010. Lux

Les recomiendo que lean hasta el FINAL, sobre todo después de la imagen!!!!!!! :x

...

Era aterrador perderlo, pero más aún que él siguiera ahí, por ella. Para ella.

—Cris, por favor... escúchame —suplicaba el azabache tras la chica. Cristie se aproximaba a lo que parecía ser su antigua casa para buscar cualquier cosa que hacer, siendo una buena excusa para estar lo más lejos de Alexander y no hablarle. —C —le dijo cuándo la jaló de la mano y la atrajo a él.

—Suéltame —alejó su mano rápidamente del azabache. No quería tener tacto, ni siquiera mirarlo estaba dentro de sus planes. Le dolía. —No te pedí que me siguieras, Alexander —lo nombró con repudio y desilusión.

Cada vez que le decía «Alexander», sentía como si una parte de él se quebrara, le dolía y mucho. Pero no más como a ella le debió doler cuando admitió sus intenciones con Lydia, aunque claro, no alcanzó a explicarle lo de la alianza, porque ella no se lo permitió.

Lo miró un par de segundos a los ojos, para caminar en reversa y rápidamente retomar rumbo. Quería y necesitaba estar lejos de él, no sabía si podría resistir por mucho tiempo más tener que seguir conviviendo con Alexander.

El moreno rodó los ojos con impotencia, y corrió nuevamente para seguir a Cristie, la quería proteger por más que ella no quisiera. Su promesa seguía en pie.

La rubia entró a lo que parecía ser su viejo hogar durante tres largos años. Nada era como lo recordaba. Los pocos muebles que quedaban ahí se encontraban cubiertos por sábanas blancas, dando a entender que el departamento se encontraba vacío hace varios meses.

Se detuvo varios segundos en la habitación principal, admirando lo poco que quedaba de ahí, más que mal, tenía una vida tranquila sin nadie que le ordenara como a un soldado, o estar discutiendo a diario con quien sea. Odiaba la idea de tener que volver al instituto, pero eran órdenes expresas de la Clave para mantenerla "bajo control" para que así no fueran atacados más cazadores.

Suspiró profundo y recorrió el largo pasillo que daba a su antigua habitación con Alexander a su espalda.

Lo trató de olvidar por un momento, y continuó caminando directamente a un pequeño armario en donde guardaba las joyas que le regalaba su padre año tras año. Lo abrió y sacó de ahí una pequeña caja de madera con sus iniciales talladas. Pasó su dedo índice sobre las letras mientras que una lágrima recorría su mejilla, demostrando lo débil que era, y lo mucho que extrañaba a su padre.

Tragó saliva y se sentó a la orilla del solitario colchón, que a pesar de todo seguía manteniendo su comodidad.

—Hazlo —se dijo para ella misma alentarse a hacerlo. Había recordado sobre una pulsera de plata que mantenía guardada, pues su madre decía que no era una joya para lucir frente a toda la gente.

Tomó la valiente decisión de hacerlo; abrió la caja y lanzó todas las joyas sobre el colchón para rebuscar entre ellas aquella pulsera con la que tanto soñaba a diario. Quizás Gabriel quería comunicarse de algún modo con ella y no la dejaba dormir en paz, pues si así era, aprovecharía la oportunidad para acercarse a él y acabar con toda esa farsa.

—No está —masculló entre dientes con molestia y ansiedad. —¡No está, maldita sea! —gritó con enojo, lanzando la caja a la pared.

No sabía si aquella acción era por tener el corazón roto y la decepción que sentía por el azabache o simplemente por no haber encontrado una simple pulsera.

Alexander se limitaba a observarla desde el marco de la puerta con sus facciones rígidas, parecía un verdadero guardaespaldas, pues ya no interfería con nada, solo seguía a la chica sin hablar con su arco envuelto en un glamour.

Cristie se puso de pie tan rápido como pudo, y pasó a rozar a Alexander que con preocupación preguntó.

—¿A dónde vas? —haciendo que la chica se detuviera en seco, pero sin mirar atrás.

—A buscar lo que es mío —habló con un poco de autoridad y seguridad.

Para él era extraño escucharla hablar y actuar de esa manera. No era la misma chica que él había conocido hace años atrás cuando lo único que hacían eran discutir como ahora, bueno, eso no había cambiado mucho. Pero sí sus sentimientos a por ella, ahora sentía que ese sentimiento de hermanos, había pasado a algo más, algo más que amigos. Incluso, se atrevía a decir que la quería y muy en serio, tanto como para haber formalizado su relación. Sin embargo, había preferido el prestigio de su familia, había decidido por su madre.

—Ya es demasiado tarde, Alec —susurró muy para sus adentros, dándose cuenta que Cristie había desaparecido de su vista. Prefirió sacudir levemente su cabeza y continuar protegiéndola, como debió hacer siempre.

Evans salió corriendo del departamento, no sin antes remarcar un par de runas en su cuerpo; invisibilidad y velocidad.

—¡Diablos! —exclamó Alexander al salir a la calle. Cristie había sido mucho más rápida y astuta que él. Eso le pasaba por andar pensando en sentimientos absurdos.

Bufó por lo bajo y prefirió volver al instituto por si se atrevía a volver. Debía hacerlo, o era capaz de invocar a la mismísima Lilith con tal de recuperarla.


(...)


—¿Qué pasó, Alec? —preguntó Jace llamando la atención de los presentes. —Sonabas afligido... —miró por detrás del azabache, y su expresión cambió— ¿dónde está?

Alexander miró a otro lado, dejando en evidencia su respuesta.

