Capítulo 2: ¿Qué es lo que soy?
Me está viendo un extraño.
Está frente a mí, mirándome en el espejo.
Un muerto.
Pero... ¿Estoy muerto?
Quiero morir.
El cabello blanco daba la impresión de que un montón de nieve se apiló en mi cabeza. Mis ojos grises con tonos café, sin vida como el cemento, aterraban. Tan delgado que como un anoréxico; aún así, no sabía quien era esa persona a la que veía.
¿Se supone que soy yo? ¿Debo serlo?
Posé mi mano sobre la mitad de mi rostro, cubriendo medio ojo. Me sentí mareado de a ratos. Había tanta información en mi cerebro que procesar, y eso causaría que explotara en medio átomo, creí. Tallé mis dedos en la cíen un poco más rápido, continuamente, como si intentara hacer brotar algún recuerdo.
Beep. Beep. Beep.
No había nada, mi mente estaba en blanco. Igual de blanco como en los exámenes para los que nunca estudié y por obvias razones no pasé. ¿Dónde había hecho un examen?...
¿Qué es lo que soy?
Los escalofríos causados por mí mismo se incrementaron.
No reconocerte a ti mismo...
¿Qué clase de pesadilla es ésta?
Un profundo terror creciente apunto de desbordarse como lava... ¿Acaso aquella "alma" tan famosa y desconocida tenía una grieta? Esperaba algo... algo importante que lo llenara como el oro cubría la porcelana.
Estoy atrapado.
No sé quién soy.
¡No sé quién soy!
Ese no era mi cuerpo.
Estoy soñando...
Seguramente estaba viendo la perspectiva de un extraño, tal vez enterrado en lo profundo de mi mente, haciendo que mis sueños lo representaran.
Sí, seguramente es eso, ¿no? Sólo un maldito sueño, y nada más.
—¿Nada? ¿No te reconoces? Esto es verdaderamente raro —suspiró Elián, haciendo una mueca a lado mío. Respiró de manera agobiante acercándose a mí y me tomó del brazo con fuerza—. Me rindo. Te enseñaré a apostar, y que Drick te enseñe los vid gratuitos.
Ni si quiera esperaste mi respuesta...
Me jaló bruscamente del brazo. Elián caminaba dando mini saltos arrítmicos usualmente, causando que el suelo temblara un poco siempre que se movía.
Es raro. Me hace sentir raro.
—Espera un momen... —me distraje en seguida, soltando su agarre. Mis ojos ardieron por el reflejo de una luz profunda, captando mi atención.
Había una sala iluminada al fondo, escondida, tan brillante que me devolvió la migraña punzante.
Parecía que estaban estudiando algo dentro; la cantidad de personas era asombrosa. Me impactó no haberlo notado antes. Me di cuenta más tarde de que era otro lugar como éste pero individual.
Todas vestían de blanco, como si fueran ángeles perfectos. Pulían sonrisas nostálgicas en sus rostros, iluminados por la luz que descendía del techo con fuerza, pero no llegaba a alumbrarnos a nosotros. Manteniendo una gran división en el centro, como si fuéramos cucarachas detenidas por trampas pegajosas y veneno.
Estamos apartados de la luz con reflejos dorados. ¿Qué significa eso?
¿Por qué me duele tanto?
—En ese gran concurso de inteligencias espirituales, se presentó e indudablemente se discutió el plan del Alfa y Omega por medio del cual su gran creación, los Esper, avanzarían a su segundo estado. Fue tan inmensamente gloriosa esta oportunidad, puesta al alcance de los espíritus que habrían de tener el privilegio de tomar cuerpos en la tierra, que las multitudes celestiales, incluyendo a la primera, segunda, y tercera jerarquía, prorrumpieron en cantos y se regocijaron. —Explicó uno de ellos de pie señalando el pizarrón.
A pesar de no haber entendido las voces lejanas, supe que mis oídos no debían escuchar esas cosas. La sensación de rechazo era cada vez más punzante. Las trampas pegajosas me gritaban insecto.
¿Esto es alguna escuela para niños ricos? No lo comprendo...
—¿Interesado, je? —Preguntó Mirt con una sonrisa perversa. Su mente estaría podrida, ¿o no?
Volteó a ver la habitación lentamente, girando sus tobillos. Su cabello lo siguió en una danza inocente.
Esta persona me hace sentir incomodo.
