Capítulo 5º: El sol, la luna y las estrellas.
¿Sabes lo que significa "vivir"?
No, no es lo mismo que existir.
Alguien que existe es solo eso, existencia. Alguien que vive progresa, de lo contrario, se convierte en existencia inútil.
Sí no vivimos, es lo mismo que estar muertos.
Elián.
El día que desperté, sentí una corriente eléctrica recorriendo todo mi cuerpo, desde la coronilla de mi cabeza hasta la punta de mis pies, como si me ordenara con un fuerte gemido: "Despierta y existe".
Eso hice, sin dudar, pensando que por fin podía tener un cuerpo, iba a perfeccionarlo, y si me instruía correctamente lograría grandes cosas. El sol era tan brillante y yo quería poseerlo, así que a partir de ese momento supe que quería hacer lo mejor para ganar el "gran galardón".
Queriendo perseguir un premio más grande que mi valor. Pero todos somos codiciosos, ¿cierto? Igual que los humanos persiguiendo el amor, la felicidad y el tiempo.
—¡Drick! —alargué la i, interrumpiendo su cruce de palabras con otra persona en la mesa de mármol negro—. Anda, dame sólo un noun de plata y prometo que te lo devolveré.
—Me debes 37 si incluimos los blancos y dorados.
Su respuesta me dió una estocada en la cabeza, convirtiendo su grave voz en un: "Maldita rata". Sí, tal vez había pasado lo mismo 27 veces atrás, ¿pero quién dice que le iba a volver a robar cómo en el pasado?
—¿Y no te interesa que sean 28?
Y... de un momento a otro, me encontraba corriendo por el área de bebidas, huyendo del demente Drick con mi peculiar sonrisa pícara. Pateé un par de sillas grises para evitarlo. Aunque dijera que no, Drick era la clase de persona que encajaba más entre individuos bromistas que lo molestaban como yo.
Pero ahora estoy aquí, sin poder entrar a la primera jerarquía, y sin luchar por obtener aquel poder que tanto deseaba. Mi codicia había ido más lejos de lo esperado.
—Canitas largas —hice referencia a su larga cabellera, tirando de un mechón detrás de él—. ¿Y si mejor dejas de correr? Yo soy más ágil y no tan pesado, patoso.
Dato interesante, Parahell te enseñaba tantas expresiones humanas que daba miedo lo rápido que las aprendías y usabas constantemente. Era como vivir en un juego de rol, ni dejabas de pensar en cosas nuevas que podías mencionar.
—¿Me acabas de decir canitas? —se detuvo confundido, mirando a su alrededor a las 16 personas con cabello blanco en la sala, incluyéndome—. Lo sé, pero también soy más fuerte, mocoso.
Tirando de su propio cabello hasta tomar mi mano, me brindó un golpe en el rostro para tirarme al suelo y después yo por fin estallar en carcajadas. Masoquismo, algo que aprendí recientemente y que sin darme cuenta estaba escrito con letras grandes y rojas sobre mi cabeza.
Baku se prensó a la cintura de Drick, sacando su delgada y venenosa lengua turquesa. Sus ojos eran aterradores cuando te miraban; rubíes brillantes tirados en la arena blanca, y si tropezabas con ellos la arena te tragaba.
Ahora soy otro tipo más, jugando a ser humano antes de nacer, pero sin serlo. Deseando ser infinitamente todo, sin hacer nada para lograrlo. Porque nunca nos esforzamos más de lo que podemos.
—Jeje.
Aquella risilla juguetona nos llevó al silencio, haciendo que Drick se tranquilizara y yo simplemente volviera a sonreír de forma leve. Lo admito, era perturbador; aún recordaba aquella ocasión en la que compartimos un cuarto de apuestas y no sabía si me asustaba más la cinta o su risa pervertidora. Pero era bueno conversando y apoyando... la mayor parte del tiempo cuando tenía paros de cordura.
—¡Mirt, te fuiste hace tanto tiempo! ¿Dónde estabas? ¿Comprando cigarros y dejando a tu esposa? —hice el mal chiste, portando orgullo por aquel padre que dejó a su hijo en el último vid que vi.
—Jeje —mis ojos se dirigieron a sus manos de esqueleto, perturbándome por la escena—. Estábamos en la primera jerarquía.
Dejó caer a Cero —a quien al parecer vino arrastrando por un rato—, de manera brusca en el suelo, sin decir más. Conociéndolo, estaba muy molesto a pesar de que su rostro parecía gritar de manera humana: "Oh, mírenme, estoy súper drogado".
—¿Qué es lo qué pasa contigo, demente? —Cero se levantó de golpe, ignorando su camiseta blanca en mala posición por los jalones. Trató de patearle, pero sólo siguió de largo chocando contra la pared puntiaguda de oxidiana—. Eh, ¡te estoy hablando, drogado pervertido!
