013. Sororem natu

Antes que nada, perdón la demora... sí, sé que me demoré días y días sin actualizar, pero la Universidad me ha tenido totalmente consumida:c ... solo espero que disfruten, comenten y voten mucho mis mundis! ;*

Por cierto, intentaré hacer algo nuevo como sorpresa... solo, disfruten y comenten qué les pareció el final de capítulo!!!!


...


Cristie no dejaba de pensar en lo dicho por Lydia.

«No lo somos formalmente»

¿A qué se refería con eso?, se seguía preguntando una mil veces en su aún celda. ¿Cómo no? Si lo había visto y escuchado con su infalible oído. No podía haberse equivocado, no.

—Si no tuvieras sentimientos, nada de esto estaría pasando —murmuró para ella misma con una mano en el pecho. Recostó su cuerpo en una de las frías paredes de la celda, meditando sobre lo que sentía verdaderamente, aunque en realidad, ni ella misma lo sabía.

Las horas pasaban lentamente encerrada en el pequeño espacio, sentía incluso que el aire le hacía falta. Sin haberse movido de su posición inicial, cogió su muñeca, recordando que no se había quitado la pulsera, y quizás Imogen y sus guardias no se habían dado cuenta porque no sabían de su existencia. Eso era bueno, en cierto punto.

La primogénita de Gabriel clavó la mirada en su muñeca, dejando que las lágrimas dejaran de deslizarse sobre sus rosadas mejillas.

—De algo tiene que servir —dijo antes de coger la pulsera con ambas manos, cerrando los ojos para concentrarse en algo que no había intentado jamás.

Un pequeño destello de luz se dio a conocer cuando la rubia pensaba en solo una cosa: salir de ahí. Al igual que el Magnus, su magia o habilidades comenzaban a tener forma. El destello se hizo más intenso a medida que una línea del mismo color —azul— se formaba a su frente.

—Un... portal —masculló con la poca claridad que le quedaba. La pequeña línea, no más extensa que su tamaño, se quedó en medio de la nada como si esperase que la atravesara. Holgó una de sus manos, y con miedo intentó tocar aquel destello.

Tomó una gran bocanada de aire sin dejar que sus pensamientos la desconcentraran, intentó atravesarlo. Pero antes que lo intentara, se detuvo y guardó la pulsera en uno de sus bolsillos con rapidez, observando como el destello y el pequeño portal desaparecían al sentir pasos acercarse a ella. Con delicadeza y la debilidad que la dominaba, se puso de pie, encontrándose con los ojos que se perdía fácilmente en cualquier circunstancia.

Tan rápido como la reja de su celda se abrió, Alexander informó.

—Eres libre, Cristie —su sonrisa se hizo evidente, era reconfortante saber que librarse de la bendita copa le daría la libertad a la mujer que le había robado el corazón.

Se suponía que Cristie también debía alegrarse por la noticia, pero era todo lo contrario. Miraba fijamente a Alexander con una expresión seria y sin emociones, como si su alma se hubiese separado de su cuerpo.

Sentía un impulso de golpearlo para desquitarse con alguien, o simplemente hacerlo porque él no la defendió como lo hacía con Jace, ¿sentía celos de su ex parabatai? Eso era algo absurdo, pero aunque quisiera, no podía.

Las lágrimas comenzaban asomar nuevamente por sus mejillas, y su vista se tornó nubosa. Con la poca visibilidad que le quedaba se lanzó en los brazos de Alexander, que no se lo esperaba. No pasaron más de dos segundos, cuando él correspondió con aturdimiento. El azabache sentía un gran nudo en su garganta a punto de explotarle, tragaba saliva con dificultad, pues le rompía el alma ver a Cristie en situaciones así.

Repentinamente, ella se alejó de su compañero para observarlo fijamente al rostro. Alexander recorrió los pómulos con su dedo meñique, limpiando cada rastro de lágrima que empañaba el hermoso rostro de la rubia.

Sus miradas se rencontraron por primera vez en mucho tiempo, sintiendo esa gran conexión que ahora los separaba y que cada vez los alejaba más. Sin esperarlo, Cristie abrazó por el cuello a Alexander, y con rapidez se acercó a los labios de azabache, fundiéndose en ellos. La nephilim enredó sus dedos en el cabello de la nuca del moreno, apretando su cuerpo contra su compañero de combate.