—¡Maldita sea, Alexander! —gruñó, haciendo que Isabelle una vez más se entrometiera entre ambos hermanos. Odiaba verlos discutir, y que la causante de esas discusiones fuese su amiga. —¡Tenías que seguirla, no perderla de vista! —se paró en seco frente del moreno, que empezaba a tensar su mandíbula y apretar los puños.

Le molestaba que siempre lo criticaran por todo, cuando lo único que tuvo fueron buenas intenciones de proteger a la persona más importante para él, pero no pudo. ¿Qué podía hacer? Obligarla no era una opción, menos ahora que sabía que lo odiaba.

—Lo lamento, pero... —intentó excusarse el mayor Lightwood lo más calmado posible.

—¡Pero no lo hiciste! ¿En qué pensabas? —preguntó retóricamente, pero el mismo rubio se respondió. —Oh, ¡ya sé! En tu boda feliz, ¿no? —Isabelle se jactó que Alexander había dado un paso al frente, y la situación se tornaba peligrosa para todos.

Si el azabache le tocaba un cabello al rubio, las consecuencias serían extremadamente peligrosas, mucho más si son hermanos, parabatai.

—¡Basta! —se interpuso rápidamente Clary con enfado. —¿Cómo pueden ser tan egoístas? —les preguntó a ambos mirándolos fijamente. —¡No se dan cuenta que Cristie está sufriendo por todo lo que ha pasado con su vida! —la verdad salió de sus labios. —Se enteró de una verdad difícil de asimilar, su madre no ha estado con ella durante este proceso y ustedes... no le hacen la vida más sencilla —emitió una mueca.

Jace bajó la mirada avergonzado y lamió sus labios asintiendo levemente. Clarissa tenía razón.

A Isabelle le volvió el alma al cuerpo cuando sus dos hermanos se alejaron el uno del otro. No permitiría que se pelearan, pero tampoco iba a dejar que pasaran a llevar los sentimientos de las personas a su alrededor, y eso incluía a su mejor amiga.

—Clary tiene razón, chicos. Son hermanos, se quieren, ¡se tienen que respetar! —explicaba la morena, intentando calmar los ánimos de ambos. —Lo importante ahora es saber en dónde está Cris —dirigió toda su atención a su hermano mayor. —Alec, ¿dónde fue la última vez que la viste?

—En su... departamento, dijo que iría ahí por algo que le pertenecía —mencionó.

—Algo más concreto, ¿no te dijo nada más? —preguntó Jace tratando de reprimir la furia y los pensamientos asesinos.

Alexander rodó los ojos notando su actitud.

—No, pero... se dirigió a su habitación y sacó una caja pequeña repleta de joyas... y... oh, no —abrió rápidamente los ojos a la vez que una idea escalofriante se le venía a la cabeza.

—¿Qué? —Isabelle se ponía más nerviosa al ver la reacción de su hermano, que empezó a caminar a la salida— ¡Alec! —le gritó para hacer que el chico se detuviera y girara sobre sus talones.

—Andaba buscando la pulsera que Stairs le regaló cuando pequeña... y si no estoy erróneo, debe estar buscándola.

Isabelle frunció el ceño intentando juntar las piezas del puzle, pero Fairchild fue más rápida que ella y le ayudó.

—Eso quiere decir que... ¿ahora mismo podría estar con él? —preguntó la pelirroja dándose cuenta de lo grave que se tornaba la situación.

La pulsera que Cristie buscaba era similar al collar de la hija de Valentine. Con la única diferencia que la rubia no lo utilizó cuando tenía uso de memoria, en cambio Clarissa se pudo dar cuenta y darle uso al collar. Todo las conectaba con Gabriel y Valentine.

—¿Qué esperamos?, ¡vamos! —ordenó Isabelle entendiendo todo. Esa era la razón de que su mejor amiga anduviera tan extraña desde la mañana, algo le decía que tramaba un plan, pero no tenía idea de qué ni para qué.

Joe alcanzó a oír lo que los cazadores hablaban, él siempre pasaba desapercibido en ese tipo de situaciones y eso le favorecía en muchos casos.

Se dirigió a la sala de vigilancia para retomar turno, mientras que su hermana apareció en ella minutos después.

—¿Dónde están todos? —preguntó al darse cuenta que los puestos no estaban relevos, y tampoco se encontraba su prometido en el instituto. —Joe...

—Salieron a entrenar, hermanita —mintió poniéndose de pie. Se trataba de su amiga, de su familia, su ex amor platónico, porque sí. La quería, pero no arruinaría su linda amistad por algo que ella no sentía. —Deberías hacer lo mismo —se acercó a su hermana y besó su mejilla para volver a dar una vuelta por el instituto.


(...)


Lorine había sido trasladada al instituto de Londres, pues así la Clave evitaría que madre e hija se unieran a Stairs para quien sabe qué cosa.

—¡Mags! —gritó tan fuerte como pudo. Se había ido directamente a la pequeña bodega abandonada, necesitaba con urgencia el servicio del brujo.

No tuvo que esperar demasiado, pues el glamour se esfumó rápidamente frente a sus ojos, mientras el brujo ojos de gato se acercaba para saludar gentilmente a la chica. Últimamente se habían vuelto algo así como amigos.

—Cariño, ¿qué ocurre? Luces... alterada —frunció las cejas con preocupación. Él se había encargado durante diecinueve años que no le ocurriera nada a Cristie, y esa no sería la excepción.

—Mi madre... necesito ir con ella, Mags —suplicó con un tono de voz leve. —Por favor, es urgente.

