Capítulo 10: El significado de las cosas.


Miré por más días la cinta. Cada escena era importante, pero yo no la veía de la misma forma que decía Elián o Mirt. No comprendía el significado.

El significado de las pequeñas cosas transfigurando el valor.

Cero.

Un sentimiento de terror se apoderó de mí mientras dormía en las habitaciones de Parahell. Alguien me tomaba por detrás, una fuerza desconocida, más aterradora que el ángel de los sueños.

Me tenía preso de los brazos, ahogándome y dejándome sin posesión de mi propio cuerpo. Una parálisis de sueños irreales y alucinaciones que me tragaban en aguas negras, una sombra aplastándome el cuerpo.

No comprendía lo que el miedo, pero ser así tal vez estaría muerto del terror.

Abrí los ojos, sin poder moverme por la presión. Un sonido incesante carcomía mis oídos, pero mis brazos ni mis piernas respondían. A lo lejos había una puerta abierta, un armario de donde se escapaba la luz de un día claro y resplandeciente. Miré esa luz por un momento, sin entender que pasaba.

Fue cuando vi un hombre alto vistiendo ropas deshechas y robusto. Dio unos pasos al frente, dobló a la izquierda y se fue por el pasillo a los demás dormitorios. Detrás de él había un pequeñín con rostro borroso al igual que el hombre, observando con curiosidad y sacudiendo su cabello.

Lo miré con temor, atrayendo su mirada. Se asustó al verme y corrió tras el hombre para ocultarse.

¿De quién te estás ocultando?

Solté un grito ahogado, cerrando con fuerza los ojos y abriéndolos nuevamente. Casi nunca dejaba Parahell, pero la ciudad en la que estábamos no tenía sol. Era de noche como de costumbre, y no había luces del armario. Ni siquiera estaba abierto. No había nadie.

Mi respiración entrecortada y el terror que tenía a la oscuridad no se comparaban con el sentimiento de estar solo. Solo en una fantasía a la que desconocía, pero me aferraba por ser parte.

Quiero que sea de día.

—Cero, ¿estás bien? —Elián tocó mi hombro, haciendo que reaccionara del susto—. Hey, tranquilo. Soy solo yo. ¿Te quedaste dormido?

Mis ojos se posaron en los suyos, apretando los labios. Él lucía preocupado, pero no supe que responder. Algo me gritaba que mintiera; mentir igual que un humano o un demonio.

—Creo.

—No es que me importe mucho, pero estamos gastando vids en esto y mi tiempo, así que trata de enfocarte. —Suspiró por mi respuesta, golpeando su cabeza húmeda contra la mesa de cristal—, eres un verdadero problema, cero a la izquierda.

No estábamos en el dormitorio. Era otro momento más dentro de las salas de votación, observando la misma cinta de la pequeña Elizabeth y su crecimiento.

No sabía cuánto había pasado desde que aparecí, desde que dormí, o desde que comencé a ver las cosas de forma distinta a mi llegada. Elián dijo que apenas habían pasado semanas, Mirt dijo que unos días, pero yo digo qué tal vez unos meses.

A veces me gustaría seguir dormido.

—¿Tienes miedo? —Inquirió Eli, mirándome con irritación.

—No le tengo miedo a nada. —Me excusé, sintiéndome como un viejo arraigado a sus ideas.

¿Un viejo arraigado? ¿Qué expresión es esa?

—Uy, sí. Claro, canitas. —Hizo una mueca.

En la cinta, la pequeña Eli fue llevada a sus 5 años a una comunidad de miembros activos sin fines de lucro. Sus padres la despertaron temprano y la vistieron con un pequeño vestido blanco y largo para asistir a la reunión, por parte de la invitación de una vecina rellenita que amaba el queso añejo.

Elizabeth tenía sueño, pero no iba a defraudar a su amiga. Ese día asistieron con esfuerzo, pero se sentaron en los mismos bancos de madera que los demás a su alrededor. Ella no comprendía que hacían, era diferente a aquella reunión en la que había ido con su abuela en otro sitio. Su primera vez en algo así las personas se tiraron al suelo y clamaron, ahora en esta experiencia todos permanecieron sentados con la oreja parada ante las palabras de los que hablaban.

