Epílogo
Incorporarse al Gotei marcaba el inicio de una nueva etapa y, claro, estar más cerca de finalmente poder casarse con Rukia. Mientras caminaban fuera de las instalaciones camino a sus respectivos hogares, tomó su mano con la naturalidad que le daba el ser su prometido hace ya tres años… Tres largos años, si se le permitía decir.
–¿Por qué no cenas con nosotros? –preguntó Rukia mirando al, ahora, oficial –Podríamos hacer algo luego con Renji y Akiko… quizás ir por Iduru y Hime-chan.
Ichigo la miró de soslayo. No era que no quisiera pasar algo de tiempo con ella, era que su tío Byakuya y él habían tenido una no muy grata conversación hacía un par de días cuando su nombramiento como oficial de la décimo primera división fue anunciada.
–¡No me vas a decir que sigues enfadado con, Nii-sama!
El pelinaranja bufó, Rukia negó con la cabeza soltando un suspiro. Nii-sama se había vuelto a oponer en poder una fecha para la boda y eso traía a Ichigo de los pelos. Habían esperado bastante, incluso él había cumplido con el primer requerimiento –ingresar al Gotei– y el segundo –puesto de oficial– pero Byakuya se empecinaba en poner traba tras traba. Aún recordaba cuando sugirió –ordenó– el ingreso inicial de Ichigo a la novena división… a cargo de Hisagi. ¡Lo hizo a propósito! Y lo admitió. Sinceramente, su novio tenía todo el derecho de estar molesto con su hermano mayor.
–Paso –dijo finalmente.
–De acuerdo –asintió con una ligera sonrisa, detuvo su marcha, subió sus manos al borde del uniforme de Ichigo y jugó con la tela –Podrías pasarte luego… ya sabes a qué hora es el cambio de guardia… –agregó sugerente.
Ichigo sujetó ambas manos de la morena entre las propias.
–Solo si prometes que te pondrás esa linda yukata y te peinas bien guapa… me encanta despeinarte –le susurró al oído.
–Tienes unos gustos bastante particulares –se sonrojó ligeramente –Lo haré, solo para quitarte ese malhumor.
Retomaron la marcha por las calles, no sin antes de perderse entre algunas para un adelanto de lo que sería esa visita nocturna. Había cosas que no podían esperar tres años, al menos no cuando se trataba de ellos.
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Las promociones de ese año no habían sido lo que todos esperaran. En casa de los Kira, desde los anuncios, no había habido sino muchas discusiones. Si bien, la noticia que Uryu había alcanzado un puesto de oficial en la división de Kidou significaba que Orihime finalmente podría oficializar su compromiso con su amigo de la infancia, lo peor se lo había llevado su hermano mayor.
-Eres una vergüenza -exclamó su padre, Iduru bajó la vista -Ni siquiera un puesto de oficial -bufó -Hasta Uryu logró uno… -se paseó por la sala, su hijo arrodillado en un cojín con actitud derrotada -Preferiste este camino por sobre tus deberes con la familia, los negocios, tu rango… ¡Qué decepción! Al menos tu hermana me da solo alegrías, ¡quién lo diría! Quizás me piense en hacerla mi heredera, ha resultado mejor que tú en todo sentido.
Abrió la puerta y salió dando un portazo. Desde ese momento la mirada pícara del rubio se ensombreció.
Orihime, quien escuchaba desde la puerta, se ocultó cuando su padre salía del despacho. Se asomó por la puerta e ingresó a paso calmado. Vio a su hermano en esa posición derrotada y se hincó junto a él.
–Nii-san…
Iduru se puso de pie, Orihime se lo quedó mirando desde su posición en el suelo.
–Iré al cuartel, los viernes cerramos tarde el periódico –dijo saliendo de la habitación.
No tardó demasiado en llegar y se instaló en una de las mesas alejadas del ruido. Efectivamente el viernes era uno de los días largos en la novena división. Sinceramente esperaba que ese hubiese sido su último año en ese lugar donde no se sentía cómodo en lo absoluto. Había aplicado a la tercera división a un puesto de oficial, pero…
–Viernes, ¡cómo los amo! –exclamó Matsumori estirándose en la silla.
Kira lo miró de reojo mientras terminaba el catastro de insumos. No era una tarea difícil y los números se le daban fácil. En un puesto menor en la novena división pasaba gran parte de sus días en la oficina que compartía con Matsumori, quien disfrutaba de su rango de suboficial aunque su trabajo fuera administrativo. Extrañaba enormemente a Ichigo, al menos sus discusiones diarias con el oficial a cargo –entiéndase por su enemigo número uno, Hisagi– le alegraban el día.
