6
EL lugar se encontraba repleto de gente. Leslie estaba en la plaza comprando algo de fruta, mientras observaba los preparativos de última hora. Todo estaba quedando muy hermoso, adornado con flores, luces, muñecos hechos por la gente de tercera edad hechos con escayola, y pintado por los niños del pueblo. Estaba segura de que esa noche se lo iba a pasar en grande, con Carlos y sus amigos...
-Espero que sea de su agrado, señor Van Holden.
-Sí, es perfecta. Muchas gracias –le agradeció, dándole al joven una pequeña propina por llevarle las maletas. Aquella habitación no era muy grande, pero tenía una decoración muy acogedora. Se acercó al balcón, para admirar tan magnífica vista del hermoso jardín del hotel. Le encantaría darse un paseo relajado por él, pero tenía trabajo que hacer.
Abrió el maletín, para sacar el ordenador portátil. Primero tenía que realizar unas cartas y revisar unos informes, para enviárselos a Hanna por el servicio de fax que disponía el hotel. Luego, se relajaría con una ducha y con una buena siesta, para estar bien relajado en su encuentro con Leslie.
Se encontraba bailando con el grupo de chicos y chicas, cuando por fin Bendelin apareció en la fiesta y la encontró. Estaba muy guapa, vestida con téjanos y jersey blanco de cuello de barca. Parecía de la misma edad, con los chicos que se encontraba. Pero él sabía que no, que era toda una mujer. Una mujer con carácter y pasión, en vez de una niña mimada y sin saber nada de la vida aún. Decidió acercarse al grupo con tranquilidad y con simpática sonrisa.
-Buenas noches a todos –sonrió.
Todos los saludaron con educación y enseguida le ofrecieron una copa, felices porque otra persona se les uniera al grupo. Cuantos más fueran, más bien se lo iban a pasar. Bendelin agradeció la bebida y mientras le daba un trago, vio a Leslie muy sorprendida de su presencia allí.
-Buenas noches, Leslie –la saludó con su voz aterciopelada.
-¿Ya os conocéis? –preguntó Carlos, el chico con el que Leslie había hecho más amistad.
-Sí...Nos conocemos por su padre, por su socio y porque tenemos un asunto importante que aclarar... –explicó Bendelin, sin dejar de mirarla atentamente.
-Vaya –miró Carlos a Leslie-, no me dijiste que iba a venir él aquí.
-Es que a mí tampoco me han informado de ello –contestó con un poco de hostilidad. Para luego apartarse y dirigirse a una chica-. ¿May, me acompañas un momento al servicio?
-Claro –se ofreció la chica encantada-, yo también tengo que ir.
Cuando las dos jóvenes se disponían a marcharse, Bendelin sujetó a Leslie por el brazo y la fulminó por unos momentos con la mirada.
-Tenemos que hablar –dijo en tono cortante.
-Tranquilo, no me voy a escapar –sugirió en broma.
-Eso espero –concluyó la charla, dejándola ir.
Carlos había observado la escena atentamente sin perder detalle alguno. Por lo que le había comentado ella, había huido para tomarse unas vacaciones debidamente. Pero por lo visto, no era del todo cierto.
-¿Ocurre alguna cosa entre vosotros dos?
-Perdón...
-Bueno –apoyó las manos en los bolsillos traseros de su pantalón, en un gesto poco nervioso-. Leslie me dijo que estaba aquí de vacaciones. ¿Pero ahora creo que no es cierto, me equivoco?
-N, no te equivocas –dio un buen trago-. En verdad, es algo muy difícil de explicar pero trataré de hacerlo lo mejor que pueda –miró al joven con seriedad. Por alguna extraña razón le caía bien-. Nos conocimos sin saber quién era en verdad el uno y el otro. Es decir ella me dio el nombre diferente y yo solo mi abreviatura...
-¿Por?...
