Sitiados en el sur / Parte 2


Echó un último vistazo a la torre, donde aquel pequeño envuelto en mantas se deslizó para salir de una de las habitaciones en el castillo. Pero ya no había nada, por lo que suspiró aliviado.

–¿Sucede algo? –Preguntó directo su padre, cuya tensión desfilaba a lo largo de su rostro, no le gustaba en lo absoluto la idea de estar en aquel lugar, con su pequeño y su mujer.

–No, padre... –le sonrió y dejando que su madre le acomodara el seguro de la capa para salir del carruaje, así lo hizo. Había puesto los pies en Underworld...

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PARALLEL WINGS

HISTORIA 1. SITIADOS EN EL SUR. PARTE 2

Los escoltas como era de costumbre, eran quienes les habían recibido. Lo que era sin lugar a dudas una enorme descortesía por parte de los anfitriones. Pero estaba acostumbrado a los desplantes del príncipe Vector, por lo que el rey Alistair y todo su séquito se dejó guiar hacia dentro del palacio, en específico al salón del trono, donde se llevaría acabo la reunión entre representantes.

Al caminar por aquellos largos pasillos lúgubres, podría decirse que hasta se entendía el porqué, aquel niño rubio de tan mala entraña, se comportaba de esa forma. La oscuridad se respiraba en el ambiente.

Los ojos de la reina, no perdían detalle, por lo que bajó la mirada al no poder soportarlo más. Tal vez... la luz y el aire fresco que se respiraba afuera, y en su propio reino, hacían más difícil la estancia en esa edificación.

Al notarlo, su amado esposo, apretó fuerte la mano, por la que la llevaba sujeta. Cual entendiera el motivo de su malestar.

Al sentir su apoyo, sonrió. –Solo espero que dentro del castillo no encontremos a ninguna niña a la que tengamos que rescatar... y luego se case con mi hijo... –aunque sus suaves palabras parecerían una broma ante los oídos de cualquiera, la mirada del rey de entrecerró.

–¿Te trae recuerdos?...

La pregunta del rey, la llevó a suspirar. Era innegable, caminar por esos pasillos, hacía que su mente se transportara a los tiempos en que desfiló por aquellos mismos... pero qué diferente era ahora de entonces... Apenas dar un paso seguido de otro, por la culpa de los grilletes sujetados con fiereza a sus tobillos, la llevó a apretar los párpados.

–Mis brazos existen para alzarla siempre que lo necesite mi reina... –Pronunció suave para ella, por lo que recibió una sonrisa delicada y sincera de agradecimiento.

La sensación de como sus pies, amarrados con aquellas cadenas, fueron levantados del suelo por él... le trajo paz al corazón.

Desde ese entonces había pasado mucho tiempo, pero era inevitable que su cuerpo no rememorara.

–Fue todo gracias a ti y a tu madre...

Con un gesto, le indicó que por favor esperaran a seguir con su delicada conversación, al ver que habían arribado a la sala del trono, a lo que ella asintió.

–Su atención por favor, con ustedes, representante del Reino de Overworld. El Rey Alistair primero. Acompañado de la familia real. El Príncipe heredero Alistair segundo y la Reina Kotori.

Toda aquella formalidad, a veces lo cansaba demasiado. Pero no podía hacer nada, el príncipe se limitó a caminar de la mano de su madre, un paso atrás que su padre, sintiendo las miradas de todos los presentes, observándolos. Sus formas de expresarse eran aterradoras, a pesar que no dijeran una palabra, el odio y el deseo de sangre en las miradas de los que les recibían era notorio.

–Por favor, siéntanse cómodos y por supuesto sean bienvenidos a Underworld. –Se levantó frente a los invitados, el príncipe rubio.

Pido las más sinceras disculpas por mi adorada hermana. Pero la princesa Stacia, se encuentra indispuesta... –sonrió sarcástico, por lo que la mirada del rey Alistair se endureció.

–Esperamos que la salud de la princesa mejore pronto... –reverenció la reina.

–Oh... no se equivoque usted, su majestad. –le sonrió el príncipe del sur.

–No le sigas la plática amor... –pronunció por lo bajo el rey. A lo que la reina, solo guardó silencio. Era verdad... el odio entre ambos reinos estaba intacto como siempre y de la boca de Vector no podía salir nada bueno.

–Es solo que mi adorable hermana no estaba dispuesta a juntarse con la gente del norte... Ustedes comprenderán...