El arquero sorprendido, colocó sus manos bajo la chaqueta de Cristie, clavando sus dedos en la espalda de la chica, deseando fundirse con ella.

Alexander sabía que esa podía ser la última vez que rozara los labios de ella, y por un segundo deseó decirle todo lo que sentía, suplicando que lo perdonara por todo el daño que solo él causaba, pero que de todas formas la quería más que a su propia vida.

Los minutos parecían no avanzar, pero a medida que eso ocurría el beso se intensificaba, hasta que sintieron que otros pasos más se acercaban, por lo que se alejaron con rapidez e intentaron tomar compostura como si ese beso no hubiese sucedido.

—¡Cris! —gritó Isabelle antes de lanzarse a los brazos de su mejor amiga, revisándola si estaba bien físicamente.

La rubia sonrió con suavidad y le contestó a su mejor amiga con la mirada.

—Estoy bien, Belle.

Detrás de su mejor amiga, Wayland hacía aparición, dejando a un lado la presencia de Alexander.

—C —susurró Jace, tomando a la chica del brazo y acercándola a él para abrazarla con fuerza, mientras que Alexander se mordía la lengua y apretaba sus puños para no separar bruscamente a su parabatai. —Ahora podremos salir a caminar como unos aburridos mundanos —le dijo sonriente, alejándola de su cuerpo.

Isabelle se percató de la situación, y el hecho que su hermano mayor estuviera lanzando humo por los oídos, no le era de gracia, pues quería evitar otra discusión, así que cogió a su mejor amiga del brazo.

—Vamos a descansar, Cris —la tomó con fuerza, alejándose de sus dos hermanos.


(...)


Alexander miró detenidamente su arco frente a él. Había luchado siempre con aquel arco, y le había salvado la vida tantas veces que ya había perdido la cuenta. Suspiró toscamente y lo cogió con su mano derecha, observando de reojo su caraj con flechas que tomó en la otra mano desocupada para lanzar un par y liberar tensiones. Era lo que en ese momento más necesitaba.

Apuntaba su arco con sutileza y lanzaba las flechas con frialdad en el centro, con la precisión que no tenía hacía mucho tiempo. Necesitaba olvidarse de su vida por un momento, y borrar de su mente el hecho de tener que vivir su vida bajo las condiciones de su madre.

El sonido de unos tacones se hacía presente en la habitación, pero eso no inmutó al azabache, que las lanzaba con más fluidez.

—Necesitamos hablar —se pronunció Lydia con autoridad ante el nephilim.

Sin voltear y apuntando con la última flecha que le quedaba preguntó.

—¿Sobre qué? —seguía apuntando con el arco a su blanco.

—¿Estás completamente seguro de seguir con los preparativos de la boda?

El azabache se apresuró en tirar del arco y erró su última posibilidad de tener una puntería perfecta. Giró sobre sus propios talones y bajó la mirada, no podía mentir viendo a las personas a los ojos.

—Lo estoy —respondió en seco.

—Alexander —Lydia llamó la atención del moreno, mientras se quitaba su caraj y lo depositaba sobre una pequeña mesa. —Debes pensar en ti. Si no estás seguro de casarte conmigo, esto no...

La interrumpió parándose rígidamente frente a ella.

—Dije que lo estoy. Me casaré contigo, pase lo que pase. Puedo mantener mis emociones bajo control —contestó seguro de lo que decía, aunque eso fuera de la boca hacia fuera.

Lydia asintió con la cabeza y una amplia sonrisa. Dentro de todo, le alegraba que su matrimonio fuera con un Lightwood y no con otro nephilim, pues la runa que los unirá será de por vida, sin manera de poder quitársela de la piel, sólo con la muerte.


(...)


—Esto... es tan complicado —señalaba Cristie a su mejor amiga. —Hay veces que desearía haber nacido como una aburrida mundana. Con una vida llena de problemas, pero que se podrían solucionar fácilmente, sin la necesidad de estar armada todo el día y asustada por demonios —suspiró ásperamente mientras se recostaba en la cómoda cama de la menor Lightwood.

—Si lo dices por Alec, te entiendo —sonrió ladinamente y se sentó a la orilla de la cama, imitando la expresión de su mejor amiga. —Es difícil entender los sentimientos de los hombres, en especial los de mi hermano mayor.

