acudió a la academia, lo que pudo haberle traído algunas relaciones. En el Gotei en un rango de oficial menor no se relacionaba con muchos, todos le temían o tenían cierta reticencia… era Byakuya Kuchiki, no un muchachito cualquiera. Todos sabían que tarde o temprano ese chico sería el líder de su clan y un capitán. Ya sea por temor o por envidia, Byakuya solía estar solo.

-¿A qué jugabas de niña? –preguntó sacando otro palillo.

-Una chica de un distrito pobre no juega, señor –le dijo con voz suave, él cayó que en había sido ingenuo –Pero me gustaba y aun me gusta peinar a Rukia… era como mi muñeca –no había tristeza en su voz.

-¿Desde cuándo que cuidas de ella sola?

-Ella tendría un año, ahora va a cumplir 6 –meditó un segundo –A Renji lo encontré cuando tenía 3 años calculo, eso me dijo su madre al menos. Así que me vi a los 18 años con dos bebés –se sonrió –No muy diferente a lo que se veía por ese distrito al menos –se alzó de hombros. Tomó otro extremo de una varilla, pero su movimiento no fue pulcro y se movió golpeando a otros palillos, hizo un puchero. –Su turno, señor.

-¿Cómo una chiquilla se hace cargo de un bebé? ¿Y en un distrito tan complicado?

Ella negó con la cabeza.

-El señor no quiere saberlo –alzó la mirada un segundo y cruzaron miradas, ella bajó la vista. –Los primeros años, antes de Renji salía a… -calló, él le indicó que podía continuar –Bueno a conseguir algo de comer, Rukia quedaba encargada a una pareja entrada en años que me ofrecían un techo a cambio de salir a… trabajar. –elegía bien las palabras para no decir "robar" –Ella no estaba en edad, y él era un borracho. Por lo que conseguir dinero no nos servía demasiado, pues se lo bebía. Lo ideal era conseguir alimento, eso no podría cambiarlo fácilmente por licor.

-Asumo que ese tipo fue tu primer hombre.

Hisana bajó las manos a sus muslos y apretó su kimono con fuerza.

-¿Puedo retirarme, señor? –no podía con esa vergüenza.

-No

Ella respiró profundamente.

-Responde

-Sí, señor –murmuró, él le indicó que continuara –No podría olvidar ese momento aunque quisiera, lo tengo tatuado… Acababa de cumplir los 16 años, en una de sus borracheras ingresó en el cuarto donde dormía con mi hermana… dijo que él me alimentaba, que me daba un techo y que tenía que cobrarse por ello… -sonrió triste –No hablemos de estas cosas, señor. Tengamos una velada alegre, ha estado mucho tiempo fuera. Lo que menos necesita es escuchar las penurias de una muchacha del rukongai…

-Estoy tratando de descifrarte y no me lo haces fácil.

Ella sonrió

-Y quizás por eso aún permanezco a su lado, señor –rió suave, coqueta.

-Puede que tengas razón. –la miró en silencio –Hisana… mírame –ella alzó la mirada -¿Algún día me contarás todo lo que viviste?

Otra vez esa sonrisa triste, opaca, vacía.

-Sigo llevando la delantera, señor.

.~.~.~.~.

-Partiremos de lo básico -Mei traía un ramo de flores compuesto por diferentes tipos de variados colores pero que armonizaban perfectamente.

Hisana estaba junto a su hermanita sentadas alrededor de una mesa donde Mei dejó el ramo.

-Vamos a separar los diferentes tipos en ramilletes -indicó tomando delicadamente los diversos tipos de flores y dejó minuciosamente en espacios. Al centro nada más que un jarrón. -En esta ocasión lo haremos juntas.

La mujer explicaba cuáles irían coronando el arreglo. Hisana ponía especial atención mientras que Rukia estaba más interesada en tocar los pétalos. Mei le dio un ligero golpe en la mano.

-Las arruinarás, Rukia-chan -la reprendió.

La niña miró a su hermana quien con la mirada le indicó que debía mantenerse quieta. Para la mayor era el momento de ponerse al día con las artes de las mujeres educadas, para Rukia su preparación para, en algún momento, convertirse en la concubina de algún otro noble. La niña, en su inocencia, veía aquellos preparativos con ilusión -excepto el shamisen que ya lo odiaba con todas sus fuerzas- esperaba ser una princesa igual que su hermana. Mitsuki le hablaba de las cosas que disfrutaría comparándolas con los lujos que Hisana tenía. Los kimonos, la comida, la comodidad de su habitación, los aceites perfumados y la compañía de un hombre que la consentiría.

