030. Losing U'
ACTUALIZACIÓN 13.10.2018
Sé la demora, y pues lo lamento demasiado, pero la verdad había perdido la inspiración por completo y no había tenido el tiempo de haber terminado el capítulo que tenía a la mitad por estudios... pero adivinen qué, ¡ya he vuelto! ... así que, sin más dejaré el capítulo esperando que lo disfruten:)
PD: ¡Muy feliz año mis lectores subterráneos, nephilim, mundanos, etc, etc...!, espero que este sea mucho mejor para todos, y que el Raziel nos dé salud y tiempo para escribir:B xd
FLASHBACK
—Eres igual a Stephen —acarició el rostro del rubio con su débil y ensangrentada mano, pues había sido víctima de una trampa y amenaza por parte de Morgenstern, pero ella quería y debía saber la verdad acerca de su familia... la verdad de su nieto.
Minutos antes de ser herida había recibido un aviso a través de una carta sobre su desaparecido nieto, Jonathan Christopher, pues decían que se encontraba con vida, pero no por mucho tiempo, ya que su vida tenía fecha de término.
Imogen no lo iba a permitir, y pese a todo lo que había intentado conseguir para lograr encontrar a su nieto, no dudó en ir, y de ser cierto, salvar su vida con la propia.
Uno de los cazadores oscuros la había logrado contactar como carnada para ser llevada, a una no muy transitada calle de Brooklyn y cometer el crimen. Para su fortuna, Wayland había logrado oír un poco sobre la conversación de Valentine preparando el plan, por lo que rogó la ayuda de Dorothea para que con las pocas fuerzas y humanidad que le quedaban, en desgracias a los experimentos constantes del asesino y traidor, lo apoyara.
Pero al llegar al lugar era demasiado tarde, se encontró con la escena de frente. Uno de los secuaces de quien aún se hacía llamar su padre, le había atravesado el pecho con su cuchillo serafín a la Inquisidora, Imogen Herondale. Segundos después su cuerpo sin fuerza había cedido ante los brazos del rubio quien logró tomarla con rapidez por la espalda.
—Heredarás todo lo que he conseguido para ti —le murmuraba con las pocas fuerzas que le quedaban, pese a los esfuerzos de Jace con mantenerla con vida.
—No te esfuerces —le pedía, más él sabía que era en vano. La herida era profunda y una Iratze no era suficiente si el cuchillo serafín tenía veneno letal para un nephilim.
—Tendrás el lugar que mereces Jonathan... serás un gran líder, y llevarás el apellido Herondale a lo más alto —murmuró.
La respiración de la mujer era cada vez más agitada, pues se le dificultaba seguir respirando, pero no se fue sin saber quién era su nieto, alcanzó a despedirse de la persona que le recordaba el motivo de su lucha. Por fin, después de tantos años de sufrimiento iba a tener el descanso para decirle a su hijo que su nieto era igual al padre, que los amaba más que a su propia vida, y que eso había demostrado hasta su último aliento.
-
—Mi abuela... —un hilo de voz esforzaba de su garganta— falleció por mí culpa, protegiéndome..., y no pude hacer nada para defenderla —se incriminó.
—¿Qué? —cuestionó Cristie sin entender nada aún.
Estaba más confundida que al principio, necesitaba un resumen de todo.
—Eso quiere decir que tú eres... —él asintió.
—Christopher Herondale —terminó la oración Katherine, quien muy asombrada y confundida lo observaba fijamente mientras su respiración se tornaba pesada.
—Herondale... —pronunció Alexander en voz baja, intentando procesar todo.
—Eres el verdadero nieto de Imogen —afirmó Katherine entendiéndolo todo.
Distintas conversaciones oídas se habían transferido a su mente en ese momento. Ahora lograban encajar las piezas del puzle que tanto había deseado ajustar. La Inquisidora se había demostrado extraña durante las últimas semanas, y por alguna razón esperaban que algún nephilim confiable de la Clave tomara el lugar de Lydia Branwell y fuese sus oídos y ojos, es por eso que Samuel había aceptado por enviar a Katherine.
Sin embargo, algo seguía sin estar completamente claro para ella, ya que de ser así... no, eso era imposible.
—¿Katherine, sucede algo? —preguntó Joe poniendo su mano sobre el hombro de la castaña, quien con el tacto saltó levemente.
Ella negó con la cabeza, pero de pronto fue interrumpida antes de hablar.
—Debemos irnos. Ahora —ordenó Alexander, distanciándose literalmente de la información recién recibida. —Podremos hablar sobre esto cuando estemos a salvo.
—Alec tiene razón —lo apoyó Isabelle.
Todos habían logrado cruzar el portal que Magnus había preparado para su regreso, a excepción de Cristie, Alexander y Sebastian.