"Mamá, tengo hambre".

"Eli, no te muevas la coleta", su madre intentaba acomodarle los rizos hechos un desastre.

"No me gusta este vestido, amá".

"¡No! No te quites el vestido ahora", la mujer intentó agarrarla de las manos para que no se desnudara.

La niña se cruzó de brazos con indignación en la mirada. Se sorprendió al ver a su amiga subir al púlpito para hablar; fue la única a la que le prestó atención.

—Este... —su voz de niña pequeña al micrófono despertó ternura en mí—...beep mulió y no eshtá quí.

—¿Quién murió? —Pregunté, pero Elián no me respondió.

Él dormía con los ojos abiertos. La luna debía descansar en las noches.

—Pelo noshotros esktamos vivosh. Eshtamos aquí.

Estamos vivos, estamos aquí. ¿Siquiera estamos vivos?

—No te hagas preguntas estúpidas —irrumpió Elián, señalando la cinta—. No hay mucha ciencia detrás de lo que dice. Solo dice lo que ella siente, lo que cree y lo que quiere.

—Tener el valor para defender lo que crees. —Concluí.

—Tener el valor, eh... —Me dio un codazo desde su asiento, haciéndome reír.

Me distrajo de la cinta un momento. El cabello que le llegaba a los hombros cubría su vista, así que intentó echarlo hacia atrás mientras sacudía su cabeza. Se dio cuenta de los he miraba, eso le molestó.

—Deja de verme así, anciano. Voltéate.

Me encogí de hombros, tratando de volver a concentrarme.

—Y... no debemol dalnos pol vendidos. No polemos peldel.

No podemos perder lo que hemos logrado. ¿Pero qué he logrado?

—¿Qué has logrado tú? —Solté.

—¿De qué hablas, jeje?

Parpadeé una vez más, confundido por la situación. Lo había olvidado, hace horas habíamos terminado de ver la cinta y ahora estábamos charlando con Mirt sobre el análisis. No entendía los tiempos, todo era difuso.

—¿Volviendo a soñar despierto, número? En serio te afectó encontrarte con el cabrito. —Bromeó Elián.

—¿De qué hablábamos? —Suspiré, golpeando mi mano contra la frente.

—¿Eh? ¿En serio no entendiste nada? ¡Solo pierdo mi tiempo! —Elián lanzó un golpe sobre la mesa negra, levantándose indignado y cruzándose de brazos.

Sí, solo lo pierdes conmigo.

—Jeje, hablábamos sobre Eli descubriendo las famosas religiones, jeje.

—Cierto ¿Qué es una religión? —Interrogué, confundido por la palabra.

—La religión es un sistema cultural de determinados comportamientos, jeje, prácticas y devociones. Un conjunto de creencias religiosas y ceremonias de oración, jeje, o sacrificios que son propias de un determinado grupo de humanos, jeje. Reconocen la divinidad de un dios o varios dioses, y hay una gran amplitud de ellas, jeje. Tantas que puede ser un gran tropiezo.

—Ya veo... —musité—. ¿Pero por qué hay muchas? ¿No está mal que todos adoren lo que se les da la gana?

—No está mal realmente. —Alegó Elián volviendo a sentarse con la boca inflada a lado de Mirt.

—Jeje, todos tienen el derecho de adorar como, donde o lo que deseen dependiendo de los dictados de sus propias consciencias, jeje. Porque el ser humano es así, no le puedes obligar a adorar algo. Cada quien sirve a su consciencia, otros no lo hacen, jeje. A veces necesitan aferrarse a algo.

—¿Y cómo saben que adorar, eh?

—Ellos lo sienten, jeje.

—¿Y cómo sé cual está en "la verdad"? —Reí, tomando notas en el papel gris con la tinta blanca. Mi letra era horrible.

—Por eso estamos aquí en Parahell, jeje, para poder sentir lo que está bien para nosotros. —Expresó con los entreabiertos, silbando entre dientes.

Lo que está bien para nosotros, la forma en que lo vemos y el cómo le sentimos, esa es nuestra respuesta. Creer en algo ciegamente porque así los sentimos no está mal, pero puede ser peligroso y doloroso.