Cristie la miró entrecerrando los ojos, y se sentó con las piernas entrelazadas para mirar de forma divertida a Isabelle.

—Belle, ¿hay algo que no me estés contando?

La morena se puso nerviosa, y se removió en su lugar mirando a cualquier lugar de su habitación.

—No estamos hablando de mí —respondió nerviosa, mordiéndose su labio inferior con fuerza para evitar sonrojarse. —Ahora dime, ¿qué está sucediendo entre Alec y tú?

La rubia se encogió de hombros antes de responder.

—No lo sé. Nuestra 'relación' es... extraña. Siempre lo fue —puso énfasis en la palabra "relación", refiriéndose a ello como a algo que no tuvo nombre. —A veces odio a tu hermano y me dan ganas de asesinarlo, pero luego... —Cristie se quedó mirando a la nada, mientras suspiraba al hablar de Alexander. No podía evitar hacerlo, por más que lo intentara. No podía olvidarlo.

Su relación fue intensa y poco duradera, siendo así que los pocos sentimientos que le quedaban por Jace se le esfumaran en tan pocos días, siendo remplazado por Alexander.

—¿Por qué no lo admiten y ya? —bufó Isabelle, llamando por completo la atención de Cris. —Ambos deben admitir que sus sentimientos son más fuertes de lo que pensaban, y que se enamoraron —sonaba segura de lo que decía, como si supiera de lo que hablaba.

Cristie se mantuvo boquiabierta mirando a su mejor amiga que sonreía por sus palabras anteriores, aunque nunca se lo planteó.

¿Amor? Ella ¿enamorada?

No. Los cazadores de sombras no suelen demostrar sus sentimientos, y el hecho de haber sentido algo en el pasado por Wayland no significaba que se hubiera enamorado de él, sólo fue un amor de adolescentes como los humanos suelen tener. Además, Alexander no es como todos los demás nephilim que Cristie había conocido, él es una persona cuadrada y calculadora si se lo considera así, tratando de arreglar y programar su vida como si se tratara de un robot o algo parecido, demostrando ser el soldado perfecto.

—Y-yo no... —se detuvo al sentir golpear la puerta tres veces.

Sin esperar su ex parabatai abrió.

—¿Puedo? —se dirigió a su hermana, mientras asentía levemente, Wayland entraba cerrando la puerta detrás de sí. —¿De qué hablaban? —les preguntó a ambas chicas al darse cuenta que demostraban un expresión de incomodidad.

—Oh, ya sabes... cosas de chicas —mintió Isabelle al levantarse de su lugar y palmear el hombro de su hermano, para así dejarlos solos un momento.

Cristie quitó la mirada de Wayland, percatándose de lo que hace unos minutos atrás había dicho su mejor amiga: «se enamoraron», era algo que no estaba dispuesta a aceptar, no ahora. No cuando su vida de complicaba más de lo que ya estaba.

—¿Y? —Jace levantó una ceja esperando que le contara sobre qué hablaban antes de entrar, y oír que se habían callado con su llegada.

—Nada —intentó disimular su incomodidad.

La habitación se quedó en silencio un par de segundos, así que Wayland fue quién rompió el silencio.

—Creo que... deberíamos hablar sobre el... ya sabes... —le hacía muecas refiriéndose al beso del otro día.

La chica bajó la mirada ruborizada, evitando cualquier contacto visual con su ex parabatai.

—Eso... preferiría no hablar del tema, Jace —se puso de pie con velocidad, dispuesta a salir corriendo de la habitación, pero Wayland fue más rápido e interfirió en el paso hacia la salida.

Se paró erguido frente de la puerta, apoyando su espalda contra ella.

—Es algo de lo que debemos hablar tarde o temprano, C.

—Lo sé.

La rubia lo miró fijamente a sus ojos azules, demostrando el por qué no quería hacerlo. Con solo una mirada, Wayland entendió el mensaje.

