004. Feelings

Bueno, quise escribir antes del capítulo pooooorque; hay mucho de Crisalec ó Altie (no sé como shippearlo/; mátenme jajaja) 

Además de decir que me inspiro mucho, termino un capítulo e instantáneamente escribo otro, deben quitarme el pc :c asdas

En fin. 

Disfruten el capítulo que es laaaaaaaargo como o más que los anteriores; casi 6.000 palabras D: (Es todo un récord) pero Alec-Matthew me inspira a hacerlos así*-*

¡Compartan!

...


Habían dejado el local nocturno para sembrarse en la fría noche de New York. Las calles estaban estancadas de gente que caminaban a diferentes lugares, impidiendo incluso el paso del aire.

Cristie se abrazaba con sus propios brazos por el viento que chocaba contra su desabrigado cuerpo. El vestido podría ser elegante y hermoso, pero eso no le ayudaba a tener el calor corporal suficiente.

Envista que ninguno de los nephilim había llevado automóvil, —incluyendo al mundano que por lo regular solía andar en su vieja camioneta— debían caminar por varios minutos más hasta llegar a un galpón que se encontraba al lado del lago para encontrar la guarida de Magnus.

Alec no pudo evitar mirar las largas piernas de la chica que caminaba frente a él. El viento corría cada vez más fuerte, y verla así no era una opción.

Rápidamente el ojiazul se quitó su chaqueta negra, apresurando el paso y quedar al lado de su protegida. Le extendió su único abrigo y ésta lo miró confundida.

—Tómala —ofreció—, yo no la necesito —dijo evitando el contacto visual con la rubia.

—Gracias —Cristie le dedicó una leve sonrisa al mayor Lightwood. Ruborizado asintió levemente y la chica no pudo evitar camuflar su risa.

—¿Por qué ríes? —le preguntó él, siguiéndole el paso a muy corta distancia.

Evans encogió los hombros y evitó responderle. Su mirada se transportó a los chicos de su frente. Clary iba insinuadamente del brazo de su ex parabatai; sonriéndose mutuamente.

Alec no evitó imitar su acción, frunciendo así su ceño. ¿Por qué diablos le importaba tanto lo que ella sintiera?

—Llegamos —anunció Izzy con un aparato en su mano.

Los cinco nephilims se adentraron dejando a la espera a Simón por su protección.

Las paredes desaliñadas no daban inicio de que Magnus hubiera pasado por allí, ese no era su estilo.

—No creo que Mags se haya escondido aquí... este no es su color favorito —mencionó Cristie llevándose la mirada asesina de Alexander. Masificaba su enojo con el solo hecho de darle un sobrenombre al brujo, ¿por qué no a él?

—¡Chicos! —gritó Fray desde unas cajas grandes que la escondían. Izzy y Jace la siguieron, mientras que los dos 'desconocidos' se quedaron observando el lugar.

Alec no la dejaría desprotegida.

—¿Cómo conoces a Magnus? —preguntó sin premeditar sus palabras. Si se detuviera a asimilar sus acciones podría asegurar que eran celos.

La rubia tenía la mirada fija en el lugar, pero rápidamente dirigió la vista a Alec, haciendo que él la quitara de ella.

El cruce de sus ojos azules era una bomba explosiva que haría ¡Boom! En cualquier momento.

—No lo sé... —empezó a recorrer las cajas con sus dedos mientras se cubría aun con la chaqueta de Alec. Su irresistible perfume la transportaba a otra dimensión, como si lo conociera más allá de lo que ve. —Desde que tengo memoria tal vez... Mamá es muy amiga del brujo, y cuando dejamos el instituto insistió en ser él quien nos protegiera con un hechizo. Así nadie nos podría rastrear...

—Hasta hace un par de semanas —terminó la oración Alec.

—No todo es para siempre, ¿sabes? —se quedó en su posición mirando a un Alexander confundido— pensé que eras peor de lo que Izzy me contaba —sonrió impulsivamente—, pero veo que después de todo, solo necesitas un poco de comprensión y una buena amiga —la chica se acercó repentinamente a Lightwood, haciendo que su respiración se cortara.

La tensión aumentaba a cada paso que ella daba hacia él, esperando que se detuviera habló.

—Izzy no sabe lo que dice.

—Es tu hermana y mi mejor amiga, sabe perfectamente nuestros gustos y desagrados, Alec. Izzy nos conoce mejor que a nadie, y ella espera que algún día encuentres la felicidad —se paró en seco frente a él, mirándolo centímetros más arriba. Era alto y bien ejercitado, Cristie decía que cualquier chica estaría fascinada de estar con Alec; puede ser muy sobreprotector, pero en el fondo es una buena persona y bastante guapo.

