005. The Clave
Recuerden que subí Characters en otro apartado (capítulos más arriba) para que lo lean!
Lo hice con amor:c asdas
...
Cristie estaba fundida en sus pensamientos, teniendo la mirada sin un lugar fijo mientras se acariciaba la muñeca. El sueño de aquella noche en que el demonio la atacó había ocupado gran parte de sus días mantiéndose en su cabeza. Algo no le calzaba y eso le preocupaba.
«¿Por qué soñé aquello tan extraño?», se replanteaba.
Esa niña no le parecía familiar, quizás se parecía un poco a ella en el tono de su cabello, pero no recordaba el lugar... pero el hombre, tal vez lo conocía, solo tal vez.
—Cristie —la llamó su mejor amiga, acercándose a ella y tomándola de la mano. —¿Qué te ocurre? Llevas días enteros con esa actitud extraña, ¿Alec te dijo algo? —le preguntó abriendo firmemente sus ojos, con la intención de asesinar a su hermano si eso pasaba.
La rubia sonrió por lo bajo y negó con la cabeza.
—No, Izzy. Ésta vez Alec no tiene nada que ver —respondió dedicándole una mirada sobria al pelinegro, quien le sonreía de lado, evitando que cualquier otro nephilim del instituto se diera cuenta, pero Jace era más rápido que eso.
—¡No me puedes prohibir salir de aquí! —gritó la pelirroja con su voz chillona, haciendo que todos adivinaran rápidamente de quien se trataba. Apresuró el paso, ya que ella no se encontraba con los otros shadowhunters, para evitar que Clarissa se siguiera metiendo en problemas. —¡Necesito mi collar! ¡Me han quitado todo!, mi collar, a mi madre...Y ahora mí libertad!
La rubia intentó contener su malhumor, pero la adolescente la sobrepasaba.
—¡Clarissa! —le gritó para llamar su atención y así que callara aunque fuera por un par de segundos. —¿Qué está pasando? —caminó para quedar frente de la pelirroja, mientras se cruzaba de brazos esperando una respuesta con fundamentos y bases para aquel alboroto.
Frairchild tragó saliva. Aquella actitud de su compañera la intimidaba. Se había vuelto más sombría de lo que recordaba, y le hacía sentir extraña, es por ella que no se sentía a gusto en el instituto, pensando varias veces en huir.
—Jace... —su voz era suave— me quitó el único contacto con mi madre —comenzó a explicar. —Tiene mi collar, y lo necesito para saber que está bien —sollozaba suavemente.
—No —negó con voz seca— tener este collar contigo solo amplifica la conexión entre Valentine y nosotros. No correremos ese riesgo —hablar con Jace significaba hablar con una pared muchas veces.
Alec suspiró profundamente, mientras que Jace seguía discutiendo con Clarissa. En más de una ocasión pensó que si su hermano no siguiera queriendo a Cristie, tendría una relación de amistad-odio con la pelirroja.
—Yo guardaré eso —el azabache caminó a paso largo, sacando el collar de la mano de su parabatai. —No estará seguro con ninguno de ustedes dos, si no se ponen de acuerdo. Hemos roto muchos acuerdos con la Clave para seguir con tus juegos —seguía su paso sin mirar atrás, pero oía que le seguían.
—¡No pueden hacerme esto, Alec! —continuaba gritando Clary en vano. El moreno no le haría caso, la ignoraría por completo si no le hubiesen enseñado buenos modales.
Terminaron en la sala de combate, el ojiazul se acercó a mitad de la habitación y se puso de cuclillas para sacar su estela deslizándola sobre una de las baldosas que se iluminaba a medida que una pequeña repisa subía a vista de todos.
—¿Qué haces? —siguió preguntando al ver que Alexander no le dirigía la palabra.
—Nos está protegiendo, Clary —apoyó Cristie.
Odiaba tener que estar defendiéndola cada dos minutos porque solía meterse en problemas a menudo. Si no era por su afán de estar fuera con demonios, estaba persiguiendo a Simón para que no la dejara sola en el instituto. Era realmente insoportable.
—¿Desde cuándo lo defiendes tanto, eh? —preguntó Jace con furia. Izzy intentó detenerlo pero no pudo, él era más fuerte que ella. —¡Te hice una pregunta! —le gritó de la nada a Cristie.