-La conocí pensando que era la secretaria de su padre, pero eso me era igual, me enamoré al instante de ella y la invité a cenar. Ella, viendo que no reconocía quien era en verdad, aceptó encantada dándome el nombre de la verdadera secretaria, para que no hiciera como los otros hombres, cazarla por su fortuna y la de su padre...
-A ti se te ve que no te hace falta jugar así de sucio, porque eres un hombre de dinero –sonrió Carlos.
-Digamos, que sí –respondió con una sonrisa-. Que mala suerte, que el día que quedamos para cenar, yo había quedado con la hija del señor Mckendricks, por asuntos de trabajo...
-Que supongo que es Leslie.
-Cierto. Henry, su padre que me había hablado alguna que otra vez de ella. Diciéndome que se encontraba en Nueva York estudiando. Pero yo nunca la había llegado a conocer, ni siquiera en fotografía –volvió a dar un trago-. Me enfadé tanto, porque me hubiese mentido. Al principio, pensaba que lo había hecho para burlarse de mí o hacerme creer que no sabía quién era yo y así cazarme, como muchas han intentado últimamente. Hasta que me dijeron hace poco, que su padre hacía últimamente de casamentero...
-¡Que horror! –Exclamó el joven-. Ya me imagino a la pobre Leslie, teniendo que soportar a tantos...
-Sí, es cierto –pensó por un momento-. Y cuando estuvimos solos en mí despacho, no sé por que sentí la necesidad de tomarla en mis brazos y besarla. Fue entonces, cuando comprendía que tenía que ser mía –se sonrojó un poco-. Pero desde entonces, ella me estuvo puteando bastante y eso provocó que yo le siguiera la corriente. Pero un día, logré que me confesara la verdad, que ella me ama como yo a ella –suspiró, recordando lo estúpido que había sido-. Pero fui un completo jilipollas, porque lo fastidie todo diciéndole que yo ya lo sabía de ante mano. Porque es su amigo Dani, me había venido a visitar diciéndome que la dejase en paz, si no iba en serio con ella. Y fue, cuando ella pensó que yo estaba jugando con ella...
-Pero tú la quieres –dijo con seriedad.
-Sí –volvió a dar un trago-. Por eso estoy aquí, para tratar de aclarar las cosas.
-Pero queriéndote ella, todo se solucionará fácilmente –le animó el joven.
-Imposible –sonrió con cierta ironía-. No conoces lo testaruda que llega a ser ésta mujer.
-Pues te deseo toda la suerte, pero mejor callémonos que ahí vuelve.
Bendelin miró por encima de sus hombros y descubrió a Leslie, que lo miraba con seriedad a medida que se iba acercando, pero también distinguió miedo en aquellos ojos. No entendía por que, él no iba hacerle ningún daño. Con gran valor, la joven se situó delante de él y lo miró decididamente a los ojos.
-Bien, ya me tienes. ¿Qué es lo que quieres?
-Que hablemos –le dijo con mucha ternura, mientras le cogía las manos con delicadeza.
-Yo no tengo nada de que hablar –espetó sin ninguna sinceridad. Por una parte, se alegraba de que Bendelin estuviera allí y la cogiera de aquella forma. Pero sabía que todo era una farsa, para que volviera a Londres. ÉL no la quería, solo la deseaba y eso no era suficiente para ella...
-Leslie, por favor –suplicó en un murmuro.
-Esta noche, no. Quiero estar con los chicos y pasármelo bien.
-... De acuerdo –aceptó Bendelin, después de pensarlo por unos instantes-. ¿Te importa que me quede yo?
-No, pero no provoques ninguna pelea.
-Tranquila, he hablado con Carlos y me ha caído bien...
-¡Qué! –preguntó expectante.
-¿Qué pasa, no me puede caer nadie en simpatía?...
-Mejor no hablar de ello... –le contestó uniéndose al grupo nuevamente.
En cuanto se acercaron a los jóvenes, estos se callaron por unos instantes y se los miraron con expresión rara.