Verlo por detrás... era diferente si no veías su rostro perverso. Lucía vacío y taciturno—. Las clases no son tan malas... Je, je. Si las tomas bajarás más rápido y desearás no subir al enamorarte de esa belleza, je...
Estaba enfermo, definitivamente su mente no estaba bien ordenada, supuse.
¿Bajar a donde?
¿Qué tiene que ver con esto enamorarse?
—¡Ni lo pienses, Mirt, esas clases son inútiles! Vamos, que acá puedes divertirte más y aprender al mismo tiempo —exclamó Elián haciendo alguna clase de puchero. Me tomaron del brazo ambos y empezaron a jalar fuertemente. Una pelea por mí—. También te enseñaré el arte de divertirte con la desgracia de los humanos. ¿Ves? Soy más genial por donde sea que lo veas.
El vomito y los mareos palpitantes iban y venían.
¿Estas personas son demonios?
¿Yo soy uno?
Continuaron jalando con fuerza. Pensé que me romperían en dos.
Me siento incomodo. No pertenezco a este lugar, ¿cierto?
Debería hablarles y no dejar que decidan todo por mí unos extraños, repetí en mis adentros.
~•~•~•~
–Purgatorio, la sede en Gehenna–.
Azra.
—Me sorprende que hayas podido liderar un ejército de arcángeles que se convirtieron en ángeles de la muerte, y... terminar aquí abajo, Azra. —Susurró.
Su piel bronceada aún me cautivaba y le daban el aspecto demoníaco los cabellos azabache que cubrían su ojo. Sostenía el látigo de la tortura para arrastrar a los demás, pero le costaba empuñarlo con orgullo. Diría que era un sádico stripper, pero esa comparación era absurda teniendo en cuenta que murió cuando el término aún no existía.
Su nombre...Viel.
—Ah, aún me resulta perturbador, Santo Di... —temblé con risillas al ver la escena.
Me resultaba casi imposible acostumbrarme a ver torturas como aquella; los nervios se me ponían de punta al hablar con los residentes de ese lugar. Ni si quiera podía terminar una oración sin tartamudear, y eso era algo que siempre había tratado de corregir.
—¡No lo menciones, menudo idiota! Ese nombre... ese nombre no puede hacerse presente aquí y bien que lo sabes. ¿No deberías cuidar mejor las cosas que dices? Eres realmente un inútil dibujado con una gran responsabilidad —recalcó Viel sin perder la paciencia completamente.
—Nunca voy a aceptar est... —el hombre en el suelo comenzó a agonizar, tomándome de los tobillos.
La mirada en sus ojos rojizos era repugnante, asquerosa, despreciable. Espíritus condenados que aún después de terminar con su propia felicidad decidieron negar su salvación sin mostrar un poco de fe. Esa pequeña esperanza podía sacarlo de allí, pero su orgullo era más grande que el peso de su sufrimiento.
—Hijo de... —Viel pisó sus muñecas, lleno de hastío. El hombre gritó violentamente y fue tomado del hombro hasta chocar contra la pared que cambiaba de gama térmicamente. La poca iluminación me hizo entre cerrar los ojos.
El cuarto oscuro lleno de luces neón y gemidos desesperantes recreaba la imagen de un triste club lleno de vidas mediocres y patéticas. El hombre fue lanzado allí para comenzar la danza del infierno y permanecer hasta ser destruido en pequeñas piezas de inteligencia.
Sus almas deben ser destruidas, pero la segunda muerte no llegaba: la eternidad sólo cambia de forma y el verdadero sufrimiento viene después en un crujir de dientes.
Danzaban con ellos mismos, convertidos en su peor pesadilla. Porque en el infierno, un estado sin gloria, el peor demonio deja de ser la bestia y ellos son la pesadilla que deben asesinar. No pueden parar, no pueden huir.
Y la ausencia de Él... los destruye en su interior hasta que no queda mas que alguien sin esperanza ni felicidad. Simples marionetas vacías en constante sufrimiento tirando de los hilos con locura.
—¿Qué es lo quieres aquí, Azra? —preguntó estresado, cerrando la puerta con fuerza para apagar los gritos. El pasillo parecía ser más tranquilo bajo la penumbra, incluso su aspecto no era tan aterrador si lo comparaba con esa sala.
