I


Dolor, es lo que sentía. No solo el dolor físico era insufrible, el dolor emocional empeoraba todo. Estaba en posición fetal sobre la pequeña cama que lo había sostenido por mucho tiempo. Miraba por la única ventana de la casa como pasaban las horas, ahora todo se encontraba oscuro.

Sabía que llevaba unos meses, cuantos exactamente no había manera de saberlo. Roger se embarazó, y se consideraba un total idiota por no evitarlo, pero a veces se ponia a pensar que no solo él tenía la culpa. 

Sentía que tenía que salir, si sus cálculos ya muy imperfectos no fallaban el día debía estar cerca, no podía darse el lujo de que ocurriera todo allí, pero cada vez le quedaban menos fuerza para luchar, sus pantorrillas y pies hinchados desde hace días no le permitían dar un paso más.

Sin embargo ese dolor era lo de menos, en la parte baja de su vientre era el más estremesedor, iba y venía constantemente, tenía que hacer algo. Se reincorporó sentandose lentamente, sin dejar soltar algún quejido que no podía contener y pensó que tal vez con un baño caliente el dolor pasaría, no lo dudó dos veces, con ayuda de los barrotes de la cama intentó ponerse de pie.

Sus pequeño cuerpo flaqueaba al dar cada paso.

Roger tomó una toalla que estaba sobre la cabecera sobre la cama, estaba descalzo sus pies estaban adormecidos que no sentía el frío del piso. El baño estab tan cerco de él pero a pesar de eso fue toda una tortura llegar. Era un lugar frío con una bañera pequeña afortunadamente, abrió el grifo y esperó a que esta calentara, pagaba muy poco porque no ganaba lo suficiente pero esa tina y el agua caliente era un lujo para él. 

Se pespojó de la bata blanca que llevaba quedando totalmente desnudo. Su cuerpo estos últimos meses había cambiado mucho, sus caderas se ensancharon y su vientre empezó a crecer y crecer, a apenas podía verse los pies.

Pasó su mano sobre su vientre con delicadeza cuando iba a entrar a la tina pero en el momento en que se disponía a sostenerse de la agarradera para entrar, su mano resbaló haciendo esto que perdiera el balance y cayó al suelo golpeandose la espalda. El omega sintió como si algo desgarrara en su interior, trató de incorporarse pero cuando lo hizo una fuerte punzada en su entrepierna lo hizo volver a recostarse en el suelo.

De pronto se sintió mojado. Con la respiración agitada llevó su mano entre sus piernas y pudo sentir como un líquido salía de él. Sus ojos se agrandaron del susto y de esos zafiros comenzaron a posarse lágrimas, no era por el dolor sino de lo que iba a suceder. Tenía mucho miedo, demasiado.

"Hay algo viviendo dentro de mí" 

"¿Por qué me sucede esto a mi?" pensó

En un último intento entrar a la bañera se agarró del borde y de un impulso se paró adentrándose en ella, se sentó y comenzó a respirar agitadamente. Otra vez ese maldito dolor que le hacía que le hacía doblegarse acompañado de un fuerte grito. 

Se sostuvo con cuidado y se sentó dentro de la bañera. Luego que el dolor pasó por un breve momento porque cuando apenas pudo acomodarse otra contracción mucho más intensa se hizo presente. La cálida sensación del agua caliente cubriendo su cuerpo le relajaba muy poco. Respiraba, inhalaba, las gotas de sudor recorrían su frente, su boca la mantenía entreabierta y sus manos apretaban los bordes. No aguantaba más.

-¡Duele!- sin poder evitarlo de su garganta salió un fuerte alarido de dolor.

"Y no me di cuenta el hecho de hacer esto solo"

Pasaban los minutos y el dolor se prolongaba. Otra punzada de dolor seguía, sentía que moriría.

"No entiendo que me pasa" ya no eran gotas que resbalan por sus mejillas, ahora eran cascadas de lágrimas que desendían en medio de los sollozos que llenaban la habitación, el miedo que sentía era irremediable. Sus extremidades temblaban, su cuerpo temblaba. Abrió levemente sus piernas, dirigió una de sus manos al agua caliente y la poso entre ellas. Algo salía de él. 