-¿Ya habéis hablado? –Preguntó Carlos-. Perfecto, porque hemos pensado de jugar a un juego para animarnos un poquito. ¿Qué os parece?
-¿Cual es? –se animó Leslie.
-Al juego del duro, bueno en estos tiempos del euro –dijo sonriendo, mientras Leslie lo miraba sin saber de que iba el juego, sin embargo Bendelin lo conocía perfectamente.
-Perfecto, soy bastante bueno en él.
-Pues yo no sé cómo se juega –protestó Leslie, al ver como Carlos y Bendelin se retaban muy animadamente.
-Es muy fácil, mujer –Bendelin se prestó a explicarle las reglas del juego-. Y bien, te apetece. Pero te recomiendo, que tienes que soportar la bebida bastante bien, para poder jugar.
-Entonces, ya tenéis a otra participante –se apuntó con cierto orgullo.
-Pues prepárate princesa, por que vas a caer –le advirtió Bendelin con malicia.
-Seguro, te recuerdo que soy más joven...
-En éste caso, eso nada tiene que ver –le aseguró, mientras se alejaba con Carlos para preparar el juego.
Los cálidos rayos del sol que entraban por la ventana, despertaron a Leslie, de un sueño profundo y maravilloso. No quería despertarse, se encontraba muy a gusto. Aquel brazo masculino, que la tenía cogida por la cintura con tanta delicadeza le daba mucho... ¡Brazo masculino! Con sorpresa y temor, se despertó del todo y miró el brazo que descansaba en su cintura relajadamente. ¡Dios mío! Pero qué había ocurrido aquella noche. Lo volvió a mirar por si lo reconocía y fue entonces, cuando vio que en la mano relucía una alianza. Se dio asco a sí misma. Porque no le gustaba acostarse con hombres que estuvieran casados. Porque éstos eran los típicos machistas creídos y borrachos... Tenía que salir de allí rápidamente.
Poco a poco, se incorporó y fue cuando notó una fuerte punzada en la cabeza acompañada de una pequeña nausea. Sería la última vez que bebería tanto... Jamás en su vida había cogido una borrachera como aquella, como para no acordarse a la mañana siguiente bien, bien de sus actos cometidos.
No quería mirar a su izquierda. Porque no quería saber quién era aquel individuo, con el que se había acostado. Se tapó con su mano un sollozo, que intentó escaparse de su boca cuando le vino a la mente el pensamiento de que podía estar embarazada, al no saber si habían utilizado alguna protección, ya que ella no tomaba la píldora.
Con lágrimas en los ojos, buscó su ropa encontrándola toda tirada en el suelo, hecha jirones junto a la silla que había bajo la ventana. Se deslizó con delicadeza fuera de la cama y sin mirar en ningún momento atrás, empezó a vestirse con la imagen de Bendelin en la cabeza. Aquel hombre que había en la cama no podía ser él, porque Ven no utilizaba alianza. No quería pensar, que por fastidiarlo se había ido a la cama con el primero que se le había cruzado.
Abrió la puerta y salió al pasillo, de uno de los mejores hoteles del pueblo por lo poco que pudo observar. Pero le era meramente igual, que fuera un buen hotel por que en aquel momento lo odiaba. Cuando llegó a su casa alquilada, sacó las maletas y metió toda la ropa que se hubo llevado a presión. Para salir desesperada del pueblo, con temor de que aquel hombre se hubieses despertado y fuese en su busca allí. Sus ojos llorosos se dirigieron al retrovisor, despidiéndose del pueblo, de Carlos, y de los demás chicos. Y también de Bendelin, sin saber que es lo que había ocurrido entre ellos.
Al ver que al molesto ruido del timbre no acudía nadie, empezó aporrear la puerta y a dar gritos. Para ser interrumpido, por un tímido golpe en sus anchos hombros. Se dio la vuelta de forma esperanzadora de que fuera ella, pero se encontró con una mujer mayor...