Sonreí tímidamente e hice señas dándole a entender que necesitaba tiempo para explicar y mucha comprensión de su parte. Asintió sin preguntar y así comenzamos la caminata por el amplio pasillo gris donde el vaho púrpura se reunía para tomar forma de puertas e instrumentos que requerían los nuevos ascendidos; todos llevaban las mismas prendas de Viel.
Sí, en realidad el infierno no estaba lleno de rocas y fuego, esa era otra sala de tortura muy diferente a la verdadera organización o especie de prisión. La ciudad mas cercana de los verdaderos habitantes llevaba el nombre de Gehenna, y las instalaciones donde estaba yo eran el centro del lugar. Más allá del cielo color vino había un gran sol transitorio esperando su muerte para la destrucción de la ciudad del pecado; pero nadie iba a dejarlo, permanecerían en las oscuras, grotescas y depravadas calles de Gehenna hasta que la luz la consumiera.
Mi corazón se estrujó unos momentos, deseando que todos pudieran huir antes de que ese día llegara.
—Pues... verás... como ya sabrás... probablemente... tal vez... quizás yo... —me dió un fuerte golpe en la cabeza haciéndome morder la punta de mi lengua—. TA VESH PELDÍ UN ARMA.
—¡Habla bien, ángel inútil! Me tiene exhausto tu torpeza para conversar —gritó nuevamente azotando mi cabeza contra la pared que tomó el color blanco por un momento.
Me desplomé quedando como idiota en el suelo, y mis ojos vieron estrellas que casi me hicieron extender las alas y dejar salir un destello. Pude controlarme al pensar en tales consecuencias. Los salvajes del lugar me perseguirían hasta devorarme, y no sólo mi carne o mi alma, también cualquier rastro de pureza en mi cuerpo sería destruido.
La última vez que otros dos como yo vinieron fueron raptados y perdieron la lux calí en ellos a causa de la violación. Todos en Gehenna pensaban de maneras enfermizas, y al parecer era divertido destruir los pocos ángeles que tenían permitido entrar. Gracias a aquel incidente muchos cambiaron de área.
—Perdí un alma... —susurré tratando de reincorporarme. Mis pies se enrollaron y volví a caer en la piedra.
Sus ojos se contrajeron como si le hubieran jugado una broma muy mal gusto, apunto de descender por una amplia cueva sin linterna... muerto de miedo.
¿Qué tenía de malo perder una? Pues... podía poseer a alguien si volvía al mundo y no a su cuerpo, lo que significaría otro grandísimo error ya que al haber vivido estaría acostumbrado y la historia esta vez no terminaría como los cerditos ahogados.
Si subía a las jerarquías, podían volverse un ángel de las estrellas y las viejas guerras sucederían nuevamente.
Si llegaba a la vida preterrenal, atormentaría a las humanos, desesperado. Un alma sin control que buscaría su vida transitoria.
Y si llegaba al infierno y hablaba con el hombre de tinieblas... quizás nacería nuevamente en la tierra como un ser diabólico y obviamente un bastardo de la luz.
No era tan grave, ¿cierto? Alguien diga que no.
—Tú... ¡¿HICISTE QUÉ?! —exclamó agarrándome del cuello y escupiendo en mi rostro. Empuñó su látigo a un lado mío, y me estremecí apretando mi camisa. Podía defenderme, pero eso dejaría de nuevo al descubierto mi luz y cegaría a los demás con sus deseos.
Su cabello se sacudía rápido con sus movimientos, danzaban igual que las almas en pena... Estas personas, si cometían un error, el hombre de tinieblas les hacía daño... mucho daño, y Viel ocultaba esa cobardía detrás de su reacción hostil.
—¡Ya me escuchaste! Lo estoy buscando y no pararé hasta hallarlo —mascullé tomándolo del brazo con fuerza. Me bajó lentamente, ocultando la frustración en su rostro y la tristeza visible en sus ojos—. Por favor, te pido que me ayudes, Viel. Búscalo aquí mientras yo recorro las glorias, es lo único que te puedo pedir y tú eres el único al que puedo recurrir ahora. —Crucé mis dedos agachando la cabeza, apenado.
Estoy implorando.
—Vete de inmediato, Azra, antes... de que él vuelva y te encierre hasta el inicio del milenio —susurró apretando los dientes y sus puños—. Ese hombre está divirtiéndose en la superficie, volverá en cualquier momento, se aburre con facilidad. Si te ve aquí, se enfadará y querrá discutir con el Altísimo de este problema, y esa es una de las mejores de todas las posibilidades. Lo entiendes, ¿no? Tú no deberías estar aquí si no es por trabajo serio y abogar por alguien.