Sus palabras entristecieron los ojos plata del pequeño príncipe que les acompañaba. Tal vez la única persona con buenos sentimientos en ese lugar era su amiga... cuyo nombre parece ser común en aquel reino... Tal ves sucedía como en el suyo. Varios niños del pueblo llevaban el nombre de Alistair en su honor.

–¿Así que ese es su hijo?... –se sentó en el tronó y cruzó la pierna, mientras le miraba de pies a cabeza.

¿En qué momento había pasado eso?... Pasar de ser los invitados, a ser escudriñados por los buitres a sus alrededores. El pequeño a pesar de sentir la tensión en el ambiente, no quería flaquear y menos al verse mencionado por aquel ser, del que sus padres le hablaron camino hacia ese reino. Pero no pudo evitar sentirse molesto, por la manera en que le trataba, él estaba muy consciente que todos los seres vivientes eran iguales unos con otros... pero también sabía su posición como príncipe. Nadie osaría sentarse en su presencia y mirarlo desde las alturas como si no fuera digno de pisar aquel suelo.

Frunció el seño y apretó los dientes, apunto de reclamar por su debido respecto, pero la mano grande y cálida de su padre, se apoyó sobre su hombro, desbalanceándolo un poco.

–Este es mi amado hijo. –Respondió a la pregunta que se le hizo, el rey, a lo que su pequeño volteó a encontrarse con su rostro. –La bendición que la vida nos dio como matrimonio y como pueblo. –Mantuvo la mirada fija en los orbes del rubio, quien sonrió al escucharlo, a sabiendas de lo que aquellas palabras llevaban dentro. El maleficio de las cabezas de ganado que se les envió en aquel pergamino maldito.

–Que bueno... ¿Ya era hora no les parece? –Tomó una copa de vino, que se le ofreció. –El temor de su pueblo, había llegado hasta los oídos de mis aldeanos. Que el rey Alistair moriría sin heredar. ¿Cuántas veces se sometió al ritual de la iniciación para poder impregnarla? –Señaló con su copa a la reina.

–Tal parece que un pequeño se hizo hombre recientemente. –Contestó con una estocada a su pregunta, el rey. Era verdad que había tenido que pasar por demasiado para poder engendrar a su hijo. Pero nada le daba el derecho a ese niño malcriado de hablarle de esa manera.

–Alistair... –Lo miró preocupada su esposa.

Vector sonrió ante la pregunta. –No puedo negar que ese tipo de conversación se me es en demasía interesante... Y es posible que muy pronto se de la noticia que la joven doncella que fungió en mi ritual esté en cinta. Ya sabe, la juventud es voluntariosa.

–En realidad espero que no... –pronunció por lo bajo el rey.

–¿Qué ha dicho? –se levantó intempestivo del trono. –¡Nadie puede desear el infructo a la corona!

–De ninguna manera... –lo reverenció el rey de Overworld, lo que obligó a Vector a mostrarle los dientes, molesto.

–¡Y usted que sabe! ¡La misma diosa Stacia, diosa de la vida, dio el aval a mi ceremonia!

Las murmuraciones de todos los presentes, llegaron a los oídos del príncipe rubio.

¿La diosa?...

¿La diosa estuvo en su Prima Notchie?

¿Pero qué le sucede?

El príncipe es un depravado

¿El Clero lo aprobó?

–¡¿Y Ustedes que se creen hablando así de su futuro rey?! –miró fúrico a todos sus invitados.

–Por favor... tomen asiento... sus majestades... –Se les invitó, por parte del protocolo, al moverse, el rey Alistair miró de reojo al príncipe Vector y sonrió, convirtiéndose en el receptor de la mirada oscura del muchacho. Que enseguida bajó la mirada en busca del pequeño príncipe, quien notó la mirada llena de rencor sobre él y terminó mirándolo con lástima. No entendía por qué le miraba de aquella forma si él no le había causado ningún perjuicio.

–Me las vas a pagar Overworld... –murmuró para sí. Atacaría donde más le doliera, y sin duda... tal como le presentó ante él... y ante el mundo... no había nada que amara más que a su hijo. –Inspiró profundo, sabiendo que su plan tendría éxito tarde o temprano.

Las palabras de debate fueron las protagonistas de aquella reunión, los tres representantes debían encontrar un acuerdo para el libre tráfico del río intersectorial, que desde hace semanas atrás The World afirmaba querer cerrar o cobrar un impuesto para el libre paso.

