5

-¡Maldito seas! –cerró de un portazo, la puerta del despacho de Dani y se apoyó en ella.

-¿Qué es lo que te ha ocurrido ahora? –preguntó con pesar, dejando lo que estaba haciendo.

-Tú, Bendelin y todos los hombres del planeta, sin eludir en ningún momento a mi padre –se le acercó, mientras le amenazaba con el dedo-. ¿Cómo has podido?

-¿Perdón? –En aquel momento, no sabía a que se refería.

-Primero, mi padre con su insistencia en que me case, para darle un nieto. Segundo, el que Bendelin le guste jugar conmigo, como si fuera un títere, porque él sabe lo que yo siento por él. Y tercero, tu fuiste el que le contó todo, aquella mañana temprano –al ver que el hombre iba hacer algún comentario, le silenció rápidamente con gesto de mano-. Pues bien, escucha bien lo que te digo y transmítelo como tan bien sabes hacer... Estoy harta de vosotros tres. No voy a dar ningún nieto, porque no voy a casarme. Y por mí, Bendelin se puede ir al infierno con su seducción. Porque paso de él, ya no existe para mí ese hombre desde este mismo instante. Todos sois iguales. Y tú, vete al cuerno, por lo que a mí concierne no eres el prototipo de un buen amigo. En lo que respecta al negocio hablaremos como personas educadas, pero para mí serás como un desconocido de ahora en adelante.

-Leslie, un momento –suplicó con miedo.

-Así, que me marcho por una buena temporada lejos de vosotros. Y no pienso deciros a donde. He llegado a mí límite, créeme –se volvió hacia la puerta-. Que no se te olvide nada de lo que te he dicho –le dijo casi gritando-. Y dile a mi padre, que no se preocupe yo ya soy mayorcita...

No pudo hablar, porque estaba sorprendido. Sabía que era una mujer con carácter... Pero no lo había visto hasta el momento. Estaba seguro, que principalmente el culpable era Ven. Y tenía que ir a verlo urgentemente.

-Laura –la llamó Leslie, en voz baja-. Quiero que cuando termines, te pases por mí casa. Tengo que comentarte una cosa muy importante.

-¿Te ocurre algo? –le preguntó, al notarla más seria de lo normal.

-¡Pues, que estoy hasta el cuerno de todos ellos! –gritó, sin poder remediarlo-. No puedo aguantar más, necesito tiempo para...

-¿Pero quién son ellos? –preguntó, sin seguir bien el hilo de la conversación. Por mala suerte, su padre salió en aquel momento de su despacho.

-Ya me parecía, que había oído tu voz –se le acercó, para darle un abrazo. Pero Leslie lo miró por un momento con un poco de frialdad por primera vez, haciendo que este se quedara clavado en donde estaba.

-Acuérdate de lo que te he dicho –le dijo con apresuramiento, para salir corriendo de allí por las escaleras. Dejando a su padre, muy confuso.

-¿Le ocurre algo, Laura? –se giró a ella, con cara muy preocupada.

-No, no. La verdad, es que tenía mucha prisa –intentó tranquilizarlo un tanto nerviosa, porque sabía que él no se lo creería, aunque disimulara. Pero le daba pena, porque había visto su cara, cuando Leslie no le había dicho nada.

-Sí... Seguramente, es eso. Últimamente trabaja demasiado –le sonrió-. Bueno, me voy un rato dentro.

Laura se quedó un poco más tranquila, al ver que Henry no iba a seguir insistiendo. Pero ya le valía a Leslie, lo que le había hecho.

-Hola, empieza hacer un frío que pela –saludó la joven, en cuanto Leslie hubo abierto la puerta.

-Sí –le cedió el paso-. Adelante, estoy acabando de hacer las maletas.

-¿Maletas? ¿Adónde te marchas y porqué? –le preguntó, mientras se sentaba en la cama-. ¿No será por un trabajo de E.K.?

-No. Verás, todo empezó el día que quedemos para tomar un café... –Leslie le fue explicando todo lo ocurrido con Bendelin-. Y no puedo creerme, que Dani haya sido capaz de hacer una cosa como esa.

-¡Bendelin Van Holden! –estaba asombrada-. Serás... Porque no me dijiste nada, sabandija. Menudo hombre...

-No sé, porque no te dije nada –pensó un poco arrepentida-. Solo sé, que tengo que respirar un poco de los hombres. Estoy harta, Laura.

-Está bien –acabó por ceder-, yo te cubro todo.