—Cris, yo... —el mayor de los dos se acercaba a ella, fundiéndose en su hermoso par de azules.

Para él solo existían ellos dos y el resto al diablo. Su corazón parecía salir de su pecho, y su respiración le impedía hablar claramente. Espontáneamente acercó a Cristie tomándola de la cintura con suavidad para quedar a centímetros de sus labios, casi rozándolos.

—¡Alec! —pronunció en seco su parabatai. Ambos chicos se alejaron instantáneamente al oírlo de cerca. Pero gracias al Ángel Raziel, se encontraba lo bastante alejado para haber visto la incómoda escena.

Cristie tuvo que girar para no terciarse con los ojos del moreno. Esperanzada de que nadie hubiera visto la acción de ambos, se alejó dejándolo completamente aislado. Caminó hacia las afuera del lugar, y se sentó al lado de Simón que lanzaba rocas al río como un verdadero niño.

—¿Y Cristie? —preguntó Jace a medida que Alec se acercaba a mirar a una niña asustada.

—N-no... se fue con el mundano —inquirió con dificultad al hablar. Lo que había pasado recientemente lo había dejado fuera de sí.

Isabelle se acercó a su hermano mayor y le murmuró con la boca un 'para la próxima', sabiendo a qué se refería, se ruborizó más de lo que estaba anteriormente y se limitó a volver a su antigua expresión de seriedad.

—Debemos regresarla con Magnus —opinó la pelirroja. —Si ella está aquí sola, significa que Valentine lo encontró —Jace asintió, pero antes de seguirle el paso salió del lugar para asegurarse que la rubia estuviera en perfecto estado.


(...)


—¡Cariño! —el brujo abrió sus brazos para hundir a la pequeña niña en sus brazos, amortiguando su llanto desconsolable. —Estarás bien, preciosa. Ve con Martens y descansa —la niña asintió sin hablar. Esperó a que desaparecieran por uno de los amplios pasillos de su nuevo escondite púrpura, y se dirigió a los nephilim. —Gracias. No suelo hacerlo ante los shadowhunters, pero ustedes han salvado a una de los nuestros. ¿Qué puedo hacer para pagarles?

Clary y Jace se miraron de forma cómplice, insinuando perfectamente lo que querían a cambio; los recuerdos de la chica.

—Mis recuerdos, Magnus —afirmó en tiempo récord.

—Clary, eso es imposible... te dije que se los di a un demonio para protegerlos y... —el brujo fue interrumpido por Cristie.

—Mags, tú sabes que puedes convocarlo y así recuperar los recuerdos de Clarissa —optimizó el sonido de su voz, pero aun así sonó deplorable al dirigirse a la pelirroja.

Alexander odiaba el tono en que se lo decía al brujo, no tenía por qué decirle de esa forma, y tampoco sabía el por qué se sentía extraño.

El brujo ojos de gato suspiró abiertamente.

—Está bien —asintió a regañadientes. —Síganme, ¡Y no toquen nada! —gritó para dirigirse a una habitación continua a la principal.

Era una habitación mucho más espaciosa, pero con poca iluminación.

—Esto es terrorífico —murmuró Cristie con miedo. Odiaba la oscuridad, siempre lo hizo. Los lugares extensos y con poca visibilidad eran su peor miedo.

—Necesitarás esto —hizo aparecer una caja con tizas, dirigiéndose a Clary. —Deberás dibujar el pentagrama... soy malo con eso y la persona interesada debe hacerlo.

—Bien.


(...)


Al cabo de unos minutos el pentagrama se encontraba perfectamente copiado en el suelo de la habitación anti magia.

—Tu madre no se equivocaba, eres una perfecta dibujante —resonó Magnus llenándola de elogios.

—Bien, ¿podemos empezar de una vez? —preguntó Alexander aburrido de toda esta situación. Odiaba compartir espacio con otras personas que para él no eran relevantes.

Mags dirigió la mirada al moreno.

—Me encantan los chicos rebeldes —dijo intentando ligarle al moreno, pero éste lo ignoró. —Bien, son cinco las puntas, por lo que uno de ustedes quedará fuera del círculo —informó a la par que Clary y Jace tomaban posiciones en una de las puntas.

—Yo paso, odio todo esto de hablar con demonios —Cris levantó la mano como si estuviera en el salón de clases, llevándose una sonrisa escondida de Alec.

—Los demás tomen posiciones. No olviden que no debemos romper la unión o el demonio quedará en esta dimensión y eso podría ser fatal —explicó repetidas veces antes de invocarlo.