-Veo que tendremos que trabajar arduamente en esto -suspiró Mei al ver el pobre gusto que poseía la mayor de las chicas. Se volteó a la pequeña -Ve a jugar, seguiremos luego con el shamisen.

Aquella palabra logró que la niña saliera pitando con su conejo bajo el brazo. Hisana se la quedó mirando.

-Será toda una damita… -comentó la mujer.

-La prostituta de un noble -suspiró pesadamente.

Mei la miró severamente.

-Ruega que sea tan bueno como Byakuya-sama, cría mal agradecida -su voz era severa -Ese hombre es generoso y muy bueno contigo y los niños. No cualquiera se hubiese tomado a esas criaturas bajo su amparo… y te trataría tan respetuosamente.

Hisana desvió la mirada.

-Supongo que yo era lo que tenía a su alcance.

-Sí, lo eras -afirmó -Pero si no estuviera agradado contigo te hubiera mandado de regreso al rukongai sin contemplaciones. -la muchacha la miró -Cuida lo que tienes y ni se te ocurra quedar embarazada.

-No podría aunque quisiera.

Mei cambió su semblante.

-Pobre pajarito -suspiró -Cuanto daño te han hecho.

La chica mantuvo un semblante carente de emoción.

-Soy ideal para mi puesto, ¿ves?

Mei asintió en silencio.

.~.~.~.~.

-No quiero ir a esa escuela -bufó Rukia mientras Mitsuki repasaba su atuendo y le daba una última vuelta al obi para dejarlo como un rosetón. -Las niñas son fastidiosas.

-Es la envidia porque eres la más linda -le dijo tratando de manejar ese rebelde mechón que se le venía a la cara -Uff -suspiró cansada -Me rindo.

Salieron de la habitación, Renji las esperaba con la sonrisa más grande que pudiese tener… y sin un par de dientes. Bueno a su hermana también se le habían caído y ahora lucía un par de grandes paletas que la hacían ver bastante divertida.

-No entiendo tu emoción, Renji -le dijo su hermana al tiempo que salían de la mansión.

-¿Bromeas? -le preguntó como si fuera lo más lógico estar emocionado -La escuela es genial.

-Eso lo dices porque tienes amigos -bufó mirándolo de reojo.

-Buenos, quizás si fueras menos quisquillosa podrías hacer más amigas.

-Ninguna de ellas me habla, solo Inoue y tampoco le hablan a ella… es como si tuviésemos la peste.

-¡No la invoques! -Mitsuki era bastante supersticiosa y dado que en su juventud hubo una plaga horrible creía que con solo hablar de ella aparecería. -Y no creo que sea eso… es simple envidia, tú y esa niña Inoue son las más lindas.

No era que tuvieran la peste, claramente. Pero tal como Rukia, la pequeña Orihime Inoue era hija de la concubina del señor Kira, una casa noble de bajo rango. Las chicas eran más despiertas, o sus madres las entrenaban en ello. Las hijas de las concubinas eran la peste de la nobleza.

-¿Linda? ¿Rukia? Si es una chaparra malhumorada -rió su hermano.

-Al menos no tengo el pelo como una gran piña -lo apuntó con el dedo.

Mitsuki le tomó la mano.

-Las señoritas no apuntan con el dedo.

Rukia bajó la mano y se tragó un par de insultos más. Los muchachos ya estaban en la edad de pelear, comenzaban a comportarse como cualquier par de hermanos. Peleaban y bastante. Más de alguna vez tuvieron que separarlos. Pero ante todo se querían.

Al llegar a una cuadra de la escuela de varones Renji se despidió de su hermana y nana y corrió al encuentro de unos muchachos. Uno moreno y otro pelinaranja.

-¿Es tu hermana? -le dijo Uryu al recién llegado viendo a la niña morena.

-Sí, ella es Rukia. –respondió con un suspiro –Mi odiosa hermanita.