—Cris, ¿sucede algo? —preguntó el azabache con preocupación —, estás pálida, y tus piernas tiemblan.
La rubia sacudió su cabeza negativamente.
—Estoy bien, solo un poco... —no logró terminar la oración, pues sus fuerzas se habían desaparecido poco antes de hacerlo. Estaba agotada, había utilizado demasiada magia, más que veces anteriores, y no terminaba nunca de acostumbrarse a hacerlo.
—Te tengo —susurró Sebastian, alcanzando a tomarla por la espalda y prontamente cogerla de los pies como peso 'muerto'.
Alexander hizo el intento para que el amigo de Idris le cediera el espacio para trasladarla él, así estaría mucho más segura, pero Verlac se negó.
—Está bien, Alexander —le dijo. —No es necesario que quieras protegerla siempre. Por si no has notado, conmigo está mucho más segura y feliz.
El mayor Lightwood empuñó sus manos, sin entender el porqué de esa conversación. Estaba perdiendo la poca paciencia con ese nephilim. Le pedía a Raziel que le diera fuerzas para controlar su ira e impulso por sacarlo del camino, entonces cerró los ojos y suspiró profundamente.
—Sabía que lo entenderías —habló nuevamente el rubio, dedicándole una sonrisa con malicia. Afirmó con fuerza a Cristie y cruzó rápidamente el portal ante los ojos del moreno.
—Eso acabará pronto —murmuró Alexander entre dientes, observando a su alrededor que solo faltaba él por volver al instituto.
(...)
—De acuerdo, cielo —Magnus tomó aliento y continuó —, volvamos a lo sucedido anoche —hizo su típico ademán con las manos.
—No recuerdo mucho —explicó Cristie por milésima vez. —Solo... sentí una extraña fuerza poseyéndome, entrando en cada arteria y vena de mi cuerpo. Me sentía ida, fuerte y con la facultad de acabar con quien se me pusiera por delante —se reclinó hacia el brujo. —Nunca me había sucedido eso. Sentí miedo, Mags.
—Entiendo —bebió un sorbo de su Champagne. —Estás tentada por la ambición de poder, digo... no es que eso sea malo, es solo que —suspiró—, tu padre, Gabriel, utiliza la magia de ese... lado.
—¿Ese lado? Podrías ser más específico —se acomodó en la camilla de la enfermería, que últimamente se había vuelto su habitación constante.
—El bien y el mal —Cristie elevó una de sus cejas, más confundida que antes. —En palabras sencillas, caramelito, Gabriel está saciando su poder con su lado oscuro, ya sabes eso de su descendencia de demonios y bla blá.
—¿No?
—Creo que abrí demasiado la boca —respondió él sonriendo.
La rubia estuvo a punto de hablar, pero fue en ese momento en el que la doble puerta de la enfermería se abrió con frialdad y bruscamente. Alexander había intentado calmarse por el saco de boxeo, cosa que había sido en vano. Necesitaba una explicación y la quería ahora.
—Tenemos que hablar —dijo, más bien en una orden para ella.
Enarcó una ceja confundida, extrañamente estaba demasiado confundida al despertar de ese inesperado desmayo. Por el Ángel, había olvidado agradecer una vez más a Verlac por su oportuna reacción, pues se le había vuelto costumbre hacerlo. Él siempre estaba ahí para ella.
Mentalmente sonrió.
—De acuerdo, tu mirada lo dice todo, nephilim —se dirigió al moreno, pues Magnus había entendido la indirecta. —Nos vemos luego, cariño.
—¿Qué sucede? —preguntó intentando sonar calmada, a pesar de conocer el tono de enfado e ira del ojiazul. Lo conocía más de lo que ella pensaba, y sabía cómo reaccionaba.
—¿Qué tienes con Verlac?
—No sé de qué estás hablando, Alec —el tono de voz de Cristie era calmado, lo que alteraba mucho más al azabache. Ella lo sabía.
—Cristie.
—No estoy mintiendo. Por favor, no me mires de esa manera —le pidió casi suplicando.
No entendía la razón de su pregunta, pero podría pensar que Alexander estaba ¿celoso? Entonces, volvió a repasar los movimientos del moreno, quién se sentó en una silla que daba a la pared, frente a ella, apoyando su cabeza hacia atrás. Respiraba con violencia, el pecho le subía y le bajaba con rapidez y desesperación.
Cristie se sentó con esfuerzo, pues la cabeza aun le daba vueltas. Sus piernas se deslizaron fuera de la camilla, y él abrió los ojos de golpe, clavándolos en los de ella.
—Alec —le tomó sus manos, entrelazando sus dedos con los de él, dejando a la vista su pulsera heredada. —¿Qué nos está pasando? —preguntó en voz alta, pues esa pregunta había sonado mucho mejor en su cabeza.
