• BIENVENIDO A PARAHELL •
Hace frío.
Hace frío aquí adentro.
¿Dónde estoy?
Parecía estar recostado en alguna clase de suelo desnivelado, incómodo, una sensación perturbadora para mi espalda. No sabría decir si el lugar era oscuro o si sólo era una ilusión óptica, un vacío constante que se transformaba en oscuridad. Me sentí en plena soledad ese día, y no podía mover ni una parte de mi cuerpo.
A pesar de aquella oscuridad consumidora, podía ver claramente. Una pequeña luz 20 metros más arriba centellaba como una luciérnaga. La luz no daba conmigo, pero su visibilidad estaba lastimando mis ojos. No estaban hechos para ver ese brillo, nada que conformara mi cuerpo podía ver esa pequeña estrella.
Hilos platinados paseaban por mi frente. Hilos desgastados y largos como si fuera un anciano. Si los tocaba, probablemente desaparecerían.
¿Siempre fue así? Tan transitorio...
El agotamiento me mantuvo tumbado unos minutos más, o quizás horas, o... días. No recordaba que había hecho para estar tan fatigado, sólo deseaba dormir una semana más. La migraña se intensificaba cada segundo.
Un vacío fantasmagórico en mi cabeza. Algo me faltaba, pero no podía recordarlo. Necesitaba urgentemente llenarlo para parar los escalofríos.
¿Cuál es mi nombre? ¿Nombre? ¡¿Nombre?!
Pesar consumiéndome. Mi alma quería dejarme y huir muy, muy lejos, como si algo dentro de mí estuviera muriendo y quisiera escapar para sobrevivir, quisiera huir para no ser atrapado. No, no, no, atrapado no. Si era descubierto, ellos podí... ¿Quiénes eran ellos?
¿Podrían hacerme qué? ¿Ellos?
¿Quién soy yo?
Un chico albino con expresión pícara se hizo presente justo arriba de mí, cubriendo la luz con su cabezota y una gran sonrisa escalofriante, dos esferas de color gris, y una energía tan poderosa que lo único que transmitía era: ¡Vamos, pregúntame quién soy!
Pensé que era la luna, sinceramente.
—¡Vamos, pregúntame quién soy! —exclamó el chico sin apartar la vista de mí, emocionado.
Esta persona es demasiado fácil de leer, rechisté. Me observó atentamente al no recibir respuesta. No aparté la vista aunque sentí incomodidad. Encontrarse con un extraño que parece un completo raro y tú ser uno también parecía un chiste de mal gusto.
Aguardando en el silencio, la sensación de dos hilos transparentes sosteniendo mis manos se hizo perturbadora. Debía huir, correr... ¿A dónde se supone que estaría corriendo?
Me miró nuevamente con un poco de nostalgia en sus ojos.
—Ah... —suspiró, mostrando confusión—. ¿Quién eres? ¿Eres nuevo o algo así? Por lo general nadie llega aquí de la nada, es raro que aparezcan en este túnel... en realidad, las personas parecen ser tragadas por él para dejar esta dimensión. —Comentó, reincorporándose con risillas por su mal chiste.
Parecía tener unos 18 o 19 años, no sólo por su apariencia, si no por su personalidad amigable. Como si fuera una persona que no busca ocultar nada, pero aún así sabe demasiado y no sabe callarse.
Esto es realmente malo. Me molestan esa clase de tipos.
Volvió a sonreír extendiendo su mano, hablando más incoherencias. Al ver que no la recibí y sólo lo miré extrañado, me tomó del brazo y me levantó de un jalón que revolvió mi estómago como luciérnagas, como un destello de luz sobre nosotros. Mis piernas temblaban. No soportaba mi peso y mucho menos tenía energía.
—Mi nombre es Elián, y fui creado hace unos... ¿10 días, quizá? Ah, bueno, eso serían como 10 mil años. Ay... —posó la mano en su barbilla, intentando recordar algo—. Creo que fui asignado aquí hace 15 años.
Mi rostro no mostró expresiones pero claramente no podía creer lo que esa persona dijo. ¿15 años? ¿Quiere decir que apareció aquí de la nada casi desde el inicio de su vida y aún sigue aquí? Carajo, ¿cómo terminé aquí?
¿Hice algo ilegal y ahora estoy en prisión?