Jamás en todos los años de amistad y de ser parabatai le había hablado de esa manera; nunca le había gritado.
Cris tensó su mandíbula oprimiendo que las lágrimas hicieran aparición, porque finalmente le seguía afectando como Wayland era con ella. Pero antes que dijera algo, Alexander se interpuso entre ambos, como si intentara proteger con su perfecto cuerpo a la inocente chica.
—No te atrevas —el ojiazul amenazó a su parabatai con su tono de voz y la mirada. Su expresión cambió drásticamente a seriedad total, no iba a dejar que nadie, ni siquiera su propia familia pasase por encima de Cristie de esa manera. No se lo merecía, mucho menos por estar defendiéndolo.
—Alec... —susurró Izzy en un intento por separarlos, pero cada vez estaban más cerca.
Cristie al igual que Clarissa intentaban contar hasta el número cien para que sus emociones no le jugasen en contra, debían mantenerse con la cabeza fría ante cualquier eventualidad.
—¡Jonathan!, ¡Alexander! —exclamó los nombres de sus dos hijos varones mientras bajaba las escaleras con apuro para presenciar lo que estaba por ocurrir si no llegaba a momento. —¡Qué les pasa, por el Ángel! —al igual que Izzy, se interpuso entre ambos. —Ustedes no habían discutido así —los miró a ambos, y Cristie avergonzada bajó la mirada para observar sus zapatos.
—Es mi... —intentó hablar ella, pero fue interrumpida.
—Fue mi culpa, madre —se anticipó Alexander. Él sabía perfectamente que si Cristie se atrevía a decir algo, su madre sospecharía y por ende los alejaría. Era algo que no estaba dispuesto a vivir. —Fui yo el causante de esta disputa —se inculpó por segunda vez, a la par que daba la cara frente su madre.
Jace iba hacer exactamente lo mismo, ambos darían cara para sobrellevar la situación frente su madre, pero ella fue más rápida. Maryse miró con seriedad a su hijo mayor, detectándolo de pies a cabeza.
—Acompáñame —terminó por ordenar.
Alexander cabizbajo le siguió los talones a su madre, era incapaz de desobedecer alguna de sus órdenes, él adoraba a su madre, aunque no demostrara interés alguno en los dos mayores; para ella siempre Jace fue su preferido.
Cristie intentó seguirlos para defender a Alec, pero su mejor amiga la jaló del brazo.
—Hablen luego, sabes cómo es nuestra madre en estas situaciones, y si interfieres... es capaz de enviarnos a Idris otra vez —le dijo mirándola a sus ojos azules.
Ella adoraba a su amiga, pero había veces en que debía decirle las cosas como eran. No iba a permitir que ella o su hermano salieran heridos y fueran distanciados completamente por una tontería.
(...)
—No creas que no me doy cuenta de lo que está pasando, Alexander —su madre habló con voz firme y autoritaria.
Habían llegado al despacho de Maryse, ubicado en la planta superior del instituto; las blanquecinas paredes combinaban perfectamente con los muebles de color perla y un retrato de la mujer adornaba la extensa pared a sus espaldas.
Alexander intuyó a que se refería. En estos casos debía actuar como si no supiera nada, nadie debía sospechar sobre su cercanía con Cristie.
—¿A qué te refieres, madre? —preguntó con seriedad en sus palabras. Apretaba sus puños para contenerse y no ir a encarar a todo el instituto por haber contado algo, si es que lo sabían.
El moreno se detuvo frente al escritorio de su madre, mientras ella se apoyaba en la esquina superior de éste.
—Es muy evidente cómo miras a Cristie, hijo —suspiró profundo bajando el tono de voz y dejando a un lado su fuerza. —No puedes seguirle haciendo daño a tu hermano, Alec. Son parabatai, tienen una conexión inigualable —continuó a medida que se acercaba a su hijo para poner una mano sobre su alto hombro— no rompan aquello tan lindo. Quizás no sean hermanos de sangre, pero comparten algo más que eso; ambos se quieren y se respetan, Alexander. No rompas ese lazo con tu hermano.