—Entiendo —suspiró haciéndose a un lado con una profunda tristeza. Pensando en que había dejado todo de lado por ella, demostrándole ante todos que la quería, pero al parecer lo que sentía por su hermano iba mucho más de lo que ellos tuvieron alguna vez. Cristie aprovechó la oportunidad que Jace se había movido, despejándole la salida, y tomó paso firme a coger la manilla. —Alec... él te necesita —empezó a decir para hacer que Cristie se detuviera, pero fue suficiente con solo pronunciar el nombre de su parabatai. —Está cometiendo el peor error de su vida, destruyéndose a sí mismo al contraer matrimonio con alguien que no quiere. Sálvalo de su miseria, y sé feliz con él. Luchen por lo que sienten y demuestren que quieren permanecer juntos —se le apretó el pecho al saber que él era el dueño de esas palabras, pero no era tan egoísta como para lastimar a su propio hermano.

—Jace... —él negó con la cabeza.

El rubio se lamió los labios y continuó para finalizar.

—Finalmente entendí lo que Izzy me decía, fue lindo y no me olvido de lo que tuvimos en el pasado, pero como dije, es pasado. Es momento que cierre esta etapa, como tú lo has hecho y dé vuelta la página para dejar que la felicidad vuelva a mí —se acercó al rostro de Cristie para mirarla por debajo de sus hombros.

Era pequeña, pero no tanto como Isabelle. Así que le cogió el rostro, y acercó sus labios a la frente de la chica, como si se tratara de alguna despedida.

Cristie carraspeó la garganta para salir de esa vergonzosa situación.

—Iré a entrenar —señaló a Jace, saliendo rápidamente de la habitación de su mejor amiga, ignorando por completo el hecho de las palabras de Wayland.


(...)


Con velocidad Cristie bajó las escaleras, dirigiéndose a la sala de entrenamientos, cuando vio a Hogde ser atacado por la misma cosa que había estado en el restaurante chino; un repudiado.

Corrió rápidamente por su arco y caraj, sacando una flecha para apuntar al asqueroso ser y derribarlo, dándole tiempo a Hogde de acabar con él.

Las cosas estaban empeorando, era la primera vez que atacaban su instituto y derribaban con facilidad las barreras realizadas por el brujo Bane. Era fácil ingresar sin alarmar a nadie si el repudiado tenía sangre de nephilim en su sistema. Sin duda, Stairs y Morgenstern estaban inyectándoles sangre de demonio a cazadores que querían o no ser parte del círculo.

—¡Cris! —gritó Isabelle acercándose primero a su mejor amiga y luego miró a Hodge tendido en el piso con cansancio. —¿Qué ha pasado?

—No lo sé. Yo... solo bajé y los vi luchando, no sé cómo ha podido atravesar las barreras —respondía Cristie con su respiración agitada.

Lydia y Alexander se asomaban con una extensa sonrisa, como si hubiesen ido a una cita o algo similar que suelen hacer las parejas mundanas.

—¡¿Qué ocurrió aquí?! —Alec preguntó tan rápido como sus pies daban a la habitación. —¿Estás bien? —giró levemente y se dirigió a Cristie, quien asintió solo con la cabeza gacha. —¿Segura?

—Lo estoy, Alec—respondió sin darse cuenta que lo había llamado por su nombre de pila.

—Alec, lo está —replicó Izzy a sus espaldas.

El azabache sacudió levemente la cabeza, mientras que Lydia observaba detalladamente la situación, y para evitar quedar como una tonta, caminó al cuerpo inerte del repudiado.

—Llévenlo al laboratorio, lo examinaremos —miró a Isabelle, entendiendo que ella se haría cargo de la situación ahora.

Dispuesta a salir del lugar, recorrió a Alexander por última vez con la mirada, alejándose de todos hacia la salida del instituto.

Caminó a pasos largos, hasta que chocó con Simón.

—Perdón —se disculpó la rubia confundida, sin saber con quién había tropezado hasta levantar la vista. —Simón... me alegra que estés bien —le sonrió levemente.

—Lo estoy. Ahora soy un noctámbulo, pero puedo vivir con eso —encogió los hombros con su infaltable sonrisa. —Y tú... no estás tan bien como pensaba —enarcó su ceja derecha.

—Sí, lo estoy —mintió mientras Lewis la miraba fijamente. —Bien, quizás no tanto. No soy buena para mentir —se mordió el labio, mientras veía que a la espalda del neófito Alexander se acercaba con rapidez pronunciando su nombre. —Es bueno verte, pero... creo que es hora de irme —anunció antes de apresurar su paso al ascensor.