Las palabras sonaban complicadas y aburridas para el pequeño, que cerraba los ojos a parpadeos. Pero batallaba para no quedarse dormido. Se lo había dicho su padre y debía cumplirlo. Pero... la bebida y el clima del lugar no ayudaban. Tenía otro contratiempo, del que no podía escapar.

–Madre... debo ir a los cuartos de lavado... –Mencionó inquieto y llevándose una mano al bajo vientre, tratando de mantener quietas las piernas.

Era obvio que había estado soportando un buen rato.

–Príncipe... en este momento justo no puedo salir... debo estar aquí con tu padre...

–No importa madre... iré por mi mismo.

–¿Cómo crees?... –miró a los alrededores y se encontró con el miembro más joven de la guardia real. Quien al verse aludido, llegó rápido con ellos.

–¿En qué puedo servirle majestad?... –El joven pelirrojo y de una pequeña barba incipiente, no le daba demasiada confianza, pero al ser miembro de la guardia de su reino, debía ser fuerte y capaz de proteger a su pequeño.

–El príncipe requiere ser llevado a los cuartos de aseo.

–¡Ah! ¡Correcto! ¡Yo lo llevaré! –lo tomó de la mano, a lo que Alistair de inmediato se soltó y lo miró molesto. El pelirojo no sabía a ciencia cierta si era que había cometido una falta de protocolo o era de esos niños que ya se sentían grandes y arrogantes. Nunca antes había tenido oportunidad de acercarse al príncipe. Ya que siempre estaba custodiado y mimado por todo el mundo. Después de todo era el heredero... y era comprensible, además del rostro angelical que tenía.

Al poco tiempo, salieron de la gran habitación y caminaron por el largo pasillo oscuro nuevamente.

–No es necesario que me acompañe... yo puedo ir solo. –Se detuvo a la entrada del lugar el príncipe, a lo que el guardia real suspiró, sabía que podría darse la situación.

–Sé que usted puede valerse por sí mismo mi joven señor... Pero he sido asignado por su madre, la reina para apoyarle en este trayecto.

El heredero no dijo más. Miró molesto al lado contrario y entró por si mismo al cuarto de aseo, seguido de su guardia, que una vez estuvo el príncipe adentro, alcanzó a ver como varias personas pasaban corriendo por el pasillo por el que recién pasaron, parecían guardias de la corte de Underworld, por lo que haló rápido la puerta y la aseguró con el cerrojo.

Recordando de inmediato las palabras de su comandante.

"Los rumores de la revuelta pueden ser o no ciertos... pero debemos estar alerta, la prioridad máxima es mantener a salvo al príncipe, por lo que ante cualquier movimiento sospechoso, el que lo custodie, tómelo y evacue"

Dirigió entonces su mirada nerviosa, hacia el niño que yacía lavando sus manos.

–¿Qué sucede?

–Tal parece que seguiremos siendo compañeros un rato más su alteza...

Ante las palabras del caballero, el príncipe parpadeó sin entender. Para momentos después verse tomado de la mano del pelirrojo a las afueras del cuarto de aseo. Su inconformidad era notoria, pero al ser su guardia, mayor que él, le transmitía cierta confianza. Junto a la conversación de pocos minutos antes, que le hizo comprender la situación.

Si crees que es lo mejor... entonces debemos salir... ¿Pero y mis padres?...

Los reyes estarán bien, pero como se imaginará, regresar al cuarto del trono es imposible para nosotros. –Le desabrochó la capa, dejándola caer al piso. –De esta manera estará más ligero y cómodo, alteza.

Alistair asintió y al ver la mano que el pelirojo extendió hacia él, no dejó de ponerlo nervioso.

–Usted no tiene de qué preocuparse, yo lo cuidaré, aunque no lo parezca soy fuerte... mi familia proviene de Samurais... –recalcó en la actualidad el guerrero. –Ahora... –Pronunció al ver el camino despejado, por el que ambos corrieron hasta alejarse de esa parte del castillo, todo parecía que la conglomeración se daba en la sala del trono y eran pocos los vigilantes que quedaban, por lo que no fue demasiado difícil llegar a la puerta principal, que aún se encontraba abierta, y se aventuraron a correr para atravesarla.

Sin embargo... su sorpresa, fue encontrarse con un gran hombre de musculatura prominente y piel oscura, cuyas marcas en brazos y piernas, lo delataban como un esclavo.

Habían llevado la mayor cantidad de hombres para la revuelta...

Los ojos de aquel hombre y el guardia se cruzaron, ambos dispuestos a estrellar sus armas, pero al ver al niño que iba con el pelirojo, el grande apretó los dientes.