Todos se tomaron de las manos, y a medida que lo hacían una gran electricidad recorría por su cuerpo. Magnus suspiró profundo para concentrarse y Cristie se acorraló a la pared por precaución.

Un par de palabras en latín salían por la boca del brujo haciendo que un gran viento se generara por la gran acumulación de magia azotara en la habitación. Neblina y humo aparecieron de la nada, intentando separar a los cazadores.

—¡No se suelten! —ordenó Magnus desde lo que podía ver. —El demonio ha aparecido —dijo lo obvio.

—¿Qué es lo que quiere? —preguntó Alexander mientras intentaba buscar con la mirada a Cristie, asustado que podría pasarle algo mientras él jugaba al superhéroe.

El brujo les había advertido que el precio no sería barato, y el demonio tenía la opción de pedir lo que quisiera.

—Quiere un recuerdo importante de cada uno de ustedes —gritó haciendo ademán de su extraño acento.

—¡¿Qué?! —exclamó Clary desde el otro costado negando con la cabeza. Ella no quería olvidar uno de los recuerdos más apreciados para ella; su madre, ¡sino, que los quería de vuelta! Era lo único que la mantenía en pie, y no lo quería perder.

—¡Clary! —Jace la sacó de sus pensamientos. —Debes hacerlo —sugirió con autoridad. La pelirroja respiró profundamente, mientras el demonio extraía su mayor recuerdo junto a su madre.

Para Izzy le era difícil separarse del único recuerdo que tenía sobre su hermano sonriendo. Era rara vez que lo hacía, y eso ya no existiría más en su memoria.

El demonio continuó con el recuerdo de Alexander, y su expresión cambió totalmente al ver entre la nubosidad a Cris. La misma Cristie que ellos conocen, sonriéndole en varias ocasiones.

La chica abrió los ojos y empezó a caminar hacia el pentagrama sin escuchar lo que Magnus le advertía.

—¡Aléjate Cristie! —pero ella lo ignoraba caminando hacia su retrato expuesto a todos.

Alec hacía el intento por soltarse de su parabatai que lo miraba atónito e Izzy que intentaba sujetarlo con fuerza.

—¡No lo hagas, Alec! —le ordenaba su hermana, pero él al igual que Cristie hacía caso omiso a las advertencias. De pronto el demonio notó la presencia de Cristie en el pentagrama y Alec rápidamente soltó la mano de su parabatai.

Barak se insinuó bruscamente contra Cristie, tomándola fuertemente con todo su poder, mientras que los cinco integrantes del pentagrama fueron lanzados a la pared por su fuerza potencial.

Con debilidad en sus piernas Alec se puso de pie lo más rápido que pudo para ayudar a su protegida.

—¡Cristie! —pronunciaba su nombre con preocupación. Estaba siendo llevaba al otro lado con el demonio.

—¡Si lo asesinan, Clary no podrá recuperar sus recuerdos! —avisó con anticipación el hombre de púrpura.

Alec lo ignoró y sacó entre sus prendas un cuchillo Serafín. Poco le importaba que Clarissa recuperara sus recuerdos si la vida de Evans estaba en peligro.

Corrió en dirección al demonio para asesinarlo, haría lo que fuese para salvar a Cris. En un golpe certero lo hizo. Y el demonio soltó a la rubia desvaneciéndose ante la mirada de los nephilim.

—Cris —susurró nuevamente al atraparla entre sus fuertes brazos. —Vas a estar bien —sollozó para él mismo.

Jace aun en estado de shock no pudo hacer mucho.

¿Su hermano estaba enamorado de ella?, porque Cristie Evans era todo lo que él consideraba como su amada.

Sí, amada. Porque aunque él no lo admitiera, la seguía queriendo como antes. Se preocupaba de la misma manera o incluso más ahora que los años habían pasado.

No se lo esperaba, no de él.

Se pasó ambas manos por su cabello dorado, mientras que Clary se acercaba a él para consolarlo.

—Alec, llevémosla al instituto. Debe descansar —intervino su hermana con preocupación. —Ven, vamos —lo ayudó a ponerse de pies junto a su mejor amiga que posiblemente no recordaría nada de esto.


(...)


Las horas pasaban y Cristie no despertaba.

Estaba inmune a toda Iratze que le realizaban. Su cuerpo rechazaba las runas, aquel demonio era muy poderoso, y esta era la última oportunidad que tenían de despertarla.

Magnus recurrió a ellos con urgencia, su magia absorbió toda energía negativa que el demonio había provocado en la chica, en parte se sentía culpable por haber aceptado a la petición de invocarlo.