Alec no entendía a qué iba todo esto. De la nada llega Maryse y ¿le da consejos sobre amor? Algo debía estar pasando, y él no lo sabía.
—Lo lamento, madre. Pero siempre he sido yo el que deja todo de lado para que las demás personas sean felices por mí. He pospuesto mi felicidad durante mucho tiempo, y eso incluye a Jace. Sé que no es el momento, ni el lugar... pero, quizás los sentimientos no sean tan malos después de todo —admitió antes de salir de la vista de su madre, dejándola con las palabras en la boca.
Sabía que si se quedaba podían terminar discutiendo, y era algo que quería evitar.
—¡Evans no es de tu sangre, ni siquiera es tu parabatai. No merece todo lo que estás sintiendo por ella, Alexander!—Maryse gritó a medida que su hijo se alejaba más.
No. Ella era más que eso.
Amaba a su madre, pero eso no significaba que iba a seguir siempre sus instrucciones. Maryse no entendía que Alec había dejado de ser un soldado que podían mandar al frente de todo y todos. Él también quería encontrar a lo que los mundanos llaman 'amor' y ser feliz.
(...)
—¡Alto! —gritó Cristie a falta de aire. Se tendió en el piso, aprovechando que su mejor amiga la tenía ahí. —Esto no es para mí, ¿por qué no intentamos con flechas, algo más... de lo mío? —preguntó de forma graciosa, sacándole una gran sonrisa a la morena, que se sentaba a su lado cruzándose de piernas.
Isabelle negó levemente con la cabeza, haciendo objeción ante la propuesta de su compañera.
—Debes aprender con otros objetos y armas, Cris. No siempre tendrás tu arco para defenderte, eso deberías saberlo perfectamente.
—Lo sé. Es solo que... me ha costado poder acostumbrarme a todo esto de nuevo. Ha pasado menos de un mes y creo que no he mejorado mucho. Es penoso —se burlaba de ella misma. Imitó la acción de su mejor amiga y se sentó a su lado de la misma forma. —Sabes, siempre he pensado que si no me hubiera unido con Jace, ahora tú y yo seríamos inseparables —mencionó en voz alta. Cristie solía hacerlo; pensaba en voz alta. Aunque a veces eso no fuera favorable y le jugara en contra.
Izzy derrochó una sonrisa de oreja a oreja, sacándole una carcajada de alegría.
—¿En serio, lo crees? —preguntó con evidente felicidad. A ella le hubiese encantado haber sido su parabatai, siempre lo esperó así... es por eso que nunca quiso tener a nadie combatiendo a su lado.
—¡Claro que sí! Pero creo que ya nos hemos pasado de edad, ¿no? —emitió una mueca. —Aunque eso no quita que luchemos juntas, eres y siempre serás mi mejor amiga Isabelle Sophia —expuso con una sonrisa.
Izzy se abalanzó sobre ella para abrazarla fuertemente.
—Y pronto, quizás... seamos familia —se alejó para guiñarle el ojo, por lo que Cris se ruborizó y no admitió ni negó nada. —Bueno, mucho descanso por hoy. De pie-
—Vamos, Belle... piedad.
Le extendió una mano a su mejor amiga para ayudar a ponerse de pie.
—Continuemos, recuerda: vista al frente y a la defensiva, siempre —Cris asintió poniéndose en posición de ataque.
Era lo que más le gustaba de estar ahí encerrada, convivir junto a su mejor amiga y tener siempre cosas divertidas de qué hablar. Sin mencionar que Isabelle salía con cada locura, y ella siempre la acompañaba, aunque se llevaran los retos.
Minutos después, su entrenamiento fue interrumpido por una voz familiar.
—¿Puedo? —preguntó Wayland desde la esquina inferior.
Isabelle le dedicó una mirada cómplice a su compañera, y como por telepatía asintió. Bajó del centro, dejándole espacio a su hermano.
—De acuerdo, pero no seas tan duro con ella —le pidió casi suplicándole con ironía. —Mientras iré a buscar algunas toallas —señaló para salir corriendo de la sala de entrenamientos.
Cristie rodó los ojos, entendiendo que Jace lo único que quería era hablarle, siendo que ella lo intentaba evitar a todo momento, más aun con su última discusión por Alexander.
