2
Matt entró en el despacho de Bendelin con unos bocadillos en la mano, interrumpiendo así el silencio que había en éste.
Ben se encontraba sentado en su sillón, sumido en sus pensamientos. Era raro que no estuviera molestando a su secretaria, por si había llegado ya Leslie Mckendricks.
-Buenos días –lo saludo alegremente, lanzándole un bocadillo-. ¿Se sabe algo ya de nuestra dama? –se sentó en el brazo del sillón que estaba enfrente del escritorio, y empezó a desenvolver su desayuno.
-No –contestó animadamente-. Aún no ha llegado. Que yo recuerde, quedamos para ésta mañana y aún quedan un par de horas para que sea mediodía. ¿Oye que te parecen mejor, tulipanes o violetas? –Matt se quedó a medio camino de morder su bocadillo.
-Muy bien, ¿quién eres tú y qué has hecho con mi amigo? –Preguntó levantándose y apoyando los dos brazos en el escritorio-. Aquí ocurre alguna cosa, de la cual no he sido informado. ¿Y bien? –preguntó, obteniendo tan solo como respuesta una sonora carcajada por parte del hombre.
En aquel momento, fueron interrumpidos por la aparición de una hermosa mujer de cabellos oscuros y ojos claros, Susana Van Holden. Pequeña y única hermana de Bendelin, que estaba prometida con su socio y amigo Matt.
-Hola gordita –la saludó cariñosamente, en cuanto Matt la hubo dejado de besar.
-Cariño, tu hermano está muy raro hoy. No se encuentra enfadado, por que la visita importante del día, no haya llegado aún. Y encima, me pregunta sobre qué tipo de flor me gusta más...
-No le hagas caso –sonrió-. Ya sabes, que tiene todas las papeletas para entrar en un manicomio –bromeó Bendelin.
-Muy gracioso, Ben –Matt abrazó a la joven-. Pero todo lo que te he contado es cierto –su hermana lo miró por un momento a los ojos, para después sonreír de forma pícara.
-Fácil, conozco perfectamente a mi hermano. Y esa mirada, solo la tiene cuando se encuentra con un proyecto entre manos que le atrae mucho. Pero ésta vez, ese proyecto le ha dado bien fuerte –comentó-. ¿Tengo que advertirle a mamá que es posible, que próximamente se oigan el repicar de campanas?
-Imposible –se aseguró Matt, que le interesase una mujer puede, pero que se encontrara posiblemente enamorado de ella, era un caso para archivarlo en Expedientes X.
-Os recuerdo, que esto es un despacho para trabajar y no para estar cuchicheando.
-Vaya –silbó Matt-, así que es posible que sea cierto. Ya que nos estas eludiendo, nuestra pregunta.
-Yo, no estoy eludiendo nada –les reprochó Bendelin, poniéndose un poco nervioso-, pero por que no os marcháis a otro lugar y así me dejáis tranquilo, para que pueda seguir trabajando.
La pareja se marchó, dejándolo solo. Estaba mejor ahora, esos dos tortolitos solo hacían que darse arrumacos y no conseguía concentrarse estando presente.
Respiró hondo y se alisó la falda, intentando calmar los nervios por la entrevista que iba a realizarse, en cuanto la puerta del ascensor se abriera en la planta del señor Van Holden.
Si ese machista presuntuoso intentaba alguna cosa, se le iba a caer el pelo. Estaba completamente segura de que intentaría camelársela, para así robarle información. No sabía él, el tipo de rival que podía llegar a ser ella. Una poco más segura de sí misma, las puertas del ascensor se abrieron mostrándole una grande y soleada habitación. Que quería esperar una, de un edificio de cristal y que se hallara en el decimoctavo piso, en un día tan soleado como aquel. A mano izquierda había una rinconera color crema, con una mesilla de cristal y un largo corredor, en donde suponía que habría despachos. Y a su mano derecha, se encontraba un enorme escritorio de aluminio plateado y dorado. Detrás de aquel moderno diseño, se hallaba a una hermosa mujer entrada en edad, con el cabello canoso y aspecto cariñoso. Y al lado de ésta, dos puertas una al lado de otra. Supuestamente, una de aquellas puertas era la guarida del lobo.
Se acercó hacía la señora, con una sonrisa en la mirada.