—Estará bien —afirmó el brujo—, en un par de horas más despertará, confíen en ella. Es más fuerte de lo que creen —repitió sin dejar de mirar a la chica. Aún dormida lucía perfectamente hermosa ante los ojos de cualquiera.

Mags se dispuso a salir del instituto realizando un portal, para los brujos, todo es sencillo; es cosa de pronunciar palabras y mover raramente sus manos para tener lo que quieren sin ningún esfuerzo. Es algo que los shadowhunters no conocerán jamás, puesto que ellos están hecho de esfuerzo.

—Deberías descansar, hermano —susurró Izzy en la habitación de espera para no despertar a su amiga.

Jace se encontraba al otro lado de la habitación junto a Clary, aun no podía entender qué diablos había pasado, ni cómo fue que esos sentimientos se replicaron hacia la chica. ¿Desde cuándo? ¿Cómo?

Alec negó con la cabeza apoyada en la pared.

—No me iré de aquí hasta que despierte —articuló por milésima vez en la noche sin importar que su hermano lo oyera. Alexander era el ser más obstinado y prepotente del mundo, pero cuando se trataba de Cristie todo en su planeta cambiaba completamente.

—Bien —asintió Izzy sentándose al lado de su hermano. Pudiendo así observar claramente como Jace mantenía su mirada fija en Alec, asesinándolo literalmente con la mirada. No tenía expresión alguna más que de odio y traición, el rubio se sentía traicionado por su propia familia. —Me quedaré aquí —avisó finalmente antes de apoyarse en el brazo de su hermano.



(...)


♦ ♦ ♦

—¡Corre, hija! —le pedía de manera divertida la voz de un hombre al cual no reconocía. Él perseguía a una pequeña niña de cinco años para hacerle cosquillas. La pequeña niña se detuvo por cansancio, y el hombre imitó su acción. —Debes proteger a tu madre cuando tengas la edad suficiente, mi niña. Tú los podrás salvar a todos si te lo propones, confío en ti.

—Sí papi —respondía feliz la niña.

El hombre sacaba de una pequeña y lujosa caja una hermosa pulsera de plata, haciéndole juego a su color de cabello.

—Este será nuestro secreto. Mamá no debe saber que te regalé esta pulsera —la pequeña asentía con una sonrisa de oreja a oreja, mientras su padre le colocaba la pulsera en su mano derecha. —Cada vez que quieras contactarte conmigo, apreta fuerte la pulsera y piensa en mí, ¿sí cariño? —abrazó fuertemente a su hija. —Te amo, mi pequeña Stairs.

♦ ♦ ♦



Cris abrió rápidamente los ojos, dando un grito ahogado. Se encontraba como la vez pasada, en una de las camillas de la enfermería.

Instintivamente tomó de su muñeca, haciendo ademán sobre ella. Su corazón palpitaba rápidamente, pensando en qué tenía que ver ella con ese raro sueño.

—Cris —murmuró Izzy asomándose por el marco de la puerta, llamando por completo la atención de la chica. Se apoyaba en ella como si ocultara algo. —Alguien quiere hablar contigo —avisó sutilmente haciéndose a un lado, y dejándole paso a su hermano mayor.

Alexander hizo aparición aún con su caraj en su espalda y trayendo consigo su arco. Él no se había despojado de él por temor a que algo pasara dentro del instituto. No quería perder a Cristie, sentía miedo de que algún día eso se llegase a concretar, se preocupaba por ella ignorando completamente lo que dijeran los demás.

—A-Alec... —tartamudeó en un intento de suspiro.

La rubia se acomodó en su camilla, sentándose con delicadeza. Aspiró aire como si éste le faltase desde hace minutos.

El moreno se acercó a su camilla silenciosamente, y se paró frente de ella.

—Lo siento —se disculpó por segunda vez con Cristie. La primera vez que lo hizo fue casi por su conciencia, pero esta vez lo hacía de corazón. —No quiero decepcionar a nadie, pero lo he hecho —masculló el ojiazul tragando saliva. En silencio se sentó a su lado con el rostro firme, como si estuviera atravesando un dolor incomparable. —Jace me debe odiar en estos momentos —camufló una leve sonrisa que se convirtió en suplicio.

Cristie lo miró con compasión, comprendiendo sus luchas internas, pues ella también las tenía.

—Siento haberte causado problemas con mi llegada. Sé que esta no será la primera ni la última vez que seas mi héroe —musitó la chica intentando ponerse de pie, pero él se lo impidió.

—No deberías... —colocó la mano sobre el brazo frío de Cristie.

—Alec... no deberías preocuparte tanto por mí, estoy bien.