-Gracias, muchas gracias –la abrazó-. Ya he alquilado una casita en un pueblo –le entregó un papel-. Aquí tienes la dirección, por si surge alguna cosa...

-Bien –resopló un poco triste-. Es muy tarde y debo marcharme. En casa estarán preocupados, porque no he avisado que llegaría tarde –la volvió abrazar con cariño-. Ten mucho cuidado, quieres.

-Tú estate tranquila –la acompañó al coche, para despedirse de ella.

EL ruido insistente del timbre, rompió la tranquilidad de la casa. Que él supiera, no esperaba a nadie a las doce de la noche. Fue abrir la puerta, justo en el momento en que aquel pesado volvía a dar un par de timbrazos más, con cierta efusividad.

-¡Pero bueno! –gritó con enfado, al abrir la puerta. Detestaba que la gente fuera tan desesperada y que se lo tomara con el timbre-. ¡Dani!. ¿Qué haces aquí, a estas horas? Pasa hombre...

-¡Vengo a echarte una bronca! –le reprochó, cuando entró en el vestíbulo.

-¿Porqué?

-Por que le tuviste que contar lo de mi visita –gritó enfurruñado.

-Espera, será mejor que nos sentemos –lo condujo a la sala de estar, en donde la chimenea estaba encendida-. Tengo que admitir, que no hice bien en decírselo, pero ocurrió algo entre nosotros que no me quedó más remedio...

-¿De veras?

-Hoy venía Leslie a mi oficina, pero la intercepté por la calle y evité a que la atropellara un autobús...

-¡Qué!...

-Bueno, por la impresión se desmayó y la subí a mi despacho, en donde vino mi doctor a examinarla –se levantó y fue al mueble bar, a servir una bebida para los dos-. Como se encontraba un poco mareada, la acompañé a su casa –tomó un sorbo de la fuerte bebida-. Allí las cosas cambiaron. Porque después de estar un rato hablando, tocamos un tema delicado que ella se negaba admitir. Así, que yo me enfadé mucho y fue entonces, cuando por fin me confesó que me amaba –dijo, enseñándole una sonrisa amarga-. Pero tonto de mí, que en vez de decirle que yo también, le comenté que yo ya lo sabía de cuando...

-Aquella mañana...

-Sí – se pasó una mano por el cabello-. Entonces se enfadó conmigo y me echó de allí –soltó un suspiro, bien profundo.

-Pues la hemos cagado –confesó con seriedad-. Y digo hemos, porque somos tres los culpables de que haya cogido carretera y manta, por una buena temporada.

-¿Cómo?

-Que la señorita ha desaparecido del mapa, por una buena temporada.

-¡Imposible! Pero si ésta mañana...

-Hoy en día, programarte un viaje para marcharte al momento, es de lo más fácil.

-No lo entiendo... –se sentó preocupado.

-Verás, hace tiempo que su padre la va acosando de que él es mayor y que le gustaría que se casara y le diera nietos. De modo, que lleva cierto tiempo haciendo de casamentero con muchos jóvenes. Luego, vienes tú –Bendelin lo escuchaba desconcertado. Ahora entendía el por qué se hizo pasar por secretaria-. Y yo, con mí traición a su palabra. Me vino hecha una furia -escondió la cabeza entre las manos-. Ven, se ha llevado toda su ropa, su perro y ni siquiera se ha despedido de su padre.

-¿Cómo lo sabes?

-Cuando no la encontré, llamé a su padre y fue Laura, quien me dijo lo que había ocurrido allí...

-Vaya –no sabía que decir. Por lo visto, era una mujer muy cabezota. ¡Maldita sea! Porque tenía que ser tan bocazas algunas veces-. No te preocupes, averiguaré en donde está.

-Gracias –soltó un suspiro-, será mejor que me marche. Mi esposa también estará preocupada por mí –se levantó del sillón-. ¿Por cierto, en donde estabas hoy? –Preguntó con curiosidad-. Te he estado buscando por todas partes y no te he encontrado.

-Tenía muchas cosas en que pensar, sin que nadie me molestara –le explicó-. Esta noche mejor descansemos. Mañana será un día agotador –lo acompañó a la entrada y una vez que se hubo marchado, se dirigió a su despacho un tanto preocupado.

Como había podido ser tan idiota. Sabía que la manera en que le comunicó todo, la molestaría. Tenía que encontrarla y hacerle ver, un par de puntos muy importantes.