Tomé un trago del vocatus rojizo a mi lado, llenándome de él. Comenzaba a acostumbrarme a que las cosas tuvieran más color que nosotros. Más vida que nosotros.

Mirt continuó hablándome de diferentes religiones. Algunas eran raras, otras daban miedo, y algunas me hicieron reír por la ironía y la contradicción. Había gran variedad en los videos que me mostró, pero traté de prestarles la mayor atención que pude.

—¿Quién es el verdadero Dios? —Cuestioné.

—Jeje, yo tengo uno...

—Eso no importa —objetó Elián recargándose en mi espalda, con su cabello cayendo sobre mi cabeza—. Importa el dios en el que tú quieras creer, canitas. No dudes de tu elección.

—No tengo miedo.

—No te pregunté si tenías. Todos le tenemos miedo a algo.

Pues sí lo tengo aún no lo sé.

—¿Ah, sí? —reí con sarcasmo—. ¿A qué le tienes miedo tú?

Mirt me volteó a ver con risita, burlándose de la situación en la que estábamos. Dos mesas atrás también desconocidos nos miraban, ellos ya conocían a Elián y tal vez por eso se sorprendieron de mi pregunta estúpida.

Drick servía bebidas despampanantes a lo lejos mientras se paseaba con una mueca en los labios. La tensión aumentó, al igual que el silencio de Eli.

—Tú me das miedo, raro. —Se abrazó a sí mismo, alejándose de nuestra mesa hasta detenerse en la barra.

—¿Qué le pasa a Elián? —Chasqueé la lengua, intentando romperle horrible ambiente con Mirt.

—Jeje, Elián se teme a sí mismo.

—¿A qué le va a temer ese?... —Rodé los ojos, mordiendo mi lengua.

—Al poder que tienen sus sentimientos. Jeje, ¿no te temes a ti también? Lo que eres capaz de hacer por lo que crees.

—Pero no creo en nada.

—Entonces busca algo en que creer, antes de que creas en la ignorancia y miseria. —Opinó, bebiendo de su copa—, Cero, no creer en nada es lo mismo que no creer en ti.

—Pero creo en mí, Mirt.

—¿Y quién eres tú, jeje?

Qué demonios le pasa. ¿Por qué todos hacen preguntas tan confusas?

Desvié la mirada para ocultar mi molestia. Tomé aire para no decir alguna tontería. Comenzaba a asfixiarme pasar días desconocidos en Parahell, horas perdidas, minutos que no sabía cuánto valían. Quería correr lejos y nunca volver a este mundo.

—¡Eli! —Grité, reclinándome en el asiento con la cabeza al revés.

Volteó enojado, lanzando unas plumas de cristal que usaba para revolver su bebida.

—¡Que no me llames así, canitas!

—No lances las cosas así. —Drick lo golpeó con su pañuelo blanco en la nuca, dejándole dorado el cuello.

—¡Duele! —Se levantó de la barra, tallando su cabeza.

—Ayúdame a leer esto. No entiendo el idioma. —Pedí con desdén, dejando caer mi barbilla sobre la mesa.

—Dile a Mirt que te enseñe.

—Jeje.

—Te lo pedí a ti.

Hizo una mueca de nuevo, maldiciéndome entre dientes. Tomó asiento a mi lado y me arrebató la libreta, comenzando a leer algunas palabras raras mientras cambiaba mis notas. Yo era horrible estudiando lo que ellos me enseñaban. El caso de mis memorias aún estaba inconcluso.

—De verdad soy un tonto. No entiendo estos casos aunque los plasme de polvo lunar. Mierda. —Bramó alguien mientras abría la puerta de los dormitorios.

El sonido me asustó, haciéndome voltear de inmediato. Algunos de los comensales se levantaron y dejaron Parahell, otros se limitaron a observarlo con asombro. Desde mi llegada veía con rareza a alguien así, solo había visto a algunos desde lejos en mi estadía en la primera jerarquía donde Mirt me hizo pasar un mal rato.

Brillaba, era alto, sus rasgos faciales lucían perfectos cuando era todo menos eso. Y soltaba polvo con su andar, incluso su voz se escuchaba diferente. Era una especie de criatura surreal.