-Disculpe señor, pero si busca a la muchacha pelirroja le advierto que no la encontrará. Vino ésta mañana bien temprano a entregarme las llaves de la casa muy nerviosa y se marchó, de la misma forma.
-No le dijo nada –urgió él, sujetándola por los hombros.
-Lo siento señor, pero ni siquiera se despidió de los muchachos –La mujer se alejó, dejándolo sentado en el escalón de la entrada, un poco aturdido.
-¡Mierda!... –Tenía la esperanza, de que amenos se dirigiera a su casa.
-¡Leslie, hija!... –Henry se quedó de piedra al ver entrar a su hija como un rayo en el despacho, después de estar casi un mes sin saber nada de ella-. ¿Te encuentras bien? ¿EN dónde...?.
-Buenos días, padre... Rosana –saludó cortésmente pero sin importancia, ya que fue hacía Laura y se la llevó arrastras del brazo-. Si me permitís, necesito que me prestéis a mi amiga por el día de hoy.
-Pero, Leslie –se quejaba la joven, mientras era conducida hacia el ascensor-. A Henry y Rosana, no les dio tiempo a decir palabra. Estaban demasiados por su repentina aparición.
Ya en el ascensor, Laura se puso seria.
-¿Pero qué diantre, te ocurre? –le espetó consternada-. Tú no estabas escondida.
-Cierto. Pero ahora estoy buscando otro...
-No entiendo –Algo había tenido que ocurrir con Bendelin. Por lo visto, no había sido muy buena idea el decirle en dónde se escondía.
-Pues es muy fácil... Puede que me encuentre embarazada. Y lo peor, es que no sé de quién.
Las puertas del ascensor se abrieron y Leslie salió, pero sin Laura. La pobre chica, se había quedado clavada en el suelo por lo que había acabado de oír. No le extrañaba, pensó Leslie, aún seguía ella sorprendida por aquello. No entendía como había podido ser tan imbécil para acostarse con un hombre casado y posiblemente, quedarse embarazada.
-Embarazada... –salió del ascensor medio embelesada-. ¡Pero estás loca! Ya me estas explicando todo –le pidió escandalizada, y llamando la atención de toda persona que pasaba por allí.
-Aquí no, prefiero que sea en mi casa –la cogió nuevamente del brazo y la empujó a la calle-. Ahora sube al coche, deprisa –le urgió.
El teléfono sonó y Henry lo descolgó apresurado.
-¿Sí?
-Henry, soy Ven...
-¿En dónde te encuentras, chico?
-Pues más o menos, a una media hora de la ciudad...
-¿No habrás encontrado a Leslie y le habrás hecho algo?
-¿Ha llegado?
-Sí y se ha llevado a Laura consigo –preguntó nervioso-. ¿Ha ocurrido algo, que yo deba saber?
-Mmm, sí bueno... Ahora voy para allí, si vuelve al despacho retenla. Es muy importante, Henry.
Bendelin colgó el teléfono y apretó el acelerador bien a fondo. Tenía que darse prisa en llegar. Leslie estaría buscando otro lugar, para volver a huir. Y puede que en aquella ocasión, Laura no lo ayudase... Un poco molesto, cogió nuevamente el teléfono móvil.
-¿Es que no piensas coger el teléfono? –replicó Laura, un tanto frenética.
-No. Estoy segura que es mi padre.
-Pues más razones aún, para que lo cojas –Leslie la miró, mientras sacaba la ropa mal doblada de las maletas, para empezar a doblarla bien-. Está bien, lo cojo yo.
-Leslie...Laura –la chica tapó rápidamente el auricular y habló en un susurro.
-Es Bendelin –le dijo, tendiéndole el teléfono un poco nerviosa.
-¡Qué! Estás loca –dijo en un hilo de voz-. No pienso hablar con él, después de no acordarme de que es lo que ocurrió con él –Laura la miró por un momento, para volver a contestar al teléfono.
