Capítulo 15: Un Comala opuesto
El medio día pasó a convertirse en tarde, y ésta se vio tragada por la luna en un abrir y cerrar de ojos. Las estrellas parecían seguirla con una mirada acusadora, y la oscuridad le reclamaba una y otra vez que ya iba siendo tiempo para enfrentarlo. A fin de cuenta, él era su mejor amigo. Él la consideraba como una hermana; lo menos que ella podía hacer por Patrick era saludarlo, pero ignoró la insistencia de la noche y se negó siquiera a comprobar que había despertado del coma. Porque sabía que lo había hecho.
La única manera de despertar sin tu Estrella era robando la de otro Paciente, y eso siempre traía daños colaterales. Por supuesto que Patrick no le prestó atención a sus advertencias; estaba decidido a despertar, aunque Grace nunca se enteró del porqué. Fue una decisión que surgió de la nada, aparentemente. Un día se alegraba de haberse sacrificado por Lisa, y al siguiente se arrancaba el cabello y la acosaba en sus sueños para que le revelara una manera de volver a su Vida Terrestre.
Pensó en cómo reaccionarían John, Lisa y Lauren al ver que no iría, mas descartó ese posible escenario de inmediato. De seguro se preocuparían lo suficiente por Patrick como para olvidarse de ella, al igual que todos los demás.
¿Todos?
La fría y húmeda noche de invierno le dio una idea para huir de ahí, y así, refugiarse del viento que se adentraba en sus huesos y ocultarse de la inminente soledad que le impedía sentirse viva.
Estuvo a punto de marcar el número cuando un pánico inexplicable le impidió apretar el icono verde que le permitiría comunicarse con su receptor escogido. Luego comprendió que, llamarlo sería una jugaba demasiado apresurada.
¡Eh! ¿Qué tal Tierra Yanqui?
Escribiendo...
—¿Qué acabo de hacer? —preguntó en voz alta. El vaho de su boca empañó ligeramente la pantalla del celular que sostenían sus dedos congelados.
Puedo llamarte?
Esto, perdón, no debí...
La vibración la interrumpió antes de que la canción anunciara una llamada entrante.
Ella durmió al calor de las masas. Y yo desperté queriendo soñarla...
—No contestes —se ordenó.
Algún tiempo atrás pensé en escribirle. Y nunca sortié... las trampas del amor...
—No —dijo firme.
De aquel amooor... de música ligera. Nada nos libra... nada más quedaaaa...
—Kevin —respondió mordiéndose el labio.
¡Diablos, Patrick!
—¿Con quién tengo el gusto de hablar? —Preguntó. Grace podía asegurar que escuchó su sonrisa, y sabía que eso era biológicamente imposible—. ¿Inglesa Rebelde?
—¿Qué tal estuvo tu audición?
—Ah, ya veo. Es Encanto Inglés esta vez. Debo decir que me alegro de oírla, señorita. Si no se comunicaba conmigo en los próximos cinco minutos, tendría que tomar medidas drásticas. ¿Ya ve lo que causa en el corazón de los hombres? Ni hablar de mi cerebro, ansioso por recordarla una y otra vez.
¿Podía, una sola persona, ejercer tanto poder sobre ti? ¿Llenarte? ¿Sostener tu mano para que no cayeras otra vez?
¿Era capaz de darle una oportunidad? ¿O lo ahuyentaría como siempre hacía?
—Estaba pensando... La cita. —Se rascó la nuca—. ¿Qué te parece hoy?
*****
Kevin tapó el teléfono.
—¡Dijo que hoy mismo, carajo!
Sam y Zack chocaron los cinco.
—¿Ya ves? Te dije que conozco a las chicas —le dijo Sam con una sonrisa engreída.
—Sam, eso hasta yo lo encontré cursi —admitió Zack asombrado—. Y créeme, nunca volverás oírme decir eso. —Le dio un golpe en la espalda—. Mis respetos, hermano.
—Ya, ¡ahora se callan! —exigió Kevin dispuesto a seguir charlando.
*******
¿Por qué no le contestaba?
Se mordió la mejilla, intentando calmarse.
*******
—¿Que qué me parece hoy? —repitió Kevin con una sonrisa incapaz de borrársele—. Tengo una mejor pregunta: ¿Qué le parece ahora mismo?
—Ya vuelve a la segunda persona —le aconsejó Sam negando con la cabeza.
—Sí, hermano. No abuses —estuvo de acuerdo Zack.
Kev rodó los ojos, aunque se le escapó una sonrisa. Estaría perdido sin ese comité.
*******
Oh, ¿iba a hablar de esa forma todo el tiempo?
