7

El lunes al medio día, Ben entraba en su oficina un poco más seguro. Acababa de ir a los juzgados a verificar si era bueno el certificado. Y por fortuna le enunciaron que era un hombre casado, en toda regla. Aunque la ceremonia se hubiera realizado de una manera un tanto extraña, como Bendelin les había explicado a sus abogados.

Bien, por el momento ya tenía algo que le animara un poco. Pero había algo que le desesperaba mucho. El tener que esperar una semana, para confirmar el embarazo.

-¡Qué has hecho qué!... –la puerta se abrió estrepitosamente, dando paso a un Matt muy alterado-. Acaba de llamarme tu hermana, contándome una historia rara, de que estas casado y probablemente seas padre, del hijo de Leslie... ¡En qué demonios pensabas, cuando fuiste en su busca, tío!

-Matt –lo intentó tranquilizar, hablándole con voz segura-, cálmate quieres. Ya hay bastante, con que el que se suba por las paredes sea yo...

-Entonces, lo que tú hermana me ha contado... –se acercó al sofá del rincón y se sentó en él.

-Es verdad.

-Nunca pensé, que para hacerte con ella. Fueras capaz de utilizar métodos como esos...

-EH, yo no tengo nada que ver en éste asunto afirmó Ben-. Fueron los chicos del pueblo, quienes nos hicieron tal jugarreta.

-Increíble –lo miró con preocupación-¿Cómo te encuentras?

-La verdad –confesó llevándose las manos a la cara-. Hecho polvo. Porque por una vez, que consigo su amor, se me escapa de las manos continuamente...

-Ya veo. ¿Y ella?

-Ella-sonrió-, tan testaruda como siempre. La verdad, es que a veces dan ganas de estrangularla –resopló con pesar-. Pues me dice, que si no está embarazada quiere el divorcio.

-¿Y si lo está?

-Ahí será mejor que no entremos –dijo con ironía-. La dama, asegura que estamos en las puertas del siglo XXI y que hoy en día, no hace falta...

-No sigas, ya me lo imagino –le sonrió-. ¿Quieres al bebé?

-Claro –aseguró inmediatamente-. Y a la madre también.

-Ya veo... –se levantó-, aquí no hay nada que pueda hacer.

-Cierto. Esto es entre la señorita independiente y yo.

-Bueno, pero podrías ayudare con tu madre y hermana –le sugirió maliciosamente, dejando a Bendelin pensativo en aquello último.

-Bueno –suspiró Rosana-, ahora habrá que empezar a comprar la ropa de premamá y la del bebé.

Ya había pasado una semana desde que había regresado del pueblo. Una semana de quebradero de cabeza. Su padre, ahora que se lo había pensado estaba muy contento. Porque había conseguido lo que quería. No de una forma que le hiciera mucha gracia, pero estaba casada y embarazada, como se lo había confirmado su doctora.

Nunca había pensado que le ocurriría aquello. Era la esposa del hombre que amaba y esperaba un hijo de él. Pero no había nada de amor...Éste solo sentía deseo por ella, algo pasajero. No sabía quehacer. Bendelin le había propuesto un trato. Tenía que vivir en su casa, hasta que el niño tuviera una cierta edad. Para que de esa manera pudieran vivir juntos, el crecimiento de su hijo. Después de ese tiempo, según como estuvieran las cosas entre ellos, si ella quería irse a vivir sola, podía hacerlo. Pero tendrían que mirar con quien se quedaría el niño y por cuánto tiempo.

-¿Leslie hija, te encuentras bien?

-¿Qué? –Se despertó de sus pensamientos, para atender a Rosana-. Sí, solo estaba pensando.

-Te entiendo –le dijo con cariño-. Tu vida acaba de dar un giro de ciento ochenta grados. Y son muchas las cosas que tenías en la cabeza.-le sonrió-. Pero no te preocupes mujer, ya verás como todo se soluciona. Y como a todos se nos caerá la baba, en cuanto llegue ese retoño y más a ti niña.

-Lo sé –sonrió con cariño-. Pero es que tenía tantos planes hechos, para mi vida.

-Y quien dice que no podrás hacerlos –dijo arqueando una ceja -. Eres joven y tienes dinero. Que fueras una chica sin remedios, lo entendería. Así que no me vengas con zalamerías. Además, tienes un marido que quita el hipo y que...

-Que no me ama –dijo con frialdad y dolor en la voz.

-Tonterías –la regañó callándose la verdad. Había visto y escuchado a Bendelin, para saber que el hombre la quería más que a nada en éste mundo. Pero aquello tendrían que solucionarlo ellos-. Estoy segura de que te quiere. Muchos hombres habrían huido, en una situación como ésta.

-Lo hace por respeto y porque quiere llevarme a la cama –gruñó.

-Chica, creo que lo último ya lo ha hecho –le dijo con picardía-. Y en cuanto al respeto por tu padre, son tonterías... Pues no está éste mundo, lleno de granujas que... –espetó con cierta ironía-. Anda, dejemos de darle vueltas tontas al tema y vayamos de compras.

-¿Ahora?

-Sí. Estoy muy contenta por la llegada de ese niño.