—No lo sé, yo..., siento que te estoy perdiendo —admitió con una profunda tristeza en sus ojos. Su boca pocas veces temblaba de la manera que lo hacía en ese momento, no quería perderla.
La rubia sintió una extraña sensación en su pecho, su corazón bombeaba más sangre que de costumbre. Alexander Ligthwood provocaba aquella sensación y evasión de sentimientos repentinos.
—No lo haces —respondió con una leve sonrisa.
—Pero tú...
—Recuerdo haberlo dicho —mencionó. Mordió el interior de su boca con nerviosismo, pues no hallaba que decir en momentos así. —Pero debido a las circunstancias, podríamos comenzar de nuevo.
Él se encontraba tan cerca de Cristie que podía distinguir los matices de azules y celestes en sus ojos. Las líneas de su rostro se veían más delicadas que de costumbres a pesar de su agotamiento. Todo en ella era encantador y fascinante. No recordaba la última vez en que se había sentido de la misma manera en la que lo hacía, pero no tenía duda alguna que había sido con ella.
En un impulso, Alexander movió la silla más cerca de la camilla de la rubia sin soltar de su delicado tacto. Quería estar así con ella para siempre, si eso era posible. Anhelaba con tantas ganas el día en que tuviera el valor suficiente para que todos en el instituto supieran lo mucho que la quería, y de las mil formas que se imaginaba con ella llegando al altar. Pero no podía, no era el momento indicado para enfrentar a todo el mundo en momentos de guerra.
Hizo un intento por acercar su rostro contra el de Cristie, pero ella lo interrumpió llamando su atención.
—No —susurró rápidamente. —No puedo.
Entendió rápidamente. Bajó la mirada y alejó sus manos de Cristie. Se distanció.
—No es lo que estás imaginando, Alec —respondió antes de ser interrogada. El rostro del moreno demostraba lo confundido y dolido que estaba.
—Está bien —dijo herido. Se levantó de la silla empujándola hacia atrás con su pesado cuerpo. Se llevó su mano a la boca y suspiró pesadamente.
No tuvieron tiempo de continuar con la conversación, pues pronto Katherine había logrado irrumpir en el momento adecuado.
—Los espero en el salón en cinco —avisó sin forma de negarse —También tú Stairs —cerró la puerta con fuerza tan pronto como la había abierto.
La rubia hizo el intento por llamar la atención de Alexander, pero era inútil. Él ya se había ido de la habitación, sin pedir explicaciones.
Ahora, ella era quien lo estaba perdiendo, y por razones que seguía desconociendo.
(...)
—Por fin llegas —musitó Katherine desde la parte más alta de la habitación. Lentamente comenzó a descender la escalera que daba espacio entre todos los convocados, entre ellos el recién rescatado Samuel y Jace. —Lamento decir que esto no será una bienvenida muy agradable para todos —amenazó semblante, sin detener el paso. —Pero antes de dar malas noticias, me gustaría aclarar un par de acontecimientos para evitar malos entendidos —suspiró.
—No es necesario que te esfuerces en querer agradarnos —Cristie le dedicó una leve sonrisa, ganándose una devuelta de Sebastian quien le siguió el juego.
Alexander los observaba de reojo con los brazos cruzados sobre su pecho. Estaba molesto y decepcionado.
—Es extraño lo que diré —alzó la voz Clarissa. —Pero es la primera vez que concuerdo con Cristie. No es necesario tener que oír nada de ti, al menos que sea importante, ¿no crees?
—¿Qué les hace pensar que esto no es importante?
—Es obvio —continuó Cristie, mientras los demás los observaban sin entender nada.
—Suficiente. Dejen que se explaye —gruñó Alexander perdiendo la poca calma que le quedaba.
—Gracias, Alec —finalmente descendió todos los escalones y se paró erguida frente a sus observadores. —Como decía... —tomó una bocanada grande de aire—, es importante que se entienda que esto no es para hacer amistades, porque Samuel sabe perfectamente que el motivo de haber aceptado venir son otras razones —él asintió levemente. —Debo decir que mi vida no es tan diferente a la tuya, Herondale —se dirigió a Jace, quien la observaba de manera fija. —Cuando era pequeña, mis verdaderos padres fueron asesinados por la estúpida guerra del Círculo —recordó con ira. —El punto es, que fui adoptada por una mujer cuyo carácter es el más fuerte y ambicioso por todo aquel que la conozca, ella fue quien me enseñó y me ayudó a ser todo lo que soy en este momento.
—¿Y de qué forma esto podría importarnos menos? —Jace preguntó sin gracia.
—De la misma forma en la que te importó tu abuela, Jonathan —comenzó a caminar hacia él con paso lento y decidido a vista de todos, pues se encontraban completamente confundidos. —Podría afirmar que somos... parientes.
—Espera un momento —susurró Cristie. —Estás diciendo que Jace y tú son...