La rubia caminó en forma recta y cogió un palo de entrenamiento con su cara tensa, Jace imitó su acción rápidamente para ponerse frente a ella.
—Creo que nos toca luchar juntos —mencionó a la vista que no había nadie más que ellos dos en la sala con poca iluminación.
—Si sirve de algo, creo que mereces una disculpa.
—Hm —Cris jadeó levantando sus cejas, a medida que Wayland tomaba posición de ataque.
—Lo siento, en serio. No fue mi intención lastimarte ni hablarte de esa forma —se disculpó esperando que la rubia respondiera, pero ella solo avanzó dispuesta a golpearlo. —Lánzame al suelo si eso te hace sentir mejor —hablaba con dificultad al hacer fuerza contra su ex parabatai.
Sus dos palos de entrenamiento se encontraban uno sobre el otro, pero ninguno de los dos se rendía.
—No me hagas darte la razón Wayland —Cris sonrió ante esto, desconcertando a su contrincante.
Aprovechó de desequilibrarlo, pero él fue más rápido y la esquivó.
—No avances al golpear —le enseñaba en algo medio extraño para ambos. Ni siquiera parecía un entrenamiento, solo liberaban tensiones y limaban asperezas. —Separa los pies.
Los golpes de ambos eran cada vez más rápidos. Cristie le dio una patada al palo de Jace mientras esquivaba sus golpes, pero en un momento de distracción, la chica aprovechó la ocasión para coger el palo de su compañero, haciendo que él cayera al suelo.
—Debes trabajar en tu defensa —añadió la rubia, con una sonrisa victoriosa. Miró al chico desde una mayor altura y le extendió su mano para ayudarlo como solía hacerlo antes. —He perfeccionado en esto, ahora es imposible que me logres ganar Jonathan —manifestó satisfecha de su esfuerzo.
Jace cogió su mano, y con la otra se impulsó desde el suelo, haciendo que sus cuerpos quedaran muy cerca del otro. Pero Cristie sacudió la cabeza recordando que debía ir con Alec.
—M-me... tengo que ir —dijo rápidamente, desapareciendo de la vista de Wayland.
(...)
—¡No puedes, no irás! —gritaba el chico de cabellos dorados.
Sus gritos se podían oír por todos lados, era inevitable que él y la pelirroja discutieran. Era pan de cada día.
Cris se levantó aturdida por los insoportables gritos, lo odiaba. Odiaba ser despertada y levantada por obligación, la ponía de un humor de los mil demonios.
—¿En serio?, ¿otra vez? —preguntó al acercarse a la sala de vigilancia con un corto pijama. Para ella era más cómodo usar vestidos cortos, así dormía mejor; su mejor amiga compartía su opinión al respecto. —¿Cuándo será el día que dejen de discutir a las 7 de la mañana? —refregó sus ojos y continuó camino ante ambos chicos.
A Jace se le notaba a millones de kilómetros la boca abierta que tenía ante el atuendo inesperado de la rubia. ¡Lo volvía loco! Y a pesar que los días pasaban, lo seguía haciendo. No existía día en que no pensara en ella, anhelaba tenerla entre sus brazos sin nadie que los pudiera separar, ni siquiera su parabatai.
Alexander tosió al hacer aparición frente de los tres shadowhunters, para que Jace no siquiera deseando lo que era suyo por derecho.
—¿Por qué tanto alboroto? —sostuvo su postura de seriedad y frunció el ceño, dejando en evidencia su despeinado cabello. Aun así parecía un modelo de portadas, un perfecto adonis con su torso descubierto. —Oh, no me digan que es por el estúpido collar —supuso por la expresión de Clarissa.
—No. Eso quedó en el pasado —replicó la chica. —Entendí que eso nos puede dejar vulnerables y en peligro —expuso Clarissa razonablemente, lo que Cris agradeció. —Solo... quiero recuperar mis recuerdos, pero ya no sé cómo.
Cristie rodó los ojos fastidiada. Era imposible tener un día de tranquilidad en el instituto con la niña dando vueltas por todos lados queriendo respuestas.
—Hay una posibilidad —anunció la propuesta sin expresión—, solo que... —la pelirroja la intervino.