El azabache curvó sus labios hacia arriba y Cris no pudo ignorar ese gesto.

—¿Qué? —preguntó él dándose cuenta que ella sonreía sin razón.

—Te ves tierno cuando sonríes —admitió la chica y observó que aun llevaba su apreciado arco en las manos. — Alec, ¿por qué aun llevas el arco? —preguntó con curiosidad.

Alexander fijó la mirada en sus manos y no puso ninguna expresión. Había olvidado por completo que seguía manteniendo su adicción; el arco, para protegerla.

El pelinegro sonrió de lado y enderezó la mirada a la chica nuevamente.

—¿Quién te enseñó a perfeccionar? —preguntó con curiosidad ignorando su pregunta anterior.

—Mi padre... —respondió Cristie con cierta nostalgia en su voz. Ella no había hablado sobre su padre desde que salió del instituto, ni su madre era capaz de hacerlo; ella lo había olvidado. —Nunca pensé que llamaría mi atención, pero en cierto punto lo hizo. Él siempre apoyaba cada locura mía, y en esto estaba más que dispuesto a apoyarme, aunque mi madre siempre decía que prefería que utilizara dagas o ese tipo de armas que son para mujeres —suspiró con una leve sonrisa. —Practicábamos en secreto, y ella nunca lo supo. Después que dejamos el instituto, dejé de practicarlo, pues hacerlo me recordaba a él.

—¿Qué?, ¿tú... padre? Oh, lo siento mucho —insinuó Alec disculpándose de antemano.

Cristie negó ampliamente con la cabeza.

—No, él no está muerto —aclaró con tristeza. Aquello no terminaba de tranquilizar a Alexander, sino todo lo contrario, lo confundía, y mucho. Antes de evitar cualquier pregunta, ella prefirió hablar. —Ahora es un miembro de la Clave —señaló bajando la mirada. Le daba vergüenza tener que admitir aquello, él había preferido su trabajo más que a su familia. No lo perdonaría.

Alec se frotó el rostro, y se puso de pie para caminar alrededor de la habitación, intentando clarificar todo en su mente, pero eso no ayudaba en nada. Cerró los ojos cuando sintió una delicada mano sobre su espalda.

—¿Quieres decir que... todo este tiempo nos has mentido? —preguntó sin mirar atrás. Le lastimaba que aquella mujer le mintiera, él tenía la plena confianza en que ella haría lo mismo con él.

—Lo lamento —se disculpó avanzando para quedar frente del moreno. —Prometí que no diría nada por la protección de él y de nosotras. Es una de las tantas razones de abandonar el instituto... ya sabes, si Valentine se llegaba a enterar que mi padre pertenecía a la Clave, mi madre y yo éramos una de sus primeras candidatas a morir —Cris no pudo evitar hacer una mueca con su boca, algo que le pareció demasiado atractivo a Lightwood.

—Necesito... tomar un poco de aire —terminó por decir Alec.

Salió rápidamente de la vista de Cristie como si aquella confesión lo hubiese decepcionado, e inexplicablemente Izzy entró una vez más.

—¿Qué ocurrió? —careció de dudas al ver a su hermano salir con esa expresión en el rostro.

Cris suspiró dejándose llevar sobre la camilla.

—Es una larga historia —dijo con ambas manos sobre su rostro.

—Pues bien —Izzy acercó una silla y se sentó en ella muy cerca de su mejor amiga—, tenemos todo el tiempo del mundo —cruzó sus piernas para ponerse cómoda.

Esta sería una larga noche.


(...)


Las horas habían pasado, Cristie e Isabelle no habían logrado pegar un ojo al enterarse de toda la verdad. Por fin alguien con quien Cristie se pudiera desahogar. Su mejor amiga solo sabía una parte de la historia, pero nunca se imaginó que su padre pertenecía a la Clave.

—Necesito un poco de cafeína en mi cuerpo —habló la rubia entre bostezos. Su mejor amiga asintió levemente con la cabeza y los ojos cerrados, para recostarse en la camilla que Cris había desocupado.

Había amanecido, y la rubia arrastraba sus pies contra el suelo, la pereza de caminar bien le era más grande.

—¿Qué haces despierta a estas horas? —escuchó la voz provenir de una de las habitaciones que debía cruzar para llegar a la cocina. —Deberías estar descansando —Cris se detuvo en seco, y caminó hasta encontrarse con el rubio.

—No pude dormir en toda la noche —admitió recogiendo los hombros, dejando en evidencia su cansancio. Sus ojos estaban perfectamente adornados con ojeras que a simple vista se notaban.

Jace rio por lo bajo.