"Esto duele, duele, algo...está saliendo".

No le importó si estaba listo o no, quería que todo esto terminara. Cerró sus puños y pujó tan fuerte como le fuera posible en medio de un mar de inminentes alaridos de dolor. Después de unos quince minutos tocó nuevamente entre sus piernas, casi gritó. El pánico se apoderó de él cuando sus dedos rozaron la parte superior de una pequeña cabeza. 

"Hay algo...muy grande saliendo de mi"

Se inclinaba y lloraba de dolor contra su enorme vientre mientras pujaba en medio de otra contracción. Sollozaba, hacía el tipo de sonido horrible mientras alguien mucho sufría. Sintió  un alivio recorrer su cuerpo no tenía fuerzas de nada. 

Instantes después los gritos cesaron. 

Un llanto despavorido llenó todo el lugar. Su mirada la tenía hacia arriba, no quería mirar, pero esos lloriqueos no sesaban. Al bajar su mirada un pequeño bebé flotaba en el agua. Sus manos temblaban mucho y el pánico se apoderó de él. Estaba dispuesto de tomar el pequeño cuerpo, decidido a hundirlo. 

"Lo siento mami lo lamenta mucho"

Quería hacerlo, así todo esto terminaría más fácil ¿o no? El bebé lloraba fuerte su piel era rosada al igual que unas regordetas mejillas ¿Sus ojos serán como los míos? 

 En su diminuto torso, un cordón largo lo guiaba hacia su entrada. Era suyo, se formó en él y ahora estaba con él. Era de él.

"No puedo hacerlo" "Estamos conectados" "No puedo hacerlo"

El agua tibia limpió a la criatura, ya no estaba a color cereza sino a melocotón fresco. No despegaba su vista del niño, lo miraba de arriba hacia abajo, cómo sus manitas se apretaban y cómo de una boca rosada pequeña salía tan potente ruido.

–Tu eres...mi bebé, no puedo hacerlo.

Su mirada estaba fija en el pequeño ser, que seguía llorando cada vez más fuerte. Con unas tijeras corto lo que los mantenía unidos.

–Calmate bebé, deja de llorar, nos meterás en problemas, te lo pido– con la respiración entrecortada trataba de consolarlo.-.Silencio, calma, estoy aquí contigo– apegó más al bebé en su pecho, tal vez buscaba algo de calor. 

Un dolor ardiente se hizo presente en su pecho, como miles de agujas se introducían en el. Sin embargo el llanto había sesado, ahora solo reinaba el silencio. Bajó la mirada y de un momento el bebé había atrapado uno de sus pezones comenzando a succionar con avidez.

El color rojizo del agua había sido cambiado por una cristalina, terminó de limpiarse y salió de la bañera en silencio para no despertar a la nueva vida que había creado. Rebuscó y sacó la prenda más calentita que tenía y envolvió con esta a su bebé. En el proceso emitió pequeños quejidos de volver a despertar pero luego se calmó y siguió durmiendo. Lo colocó a un lado de él en la cama, apegándose. 

Estaba agotado, lo hizo, solo pero lo logró. No se imaginaba lo que ocurriría ahora en adelante, ya no era solo él. Miró hacia el bebé y examinó su rostro, sus largas pestañas, su nariz , su boquita roja y sus mejillas coloradas de tanto haber llorado, con una de sus manos empezó a acariciar su perfil, admirando al hermoso ser a su lado. 












El cielo empezó a tornarse celeste, los rayos del luz iluminaban todo el lugar. Abrió sus ojos con pesadez, sintiendo molestias en todo su cuerpo, se reincorporó con dificultad, recordando que lo de anoche solo fue un absurdo sueño, pero descartó esa idea cuando escuchó unos quejidos de una criatura que se removía entre las mantas que lo cubrían. Una sonrisa se reflejó en su rostro, aún no salía de la impresión de haberlo recibido al mundo solo. Fue conciente que en un momento sintió que iba a morir, pues todo el proceso fue doloroso y pensó que no resistiría, a pesar de ello al escuchar ese llanto lo motivó a tener tanta fuerza de seguir.