Lewis sin entender nada, observó como el nephilim le seguía el paso firmemente a Cristie, conteniendo una absurda risa con él.

Tocó el timbre del ascensor, no una, si no más veces para que subiera con rapidez. El sonido de que había llegado se escuchó en toda la habitación.

Clarissa salió de él con una amplia sonrisa y al chocar con Cristie, dejó caer los documentos y libros que traía consigo.

—¡Lo lamento! —dijo Cristie. Quería salir del alcance de Lightwood, pero no podía dejar a Clarissa con todo tirado en el suelo.

—No te preocupes —respondió con tranquilidad la pelirroja, antes de mirarla al rostro. —Luces cansada, ¿estás bien?

Cristie levantó la mirada, y siguió cogiendo sus libros.

—Sí, es solo que... ¿por qué todos me preguntan lo mismo? —frunció el ceño dándose cuenta de la similitud de las preguntas. —¿Tan mal luzco?

La chica Fairchild no pudo evitar sonreír ante el comentario de su compañera, y miró a sus espaldas al oír que Alexander seguía llamando a Cristie.

—Lo siento, en serio... pero, debo irme —señaló para dejarle los libros en los brazos de Fairchild y girar al ascensor, pero cuando iba a entrar, éste ya se había cerrado.

—Maldición —murmuró por lo bajo, dándose cuenta que no le quedaba más opción que escuchar algún sermón del azabache. —Alexander... —lo nombró mascullando los dientes.

—¿Podemos hablar? —preguntó el azabache, dirigiendo la vista a la pelirroja, que yacía parada oyendo la conversación—... a solas.

—Oh, sí... de todos modos estaba por irme —titubeó Clarissa alejándose de ambos.

—No deberías ser tan grosero. No era necesario eso, Alexander —Cristie se cruzó de brazos y lo miró desafiante.

El azabache imitó la acción de la chica y se cruzó de brazos acercándose a ella.

—¿Desde cuándo, Clary y tú son tan... amigas? —alzó sus cejas esperando una respuesta que lo convenciera.

—No lo somos, sólo defiendo lo que me parece inapropiado —espetó molesta la rubia.

Sus miradas no dejaban de cruzarse como la noche anterior. La misma noche en la que fue liberada y no premeditó aquel beso que los confundiría más de lo que ambos estaban.

Muchas veces Evans se preguntaba en qué pensaba el moreno, ¿estaba molesto con ella por haber tenido algo con Jace? ¿O la odiaba por el hecho de no poder estar juntos?

Era como si el mundo alrededor de ellos se detuviera una vez más, y sus respiraciones eran incoherentes y sus palpitaciones agitadas. Cristie desafió a su suerte al volver al instituto, arrastrada por el mayor Lightwood sin pensar que sentiría algo más por él que solo respeto.

Podían incluso soltar chispas con solo mirarse fijamente sin decir ninguna palabra, pero a la vez decirlo todo, como si sus secretos fueran aullados en silencio y las reclamaciones no dichas salieran a viva voz, al igual que los sentimientos que no se admitieron sinceramente en voz alta. Era un secreto a voces.

Lo habían sido todo, pero volvieron al inicio, en donde eran dos completos desconocidos, siendo nada. Era algo que a ambos les dolía, pero no admitirían con franqueza, ni mucho menos lo demostrarían. Aunque eso le estaba costando su estadía en el Instituto a Cristie. Incluso tenía planes de volver a Idris, y de algún modo u otro lo haría en algún momento, sólo cuando se sintiera preparada de dejar todo por lo que había luchado y seguir con su vida.

Sin darse cuenta de lo que estaba ocurriendo Lydia se acercó repentinamente al brazo de Alexander y lo apretó aprensiva, como si fuera un objeto de su posesión. Desde lejos los había observado, y no había pasado por alto la mirada de ambos cazadores.

—Tenemos problemas —habló la enviada por la Clave, mientras Joe le seguía los talones a su hermana. —La clave ha autorizada una misión en que solo podrán ir Jace, Isabelle, Joseph y Cristie —la miró desafiante, como si se tratara de una burla para ella.

—Bien —aceptó Evans segura, volviendo al salón principal por su arco y su cuchillo serafín.