—Lo haré —respondió tan rápido como su lengua lo permitía. Pero entonces Jace intervino en la conversación femenina.
Negó con la cabeza y una sonrisa irónica.
—Es peligroso, no sabemos si podrá resistir a los hermanos silenciosos. Es una mundis.
—¿Quiénes son los hermanos silenciosos? —frunció el ceño—, suena escalofriante —masculló con voz baja.
—Lo ves... la niña tiene miedo. No lo apruebo —sostuvo Alexander a medida que entrelazaba sus brazos.
Clarissa empuñó sus manos con fuerza y lo contradijo.
—¡Lo haré! Y no es una pregunta —afirmó segura, como no lo había estado nunca. —Además no soy una mundana como ustedes lo dicen, soy una nephilim al igual que mi madre, así que olviden el hecho que me negaré a ir —señaló antes de salir de la habitación principal.
—Ya la oyeron muchachos —su tono de ironía era evidente—, mientras creo que volveré a la cama —aportó finalmente Cristie con cansancio. —Tu hermana me tiene agotada, dile que hoy no sea tan dura —se dirigió a Alec antes de tomar paso a su habitación por segunda vez.
(...)
Después del inusual escándalo por parte de la pelirroja, no pudo conciliar el sueño nuevamente. Así que Cristie decidió salir a correr por las extensas calles de New York.
Se vistió cómodamente con ropa de entrenamiento, sacándole unos auriculares a su mejor amiga, y sin ser vista por nadie salió rápidamente del instituto sin un rumbo predestinado.
Necesitaba un momento de tranquilidad para ella, amaba como los rayos de sol caían sobre su rostro y la brisa que le rodeaba las fosas nasales le era refrescante.
Durante su estadía como mundana, solía hacerlo. Solía salir a correr junto a Joseph, un 'mundis' como le diría Alexander.
Él era uno de sus compañeros de trabajo y un gran amigo. Desde el día en que desapareció del instituto no tuvo más contacto con el chico, y él fue el único con que sintió esa conexión de amistad fuera de su círculo.
«Monsters stuck in you head....
We are, we are, we are...»
Cantaba al ritmo de la música, hasta que tropezó con algo, más bien, alguien.
—¡Oh, lo siento! —se disculpó mientras quitaba los audífonos de sus oídos. Rápidamente levantó la vista y se encontró con esos inconfundibles ojos verdes. —¡Joe! —gritó emocionada mientras se abalanzaba sobre el castaño para abrazarlo con fuerza. Nunca pensó que lo extrañaría tanto.
—Por Dios, Cristie —decía alejándose de ella. Su expresión de asombro era evidente. —¡Mírate! Me tenías horriblemente preocupado —señaló su amigo mientras la miraba con los ojos bien abiertos.
—Lo lamento, Joe.
Él negó con la cabeza.
—Olvídalo. Te ves hermosa —desde que conocía a Cris nunca la vio con aquella vestimenta; bermudas cortas y ajustadas que hacían lucir sus estilizadas piernas, acompañadas por una corta blusa que dejaba ver su ombligo y varias runas, que para los mundis eran nada más que tatuajes. —Estás que ardes —no aguantó aquel comentario, desconcertando a la chica.
Cristie golpeó el hombro de su amigo y éste jadeo porque no había medido su fuerza. Olvidó por completo que era una persona normal y corriente, mientras que ella tenía una runa de fuerza grabada en la piel.
—Lo siento, creo que he ido mucho al gimnasio últimamente —mintió tratando de sonar creíble.
—Así me he dado cuenta. Dejaste el trabajo de un día a otro. Emma me preguntó por ti y tuve que mentir, Cris. Me has abandonado —disminuyó el tono de voz.
—Lo sé... suelo hacer eso a menudo —borró su sonrisa recordando el pasado.
Aquello era verdad, Cristie estaba acostumbrada a dejar a las personas que le tomaba cariño. Pero era algo de lo que no estaba orgullosa y que no volvería hacer.
Viendo que el rostro de la chica caía, Joe prefirió levantarle el ánimo a su amiga. Su mejor amiga. Él no tenía en sus planes tener a alguien tan cercana como ella, una mujer excéntrica, alocada y única. Eso lo volvía loco, confundiendo así sus sentimientos por ella en algún momento dentro de sus tres años de amistad, y no se equivocaba; la quería.
