007. Father



¡Hola mundo subterráneo!, este apartado de la historia es nuevo, con modificaciones en algunas escenas, por lo que ¡es importante que lo lean para quiénes no lo hayan hecho!... espero les guste:)


«¡Maldita seas, Jace!, ¡¿dónde te metiste?!», Cris se preguntaba internamente.

Las calles frías de New York se encontraban vacías a esas horas. La luz de la luna era su única acompañante, pues no tuvo tiempo de armarse con nada más que su estela y una pequeña daga que mantenía en su bota de la pelea anterior.

La rubia se abrazaba con sus brazos omitiendo que el viento pasara por sobre su cuerpo, se encontraba perdida y ofuscada con tanto alboroto en su cabeza. De repente, como un flashback recordó a dónde Jace solía arrancar cuando quería pensar claramente, o simplemente arrancar de sus problemas.

Dibujó una glamurosa runa para correr a toda velocidad antes que cometiera alguna locura de la cual podría sentirse culpable el resto de su vida.

Se adentró en el oscuro bosque, buscándolo con la mirada. Se tensó al verlo apoyado solo de un delgado tronco que daba directo a un acantilado.

—Jace —llamó al chico, haciéndolo girar sobre sus talones sin expresión.

Cristie tragó saliva a duras penas, intentando aclarar su garganta, pero eso parecía trabar más su lengua. Estaba nerviosa, ansiosa y parecía no entender aún lo que ocurría con él.

—¿Desde cuándo? —preguntó Wayland sin mirarla a la cara. Caminó débilmente hacia su ex parabatai con la intención de aclarar dudas en su cabeza. Cristie sabía perfectamente la directa pregunta, pero no lograba explicarle, porque ni ella misma sabía a ciencia cierta. —¿Por qué me lo ocultaste durante todo este tiempo?

¿Ocultarle qué? Ella nunca mintió respecto a sus sentimientos, pero el tiempo siempre lo cambia todo.

—Jace, no... no quería lastimarte así, no de esta manera.

—Pero lo hiciste —la enfrentó. —Una vez juramos estar juntos para siempre, luchar codo a codo sin que nada ni nadie se interpusiese entre los dos... y de un día a otro decides dejarme por... ¿una vida mundana? —carraspeó su garganta. —Sabes, puede que entienda todo esto de tus sentimientos confundidos y demás... pero lo que no entiendo es acerca de tus sentimientos por Alec, Cristie. Es mi parabatai, mi hermano... —se paró en seco frente a ella, y levantó su rostro con una mirada ida. Sus ojos se encontraban rojos de tantas lágrimas que había derramado durante ese periodo y más.

—Jace... —sus cuerdas vocales dejaron de emitir ondas.

—Te quise, C. y aun lo hago. Es... un sentimiento inevitable —suspiró profundo y continuó. Deslizó su mano por la helada mejilla de la rubia sin dejar de hablar—, desde que regresaste dejaste mi mundo al revés. Juré odiarte y tenerte rencor, pero no sostuve mi promesa. Me perdí en tus ojos y esa mirada tan inocente, derrochando temor ante lo que significaba 'amar', aunque hace un par de años no teníamos ese miedo.

—Basta, Jace —le pedía con un nudo en su garganta.

—Pero tú y Alec... —se alejó de ella y rodó los ojos—, ustedes son polos opuestos, pero con un fin en común; ambos prometieron dejar los sentimientos a un lado por debilidad, pero mírense ahora... —sonrió con ironía, curvando sus labios levemente de lado—, yo no me interpondré en la felicidad de mi hermano, pero tampoco te dejaré ir. Te perdí una vez, y no pienso volver a permitirme hacer eso, no de nuevo, Cristie. Lucharé por ti, sea contra viento o marea, lo haré. Aunque eso tampoco significa que lastimaré a mi hermano. Solo dejaré que tú decidas por quién creas que te merece —afirmó finalmente para limpiar las pocas lágrimas que tenía sobre sus mejillas. —Bien —rápidamente cambió su postura frente a la situación, confundiendo más a Evans. —Vamos al instituto... Alec —cerró los ojos al pronunciar su nombre, le dolía— nos debe estar esperando.