El brujo hizo una extraña mueca con sus labios, sabía perfectamente las reglas, y no podía desobedecer a la Clave.

—Cris, querida... me encantaría poder ayudar, pero... —ella terminó la frase por él.

—Debes seguir las leyes o si no, te exiliarán y perderás todo tipo de alianza. Lo sé, Mags... —terminó de imitar al brujo y sus frases rutinarias. —Pero te juro por el Ángel que nadie se enterará —se acercó a él y cogió su mano con delicadeza. —Por favor... haré lo que sea.

¿Cómo una niña tan imprudente y hermosa podía convencerlo con tanta facilidad? Ni siquiera el hombre más guapo del mundo lo podía hacer caer ante sus encantos, y ella lo lograba como si nada.

Bane rodó los ojos y asintió.

—Está bien, caramelito —aceptó débilmente. —Pero de esto no se puede enterar ni el mismísimo Joe —advirtió.

—¿Con quién crees que tratas? —se burló la chica poniendo ambas manos sobre su cintura. —Nadie supo lo de la copa, y tampoco se enterarán de este gran favor, Mags. Confía en mí —finalizó con una sonrisa.

Magnus dejó su capa tan... rosa a un lado, y empezó hacer un ademán con sus manos mientras expulsaba purpurina de ellas. Cristie a veces pensaba si aquello era cierto, ¿todos los brujos lanzan colores tan chillones? Sonrió para ella misma ante la pregunta tan boba que se hizo.

—Aperite portas novi orbis —empezó a pronunciar en latín, sin dejar de mover delicadamente sus manos.

Frente a Cristie se formaba como un agujero negro, pero evidentemente de color violeta. Temía entrar ahí y quedarse encerrada en el portal, pero debía correr el riesgo para poder recuperar su pulsera.

Minuto después Magnus dejó de haber esos movimientos tan excéntricos, y se acercó a la chica agotado.

—Está listo, cariño —se sentó en uno de sus sillones. —Recuerda, tienes cuatro horas para poder volver, sino, tendrás que pedirle a otro brujo que abra un nuevo portal para ti, ¿de acuerdo? —Cristie asintió con una gran sonrisa. —Suerte.

—Gracias, Mags. Te prometo que te pagaré —antes de caminar al portal, besó la frente del brujo sonriéndole ampliamente. Se encontraba gratamente agradecida por él, había hecho mucho más de lo que se podía imaginar.

—Ahora ve.

Cristie caminó para quedar frente el portal. Debía recordar que tenía que concentrarse y viajar al lugar donde ella deseaba, solo era concentración.

—Aquí voy —susurró para ella misma antes de saltar al portal.

Su cabeza daba vueltas inmensas y un gran agujero la succionaba con fuerza. Con esa misma fuerza fue soltada en medio de lo que parecía ser un castillo antiguo.

Miró a su alrededor, y un gran sol se posaba sobre sus cabellos dorados, reflejándose en él.

Se acomodó su chaqueta de cuero y empezó acercarse al instituto con un extraordinario glamour.

—¿Por qué no pudieron hacer algo igual en Brooklyn? Esto es hermoso —habló con ella misma hasta llegar a la entrada principal. Era evidente que no tenía idea de cómo lograban entrar ahí.

Para cuando logró encontrar su ticket de entrada, varios hombres salieron del castillo glamuroso con armas por donde se les viera.

—¡Detente! —gritó un chico armado con una ballesta.

Cristie se detuvo y levantó ambas manos en forma de rendición. Había sido rodeada por muchos de ellos, y las runas de sus cuerpos se dejaban ver con claridad.

—Alto chicos —se escuchó decir de una voz femenina que se acercaba a medida que los cazadores de movían a un lado facilitándole su entrada.

—¿Está segura, Señora Bennet? —preguntó uno de los chicos. La mujer los hizo a un lado, dejando ver a su espejo, literalmente.

—Mamá...

—Cristie, ¿qué haces aquí, cariño? —se acercó a su hija y la irrumpió en un abrazo, que no fue recibido por la rubia. —Oh, vamos... no me digas que... estás enfadada conmigo... —hubo un lacónico silencio—, ¿te enteraste? —Cris se mantuvo seria y con la frente en alto. —Lo hiciste —susurró Lorine bajando la mirada. —Entremos chicos, es una de los nuestros —les ordenó para que evitaran intentar dañar su hija, aunque dejaba en evidencia algún par de runas por sobre su cuello, ya que llevaba el cabello tomado en una reciente coleta.

—No tengo mucho tiempo —dijo Cristie al entrar al instituto de Londres, algo elegante, pero hermoso. Uno de los mejores calificados por el consejo, con estrictos reglamentos y los mejores soldados.

Luego de que ella decidiera volver al instituto de Brooklyn, su madre había sido solicitada para un traslado y hacerse cargo del instituto de Londres, una oportunidad que realmente no podía perder.

Lorine se detuvo y giró sobre sus talones al haber entrado.

—¿Por qué? No me digas que has venido en contra de la Clave, Cris —le asustaba que si alguien de alto cargo se enterara, y eso incluía a su padre, su hija no estaría segura ni aquí, ni en ningún otro lugar; podría ser exiliada por romper reglas, sobre todo si ya sabían que era hija de Gabriel.

—En parte, lo es... pero, Magnus ayudó con el portal, madre —se acercó a la mujer que le dio la vida, más no se merecía el trato que le tenía, solo por respeto y cariño lo seguía haciendo. —Sabes perfectamente el motivo de mi visita —la miró fijamente. A veces podía actuar como ella, y eso la intimidada.

Bennet negó con la cabeza.