-Pero si aún quedan por lo menos ocho meses... –se quejó con incredulidad.

-No me seas gandula, que estas cosas necesitan mucho tiempo... Y casi todo, se lo lleva el cuarto del niño.

-¡Y dale con el niño! –se quejó sonriendo-. Yo digo que es niña.

-A mi me da igual –rió-. Todos están para comérselos –dijo, mientras cogían el bolso y se dirigían a la calle.

Llegaba tarde. Había quedado a cenar con Bendelin en casa de él. Para hablar sobre si aceptaba su oferta, en caso de que estuviera embarazada. Pero su queridísimo coche, había decidido estropearse en aquel momento. En una noche como aquella, que llovía a mares. Y como testaruda que era, no había aceptado la oferta de que fuera a buscarla. Ahora tenía que llamar a un taxi... Algunas veces, el no querer depender de nadie le costaba un poco caro.

Tenía que reconocer que estaba nerviosa. No sabía cómo reaccionaría él, en cuanto le dijese que de aquí a ocho meses sería padre. Aunque no le extrañaba que ya lo supiera. Porque cuándo lo había llamado por teléfono, para invitarla a cenar su tono de voz era diferente, algo le ocultaba. No le extrañaba para nada, de que Rosana o su padre, se lo hubieran contado en cuanto se enteraron el día anterior.

Los dos estaban contentos con la idea de la próxima llegada de un bebé. Y también les gustaba, que fuese la señora de Van Holden. Encontraban a Bendelin un hombre, perfecto para ella. Era formal, cariñoso... Y un mandón. Alguien que la podía controlar a su antojo. Pero los tres estaban muy equivocados.

Fue a llamar al timbre, cuando una señora regordeta le abrió la puerta con una enorme sonrisa en la cara.

-Buenas noches, señora –cerró la puerta y enseguida la atendió, cogiéndole el abrigo-. El señor, se encuentra en la salita esperándola.

-Muchas gracias –sonrió agradecida, mientras seguía a l mujer por el oscuro vestíbulo.

El ama de llaves, llamó con suavidad a la puerta para anunciarla con un tono de voz muy cálido. No sabía si sabría ya la noticia de que era la esposa del dueño de aquella casa tan hermosa, por lo poco que había observado. Y que encima traía un bebé, en su pequeña barriga. Pero no creía que lo supiera. Pues estaba segura, que Bendelin no diría nada, hasta que todo estuviera hablado.

Allí estaba. Sola ante el hombre que amaba, sin saber que hacer. El futuro de su bebé y suyo, dependían de la decisión que tomase aquella noche.

Dios, cuanto la quería... Iba hacer lo que fuera, para que se quedara a vivir con él. De esa manera, podría ir cortejándola poco a poco, hasta llegar a su corazón. Todas sus esperanzas, estaban puestas en la cena de aquella noche.

Tenía que hacerle entrar en razón. Ahora que esperaba un hijo, era mejor por la comodidad de los tres, que se trasladara a su casa... Además, se encontraba eufórico por el hecho de que iba a ser padre. Recordaba cuando Henry había llamado a su oficina, comunicándole la noticia y ser el primero en felicitarlo. Se puso tan contento que cogió a Judith, la repartidora de correos y la besó en los labios momentáneamente. Pidiéndole disculpas enseguida, con la excusa de que acababa de recibir una maravillosa noticia.

-Buenas noches, Leslie –al fin se apartó de la chimenea, para acercarse a ella-. Ésta noche, estas realmente preciosa.

-Será entonces cierto, eso que dicen de cuando una mujer se encuentra embarazada su belleza se realza más –dijo en tono desafiante y sacándole una sonrisa torcida a Bendelin, al comprobar que seguía con su mismo carácter hacía él.

Vaya –dijo con cierta ironía-, veo que vas directa al grano.

-Y yo veo, que l anoticia no te ha producido alguna sorpresa –espetó sin ningún tipo de simpatía en el tono de voz-. He de suponer...

-Que recibí una llamada ayer –la interrumpió-. Y que me puse muy contento.

-Seguro –lo contrapuso.

-Pues sí, me gusta la idea de ser padre –la miró por unos instantes, con mirada firme-. Y creo, que hay algo de que tratar. Pero será mejor, que lo hablemos mientras cenamos tranquilamente.

-Estas seguro –volvió nuevamente a utilizar el mismo tono desdeñoso-. No quisiera que se te amargara la cena o peor aún, que se atragantara algún trozo con nuestra charla.

-Procuraré que eso no llegue a ocurrir, masticando de forma plausible –la amenazó con mirada seductora, mientras la conducía al comedor, en donde la mesa se encontraba puesta. Y la comida en un carro de metal, al lado de ésta.

-Espero que te guste la cena. Helen ha estado toda la tarde preparándola, especialmente para ti.

-¿Helen es quien me ha recibido?

-Sí. Ella y su marido, me han cuidado desde que yo era un renacuajo con pañales –por un momento, Leslie trató de imaginar a un niño pequeño como Bendelin paseándose por la casa con unos pañales. Pero era imposible, solo conseguía imaginárselo en cómo sería él desnudo, en el presente... Dejó de pensar en aquello, al ver que se sonrojaba y que Bendelin, pareció que adivinaba por dónde andaban sus pensamientos y por qué aquél repentino sonrojo.