—No somos hermanos si es lo que te preguntas, no. Más adelante lo entenderán —suspiró—, por lo pronto, Jace Wayland serás encarcelado una vez más ante el acto de atentado y asesinato de Imogen Herondale, como también se sumarán los cargos de robo y desaparición de la Espada Mortal. Sin ella no puedes ser juzgado, ¿conveniente no crees?
—¿Qué? —exclamó Clarissa con enfado. —¡No puedes hacer eso!
Katherine sonrió sin gracia, y cruzó sus brazos frente a su pecho.
—Obsérvame —dijo con tono amenazante, mientras señalaba a otro par de nephilim enviados desde la Clave para apoyar su decisión.
—Papá —Cristie se dirigió a Samuel en busca de apoyo —, no puedes permitir que se lo lleven por cargos que no son ciertos. Tú mejor que nadie conoces cómo es Jace. Él no rompería los tratados con la Clave.
—Haré lo que esté en mis manos —acarició el rostro de su pequeña niña. Tomó de su cabello y le besó la frente. —Confía en mí.
—Gracias, y estoy feliz de tenerte nuevamente aquí, conmigo —sonrió, mientras él se alejaba.
Cuando no creía que las cosas podían ponerse peor, Clarissa se dirigió a Katherine de forma amenazante, intentando convencerla con palabras de lo contrario. Cristie sabía que debía hacer algo para ayudar a Jace, pero no encontraba forma de hacerlo sin pensar en lanzar una flecha en el corazón de la castaña.
La rubia giró sobre sus talones en busca del mayor Ligthwood, pero ya se había marchado.
Todo en esos días era bastante confuso, y no sabía qué hacer o cómo actuar, puesto que aun no se recuperaba de la noticia de Savannah, a quien por cierto no había tenido más encuentros con ella desde aquel día. De cierta forma una extraña sensación en su pecho se dejaba sentir, muy a lo lejos quería pensar que ella tenía algo bueno, siendo hermanas, deberían compartir algo mínimo.
—Hey —Sebastian sacó del trance de pensamientos a la chica, quien aturdida saltó en su posición provocando que su corazón latiera con rapidez—, ¿estás bien? Te ves exhausta, deberías seguir descansando, al menos por hoy —sonó preocupado. Cristie lo miró fijamente, mientras todos los demás a su alrededor se habían esfumado a realizar sus tareas.
—Lo estoy —respondió como si fuera costumbre. —¿Te puedo preguntar algo sin incomodar?
—Claro —asintió con una leve sonrisa y voz ronca.
—¿Qué es lo tenemos? —preguntó recordando lo que Alexander le había preguntado a ella, pues quería cerciorarse de su respuesta.
—¿Cómo? —aclaró la garganta, componiéndose de esa pregunta. —Nos conocimos hace un par de semanas atrás, hemos entrenado juntos, nos llevamos bien, nos estamos conociendo y... —ella lo detuvo.
—No —interrumpió secamente. —¿Qué sientes hacia mí? —sonó directa y cortante.
Sabía que no era el momento más indicado para preguntar algo así, pero simplemente Alexander la había dejado aturdida con esa pregunta, y desde entonces no había podido dejar de preguntarse lo mismo sin confundirse. Sebastian parecía preocuparse bastante por ella sin razón aparente, y era mejor salir de todas sus conspiraciones.
Verlac volvió a sonreír, soltando los brazos al lado de su cuerpo, que se veía notoriamente tenso.
—¿De verdad quieres saber? —ella asintió con ansiedad. —Bien, será mejor que lo demuestre —al finalizar esa oración, Sebastian se acercó con rapidez a Cristie, tomándola de la cintura con fuerza y dejando poco espacio entre ambos. Estaba seguro de lo que hacía, pues lo tuvo presente desde el primer día en que la vio en Idris, y esta era la oportunidad perfecta para demostrar lo que quería, sin el temor de que alguien más le quitara la oportunidad del momento.
Sin pensar dos veces en lo que hacía, unió sus labios con los de Cristie, sintiendo como su respiración penetraba rápidamente en su piel. El tacto de sus labios juntándose hizo que todo aquel que los rodeara al pasar los mirara de reojo, en especial él.
Tan rápido como Cristie observó por el rabillo de sus ojos una silueta bastante similar, se alejó de Sebastian encontrándose con la realidad y un gran nudo en la garganta. No era lo que ella esperaba, por el Ángel ¡no esperaba esa acción!
«¿Qué demonios estás haciendo?», se incriminó mentalmente.
—Alec —murmuró con pesar, intentó ir tras él, pero ya era demasiado tarde, se había alejado con rapidez.
¿Qué piensan de ese beso? ¿fue correspondido? ¿Debería Cris cambiar a mi bebé Alec&Jace por Verlac? :O jiji
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