—No puedo, Cris. Sería un riesgo tanto para ti como para nosotros. Tener contacto con Gabriel es un peligro. Lo siento, no lo haré —negó completamente para seguir con su camino a una de las salas principales, en donde muchos de los estudiantes miraban con cierto odio a la chica, era evidente que no era bienvenida. Y aunque su madre la hubiese engendrado junto al demonio mayor, solo la despechaban a ella como si fuera una abominación del mundo de las sombras.

—Uhm —jadeó por lo bajo.

—Ignóralos —pidió su madre dándose cuenta de la expresión de su hija. —Te miran así no solamente porque seas la hija de Gabriel, sino, porque eres una de las más grandes cazadora de sombras dentro de todos los institutos, Cris. Te catalogaron entre una de las tres mejores, deberías estar orgullosa —se jactó su madre al sonreírle, pero la rubia no imitó su acción.

Cris bufó.

—¿Debería sentirme orgullosa por llevar sangre de ese monstruo perteneciente al círculo? —sonrió sin gracia. —Lo dudo, madre. Lo único que ha querido es a él mismo, y no necesito conocerlo para saberlo —se cruzó de brazos mientras que una chica se acercaba a su madre con rapidez y le susurraba algo que no podía oír.

Su madre abrió sus grandes ojos azules, y se limitó a asentir con rapidez a la chica que se le había acercado con información relevante.

—Lo siento Cris, pero debes salir de aquí, de inmediato —ordenaba su madre con preocupación. Algo no andaba bien.

Lorine comenzó a apretar botones de una Tablet que se encontraba cerca de ella, eso no era algo normal.

—¿Qué está pasando? —preguntó Cris dentro de su desesperación. —Mamá —la llamó, pero la mujer no se despegó de su Tablet mientras que con otra de sus manos apretaba el táctil de las modernas pantallas de la sala de control.

—Cristie, por favor, sal de aquí. Es por tu bien —le intentó decir con templanza, pues no le quedaba mucho tiempo para hacerlo.

La rubia negó con la cabeza y se volvió a cruzar de brazos, para ponerse en una posición rígida y conforme de no irse hasta no obtener lo suyo.

Su madre bufó, pues no estaban para juegos de hija adolescente.

—Sabrina, encárgate por favor, y si ves algo fuera de lo normal me informas —la castaña que quedó al mando le asintió a su madre. —Sígueme —se dirigió a su hija. Cris sonreía al ver que su insistencia funcionaba, tal como se lo enseñó su madre. Aprendió de la mejor.

Lorine se acercó a lo que parecía una pequeña caja fuerte escondida por su estela detrás de un cuadro. Cliché.

El cuadro desapareció, Lorine puso un par de números y sus huellas dactilares para activar la pequeña puerta. Un sonido molesto hizo efecto sobre los oídos de la rubia, dejando en pleno una caja sin sellar.

—Ten —le estiró su mano con la caja—, no la utilices a no ser que sea una urgente, Cristie. Tu padre-Gabriel —se corrigió—, es demasiado peligroso. Puede que intente convencerte con su 'no nos hemos visto' o 'tu padre nos separó', pero no dejes que juegue con tu mente —intentaba advertirle a su hija, que se encontraba sumida en la idea de abrir rápido esa maldita caja.

—¿Quién me dice que no haces lo mismo? —le reprochó. Bien podía estar haciendo lo mismo ¿no?

Le mintió durante años, no creía que le costara tanto volverlo hacer.

Cristie exhaló profundo, lo único que quería era tener en sus manos la pulsera y con ello encontrar a Gabriel para planear cómo acabar con el círculo, pero todo eso fue interrumpido por las alarmas del instituto.

El lugar se comenzó a sacudir ferozmente de un lado a otro, pensando que se trataba de un terremoto, Cristie se afirmó sobre una de las paredes más cercanas para no perder el equilibrio.

—¿Terremoto? —preguntó la rubia con poco audio, el ruido ocupaba gran parte de él.

—¡No, Cris... debes irte! —Lorine comenzó a sonar desesperada, y eso le preocupaba más. —¡Vete, ahora! —le volvió a gritar mientras que de las paredes empezaba a salir polvo, imposibilitando su visión en un ochenta por ciento.

La chica confundida respondió.

—¡No lo haré hasta que me digas que ocurre! —terminó por decir justamente cuando el movimiento se detuvo. Cristie cayó sobre sus manos, pues el movimiento se había detenido de la nada, así mismo como llegó. —Mamá... —nombró a la susodicha que aun ida la miró. La alarma no dejó de sonar, lo que hacía que su curiosidad aumentara.

Las luces rojas sobre sus cabezas decía que algo se avecinaba, algo o alguien.

Lorine cerró los ojos conteniendo el aliento, ¿de qué servía seguir mintiéndole a su hija? Cuando era ella la que estaba en peligro.

—Gabriel y Valentine se dirigen al instituto —expresó con miedo y angustia. Una angustia que no había sentido desde que Gabriel decidió abandonar todo por los ideales de su mejor amigo, Valentine.

Los ojos de Cristie se tornaban rojos a medida que los abría por las luces sobre ella. ¿Gabriel estaría ahí? Eso no podía ser tan fácil, no.

—No puede ser —susurró al ponerse de pie.

«No tengo la copa, ni siquiera traje mi arco», pensaba sumida en pensamientos absurdos de cómo acabar con Stairs.