El bebé a pesar de los quejidos que emitía, dormía. "Sigo sin poder creerlo ¿Realmente fuí yo que le dio a luz?" 

Sostuvo al niño en brazos, lo mecía suavemente mientras admiraba los delgados mechones de los pocos cabellos rubios de su cabecita, apartando algunos que se pegaban en su frente. De un momento a otro ambos ojitos empezaron a parpadear abriéndolos de a poco. 

Roger los miró, eran como unas pequeñas canicas, como si el cielo estuviera reflejados en ellos. Eran resaltantes, hermosos, un reflejo suyo.

 "Anoche todo estaba oscuro, pero ahora veo tus ojos e iluminaron un trozo de mi vida, como el cielo cuando amanece"

 "Mi hermoso cielo" 

"Mi hermoso Sora"









Escandalosos golpes en la puerta, lo sacó de sus pensamientos que empezaban a emerger. Regresándolo a la realidad en que vivía y la que debería afrontar. El recién nacido empezó a llorar por el susto, haciendo que Roger entrara en desesperación, trató de calmarlo pero fue en vano ya que los fuertes golpes se hacían más fuertes haciendo que el bebe se asustara peor. Lo puso en el  centro de la cama, colocando ropa alrededor de este, tratando de que no se notara.

–¡Taylor, sé que estas ahí, abre la maldita puerta!–escuchó a través de la puerta.–¡No tengo todo el día abre de una vez!

Roger corrió hacia la puerta. 

–Mi dinero, quiero mi dinero– gritó un joven de unos veinte años– Dime dónde está asqueroso omega.

–Aún no lo tengo, solo déjame un mes más, por favor–respondió el rubio tratando de que no vea dentro de la casa.

–Te he esperado ¡siete meses, Taylor, siete meses!– gritó exaltado, se calló un momento para percatarse de algo el vientre del menor había desparecido, sus dudas volaron lejos cuando se escucharon los llantos de un recién nacido que pedía a gritos atención. 

–Al parecer ya pariste a tu engendro. 

Roger no contestó, le molestaba que se dirigiera de esa forma, pero no lo confrontaría, no confrontaría al tipo que si no le pedía unos días más lo echaría a la calle.

-Mira, te daré chance esta vez, pero con una condición.

–La que sea pero por favor no me saque de aquí, no tengo a donde ir– interrumpió suplicante. Tenía ganas de llorar pero se contuvo, no quería mostrarse débil.

–Te quedarás un mes más– indicó con una mirada furiosa causando un alivio en el rubio –Pero en todo el mes me tendrás que pagar el doble, antes era una persona viviendo aquí ahora son dos y eso cambia las cosas.

–Es solo un bebé no puedes hacerme esto, no ocupa ni la mitad de mi espacio.–replicó Roger

–Eso no es mi problema, yo no tengo la culpa de que te hayas embarazado y tengas la desfachatez de tenerlo, si no consigues el dinero en todo el mes, te me largas de aquí, entendido, tú y tu cría.

Diciendo esto desapareció de la vista del menor que tenía la mirada en el suelo cerró la puerta. Estaba destrozado ¿Cómo lo lograria? fue directamente a calmar al bebé lo sostuvo en sus brazos y se dirigó al teléfono de la casa comenzó a sonar. 

–Buenos días, soy...

–Necesito que regreses, te he dado libertad por varios meses Roger–al escuchar la voz masculina de inmediato supo quién era.

–Se-señor Nilton yo aún no puedo trabajar necesito días de reposo, verá ayer estuve en...

–Ya te he dado bastantes privilegios, si no regresas hoy mismo estarás fuera– dando un suspiro continuó

–Yo aún no me encuentro totalmente bien.

–¿Sabes lo muy difícil que es conseguir trabajo para un Omega?– siguió el hombre tras el teléfono–Es tu última oportunidad, hoy o ya no hay trato.