Parpadeé inquieto al escucharlo. Dijo lo mismo que pensaba yo hace unos segundos. ¿Acaso podía leer la mente? Me cuestioné por unos minutos la cercanía entre ellos dos y la razón de sus palabras.
—¿Por qué demonios habla así? —pregunté confundido, al ver que Cero también usaba expresiones humanas con facilidad, igual que yo y mejor—. ¿Le pusiste un vid acaso? Te dije que yo me encargaría de obtener uno de paga. No debiste llevártelo sin decirme.
Mis ojos se dirigieron a los cristales insensibles de Mirt, mostrándole una sonrisa irritada. Él sonrió torpemente, dejando en claro cuál era el problema y el porqué había vuelto tan tarde.
—No, jeje, no lo hice. —Respondió, apretando sus manos—, Cero, ya quedamos en eso, jeje. Yo te daré una clase por día, el tema que tú quieras, pero no haré más por ti. Elián te enseñará en Parahell lo que necesitas, jeje.
Arrugué mi frente, indignado por no esperar una respuesta mía.
—Oye, mis servicios salen caros, ¿lo sabes? —Le guiñé el ojo a Cero, quien me miró de reojo, asqueado. Era sarcasmo, pero él no lo vió de esa manera.
Drick dejó escapar un suspiro y un poco de risas sirviendo una copa de vocatus en la barra, recordándome la paliza de hace un momento.
—No tienes nada que hacer en todo el día, hombre de la vida galante. —Su voz era como una burla mala sobre los humanos, pero el empujón en mi cabeza me hizo saber que sólo estaba jugando. Se apartó, volviendo a atender a los clientes.
—Seeeeeh, nada queeeeee haceeeer. —El siseo aterrador y... Agh, ofensivo de Baku sonó en mi cabeza. Cero lo miró sorprendido sin apartar el dedo señalándolo. Parecía un niño apuntó de orinarse cuando él sacudió su cascabel.
—Habló. —Su bocota era grande y sus piernas temblaban. Ver a alguien más alto que yo y aparentemente temblando por eso era algo tierno de ver. Baku lo ignoró y volvió a acercarse a los rostros de los clientes sin soltar la cintura de Drick.
Me pregunto... ¿Qué sería de mí si no hubiera tenido tanto miedo?
—Vale, yo te enseña...
—No, gracias, estoy bien con Mirt. No te necesito. —La mirada retadora de Cero apagaba mi buen humor con rapidez, y su brazo aferrado a Mirt era irritante.
—Jeje...
—Sí te ríes de nuevo, te golpearé, canitas. —Señalé a Mirt, haciendo que éste tapara su boca como un niño pequeño.
—¿Canitas? —Cero volteó a ver a las 18 personas de la sala con cabello blanco, incluyéndome a mí y a ellos.
—¡Tú sólo ríete, hombre!
Los chistes nunca han sido mi fuerte.
Sí, soy Elián, un genial Esper entre universos llenos de los mismos, sólo eso.
~•~•~•~
La trompeta sonó por última vez, acelerando el ritmo de los ángeles a mi alrededor como montañas, evitando que viera el camino entre tantos individuos altos con rasgos diferentes. El canto melódico que provenía de todas partes me mareaba de forma encantadora, haciéndome chocar continuamente con las espaldas de los demás Esper como un tonto hechizado.
—¡Hosanna, Hosanna! —Aquella alabanza me hizo sentir bienvenido.
Sálvenos. Sálvenos. Sálvenos.
Los cielos del reino Aureum habían sido abiertos para que viéramos el recorrido del arcoíris de cristal sobre la sede. El brillo de Kolob era igual que siempre, y la tierra se podía ver en los cielos a años de distancia. Todo era en el tiempo de Él y el de nosotros. Las cosas marchaban sin errores en nuestra dimensión. En las demás... no estaba seguro.
—Elián, llegaste tarde, jeje —la sonrisa de Mirt siempre me hizo cuestionar mis relaciones con seriedad—. Está por terminar la conferencia. Irresponsable, jeje.
—¿Qué fue lo pasó? —pregunté alegremente, abriéndome paso hasta llegar a él.
Los ángeles rodeándonos me hicieron envidiar sus alas de polvo de estrellas cristalino y la luz que emanaban. Sonreí al ver sus rostros e imaginarme en tal posición. Debo conseguir mi lugar.
—Jeje, ya han dado a conocer al sacrificio. Y no creerás quién fue, jeje, vas a estar eliminado de felicidad y querrás felicitarlo. El escogido es...
La fuerte corriente de aire y el detenimiento de la melodía proveniente de la trompeta nos silenciaron cambiando el aura completamente, haciéndome sentir el choque entre lo divino y aquella horrible presencia que se extendía por mis huesos y amenazó con evaporizar la lux calí. Entendí el contraste entre nuestras ropas blancas y las de él mientras se tornaban oscuras y su cabello perdía la blancura hasta volverse la noche. La metamorfosis de un ángel caído.