-¡Bendelin! Que sorpresa...
-Laura, por favor que se ponga Leslie.
-Pues...Bueno verás, no se encuentra aquí –dijo aguantando la respiración.
-¡Laura, no seas tonta! Por favor, comunícale que voy en su busca. Tenemos que hablar –dicho esto colgó. Laura también colgó el aparato con tranquilidad, para encontrarse con la mirada impaciente de su amiga.
-¿Y bien?
-Dice que viene hacia aquí.
-¡No! –Espetó con firmeza-¿Qué hago? Qué es lo que querrá –se sentó en la cama y empezó a llorar.
Por un momento entre tanto caos, hubo un instante de silencio. Laura no podía ver llorar a su amiga. Se acercó a ella y la abrazó con cariño, para consolarla. La verdad, es que estaba en un buen aprieto.
-Leslie... Porque no nos vamos con tu padre, el pobre está muy preocupado –susurró-. Y puede que allí, te encuentres más protegida de Bendelin.
-Sí, tienes razón –limpiándose la cara, cogió su abrigo y caminó hacia la salida un poco aturdida.
Llegaba tarde. La casa no tenía ninguna luz encendida y ni siquiera, había un coche aparcado delante de ésta. Empezaba a dudar de Laura. Si seguía de parte de él, por qué había ayudado a huir a Leslie nuevamente. Por qué no la había retrasado...Dio un golpe al volante, para olvidarse un poco de la rabia que llevaba encima. Dio media vuelta y se dirigió a la oficina de Henry. Al pobre hombre le tenía que dar una explicación de lo ocurrido.
Ya en el aparcamiento del edificio, Bendelin se encontró con el coche de Leslie. ¡Bien!. Tenía suerte, aún no había desaparecido... Pero por si acaso, abrió la guantera del coche en donde sacó una pequeña navaja. Con ella pinchó una rueda del vehículo de la mujer, solo para asegurarse de que no se le escapase otra vez.
Era la primera vez, que encontraba que el ascensor iba demasiado lento. Cuando las puertas se abrieron, salió rápidamente de éste para encontrarse a Laura en su escritorio, sentada en su silla sin hacer nada pensando en algo. Un poco mosqueado se dirigió a ella.
-¡Porqué! No entiendo como no hiciste que se esperase unos minutos.
-¡Qué!...
-¡Es igual, déjalo! ¿Se encuentra aquí?
-Sí, en el despacho. Pero Ven... –comenzó advertirle, pero éste no le hizo caso y se dirigió allí velozmente.
Llamó despreocupadamente, sin esperar respuesta para entrar. Pero se quedó clavado. Allí se encontraba Leslie, llorando como un aloca en brazos de Rosana y Henry, mirando muy seriamente por el ventanal. Los tres levantaron la vista, para ver quién era. Pero fue Leslie, de quién salió el gemido ahogado lleno de temor.
-Bendelin –se adelantó Henry cortésmente-, no creo que sea un buen momento, para que...
-Siento informarte, que es el momento perfecto para poder hablar con mi huidiza esposa –en cuanto aquellas palabras salieron de su boca, tres pares de ojos se fijaron con sorpresa en él.
-¡Tú esposa! –Profirió Henry-. ¡Pero bueno, quiere alguien explicarme éste embrollo! –También Leslie se irguió en su silla, sin entender nada. Como era que Bendelin la reclamaba como esposa... ¡Pero qué demonios, había ocurrido aquella noche!
-Verás, Henry... –no sabía cómo explicarse-. Resulta que acudí al pueblo en donde se encontraba y estuve con ella, pero nos emborracharon en un juego. No recuerdo nada más. Solo sé que ella estuvo en la cama conmigo y por lo visto, nos tuvimos que casar. Encontré una partida de matrimonio en la mesita de noche, con nuestros nombres más una alianza encima de ella y otra en mí mano...-Henry buscaba en donde sentarse-. No lo he comprobado aún, pero creo que es totalmente legal.