-Buenos días –dijo amablemente, sin darse cuenta que se habría una puerta tras ella-. Soy Leslie Mckendricks y tengo visita, con el señor Van Holden –algo en la mirada de la mujer, la alertó de que había alguien detrás de ella.
Lentamente se dio la vuelta y su corazón dio un vuelco. Sin ser capaz de reaccionar, se quedó mirando fijamente a la persona que se encontraba, con la mirada de sorpresa sujetando aún el pomo de la puerta. Imposible. Aquel hombre que salía del despacho, era Ben. Y se le encontraba muy seguro de sí mismo, en aquel entorno.
Pasaron los segundos y ninguno hablaba, solo hacían que mirarse a los ojos, buscando respuestas a las miles de preguntas que se les formaban en la cabeza.
-Señor Van Holden –habló la mujer con precaución, al encontrase presenciando aquel silencio tan tenso, y respondiendo así a los temores de Leslie-. Es la señorita Mckendricks, que tenía visita concertada para esta mañana.
-Gracias Hanna –la miró instantáneamente-. Ya he escuchado presentarse así misma a ésta señorita... –dio cierto énfasis a las últimas palabras.
Con cierta frialdad, giró el pomo de la puerta y la invitó a que entrara en la boca del lobo, pero no se movió en aquella dirección. Se encontraba muy desconcertada ante aquel impactante encuentro, que un poco atemorizada, reculó hacia atrás. Pero Bendelin al ver aquel gesto, se aproximó a ella acogiéndola por el brazo y conduciéndola al interior con enorme tranquilidad.
Pero fue allí dentro, en donde se desató la tormenta. Bendelin la sentó con gesto brusco y apoyó los brazos en cada respaldo del sillón. Sin dejarle así ninguna vía de escape a la joven.
-Y bien, estoy esperando una respuesta –exclamó.
-Yo... No sé –dijo con tartamudeo y hundiéndose un poco más, en el cómodo sillón y mirando fijamente al hombre que tenía casi encima suyo.
-¿Porqué me has mentido? –le preguntó fríamente y alejándose hacia el escritorio-. OH, acaso lo encontrabas gracioso el hacerte pasar por secretaria.
-Qué...
-Como no conocía tu identidad y viste que desde un principio, que me atraías...
-¡No! –exclamó incorporándose en el sillón. Pero al ver la mirada que le dirigió éste, se volvió a recostar en él con cierta timidez-. Estas muy equivocado. Además... –dijo, levantando su cuerpo menudo del sillón con más confianza en sí misma-. Tú tampoco te identificaste...
-Perdona –sonrió amargamente-, pretendes hacerme creer, que no sabías quien era yo en realidad.
-Pues... Sí... –sintió un poco de vergüenza al ver que empezaba a reír a carcajadas-. ¿Qué ocurre? –Preguntó poniéndose un poco enfurecida-. Acaso tengo que ser como todas las demás mujeres, que lo único que conocen como lectura, es la prensa rosa. Además, te informo de que he estado muchos años viviendo en Nueva York... Menudo mentecato llegas a ser. Y por cierto, quién eres tú para que te dé explicaciones.
-Perdón –se tranquilizó un poco y se acercó a ella. Produciéndole un altera miento en sus nervios-. ¿Qué dices qué soy?
-Pues que eres un mentecato, un pretencioso, un machista, un playboy y un idiota, porque presumes de tener a todas las mujeres que quieras, con tan solo chasquear los dedos. Pero yo creo, que lo hacen porque tienes dinero y quieren asegurarse, de tener una buena vida en el futuro.
Bendelin no daba crédito a lo que veía. El viejo Henry tenía razón, su hija era toda una belleza y con carácter fuerte. Si no se equivocaba, era la primera mujer que le hablaba de aquella forma, sin ser su madre o hermana. Sonrió. Estaba preciosa cuando se enfadaba, pero no acababa de entender el por qué se hizo pasar por secretaria.
Se despertó de sus pensamientos, al darse cuenta de que la mujer se dirigía hacia la puerta.
-¡Eh!... Pero a dónde demonios te crees que vas, ricura –Leslie se giró con el ceño fruncido y se paró delante de él, mirándole a los ojos-. Sabes, ya que veo que no te caigo simpático y que no me hablaras, por que te encuentras enfadada conmigo y no sé por qué razón, creo que me merezco un recuerdo tuyo como playboy que dices qué soy, princesa –sin poder remediarlo, la agarró por los hombros apretándola más a él-. Cierra esos hermosos ojos que tienes...
