Ángeles Traviesos - Drabble 3

Ángeles Traviesos


   El gran atardecer pintaba las paredes del castillo de hermosos colores cálidos, y Felipe era ayudado por la servidumbre a elegir el atuendo indicado para la importante reunión que tendría en la noche. Por más que el Rey quisiese elegir su atuendo, las mucamas no le dejarían la tarea.

   En esa misma habitación, Maximiliano pasaba por la misma incómoda situación en la que las jóvenes estilistas tomaban sus medidas para el atuendo perfecto. Esa era de las pocas cosas a las que no podría acostumbrarse.

   Por otro lado, los pequeños gemelos corrían por los pasillos del castillo, huyendo de las manos ágiles de las jóvenes que les prepararían para la reunión a la que tendrían que asistir. A pesar de su corta edad, Felipe tenía entendido que los menores podían asistir a la ceremonia con tal de que se mantuviesen tranquilos.

   Sí, ya Felipe dudaba en llevar a los traviesos gemelos, pero sabía que inclusive en un gran desierto, sus hijos encontrarían algo con lo cual entretenerse. No tendría problema, o eso pensaba mientras una chica acomodaba los botones de sus mangas.


—Todo saldrá bien, Felipe— oyó la voz de Max sobre la otra butaca. El doncel sonreía tan confiado como siempre, tan encantador, y el Rey alzó la mirada para asentir.


   En cuanto el carruaje llegó a la entrada del gran castillo de Erini, los reyes y sus hijos se adentraron en el mismo, preparados para el viaje. Julián y Javier iban serios, con sus brazos cruzados y lo mofletes inflados, ya que las mucamas habían logrado vestirles decentemente.


—Se ven elegantes— les aduló con cariño Max, a lo que los niños se sonrojaron todavía sin contestar—. Cuidado los pierdo, están muy lindos, creo que me los comeré yo solito— rio el doncel y esta vez los gemelos rieron ligero, por las ocurrencias de su madre—. Así me gustan.


   Felipe notó lo fácil que era para Maximiliano hacer felices a los menores. Una pizca quizá de envidia cruzó por su mente, los gemelos casi no le hablaban, pero no se negaban a ser mimados por él de todos modos, así que suponía que no todo estaba tan mal.

   En cuanto se vieron en el castillo del Duque de Potts, los gemelos se vieron algo nerviosos gracias a que era de las primeras fiestas a las que asistían. Muchos les miraban por sobre el hombro, con cierto recelo, y los pequeños no estaban preparados para eso.


—La frente en el alto, recuerden quiénes son— Felipe les murmuró con calma, sus hijos le miraron y tras un respiro al unísono, se llenaron de valor para caminar con la mirada en alto.


   Ciertamente, la celebración no tenía tantos invitados, era algo más personal. El Duque de Potts, celebraría un Acuerdo de Paz con algunas regiones de Osenur e igualmente celebraría el embarazo de su mujer, quien igual andaba por allí recibiendo obsequios y felicitaciones.

   Los gemelos tuvieron el permiso del Rey para recorrer el lugar con diversión, con tal de que no hiciesen desorden. Felipe y Maximiliano vieron como los pequeños se alejaban sin siquiera mirar atrás para despedirse.


—Creo que ya los perdí— Max se sintió nostálgico—. Pronto empezarán a comer solos, o irse a viajar por el mundo— comentó y Felipe tomó su mano para devolverle del amplio mundo que tenía en mente.

—Conocerán tanto que volverán a nosotros— comentó con cierta confianza el azabache y Max soltó una ligera carcajada—. Andando, estoy seguro que volverán a buscarnos en cualquier momento.


   La noche transcurrió con calma, de todos modos la celebración no duraría hasta tarde. Felipe y Maximiliano se veían hablando entre sí, riendo en voz baja y tomando algo de ponche. De vez en cuanto los reyes de Erini eran saludados por los demás duques o príncipes, iluminaban la habitación con su presencia particular.

   Los gemelos, por su lado, jugaban alegres entre la poca gente que había y un par de niños más que se habían unido a la fiesta. Javier se dedicaba a corretear a sus amigos, y reía alegre cada vez que atrapaba a alguien.

   La diversión, sin embargo, se vio acabada cuando en medio de su distracción, chocó con el Duque anfitrión de la fiesta. Le hizo derramar su bebida sobre su traje blanco, y el hombre se volvió furioso hacia el pequeño crio que no veía por donde caminaba.