—¡¿Eh?! —el grito ahogado entre risas me hizo caer de rodillas—. ¡Ja, ¿creen que no puedo ser semejante al Altísimo?! ¡¿Eh, acaso creen que no puedo?!
La voz de ese antiguo Esper me destrozaba como papel al fuego, haciéndome temer, recordándome que había sido el ángel mas famoso en el reino Aureum y que yo, alguien que aún no había vivido la experiencia terrenal, nunca habría sentido el choque entre lo bueno y lo malo antes de la vida sí no fuese por él. Proclamó y proclamó cosas hirientes, hasta que otro se paró a su lado tornando su cabello café y ojos azules.
¿Cómo pudo elevarse tanto y decidir rebelarse contra todo lo establecido? ¿Cómo decidió destruir el albedrío que nos fue otorgado como un simple capricho?
Cierto, lo decidió, porque podía hacerlo como nosotros.
—¡Subiré al cielo en lo alto y levantaré mi trono —Mirt cayó igual que yo, en terror—, y en el monte del testimonio desvaneciente, me sentaré a los lados del norte de Aureum, sobre las alturas de las nubes subiré y seré semejante a Ti!
No pude contarlos, pero incluso los Esper más cercanos a mí se elevaron a lado de él y juntos parecían formar en el cielo las estrellas de la noche, hasta que todos clamaron a él y se abstuvieron de vivir. Se prohibieron a sí mismos el primer estado y acabaron con las palabras "todos merecemos una felicidad".
Esas palabras sin sentido lógico guardaban un significado aterrador, y lo sabíamos, tal vez por eso yo gritaba mientras ponía mis manos en mi rostro hasta detener mi boca, escupiendo y sudando. Y tal vez por aquello, yo dejé de...
—Jeje, ¿estabas durmiendo? —su risita apareció en mis sueños, haciéndome golpear mi cabeza contra la cama metálica de arriba. Aparté las sábanas de lino, señalándole.
—Primera y última vez que entras a mi habitación sin tocar, enfermo —lo amenacé, fingiendo no estar asustado por su presencia. Las luces azules cruzaban por la ventana en medio de la noche, iluminando la habitación y las cosas sobre mi escritorio. Mirt encendió la flamma alba amarilla en el techo para iluminar.
Los Esper claramente no necesitábamos dormir 8 horas como un humano, pero había algo en el sueño que necesitábamos, y eso era soñar; los preciosos sueños hilarantes que te despojaban de esta realidad temporal. Soñamos con recuerdos del pasado, o soñamos con el futuro para darnos una vaga idea de lo que será nuestra vida. Y yo, detestaba soñar, porque irremediablemente soñaría con aquel día que me hizo sentir miedo, recordándome que aún habían cabos que atar en la historia de mi existencia.
Tal vez Mirt trataba constantemente de olvidar para no dejar ir su misión. Sin embargo, yo no era él y no podía bloquear fácilmente lo que me desagradaba. A veces deseaba dejar de sentir, igual que él.
—¿Le enseñarás a Cero? —su tono de voz cambió, recordándome que aún estaba cuerdo—. Entendió rápidamente lo qué pasó con ese tipo cuando traté de hablarlo...
Mi expresión fue confusa y mis movimientos torpes. Abrí los ojos con dureza, volviendo a golpear mi cabeza contra el metal. Me puse de pie rápidamente, jalando la mano de Mirt, quien apenas se estaba sentando en el suelo junto a mi cama.
—Jeje, tranquilo, no se lo va a tragar nadie aunque llegues mil años tarde.
~•~•~•~
—EL SOL, LA LUNA, Y LAS ESTRELLAS, lo recuerdas, ¿canitas? —empuje la tela roja, entrando a Parahell. Me azotó el frío y el olor a vocatus que servían.
La mirada frustrante de Cero volteó a verme, ignorando a Drick y su serpiente que lo ofendía después de callarse tanto. Llevó su mano a lo alto, señalando su rostro, suponiendo que le hablaba a él, pero yo terminé confundido al ver que las 6 personas en la sala hicieron lo mismo.
—Sí, te hablo a ti, número. —Intenté sonreírle, aunque tal vez lo hice hipócritamente.
Era una mala costumbre mía.
—Sí vuelves a decirme así, te mata... —me acerqué hasta cubrirle la boca, dándole la primera lección.
—No puedes matarme si aún no estoy vivo.
—Maldito raro. —Susurró Drick, perturbado por Cero y su forma de pensar humana. Definitivamente no le agradaba. Baku siseó las mismas palabras que Drick.
—Jeje, esto me gusta.
Le tuve miedo a ese ángel, y eso me llevó a la desgracia. No voy a temerle a otro Esper sólo porque no sabe lo que hace.
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Y... Tardé mucho para esto, ¡pero no me rindo aunque a nadie le guste!
~MMIvens.
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