No le permitió dar una palabra más, el corte en seco de la llamada, sabía que hablaba enserio, conocía muy bien a ese tipo de gente. Lo único quería ahora era tranquilidad, pasar tiempo de calidad con su bebé, disfrutarlo, pero no podía.

Sora estaba tranquilo, levantó su manita, removiéndose para alcanzar al pecho del rubio succionando encima de la ropa. Roger al ver dicha acción se alzó la polera y le dió de comer. Mientras miraba, tomó su pequeña mano, el pequeño con fuerza apretó su dedo indice, mirando sus penetrantes ojos. 

No tenía otra alternativa, tendría que volver, aunque ese trabajo le haya causado suficientes problemas, tendría que volver. Era la única forma de conseguir el dinero suficiente para no ser desalojado. Este no era el único problema ahora necesitaba ocuparse en comprar las cosas que un bebé necesitaba. Estaba cero de dinero y necesitaba empezar el trabajo. Aunque le costara cansancio y dolor físico, tendría que volver.

–¿Quieres acompañarme Sora?–preguntó sin dejar de mirar esos grandes ojos.

No lo pensó dos veces, agarró las llaves de la casa, su teléfono y una maleta con una manta dentro. Salió de la casa cubriendo con la manta al bebé.

Al salir del viejo callejón, con poco dinero en el bolsillo tomó un bus que lo dejaría cerca del trabajo. Cuando estuvo en camino, todas las personas lo miraban como si fuera un insecto y aún peor con el niño en brazos 

"No está marcado" "Los de su tipo no sabe quien es el padre" "Tan joven y se malogró la vida" "¿Cómo hizo para que le llegara el celo a tan temprana edad?

Aguantando todo el camino los malos comentarios, llegó a su destino. Una hermosa casa pintada de blanco con tejados rojos y una que otra ventana. Al entrar al lugar un enorme cartel se iluminaba desde la fachada "Omega's Paradise". 

–¿Roger?– una voz se escuchó a sus espaldas– Enserio ¿Eres tú?– el rubio giró, se encontró con un chico con cabello pintado de rojo intenso. 

Roger lo miró atónito al reconocerlo había pasado mucho tiempo.

Jhon Deacon un alfa, compañero de hace seis años del menor, era el único con quien se llevaba bien pues los demás alfas del lugar de clase alta tenían asco juntarse con un omega de baja categoría.

–No esperaba verte aquí.

–No, tu debes decirme dónde estuviste todos este tiempo– se acercó a abrazarlo. Roger se sorprendió cuando hizo tal acción. Había pasado mucho luego de verlo por última vez– De la noche a la mañana desapareciste  sin dejar rastro ¿Qué te pasó? – Se separó rápidamente de él cuando notó que la manta que cubría el pecho del rubio se removía. Impresionado señaló la manta. –Ese es un...

–Si– habló por primera vez sonriente descubriendo la manta con suavidad, dejando ver a un bebé dormido, en vuelto con una vieja prenda.

–Roger, no sabía que...es muy lindo– exclamó sorprendido, la última vez que lo vio era solo un niño no podía creer que ese pequeño se haya convertido en madre tan pronto.

–Tengo prisa– no quería que se notara, no se sentía cómodo hablando con él.

– Ahora entiendo por qué desapareciste tanto tiempo. Tu alfa estará tan feliz como tú, los felicito– otra vez volvió abrazar al rubio con cuidado de no despertar al bebe.

–Ese no fue el motivo en realidad. No tengo un alfa.

John sintió como un balde de agua fría caía en su cabeza, no quería hacerle daño.

–Lo siento tanto, no lo sabía...

–No te preocupes, si me permites tengo que trabajar. 

Roger pasó de largo, no reconocía a John había pasado mucho tiempo que ahora lo sentía como un completo extraño, fueron amigos sólo un corto tiempo y su amistad no terminó en buenos terminos. Trató de olvidar ese reencuentro y se adentró al lugar. Era media tarde el lugar estaba vacío, pasó por un bar con varias mesas, sillas lujosas y del techo una enorme araña de cristal. En sí el lugar era demasiado hermoso, pasó por otra habitación donde habían dos escenarios, otro pequeño que en medio tenía un tubo, al centro una enorme pista de baile. Recorrió un amplio pasillo con varios hall en cada esquina. El lugar era muy acogedor pero desaparecía cuando oscurecía.