—¿Qué? —su ceño se frunció. —No. Iré con ellos —protestó Alexander antes que Cristie tomara rumbo completamente y se detuviera sin mirarlos. —No los dejaré ir solos —espetó con autoridad.

Se alejó de Lydia y rozó el brazo de Cristie, para caminar hecho una furia.

—¿Te das cuenta de lo que provocas? —Lydia caminó alrededor de Cristie, mientras se mantenía inmóvil escuchando las estupideces que le tenía preparada la rubia. —Alexander está dispuesto a sacrificar la vida por ti, por ustedes... ¿Y tú estarías dispuesta a dejarlo todo y dejarlo ser feliz? Lo único que has traído a su vida ha sido perdición y desastres. Aléjate de él, Stairs —su tono era autoritario, claramente eso era más una orden que una sugerencia. Mientras que ella comenzó a caminar detrás de su prometido.

Las palabras de Lydia podrían tener razón, pero eso no quitaba el hecho de que le hubiese apuñalado fuertemente con su comentario.

—Ignórala, C —trató de tranquilizarla, Joe. —Sabes cómo es Lydia y su asqueroso carácter. Solo ignórala.

Como si eso fuera tan sencillo. Cristie comprendía a su amigo, y realmente no entendía como podía seguir aguantando durante tantos años. Ella no lo haría.


(...)


Los seis nephilim se habían acercado a Renwick con la misión de acabar con los experimentos de Stairs y Valentine.

—Te dije que había sido una mala idea traer a Cristie a la misión —expresó Lydia en voz alta a Alexander, para molestar a la chica. Pero lo único que lograba con eso era que su odio por ella creciera y su furia aumentara.

El azabache ignoraba por completo sus comentarios, siguiéndoles el paso a sus hermanos, Cristie y Joe.

—Debe ser por ahí —apuntó Jace tomando su serafín con fuerza y entrando al escalofriante lugar. —Tengan cuidado —les advirtió a todos, en especial a Cristie con su mirada, quien asintió.

El lugar estaba en medio de la nada, y la noche no los acompañaba a la hora de entrar ahí.

La heredera de la pulsera de Armadia se disponía a seguirle el paso a su ex parabatai, pero Alexander la detuvo y fue él en su lugar.

—Está limpio —dijeron ambos unisonoros una vez que recorrieron los alrededores del lugar.

Entraron todos al lugar y lo observaron detenidamente, hasta que una pequeña explosión y una bruma blanca cubrió el lugar.

El caos se desató con furia. Los cazadores se llamaban unos a otros con temor, mientras desenfundaban sus armas que habían guardado segundos antes y atacaban a las figuras rápidas que se movían en la bruma.

Cristie reaccionó al instante cuando su pulsera comenzaba a brillar con fuerza. Sin entender qué es lo que hacía, la cogió con fuerza y cerró los ojos.

—¡Cuidado! —gritó Jace al asesinar a un demonio que se acercaba a la chica.

Con desesperación apretó los dientes y así su pulsera, de algo tenía que servir en momentos como eso. Un gran destello se hizo presente en mitad del lugar y el color azul se irradiaba por todos los sectores, dejando boquiabierto a los nephilim, mientras se habría un portal a un lugar que ni ella sabía.

—¡Rápido, entren! —ordenó a la vez que seguía luchando con demonios para defenderse.

—¿C-cómo pudiste? —intentó preguntar Lydia con asombro, pues no la había visto ni a ella, ni a ningún nephilim hacer tal cosa.

—No es momento para explicar nada, ¡solo salgan! —exclamó por segunda vez, cuando era empujada por uno de los demonios.

«No puede estar pasando esto», pensaba Cristie con miedo.

Era como si la niebla invocara a más demonios a su lugar, y eso anulaba su capacidad para luchar contra los demonios y repudiados que aparecían por montones.

Cristie giró hacia la puerta de entrada que había sonado por segunda vez.

—¡Clary! —gritó Isabelle, percatándose que Lewis y Fairchild no seguían reglas, y se encontraban en peligro al igual que los demás nephilim.

La morena blandía su látigo contra los repudiados, mientras que Jace encriptaba su cuchillo serafín en uno de los repudiados y se sumergía en la bruma.

Alexander apareció a la vista de la rubia, su brazo sangraba mientras rebanaba el pecho de un demonio. Pero otro repudiado apareció detrás del azabache y su parabatai lo despachó.