—Cristie, no es momento de fantasear, debes irte —suplicó su madre acercándose a ella. —Debe haberse enterado que estabas aquí, y eres innumerable fuera de Brooklyn. Magnus te protege, y estando lejos su magia se debilita. Por favor, vuelve —le pidió una vez más, pero Cris se alejó de ella y rápidamente tomó la pulsera para guardarla en su bolsillo y deshacerse de la caja que le estorbaba.

—No lo haré —afirmó segura de lo que hacía. —No te dejaré en manos de ese bastardo, y tampoco me iré sin dar pelea —miró a su madre como una verdadera guerrera.

Lorine estaba orgullosa de su hija y de lo bien que la había educado. Sus años de experiencia y agotamientos habían valido la pena, Cristie era la mejor de todos los shadowhunters, así estaba valorada por la Clave. Y aún más, aún tenía que liberar su fabuloso poder que desconocían. «Tu hija es única. Debes cuidarle de quiénes se quieran aprovechar de su gran poder. Protégela como si se tratara de un asesino en serie, incluso de su propia sangre» Las palabras de aquella bruja no habían dejado de sonar una y otra vez en su cabeza durante los últimos años.

Se preguntaba si alguna vez Cristie entendería de qué se trataba todo, pues solo lo hacía por su protección, y el de los demás.

Si Cristie se debilitaba, la mitad de ellos lo hacían, era su conexión más poderosa, por lo que todo recaía en la rubia. Una gran magia acumulada dentro de ella esperaba lista para hacer aparición. Sus poderes podrían salvar a muchos, como también podría ser la destrucción total de ellos; el exterminio. Pero de alguna forma u otra debían arriesgarse, siempre y cuando fuera ella misma que explorara sus propias habilidades, reglas exclusivas de la Clave, gentileza por parte de Samuel.

—Necesito un arco, flechas y... solo dame un serafín —le ordenó a su madre como si se tratara de cualquier persona, por un momento olvidaba que se trataba de su progenitora. —Por favor.

Acaso ¿Tenía más opciones? Pues no, estaba imposibilitada, ya que Cristie no se iría sin haber luchado antes. En lo obstinada salió a ella, lo que le hizo sacar una pequeña sonrisa ante todo mal que se acercaba.

—Debemos estar preparados —dijo su madre. Ella era la encargada del entonces Instituto de Londres. Donde sus más leales y fieles soldados se mantenían dirigiendo a los demás cazadores; por protocolo.

Lorine apuró el paso y se dirigió a un lugar en donde guardaban armas para coger un par para su hija.

—Estás de suerte —asintió su madre a medida que le entregaba un arco y varias flechas runificadas, listas y dispuestas para su lanzamiento. —Ten esto, por precaución —su madre le extendió un cuchillo serafín y un par de dagas que se pueden esconder perfectamente en su ropa. Lorine imitó la acción de su hija, y se quedó con un gran sable runificado. —¡Chicos, la pelea está por empezar! Los que no estén seguros o preparados, aún tienen tiempo para salir de aquí. Y los que no, luchen por nosotros, por ustedes y demuestren que las horas de entrenamiento han valido la pena —se dirigió a cada uno de los estudiantes que se encontraban presente, solo tres habían abandonado.

Los otros 100 se encontraban dispuestos a sacrificarse con tal de sobrevivir y luchar por su instituto.

—Solo les pido un favor, cuiden de Cristie —apoyó una mano sobre el hombro de su hija, que la miraba con tristeza. —Muchos no lo saben, pero para que los shadowhunters sigan evolucionando y creciendo, deberán cuidar de mi hija, pase lo que pase. ¿Entendido? —todos asintieron con un grito de guerra, aun sin entender razones.

Cristie se encontraba entre lo lógico y lo irreal, entre lo apaciguado y lo revolucionado, no hallaba cómo avisarle a Magnus que demoraría un poco más de lo estipulado, ya que su móvil se había quedado sin carga en casa del brujo.

—Cristie, mis hombres están en posición... es cuestión de minutos que lleguen. Aun estás a tiempo de arrepentirte...

La rubia la interrumpió.

—No. Me quedaré contigo. Lucharemos juntas, mamá —le dijo mirando directamente a su madre. La amaba a pesar de todas las cosas. Daría su vida por ella si fuera necesario.

Lorine asintió y le dedicó una leve sonrisa.

—Están aquí.


(...)


Cristie se encontraba disparando a distancia con lo mejor que tenía. Alexander le había enseñado un par de trucos para ser más certera, pero rápidamente sacudió su cabeza sacándole el pensamiento del azabache, que lo único que lograría sería distraerse y cometer errores.

—¡Cuidado! —gritó cuando un demonio se acercaba rápidamente a su madre, pero Cristie fue mucho más rápido y le clavó una flecha en la cabeza. —Maldición —masculló entre dientes. Las flechas se le estaban agotando y era su mejor arma.

«Debes aprender con otros objetos y armas. No siempre tendrás tu arco para defenderte» Recordaba cada palabra que le había dicho su mejor amiga, y era cierto. Este era el momento preciso para demostrar sus horas de agotamiento y entrenamiento excesivo con Hogde.

Lanzó una última flecha defendiendo a uno de los nephilims que Lorine mandaba, despojándose de su caraj y arcos, para dar paso al cuchillo Serafín.

Jace le había enseñado como cargarlo para que los movimientos fueran certeros y concisos. Cogió firmemente el serafín e imitó los mismos movimientos que Wayland le había enseñado hace un par de días antes.

Se acercó a un asqueroso demonio y le clavó el cuchillo directamente en el pecho, pues el repugnante ser con tentáculos emitió un gemido antes de caer al suelo haciéndose cenizas.