Pasó por el lado de la chica sin comentarle nada más después de su confundido monólogo.

Jace podía confundirla de una manera inigualable con solo decir un par de cosas y mirarla directamente a los ojos. Pero Alexander... es solo él; auténtico e inesperado. Algo que realmente le gusta a Cristie.

—Maldición —masculló entre dientes para seguirle el paso al rubio.


(...)


Una vez en el instituto, ambos se dirigieron en busca de Alexander, pero su primera vista fue directo a la sala principal.

—¿Qué haces aquí? —interrogó Cristie al ver a Alexander sobre una pequeña mesa llena de sus flechas. —Alec.

El ojiazul la miró de reojo y sostuvo una media sonrisa.

—¿Lo olvidaste? Hoy debíamos acompañar a la niña con los hermanos Silenciosos.

—¡Hey! —Clarissa apareció en escena—, esta niña tiene nombre —replicó a la vez que el azabache rodaba los ojos. —Por cierto, me alegra que estés bien. Pero eso no significa que seamos amigos —Clary lo fulminó con la mirada, y el moreno le respondió con su típica cara de pocos amigos.

—No. Alec, no deberías ir, estás débil y... no —se negó rotundamente la rubia. Jace se paró a su lado y le dedicó una mirada cómplice a Cristie, que Alexander no pasó por alto, frunciendo así su ceño como forma de disgusto.

—Nadie irá —de la nada apareció Lydia Brandwell, alias, el peor enemigo de Evans.

—Genial —murmuró Cristie, solo siendo oída por su mejor amiga—, lo que nos faltaba —se cruzó de brazos.

—La Clave no está de acuerdo con éstas... misiones sin razones lógicas y no importantes para el instituto.

Clary furiosa, empuñó sus manos.

—¡Lo son! —defendió su postura. —Si logro recuperar mis recuerdos, quizás recuerde en dónde está la copa —asimiló que Lydia lo sabía todo, pero para ella era una gran sorpresa.

—¿La copa Mortal, hm? —preguntó asegurándose de lo que había oído. Clary asintió levantando una ceja para encararla. —No. Con mayor razón no correremos el riesgo que nadie más lo sepa —sonrió satisfecha con su agónica respuesta.

—Lydia, no seas tan dura —se escuchó provenir desde las alturas. Joe se había mantenido atento escuchando todo. —Sabes que es mejor tener la copa a nuestro alcance, y la Inquisidora te lo agradecerá eternamente —intentaba convencerla de igual manera.

«¡Diablos, Joe! Llegas de la nada y me entero que eres un nephilim», lo increpaba en su cabeza, ameritando la situación.

La rubia miró a todos, y terminó accediendo.

—Bien. Pero que después no digan que los castigaron por culpa mía... me limpiaré las manos —terminó por decir antes de salir de la habitación.

—Iré a preparar las armas. Alec e Izzy, acompáñenme —ordenó a su hermano, que no alejaba la mirada del experto en espadas. —Alec —lo volvió a llamar, dándose cuenta que el azabache se mantenía fijo observando a Evans.

Los cuatro shadowhunter se dispusieron a tener todo listo para un encuentro no tan grato con los hermanos silenciosos.

Cuando Cristie se disponía a ir a cualquier lado, Joe la jaló del brazo haciéndola detener.

—Lo siento, a veces mi hermana suele ser un poco... obsesionada con seguir al pie las leyes y reglas —le dijo guiñándole el ojo.

Oyendo lo que Joe, su amigo, decía se detuvo ella misma con gusto para seguir oyendo lo que le tenía preparado.

—Soy toda oídos —se cruzó de brazos esperando que el chico empezara. —Necesito respuestas.

Levantó ambas manos en son de paz.

—Bien —suspiró pesadamente— Lydia y yo somos los hijos de unas de las máximas autoridades de la Clave, teniendo con nosotros un gran peso por delante. Lydia por ser la mayor se lleva toda la responsabilidad que puedes ver —señaló el alrededor. —Suele acatar órdenes con facilidad y no se niega, está planificada para obedecer, en cambio yo... el hijo rebelde, soy todo lo contrario. Me negué a seguir sus órdenes y por ende me enviaron aquí hace tres años para seguirte, más bien, protegerte.