—¡Ya sé! Te invito un café, y no acepto un no como respuesta —se cruzó de brazos ilusionado que Cris le diría que sí.
—¡¿Estás loco?! —señaló su atuendo. —No iré a ningún lado en estas condiciones. Pero si estás dispuesto a esperarme una hora, estaré presentable, incluso, para ir a visitar a la reina Isabel de España si deseas —lo dijo de forma sarcástica, extrañaba esas indirectas y bromas con su amigo, él era la única persona en la vida mundana que la lograba entender.
—Bien —la miró de reojo, y de inmediato se fijó en la hora de su reloj de mano. —Son las 11, te esperaré a las 12 en el Green Black, si no llegas, juro por tu madre que llamaré a la policía —rio ante su propio comentario.
La rubia rodó los ojos.
—Estás loco, mi madre te adora. No deberías ser tan injusto con ella —se cruzó de brazos haciéndose la ofendida. —Allí nos vemos, tonto —se despidió haciendo ademán con sus manos, para correr a velocidad sobrenatural para un humano común y corriente, por lo que unas cuadras más adelante utilizó su estela y usó un glamour sobre ella para no ser vista por nadie más.
(...)
Alexander había observado a la rubia por minutos desde el marco de la puerta, sin que ella lo notara. Pero dándose cuenta que se arreglaba demasiado como para permanecer en el instituto, no dudó en tomar aliento y preguntar.
—¿A dónde irás? —entró sin golpear ni pedir permiso, como siempre suele hacer.
Cristie se limitó a observarlo, ya que llevaba puesto otro tipo de atuendo que no suele usar diariamente. Si el color negro le asentaba bien, el azul marino para ser casi lo mismo le era igual, pero la polera ajustada que llevaba Alexander le hacía notar su cuerpo trabajado. No solía usar otra ropa que no fuera de nephilim.
—Saldré —avisó a secas.
Su lengua se trabaría si intentaba mentirle, no podía. Pero ¿por qué? Conocía perfectamente a Alexander, y él no dudaría en negarse a que saliera con cualquier tipo de hombre que no fuera él o su padre. Su ego no se lo permitiría.
—¿Con quién? —la empezó a invadir de preguntas, y eso era lo que quería evitar.
Si quería algo 'serio' y sincero con Alexander, no podía mentirle, no ahora que habían dicho que lo intentarían sin lastimar a nadie, y eso debía incluirlos.
—Con... —Alec levantó su ceja, cruzándose de brazos— un viejo amigo —respondió rápidamente.
—¿Disculpa? —gruñó. Sus facciones se calcaban más, dejando en evidencia sus venas marcadas. Su nuez de adán subía y bajaba notablemente a medida que tragaba saliva con fuerza. —No irás —ordenó de repente.
—¿Qué?
Él la tomó del brazo acercándola a él, y la miró fijamente a sus hermosos ojos azules.
—¿Oíste? N-o i-r-á-s —pronunció remarcando cada sílaba.
—¡Qué te ocurre, Alexander! —se intentó zafar del agarre del pelinegro, pero la sostenía con fuerza, así que el esfuerzo fue en vano. —Suéltame —intentó contener la rabia que la consumía. Cerró los ojos y suspiró profundo.
—No.
—Alexander, por favor. Esto no se trata de ti, ni de mí. No puedo estar encerrada todo el maldito día en el instituto. ¡Tenía una vida! —profirió mirándolo a los ojos. —¡Tenía amigos, trabajo! Y de la nada lo dejé todo por segunda vez —su respiración se agitaba con fuerza—, lo dejé todo por ti.
La situación se había vuelto tensa e incómoda para ambos. El pelinegro se mantenía inmóvil, con los hombros y facciones de su rostro tensas, sin expresión alguna.
Gracias al Ángel, la virgen y todos los santos por haber, Isabelle hizo aparición en la situación menos esperada.
—¡Chicos! —intentó llamar la atención de ambos chicos, que se mantenían rígidos. Entonces supo que algo había ocurrido, así que se limitó a realizar bromas fuera de contexto. —Mi madre nos necesita a todos en la sala de vigilancia. Ahora —señaló tan rápido como un flash, para no tensar más la situación de ambos.