-Se la ve una mujer muy agradable –comentó, para sacarse imagines de él de su cabeza-. Después me acercaré agradecerle...

-Imposible –la cortó rápidamente-. Hará unos diez minutos, que ella y Pedro, se marcharon a su casa, que se encuentra a medio kilómetro de aquí.

-¿Estamos solos?

-Sí-sonrió-. Pero no debes temer. Ésta zona es muy segura, no hay ningún ladrón ni...

-Eso es lo de menos –gruñó con irritación-. Quien me preocupa eres tú –bufó-. Estoy segura de que lo tenías todo bien planeado...

-Leslie –intentó tranquilizarla-, no va a ocurrirte nada. Y no he planeado nada. Helen y Pedro, viven en mi terreno, pero en una casa para ellos. Es lo más normal, que quieran tener su intimidad.

-Perdona es que estoy un poco nerviosa- se excusó.

-Pues no hay ningún motivo, por el que tengas que estarlo –dijo con gran calma-. Solo quiero que hablemos, mientras cenamos.

-De acuerdo –sonrió-, he de confesarte que estoy muerta de hambre.

-En ese caso, vamos atacar la comida –sugirió en tono de burla un poco más animado.

La cena transcurrió tranquilamente. En ningún momento, se habló de lo que se tenía que hablar. Pero cuando llegó la hora del café, Leslie vio como el semblante del hombre se tornaba más serio. Produciendo un poco de temor a su cuerpo. Ahora es cuando vendrían nuevamente los enfados y gritos... De pronto, un fuerte trueno inundó el silencio que reinaba, haciendo que Leslie diera un respingo derramando su té, encima de la alfombra. Pero se asustó más, cuando seguidamente se quedaron a oscuras.

-¡AH...! –chilló asustada-. ¿Qué es lo qué ocurre?

-Creo que los plomos han saltado, iré a comprobarlo –la miró -. Tú quédate aquí, esto es por culpa de ésta maldita tormenta. Ahora mismo vuelvo...

-No pensarás dejarme aquí sola –dijo con la voz alterada por los nervios y agarrándole con fuerza, la manga del jersey. Bendelin la miró, para ver que realmente la mujer le tenía pánico a las tormentas, de manera que era mejor que se la llevara.

-Leslie –sonó su voz cálida-, no debes temerle a la tormenta como si fuera un ciclón. Es solo un poco de agua que hace ruido con el viento...

-Y Tor, dios del trueno tira un par de ellos simplemente porque esta de diversión –le comentó con sorna-. Lo siento Bendelin, pero desde que era niña que han podido conmigo.

-No si ya lo...

-¡AH! –fue interrumpido, por otro grito y tirón del brazo, en cuanto volvió a escucharse otro fuerte trueno. En parte le gustaba que se asustara por aquello, así se acercaba a él y podía sentir su cálido cuerpo contra el suyo.

-Tranquila –dijo con voz suave-, ahora ven conmigo que vamos a comprobar los fusibles –Bendelin tenía razón, los fusibles estaban bien. Cosa que no la tranquilizó para nada. El viento soplaba cada vez con más fuerza y la lluvia caía con gran intensidad-. Bueno... –dijo mientras cerraba la puerta de la caja de los fusibles y apuntaba con la linterna hacía la puerta-, vamos a la cocina, creo allí tengo velas...

-¡No! –Dijo con miedo-. Yo tengo sueño y creo que prefiero marcharme a casa, antes de estar hablando.

-Pero Leslie –fue a protestar.

-Escúchame Ven –lo interrumpió-. Podemos hablar otro día, tenemos ocho largos meses por delante –escupió con gran ironía-. Yo estoy un poco cansada.

-Solo quería decirte –comentó con voz pausada-. Que tú no te marchas esta noche de aquí.

-¿Qué quieres decir? –preguntó con un pequeño temblor en la voz.

-Qué no pienso para nada coger el coche con este tiempo.

-¿Por qué?

-Por que no es nada seguro –se puso serio-. Además, quién sabe si el aire ha arrancado algún tendido eléctrico o un árbol, y se encuentren justamente en medio del camino. No me extraña que no tengamos luz, por alguna cosa de esas.

-Comprendo-dijo resignada.

-Aquí hay muchos dormitorios. Puedes escoger el que quieras...

-No quiero –protestó con gran rapidez, consiguiendo que Bendelin resoplara un poco mosqueado.

-Leslie, no me seas tan cabezona. No pienso coger el coche...

-Me quedaré a dormir, pero solo si tú te quedas a mi lado hasta que me quede dormida- se escuchó con timidez-. Desde pequeñita que le tengo pavor a las tormentas, si me encuentro sola... Solo hasta que me quede dormida –le suplicó en un murmuro.

-De acuerdo –sonrió-. Pero sí me sueltas de una vez del brazo, que no me extrañaría que la manga me arrastre por los suelos de ahora en adelante. Podré conducirte a mi dormitorio.

-Lo que tú mandes –dijo con voz calmada, pero notó que sus mejillas se habían sonrosado al descubrir que lo tenía sujeto tan fuerte como una niña pequeña.