-¡Dios mío! Juro que esta hija mía, me va a matar a sustos –se puso una mano a la altura del corazón.
-¿Te encuentras bien, Henry? –se acercó Rosana.
-Sí, mujer –se calló por un tiempo-. Has dicho, que en la misma cama... –le preguntó en un soplo-. ¿Desnudos?
-Bueno, yo me desperté sin ropa. Supongo que ella... –respondió, mientras miraba a Leslie, que se encontraba en la misma posición desde el principio completamente aturdida, como para contestar algo.
-Entonces, si cabe la posibilidad de que me encuentre... –su mirada estaba vacía-, embarazada...
-¡Mas te vale que éste matrimonio sea válido! –Bramó Henry-. Porque si estás en cinta, no habrá protesta que me valga, para que os caséis como dios manda.
-¡Pero bueno, Henry! –Lo recriminó Rosana, con enfado por su actitud-. No creo que seas nadie para dar órdenes, eso tendrán que hablarlo entre ellos dos, para eso ya son adultos.
-¡Pues su comportamiento, ha sido como el de dos quinceañeros! –gritó con desesperación.
Sería mejor marcharse de allí, al ver a Henry chillar de aquel modo, pensó Bendelin. También tenía que llevarse consigo a Leslie, por lo que había observado ella no sabía que estaban casados. Y al menos, que la pobre mujer respirara un poco. Estaba a punto de tener un ataque de nervios.
-Leslie –habló con calma-, cuando quieras nos marchamos y hablamos.
-Sí –se levantó un poco aturdida-. Aquí hay mucha gente para ello –Bendelin cogió suavemente por el codo a su esposa y la condujo fuera del despacho. Se encontraba impaciente, por estar a solas con ella... –Si no te importa, me gustaría ir a un lugar tranquilo, al que no haya nadie.
-El único lugar que conozco con esas características, es una de nuestras casas.
-De acuerdo, me gustaría ir a la tuya –lo miró-, no creo que mi padre me busque allí.
-¿Cómo te encuentras? –preguntó Bendelin, después de entregarle un tazón con su té y que se sentaran en el sofá, junto al fuego en compañía de su Golden-Retebrier.
-Bueno, que te voy a contar. Un poco o mejor dicho, muy sorprendida por que no recuerdo nada de aquella noche. Solo sé, que me desperté desnuda en la cama de un hotel abrazada a un brazo masculino, en donde relucía un anillo de matrimonio. Salí por patas de allí sin mirar. Sabiendo que tal vez, pudiera estar embarazada si había ocurrido algo. Y ahora, me entero que ese hombre eres tú.
-¡Enhorabuena! –rió quedamente.
-¿Qué?...
-Perdona, es que no se que decirte respecto a ello. Solo quiero que sepas, que no pienso abandonarte y que cuando quieras puedes empezar con el traslado –Primero abrió los ojos mucho para luego soltar una sonora carcajada. Nunca hubiera pensado, que le fuera a ocurrir una cosa como aquella-. Parece gracioso, lo sé –trató de aclarar un poco nervioso-. Pero creo que es lo más convincente dado...
-¿Lo más convincente?
-Te recuerdo, que pude que estés embarazada.
-¡Por dios santo! Estamos en las puertas del siglo XXI, y no hace falta...
-Lo sé, Leslie –le aseguró, mientras se levantaba y se acercaba al fuego a echarle más leña-. Pero será también mi hijo. Y quiero estar presente, en cada momento de su vida... –se calló. Madre mía, iba a tener un hijo del hombre al que amaba. Y éste le estaba ofreciendo su casa, para un futuro por el bien de su hijo...Solo por eso.
-¿Estás seguro? Ya has conseguido meterme en tu cama.
-¡Por dios, Leslie! Éste no es el momento, para empezar con una tonta discusión –gruñó.