—Lo sé. Izzy y tú no pararon durante toda la noche —se comenzó a acercar a paso lento. —Así que... ¿tú padre? —Cris bufó. Olvidaba que las paredes hablaban, y aquí era difícil mantener los secretos como lo que son; secretos. —No era mi intención oír nada, pero pasó —ambos blondos intercambiaron miradas, mientras Cris intentaba reprimir las lágrimas, sabiendo que esta era una de las razones para haberlo abandonado. —Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? —inquirió Jace con evidente desenvoltura.

A él no le costaba decir las cosas a la cara, y debía ser directo en las situaciones. Así era como lo había criado su madre Maryse.

Cristie asintió bajando la mirada, le daba vergüenza tener que aceptar todo cuando ella no se lo dijo directamente.

El rubio le volvió a sonreír, y se distanció para coger uno de sus cuchillos. Suele entrenar desde muy temprano.

—Gracias —susurró Evans antes de salir de la habitación, olvidando completamente que iba a la cocina.


(...)


—¡¿Qué haces?! —escuchó una voz furiosa desde la entrada de la habitación.

Sin inmutarse la chica respondió.

—Entrenando —respondió restándole importancia, mientras que golpeaba su saco de boxeo con fuerza. En algún lugar debía liberar toda la tensión y enojo que cargó durante años.

—¡Detente! —exclamó una vez más, mientras corría al centro de la sala de combate. —¡Te estás lastimando, por el Ángel! —se paró frente de la chica, y en vista que ella lo ignoraba y golpeaba con más brutalidad el saco, la tomó por la cintura alejándola de allí.

—¡Suéltame! —gritó golpeando la espalda del azabache. —¡Alexander!

El moreno tomaba con más fuerza a la inoportuna de Cristie. Tenía estrictamente prohibido entrenar durante dos días, y el plazo aun no caducaba.

—No lo haré hasta que te calmes. No entiendes. ¡Estás poniendo en peligro tu salud!

Cris tomó una bocanada grande de aire, llenando así sus pulmones con el mismo oxígeno que compartían junto a Alec. Cerró los ojos e intentó calmarse para ser soltada por su entrenador.

—Ya. Estoy tranquila —intentó sonar lo más serena posible. Alexander lentamente la soltó de su agarre. —¿Qué ocurre contigo? —le preguntó con prepotencia, el haber cerrado los ojos no había dado mucho resultado.

—Ayer no querías verme y ¿ahora te preocupas por mí? ¡Por favor, Alexander! —se cruzó de brazos esperando que el ojiazul le respondiera. —Los mundanos lo llaman bipolaridad.

Alexander no podía evitar que se callara. Lo enfermaba, ¡lo mareaba! Pero eso era lo que le gustaba de ella. Su forma tan hostil y poco delicada de decir las cosas. Sus ojos pidiendo a gritos un abrazo que ambos necesitaban, pero ahí se encontraba él; definiendo qué es lo que sentía hacia ella.

Su hermana se lo advirtió.

«Estás completamente enamorado de Cristie, pero te da miedo lastimar a Jace. Sé que lo sientes, pero también sé que no harás nada para herir a nuestro hermano. Tienes el alma pura, Alec... y eso te llevará muy lejos»

«Te equivocas. No quiero desenfocarme del trabajo por unos estúpidos sentimientos».

«No puedes decir eso cuando sabes que es todo lo contrario, hermanito. Se nota la química entre ustedes».

«Las emociones son distracciones, Izzy».

—¿Alec, te sientes bien? —preguntó la chica tomándolo de las manos. No sabe cuánto tiempo se quedó pensando en lo que Izzy le había dicho la noche anterior al ataque del demonio.

Sentía sus cálidas manos tocar las suyas, haciendo que un calor insoportable lo invadiera. No podía dejar de admirar aquella acción que los tenía completamente unidos, y eso le agradaba en cierto punto.

—¿Alec? —reiteró una vez más, asegurándose que el moreno se encontraba bien.

—Sí. Lo estoy —respondió finalmente saliendo del trance. No había alejado las manos de la chica, porque le gustaba sentir su suave piel rozando con la de él. —Cristie —llamó la atención de la chica, haciendo que sus miradas se volvieran a entrelazar. Pero la continuación de la conversación se vio interrumpida por ella misma.

Cristie se abalanzó sobre el cuello del azabache, rodeándolo con ambas manos. Para así sellar sus labios en un cálido beso.

Sorprendido, Alexander abrió los ojos mientras que ella aguantó lo más que pudo, pero esos labios carnosos rogaban que lo hiciera. Quería sentir ese sentimiento que la había inundado a sus quince años, pero esto había sido totalmente diferente. Mucho mejor.