-Te prometo, que ésta noche podrás dormir como los ángeles y no tendrás que temer para nada, porque yo estaré contigo –le dijo con gran dulzura y sinceridad, haciendo que la mujer se calmase un poco más. Mientras le pasaba un brazo por los hombros, para conducirla a su dormitorio.

El dormitorio de Bendelin era muy grande y masculino. Los muebles eran de colores oscuros y sencillos. Sin ningún toque decorativo, como hacia la mano de una mujer. Al igual que el cuarto de baño que había al fondo del dormitorio, todo estaba muy bien ordenado. También podría ser por la falta de accesorios. No como las mujeres, que llenaban todo el mueble con ellos... Y al mirar al centro del dormitorio, vio lo que desde un principio estuvo esquivando con la mirada. La enorme cama de matrimonio, vestida con una colcha azul... Que esperaba, margaritas dibujadas en ella, pensó irónica. Era un hombre soltero. Pero al menos tenía buen gusto.

-¿Qué te parece? –le preguntó en burla, al verla examinar todo con gran detenimiento-. ¿Paso la prueba?

-Sí –lo miró un momento-, para vivir tú solo en él, sin traerte a ninguna mujer a que pase más tiempo que una noche, está bien. Todo es muy... Masculino, pero con buen gusto. Aunque se nota que no hay ni un toque femenino. Una mujer aquí sola, se pondría las botas dando pequeños detalles, para darle algo más de alegría.

-Bueno, pues ya puedes ir cogiendo nota de tus propias palabras –le sugirió.

-¿Perdona?

-Te recuerdo, que te invité a cenar a mi casa, por un asunto en concreto.

-Cierto –se le secó la garganta-. Pero prefiero hablar de ello otro día, por que... –otro trueno resonó de tal manera, que hizo que la mujer diera un grito y se lanzara de lleno al lecho y se tapara la cara con el cojín –Maldita sea, odio cuando me dan estos sustos. Y que ni se te ocurra reír un poquito –lo amenazó.

-No soy tan idiota, todo el mundo tiene sus miedos –dijo aproximándose a ella y acariciándole el rostro con suma delicadeza. Para seguidamente darse cuenta de lo que hacía y apartarse de ella carraspeando un poco...-. Bueno, porque no tratamos de dormir un poco, ya es un poco tarde.

En cuanto su mano se retiró, echó a faltar su calor. No tenía ganas de pensar, en lo que había sucedido cuando él la había acariciado y en lo que tal vez podía suceder a lo largo del anoche. Mañana sería otro día más, en el que podría analizar todo con mejor ojo crítico. Pero aquella noche, pensaba dormir con él, es más necesitaba dejarse proteger por su calor, como su corazón le estaba implorando a gritos.

Estiró su cuerpo entre las frescas y suaves sábanas, para recostar la cabeza en la acolchada almohada. Después sintió como Bendelin hacia lo propio. Y una vez que se hubo acomodado junto a ella, la rodeó con su brazo y le susurró seguidamente al oído las buenas noches. Durante diez largos minutos, Leslie estuvo con la espalda rígida contra el pecho de él, por miedo a que con el mínimo movimiento que realizase éste hiciera alguna cosa. Pero poco a poco, sus ojos fueron cerrándose y su respiración se fue tornando más tranquila. Cuando alcanzó el sueño profundo, Bendelin se incorporó con cuidado y la observó dormir, hasta que el sueño le venció.

El suave golpeteo de la lluvia en las ventanas, fue lo que la despertó de su pacífico sueño. Tardó unos segundos en recordar en donde se hallaba y lo ocurrido. Soltó un suspiro y cerró otra vez los ojos. Nuevamente había dormido en la cama con Bendelin, y sabía perfectamente que aquella vez no habían hecho nada que les repercutiera después. Ya se habían encargado de fastidiarlo bien, aquella primera vez. ¡Estúpida! Había tenido aquella necesidad de él, y por eso estaba ahora allí. Se le escapó una sonrisa tierna. La verdad, es que Bendelin había estado magnifico con ella... Le hubiera gustado despertarse a media noche, y así poder observarlo a sus anchas.

Abrió los ojos con cierto pesar. No sabía que es lo que iba a ocurrir en su futuro, ahora esperaba un bebé. Tenía que vivir minuto a minuto, pero con cuidado. Su marido, le había hecho una propuesta, o más bien, le había ordenado. Sonrió con ironía, porque no quería la lástima de aquel hombre. Además, estaban en el siglo XXI y eran muchas las mujeres que sacaban adelante a sus hijos, sin ningún hombre.

Era un día triste, a juego como tenía sus sentimientos... Porque era triste el ver como el hombre que una ama, solo desea estar con ella por simple compasión. Unas lágrimas empezaron asomarse, al ver que su futuro no era muy claro en aquellos momentos. Desde muy pequeña, siempre había creído en el amor. Quería tener a su lado un marido que la amara, tres preciosos hijos y un perro... Por ahora, tenía al perfecto perro y venía en camino el primer hijo. Pero no tenía al esposo deseado. Bueno, sí que lo tenía en presencia, ahora le faltaba también en corazón. Solo tenía que decir un monosílabo, y sabía que su vida cambiaría para siempre. Se limpió las lágrimas y entró en el baño a darse una ducha, quería estar un poco más presentable a la hora de tener que volver a enfrentarse a él.