–¡Rápido! –Les urgió pasar. Justo a tiempo, antes de ser divisados por una horda más que venía desde el interior.

–¡El príncipe no está en la sala! ¡Cierra esa maldita puerta! –recibió la orden y la ejecutó al instante.

El estruendo de la puerta cerrándose, llegó a los oídos de todos los que yacían a los alrededores como una tapa de un gran cajón que se deja caer de golpe.

–Es la primera vez que estoy en este reino... pero... lo más lógico sería seguir el camino por el que llegó nuestra caravana... –miraba preocupado en todas direcciones, el pelirojo, al estar escondidos entre el muro exterior del castillo y algunos carruajes.

–Yo... Sé como llegar al río intersectorial... –declaró el pequeño, ante la sorpresa de su guardia.

–¿Qué dice Alteza?...

–Es decir... de camino hacia acá... me fijé muy bien en el camino... y estoy seguro que no muy lejos de aquí está la zona limítrofe.

Aquel niño siempre tan correcto y callado, dedicado a sus aprendizajes sagrados, era mucho más de lo que aparentaba. El pelirojo le sonrió. –Como usted diga, alteza.

–¿Cuál es tu nombre? –preguntó cual misión importante por descubrir, el príncipe.

–Oh... Sir Klein, mi joven señor.

–Muy bien... creo que no sería conveniente que alguien escuchara nuestros nombres... o nuestros honoríficos... o viera nuestras ropas...

–¿Entonces, mi joven señor?... –Preguntó sin comprender.

–De aquí... hasta que lleguemos a Overworld... cambiaremos lo que somos... –entrecerró los ojos, al pensar que su falsa identidad, serviría incluso en momentos como ese. –Me llamarás Eugeo.

–¿Eh?... No... no podría... además... ¿Cómo el hijo de Sir Schuberg?...

–Es... el único nombre que se me vino a la mente... –desvió la mirada, sin intenciones de revelar más.

–Entiendo...

–Y tú serás... –Sus labios se juntaron en una mueca de pensador. –Ryou.

–¿Ryou? ¿No hay un nombre mejor? –lo miró no muy convencido.

–Anda Ryou quitate la chaqueta, está despejado...

Así, salieron corriendo hasta llegar al pueblo, donde caminaron cercanos a la iglesia y la multitud sumergida en sus que haceres, parecía no notarlos.

Mientras la revuelta se había desatado por completo en el palacio de UnderWorld.

–Nadie saldrá lastimado, si ejecutan las acciones que demandamos... –el jefe de los atropelladores, se paró frente a la puerta cerrada del lugar.

–¡¿Qué significa esto?! –Se levantó del trono el príncipe Vector.

–¡Cuidado Vector! –lo señaló con su arma, un enorme cuchillo de carnicero. Que deslizó con agilidad, bajo aquella capucha negra que lo cubría por completo, vestimenta que igualaba a la de todos los presentes aliados. –¡Tenemos a los tres representantes de los reinos a nuestra orden!

La reina de Overworld, al ver las puertas del recinto cerradas, expuso la preocupación profunda en la mirada, mientras separaba los labios exhalando con rapidez, buscando en los alrededores, entre la gente.

–Tranquila amor... estos bastardos no nos tocarán... saben perfectamente que los reinos no pueden ser atacados de esta manera... seguramente solo necesitan una negociación. –Trató de calmarla el rey.

–Ali... –Le colocó la mano en el brazo, haciéndole sentir su debilidad y preocupación entremezcladas. Por lo que la vista de su esposo, bajó a encontrarse con su rostro. –¡Mi hijo Ali! –le urgió

La mirada del rey se ensombreció y mirando hacia el asiento donde hubo yacido el príncipe, frunció el seño al verlo vacío.

–¡¿Dónde está?!

–¡Uno de los caballeros de la corte, lo llevó al cuarto de aseo! ¡Pero no volvieron!

–¡¿Qué?! –temblaron los orbes del rey. –Todo esto estaba planeado... –negó con la cabeza. –¡¿Quién se lo llevó?! ¡¿Era en verdad uno de nosotros?!

–¡Hoe Hoe! ¡Overworld! ¡Manténgase callados! –Los señaló el hombre de la capucha frente a la puerta. Lo que hizo hervir la sangre del rey Alistair, quien salió de entre la multitud, a pararse al centro de la reunión y desenvainando su espada negra le apuntó.

–¡¿Dónde tienen a mi hijo, bastardo?!

–¿Eh?...