—Y ese rarito de ahí es Mirt. Es medio psicópata, pero es buen espíritu —explicó con su brillante sonrisa señalando el suelo debajo de mí.
Había otro chico con cabello blanco y ojos grises. Una cara de... drogado, fue lo único que pude pensar. Otra luna plateada desgastada. Su piel pálida, una sonrisa macabra. Quizás había ido al cielo, disfrutado de cosas realmente desagradables, y luego lo habían encerrado en un manicomio desolado de sus memorias.
Pero la verdadera pregunta es... ¡¿Estuvo ahí todo este tiempo?!
—Je... Je... —sonrió de forma extraña sin apartar la vista de la luz en lo alto—. Eres un poco pesado, es algo nuevo tener a alguien encima de mí por tanto tiempo, je...
Eso explicaba el suelo desnivelado, pero aún así era preocupante no haberlo notado antes y sólo ignorarlo para seguir descansando; yo era el que tenía un serio problema.
No supe cómo terminé aquí, no sabía quiénes eran estas personas, no conocía este lugar, y no ni si quiera sabía quién era yo.
¿Debería preguntarles algo?
Lo peor que podía pasar era que fueran personas malas con problemas psicológicos dispuestos a hacerme daño y en caso grave, matarme lo que quizás no me vendría mal. Pero, como alguna vez escuché de quien sabe dónde... la curiosidad mató al gato.
—Ah... ¿Quiénes son ustedes? —pregunté con firmeza, aún sabiendo que mis ojos nadaban perdidos por la luz—. ¿Dónde estoy?
Me mostré irritado aunque en realidad estuviera confundido. Quería seguir acostado en la oscuridad, quería cerrar los ojos y nunca abrirlos, tenía ganas de seguir pareciendo un muñeco sin vida. El descanso eterno me seguía llamando, pero el sentimiento comenzó a tornarse en temor.
El chico movió a un lado su cabeza expresando la estupidez de mi pregunta en su diminuto cerebro. Volvió a sonreír burlonamente.
—Yo ya te dije quién soy. ¿Tú quien eres, extraño? —preguntó, riendo con amargura. Aquella pregunta fue una daga envenenada en mi pecho.
Esas simples palabras estaban tocando una herida abierta pero desconocida, que estaba así desde hace tiempo, y no encontraba manera de arreglar.
—Je... Je... Creo que es uno nuevo, pensé que ya no crearían más para ir a ese lugar. Que raro. Deberíamos buscar a Neferet y a Acfred, jeje. —Dijo el tipo medio muerto aún en el suelo manteniendo la sonrisa macabra. Sus ojeras desagradables y su cabello blanco con tonalidades grises daba la graciosa imagen de un idiota revolcado en polvo.
—Ah... tienes razón, hay que reunirnos con los demás y mandar a llamar a Acfred, pero él está ocupado lidiando con problemas que ordena esa bestia. —Elián rascó su cabeza, mostrando preocupación—, si no lo hacemos esto podría ser un gran problema y los castigos nunca me han gustado.
Me volteó a ver gélidamente. Esa mirada me había dado la impresión de ser una piedra en la carretera. Ellos tenían cosas más importantes que hacer y yo los arrastré aquí.
Debería huir cuando se distraigan y podría encontrar una salida para volver a... ¿Qué hay afuera? Joder, ¿volver a dónde?
Me volvió a sonreír.
¡¿Este tipo tiene problemas de bipolaridad acaso?! Es escalofriante...
—Ven, hablemos un poco mientras llegamos, por suerte solo tardaremos unos minutos ya que estamos en la hora perfecta que conecta los pasillos —estiró sus dedos sin hacer ni un leve sonido, como una pluma blanca. Me tomó del hombro y comenzó a llevarme por un camino oscuro y tenebroso, pero para ellos parecía ser muy normal lo que yo llamaría cueva del demonio.
Giró a verme y empezó a hablar mirando a sus alrededores, ubicándose. Habló incoherencias muchas veces—. Estás en un lugar donde nadie vive, donde nadie es aún, y nadie conoce más allá de los cielos; pero queremos alcanzar la brillante luz.
El inicio de lo que me pareció un discurso captó mi atención de inmediato. ¿Acaso era filósofo?