Se encontraba en su despacho tomándose un café y mirando por la ventana. La verdad, se podía decir que no observaba nada, porque estaba recordando lo ocurrido de la noche y rezando, porque Leslie aceptara su propuesta y poder así demostrarle poco a poco su amor.

Estaba que flotaba. Porque la mujer que amaba, llevaba en sus entrañas a su hijo... Quien iba a decir, que su vida iba a dar un giro tan importante. El un hombre que creía que nunca encontraría a la mujer de su vida, como su padre había hecho... La tenía delante de sí, con un precioso regalo, un hijo de los dos. Se rió de la situación. Eran muchas las mujeres, que habían dicho que esperaban un hijo de él, siendo mentira para poder atraparlo y exigiéndole dinero para la manutención. Y cuando de verdad ocurría aquella situación, aquella mujer le rehuía como si fuera la peste. Había que ver lo curiosa que llegaba a ser algunas veces la vida.

Unas llamadas discretas a la puerta, lo sacaron de sus pensamientos. Sabiendo que solo podía ser ella.

-Buenos días...-Ante sí apareció Leslie ruborizada-. ¿Has dormido bien?

-Demasiado bien –sonrió, mientras el tono de sus mejillas aumentaba-. Te doy las gracias por...

-Tonterías –la interrumpió-, cuando quieras lo volvemos a repetir –sonrió-. ¿Quieres desayunar? He preparado un poco de café y unas tostadas...Como es sábado, tampoco vienen Helen y Pedro.

-OH –estaba muy nerviosa-. De acuerdo, un café y unas tostadas me sentaran de maravilla.

-Entonces –se acercó a ella y acogiéndola del brazo, la condujo fuera del despacho-, vayamos a la cocina.

El estado de humor de Bendelin había cambiado. Lo sabía por el suspiro tan profundo que había soltado, al entregarle la taza del café. Algo le decía, que su día no iba a seguir como la noche...

Tenía que decirle que el lunes, sería el día en que debía darle una respuesta. Porque tenía que tener cuidado en que escogía... Solo rezaba, que lo ocurrido durante la noche le hiciera mirar de otro punto de vista su propuesta. Pero era Leslie, una mujer que no paraba de sorprender a la gente con su carácter.

-¿Tú no tomas nada?

-Ya me he tomado uno, en el despacho mientras averiguaba los daños que ha causado la tormenta.

-¿Y son muchos?

-No tenemos luz y hay que esperar a que saquen un par de árboles que están en medio del camino. Pero ya deben de estar a punto de acabar, empezaron esta mañana bien pronto.

-Bien –soltó un suspiro-. ¿Has comido algo, para acompañar el café? –le preguntó, mientras untaba mermelada de fresa en una de las tostadas.

-No...

-Pues aquí tienes –le ofreció con una sonrisa-, el desayuno tiene que ser algo más que un café.

-Está bien, aceptaré pero con una condición. Que tú te comas más de una...

-Sí, tienes razón dentro de mí tengo a una criatura que también tiene que comer –sonrió con timidez-. Por fin voy a poder comer todo cuanto quiera, sin tener que poner excusa.

-¿Y eso? –preguntó muy curioso y un poco más tranquilo, al ver que no se había enfadado con su sugerencia de que comiera más.

-Aunque no lo parezca, soy una persona que come mucho. Pero siempre me había puesto una dieta, por mi padre, que decía que se veía feo el que comiera mucho en las reuniones o cenas.

-Pero si no estas gorda.

-Lo sé, mira que como muchos dulces y no paro de picar, pero no engordo ni un gramo. Bueno es cierto que salgo a correr, pero lo hago porque me gusta y para que mi perro haga un poco de ejercicio...

-También, debes apuntar que eres una persona de muchos nervios. Y eso elimina muchas calorías...

-Cierto –sonrió al recordar todas las veces que se había enfadado con él-. Y creo que tú eres la persona, que más calorías me han hecho quemar.

-Mira, un acosa que me tienes que agradecer –sonrió, antes de morder la dulce tostada-. Ya veremos como...

-No te hagas el gracioso conmigo –le amenazó con la tostada en la mano-. No pienso dejar que me beses.

-¿Y que te hace pensar que voy hacerlo? –inquirió con picardía.

-Pues... Porque....

-Y bien, estoy esperando que me respondas –expuso en tono guasón.

-Y por que no dejamos ese tema, que no nos conduce a nada –se levantó y dejó la taza vacía en la pica.

-Y de qué quieres que hablemos –le apremió él, levantándose de la silla y poniéndose a su espalda, para posar sus manos sobre sus hombros. Produciéndole un vuelco en el corazón.

-Pues, que es lo que vamos hacer –articuló en un hilo de voz, empezando a ponerse un poco nerviosa por tenerlo tan próximo a ella.

-...Yo ya te hice una propuesta –remató con fundamento.

-Que me venga a vivir aquí contigo...

-Es lo mejor. Aquí estarás cuidada y no tendré que preocuparme...