—Estoy en Pensilvania —le dijo Grace con voz monocorde—. Es físicamente imposible que ahora tengamos una cita si tú estás en Nueva York.
—Pero si tomas un avión dentro de la próxima media hora, estarás aquí en menos de cuatro.
Excelente, había vuelto a hablar con normalidad.
—O podría viajar en auto por la I-95 y estar ahí en menos de tres —contestó Grace decidida. Debía irse de ahí cuanto antes.
—Menos de tres horas suena bastante parecido a ahora. Llegarías a las 3:00 am. Suelo pensar que nada bueno pasa después de las 2:00 am, pero también creo que existen ciertas excepciones.
—¿Cómo yo?
—No lo sé, Encanto Inglés. Tendrás que llegar primero.
—¿A...?
—Hotel Mandarin Oriental.
—Espero tengas algo increíble preparado.
—Lo mejor para alguien de la Nación Té.
*******
Sam ladeó la cabeza.
¿Nación té? ¿Encanto inglés? ¿Inglesa rebelde?
—¿La chica es de Inglaterra? —le preguntó una vez acabada la conversación por teléfono.
—Eso me dijo ella y su acento —contestó alegremente.
—Entonces no la dejes ir —dijo Sam resuelto—. Yo lo hice una vez, y ya es tarde hasta para arrepentirme.
—Nunca es tarde para luchar por alguien —intervino Zack—. Si sabes que es la persona correcta...
—Tal vez no lo era.
—No puedes saber eso si no luchaste lo suficiente —insistió Zack ceñudo.
—Sé que no debes pelear para conseguirlo, el amor no debería ser una guerra.
—Tienes razón, no debería serlo —aceptó con expresión seria—. ¿Pero cuándo ha funcionado la utopía?
—Tal vez ya vaya siendo tiempo de que nosotros te ayudemos a recuperar esa ancla tuya —propuso Kevin apretando su hombro de manera fraternal.
Sam le sonrió. Oficialmente, tenía amigos de su edad. Con un CI normal, que disfrutaban de charlas que no involucraban la física, la química o la ciencia en general.
Jamás los volvería a dejar ir.
*******
¿Quién iba a pensar, qué se ayudarían a conseguir a la misma chica?
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Grace pidió un taxi. Si el viaje le salía mil dólares no le importaba; tenía que dejar ese odio hacia los ricos de una vez por todas. Lisa lo recibió mientras estuvieron en coma, y ahora, Grace se lo auto brindaba.
—A Nueva York, por favor.
Lo siento, Patrick.
*******
Horas antes...
—¡Es que no lo entiendo! —Exclamó Eli con los dientes apretados—. Ustedes dos están vivos, Daisy está viva, Patrick está vivo... ¿Hay alguien que sí se haya muerto de verdad? —preguntó frustrada.
Lauren alzó la mano.
—Dos tercios de mi familia. Gracias por recordármelo.
—Lo... siento, Lauren —se disculpó Eli intentando arreglar la situación—. Eso sí es mala suerte.
—No, eso es un accidente —corrigió Dylan—. Los accidentes automovilísticos pasan todo el tiempo, ¿sabes que es mala suerte? Que tu mejor amiga y el amor de tu vida caigan en coma. En menos de un tres meses. —Suspiró y se pellizcó la nariz—. ¿En serio, Laury, acaso se pusieron de acuerdo para romperme el corazón?
—Te recuerdo que tú insistes con que nos escapáramos —dijo John apartándose de su novio—. "Oh, John, huyamos juntos, nada nos pasará". —Bufó cruzándose de brazos—. Sí, claro.
Eli carraspeó dramáticamente.
Lauren le dio un golpe a la pareja. Ambos comprendieron y dejaron su discusión para otro momento. No es que Eli fuera egoísta y no le interesara, pero francamente no entendió nada de los últimos cinco minutos; por lo que se veía ninguno de los dos tenía intenciones de ponerla al día.
—¿Por qué te molesta tanto que Daisy esté viva? —Quiso saber Bruno—. Es muy simpática.
—Excelente, Bruno. Eso es justo lo que quería escuchar —dijo Eli molesta.
—¿Y tú por qué sigues aquí? —preguntó John.
—¿Qué querías? ¿Que se quedara en casa del pseudo novio de Lisa? —Terció Lauren—. No te portes mal con él, John.
Bruno agitó la cabeza a la vez que arrugaba el rostro.
—¡¿Qué?! —Se dirigió a Eli—. ¿Y Zack?
—¡Qué importa Zack! El problema ahora es deshacernos de Daisy. —John señaló a Eli seriamente—. Necesitaremos luminol, guantes, una pala y una roca medianamente grande.