Iwata ingresaba a la oficina directo desde la décimo segunda división donde, al igual que los ocupantes de esa oficina, no era más que otro shinigami de baja monta. Para Kira, esos eran sus iguales, quienes habían sido estudiantes mediocres, despreocupados y, porqué no decirlo, sobrevivientes del rukongai.
–¿Qué pasa, Matsumori? ¿Por qué no estás listo?
–Lo estoy –repuso –Pero el señor oficial aún no sale de la oficina, seguramente muy ocupado con sus disque responsabilidades.
Iwata caminó hacia la puerta de la oficina de su viejo amigo y golpeó insistentemente al ritmo de una canción que canturreaba en voz alta, una canción bastante odiosa.
La puerta se abrió finalmente y un brazo lo tomó por el cuello obligándolo a agacharse para recibir unos nudillos frotarse en su mollera.
–Hay que ver cuán odioso eres, Shunsuke –dijo Hisagi en tono ligeramente molesto.
–Finalmente te apareces ante la plebe, sexto oficial –bromeó Matsumori poniéndose de pie y viendo como el moreno soltaba a Iwata –Vamos, nos tomarán las mejores mesas.
Los tres amigos se encaminaron hacia la salida, nadie habló a Iduru. Después de todo era invisible para todos… Hisagi se volteó y retrocedió hasta aquella mesa donde el suboficial llenaba papeles.
–Kira… –lo llamó, el rubio alzó la mirada –¿Quieres ir con nosotros? Vamos por unas copas –el rubio caviló –Anda, puedes dejar eso para el lunes -se refería a los insumos.
Iduru guardó silencio un segundo para luego ponerse de pie y guardar en una carpeta los papeles.
–De acuerdo –respondió con su mirada algo insegura.
–Andando –exclamó Iwata.
Durante el camino, Iduru no articuló palabra escuchando sin mayor atención la conversación de su oficial y los muchachos. Bromeaban algo que parecía algo interno, pero no les importaba que él estuviera ahí y pudiese ser indiscreto. El bar no estaba demasiado lejos y al ingresar el trío parecía conocer a todos allí, trabajadores y comensales. Pasaron a una de las mesas y una mujer bastante gorda se les acercó.
–Lo de siempre, Mako-san –le dijo Matsumori.
La mujer asintió y se quedó mirando a Kira con curiosidad.
–¿Y éste quién es? –preguntó sin mucha delicadeza.
–Kira, un compañero de división –respondió –Compartimos oficina
–No sabes en lo que te metiste, rubito –bromeó la mujer –Te llevarán por el mal camino
Matsumori le hizo un gesto de molestia y Mako se marchó divertida. No pasó mucho para cuando unas cuantas botellas de sake llegaron a la mesa y unos platillos de arroz, verduras y pescado. La conversación continuaba y pronto Kira entendió los códigos de sus compañeros. De pronto se pilló riendo de alguna broma, tonteando a uno de ellos y siendo víctima también de ello. El alcohol comenzaba a hacerle efecto, mientras en sus compañeros no parecía afectarles.
–¿Sabes quién es guapa? –comentó de pronto Iwata –Matsumoto-san
–Una mujer a otro nivel –suspiró Matsumori –Inalcanzable… además que dicen que tiene algo con el capitán de la tercera división
–Maldito con suerte –Shunsuke retomó la conversación –¡Qué cuerpazo!
–Tengo que coincidir –opinó Hisagi –He estado cerca de la hemorragia nasal –admitió –Y sabe cómo sacar provecho de ello… mujer cruel
–Pensaba que se te daba lo contrario –rio Saito Matsumori –Las planitas –bromeó.
–Que te den –respondió el moreno.
De pronto los tres cayeron en que hablaban de la amiga de Kira. Cambiaron el tema, antes que pasaran a hablar de los melones de la hermana del rubio. Porque cuando la embriaguez los poseía, lejos quedaban sus buenas maneras.
–¿Alguna chica que te guste, Kira? –preguntó de pronto Matsumori.
El rubio alzó la mirada de su copa y negó con la cabeza. Los tres lo miraron intrigados y se alzaron de hombros.
–Entonces tendremos que presentarte algunas –opinó Iwata –La cuarta división está llena de adorables muchachas. Son preocupadas y cariñosas –se ensoñó –Adoro esa división
–Vamos a pasar la resaca allí –propuso Matsumori, no sería la primera vez y la amonestación valdría totalmente la pena.
–Paso –dijo Hisagi –Tengo otros planes
–¿Una chica? ¡Eso sería novedad! ¿Decidiste dejar de pensar en la planita?
