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Despertaba aun abrazado de su prometido, había logrado dormir pero su mente no había descansado ni siquiera un minuto, se sentó al borde de la cama aun con los brazos de Defteros en su cintura, le miro de reojo y sonrió, se quedó un poco en esa posición y despues de ello despertó a su pareja, mientras él preparaba el desayuno, Defteros se encargaba de limpiar un poco la habitación.
A los pocos minutos se encontraban uno frente al otro degustando una taza de café con un par de galletas, mientras las miradas de ambos se cruzaban en un ambiente extraño de una combinación de aflicción y calma, nunca había experimentado tal cosa, pero a medida que los segundos avanzaban, esa sensación se incrementaba, pronto las tazas se vieron vacías y las galletas desaparecieron de la mesa, Defteros tomo la mano de Asmita y deposito un beso, el rubio sonrió ante aquel acto.
—No te desesperes, vamos a encontrarlos, sanos y salvos, confía en mi — trataba casi inútilmente de calmar a su pareja.
—Confío en ti, de eso no hay duda, pero...
—Pero nada — dijo y volvió a besar su mano — ahora vamos a dar un paseo ¿sí?
Solo pudo asentir, la verdad era que hace tiempo no salía de esa manera con su amado prometido, pensaba, muy a menudo que era realmente afortunado por haber conocido a alguien como él, aunque siempre dijeran lo mismo, su madre se lo decía muy seguido, ese "Defteros es muy afortunado al tenerte" solo le hacía sonreír pues Asmita creía que el afortunado era él, había encontrado no solo a alguien que entrara en las expectativas de su padre sino que además de ello, le amaba incondicionalmente, en las buenas y en las malas, justo como debe de ser.
Las calles de Cartagena siempre eran así, con ese aire de tranquilidad, con ese petricor que se impregnaba en las fosas nasales de cuanta persona pasaba, lo único malo en todo aquel asunto, era la ausencia total de dos vidas que habían sido, aparentemente borradas de las tierras españolas; caminaban lentamente por aquella calle, poniendo los ojos en todas las cosas a su alrededor, con la esperanza de poder, al menos, encontrar el origen de aquel problema.
A lo lejos, muy cerca de la fuente que se encontraba en el centro de la ciudad, se acercaban dos figuras conocidas para ambos, una de ellas, era el hermano mayor de Sisifo, a quien le habían notificado unas horas despues, de la ausencia total de su hermano y su pareja; y la otra persona que iba a su lado era nada más y nada menos que su esposo; un saludo con la mano y se acercaron hasta donde estaban para comenzar una conversación.
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-Cartagena, España, Presente.
Los rayos del sol de las 10 de la mañana se colaban por las ventanas de aquellas habitaciones, despertando a las personas que yacían aun en brazos de Morfeo, los pares de ojos se abrieron casi al mismo tiempo, en uno de esos cuartos, los gemelos despertaban cada uno en su propia cama, siendo Saga el primero en salir e ir directo a la cocina, al gemelo mayor le incomodaba la presencia de los dos mayores, no por los asuntos del pasado si no que se sentía de cierto modo como un tonto por haber creído todas esas cosas que no era más que viejos rencores que se debieron quedar en la Cartagena de 1752.
El olor a tostadas francesas y a café invadió las narices de los invitados, incluyendo al gemelo menor quienes entraron y de manera casi inmediata tomaron asiento alrededor de la mesa bajo las palabras de Saga quien se había tomado el tiempo para preparar tan exquisito desayuno, tal parecía que no había pasado nada el día anterior, todo estaba en paz, pero algo iba a romperse, tarde o temprano.
— ¿Y bien? — la voz de Kanon resonó en aquella habitación.
Cid dejo de comer, pasó una servilleta por sus labios y el ultimo bocado bajó lentamente por su garganta, la hora de la verdad había llegado y el mayor no tenía ni la menor idea de por donde comenzar, la duda comenzaba a albergarse en su mente y el nerviosismo estaba ya entrando de a poco en su piel, lanzando gritos silenciosos al caos que poco a poco iba haciéndose un espacio en aquella mesa, en aquellos ojos, en aquel espacio entre uno y otro.
—Kanon — le llamo y soltó un suspiro, el nombrado poso su penetrante mirada en aquel que le hablaba — ruego me disculpes por lo que hice en el pasado, quizá no fue la mejor manera, quizá era yo el que estaba equivocado pero las cosas pasan por algo y quizá este era el destino que nos correspondía — vio con asombro como la mueca del gemelo menor se transformaba — no puedes cargar con un rencor que no te corresponde, quizá nunca arreglamos las cosas con Aspros y ese ha sido un error muy grande...
—Al grano, Cid — interrumpió el menor — sin rodeos, sin sermones, al grano por favor, no tengo todo el tiempo del mundo.
—Muy bien — respondió y sintió como las manos de Sisifo tomaban su brazo derecho — el error fue de todos y aunque no nos perdones, al menos olvida el asunto, eres joven y con una vida por delante y el rencor solo te detendrá.
Oyó con claridad como Kanon chasqueaba la lengua y desviaba la mirada hacia otro punto de la habitación, más específicamente a la mirada idéntica de su hermano mayor, quien se mantenía neutro ante la conversación al igual que los demás, los dos pares de ojos verdes chocaron el uno con el otro y se quedaron ahí por unos segundos que parecían una eternidad, pronto, la mente de Kanon se vio bombardeada por los recuerdos de su infancia y uno que otro de la adolescencia, el como habían escuchado la trágica historia de un amor arrebatado y como Aspros había estado involucrado, todos aquellos recuerdos estaban marcados por un hecho común, las constantes discusiones con Shura que a menudo llegaban a los golpes.
—Cid
—Kanon
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Cositas bellas hechas por los dioses ya casi llegamos al final de esta cosita bella.
Un aviso, probablemente el Sábado no habrá capitulo, si lo terminó lo publicaré y si no, pues nos leemos el martes
Dan R
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