El moreno la tomó por la cintura apegándola a él, dejándose llevar ante la seducción de su compañera.

Todas y cada una de las veces que se repetía a él mismo que los sentimientos los hacía inútiles habían desaparecido. Ella era todo lo que quería recordar en ese momento. Guardar aquel recuerdo para siempre.

Era la primera vez que Alec besaba a alguien, demostrando así sus sentimientos hacia ella.


(...)


'Cinco de la tarde. Entrenamiento'.

Revisó por quinta vez el texto, y lo envió satisfecho. Él siempre ha sido de pocas palabras, más cuando se trata de escribir mensajes.

—¿Es una broma? —preguntó Isabelle colgándose del hombro de su hermano para poder leer aquel mensaje que tanto llamaba su atención. —Si esa es tu forma de decirle a mi mejor amiga que te importa, te enviará lejos de aquí —se burló la pelinegra al darse cuenta que a su hermano sí le importaba Cristie, por más que lo negara, lo hacía. —Si pides mi opinión, a las mujeres nos gustan los hombres seguros de sí mismos, y sobre todo directos.

Alec mantenía su mirada fija en el móvil nuevo. Él no solía utilizar objetos de mundanos, pero desde que supo que Cris portaba uno, el decidió que era momento de 'renovar' y dejar un poco su odio por los mundis a un lado.

—Cuando pida tu opinión, me la das. Mientras tanto, no te metas.

Isabelle se esperaba aquella reacción tan áspera de su hermano, siempre había sido así con ella. Pero eso de nada importaba si los había visto en una situación un poco inusual.

No habían hablado durante horas y eso desesperada a Alexander, le preocupaba que Evans sufriera algún daño y él no haber estado para protegerla. Entonces las puertas del ascensor se abrieron, dejando ver a Cristie y Jace conversando como si nada estuviera pasando. El moreno se restringió a empuñar sus manos con furia. Sentía celos de su propio hermano, de su propio parabatai.

Eso estaba jodidamente mal.

Era imposible para él borrar el recuerdo que quizás lo marcaría para siempre; Jace y Cristie juntos en la parte superior del instituto, besándose. Alexander había decidido ir en búsqueda de su hermano, pues su madre lo necesitaba, y lo único que hizo fue encontrarse con esa escena. Aquel día juró no volver a querer a nadie y nunca caer en los sentimientos inservibles.

—Relájate, Alec —le pidió su hermana acercándose a él. Lo jaló hacia atrás, notando la expresión del azabache.

El ojiazul prefirió contar hasta un millón en su cabeza, aunque le fuera casi imposible poder contenerse por más tiempo. Por lo que prefirió salir rumbo a su habitación.

Cris se despojó su sonrisa al entrar con Wayland a la sala principal, en donde encontró a su mejor amiga sola.

—¿Qué le ocurrió? —preguntó confundida al notar que una cabellera similar a la de Isabelle se alejaba a pasos largos.

Izzy miró detenidamente a su amiga, evidenciando a qué se debía la actitud del moreno. Dispuesta dio un paso al frente para seguirlo, pero fue detenida por ella misma.

—Deja que se le pase. Cuando esté con la cabeza fría le hablas, sino empeorará la situación —aconsejó conociendo perfectamente a su hermano.

Gracias al Ángel, Wayland se había alejado al ver a Clary en la sala de combate.


(...)


Cristie había preferido salir a caminar un momento para alejarse todo lo que se debiera a su vida. Caminó por las calles más transitadas de New York, intentando dejar su mente en blanco, olvidándose por un momento la mezcla de sentimientos y pensamientos que la atormentaban.

Hacía muchos días que no pisaba un pie fuera del instituto, se lo habían estrictamente prohibido, pero con toda la revuelta de Clary, sus padres y la copa... habían olvidado el hecho que ella pertenecía ahí, aprovechando para salir un momento en la fría noche.

No tardó mucho en volver a ver el glamur de la iglesia que parecía caerse a pedazos. Se acercó igual que cuando fue traída por Alec a la fuerza y dijo las palabras correctas.

—Cristie Evans, nephilim. Solicito permiso para acceder —al término de sus palabras, acercó su mano derecha para que la base de datos detectara sus huellas. Dio un paso hacia atrás mientras la puerta emitía un sonido de desbloqueo al abrirse.

Avanzó acorde su ánimo, por lo que mucho no era. El pasillo con poca iluminación le desgastaba la vista. Así subió las escaleras hacia su habitación, pero antes de llegar a su destino escuchó un extraño ruido que la hizo detenerse y devolver para investigar a qué se debía.