-Qué...
Era una mujer dulce, sus labios lo confirmaban. No quería soltarla, pero tenía que hacerlo. Sabía el carácter que tenía y si quería conquistarla, como en un principio se había propuesto, era mejor evitar muchas cosas. Se había equivocado respecto a como se la había imaginado. Aún tenía que averiguar muchas cosas de Leslie Mckendricks.
Separó poco a poco sus labios de los de ella y la miró a los ojos. Estaban llenos de sorpresa y algo que no acababa de determinar... Mentira. Lo averiguó demasiado tarde. Era rabia, lo supo nada más sentir un fuerte impacto en su mejilla izquierda. Había actuado de forma imperdonable, al lanzarse de aquella manera.
-¡Si te creías, que me iba a...! –no pudo continuar, cogió su maletín del suelo y se encaminó toda decidida a la puerta.
-¡EH!, Espera un momento –la agarró nuevamente por el brazo.
-No tengo ganas de estar en compañía, de un ingrato asqueroso que va ligándose por ahí a cualquier mujer, mientras ésta tenga algo que le interese –lo miró de arriba abajo, con cierta aprensión en el rostro.
-Estas muy equivocada, princesa –sonrió-, no tienes que hacer caso a los cotilleos. Además, tú no tienes nada que me pueda interesar.
-¿Seguro? –Soltó con ironía-. Y qué me dices la identidad de cierto columnista...
Bendelin sonrió ante aquella sugerencia.
-Princesa, no me hace falta ningún tipo de seducción, para conseguir esa información –se apoyó en la puerta, cruzándose de brazos a la altura del pecho-. Puedo conseguirlo por mí mismo. También fui un columnista famoso temido por los grandes magnates.
-No si por modestia que no sea –sonrió-. Entonces cariño, dime por qué no has vuelto a escribir, ni investigar ningún caso más –se le acercó pausadamente-. OH, acaso los años ya no perdonan.
Toucheé, pensó Bendelin. La gatita tenía uñas y sabía cómo utilizarlas. Le estaba empezando a gustar el lidiarse con ella. Además estaba preciosa, con aquellos ojos llenos de rabia, el pelo caído con cierto desenfado por encima los hombros y ese movimiento de caderas, le estaban volviendo loco.
-Princesa. Cuando quieras y en dónde quieras, te puedo demostrar que estoy en perfecta forma para mis años.
-Grosero –replicó bruscamente-. Acaso no sabéis pensar en otra cosa, que no sea el sexo a todas horas.
-Sí – se aproximó a un nivel muy peligroso, al acogerla por la barbilla con delicadeza-. Pero creo que ya hemos hablado de éste tema suficiente por hoy y yo, tengo muchas cosas que hacer. Ahora, me interesaría tratar el contrato de tú queridísimo columnista.
-Tienes razón. Tanto hablar me ha secado la garganta –se separó y caminó velozmente a la salida-. Tal vez, sea mejor que quedemos para otro día –abrió la puerta y le sonrió-. ¡Chao, caro! –y corrió al ascensor, que por suerte acababa de abrirse por la llegada de un hombre.
La primera reacción de Bendelin, fue de salir a su encuentro, pero luego recapacitó. "De acuerdo, princesa. Si lo que quieres es jugar, jugaremos." Se acercó al escritorio y llamó por el intercomunicador a su secretaria. Mientras esperaba a que acudiera, se sentó en su sillón.
Quien asomó la cabeza por la puerta, no era Hanna sino Matt, con una sonrisa en la mirada.
-¿Cómo resultó el encuentro? –preguntó, acomodándose en un sillón.
-Bien y mal –dijo, sin levantar la mirada del escritorio-. La mujer con la que te habrás cruzado, era Leslie Mckendricks. La que me tiene loco, como tú y Susana diríais.
-Si lo sé. La conocí por la foto de su informe –le replicó-, cosa que tu no miraste –sonrió burlón-. Así, que es la moda de conquistar a damiselas de hielo.
-¿Porqué? –levantó la mirada interesada hacia su compañero.
-Dicen, que es de carácter muy fuerte.