Su pregunta, interesó al príncipe Vector, que repartió miradas entre los dos en disputa.

–¡Mi hijo! ¡¿Dónde está?!

–Pues si no lo sabe usted... que es su padre... dudo mucho que yo lo sepa... –se encogió de hombros. Para entonces expresarse más serio. –A decir verdad, nosotros también nos llevamos esa desagradable sorpresa... queríamos tener a ese engendro aquí... pero no estaba...

–Los guardias están adiestrados y comandados a escapar con el príncipe si perciben peligro a su alrededor, majestad... –Llegó a pararse a su lado, su jefe de guardia real.

–Así que por favor... regrese a su posición... –señaló al séquito de Overworld, el encapuchado.

No había opción, bajo aquellas circunstancias, tuvo que obedecer y escoltado por su guardia, volvió a tomar lugar junto a su mujer.

–Alistair está bien... –informó a su amada, que no dejaba de sentir aquel mal presentimiento dentro de su pecho. –Es un niño inteligente... y está con uno de los guardias... seguramente van camino de Overworld...

–Exactamente lo mismo pienso yo... –le secundó el príncipe rubio, que alcanzó a escuchar por la poca distancia que les separaba. Y levantándose del trono, proclamó. –¡Vayan por él y traiganlo aquí! Divirtámonos un rato con una cacería de cabrito...

–¡Vector! –reclamó con la furia plata en la mirada, el rey.

–Príncipe... le recuerdo que sus mandatos no tienen razón de ser en estos momentos... –respondió el encapuchado ante la orden. –Pero me interesa la sugerencia... Xaxa... Johny... –miró en dos direcciones diferentes y cual mandato aceptado, dos de los encapuchados dentro de la sala, saltaron con agilidad para instante seguido desaparecer.

–Tranquilo... rey... pronto te traerán el cuerpo.

–¡Maldito! –Desenvainó su espada de nuevo, pero al instante fue rodeado por los encapuchados.

–Dije... tranquilo rey... –insistió el encapuchado que llevaba acabo los mandatos.

–¿Qué es lo que quieres?... –Preguntó sintiéndose impotente ante la situación.

–Eeso es... las palabras hacen que la gente se entienda... no todo debe resolverse con sangre... ¿verdad? –sacudió la hoja de su cuchillo al aire.

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La pequeña que llevaba una capucha blanca, improvisada con una manta de habitación, a la cabeza, caminaba temerosa entre las personas del mercado ambulante. Escuchándolos hablar sobre el cierre abrupto del castillo.

Y era verdad... la puerta principal estaba corrida y desde afuera, su castillo parecía una jaula.

Bajó la mirada temerosa de lo que podría haber ocasionado tal extraño suceso, para luego levantarla sorprendida al escuchar una voz entre la multitud... ¡No era posible!

Se abrió paso entre los vendedores y entonces lo vio, con lo que su mirada se iluminó, un poco de paz, llegó a su corazón.

–Te estoy diciendo que terminando este redondel debe empezar el camino de salida... aunque... no me suena en lo absoluto... –se encogió de hombros.

–¡Pero usted dijo que conocía el camino! –replicó el pelirojo.

–¡Dije que lo suponía!

–¿Eugeo-kun?... –La voz que lo llamó, le llevó a separar los labios incrédulo. Frente a él, aquella pequeña de pómulos de durazno.

–Stacia...

El pelirojo, la miró asombrado, la belleza de la niña era inmensa, pero, lo que más llamó su atención, era la manera en que se dirigió a su joven príncipe. Por lo que enseguida comprendió, que bajo aquel nombre que le había propuesto, había un secreto más grande, por lo que lo miró, en busca de una respuesta, encontrando la mirada plata anhelante de entendimiento por su parte. Estaba claro que era algo que le compartiría más adelante.

–¿Qué haces aquí?... –lo miró la pequeña, para luego ver a su acompañante.

–Verás... –se llevó una mano tras de la cabeza.

–Se... Señorita... necesitamos urgentemente encontrar la salida... vinimos... a buscar... –miró al príncipe, sin saber que más decir.

–¡Fruta! –fue lo primero que se le ocurrió –Moría por unas moras y... nos adentramos tanto en el pueblo que... terminamos perdiendo a Sirrah y... –Cada vez la mentira se hacía más grande, por lo que apretó los ojos.

–Si que se adentraron bastante... Pero... para regresar a Overworld... ¿No sería mejor el camino de ruta?... Es decir... no... el camino del río... –lo miró extrañada, aunque sabía que su posición como habitante del reino del norte lo ponía en peligro si era visto en Underworld.