—¡John! —gritaron todos al mismo tiempo.
—Recuperar tu memoria sí que te cambió —comentó Eli sorprendida.
De todas formas intentó retener los materiales en su cabeza. Solo por si acaso, claramente. Ella nunca...
¿Qué tan caro cobraba un sicario?
¡Eli!, se reprendió a sí misma.
—Sé que muy en el fondo sigue siendo el angelito que conocía —dijo Dylan—. Tan solo está un poco molesto.
—¡Por supuesto que sí! ¿Por qué no me dijiste que tu padre te echó de casa? ¿Acaso no harás nada? —Empuñó las manos—. ¡Ese bastardo hijo de...!
—¡John! —Esta vez fue Lauren—. Estoy segura que Dylan no quiere compartir eso a los cuatro vientos.
Obviamente no quería. A nadie le gustaba anunciar sus problemas por un megáfono. Por algo los psicólogos aseguraban confidencialidad. Al igual que los curas de la iglesia católica prometían no contar nada que fueran a oír en las confesiones.
Eli debió ser menos descuidada y guardarse lo que sentía. ¿Qué estaba pensando cuando les reveló a los hermanos de Patrick que ella estaba enamorada de él? ¡Nada! ¡Nunca usaba la cabeza cuando sentía con el corazón! Por mucho que lo intentase, fundir la lógica con el amor era igual de sencillo que darle la medicina a su gato. Exacto, era imposible.
Apenas vio a Daisy salió corriendo aterrorizada. Y no por el hecho de que la personas que creyó muerta, en verdad no lo estaba, sino porque esa persona era novia de Patrick. Era amiga de Dominic. ¿Y si Dominic le decía...?
¡Ni se te ocurra!, le dijo. Se suponía que los gemelos podían comunicarse, así que, en el mejor de los casos, desarrollaba telepatía con Dominic y evitaba el desastre.
Quizás huir tampoco dejó la mejor impresión, ¿pero qué otra cosa habría podido hacer? Apenas se enteró de que Patrick se había quedado mudo, todo su interior se derrumbó como las Torres gemelas. Porque había sido su culpa, su maldita culpa. ¡No era justo! ¿Por qué ella no registró más problemas que unos simples espasmos repentinos pero él ni podía hablar?
Se levantó de la mesa en la que se había reunido con John, Dylan, Bruno y Lauren. Si bien había corrido hacia ningún lugar en específico, eventualmente iba a tener frío así que entró a un café. Poco después, Lauren y Bruno llegaron. La pareja tardó unos veinte minutos, pero todos lograron consolarla. A excepción de Amy y Grace, sin embargo, ella no les pidió que fueran, así que no tenía sentido agarrar rencor con sus amigas.
—¿A dónde vas, Lisa? —le preguntó Lauren.
—Dejé plantada a mi madre biológica por un chico —contestó Eli—. Necesito regresar por ella.
—Entonces vamos. —Bruno se levantó.
—No es necesario...
—Claro que sí. Lamento haberte dejado antes. Nada es más importante que la amistad, Eli. Nada.
Eli tardó en darse cuenta que Bruno y Lauren habían estado tomados de la mano por debajo de la mesa.
Vio a John darle un beso a Dylan sin ningún motivo en específico.
Sintió una punzada.
Quiso a Zack.
Besarlo.
Y abrazarlo.
Y llorar demasiado.
—Necesito ponerme al día con mi familia —anunció Eli aparentando una fuerza que no tenía—. Estamos unos quince años atrasados.
*******
Nick le abrió la puerta con emoción. Al ver que se trataba de ella, su expresión cambió a completa decepción.
Increíble, segunda vez en menos de una hora que causaba eso en una persona. Ahora sí que se sintió ofendida y personalmente atacada.
—¿Esperando una cita tan tonta como una puerta y tan frívola como una portada de Covergirl? —le preguntó con una sonrisita traviesa—. Lamento haberte entusiasmado.
—Elizabeth vino. —Daisy permaneció quieta en el umbral—. Mi hermana.
—Lo sé.
—¿Qué?
—Lo sé, Nick. Me acabo de encontrar con ella, no sé qué pasó pero estaba llorando. Ella y sus amigos se fueron.
—¡Y no me dijiste!
Daisy lo hizo a un lado y entró a la casa.
—¿Por qué habría de hacerlo, Nick? —preguntó sin la más mínima amabilidad. Pero sí de forma cortes—. Tú ya no me hablas.
—Pero... ¡pero somos amigos! ¿Por qué no me llamaste?
—¿Amigos? —Soltó una risa seca—. Bueno, pues gracias por avisarme que mi novio había caído en coma. Por dejar de saludarme en los pasillos y por intentar aparentar que no nos conocemos. De verdad eso es todo lo que un amigo hace.