-No soy ninguna inválida –silbó enérgicamente.

-Ya lo sé –le acarició el cabello con ternura-. Pero créeme es mucho mejor. Y cuando el niño sea un poco mayor, ya decidiremos si seguimos juntos o no. Sabes que es mejor que el bebé, se críe con una familia...

-Lo sé, pero creo que es una tontería –soltó-. Date cuenta que luego nos separaremos y eso, no es nada bueno para él.

-Y si resulta ser, que en el día de mañana decidimos no separarnos.

-Qué – se dio la vuelta expectante-, ¿porqué crees esa locura?

-Por que entre tú y yo, hay una cosa que nos une...

-Olvídalo –gruñó-, no pienso caer otra vez, ya me engañaste aquella vez...

-Yo no te engañé –espetó con enfado-, es solo que hubo un mal entendido.

-Ya –se separó de él-. Es tarde para intentar arreglarlo...

-Es mejor que lo dejemos por ahora –suspiró-. Está claro, que el intentar razonar contigo es como hacerlo con una mula.

-Y encima me insultas...-explotó colérica.

-No, no Leslie –intentó acogerla del brazo, pero se soltó de un fuerte tirón.

-Creo que es mejor que me marche. Es imposible el estar al lado de un ingrato como tú.

-¿Y quién insulta a quién? –contrapuso con sorna.

-Perdona –se giró y lo miró con burla-. Yo no te he insultado, solo te he identificado.

-Así que según tú –atestiguó con voz sexy-, soy un ingrato.

-Sí, y no pienso retirarlo-afirmó con la espalda bien erguida.

-Si la memoria no me falla, me pusiste más calificativos que ese –recordó, mientras se acercaba con cuidado a ella.

-Cierto, y cuando quieras, te los repito todos –expresó con vacilación, sin saber que estaba cayendo en la trampa.

-No creo –sonrió-. Me acuerdo perfectamente de todo y cada uno de ellos. Me dijiste que era un ingrato, un pretencioso, un mentecato –se calló un momento, para mirarla y ponerse justo delante suyo-, un machista, un idiota. ¿Y que más era? –agachó la cabeza, como si estuviera intentando recordar alguna palabra más.

-Y un playboy... –concluyó ella con una sonrisa de satisfacción.

-¡Sí, eso era! –Exclamó levantando la cabeza-. Un playboy... Que recuerdo -sonrió de forma traviesa-, que esto me recuerda mucho a cierta situación...

-¡No! –respondió escandalizada.

-¿No? ¿Acaso he dicho algo, para que te me pongas así? –inquirió divertido.

-Tú lo sabes –lo acusó, mientras daba unos pasos hacía su espalda.

-No, no lo sé. Por que no me lo dices tú, princesa.

-Lo ves –lo fulminó con la mirada-. Estas volviendo a utilizar ese término conmigo.

-¿El qué...Princesa? –se acercó más ella.

-Te estas haciendo el gracioso conmigo, verdad –dijo acusadoramente-. Pues ya puedes ir dejándolo, por que puedes llegar a recibir –lo amenazó, sin dejar de ir alejándose con cautela de él. Pero llegó un momento, en el que su espalda tocó la fría pared de la cocina. Diciéndole así, que se encontraba atrapada y a merced, del hombre que la miraba con ojos llenos de deseo.

Un deseo que también ella anhelaba, pero que no debía probar por que estaba manchado por la mentira. Una mentira de que la amaba. Cuando el significado para él de la palabra amor, era tener a una mujer que le calentara la cama durante un corto período, para ser remplazada inmediatamente por otra dama...

Estaba atrapada. Bendelin había aplastado su cuerpo con el suyo, contra la fresca pared de racholas blancas.

-Por favor, Bendelin... –lo miró con temor.

-Tranquila... –le susurró-, no voy hacerte daño. Solo quiero volver a probar tus labios, como tú también deseas probar los míos.

-No... –clamó para ser aplacada de forma vertiginosa.

Una vez más, Bendelin la sorprendió. Creyó que la besaría de forma brusca, pero solo se encontró con mucha ternura y pasión. Consiguiendo que abandonara su cordura, y se dejara llevar por la loca pasión que ardía en su cuerpo. Sus labios, fueron deslizándose de forma vaga a lo largo de su garganta, en donde la hicieron que se agarra con firmeza al cuello de él.

Aquello tenía que tocar su fin. La pasión los estaba dominando a los dos... Pero le era muy difícil. Su cuerpo no le hacía caso al cerebro. Iba por sí solo, acariciando con la misma pasión. Pasando sus finas manos por la ancha y musculosa espalda, con movimientos febriles. ¡Dios mío! No sabía en que momento, él se había quitado el polo...OH, había sido ella.

Mientras pensaba aquello, Bendelin seguía devorándola con sus labios, y sus manos empezaban a desabrochar de forma rápida la camisa. Dejándole así al descubierto, sus grandes senos tapados por la fina tela de encaje del sostén negro. Que pronto fueron cubiertos por sus insaciables labios, produciéndole un vuelco en el estómago por la agradable sensación que le producía aquello...