Uryu le habló algo del ábaco mientras Ichigo se quedó mirando a la niña. Otras más allá se juntaban en la puerta de la escuela de señoritas. Rukia besó a Mitsuki en la mejilla e ingresó a la escuela con su conejo de la mano. Las otras chicas la quedaron mirando sin siquiera cruzar palabra con ella.

-Llegamos tarde, Ichigo -le dijo Uryu.

-Sí, sí -se unió a sus compañeros.

.~.~.~.~.

Debía reconocer que en un comienzo lo hizo en un arranque de impulsividad. Se sentía perdido, agobiado y, sí, asustado. Fue una jugada muy básicamente masculina, lo sabía. No lo habían criado de esa manera, pero ¡qué diablos daba ya! El peso era demasiado, la responsabilidad que cayó sobre sus hombros en un segundo… tanto que no podía controlar… excepto por una cosa. La familia podría decirle sus funciones, sus deberes, los pasos a seguir… todo menos decidir sobre las mujeres que se llevara a la cama, claro si permanecían en el sitio que les correspondía.

Hisana estuvo en el momento perfecto, quizás si no se hubiese aparecido en la habitación esa noche todavía seguiría aseando cuartos. La había escuchado hablar de una vida que no conocía, una mil veces peor a lo que él vivía en ese momento. Si ella había tenido la fortaleza para sobreponerse cómo no habría de tenerla él.

Y la quiso para él, como si se tratase de un recordatorio de no flaquear, que hasta la criatura más frágil podía mantenerse en un mundo perverso… y él de perversidad no conocía más que las intrigas de los clanes. Pero no la quiso como se jactaban los hombres de poseer a sus mujeres, si ella iba a acompañarlo en esos momentos la trataría con la deferencia que merecía.

Pero el tiempo pasaba y se veía a sí mismo preso entre lo correcto y lo debido. Lo debido era tomar una esposa formal y si deseaba seguir manteniendo a Hisana nadie podría impugnarlo. Lo correcto, por otro lado, era asumir que se había enamorado de ella.

Miró a la mujer a su lado quien regañaba al muchachito pelirrojo que comiera todas sus verduras.

Otra regla rota, la primera fue dormir con esa mujer desde el día uno cuando se suponía debería regresarse a su habitación inmediatamente luego haberla tomado. La segunda ahí frente a sus ojos los hermanos de su concubina no debían compartir con él, estaban al mismo nivel que sus sirvientes. ¡Pero se había encariñado con ellos! De alguna manera lo hacían sentir que no estaba solo, que no lo apuntaban con el dedo como los ancianos ni los otros oficiales del gotei. Debía demostrarle tantas cosas a tanta gente… mientras que a esa mujer y esos niños nada de eso les importaba.

Hisana se volteó hacia él.

-¿Sucede algo, Byakuya-sama?

-No, nada -le dijo tranquilamente -Estaba pensando en que la noche está cálida... podrías llevar a los niños al festival. -los muchachos le sonrieron al moreno y luego pasaron la vista a su hermana. –Mitsuki puede acompañarte.

-¿Irá con nosotros, Kuchiki-sama? -preguntó Renji.

Byakuya negó con la cabeza.

-Tengo muchas cosas que hacer -mintió.

Esa regla no podía romperla. Quizás en casa le gustaba jugar a la familia feliz, pero fuera era otra cosa. No podía permitir esa deshonra a su Clan.

.

Realmente la noche era perfecta para dar un paseo con los chicos, puestos de comida y juegos, todo adornado por lámparas de papel dando un ambiente mágico. La gente circulaba por todas partes y supuso que todo el Seireitei estaba reunido en ese lugar. Mitsuki se encontró con una de las nanas de unos niños nobles, Hisana se unió a la conversación sin mayor dificultad… técnicamente para ellas no tenía mayor rango que ellas, también era una empleada de la mansión dedicada específicamente para complacer al amo.

Renji vio a sus compañeros de escuela a la distancia, pidió permiso a su hermana para ir con ellos. Claro que llevaría a Rukia con él… y no era idea de él.

-No se separen -les instruyó Hisana al verlos correr hacia un grupo de muchachos.

El pelirrojo bufó al saber que tendría que andar con Rukia. Definitivamente estaba en esa etapa que los niños odian a las niñas. Y no era que odiara a su hermana, pero ¿por qué no podía pasarla bien solo con sus amigos?