-¡Cómo! –Se alzó el hombre-. Me estáis diciendo que mi hija Leslie, se ha marchado por un largo tiempo a no sabéis dónde –preguntó poniéndose histérico-. Y que la culpa de ello, la tenemos los tres.

-Sí –respondieron los dos hombres al unísono, con cierta preocupación.

-¿Y estás seguro Dani, que en parte no se ha marchado a trabajar sobre sus cosas?

Bendelin se extrañó un poco. No acababa de entender, el por qué le decían que se marchaba por sus cosas. Algo le ocultaban.

-Depende de su estado de humor, puede que haga algo. Pero no es por ello, Henry –le aseguró con franqueza.

-Sí, ya sé. Seguro que la mía, es meterles por las narices a tantos pretendientes y el que insista tanto, en tener un nieto –reconoció un poco enfurruñado-. ¿Y vosotros dos?

-Bueno –Dani se atragantó por un momento-. No le demostré mi integridad como amigo, en un tema ciertamente un tanto delicado. Pero lo tuve que hacer, porque la aprecio mucho y no quería que le hicieran daño.

-Y yo... –no sabía cómo decirlo. Para Henry, solo conocía a Leslie del anoche aquella en su casa-. Primeramente la besé –Henry alzó las cejas, provocándole una sequedad en la garganta-. Bueno y eso llevó a que ella se enamorara de mí y yo de ella. Pero ha habido un par de factores, que han hecho que no funcionase bien la cosa...

-Entiendo...

-Hay más –lo interrumpió-. Me gustaría convertirla en mí esposa.

-¡Vaya! –exclamó sorprendido-. Bueno Ven, tú me parecías un chico ideal para ella, es decir, con carácter. Pero no dije nada, porque mi hija no es que hablara como los ángeles sobre ti.

-Sí, lo sé –dijo, con una sonrisa torcida.

-Por otra parte, sé de alguien que tal vez nos puede ayudar con lo de su paradero –apretó el intercomunicador y a los pocos segundos, apareció Laura.

-Buenos días, caballeros –saludó cortésmente.

-Laura querida –le indicó Henry.

Así que esa era la verdadera Laura. Se veía una chica seria. Pero era de unos rasgos preciosos, como le había dicho Henry si no recordaba mal. También le había dicho que eran muy amigas, desde niñas.

-Por casualidad, no sabrás algo de Leslie.

-Perdón, no le...

-Tranquila cariño, ellos son como de la familia –le comunicó, para que hablara sin ningún temor.

-No sé a qué te refieres, Henry –el pulso se le estaba empezando a disparar.

-¿Seguro? Porque el otro día, estuvo aquí y se marchó corriendo, nada más aparecer yo –la miró a los ojos-. Pues resulta, que se ha marchado a un lugar que desconocemos, por quien sabe cuánto tiempo. Por unos motivos que nos concierne a los tres...

-¿Qué?- intentó poner todo la sorpresa que pudo, en su joven rostro-. ¿Pero no ha dejado una nota, ni nada?...

-Nada –afirmó.

-Seguro que no se ha marchado, pos sus asuntos.

Otra vez. Y a era la segunda vez que volvían a mencionar lo mismo, pero omitiendo los detalles. Por lo visto, Leslie tenía algo que ocultar...

-En fin –suspiró-, puedes marcharte. Pero si averiguas algo...

-Tranquilo Henry, en cuanto sepa algo vendré a comunicártelo. Henry observó a Laura, salir apresuradamente del despacho. Para reanudar seguidamente, la conversación.

-Ella lo sabe –comunicó mirando al vacío.

-Pero si lo ha negado –soltó Bendelin.

-Conozco a Laura, como si fuera hija mía –la cosa iba en serio y no había manera, de saber en donde se escondía-. Chicos, será mejor que la dejemos tranquila. Si Laura no me ha dicho el paradero, es porque mi hija quiere estar sola.

-¡Ni pensarlo! Os aseguro, que la voy a encontrar –afirmó Bendelin-. Tengo que hacerlo, Henry.

-Muy bien chico, pero no quiero saber lo que pueda ocurrir.

-Gracias –cogió sus cosas y miró a los dos hombres-. Si no os importa, tengo muchas cosas que hacer.

-No tranquilo –le aseguró Dani-. Si me necesitas, házmelo saber –le confirmó, dándole un apretón de mano.