—¡Mamá! —gritó Cristie al darse cuenta que su madre era rodeada por varios hombres con runas del círculo, estaba casi segura que Stairs y Morgenstern se encontraban en el instituto para acabar con todo a su paso, y eso incluía a su madre.

Corrió lo más rápido que pudo, y empuñó su cuchillo en varios de los demonios abriéndose paso entre ellos. De sus botas lanzó un par de dagas de igual forma para poder contener a su madre que se veía sobrepasada. Cuando uno de los hombres cogió a Lorine del cuello, pareció que a Cristie se le había acabado el aire y el mundo se movía en cámara lenta, pero ¿qué más podía hacer?, ¡lo había intentado todo! Se encontraban sobrepasados.

—Detente, Jack —Cris escuchó una voz masculina y ronca provenir de las escaleras, mientras que los shadowhunters seguían luchando para mantener el honor y el instituto en pie.

De lo poco que se veía por la falta de luz y la alarma sonando, mientras que un par de gritos se oían. Cris se detuvo un momento al ver que un hombre vestido completamente de negro bajaba las escaleras con una gran espada colgada en su espalda, dejando a la vista varias runas sobresalir de su cuello, pero sobre todo la del círculo.

—G-gabriel —Lorine lo nombró con dificultad, pues el estúpido sirviente de Stairs la seguía cogiendo del cuello, al punto de pensar que moriría estrangulada, y no estaba tan equivocada.

—Suéltala, no queremos que mi hija se quede sin su madre —le ordenó a su soldado, mientras que Cristie no dejaba de mirarlo con odio y repudio. Sus manos rápidamente se empuñaron dejándolas a un costado de su cuerpo, incluso había dejado caer su serafín por falta de control.

Lo tenía en frente, a centímetros de ella, y los pensamientos asesinos no paraban de llegar una y otra vez. ¡Quería acabar con Stairs, con su padre! Hizo suficiente daño como para perdonárselo, no podría por más que jurara abandonar el círculo, que por supuesto no sería capaz.

Lorine al ser soltada cayó al suelo, se cogió el cuello y tosía con dificultad por falta de oxígeno en sus pulmones. Hacía 14 años que no veía a su primer amor, y el hombre que la traicionó. Los años no le habían pasado en vano, pues su cabello lucía más gris de lo que recordaba, y algunas marcas de guerra quedaban en su rostro por ir en contra de todo el mundo por sus ideales sin sentido.

Cristie sacudió levemente la cabeza y con rapidez cogió el serafín que se volvió a iluminar en sus manos, para correr a socorrer a su madre poniéndose de cuclillas a su lado.

—Qué conmovedora escena, ¿no querido amigo? —Stairs habló a su espalda. Valentine hacía presencia de igual forma que él, pero solo se dedicaba a observar la guerra que habían provocado todo con tal de recuperar la copa mortal y Gabriel dispuesto a convencer a Cris que lo mejor era estar a su lado. Él debía tener el control sobre su hija y enseñarle todo lo que debía, así la tendría como líder exclusiva de su futuro escuadrón, la necesitaba. —Estás hecha toda una guerrera, hija —se dirigió a la rubia, que aún se mantenía al lado de su madre intentando protegerla con sus brazos.

Miraba con odio al hombre que decía ser su padre, pues no lo parecía. ¿Qué clase de padre intenta asesinar a su familia? Destruir todo lo que era parte de ella, y más, todo con tal de tener el poder absoluto de dominar el mundo de las sombras.

—¡Te destruiré! —gritó Cris intentando calmar toda la rabia que la dominaba. El terror que sintió cuando estaban asfixiando a su madre se había vuelto en más odio por Stairs. ¡Lo odiaba! Y haría todo lo posible con tal de proteger a su familia.

—No seas dramática, hija —su tono de sarcasmo iba en aumento, cosa que irritaba a la chica.

—¡Acabaré contigo Stairs! No me interesa que seas mi padre, porque un padre no abandona a su familia por seguir un ideal que no lo lleva a ningún lado —exclamaba a medida que se ponía de pie, dejando a su madre al cuidado de Sabrina que asintió para llevarla con urgencia a un lugar seguro.

—Cris... —emitió un jadeo débilmente, su cabeza daba vueltas, quizás todo era por estar a punto de morir asfixiada.

—Protégela —le pidió la joven a Sabrina para salir rápidamente de la rencilla.

La rubia se paró firmemente en seco frente a Stairs con su serafín en mano, empuñándola para contraatacar.

—No te dañaremos, mi pequeña —comenzó acercarse Gabriel a la chica. —Solo quiero que recobres la claridad de tus pensamientos, y vengas conmigo —con cada paso que daba, Cristie apretaba con más fuerza su serafín, y con la otra mano se clavaba la uña intentando despertar del sueño, pero tarde se dio cuenta que no lo era.

Muchos de los nephilim a su alrededor eran asesinados por culpa de Stairs y sus demonios, pero la hizo salir del trance cuando sintió que un cuerpo caía sobre sus pies.

—Sabrina... —sollozó, preocupándose rápidamente por su madre. Si la castaña había resultado herida, eso decía que....

—¡No! —gritó alejándose de Gabriel, negando con la cabeza y los ojos vidriosos. —¡Aléjate, monstruo! —recriminó por segunda vez lo que era. —Asesinas gente inocente por tu beneficio, ¿qué te hace pensar que me iré contigo? —se seguía alejando, no quería tenerlo cerca, le daba asco.

Stairs sonrió ladinamente.

—No lo hagamos más difícil, Cristie. Tú y yo sabemos que si no lo haces, tu madre pagará las consecuencias —se plantó en mitad de la habitación mientras hacía un ademán con sus manos.