-Sí, eso lo he comprobado –le aseguró en un tono medio divertido-. Y que es una niña rica de papá que seguramente busca una chequera gorda, para su futuro – se levantó y se acercó a un ventanal-. Pero es de oídos, no lo que yo sé. Creo que a la gente, le gusta desencadenar muchos rumores cuando se aburren –se pasó la mano involuntariamente por el cabello-. Créeme, estoy completamente seguro de que no es una mujer calculadora y menos fría.
-¿Aquí ha ocurrido algo? –preguntó Matt, muy interesado.
-No... –sonrió-. Pero verás, nos hemos quedado sin el primer artículo del columnista. Pero es solo por el momento –lo miró con seriedad-, pero no debes preocuparte, muy pronto lo tendremos.
-Mira, no sé qué es lo que ha ocurrido aquí dentro –le contestó con gran tranquilidad-. Solo sé, que puedo confiar en ti. Pero te pido, que tengas cuidado con esa mujer. No quiero que te hagan daño.
-¿Daño?
-Sé que tú hermana tiene razón. Sé que esa mujer te gusta y sé que vas en serio –subrayó con fuerza las siguientes palabras-. ¿Pero y ella? Bendelin que el corazón no es tan fuerte como parece...
-Tranquilo, sé que es ella –contestó en un suspiro.
No lo entendía, se suponía que lo despreciaba. Entonces, porqué le respondió... "Porque fue un beso tierno y cálido." Nunca había sentido aquella sensación. OH, acaso era igual que todas las demás mujeres que habían estado con él, sin saber negarle nada por su atractivo, por su sonrisa y por aquellos ojos...
-¡Maldito seas, Bendelin Van Holden! –exclamó, tirando un montón de libros con fuerza sobre el escritorio. Eran las cinco de la tarde y no había conseguido concentrarse en sus diseños. Solo hacía que pensar en lo ocurrido. Si seguía así, se iba a volver una histérica.
Se la encontró, con la cabeza gacha y apoyada en sus brazos. Había estado toda la tarde con la mirada vaga por los diseños. No sabía bien, bien qué le ocurría pero al escuchar aquel nombre, ya se hacía una idea más o menos, de lo que ocurría. Se acercó hacia ella y le empezó a masajear los hombros.
-Les, cariño –susurró-, porque no te marchas a casa. Por lo visto, hoy tu cabeza no tiene ganas de trabajar.
-OH, Dani –contestó con un gemido-. Es que toda la culpa, la tiene... –levantó la cabeza con energía y escupió con furia en la mirada, el nombre de aquel individuo nuevamente-. Bendelin Van Holden. Es un... un cretino –sollozó-. Pero qué digo, si ni siquiera estoy segura de lo que es –se recostó vagamente en el respaldo del sillón-. Hace pocos días, le tenía un gran odio. Y ahora... ahora no sé qué es lo que siento hacia él –se volvió hacia Dani, con gesto melancólico-. ¿Crees que debo acudir a un psicólogo, tal vez, me esté volviendo loca?
-Pero que dices mujer, lo que necesitas es descansar –la cogió por los brazos y la levantó del sillón-. ¿Haber cariño, qué es lo qué te ha hecho ese hombre?
-Pues él... –dejó la mente en el aire, mientras recordaba aquella calidez tan magnífica-, me besó, si eso –lo miró confundidamente-, simplemente me besó. Pero fue lo que sentí con aquel beso y su forma de...
-Me parece que ya sé que te ocurre, mi niña –la abrazó con ternura-. Bendelin ha conseguido, lo que ningún hombre ha podido hasta ahora. Enamorarte –le puso un dedo en los labios, para que no dijera nada-. Sí, mi niña. Él ha conseguido demostrarte, que existe el cariño y la ternura, en un simple beso...
-¡No puede ser! –se separó un poco nerviosa-. Es Bendelin Van Holden. El tirano ese, al que he odiado tanto, en tantísimo tiempo sin llegar a tratar o verle la cara.
-Ya sabes, de ese dicho. Del odio al amor, solo hay un paso –le contestó, sentándose encima del escritorio y mirándola con expresión divertida.
-¡No! –empezó andar de un lado a otro-. Es que... Pero bueno, se puede saber que es lo que te hace tanta gracia –se paró en seco y puso los brazos en jarra, esperando una respuesta.
-De que por fin te hayas enamorado.
-Yo no me he enamorado –contestó con cierta agresividad.