Los dos hombres se quedaron solos, sumidos en un silencio de preocupación. Querían hacer cosas al respecto, pro tenían las manos atadas. Por muy cabezota que llegara a ser algunas veces aquella mujer, tenían que respetar algunas decisiones que esta tomaba, por muy en contra que estuvieran. Ahora solo tenían que esperar. Ya habían hecho suficiente para que se alejara.

-¿Crees, qué la encontrará? –preguntó Dani.

-Sí –le aseguró muy confiado-. Y también, quien se esconde tras en nombre de E.K.

-¿Debemos preocuparnos por ello?

-No. De momento, nuestro plan ya se encuentra en marcha –sonrió-. Sí, con un pequeño contratiempo, pero estoy seguro que no debemos preocuparnos.

-Pensé que iban a tardar más tiempo en conocerse y darse cuenta, que están hechos el uno para el otro.

-Bueno, mejor así. Ahora solo hay que esperar a ver qué ocurre –se calló un momento-. Pero podrías también tratar de encontrarla, pero solo para comprobar que se encuentra bien. Sin que ella se entere de ello.

-Lo intentaré. ¿Pero si la encuentro, corro a decírselo a Bendelin? –sugirió.

-No –le contestó-, no lo hagas. Creo que es mejor que la encuentre él, por sí mismo.

Llevaba un día allí, y lo había pasado instalándose. La casa era preciosa, pero le hacía falta una buena limpieza. El pueblo era encantador y la gente de allí era muy agradable, por lo que había podido comprobar a la hora de ir hacer algunas compras. Nadie la miraba de forma rara, por que muy pronto habría una gran fiesta y por lo visto acudía mucha gente de los alrededores. Cuando fue a la ferretería para comprar bombillas y otras cosas que hacían falta cambiar, conoció a Carlos. Un joven cercano a su edad que nada más verla entrar por la puerta le dijo que la veía una chica simpática y guapa. Así que se ofreció a ser su guía, por el pequeño pueblo. Y que si no tenía nada que hacer, estaría encantado de presentarla a sus amigos, para que no se aburriera en su corta estancia.

Se encontraba preparándose unas patatas con carne, cuando llamaron por teléfono.

-Sí –contestó segura, sabiendo que solo podía ser Laura. Pues era la única que tenía el teléfono de la casa.

-Leslie soy yo, Laura –dijo en voz baja-, te llamo para decirte que aquí se ha formado un campo de batalla.

-¿Qué?

-Pues que tu padre, Dani y Bendelin, están preocupados. Bueno, parece que Bendelin el que más, puesto que ha salido de aquí corriendo, para empezar a buscarte...

-¿No le habrás dicho nada...? –preguntó asustada.

-Tranquila, no he dicho ni una palabra –le recriminó-. Aunque no estoy muy conforme con lo de tu escapada, sin decirle nada a tu padre y por lo menos también a Rosana, en cuanto se entere de lo que ocurre...

-OH, no te preocupes por Rosana. Ella me entiende perfectamente.

-Creo que tu padre sabe que yo estoy enterada de todo, pero no ha insistido en ello.

-Perfecto. Bueno, te cuelgo que tengo la comida al fuego.

-Bien, ya te llamaré para ir informándote.

-Hasta luego y muchas gracias, Laura.

-Para que están las amigas –Sonrió alegre.

-¡Mierda! –Bendelin tiró todos los informes, carpetas y complementos al suelo de un golpe, que tenía encima del escritorio. Para levantarse y dirigirse al aseo, ha refrescarse la cara. Mientras se secaba la cara, vio en el espejo a Matt que miraba todo aquel desastre con cara de pesar.

-Vaya, advertiré a la gente que no abran las ventanas, por la fuerte corriente de aire que hay hoy –comentó.

-Muy gracioso –dejó la toalla en el toallero y se dirigió a él-. Me voy a tomar un café, a ver si consigo concentrarme aunque sea un poquito.

-Me apunto. Últimamente, me agoto muy rápido...

-A ver si te vas a poner enfermo, con ésta pasa de gripe que hay.

-No me seas gafe. Aunque no estaría mal –sonrió maliciosamente-, así vendría tu hermana hacerme de enfermera y me mimaría... –se calló rápidamente al soltar aquel comentario. Sabía que Ven, volvería a pensar en ella. Habían pasado seis semanas y no había modo de encontrar a Leslie-. Voy un momento a por mí abrigo.

Se encontraban sentados tomándose el café, cuando se les acercó Jack, el dueño del café.