-Bendelin, hijo... –se escuchó la voz de una mujer muy cerca-, he venido para ver que tal estas. Acaban de retirar ahora mismo los árboles que habían en mitad del camino y... ¡Huy, perdón! –Tan pronto como había llegado, había vuelto a desaparecer.

Leslie no sabía cómo actuar. Ya estaba sorprendida, por lo que estaba ocurriendo hacía unos instantes. Pero ahora más, con la llegada de aquella mujer misteriosa, que los había sorprendido en cierta situación comprometida.

Los dos apretujados en la pared. Ella con la camisa desabrochada y el sostén bajado, abrazando con desesperación a Bendelin por la espalda. Y él, desnudo de cintura para arriba demasiado ocupado en demostrarle que él tenía razón como para escuchar que había entrado alguien. ¿Pero quién era aquella mujer? La verdad, solo había visto un movimiento en la puerta y escuchado su voz. Además, su tono hacía él había sido como muy familiar... Y también, había entrado en la casa sin que estuvieran Helen y Pedro, para que le abriesen la puerta...Sería acaso, una de las tantas mujeres con las que había estado Bendelin...

Lo miró y lo que se encontró, fue a un Bendelin que estaba jadeando debido al pequeño encuentro que habían tenido. La verdad, ahora que se daba cuenta no era el único que intentaba normalizar su respiración, debido a la pasión tan fuerte que había entre ellos dos.

-¡Mierda! –Dijo con los labios apretados, mientras miraba hacia la puerta con desesperación-. Es mi madre. Supongo que ha venido a ver los daños que ha causado la tormenta.

-¡Tu madre!-exclamó fulminándolo con la mirada. Dios mío, que iba hacer... Por que de entre todas las personas que podía haberlos sorprendido, tenía que ser su madre. Que iba hacer ahora...

-Será mejor que te arregles la camisa –le urgió él, fijando la mirada en sus senos excitados y soltando un suspiro por lo bajo-, así podré decirle que puede pasar...

-¡Estás loco! –exclamó escandalizada, pero bajando la voz rápido dándose cuenta de que la habían oído-. Y que quieres que le diga –empezó abotonarse la camisa-. Hola soy Leslie, l mujer que se encuentra embarazada de su hijo y que resulta ser su esposa. Por culpa de una noche de bebida y que ahora mismo, casi vuelve acostarse con él, por segunda vez –dijo ironizando.

-No está mal –intervino con burla.

-¡Bendelin! –lo riñó totalmente inusitada.

-Qué... –sonrió-. Lo digo en serio –se giró dirección a la puerta y llamó a su madre, anunciándole que ya podía entrar.

Para Leslie aquello era demasiado embarazoso. Sin poder evitarlo, se ruborizó de la cabeza a los pies, al imaginarse la sorpresa de su madre al verlos de aquella manera...

-Buenos días –María entró como si nada hubiera pasado-. Siento mucho el no haber llamado al timbre antes de entrar –se disculpó sinceramente.

-Tranquila madre –su voz sonó segura-. No ha pasado nada que...

-¿Así, que tú eres Leslie?-preguntó la mujer emocionada. Sonriendo al responderle Leslie con u asentimiento de cabeza-. Entonces, debo pensar que al final has aceptado el venirte a vivir aquí, como esposa de mi hijo... -¡No! Tanto Leslie como Bendelin, se quedaron petrificados en cuanto aquellas palabras salieron de su boca-. Estoy muy contenta con la llegada de un hermoso nieto.

-Mamá –empezó Ven, sin saber que decir.

-No es que pueda decir que esté muy contenta, de que me hayan privado de una boda... –dijo un tanto desanimada-. Pero aún me queda Susana y además, habrá que hacerle un buen bautizo...

-Mamá –la cortó Bendelin, empezando a perder un poco la paciencia.

-Qué –contraatacó exasperada.

-Que es mejor que te calles, vale –dijo con cierta impaciencia. La mujer se quedó callada, mirando con interrogación a los dos.

-Me estáis diciendo, que vosotros dos... –se calló al comprenderlo-. Os pido disculpas, pero al encontraros... Es normal que lo pensara –no los entendía. Se veía a mil leguas, que los dos se sentían atraídos y ahí estaban, como dos palurdos que... Bueno, sería mejor que se marchara-. Si me disculpáis, será mejor que me marche –miró sin ningún enfado a Leslie-. Encantada de conocerte. Espero que nos veamos bien pronto y cuídate mucho, quiero tener un nieto sano y guapo, del cual poder presumir con mis amigas –dijo sonriendo.

-No se preocupe –dijo con cierta timidez-, y siento que...

-OH, querida –le sonrió, acercándose para besarla-. No te preocupes, estoy acostumbrada a las decisiones raras de mi hijo. Son treinta y seis años soportándolo –le dijo en broma.

Después de despedirse, Bendelin acompañó a su madre a la puerta, dejando Leslie sola en la cocina. Era raro, sintió como un vacío en el corazón cuando la madre de Bendelin se dio cuenta de lo que ocurría. Y también sentía culpa. No es que fuera muy acertado, el que los encontrara de aquella manera y que después se enterara de que no iban a vivir juntos. Aunque estuvieran casados y esperasen un bebé. ¡Dios!. Que es lo que había hecho, para que le estuviera sucediendo aquello.