Llegó hasta los chicos, los mismos dos que Rukia había visto juntarse con Renji en la puerta de la escuela. El moreno cuyo nombre solía olvidar aun cuando su hermano siempre lo nombraba y el otro chico de cabello chillón cuyo nombre era inolvidable: Ichigo. Se preguntaba si quizás le pusieron así esperando que su cabello bajara de tonalidad y emulara una fresa. Se reía disimuladamente. Había uno más, uno rubio que nunca había visto antes.

-Las niñas no están permitidas en este juego -le advirtió el rubio. No era un mal chico, solo era un niño. -Vete con tu nana.

Ninguno de los otros niños repuso, incluyendo a Renji.

-¿Y por qué no? -preguntó Rukia con un dejo de agresividad -Tienes miedo que te gane, ¿ah?

-No, porque las niñas siempre arruinan todo -insistió el rubio. -Las niñas no pueden ser shinigamis.

-¡Claro que pueden! -exclamó molesta.

-No, no pueden -dijo Renji cortante.

Uryu miró a Renji serio.

-Si quiere jugar con nosotros déjala. Es tu hermana… -intervino pacífico.

Rukia miró a su hermano, odiaba cuando se ponía así.

-Ya no quiero jugar -bufó la morenita.

Rukia se volteó y se alejó de los niños. No demasiado para no perderse, pero lo suficiente para no intervenir en su juego. Se sentó en una saliente de una muralla frente al parque donde jugaban los muchachos.

Mientras tomaban unas ramas e imaginaban que eran katanas, el muchachito pelinaranja se volteaba a ver a la hermana de Renji cada tanto. ¿Qué le diría su mamá si hubiera visto la escena? La respuesta era obvia, que si sus amigos no querían jugar con ella él no podía dejarla sola, porque eso no se hace y es muy feo… Bueno algo así sonaba en su cabeza. Botó su rama al suelo y fue a sentarse junto a Rukia.

-Hola -le dijo y tomó asiento.

-Hola -su saludo fue muy seco.

-Es un juego muy tonto -miró a sus amigos -Las chicas sí pueden ser shinigamis. Mi papá es capitán y su teniente es una chica y muy linda -agregó.

Ella le sonrió.

-Seguro quieres ir con ellos –le dijo suavizando su trato.

-Puedo jugar con ellos cuando quiera –aclaró sin darle mayor importancia –Pero si ellos no quieren jugar contigo, no me parece bien dejarte sola. Así que jugaré contigo si quieres.

La niña lo miró con curiosidad. ¿Quién era este muchachito que prefería jugar con una niña que con sus amigos? Usualmente no estaba acostumbrada a ese tipo de amabilidad, y era bastante resistente a ello. Había tenido malas experiencias en la escuela. Normalmente cuando las chicas se mostraban amables era para obtener algo de ella o burlarse luego. Había sufrido bromas bastante pesadas e insultos con ello. Le hacían ver que ese no era su lugar y no entendía el porqué… o quizás sí, era por provenir del rukongai. Aquello la hacía sentir muy inferior a ellas.

-Miren quién está escondida con Kurosaki-kun -exclamó una voz desde un costado.

-Midori-san… -murmuró la morena y su semblante antes tranquilo se turbó.

La recién llegada era una chiquilla de otro de los grandes clanes, y venía con su grupete de amiguitas… las odiosas compañeras de escuela de Rukia. Pero esta vez en lugar de ignorarla la niña parecía venir en otro plan.

-Vi a tu hermana y me preguntaba dónde estarías -dijo casual.

-Veo que llegaron tus amigas -Ichigo se puso de pie -Nos vemos -volvió donde los chicos.

Misión cumplida, ya no estaría sola, se dijo el muchachito. Pero Rukia miró al amigo de su hermano alejarse y volvió la vista a Midori. La niña traía una mirada maliciosa, y ella estaba sola, en la escuela tenía a Inoue… ahora estaba sola. Cuando estaba con Inoue tomaba un rol protector con ella, se volvía muy frontal y defendía a ambas, pero estando sola sentía que no había nada que defender. Todo lo que dijera Midori era verdad… ella no era más que basura del rukongai y merecía ser tratada como tal. Hisana no sabía nada de ello, solo Renji y normalmente no la tomaba demasiado en serio.

-Veo que te dejaron sola -rio Midori divertida.