-¿Cómo estáis chicos? –Se sentó en una silla y le entregó una revista, al tiempo que le contestaban los dos hombres de forma desanimada-. No entiendo como podéis estar tan tranquilos, cuando el columnista ese ha escrito un artículo para otra revista que no es la vuestra.

Los dos hombres, lo miraron confuso mientras cogían la revista y miraban el artículo escrito en ella con cara de asombro. Matt no se creía lo que estaba viendo y a Ben, se le asomaba una sonrisa cada vez más grande.

-¿Qué le encuentras de gracioso? –Le preguntó Matt-. Encima se ha marchado a la competencia cuando aseguró que se quedaba con nosotros, y ya informamos a nuestros lectores de ello...

-Marchémonos de aquí –miró a Jack-. Tranquilo, sabes que me gusta tu bar y tu buen humor... Es solo que hay algo importante que debo descubrir y todo gracias a ti... –cogió su abrigo y salió corriendo de allí, con Matt pisándole los talones.

-Conociéndote, te vengarías inmediatamente de esa persona. Pero no entiendo, el que te rieras de ello –pudo preguntarle, cuando se detuvieron en un semáforo. Pero Bendelin aprovechó aquel momento para hacer una llamada por su móvil.

-Sí, exacto –miró la portada de la revista, que se había llevado sin ningún permiso-. Quiero que me conciertes una entrevista, con el director de la revista EXIT –miró a Matt con triunfo en la mirada, mientras finalizaba la llamada.

-No comprendo nada.

-Es muy fácil –cruzaron la acera y entraron en el edificio, dirigiéndose rápidamente al ascensor-. Puedo averiguar el paradero de Leslie – entraron en el despacho-. No es ella la representante de E.K. Y no deberá de entregar unas señas, para que puedan localizarla por si hay algún problema.

-Cierto –sonrió pensativamente, mientras se apoyaba en la puerta del despacho-. Si lo consigues, me avisas. De mientras, voy acabar los últimos detalles con empresas Carson.

-¿Está todo listo para la presentación?

-Todo, sin ningún problema –abrió la puerta-, me voy y así te dejo tranquilo, para que hagas lo que tengas que hacer.

Bendelin se sentó cómodamente y se releyó palabra por palabra, el artículo de aquel columnista tan querido de Leslie.

-Sí –Laura cogió el teléfono, quedándose helada al escuchar la voz de su amiga-. ¡Pero cómo me llamas al trabajo, estás loca! –dijo con gesto de perplejidad.

-Vaya, gracias por preguntar por si me encuentro bien –confesó con sarcasmo.

-Perdona. Pero este no es buen lugar, últimamente Bendelin ronda mucho por aquí –le contestó en un susurro-. Date cuenta, que puede averiguar en...

-¿Y para qué va a querer encontrarme ese sabandija?

-No sé –sonrió burlonamente-.Pero a ti bien que te gustaría...

-No digas más bobadas, Laura. ¿En fin, te vas a venir este fin de semana?

-Si tu padre y Rosana, no me dan mucho trabajo, puede que vaya hacerte una visita.

-Bien. ¿Y cómo te va con Rosana? –preguntó.

-Es un trozo de pan. Y debo comunicarte, que hace muy buenas migas con tu padre...

-Tranquila, no me voy a enfadar. Mi padre ya es mayor y han pasado dos años de la muerte de mi madre, ya es hora de que vuelva a rehacer su vida.

-Lo mismo te digo, guapa –bromeó.

-Muy graciosa –le reprochó-, llámame por si te vienes.

-Sí, no te preocupes. Hasta pronto –colgó el teléfono con una sonrisa, para encontrarse a un Bendelin con mirada muy curiosa-. ¡AH! Menudo susto... –se llevó la mano al pecho.

-No entiendo que tiene este despacho, para que asuste a todas las mujeres que se encuentran tras el escritorio –sonrió.

-Perdón, no entiendo...

-Disculpa, son cosas mías –la miró un momento con cierta cautela-. No estarías hablando con Leslie, verdad –inquirió.

-¡No! –se puso un poco nerviosa-. Si lo hubiese hecho, da por hecho que ya estaría informando a Henry.

-Perdona, que estúpido que soy –Mentía. Había escuchado parte de la conversación perfectamente. Y sabía que intentaría encontrarse con ella ese fin de semana. Perfecto -. Bueno, voy a saludar a los de ahí dentro.