La rubia estuvo a punto de abrir la boca para aceptar aquella ridiculez por salvar la vida de su madre, la amaba y no dejaría que le hicieran algo por culpa suya. Pero para cuando lo intentó hacer, una luz brillante se posó por detrás de los villanos, del cual aparecieron los refuerzos.

—¡No intenten nada! —exclamó Clarissa saliendo del portal que obviamente Mags había repuesto.

El brujo no podía aguantar la angustia y su corazón se oprimía al pensar en Cristie; ella estaba en peligro. Desde siempre han tenido un vínculo especial para saber cuándo se encontraba en riesgo, y eso dio al fin resultado. Por lo tanto, le pidió a Joe contactar a los chicos, los que rápidamente accedieron a venir en su auxilio.

Valentine miró claramente a la misma figura que Jocelyn, era exactamente igual a su madre.

—Miren quién se nos unió a la diversión —su tono era con gracia. —Clary, que sorpresa hija mía —articuló con ironía al intentar caminar cerca de ella. Pero lo detuvo al apuntarlo con el serafín que traía en sus manos.

—No soy hija de un monstruo como tú —le dijo sintiendo náuseas.

Jace se encontraba su lado en posición de ataque, al igual que Isabelle y Alexander, que éste último no despegaba la vista de Cristie, amenazando con su arco a Stairs y Morgenstern.

—Oh, vamos, que les sucede chicas, ¿despreciando a su progenitor? —se burló Gabriel girando en 360° para hablarles a todos los cazadores que le apuntaban. —No crean que con eso nos intimidarán —encogió sus hombros con una amplia sonrisa de victoria. El padre de Cristie chistó los dedos y en un abrir y cerrar de ojos, aparecieron más demonios rodeando a los compañeros de ella.

—Diviértanse —les dijo Gabriel a los cuatro cazadores. —Nos debemos una conversación, hija. Pero eso será cuando estemos solos —guiñó el ojo sin soltar su extensa sonrisa. Volvió a mover las manos de forma particular para desaparecer del escenario junto a Valentine.

¿Qué significaba todo eso?

Acaso... ¿Stairs podía hacer magia? Pero, ¿cómo?

Eran preguntas que de repente rondaron la cabeza de Cristie, sin embargo, de inmediato se percató que no debía pensar en eso.

—¡Mamá! —gritó al aire, para saber que se encontraba viva, más no salva. Pero antes de avanzar un demonio se paró frente a ella, intimidándola con sus tentáculos. Abrió la boca e intentó protegerse con sus manos. Para cuando el demonio la tocara estaría perdida de no haber sido por una infalible flecha de Alexander.

El azabache se acercó a Cristie y le cogió la mejilla con preocupación.

—¿Estás bien? —Cris asintió levemente buscando con la mirada a su madre, pero no la veía.

Se soltó del agarre del moreno para ir en socorro de la mujer que le había dado vida, la cual estaba mal herida, pero antes que lo hiciera agradeció.

—Gracias —se limitó a decir para retomar el paso mientras una gran sonrisa se formaba en los labios del moreno. Cris cerró los ojos y se paró en seco, girando sobre sus talones. —Cuida de los demás, buscaré a mi madre —finalizó para correr rápidamente por el gran instituto.

—Que empiece la diversión —anunció Jace apretando con fuerza su cuchillo serafín.

Alexander tensó su arco y comenzó a disparar a diestra y siniestra sobre los demonios para defender a los pocos sobrevivientes. Isabelle hacía girar el látigo a su alrededor, cercenando a los demonios que se acercaban demasiado a ella, mientras que Clarissa también hacía de lo suyo.

Cristie se podía perder fácilmente ahí, sobre todo porque no lo conocía; solo llevaba un par de horas y con eso no era suficiente reconocimiento.

Hay momentos en la vida que todo pareciera detenerse o andar a cámara lenta. Paralizándose por completo para apreciar los pequeños detalles frente de nosotros que no logramos ver normalmente. Eso podía ocurrir con los mundanos acostumbrados a tener el control sobre sus vidas, aunque al mínimo cambio se bloquean cerrando todas las salidas. Pero ese no es el caso de los cazadores de sombras; ellos habían sido entrenados para actuar por supervivencia, siempre listos para luchar y morir si era necesario, pero siempre con valentía.

Para un cazador de sombras se debe actuar coordinadamente su cuerpo y mente, prediciendo los ataques de los contrincantes y devolviéndolos con el doble de rapidez. Pero en ese momento Alexander no lograba tener esa conexión, pues se mantenía pensando en Cristie.

El azabache sentía que su cuerpo se tensaba, moviéndose con elegancia y rapidez al lanzar flechas a toda velocidad, protegiendo así a sus hermanos y a otros compañeros de labor, incluyendo la ida de Cristie, que por más que quisiera haberla seguido, sabía que lo necesitaban más en el campo.

—¡No, no, no! —negaba por lo bajo, corriendo donde su madre se encontraba tirada en el piso con varias heridas de consideración. —Mamá, por favor, no —suplicaba mientras las lágrimas inundaban sus ojos azules. Tomó la cabeza de su madre y la llevo a su pecho, protegiéndola como no lo había hecho anteriormente. —Te fallé —se recriminó en sollozos casi inaudibles por la presencia de su llanto.

—C-cris, no... —Lorine intentaba hablar con dificultad. Veneno de demonio recorría sus venas, y pensaba en que ya no habría salvación para ella.

Siseó con suavidad.

—Descansa. No hables, eso lo hará peor.