-¿Qué quieres?

-Solo nos preguntábamos con las niñas si querías jugar con nosotras…

Rukia frunció el ceño.

Renji vio acercarse a Ichigo quien se unía nuevamente al grupo. En silencio le agradecía haber tenido ese gesto con su hermana, bien sabía que él no podía darse el lujo de perder su lugar de líder en la escuela y cuidar a su hermanita lo dejaría como un sensiblón.

-¿Y Rukia?

-Jugando con sus amigas -le indicó a lo lejos.

Renji miró a donde su amigo le indicaba.

-Rukia no tiene amigas…

El pelirrojo lo sabía, Rukia solo tenía a la chica Inoue, la hija de la concubina de Kira-sama y las otras niñas eran una pesadilla. Ambos muchachos se apresuraron a llegar hasta la morenita, no lo suficientemente rápido para evitar que una de las amigas de Midori empujara a Rukia al suelo y las otras se rieran.

-Sucia niña del rukongai –se burló la muchachita. –Estás donde correspondes, en el piso.

Renji se interpuso entre su hermana y las niñas.

-¿Por qué empujas a mi hermana? -la increpó.

Ichigo le tendió la mano a Rukia para ayudarla a ponerse de pie. Midori se sonrió burlona mirando a la morenita.

-Aprendes rápido, Rukia. Si pones de tu parte quizás termines de concubina de Kurosaki-kun -la niña la quedó mirando sin entender. -Concubina igual que tu hermana.

Se largó a reír macabra y salieron corriendo de allí.

Y esa fue la primera vez que los tres niños escuchaban esa palabra… concubina. Y pudieron notar que por el carácter que le Midori no podía significar nada bueno.

.

Misaki arropaba a Ichigo como cada noche. Le gustaba mantener ese ritual, aun cuando él ya estaba algo crecido, pero dado que no se quejaba de ello se aprovechaba. Para ella seguía siendo su pequeño.

El muchachito seguía con la duda, aun cuando habían pasado un par de días del festival. No había visto a Renji en todo el fin de semana por lo que tampoco había podido disipar las dudas.

-Mamá

-¿Si, cariño?

-¿Qué es una concubina?

Su madre guardó silencio. No era una palabra poco común, pero sí lo era entre los niños. Algo así como un tabú.

-¿Dónde escuchaste eso?- Ichigo guardó silencio, cruzaron miradas -Es una mujer que vive con un hombre sin estar casados.

-¿Y eso se puede?

-No es lo que se estila, pero si se puede… ¿por?

-¿Y es malo? –preguntó recordando la malicia con la que Midori lo mencionó.

Masaki suspiró. ¿Cómo le explicaba esas cosas a un niño? Ser concubina era algo natural pero no deseable. Ninguna de las muchachas nobles quisieran ser tomadas como tal. Usualmente eran chicas de menor rango quienes tomaban esos papeles… algunas habían llegado a ser bastante importantes e, incluso, dar a luz a importantes líderes.

-No, no lo es. Claro que algunas personas no lo aprueban. –dijo suavemente. –Verás, si un hombre ya tiene una esposa y le gusta otra mujer y puede mantenerla puede tomarla como concubina, ya que no se puede casar dos veces. -el chico la escuchaba atentamente.

-¿Y eso es malo? –insistió.

-No, solo que a las mujeres no nos gusta compartir a nuestros esposos, pero una esposa no tiene mucho que opinar al respecto…

-Y un hombre soltero puede tener una concubina?

-¿Por qué preguntas? ¿Planeas tener una? -bromeó.

-¿Porque la hermana de Renji es la concubina de Kuchiki-sama si él no tiene esposa? –soltó de pronto.

-¿Quién te dijo eso? –preguntó asombrada. Nunca nadie comentaba aquello, era un acuerdo tácito.

-Midori se lo dijo a Rukia, yo estaba ahí. –confidenció –Lo dijo como si fuera un insulto…

¿Cómo explicaba aquello? ¿Cómo lo hacía sin dañar la imagen de la hermana mayor de ambos niños? Sobre todo cuando uno de ellos era tan cercano a su hijo. Los niños no debían pagar por lo que hicieran los adultos, y lamentaba profundamente que Rukia estuviera pasando por ello a manos de Midori, pero conocía a su madre y era una total… zorra. Está bien, se permitiría ese apelativo esta vez.