–¡No, qué va! –exclamó –Es algo personal. De hecho creo que es hora de marcharme, antes de terminar como la semana pasada –dejó la paga y se puso de pie.
–Yo también –se sumó Kira aprovechando que uno ya se marchaba. Iba a dejar dinero, pero Matsumori le indicó que no era necesario.
–Nosotros invitamos, es tu iniciación
Asintió y se retiró junto con su oficial. Caminaron un par de cuadras en silencio.
–Lamento que tuvieras que escuchar algunas cosas… –dijo Hisagi de pronto –Pero son unos pesados que la tienen cogida conmigo -agregó con despreocupación.
–No te preocupes, son cosas de borrachos
Llegaron a la bifurcación, Kira hacia la zona acomodada del seireitei, Hisagi a los dormitorios del cuartel.
–Oye –el moreno rompió el silencio –Me alegra que te sumaras, de verdad
–Me lo pasé bien
–Hasta el lunes –se despidió antes de iniciar la marcha dándole la espalda.
Ese sería el comienzo de una gran amistad, pero eso ninguno lo sabía aún. Kira retomó el camino a casa, no había llegado a cenar, pero poco le importaba. Claro que al llegar se dio cuenta que había un ambiente especialmente festivo. Su madre era la única que parecía bastante molesta, mientras que la madre de Orihime estaba en el cielo. Uryu hablaba con su hermana y ella traía un semblante radiante.
–Nii-san –exclamó la pelinaranja al verlo llegar y saltó para abrazarlo por el cuello –Solo faltabas tú para poder brindar.
El rubio miró sin entender bien qué era lo que sucedía. Desvió la mirada hacia su padre, sonreía agradado, pero no por su llegada. Orihime lo soltó suave, Uryu se acercó a su amigo.
–He hablado con tu padre, le he pedido oficializar el compromiso con Hime-chan –la chica lo miró con ilusión –Nos casaremos al final de verano.
–¡Esa es una excelente noticia! –exclamó mirando a ambos –Felicidades –puso una mano en la mejilla de su hermana –Se te extrañará en casa, imouto.
–Siempre tienes a Yumeko –desvió la mirada a la hermana menor de Kira y su media hermana, una muchachita de catorce años quien ahora discutía con su madre –Bueno, un tiempo… ya crecerá –ladeó la cabeza –De hecho acaba de informarnos que fue aceptada en la academia y tu madre no está nada feliz.
–Me lo imagino…
La madre de Orihime traía una bandeja con vasillos de sake.
–Brindemos por los futuros esposos
Todos tomaron una copa y la alzaron en el aire dando los buenos deseos. Las cosas comenzaban a organizarse después de todo.
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Lo que Byakuya Kuchiki no esperaba para un tranquilo viernes era encontrarse con Isshin Kurosaki en su casa aguardando su llegada. A regañadientes lo invitó a cenar con ellos, claro que intentó mantenerse lo más silencioso en todo momento. Sin embargo, una vez terminada la cena, el padre de Ichigo pidió poder hablar con él en privado.
–Vamos, no seas tozudo, Byakuya…
–¿Cómo me has llamado? –preguntó con un gesto de molestia en su inexpresivo rostro.
–Deja que se casen de una vez –insistió, primero el odioso mocoso y ahora ese tipo loco –Pueden pasar años para que Ichigo asuma otro puesto, o incluso puede que ello no ocurra nunca. Ya sabes cómo son las cosas en el Gotei. Tendría que morir uno de nosotros para que hubiera un cambio dentro de los puestos altos. ¿Cuánto más vas a hacerlos esperar?
–Rukia es muy joven aún, recién está disfrutando ser lo que soñó mucho tiempo –defendió su postura –Impusimos que se casaran, déjalos a ellos decidir…
–Byakuya, ya lo han hecho, Ichigo ha hablado contigo… ¿acaso crees que lo hace a escondidas de Rukia? Ambos están listos para dar el paso… ¿estás esperando que se embarace acaso? –El rostro del noble se desencajó e Isshin supo que su malicioso comentario había surtido efecto –Son jóvenes, solo recuerda cuando tú tenías su edad. No estabas comprometido, pero habrás tenido tus maneras…
–Mi vida íntima no es algo que te incumba, Kurosaki
–Déjalos casarse de una vez, Byakuya –insistió –¿Acaso no quieres que tu hermana sea feliz? ¿Dudas que haya sido feliz estos últimos? La conocemos lo suficiente como para saber que si no lo fuera hubiera mandando a mi hijo a buena parte y tú hubieras sido el primero en apoyarla –sonrió ladeado, Byakuya desvió la mirada sin querer demostrar que Isshin tenía razón –No tiene que ser mañana, solo dales una fecha… Hazlos felices
Kuchiki asintió suave.
