Muñeco maldito
Palabra: muñeco
Adjetivo: maldito
Autor: sakurasumereiro
Desde que tenía memoria, él era un muñeco embrujado, uno diabólico, capaz de aterrorizar hasta la locura a quien tuviera la desdicha de cruzarse en su camino.
Cualquiera que lo viera lo tomaría por el juguete que algún niño dejó olvidado. Su cuerpo era suave, relleno de goma espuma y algodón. Tenía una delicada cara de bebé, no de bebé querido (que siempre son feos y dan algo de miedo), sino de niño un poco mayor, pero que todavía precisa de los cuidados de una madre amorosa: cabello negro cortado con flequillo y ojos de un azul tan cristalino que hacía evocar el cielo de la mañana. Boca pequeña, curvada en una tierna sonrisa.
Su ropa consistía en un overol azul claro que imitaba la mezclilla y debajo, una camiseta, pero no de rayas. Las rayas eran demasiado terroríficas y el que lo creó sabía que aquello podía ser contraproducente ¿Quién querría tener en su habitación a un muñeco que se parecía a Chucky? La respuesta era obvia. Por eso su ropita estaba hecha de tela muy suave y acariciable y su aspecto invitaba a abrazar.
Lo único que no le agradaba mucho era que no tenía zapatos, ni siquiera poseía un par de mediecitas, El clima de Caracas no podía considerarse frío, pero en enero la temperatura solía bajar varios grados. Llegaba a ser desagradable caminar descalzo de madrugada sobre gélida baldosa.
Sí, porque generalmente, por alguna extraña razón, siempre le tocaba asustar en esa época: diciembre, enero. Todos los inquilinos de la casa donde vivía llegaban para navidad. En consecuencia, era en esos días que él comenzaba su labor de espantar.
Su razón de vivir era esa: atemorizar. Aunque tal vez vivir no era una buena definición de su condición. ¿Podía él considerarse vivo? No tenía sangre, ni órganos. Más bien debería decir: su razón de existir. Como fuera, estaba en el mundo, y específicamente en esa casa para hacer gritar hasta morir a quien lo viera.
Literal, en una ocasión una señora falleció cuando lo vio girar los ojos y sonreír de esa manera macabra de la cual se sentía muy orgulloso. En otra oportunidad, un hombre cayó y se rompió el cuello.
Esa vez, él había decidido salir a dar un paseo cuando escuchó al nuevo inquilino deambular por la cocina. Recordaba a la perfección como la boca del hombre se abrió de una manera casi imposible y dejó salir un grito espeluznante, mientras él se le acercaba, paso a paso. Para darle más teatralidad a su sorpresiva aparición, levantó los bracitos rellenos de goma espuma como si pidiera abrazarlo o ahorcarlo.
El hombre, aterrorizado hasta los tuétanos, corrió y tropezó con los escalones que separaban la cocina de la salita. Se despatilló en una posición imposible: brazos y piernas en ángulos anormales, la cabeza colgando entre el último peldaño y el suelo, con una vértebra que sobresalía en la nuca.
Suspiró al rememorar sus antiguos momentos de gloria. Ahora aguardaba, un poco inquieto, a los nuevos inquilinos. Ojalá tuvieran niños. Con ellos todo era más fácil. Los infantes siempre lo encontraban rápido, tenían una especie de sexto sentido para toparse con fantasmas, objetos malditos y muñecos diabólicos como él.
Pero esta vez la casa estaba tardando en alquilarse más que en otras ocasiones. Por lo tanto, se aburría horrores, solo, deambulando por los rincones oscuros y polvorientos, sin más compañía que las arañas, los ratones y la gata que se metía por una ventana rota a cazar.
Sí, su vida... No, no vida. Su existencia languidecía en el tedio de la soledad y la inacción. Necesitaba alguien a quien asustar, urgente.
Continuará...
Primer capítulo de una nueva novela, próximamente disponible en el perfil de sakurasumereiro
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