—¿Protegerme? ¡Oh, ya sé... de Valentine! —respondió de forma irónica la chica. —¡Por qué me mentiste durante tanto tiempo! —lo encaró.

—No sabíamos que eras. Bueno, que en ese tiempo habías sido una cazadora, lo juro. Solo me encomendaron protegerte de Valentine y sus seguidores que estaban a caza de una mundana por tener apellido prestigiadle.

Si la persona que los mandó era exactamente quien ella pensaba, se derrumbaría todo.

—Vale —se limitó a responder.

El castaño miró fijamente a la chica.

—¿Sólo vale? —Cris asintió a medida que se alejaba de él. —¡Cris! —gritó llamando su atención por última vez, pero ella ya se había alejado lo suficiente de él como para maldecirlo en voz alta.


(...)


—¿Todo listo? —preguntó Clarissa.

Los cinco cazadores y el mundano habían llegado a la Ciudad de Hueso ilesos por la conducción de Simón. El mundano bajó nervioso del furgón por el lugar tan tétrico y paranormal que tenía frente a él.

—Esto da miedo —dijo Lewis.

—No me digas que estás asustado —mencionó Izzy a su lado con su sonrisa sensual.

—Nací asustado —replicaba el chico de anteojos. Jace rodó los ojos ante su comentario. —Eso sonaba mejor en mi cabeza.

Jace se paró frente de los cazadores.

—Iremos a ver si es seguro —Anunció sin negaciones.

Cristie y Clary estaban dispuestas a seguirlos, cuando la gran mano Alexander se interpuso en el camino de la rubia, se detuvieron.

—Quédate aquí —pidió el ojiazul a Cristie primero, y luego se dirigió a la pelirroja— igual tú, niña —Clarissa rodó los ojos cruzándose de brazos. —Iremos a ver si es seguro primero.

Cris se limitó a girar sobre sus talones molesta, mientras oía la absurda conversación de Simón con su mejor amiga.

—No me digan que no se sienten asustadas con todo esto —afirmó el mundano.

—No. Hemos pasado por eso durante toda nuestra vida —articuló Cris con voz segura.

En acción seguida apoyó su cuerpo en el furgón del mundano.

—Creo que esto le faltaba a mi vida. Digo, siempre sentí que estaba incompleta, y al fin todo comienza a tener sentido —explicaba Fairchild mirando a los ojos a su mejor amigo.

Cris sostuvo el aliento.

—¡Despejado, chicas! —avisó Jace desde una distancia considerable.

La rubia comenzó a caminar hasta llegar al lado de Alexander, quién le extendió la mano y la dirigió por el frente.

—Iremos nosotros primero, Jace... —se dirigió a su parabatai—, cuida a la niña —se burló antes de acompañar a Cris.

—Y tú a Cristie —se lo anticipó de forma desafiante.

Esto cansaba a Cristie, ella no era un objetivo ni esto una competencia. Todo eso era absurdo. Ambos debían dejar los celos de lado, y ella debía evitar que las cosas con Jace se siguieran confundiendo, ya que alguien podría salir herido.


(...)


—¿Nerviosa? —preguntó el mayor Lightwood, puesto que los demás esperarían afuera.

Cristie lo miró fijamente a esos ojos azules que se iluminaban por las antorchas, dejando a la vista los detalles en gris de sus ojos.

Suspiró pesadamente.

—¿Tú que crees?

Alec sonrió ladinamente.

—Lo siento. Suelo ser un poco torpe para estas cosas de demostrar preocupación por otros y ese tipo de cosas —admitió lo obvio, cosa que no le molestó en absoluto a la chica. —Bueno, hemos llegado —señaló. —Debes caminar al centro...

—Y esperar a que la espada diga la verdad —terminaron la oración juntos.

—Lo sé, lo sé —asintió Cris. —Si muero... no olvides visitar mi tumba a diario —se burló por lo bajo, mientras los hermanos se ponían alrededor suyo pronunciando frases en latín.



-

¡Cariño! Debemos hablar —se oía al hombre de su sueño.