Apuró el paso para averiguar a qué se debía y encontró al azabache en su habitación con la puerta entreabierta, sosteniendo una gaza que le cubría la parte superior del brazo. Cris se asomó cautelosamente para observarlo en lo poco que lograba ver; Alexander intentaba curarse torpemente con la otra mano.

Evans no pudo evitar sonreír antes de entrar.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó dirigiéndose a él sin haberle pedido permiso para entrar.

—Estoy bien —mintió con la vista fija en la rubia.

Cristie se sentó a su lado. Su cama parecía y era muy cómoda. Atribuyendo que el moreno no tiene muy buen gusto al decorar su habitación tan escalofriante; sus paredes son de un rojo guinda y sus muebles negros.

La rubia le miró directamente su brazo herido, como si una daga le hubiese atravesado sus trabajados músculos La chica no preguntó y giró su torso tomando el botiquín de primeros auxilios que él utilizaba, poniéndolo en su regazo. Lo miró directo a sus penetrantes ojos azules y él entendió; le extendió su brazo tembloroso.

Se sonrojó ante la acción de Cristie. Sintió un escalofrío recorrer desde la punta de los pies al sentir el tacto con ella una vez más. Había olvidado el hecho de que no habían hablado después de aquel beso, y eso le atormentaba. Le preocupaba. Incluso llegaba a pensar que Cristie había decidido abandonarlo como lo hizo con su hermano.

—No logro entender —comenzó a hablar Cristie cortando el incómodo silencio entre los dos.

Alec se exaltó y miró nuevamente a la chica.

—¿Qué cosa?

—No entiendo qué logras esforzándote tanto para quedar lastimado —continuó ella dándole una mirada. —Hogde puede ser muy estricto y buen luchador, pero esto... ¡iré a hablar con él! —señaló parándose de la cama que ambos compartían. Pero fue detenida con la mano desocupada de Alexander, quien jadeó por el dolor de hacer presión.

Sus músculos reaccionaban a medida de la fuerza que emitía.

—No vayas, olvídalo —suplicó con la mirada.

Cristie tomó una gran bocanada de aire, conteniendo el esfuerzo de querer cortarle la cabeza a Hodge por haber herido de esa manera a Alexander, pero no quería lastimarlo más al hacer fuerza contra él.

—Bien dijo rendida. Se volvió a sentar al lado del ojiazul, que le sonreía por ninguna razón que ella recordara. —Oh, ¿por qué sonríes? ¿Tengo algo en el rostro? —empezó a palpar con sus manos asustada, lo que le hizo sacar una carcajada a Alec.

—No, no es eso —tosió al terminar de sonreír.

Respiró soltando el aire que estaba aguantando antes de que el azabache le respondiera. A veces, —siempre— podía ser una persona muy seria, pero estaba demostrando su otro yo. El verdadero Alexander Lightwood.

—Así que... —alargó la 'e'— Gideon ¿eh? —lo miró de manera divertida. Sabía perfectamente que no le gustaba su segundo nombre, y ella lo hacía con burla. Rápidamente Alexander cambió su expresión a la misma de siempre. Cristie apartó los ojos de él al contener la risa por su reacción. —Bueno... es tarde y a Izzy no creo que le agrade la idea que esté en tu habitación a estas horas —se acercó al moreno y le susurró en el oído, haciéndole estremecer por completo. —Podría pensar otro tipo de cosas, y no queremos eso ¿cierto? —se alejó sonriéndole de oreja a oreja, mientras que el mayor Lightwood parecía haber sido quemado con agua caliente.

Estaba rojo, ruborizado completamente, no hallaba que hacer ni qué decir. Entonces él tomó la iniciativa y se puso de pie para ganarle en altura a su compañera.

Ella era más bajita que él, por lo que debía mirar centímetros más arriba, aun si se encontrase con tacones lo debía hacer.

Alec la tomó suavemente por la cintura y habló improvisadamente.

—No te alejes de mí, Cris —sus ojos brillaban a la luz de los candelabros, y cada vez el ambiente se volvía más ambiguo. El moreno se acercaba más, pero terminó por unir su frente con la de ella para mirarla hacia abajo. —Por favor —pidió más en un sollozo.

Cristie no lo había visto de esa manera nunca.

Alexander se encontraba vulnerable ante cualquier rechazo de la chica, pero aun así corría el riesgo de demostrar lo que estaba empezando a sentir por ella.

Una sonrisa de oreja a oreja se formó en el rostro de Evans, haciendo evidencia de su respuesta.

—No lo haré, Alec. Pero... —fue interrumpida inmediatamente por el pelinegro.

GGWP PEOPLE!

¡Compartan!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top