Dominic se mordió el labio.
—Si tú me hubieras dicho...
—¿Qué cosa? ¿Qué me estaba muriendo? ¡Perfecto! Entonces ya sé que la próxima vez que casi me muera te lo haré saber, así volverás a ser mi amigo, ¿no? —Tomó una pausa—. Perdoné muchas cosas tuyas, Nick. Pero cuando no me dijiste lo que le pasó a Patrick me di cuenta lo tonta que fui al creer que podríamos volver a ser amigos. Él es mi novio y no fuiste capaz... Sólo piensas en ti, él tenía razón. Te aprovechabas de mí.
—Tú me cambiaste por Patrick, no tuve opción.
—¿De qué diablos estás hablando? —Preguntó Daisy confundida—. Tú eres el que nos dejó por el grupo de descerebradas de la escuela.
—Nada. Olvídalo —respondió sobándose el cuello. Se le veía incómodo—. Mis padres salieron a buscar a Elizabeth. Patrick sigue leyendo. Nada nuevo bajo el sol. Estaré en mi cuarto si le pasa algo.
Daisy se dio en lujo de quedarse de pie junto a la puerta, contemplado a Patrick. Estaba tan enfrascado en aquel mundo de fantasía que ni siquiera le había prestado atención, pero a ella le encantaba eso. Le permitía admirarlo, ver su cabello rizado chocar con el sol del ventanal y hacerlo aún más dorado y brillante. No importaba lo que los demás dijeran, él era bellísimo. Era precioso. Y cuando ocultaba su cabecita entre las páginas de un libro, dejando a la vista únicamente sus rulos, sentía la tentación de quedársele mirando todo el día, incapaz de creer que era su novio.
—Buenas tardes, Ovejita —le dijo acercándose lentamente—. ¿Qué lees?
Patrick captó de inmediato su voz. Alzó la mirada y el libro.
Daisy se sentó junto a él. Lo hizo de forma calmada, muy silenciosa. Él le sonrió levemente.
—El principito —dijo jugueteando con su cabello—. No importa cuántas veces lo leas, ¿siempre encuentras algo nuevo, verdad?
Patrick le asintió.
—¿Puedo...?
Daisy recibió el libro en la página en la que Patrick había quedado. Acomodó su cabeza sobre el regazo de Patrick y estiró los pies hasta tocar el brazo del sofá. Patrick le acarició el cabello mientras ella continuaba con la lectura en voz alta, para los dos. Y, por un segundo, olvidó que él no podía hablar, que estaba aprendiendo a caminar, y disfrutó la simple compañía de su novio.
—"Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte..." ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¡Y esto no es importante! No pudo decir más y..."
El libro le fue arrebatado por su lector favorito. Miró hacia arriba y se encontró con una cara que le sonreía. Y en esa posición terriblemente incómoda, se besaron. Entonces, no importó nada en lo absoluto. Nada salvo él.
Le habría gustado quedarse así, todo el día o tal vez toda la vida. No obstante, Daisy es reconocida mundialmente por tener mala suerte, así que poco duró hasta que Dominic bajó las escaleras corriendo y gritando:
—¡Mamá la encontró! —Salió despotricado por la puerta y no tuvo la decencia de cerrarla por lo menos.
Patrick se alejó de Daisy y la miró extrañado. Ella se levantó y se sentó junto a él. Acarició su mejilla a la vez que él jugaba con su cabello castaño.
—No hay de qué preocuparse, Ovejita. ¿Recuerdas a Elizabeth? Claro que sí, hasta viste. Bueno, lo creas o no, viene de nuevo.
Patrick apartó la mano de su rostro.
—¿Qué, pasa algo?
Abrió la boca.
—Anda, amor, dilo.
Pero se quedó quieto, boquiabierto, y estirando el cuello hacia afuera. Como si estuviera esperando a alguien.
Daisy intentó tranquilizarlo con un beso en la mejilla, pero Patrick se echó hacia atrás. A duras penas, logró ponerse de pie.
—¡Amor, no! No estás con tus muletas, ¿quieres salir? ¿Voy por ellas? —preguntó tomándole la mano, más para ayudarlo a mantenerse de pie que por simple muestra de amor.
Patrick no le respondió. Siguió mirando la puerta abierta. Esperado a alguien. Estaba calmado.
Se mordió el labio, negó con la cabeza y volvió a sentarse.
—¿Patrick?
Él le entregó el libro para que lo continuara leyendo.
Lo que sea que había pensado hacer durante unos pocos segundos atrás, se arrepintió de hacerlo.
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