—Somos personas que se preparan por años para llegar a la tierra, habitarla, amarla, y a veces destruirla. Al inicio todos estamos muy confundidos pues antes vagábamos en algún extraño lugar. Recordamos nuestros nombres y nuestro propósito en cuestión de segundos. Aquí encontrarás seres realmente malditos que quieren llegar a la tierra solo para hacer un desastre de ella, y también encontrarás seres que quieren salvar ese tipo de desastre inevitable. Y luego están los seres como yo, que sólo quieren ir para comer y ese tipo de cosas, un viaje de placer. ¿No es genial? Ah que sí, ¿cierto? —apretó mi hombro con más fuerza, obligándome a darle la razón—, ¿verdad?
No puedo decirle que no entendí ni la primera palabra que dijo. Me he metido en un lío enorme.
Mirt siguió riendo levemente mientras nos seguía el paso.
—Y lo único de interesante que hacemos mientras estamos aquí es nada más ni nada menos... —paró de golpe frente una puerta roja con blanco despampanante, haciendo una pose ganadora levantando su mano en el aire, como si lo poseyera el espíritu de diversión. Pateó la puerta como un desquiciado hasta que ésta se abrió en un estruendo—. ¡Que apostar por los muertos, sí, esos a los que la vida les dió el toque de gracia! Ya sabrás. Si la persona irá al cielo o al infierno depende de ti, y quién gana al final obtiene unas fichas que puedes intercambiar por deseos en la tierra y los famosos milagros engañosos. Por obvias razones, tú no los recuerdas, pero aún así te llegarán.
Explicó con torpeza, malicia, y gracia. Su forma era realmente... EXTRAÑA.
A lo lejos un ser fornido con piel ligeramente bronceada, diferente a los pálidos sentados con la bebida en la garganta, se paseaba con una charola llena de fichas blancas y doradas por todo el lugar. Llevaba un traje como camarero, y su cabello estaba atado por unas ligas de un color indescriptible. Cabello blanco y largo como listones de seda. Era un personaje sacado de fantasía.
—¡Hey, Drick! —le gritó el bipolar a mi lado.
El personaje volteó irritado, harto de estos... lo que sea que eran esos tipos raros que se parecían a todos. Los miró tratando de intimidarlos pero sus intentos no duraron mucho y resopló agotado. Se acercó hacia nosotros rápidamente con una sonrisa forzada y una posición rígida, azotando la charola contra la barra junto a la puerta.
—Ustedes de nuevo, me tienen harto... —hurgó en los papeles dentro de su traje. Arrugó su frente—. Escojan una mesa y paguen el vid que quieren ver, pongan su apuesta y ya luego paso a cobrar y calificar... Les cortaré las manos si alguno de ustedes hace trampa, literal, se las corto. También se las cortaré si no juzgan correctamente y no piden opiniones. Bueno, la bestia los cazará para enmendar su error hasta carcomerles los sueños, inútiles. ¿De acuerdo? ¿Entendido completamente? ¿Entendieron que los cortaré?
El bipolar le sonrió moviéndose a un lado para dejarme al descubierto, seguido de unas palmadas en mi hombro. Temblé por el contacto. El tipo de cabello largo me miró sorprendido pero la irritación en sus ojos aumentó. Trató de borrar su expresión no muy agradable y devolvió una sonrisa profesional que lo hizo ver genial.
—Vaya, eres un nuevo. Eso es raro —acomodó su larga cabellera y sonrió tontamente por algo que aún no sabía.
Quizás trató de sonar genial, pero lo tomé como una advertencia al sentir la mentira en sus ojos y sus escalofriantes palabras.
—Bienvenido a Parahell. ¿Listo para volverte loco y querer desaparecer?
¿En qué me metí?
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BIENVENIDOS A MI NUEVO PROYECTO. Se preguntarán: ¡¿Ahora que escenario para la historia puso esta loca?! Eh... Es la preexistencia. ¡¿Qué rayos es eso?!
El lugar donde aún no existes, pre-existes... pero eso... es algo que explicaré luego.
¡Gracias por su lectura! ¡Daré lo mejor de mí en esta nueva historia un poco descabellada y muy diferente a lo que escribo usualmente!
Y por cierto... bienvenidos a Parahell. ;)
~MMIvens.
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