Una criatura lista para volar.

—Tiene alas... —Solté, dejando caer la otra pluma de tinta dorada.

—Te estoy enseñando y te vol... —Elián no terminó su oración. Se levantó, trastabillando con sus propios pies descalzos—. ¡¿Qué hace aquí este tipo, Drick?! ¡¿Sabes quién es?!

El hombre joven arrugó el entrecejo, agotado. Mirt reía de Elián y su sorpresa. Yo y él no pasábamos mucho tiempo aquí, y últimamente solo estábamos juntos, así que la lunita también estaba perdido de lo que sucedía a su alrededor.

—¡Es el ex-arcángel de tronos! ¡El maldito Azrael, ángel de la muerte...! —Elián alucinaba, señalando con incredulidad a Drick y al conocido Azra.

¿Ángel de la muerte? ¿Eso qué?

—No es tan malote como suena. Es un cobarde. —Soltó burlón Drick.

—Todosss ssson cobardessss.

Bajé la mirada sin emoción, sabiendo que Baku de nuevo se estaba subiendo por mi pierna para medir cuanto tardaría en comerme.

—¡Ahhh! —Grité dando saltitos, tropezando con las largas piernas de Mirt sentado frente a mí.

Rodé por el suelo hasta chocar contra las piernas del hombre Azra, golpeando mi cabeza con una de sus alas. Lo vi desde el suelo con asombro, dejando que el polvo que descendía de él como una catarata pausada cayera sobre mis mejillas u me cubriera el rostro de brillo.

Es hermoso, de una manera diferente a cómo consideran las bellezas. No una belleza romántica, sino una especie de arte que cualquiera puede poseer, pero no saben como.

Asustaba.

—¿Este es...? —Azra se abrazó con susto—. Por eso odio Parahell, puro raro habita aquí.

—No ofensas a nuestros habitantes. —Drick se cruzó de brazos, apoyando a la multitud que lo miraba con rencor desde sus asientos.

—Tú aléjate de Cero. —Respondió Elián tomándome de los brazos para apartarme del suelo.

Me levantó con esfuerzo diciendo que no me acercara al ángel. Yo aún seguía embobado por la luz. Era una energía que te decía: "Debes ser igual a él".

—¿Qué? ¿Ya te dejó ciego, canitas? —Reclamó Elián dándome golpes en la cabeza.

Me dejaste más ciego tú, luna.

Pero este ángel es diferente.

Azra se sentó en una de las muchas mesas a hablar con Mirt, el único que no parecía quedar como tonto con él. Mirt me hizo sentarme en la misma mesa, presentándome como uno de los casos de olvido. El ángel tomaba notas con una pluma de brillo azul, diciendo que era parte de las estrellas navegantes.

—Esas cosas son carísimas. —Se quejó Elián.

—¿Cómo despertaste? —me preguntó el ángel—. Estoy intentando resolver estos problemas mientras otros de alto rango investigan mi caso. Así que necesito tu testimonio.

—Hacía frío. No sé cuánto tiempo estuve dormido, pero al despertar no me moví por mucho tiempo —los recuerdos aún eran claros, recientes—. Tenía miedo de algo. Luego apareció Luna y me levantó.

—¿Quién es luna?

—¡Que no me llames luna, canitas! —Me golpeó Elián de nuevo.

—Ah, es ese. —Se sintió incómodo por nuestra pequeña discusión—, entonces, ¿quién dices que eres?

—Cero... Creo que soy Cero.

—Qué nombre tan raro.

—¡Tú no puedes decirle raro, ave gorda! —Elián estaba más hostil que de costumbre, intentando golpear a Azra.

Mirt los separó riendo, tratando de regresarnos al ambiente tranquilo. Me preguntó más cosas, pero no sabía cómo responderle. No me conocía muy a bien a mí mismo.

Y no conocerte a ti mismo es más doloroso que estar solo.

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No sé cuando tiempo estuvo muerto todo por aquí, pero estoy de regreso con las actualizaciones irregulares los domingos. Da igual si es un domingo del próximo mes, siempre es los domingos, HAHA. ;-;

~MMIvens.

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