—Qué crees que haces, pequeño mocoso— el hombre limpió su barba, la cual goteaba gracias al líquido que se había derramado sobre él—. Mira cómo has dejado mi traje.

—Per-Perdone, señor— Javier se vio asustado, pocas veces había sido tan regañado por algo que había sido un accidente—. N-No volverá a pasar.

—¡Claro que no volverá a pasar!— El Duque tomó entonces el pequeño brazo de Javier y lo jaló de tal modo que le obligó a caminar—. Esto le pasa a los niños que se portan mal.


   Pero entonces Felipe tomó al hombre del brazo para que soltara a su hijo, el Duque se volvió confundido pero histérico hacia tal descaro y se zafó del agarre del azabache que le miraba con clara frialdad.


—Ese mocoso arruinó mi traje— el Duque se acercó en demasía a Felipe, pero éste mantuvo la compostura—. Merece una reprimienda por esto que ha provocado— señaló su traje arruinado con vino, y Felipe le miró con poca importancia.

—Yo pagaré por el daño, Duque— Felipe no deseaba caer en una disputa, más ver como alguien tomaba a su hijo con tal de lastimarle, le colmaba la paciencia.

—Ese niño debe ser castigado— señaló con desdén a Javier, quien ahora se escondía detrás de Maximiliano con el rostro pálido por el miedo. Maximiliano estaba listo para atacar a ese señor tan bien vestido—. Que sea su hijo no lo hace un buen niño, su majestad. Puede ser el Rey pero...

—El hecho que sean mis hijos no los hace intocables, ni perfectos muchos menos— Felipe denotaba su quijada tensa, pero guardó sus manos en la espalda para evitar cualquier contacto—. Pero recuerde que son niños, y como padre no me tomaré la molestia de diferenciar a quien se atreva a levantarles la voz sin necesidad, no me interesará en lo más mínimo que sea el más alto de la realeza para romperle el brazo por atreverse a tocar alguno de sus cabellos o tener el deseo de lastimarlo. Téngalo claro, Duque— Felipe miró pues a la mujer del Duque, que tragó en seco—, porque será padre pronto y créame, una muestra de rabia hacia su hijo podría acabar con su tranquilidad.


   El Duque entonces dio un paso atrás, el Rey de Erini estaba en demasía molesto por tal atrevimiento.


—Así que reflexione, Duque, porque no habrá siquiera otra oportunidad para que lastime a alguien de mi familia con tal alebocia— Felipe acomodó su chaqueta con firmeza—, porque no le daré oportunidad de pensarlo— y tras eso, Felipe dio media vuelta hacia su esposo e hijos—. Nos retiramos.


   Y ante su tranquilo aviso, Maximiliano hizo que los gemelos caminasen hacia la salida de la mansión del Duque que no supo cómo más responder. Ciertamente, el Rey de Erini daba miedo naturalmente, pero estando molesto, era otra sensación mucho más realista.

   En el carruaje y sin decir palabra alguna, Felipe miraba por la ventana en silencio, y los gemelos asumían que serían regañados en cualquier momento.


—Pa-Papi...— Javier le jaló la manga de la chaqueta, y Felipe no dudó en mirarle con curiosidad—. Perdón, no volverá a pasar— el pequeño todavía estaba asustado, no deseaba repetir esa situación.


   Felipe respiró tranquilo y acarició los cabellos del travieso.


—¿Te hizo daño?— Fue suave y cauteloso, cariñoso con la sensibilidad del menor. Javier negó repetidas veces—. Entonces todo está bien— y Javier alzó la mirada—. Deben tener más cuidado cuando estén jugando— les recordó, y los gemelos se vieron embelesados con la calma de su padre.


   Julián le sonrió a Javier y éste, con los ojos cristalizados, se recostó con cuidado contra el cuerpo de Felipe. Al sentir que Felipe le arropó con su chaqueta, Javier supuso que al final su padre no era alguien a quien tenerle tanto miedo.


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Hola, queridos lectores.

¿Qué tal es ha parecido el libro y sus Drabbles?

Espero cada sábado sus comentarios y opiniones, me hacen muy feliz.

Espero que me sigan leyendo, les queiro mucho.

Cuídense en esta cuarentena y muchos besos para uds ♥

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