El omega siguió solo su camino cuando llegó a la puerta del gerente del lugar. Al ingresár un hombre se encontraba mirando hacia el otro lado de la habitación dándole la espalda. Habían dos hombres más de seguridad a los lados y como la primera vez estaba demasiado nervioso.

–Por fin, Roger Taylor mi mercancía favorita.

Se dirigió al rubio y acarició su cabello, lo había dejado crecer, todo enmarañado, tenía ojeras por no dormir en las noches a causa de los dolores y demás cosas que lo hacían ver desarreglado, para colmo una frazada cubría entre su vientre y su pecho que calentaba al bebé dentro, pero por fuera hacía le parecer que había subido un poco de peso porque sus caderas estaban anchas.

–¿Que carajos te ha ocurrido desde que te largaste?–preguntó notando la furia con que lo decía. Roger dió un paso hacia atrás pensando que le haría algo con sus brazos protegía a su bebé.

–Se-señor usted dijo que viniera, yo le dije que no me encontraba muy bien para venir y...

–No te hagas el idiota, ¿Qué es eso que traes en los brazos?– preguntó con voz potente haciendo que el pequeño temblara–¡Habla inútil!

–Tuve un bebé, ayer– habló con la voz tembloroza.

–No puede ser, esto es el colmo ¿Tu también?– preguntó, no sabía lo que pasaba– Hace dos meses deseché a dos omegas que se dejaron llenar el culo sin protección.  Ustedes los omegas son unos completos inutiles ¿Que tienen en la cabeza en vez de cerebros? malditos imbéciles. Está claro que la naturaleza solo los hizo para follar y sobrepoblar la tierra.

El sonido del timbre del lugar resonó en toda la habitación, el señor Nilton atendió. Al terminar de hablar por el auricular una sonrisa socarrona se mostró en su rostro.

–Tienes suerte que ya no estés en cinta– habló sin borrar la risa– tienes la suerte de que ya han llegado tus primeros clientes después de meses.

–Pe-pero señor yo aún no estoy del bien, di a luz ayer por la noche– el rubio habló conla voz quebrada – No me haga esto, puedo venir mañana si quiere.

–Tengo un medicamento para que no te duela, no te preocupes– río al ver como el rubio empezaba a sollozar.

–No, esa inyección, no, se lo ruego. 

–Debiste pensar eso antes de que vinieras aquí y antes de tener a esa mier...

–¡Es un bebé, no un objeto señor!– gritó perdiendo la paciencia.

Debido al grito que emitió el rubio el bebé hecho a llorar debido al susto.

–Llevenselo y pongale la lencería que tengo preparada para él– ordenó hacia los hombres de la puerta–lo quiero bien maquillado cuando salga a escena.

–¡No me toquen!–gritó desesperado. Los hombres se acercaron a Roger y lo tomaron por los hombros fuertemente tirando de su ropa para que caminara. La bulla en el lugar por los gritos exasperados del bebé hizo que al señor Nilton perdiera la cordura.

–¡Y hagan lo que sea para que ese engendro se calle!– ordenó molesto– No quiero reclamos si alguien descubren que hay un mocoso en este lugar.

Obedientes uno de los hombres le arrebataron con brusquedad al bebé de los brazos del menor haciendo que llorara a un más.

–¡No! ¡No se lleven a mi bebé!– el rubio trató de soltarse  del hombre que lo tenía sujetado con fuerza. –¡Me lo llevaré a casa por favor! no se lo lleven.– gritó cuando el hombre que tenía en brazos a su bebé llorando desapareció por la puerta trasera.

–¿Dónde está el alfa de este niño ahora? ¡Idiota!– al pasar a su lado el gerente le propinó una bofetada en la mejilla derecha. 

No quería, lo detestaba, odiaba ser un omega.


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