Volteó sin decir más, apagado. El estruendo en cada paso que daba me hicieron notar su rabia y las pocas esperanzas que tenía. Pero aún no las había perdido todas, eso me mantenía feliz.
—¡Viel, espera un momento! —clamé, siguiéndole hasta alcanzar sus dedos y ponerlo de frente.
—¡¿Qué es lo que quieres aho...?! —lo callé aplastando su rostro con mis manos. Me miró enojado mostrando los dientes como un lobo... o gato—. ¡¿Qui ashes?! —gritó aún más molesto. Por un momento creí que liberaría el espectro diabólico para hacerme pasar un mal rato, pero se contuvo.
Quién lo diría... si les aplastas los cachetes los demonios serán tiernos.
—Cuídate, y no te rindas contigo como lo hiciste hace décadas —lo abracé con fuerza, sacudiendo su cabello. Los demonios que cruzaban los pasillos ignoraron nuestras acciones, sólo uno murmuró cosas desagradables sobre mí—. Eres como un hermano para mí, ¿lo sabes, no? Siempre lo has sido y siempre lo serás. Que hayas seguido a ese monstruo, no significa que nunca fuiste un ángel y que nunca mereciste felicidad —lo aparté dirigiéndole una sonrisa—. Y recuerda que todos merecíamos una eternidad de felicidad sin importar cuántas veces tropezáramos con la tristeza.
No respondió, aunque sus recuerdos lo carcomieran y los pequeños cuernos ocultos por su cabello que, se suponía debían ser un recompensa, le dolieran en lo profundo de su ser. Los vagos recuerdos de un niño hambriento, durmiendo en una carretilla llena de sus propias lágrimas, iluminaron el bosque de mis recuerdos y fui esclarecido por las palabras de la mujer que no tenía conexión conmigo: Todos merecemos un final feliz al nacer, dependerán de nosotros sentirnos así.
No podemos culpar a alguien que tomó un mal camino y aún no se arrepiente... Todos fuimos ángeles alguna vez.
Todos amamos al Alfa y Omega alguna vez, y lo adoramos, y lo alabamos, y lo seguimos tontamente como niños.
Sólo... un día le dimos la espalda, porque nos permitió pensar por nosotros mismos, porque decidimos amar cosas temporales.
¿Y yo? Decidí dejar de ser ángel para ser Esper, al igual que Viel, y seguir su camino. Y en la tierra, él decidió seguir a una bestia que lo condenaría en un infierno. Yo decidí seguir amando al Altísimo, incluso como humano. Al morir... Viel se convirtió en un fiel seguidor. Yo ascendí a arcángel, y me convertí en una potestad. Terminé cambiándome a ángel de la muerte por un simple berrinche.
No puedo ser un Dios...
Nunca formé una familia en el mundo. No pude amar a alguien de esa forma. Soy un invento fallido, un error lanzado a su suerte. Le fallé a la persona que me dió la existencia.
Le fallé a la persona que más amaba, y que más me amó. Y aún así, no perdía esperanzas en mí.
—Es hora de que te marches, y por favor, mantente alejado si vas a venir solo. —Su espalda se hacía más pequeña y sus palabras más distantes.
No puedo alcanzarlo.
No puedo salvar a alguien que después de escuchar dió la vuelta y fingió no ver.
¿Qué debería hacer ahora?
—¡Ojalá te rompa en pedacitos un incubo, pedazo de idiota! Y deja de ignorarme, maldito creído —le grité nuevamente. Volteó sorprendido al ver mi intento de despedida. Más demonios comenzaron a asomarse por diferentes puertas de vaho para ver el escándalo—. ¡No volveremos a ver en el juicio final, BASTARDO!
Sonrió, haciéndome señas obscenas.
Debo buscar esa alma.
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Nota al pie: Juicio final, donde los humanos, demonios, y ángeles serán juzgados. El que abogará por nosotros será el primogénito del Alfa y Omega, por otro lado, quien nos acusará será nada más ni nada menos que Satanás.
¡Hola a todos! Una disculpa por haber tardado tanto en traer una continuación de esta historia. ( ̄∇ ̄)
Espero y puedan disfrutar la lectura si tantas dudas. Cualquier cosa, espero sus preguntas. <3
~MMIvens.
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