Cuando Bendelin entró en la cocina momentos después, se encontró con que Leslie estaba muy pensativa. Ahora, si que no sabía cómo estaba la relación entre ellos. Si su madre no hubiese entrado en aquel momento, tal vez hubieran hecho el amor allí mismo en la cocina. Es entonces, cuando a lo mejor Leslie se hubiese dado cuenta de lo mejor, era que se quedase a vivir con él. Por que él la quería y la iba a cuidar muy bien.

-Leslie –la llamó con voz aterciopelada –la mujer se irguió y lo miró con cierta frialdad.

-Será mejor que yo también he marche a casa...

-Escucha –intentó razonar, pero ella no le prestó atención dirigiéndose al recibidor para coger su abrigo –entiendo-. Suspiró, por lo visto ahora debería de empezar nuevamente desde cero.

La encontró en el salón de estar, con el abrigo puesto y el teléfono en mano. Se extrañó a lo primero, pero comprendió rápidamente que llamaba al servicio de taxis. Se acercó a ella, para arrebatarle el auricular y comentarle a la chica que había en el otro lado de la línea que ya no hacía falta. Al colgar se giró y miró a Leslie fijamente. Para encontrársela totalmente enfadada. Pero no iba aguantar ninguna de sus pataletas en su casa.

-Ya te llevo a tu casa –gruñó-, es lo menos que puedo hacer al ser mi invitada. ¿No crees?

-Haz lo que quieras –le urgió-, yo solo quiero irme a mi casa y si es posible, perderte de vista por un tiempo...

-Perdona –sonrió para sus adentros. Ya volvía a tener a la Leslie que conoció, en un principio. Terca como una mula-. Pero tendremos que vernos, quieras o no quieras. Te recuerdo que eres mi esposa y que...

-¡Déjame en paz! Ya sé quién soy y que estoy embarazada –gritó exasperada-. Pero nadie se ha parado a pensar siquiera en mí, en cómo me siento respecto a ello... –comenzó a pasearse de un lado a otro.

-Me estas sugiriendo la idea del aborto –dijo totalmente sorprendido y haciendo, que Leslie se detuviera repentinamente.

-¡No seas imbécil, quieres! –lo insultó enfadada, por que llegara a pensar aquello-. Es solo que tengo que asimilarlo, entiendes. Yo no tenía pensado casarme y tener un hijo, Ya tenía muchos planes hechos. Los cuales ahora, ya no...

-Entiendo –soltó un suspiro llenos de culpabilidad-. Siento mucho, el que te haya destruido tus sueños, tus planes, tu vida... –Se sentía culpable. Pero la culpa l atenían los dos. AL haberse comportado como unos irresponsables. Sí, era acierto. Su vida, en una noche había dado un giro importante. Provocando que tuviera que cambiar todos sus sueños, para convertirse en una perfecta madre, para su bebé.

La verdad, parándose a pensar. Últimamente, no se sentía completa, era como si le hubieses faltado algo. Y ahora sabía que era. Aquel hombre que tenía delante suyo y el regalo que le había dado. Pero había un problema. El amor. Aquella palabra no existía para él. Solo conocía el amor de dos semanas, dándose calor en la cama.

Estaba claro, que le proponía que se quedase a vivir con él, por que estaban casados. Casados por error. Y también, lo que se haría más evidente con el paso del tiempo, es que estaba embarazada y él, era el padre. Y claro, como buen caballero y por su reputación, al mundo de los negocios tenía que guardar apariencias. ¡Maldita sea! Por que no la amaba, como ella a él. Por que tenía que tener tan mala suerte.

Durante el trayecto en coche, ninguno de los dos volvió a mencionar palabra. Bendelin, nada más sentarse tras el volante puso una emisora de radio. Aquello fue para ella, como una señal diciéndole que no quería ser molestado por nada. Y eso fue lo que hizo, se dedicó a observar el exterior. Y en pensar, que su vida amorosa era un verdadero fracaso.

Había conseguido encontrar a su amor, como desde muy pequeña había soñado. Y que fuera igual de hermoso, como lo había sido el de sus padres, pero era imposible. Él no la amaba y aquello, era lo que hacía dudar respecto a su propuesta.

Bendelin detuvo el coche enfrente de su casa, pero no abrió la boca. Solo la miró un momento, para volver enseguida la vista al frente. Por lo visto, estaba enfadado. Mejor. De esa manera, estaba segura que no la molestaría en unos días.

-Gracias por todo –le dijo sin ninguna emoción. Mientras se apeaba del coche, sin atreverse a mirarlo a los ojos. Así que, con la espalda bien rígida, se dirigió con tranquilidad a su casa.

¡Gracias por qué! Pensó Bendelin enfurecido, mientras conducía nuevamente a su casa. Por traerla de vuelta a casa, por la cena del Viernes, por darle su apoyo o, por arruinarle la vida...

-¡Mierda! –con gran fuerza golpeó el volante con su puño, mientras pensaba lo imbécil que había llegado a ser.

Si Leslie, quería estar sola por un tiempo para poder meditar, ella ganaba. No pensaba molestarla para nada. Si quería algo de él, que fuera a buscarlo.

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