–Al final del verano
Isshin se sonrió ampliamente.
–Gracias, Byakuya
–Lo hago por Rukia y por tu esposa, quiero darle una alegría
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Renji miraba a Rukia quien parecía pensativa. Jugaban a los palitos chinos, como cada noche al finalizar la cena, Akiko se había marchado hace unos momentos. Se preguntaba si su hermano alguna vez daría el paso con ella, aun cuando aún no tenían nada oficial. No había pedido su mano, ni menos tenía una relación con la familia de la muchacha.
–¿Todo bien con ella? –preguntó de pronto, logrando que Renji bajara la vista a los palitos y volviera a pensar en cuál sería su siguiente movida.
–¿Con quién?
–Con Akiko, claro –respondió con algo de insistencia.
–¿Por qué no habría de estarlo? –comentó ligeramente, levantó la vista hasta cruzarla con la inquisidora de la morena –No todos tenemos las mismas aspiraciones que tú e Ichigo. Akiko no tiene apuro y tampoco yo. Quiero lograr avanzar en la división, esa es mi prioridad y ella me apoya –puso una mano sobre el antebrazo de su hermana –Estamos bien, en todo aspecto.
–Solo preguntaba, pensaba que…
–La quiero y ella me quiere, y quiero darle lo más que pueda… y de momento, el matrimonio no está en los planes de ninguno de los dos –le guiñó un ojo.
Rukia asintió. La puerta del comedor se descorrió, Byakuya volvía a ingresar, esta vez sin Isshin. Ambos muchachos se pusieron de pie, pero el noble les indicó que volvieran a tomar asiento, de hecho él mismo lo hizo sentándose frente a ellos.
–Rukia, te casarás al final del verano –anunció con su voz monótona, la sonrisa que se dibujó en el rostro de su hermana era conmovedora, aún así, no quería ese matrimonio –Quiero que entiendas que el matrimonio es un paso grande y que requiere de mucha madurez y paciencia. No es lo mismo que un noviazgo.
–No te preocupes, Nii-sama –no borraba ese gesto de felicidad –Con Ichigo podremos hacerlo, sé que sí. Gracias, muchas gracias, Nii-sama.
Byakuya asintió, se puso de pie y salió de la habitación. Renji miró a su hermana y la abrazó con fuerza mientras le susurraba buenos deseos y compartía su alegría. De pronto la apartó y la miró a los ojos con seriedad.
–Rukia… ¿dónde vivirán cuando se casen?
–Es una buena pregunta… –se llevó un dedo a los labios pensativa –Supongo que en una casa, ¿no?
–No te has dado cuenta que esta casa es demasiado grande y la costumbre es que todos los Kuchiki vivan aquí…
–Ichigo no es un Kuchiki
–Pero tú sí… y me temo que Byakuya-sama ni va a permitir que vayas a ningún lado.
Rukia frunció el ceño con preocupación. Sabía que Renji tenía toda la razón… Ese matrimonio iba a ser cuesta arriba, lo presentía. Pero con lo que Ichigo disfrutaba picar a Nii-sama hasta creía que se divertirían. O eso esperaba.
–¿Qué crees que diría Nee-san? –habló Rukia finalmente.
Renji pasó un brazo por sus hombros y la atrajo hacia él. Con su mano libre tomó la de su hermana.
–Yo creo que estaría muy contenta. Donde sea que esté, aún nos cuida… siempre lo hizo. Y debe estar sumamente orgullosa de ti. Te convertiste en lo que ella siempre quiso, en una mujer que no necesitaría jamás rebajarse. Ahora eres una noble, te casas con un noble… eres un shinigami, tu futuro esposo es un oficial… vas a tener hijos estirados criados por Byakuya-sama y serán parte del Gotei. –Rukia le sonrió –Pero lo más importante… es que somos y seguiremos siendo una familia. Tú, Hisana y yo… los lazos no se rompen jamás.
–¿Tú crees que esos lazos también nos unen con Nii-sama?
–Es muy probable…
–¿Y con Ichigo? –insistió.
–Con él más que seguro… pueden pasar mil años y miles de veces en ambos mundos… pero siempre se encontrarán. Las almas que se juntan en este lugar estarán siempre juntas. Siempre te encontrarás con Ichigo, conmigo, con Hisana, con Byakuya-sama, Kira, Akiko, Hime-chan y todos aquellos a quienes quieres.
–Hablas muy bonito, ¿lo sabías? –se recargó en él –Gracias
–¿Por qué?
–Por todo
–No hay de qué
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Fin
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