Lo miró en silencio, mientras este entraba en el gran despacho. Sabía perfectamente por lo que había oído a escondidas, que Bendelin sentía algo por ella y que no era nada pasajero, según le había contado Leslie. La verdad, si los dos se sentían mutuamente atraídos, y no estaban juntos por tantas tonterías. ¿Por qué no echarles un pequeño cable? Así se acababa aquella locura.

Bendelin golpeó la puerta y entró en la habitación, en donde se encontraban reunidos Henry, Rosana y Dani, tomando un café.

-Buenas tardes caballeros y damas –le dijo con cariño a Rosana. A quien Ven le tenía mucho cariño, desde que la conoció el primer día hace ya tiempo.

-Miren quien ha llegado –se levantó la mujer y se le acercó, para echarle un vistazo a su indumentaria-. Henry, ya tengo pareja para ir a bailar y poder presumir ésta noche. Ya que tú no quieres venir –le espetó con sorna, mientras le guiñaba un ojo a Ven y le hacía sonreír.

-Mujer... –se vio arrinconado-, es que no soy para nada buen bailarín.

-Para eso estoy yo, te enseñaré lo más esencial. Vaya joven –le dio un pellizco en la mejilla-, hoy se te ve muy animado.

-Sí, tengo motivos para estarlo –fue a servirse una taza de café-. EH averiguado una cosa muy importante –aquello provocó que Henry y Dani, se pusieran en alerta. Lo cual, no pasó desapercibido para Ven.

-¿Y qué motivos son esos? –preguntó Dani.

-En cómo dar con el paradero de Leslie.

-¿Y cómo muchacho? –preguntó Rosana, sentándose.

-Bueno, tengo un par de ases escondidos en la manga –los miró-, los cuales no pienso revelar.

-¿Por qué? –Se sobresaltó Dani-. Todos aquí presentes, tenemos derecho a saber en dónde se encuentra.

-Dani... Tranquilízate –interrumpió Henry con voz calmada-. Bendelin tiene sus motivos y se entiende, que si intervenimos puede que lo fastidiemos todo.

-De acuerdo –reconoció después de estar un tiempo meditándolo.

-Gracias –suspiró Ven.

-Bueno, que os parece si nos vamos a picar, porque yo tengo hambre –intervino Henry ya más tranquilo.

Laura se encontraba sentada frente al ordenador, pero con la mirada lejos de allí. Estaba pensando si ayudar a Bendelin y decirle, el paradero de su amiga. Pero había prometido que no abriría la boca... Siempre y cuando, no ocurriera algo que le hiciera cambiar de opinión sobre su bienestar.

-Laura cariño –se le acercó Henry-. Nos vamos a llenar la barriga, ¿te apetece venirte?

-No, gracias. Hoy tengo cosas que hacer.

-Bueno, pues te esperas un rato y si no hay llamada importante que atender te vas para casa.

-Muy bien –contestó agradecida.

-Sí, y no hace falta que mañana Sábado vengas –habló Rosana-. Pues no hay nada importante en la agenda, que no podamos atender nosotros.

-Entonces, hasta el lunes –se despidió cordialmente.

Todos entraron en el ascensor menos Bendelin, que volvió al despacho con la excusa de que se había olvidado de algo. Momentos después, se acercaba a Laura.

-Laura, perdona –preguntó con seriedad-. ¿Tú sabes su paradero, verdad? –Hubieron unos segundos de tenso silencio, en donde Laura luchaba por decirle la verdad.

-Sí –respondió con firmeza, produciendo que la tensión se evaporase al instante -. Y ciertamente, creo que deberías de saber en donde se encuentra esa testaruda.

-Gracias –Bendelin la abrazó momentáneamente, por encima del escritorio haciendo reír a la joven.

-De nada, ojala algún hombre se preocupara así por mí –suspiró, mientras cogía su bolso y le entregaba un papel en donde estaba anotada la dirección-. Si vas este fin de semana, te aviso que se celebra una fiesta allí y habrá mucha gente. Y por favor, no le menciones mi nombre por nada del mundo.

-Sí, señora. Lo que usted mande –le manifestó con alegría.

-Y tener cuidado, por lo que más queráis.

-Dalo por hecho. Me marcho ya, que me están esperando una manada de hambrientos. Y una vez más, gracias por depositar tanta confianza en mí.

Hoy era un día de mucha suerte. Tenía que comunicar a Hanna, que anulara la entrevista con el director de la revista Éxito. Y mejor que ese fuera a dormir bien temprano, ya que había que madrugar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top