Se miraron por última vez, pero Cristie bajó la mirada consternada. Alec le siguió los pasos a su hermana antes de acribillarse, aunque antes de salir le advirtió a la rubia.
—Esto no se queda así, me debes una conversación —la señaló con el dedo índice, dando a entender lo molesto que estaba.
(...)
Alec y Cristie le siguieron los talones a Izzy, que rápidamente se encaminó al salón con todas esas pantallas táctiles.
Al llegar los tres, una mujer rubia hacía aparición con su semblante caminar.
—Maryse —sonrió la rubia cuando entró y vio a los que para ella serían nephilim—, la Clave ordena que tome el control temporal de este instituto —anunció ante todos los presentes.
Cristie hizo una mueca, pues ya le desagradaba. Su porte perfecto y sus palabras llenas de egocentrismo le hicieron odiarla en el momento.
—No... —frunció el ceño— ¿por qué? Esto ha estado bajo control durante todo el tiempo de mi liderazgo —preguntó Alec, desayunándose con la noticia.
—No tienes por qué hacerlo —sonrió nuevamente la mujer. —Y como he dicho, es temporal —recalcó su última palabra. Sin pedirle permiso a nadie, se acercó a una de las pantallas y le pasó su estela por encima. —Necesito la libertad total para evaluar este instituto —inquirió con seguridad. —Por cierto, ¿dónde está Evans? —preguntó dirigiéndose a Alexander, que se encontraba con su típica postura seria y brazos cruzados.
—Presente —alzó una mano sonriendo de lado irónicamente, por lo que Isabelle soltó una risa a su lado.
—Así que... ¿tú eres la mejor shadowhunter, eh? —preguntó alzando una ceja con despotismo. —¿Y... Clarissa Fairchild? —la buscó con la mirada antes que Cristie dijera algo.
—Entrenando fuera —se limitó a responder Jace, pues él la había permitido que lo hiciera, eso si no se metía en problemas, con la excusa de ir a la noche siguiente a Ciudad de Huesos.
—¿Me estás diciendo que una de ustedes está paseando sola por las calles de New York rodeada de demonios? —se acercó a él y le sonrió nuevamente. —¿La hija de Jocelyn?
—Jace la ha entrenado bastante bien. Ya se sabe defender por sí sola —Alec le dirigió una mirada a Cristie, quien no alejaba la mirada de la otra rubia.
—¿El mismo Jace Wayland que decidió liderar un asalto no autorizado contra Demonios 'mandados' por el círculo? —se alejó de las pantallas con Maryse tras de ella. —He leído el informe.
—Jace puede ser un poco ambiguo, pero es uno de nuestros mejores soldados —Maryse salió a la defensa de su hijo adoptivo.
La rubia la miró seriamente.
—Eso espero. Por el bien de la chica, y el de New York, espero que su jurisdicción esté bien protegida —respiró profundo. —Recuerden que salvamos a los humanos, no los mandamos al suicidio —advirtió dirigiendo una mirada sin expresión a todos.
(...)
—La odio —le comentó Izzy a su hermano y mejor amiga, mientras caminaba a la par de ellos.
—Comparto el mismo sentimiento —apoyó a Izzy en lo que había dicho. Odiaba a las personas sobre valoradas y expuestas a 'saberlo todo', además... odiaba la manera en que miraba a su Alec.
—¿Celos? —se burló Alexander con una sonrisa ladina.
—No —contestó la rubia a secas. —Iré a entrenar —se adelantó y luego giró levemente— a solas —lo dijo indirectamente para Alec. No quería su compañía, no cuando permitía ese comportamiento extraño con la nueva enviada de la clave.
Antes de comenzar a entrenar, le marcó a Joe y le envió un mensaje para explicarle que la situación se había vuelto un poco tensa, mintiéndole evidentemente. Él entendería, no es como Alexander; prepotente y dispuesto a asesinar si es necesario. Joe es todo lo opuesto a él, atento, tierno y un muy buen amigo.