-Y que haya sido, de Van Holden –sonrió-. Por si no te acuerdas, él y yo, somos viejos amigos de la universidad.
-¡Dios! –se dejó caer en el sillón, de un golpe seco-. Por favor Dani, prométeme que no le contaras nada de lo que te he dicho.
-¿Por qué? No decías que no estabas... –sonrió-. Vaya, por fin lo reconoces.
-Pero si tan solo, hace un día que...
-Quien dice que para enamorarse, hacen falta siglos niña –se le acercó-. Y ahora, me prometes que te vas a tomar una semana de vacaciones, que te hacen falta y ahora más. Porque estoy seguro, que te van hacer falta muchas horas de recapacitación.
-¿Pero y los diseños? –extendió los brazos, hacia donde supuestamente estaban.
-Hay tiempo para ello, que yo sepa no tienen fecha de entrega. Y ahora, levántate y hazme el favor de marcharte.
-Esta bien, te voy hacer caso –se levantó con gesto de cansancio, cogió sus cosas y se dirigió a la calle-, te llamaré mañana o pasado. Y no digas nada –le avisó, apuntándole con el dedo.
Bendelin iba a entrar en su despacho, cuando reparó en la presencia de un hombre sentado en el sofá.
-Dani... –se extrañó. Hacía unos cuatro años, que no veía a su amigo-. ¡Tío!, Pero qué haces aquí en Londres –Dani se levantó y se dirigió a darle un abrazo.
-Ahora vivo aquí –sonrió-, hará cosa de unos cinco meses.
-Y Sasha, ¿cómo se encuentra? – le preguntó, mientras le conducía hacia el despacho.
-Muy bien, está muy hermosa y más ahora, que está embarazada de tres semanas.
-¡Guau! Estarás muy contento, por tu futura paternidad –le dijo mientras fue a servirle una bebida.
-Sí, tengo muchas ganas de que llegue el momento –su tono de voz se tornó más serio-. Pero verás... Venía averiguar una cosa, aparte de visitar a un buen amigo como tú, después de encontrarme completamente instalado en la ciudad.
-Claro, pregunta lo que quieras –le entregó el vaso y se sentó encima del escritorio.
-Pues... Es sobre Leslie Mckendricks.
Bendelin se atragantó con la bebida. Cómo es qué la conocía, se preguntó y porqué le quería hacer preguntas sobre ella.
-¿No lo entiendo, de qué la conoces?
-Somos socios en el negocio de decoración –sonrió, ante la extrañeza de su amigo-. Sí y también sigo con la arquitectura.
-Vaya, seguiste ampliando conocimientos, como siempre –se rió-. Nunca lo pudiste controlar y recuerdo, que volvías loco al decano.
-Sí, es verdad –recordó divertido-. Pero verás Ben, estoy aquí porque mi mujer y yo tenemos mucho cariño a Leslie. Y no queremos, que nadie le haga daño –le comentó-. Y el otro día, vino hecha una furia por tu culpa.
-En serio –aquello le gustó. Se creía, que Leslie estaba jugando con él y resultaba ser que era él quien tenía los ases, bien cogidos por la manga.
-No consiguió concentrarse en nada y tuve que mandarla a casa. Le dije que se tomara unas vacaciones, por que se encuentra muy cansada –le replicó seguidamente-, y sí, todo porque la besaste.
Aquello le gustó mucho más. Había conseguido atraparla. Las cosas, iban mejorando por su bien.
-Ben, te lo pido. Si no vas en serio, olvídala inmediatamente. No quiero que le hagan daño, entiendes. Es muy sensible aunque no lo parezca a primera vista.
-Puedes estar tranquilo. Leslie es una mujer, que me gusta de verdad y pienso...
-Así que estas colado por ella –su amigo asintió. Y Dani, se rió para sí mismo. Los dos estaban enamorados y no lo sabían. Bien por Henry... -. En ese caso, yo me voy. Ya te llamaré y quedamos para cenar, con Sasha.
-De acuerdo. Tengo muchas ganas de volver a ver a tu mujer –dijo un poco extrañado por la repentina y extraña marcha del hombre.
Cuando se hubo ido, Bendelin se quedó sumido en sus pensamientos. Estaba seguro y ahora más, según le había contado Dani, que Leslie sentía algo por él. Aunque fuese muy poquito. Para él, eso era un punto a su favor, de que lo podía conseguir.
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