-Byakuya no puede casarse con la hermana de Renji, porque ella viene del rukongai.

-¿Y eso que tiene que ver?

-Pues que en nuestro ambiente los matrimonios deben darse entre las familias nobles y no puede desposar a una chica que no pertenece a ellas… por mucho que la quiera.

-¿Y Rukia tampoco? -Masaki lo miró- Midori le dijo que si lo hacía bien podía terminar siendo mi concubina…

Masaki se entristeció. No sabía a qué se debía ese comentario, pero supuso que su hijo se había envuelto en esa discusión y seguro había defendido a la muchacha. Se sintió orgullosa, pero a la vez culposa.

-Si algún día te gustara mucho Rukia-chan, creo que podría ser tu esposa. No creo que le agrade ser tu concubina. -mentía, una muchachita así no podía aspirar a más.

-¿Y por qué?

-Porque a las mujeres nos gusta ser la más importante a los ojos de un hombre. Y la mujer más importante siempre va a ser la esposa.

Ichigo intentaba hacer calzar esa información en su mente. O sea, Rukia no podía casarse con un noble porque provenía del rukongai… pero vivía en la mansión Kuchiki, ¿eso la convertía en noble? Su hermana era como la esposa de Kuchiki-sama, pero no estaban casados… ¡qué lío!

-Intenta dormir –lo besó en la frente –Y no prestes demasiada atención a esas cosas. Renji es tu amigo y eso es lo importante, da lo mismo donde haya nacido… Las personas no valen por donde nacen sino por su espíritu.

El pelinaranja asintió.

.

Rukia no había tenido una semana demasiado agradable en la escuela. Midori no se quedó solo con aquella palabra que desconocía su significado. Continuó dando señas de lo que podía ser y ella sabía más de lo que debía una niña para su edad. No quiso decirle nada a Renji, simplemente porque él parecía más divertido en estar con sus amigos y entrenar con Morina-san, el guardia que se le había asignado para instruirlo.

Le bastaron un par de preguntas indirectas a las criadas y mujeres de la cocina. Y por lo mismo esa noche se había levantado asegurándose que Mitsuki estuviese dormida. Vagó por los pasillos de la mansión en completa oscuridad, sin saber muy bien que era lo que esperaba encontrar, sin embargo esperaba que lo que imaginaba no fuera verdad. Había visto demasiadas cosas en la vida a su corta edad para ser una inocente niña.

Sabía lo que había hecho su hermana por ellos. Quizás Hisana pensaba que no era consciente de ello, pero lamentablemente había cosas que no se podían ocultar tan fácilmente, pero quería creer que esta vez era diferente. A sus cortos siete años sabía lo que los hombres querían de una mujer. Pero esperaba que realmente los cuentos de hadas se convirtieran en realidad… que su hermana hubiese encontrado a su príncipe y fueran felices por el resto de sus vidas.

Frente a la puerta corrediza de la habitación de su hermana tiritaba de miedo temiendo lo que podría ver. Rogaba que la encontrara durmiendo plácidamente y colarse dentro para conciliar el sueño con ella. Un hombre en su habitación era el peor castigo que podía tener Hisana, era pagar por su techo, por su comida, era moneda de cambio. Alguna vez su hermana le había explicado que las mujeres debían hacer ciertas cosas para vivir. Y había estado allí fingiendo dormir… escuchando el jadeo de esos hombres, el llanto de su hermana cuando ellos se retiraban.

Tomó el canto de la puerta y suavemente la deslizó. Todo seguía siendo igual que siempre… Pudo ver la imagen que alimentaba sus pesadillas constantemente, esa imagen que quería olvidar. Los hombres eran unos cerdos, hacían sufrir a las mujeres, a su hermana… Tantos la habían humillado frente a ella, a Renji… y Byakuya-sama estaba haciendo exactamente lo mismo. Volvió a cerrar la puerta corrediza y se cubrió los oídos para no escuchar nada, cerró los ojos con fuerza. Hisana nuevamente estaba haciendo lo mismo para comer, para tener donde dormir… Y odió al hombre que los había tratado como si fueran sus hijos, que decía apreciarlos, que decía querer a su hermana.

Lo odiaba. Había entendido lo que era ser una concubina… y ella jamás lo sería, nunca.

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