Cristie podía observar todo lo que estaba ocurriendo en tercera persona, pero ellos no la podían ver.

—¿Qué ocurre Samuel? ¿Por qué traes esa expresión? —preguntó una voz similar a su madre. La rubia prefirió acercarse hasta donde provenían esas voces.

Caminó hasta la habitación que era de su madre antes de irse del instituto.

El hombre de cabellos castaños mantenía su expresión en cero, con ambas manos juntas mirando a la nada misma.

—Lo siento, pero debemos abandonar el instituto.

—¿De qué estás hablando? —la mujer de cabellos dorados con tonos marrones frunció el ceño sin entender qué estaba pasando. —Samuel...

—Me ofrecieron un puesto en la Clave y no pude rechazar, Lorine. ¡Es una oferta única!

Era el recuerdo de su padre diciéndole a su madre que debían dejar el instituto hace tres años.

—¡Eso es fantástico!, pero..., ¿por qué tu expresión? —volvió a preguntar. Samuel le dedicó una mirada cómplice, diciéndoselo todo. —No... ha vuelto —afirmó segura de la respuesta de su esposo.

—Lo siento, cariño. Pero Cristie aún no debe saber la verdad de su padre.

«La verdad de mi padre», se repetía.

En un momento de lucidez, Cristie cerró los ojos intentando despertar, pero aquella acción la llevó a otro escenario.

A algo más parecido a una guarida de villanos, de los mismos que solía ver en televisión como una aburrida mundana.

—Señor —llamó un hombre vestido de negro. —La hemos encontrado. Encontramos a su hija —aseguró, y el hombre de cabellos grises sonreía ladinamente.

—Perfecto. Encuéntrenla y tráiganla conmigo. Ella necesita de mi protección y de mis consejos. El lado de su madre solo le traerá desgracias a su vida —sonrió con más ganas que antes.

—Eso es fantástico, mi buen amigo —habló un hombre calvo a su lado... «Valentine».

—Cristie, la luz de mis ojos. Pronto volverás a mis cuidados, mi pequeña Stairs.

Eso nos facilita las cosas, Gabriel. Tú encuentras a tu hija, y ella atrae a Clarissa conmigo —sonrió maliciosamente Valentine.

-



—¡No! —gritó en un suspiro ahogado Cristie. Sus ojos permanecían estables ante la mirada de Alexander, pero una nubosidad hacía aparición. —¡Es... eso no puede ser cierto! —se negaba a creerlo.

—La espada mortal nunca miente —dijo el hermano Jeremía seguro de sí mismo.

—No... —se dejó caer de rodillas al suelo con ambas manos apoyadas en él.

Las lágrimas salían por inercia propia, mientras que Alexander preocupado corrió al socorro de la chica.

—¿Q-qué viste? —intentó preguntar lo más empático posible. No quería sonar directo ni intruso, pero de alguna forma quería saberlo y ayudar. —C...

La chica se dirigió a la vista fija en Alec. Tragó saliva crudamente y con voz débil le respondió.

—Mi... mi padre —cerró los ojos tratando de asimilar. No podía mirarlo a los ojos y decirle una verdad que no terminaba por convencerla. —Mi padre es Gabriel Stairs —Alexander rápidamente abrió sus ojos lo más grande que pudo, y abrió sus brazos para contener el desconsolado llanto de Cristie. —¡Me mintieron, Alec! ¡He vivido en una mentira toda mi vida! —cada vez sollozaba con más fuerzas. —Mi padre pertenece al círculo. Él está al mando, no Valentine.

Sentía como su respiración se agitaba con crudeza.

Siempre imaginó una vida plena y feliz a pesar de todos los problemas que presentaron, pero llegar a esa conclusión, hubiese sido algo alocado hace un par de horas atrás.

Le habían dicho vivir una vida que no era la que ella tenía dibujada. Ni tampoco tenía pintado al villano favorito por todos, sino que era nada más, ni nada menos, que su padre biológico; Gabriel Stairs.

Poco lo recordaba, pues habían borrado sus recuerdos, ¿con qué fin? No lo sabía, pero debía averiguarlo.

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