—¿Qué haces? —Cris se exaltó ante esa voz. Le provocaba escalofríos que alguien llegara de la nada y le hablara como si ella supiera que se encontraba ahí. Además le enviaba un mensaje a su amigo para evitar que alguien más los oyera hablar.
Se llevó una mano al pecho intentando recuperar el aire que se le había espantado.
—Nada —mintió mientras escondía el móvil en su chaqueta. El azabache se mantenía de pie observando la acción de la rubia, dispuesto a no irse sin antes conversar seriamente con ella. —Alec, dije que quería entrenar a solas —emitió un último suspiro.
—¿Por qué lo haces?
Cristie levantó la mirada y la clavó en los iluminados ojos de Alexander.
—¿Hacer qué? —preguntó dejando su chaqueta en el suelo y acercándose a él.
—Esto. Alejarme de ti cuando lo único que intento es dejar de ser la persona fría y sin sentimientos que me caracteriza —tragó saliva para aclarar la garganta. Se le dificultaba decir aquellas palabras, él nunca había sido así con una chica, ni con nadie. —Cada vez que intento acercarme a ti, me alejas. Eso duele —de pronto dejó su expresión rígida a un lado, y se soltó por primera vez con ella.
En el fondo, Alexander sí tenía sentimientos y le dolían las cosas, no como solía demostrar.
—Lo lamento —se disculpaba la chica mientras bajaba la mirada confundida. —Estoy... muy confundida —lo miró directamente encontrándose con sus perdidos ojos azules en busca de explicación. —No. No es sobre Jace —aclaró, notando que Alexander volvía a tomar color y a respirar. —Es... otra cosa, no sé. Si te lo dijera, pensarías que me estoy volviendo loca —sonrió levemente.
Alexander caminó a ella para quedar sobre sus hombros, y con una de sus manos, la dejó posar sobre la cálida mejilla de Cris.
—Sabes que puedes confiar en mí, y nada de lo que digas me lo tomaré a la ligera.
La rubia tragó saliva y tomó una gran bocanada de aire para intentar explicar lo que pasaba por su cabeza.
—Es... extraño. Cada día estoy soñando con una niña, parecida a mí... pero no recuerdo ser yo. La niña de mis sueños se encuentra junto a su padre, porque así lo llama... diciéndole acerca de una pulsera, y por alguna razón eso me ha tenido consumida.
El ojiazul asintió levemente y mordió su labio inferior, algo que Cris no pasó por alto.
—Debes... quizás sean recuerdos de muy pequeña, y ese 'hombre' al que le dices padre, lo sea. ¿Desde qué edad tu padre pertenece....? —Cristie interrumpió.
—¿La Clave? —terminó la oración de Lightwood— desde hace tres años, y eso es lo que no me calza. Él jamás me habló sobre ninguna pulsera, ni mucho menos me recalcó el hecho de usarla... simplemente estoy volviéndome loca.
El moreno negó con la cabeza.
—Quizás un poco —bromeó intentando subirle el ánimo a su chica. —Pero si no puedes recordar nada... quizás deberías ir con Clarissa a ciudad de Huesos —comentó a modo de referencia.
Quizás Alexander tenía razón y era la única forma de poder salir de todas estas incertidumbres que la irían destruyendo más.
—¿Sabes? A veces pienso que te estás perdiendo aquí... podrías tener una vida profesional como mundano —bromeó con el moreno, quién solo sonrió con una mueca. —Alexander, psicólogo o filósofo —rio por lo bajo al imaginárselo con otro tipo de atuendo; formal y elegante, con unos sexys anteojos.
—¿Qué?
—Oh, no nada —decía sin dejar de reír. —Sólo...abrázame —suplicó Cristie para sumirse en su olor.
Con ese abrazo quería olvidar por completo la semana de mierda que había tenido.
Primero fue lo de su sueño, continuando con la mala jugada por el demonio. Casi fue asesinada por salvarle el trasero al mundis junto a su 'best', Clarissa.
Jace confundiéndola cada vez que podía acercándose a ella, pero Cristie siempre empoderada sobre sus nuevos sentimientos a por Alec. Y ahora... la nueva encargada del instituto; Lydia.
¿Su vida podría ser más confundida?
*Tose*, cof cof.
¿Qué les parece beibis?
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