Mientras Cristie con un nudo en la garganta aferraba su madre a ella, sabía que si pedía ir al instituto aunque fuera a través del portal sería muy riesgoso, incluso podía empeorar el estado en el que se encontraba.

Jace acabó con el último demonio que estaba quedando en la habitación, y rápidamente corrieron por el extenso pasillo en el que Cristie se había dirigido, debían buscarla y llevarla de regreso a Brooklyn, pues Londres ya no era un lugar seguro para ella ni nadie.

Corrieron tras Alexander que se apresuró en buscarla, pero se detuvo en seco al ver a Cristie llorando con su madre en su pecho.

Estaba desconsolada, no había palabra alguna para calmar el dolor que estaba sintiendo, incluso si pudieran salvarla, esperar a los hermanos silenciosos significaba limitar las esperanzas para Lorine.

—Perdóname —le pedía disculpas a su madre. Cerró los ojos con todas las fuerzas que le quedaban, y una luz provino de su bolsillo sin ser vista por ella, sino por los nephilim que estaban bajo el marco de la puerta observando la escena.

Abrazó con más fuerza a su madre y un par de lágrimas cayeron sobre el rostro de la mujer. Haciendo que sus manos se movieran dificultosamente para segundos después abrir los ojos.

—Hija —suspiró profundo al llamarla. No entendía aún muy bien el por qué se encontraba ahí, cuando hace unos minutos había visto una pequeña luz que la llamaba. —Por el Ángel, Cris —ya hablaba de manera más fluida, incluso notaba que las fuerzas le volvían al cuerpo. Hizo esfuerzo para sentarse y abrazó a Cristie suponiendo a qué se debía.

—¡Mamá! —le correspondió el abrazo. Sus compañeros atónitos miraban, pero no lograban entender qué estaba pasando.

—¿C-cómo? —preguntó alejándose de ella, y dándose cuenta que su madre volvía a retomar color natural.

—Lo hiciste —dijo sin dejar de mirar a los ojos a su hija.

Cris frunció el ceño y se limpió el par de lágrimas que le corrían por sus coloradas mejillas.

—¿Hacer qué? —preguntó confundida. Continuaba sin entender.

—Tus... tus habilidades... —intento explicar. Cristie pensó que se trataba de una alucinación por haber estado a punto de morir a causa de veneno de demonio, pero sonaba real. —La pulsera, libera tus poderes —le explicó. Haciendo que Cristie devolviera la mirada a sus compañeros que lentamente se acercaban para quedar frente a ellas. —Magnus te podrá explicar con mayor detalle —terminó por decir antes de desmayarse por completo.

—Debemos trasladarla, el portal se está por cerrar —habló su mejor amiga, que le tendió una mano mientras que Jace cargaba a Lorine hasta el portal. —¿Te encuentras bien? —le preguntó, ya que la veía ida y sumamente confundida por lo que acababa de pasar.

—Sí —respondió no muy segura de ella misma— lo estaré.

¿Qué había pasado? Ella no se explicaba la razón de... sus habilidades, pero podía caber la posibilidad de que su madre tuviera razón. Minutos antes había visto hacer un movimiento de manos a Stairs para salir del lugar sin ser vistos ni atrapados por nadie, acaso ¿ella también podía realizar esos movimientos?

Jace que sostenía a Lorine, junto a Isabelle y Clarissa habían cruzado el portal para llevar a recuperación a la señora Bennet.

Cristie se paró en seco, haciendo que el azabache se topara con su espalda.

—¿Qué ocurrió, Cristie? —preguntó Alexander confundido ante su detenimiento.

La rubia giró sobre sus propios talones con un rostro lleno de dudas.

—¿Creerías que puedo ser mitad bruja? —se hizo esa pregunta en su cabeza, aunque ahí se había oído mejor.

El azabache confundido la miró y se acercó a ella para mirarla centímetros más abajo.

—Todo en ti puede ser, Cris. Eres especial, y siempre lo he sabido —comentó mientras que su respiración se hacía más lenta y áspera. Le costaba tener que estar a solas con la chica y no tener como decirle lo que realmente sentía por ella.

Simplemente no podía destruirla más de lo que estaba. Al fin de cuentas se tendría que casar en un par de semanas.

Evans se alejó de Alexander para volver a caminar al portal, pero en cuanto estuvo por cruzar giró levemente la cabeza y preguntó.

—¿Vienes?

Lightwood disimuladamente sonrió de lado, le gustaba que a pesar de todo Cristie se siguiera preocupando por él y su bienestar.

Joder, ¡la quería más de lo que pensaba! Y sabía que sus sentimientos le eran ahora correspondidos, pero tenía miedo de acabar con todo y que el instituto quedase a manos de quién menos lo esperaba.

Sacó los pensamientos de su cabeza y retomó su postura rígida para pararse al lado de Cristie. Entrelazaron sus manos sintiendo una descarga eléctrica, y cruzaron juntos el portal. 


Les dejo a mi bebé Matthew en un blends que acabé en menos de una hora /: (para ser el primero es taaaaaaaaaan lindo; sí, lo de 'lindo' es solamente porque sale él)

Espero que lo hayan disfrutado, pues pensé en ahondar mucho más en lo que era el otro instituto, Stairs y Lorine, pero iba a ser demasiado extenso, mucho más que ahora... P-pero, el próximo prometo ponerles una venganza!!!!

- En Multimedia Gabriel Stairs.

Sí, amo a ROBIN! dfsd <3

¡Spoiler!

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Quizás, solo quizás, alguien desee sacarles celos a mi nuestros protagonistas :O 

¿Adivinan de quién se trata? 

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