–Sí pero... necesitamos... pasar desapercibidos señorita. –explicó suave el caballero.

–Entonces... la única forma es... atravesar por la cueva de la sierra fronteriza...

–¿Una cueva?... ¡Eso es fantástico! –se animó el príncipe –de esa manera nadie nos verá. –¡Llévanos Stacia!

–La verdad es... que nunca he entrado... –se abrazó a si misma de solo pensarlo, como diosa, se le tenía rotundamente prohibido el acceso.

–¿Acaso hay algo en esa cueva?... –La miró preocupado el príncipe.

–Te contaré... se los platicaré... –reverenció a Klein. –Pero no aquí... –miró a la gente de los alrededores. –Por favor, vengan.

Corrieron los tres, hasta la seguridad de las afueras del mercado.

–No muy lejos de aquí... más allá de la entrada de la puerta norte... se encuentra la sierra fronteriza... pero se dice que para que nadie salga o entre del reino por ese lado... hay un guardián que vigilaba día y noche. Custodio de muchos tesoros...

–Mm... ¿Y podríamos hablar con él?... –se miraron entre sí, Alistair y Klein.

–No estoy segura si habla...

–¿Es mudo?... –buscó información el guerrero a lo que la diosa negó con la cabeza.

–No es humano...

Ambos tragaron saliva al escucharla.

–Lo que me parece extraño... es que la gente pueda entrar y salir de Underoworld por el camino de ruta y el camino del norte –señala la dirección por la que iban, el guardia. –Esté custodiada de esa manera.

–Es que el guardián no busca que las personas de los otros reinos no entren... busca... retener a las entidades oscuras que hay más allá... en el reino de la oscuridad...

–No sabía que existía algo así... –la miró preocupado el príncipe, pensar que en un día cualquiera una de esas entidades saliera por esa cueva y la pusiera en peligro lo aterró.

–A ese lugar... son desterradas las almas perdidas... –cerró los ojos entristecida.

–Bueno... lo que debemos hacer es... hablar con el guardián... y procurar no caer en la zona oscura... –analizó el príncipe.

–¡De ninguna manera pueden atravesar hacia la zona oscura! –se espantó la diosa, no quería entrar en los detalles de las creencias y mandatos de su pueblo, pero le parecía terrible la idea de someter a un peligro así a su amigo... su mejor y único amigo. –¿En verdad no quieren ir por el camino de ruta?...

–Tranquila, Stacia... –le sonrió el príncipe. –Por favor, encaminanos... pero cuando sea el momento de entrar a la cueva... tú no entrarás con nosotros.

–¿Qué?... -buscó tomarlo de las manos.

–Jamás te pondría en peligro...

–Joven Pri... –mencionó el guardia, pero la mirada del príncipe lo detuvo. –Joven... pri...mero... debemos... movernos... –exhaló cansado.

–Es verdad... vamos...

Caminaron lo que restaba del espacio que les distanciaba entre el lugar actual y la cueva.

Subiendo y bajando pequeñas colinas, hasta finalmente estar al frente.

–Es aquí donde nos despedimos... –le sonrió y reverenciándola, la dejó atrás, seguido de su guardia.

Los ojos ambarinos temblaban al verlos partir, pero la sorpresa ingrata se apoderó de ellos a los pocos pasos que dieron dentro de la oscuridad, lo que la hizo correr a adentrarse en la cueva también.

Su amigo había caído al suelo inconsciente y respirando con demasiada dificultad.

–¡Eugeo-kun! ¡Eugeo-kun! –gritaba desesperada, mientras el guardia lo tomó el brazos y se levantó del suelo, con el niño palideciendo.

Se disponían a salir de la cueva, cuando un rugido ensordecedor, llevó a Stacia a taparse los oídos, mientras Klein no tuvo otra que soportarlo.

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Al mismo tiempo, que la reina, sintió un dolor en el pecho cual punzada que le atravesaba el corazón, obligándola a doblegarse.

–¡Kotori! –Se agachó a su lado, su marido.

–Ali... Ali... –lo tomó con fuerza por el pecho de su chaqueta. –Pyrios... –lo miró incrédula, indicándole con sumo temor lo que esa palabra significaba.

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Continuará...

xD wowwww, pues claro, luego de tremendo capitulazo de Alisc DEBÍA poner lo de la cueva de la sierra fronteriza xDD, claro, siempre a mi manera, el dragón ta vivooo.

GRACIAS POR LEER

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