—¡El portal! —gritó Cristie. —¡Está abierto! ¡Deben salir de aquí! —se apresuró en ordenar, ya que su fuerza se debilitaba rápidamente.

El mayor Lightwood tiró de Isabelle y Lydia detrás de él. Alexander cogió a la rubia del brazo y sin mucho cuidado la arrojó al portal, ignorando el grito y la mirada indignada de su prometida. Lo mismo intentó hacer con su hermana, pero un repudiado surgió de la niebla tras ellos, blandiendo un cuchillo de doble hoja hacia su hermana.

Simón apareció en un segundo con su velocidad sobrenatural, y el repudiado que segundos antes amenazaba a Isabelle, lo atravesó con su cuchillo.

—¡Simón! —gritó la pelirroja a su mejor amigo—, ¡Simón! —rompió en llanto.

—Mierda —musitó Jace, apretando con fuerza los labios. Tomó entre sus brazos al vampiro que se encontraba junto a Clarissa llorándolo, y cruzó el portal con ambos, ignorando las advertencias de su parabatai.

Isabelle corrió tras ellos y desapareció en el portal con Alexander pisándole los talones.

El azabache se detuvo en seco, viendo a Cristie con desesperación.

—¡Vamos! —gritó intentando tomar su mano, pero la chica se apartó lejos de su alcance.

—¡Vete! —le ordenó por tercera vez.

—Cris, no te dejaré sola —empezó el moreno cuando varios repudiados más aparecieron entre la niebla.

Alexander abrió los ojos aterrado, mirando a Cristie con temor de perderla. El miedo se acrecentaba a medida que más de ellos aparecían, pero como si fuera psíquica, ella adivinó sus pensamientos, moviéndose mucho más rápido que el azabache por la runa recién repasada.

Tomó al azabache por la camisa y lo lanzó a través del portal. Por la mirada furiosa que Alexander le dirigió a la chica, supone que nunca se lo perdonaría.

Cuando el mayor Lightwood desapareció, Cristie cerró el portal como si supiera cómo hacerlo. Quedándose sola y rodeada por miles de repudiados, sintiendo el temor de no haber completado su misión.

La nephilim giró sobre sus talones, dispuesta a enfrentar el destino que le esperaba, pero lo que encontró la dejó en completo estado de shock. Los repudiados estaban inmóviles, rodeándola amenazantes, pero sin atacar, y lentamente uno a uno, mantuvieron la vista en la chica y se fueron inclinando en clara señal de respeto.

—¿Q-qué demonios? —masculló en una pregunta. Se alejó lo más que pudo hasta chocar con la pared a su espalda.

—No debes sentir miedo —se oía una voz femenina, pero no se dejaba ver. —Esto es lo que somos, Cristie.

La bruma empezó a disiparse, y como si esa chica los hubiera accionado con un interruptor, los repudiados comenzaron a irse, perdiéndose en la niebla. Pero a la vez asomándose una figura femenina, la misma dueña de la voz.

—¡¿Quién eres?! —preguntó oprimiendo el miedo que la tenía completamente dominada.

La silueta de la chica era más visible, y una larga cabellera castaña se dejaba ver a contra luz.

—¿No me recuerdas, hermana mayor? —preguntó sonando herida. Se acercó completamente a Cristie para quedar frente a ella. Sus facciones eran similares, era como mirarse a un espejo un par de años menos, sus ojos eran del mismo tono y su piel deslumbraba falta de sol.

—¿Qué?

—Papá dijo que no lo harías, debe ser porque fue él quien lo hizo. Pero ahora quiere que sepas quién es tu verdadera familia, Cris —con paso firme se acercó más a la rubia, que se había dejado deslizar por la pared sin entender absolutamente nada. Su cabeza dolía y mucho, como si sus recuerdos fueran extraídos con rapidez de ella. —Empecemos de cero, ¿te parece? —preguntó recíprocamente, pero de todos modos contestó. Se puso de cuclillas para quedar a la altura de la rubia y le extendió la mano. —Savannah —se presentó como si fuera lo más normal del mundo.

Acaso, ¿tenía una hermana y su madre se lo había ocultado todos estos años? ¡¿Qué demonios estaba pasando?!


¿Qué creen ustedes? ¿Será verdad que Cristie tiene una hermana menor? :O


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