-Perdón, es que no puedo creer que..., que... No lo habrás planeado tú, verdad.
-Pero me crees capaz, de tal crueldad –protestó exasperado.
-...Crueldad –dijo en un hilo de voz, mirando las flameantes llamas del fuego-. Así es como llamas, al estar casado conmigo.
-¡No! –Exclamó levantando la cabeza-. No me refería a eso Leslie, solo estaba diciéndote que...
-Sí, ya entiendo –lo interrumpió, dejando el tazón en la mesilla.
-No, no lo entiendes Leslie –le oyó decir, en voz baja.
-Es igual. Solo quiero que me expliques que fue lo que ocurrió.
Antes de explicarle lo ocurrido, se meditó un poco las palabras, para contarle lo maravilloso que había sido al despertarse a media noche, y descubrirla abrazada a él. Y como explicarle, que tenía muy buenos recuerdos del encuentro...
-¡Bendelin, estoy esperando! –Éste la miró esbozando una media sonrisa.
-¿Qué crees tú, qué ocurrió? Nos emborracharon, nos casaron y como recién casados que éramos, hicimos el amor. El resto, creo que ya lo sabes –dijo, con un poco de amargura en la voz.
-Tenemos que comprobar, si es real ese certificado...
-Pero si no lo es, tendremos que casarnos por el bien de...
-¡No!
-Leslie, por el amor de dios. No tengo ganas de discutir esa cabezonería tuya –se levantó y comenzó a pasearse de un lado para otro-. Por el momento, hasta que verifique si realmente estamos casados, no quiero escuchar ni una palabra de que te vuelvas a fugar –la amenazó-. ¿De acuerdo?
-Te doy mi palabra. Pero con una condición –dijo secamente y haciendo acopio de su valor, para mantenerle la mirada desafiante de él-. Hasta que no comprobemos, que realmente estoy embarazada...No quiero escuchar para nada, que me ordenas que me traslade aquí, a tu casa –En cuanto aquellas palabras salieron de su boca, Bendelin soltó un juramento por lo bajo demostrando así su desacuerdo -. Y si no lo estoy y nuestro matrimonio es real, quiero el divorcio.
Por favor...Que se encontrara embarazada. Suplicó el hombre en silencio, mientras intentaba asimilar su derrota. Aquella era su única oportunidad, para demostrarle que él la quería, como ella lo quería a él... Pero por el momento, tenía que dejarla escapar, si no quería empeorar las cosas.
Sintió desgarrarse su corazón, por la posible pérdida de su amor. Y comprendió lo que sintió su madre durante tantos años, al perder a su padre... Si el perder a un ser amado para siempre, con el que has compartido toda una vida, era mucho más doloroso de lo que sentía ahora. No quería llegar a saberlo nunca. Por eso, iba a luchar por sus sentimientos hacia Leslie, por muy difícil que fuera a ser.
-Está bien –murmuró con enfado-. Acepto tu propuesta, Leslie.
-Que... –expresó con gesto de perplejidad. No se esperaba, que el gran Bendelin conocido por su astucia y terquedad con los negocios, fuera a ceder tan fácilmente. Pero sería mejor, andarse con cuidado-. Bien...Entonces, porque no me llevas a mi casa. OH, mejor a la oficina de mi padre –lo miró con cautela-. Creo que será mejor para él, que le aclaremos todo cuanto antes...
-Incluso el acuerdo, que acabamos de pactar –preguntó con frialdad.
-Sí –le aseguró con toda la firmeza que pudo.
-De acuerdo. Entonces... Debo informarte –dijo saboreando las palabras, con una sonrisa torcida-.Que será mejor avisarte que tienes una rueda pinchada, espero que tengas alguna rueda de recambio-Cogió su abrigo y se dirigió a la salida, mientras Leslie apretaba los labios de rabia, se olía que él tenía algo que ver.
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