10


-Bendelin me ha propuesto que me vaya a vivir con él -por fin, deseaba poder decírselo a alguien, para que la ayudara en su respuesta. Aunque ya lo sabía desde el primer instante.

-¿Cuando? -preguntó Laura sorprendida. Era la única que sabía que ellos dos se habían visto en algunas ocasiones.

-El otro día -respondió, mientras cogía un bote de galletas del armario de la cocina.

-¿Fue nuevamente un encuentro casual? ¿No hubo ninguna riña? -volvió a preguntar.

-No, no fue ningún encuentro casual -sonrió mientras le señalaba uno de los jarrones que contenía las rosas que Bendelin le había regalado-. Más bien, fue una cena planeada en su casa.

-Vaya, vaya... ¿Y bien? -le urgió a que le contestara, mientras mordía una galleta de chocolate.

-No lo sé -dejó escapar un profundo suspiro-. Sabes que lo quiero mucho... -Pero crees que él no, verdad.

-No es que lo crea, es que lo sé -dijo secamente-. Él me lo ha propuesto, por que también quiere al bebé y desea lo mejor para él. Y en cuanto sus deseos hacia mí, son los mismos de siempre...

-No me lo digas -intervino-. El deseo de llevarte a la cama. -Cierto y no me vengas, con que ya lo ha hecho...

-Pero tal vez quiera hacerlo nuevamente, por que como es un playboy empedernido no acepta la idea de que no recuerdes nada de aquel momento... -bromeó.

-Te crees muy graciosa, verdad.

-Si -se rió-. No venga, ahora en serio. ¿Qué piensas hacer?

-Lo que ya sabes -sonrió esperanzada-. Aceptar su propuesta y tratar de conquistarlo.

-Me encantaría poder observarlo todo desde la primera fila... Pero no creo que sea muy ético, que digamos.

-Laura...

-Qué -sonrió-. Solo te deseo lo mejor y te recuerdo que las velas en el dormitorio son muy...

-¡Laura! - la intentó acallar entre risas.

-Pero si es verdad -se defendió riéndose a carcajadas.

En aquel momento sonó el timbre de la puerta, extrañando a las dos jóvenes por que no sabían quién podía ser aquella hora de la tarde. Leslie se levantó de la silla y fue con paso tranquilo abrir la puerta de la entrada, que nuevamente volvía a sonar el timbre.

Estaba un poco nerviosa. Por que tal vez quien llamaba era Bendelin que venía a pedirle que le diera una respuesta, por que pensaba que cuarenta y ocho horas eran más que suficientes para pensar una respuesta. ¿Que le diría cuando aceptase su propuesta? Sonreiría y la levantaría en brazos, diciéndole lo mucho que la quería... Tonterías.

-¡María! ... -estaba más que sorprendida. Delante de la puerta se encontraba la madre de Bendelin cargada con muchísimas bolsas de compra, y una enorme sonrisa en el rostro.

-¡Hola querida! -sonrió pasando hacia el recibidor y dejando las bolsas un momento en el suelo, para quitarse el abrigo y dejarlo en el perchero, que había a un lado de la pared-. Espero no molestarte, pero veras tenía unas ganas enormes de traerte un par de cositas que le he comprado al bebé.

-No, no claro usted siempre es bien recibida en esta casa -aún no salía de su asombro-. Pero pase al comedor, estoy con una amiga...

-Oh, si quieres me marcho y vengo en otro momento -se giró y habló un poco avergonzada.

-No, Laura es mi mejor amiga y me gustaría que la conociese -sonrió, mientras se agachaba y cogía un par de bolsas-. ¡Laura! -la llamó

-Leslie -la regañó la mujer mayor-, no deberías de coger ningún tipo de peso así que ya estas dejando las bolsas en el suelo.

-Sí -apareció de pronto la joven chica saludando a la mujer mayor y quitándole a Leslie las bolsas que se había agachado para coger-. Tu estate quieta que no debes de coger peso ninguno -la regañó también.

-Laura -dijo una vez en el comedor-, te presento a María la madre de Bendelin.

-Encantada de conocerla señora -sonrió tímidamente la chica.

-Lo mismo digo Laura -le dio dos besos en la mejilla, mientras le dedicaba una simpática sonrisa-. Así que tu eres la joven a quien tengo que darle las gracias por cuidar de mi yerna, ya que mi queridísimo hijo no lo hace...

-Bueno... yo.... -no sabía que contestar.

-Sí, si no seas tímida -sonrió-. Si yo pudiera le daría un par de tundas a mi niño, pero este ya no lleva pañales para poder regañarle cuando hace algo mal... -soltó un suspiro-. Bueno, que te parece si abres los regalos que te he traído a ti y al bebé.

-De acuerdo, pero antes voy a preparar un poco de té -empezó a encaminarse a la cocina, pero Laura la interrumpió diciéndole que se sentara que ya lo preparaba ella.

-Vaya, veo que tienes una buena amiga -sonrió observando a Laura dirigirse a la cocina.

-Si, nos conocemos desde que éramos niñas pequeñas.

-Esas son las buenas amistades que nunca terminan, las que hacemos cuando somos niños pequeños... -sonrió un poco entristecida-. Bueno, mi hija Susana también quería venir para conocerte, pero ha tenido una urgencia en el último momento. Ella trabaja como doctora y cirujana en el hospital.

-Bueno, ya habrá otro día -sonrió.

-Tienes una casa bonita, pequeña pero bonita -le dijo sinceramente.

-Bueno, como solo vivo yo la encuentro bien de tamaño.

-No, no si yo no digo lo contrario es perfecta para una pareja que no tenga pensado en tener niños o para una persona soltera, pero para una persona que empieza a tener niños, se le hace muy pequeña con el paso del tiempo -sonrió-. Te lo digo yo, que tengo experiencia con todos los cacharros que necesitan cuando son pequeños y grandes.

-Ya me lo imagino -sonrió divertida ante la expresión de la mujer. En aquel momento entró Laura, llevando en sus manos la bandeja con el té y un surtido de pastas.

-Bueno, aquí traigo una pequeña merienda -sonrió la joven, mientras dejaba en la mesita delante del sofá la bandeja y se sentaba enfrente de las dos mujeres-. ¿Pero todavía no habéis abierto los regalos? -preguntó sorprendida.

-A Laura le encanta abrir regalos aunque no sean para ella -le explicó Leslie a María, sonriendo por la cara de Laura.

-Vaya, y que esperas a echarte un novio para que te llene de regalos, muchacha -la regañó en broma.

-Todavía no he encontrado a mi príncipe azul.

-¿Príncipe azul? -sonrió María-. Pero si de esos ya no existen en esta vida...

-Bueno... -soltó un suspiro-. Entonces estoy resignada a ser una vieja solterona... -las tres mujeres se rieron mientras empezaban abrir los regalos que había traído María.

Eran cerca de las nueve de la noche, cuando Laura se despidió de las dos mujeres diciendo que tenía que ir a comprar un par de cosas que hacían falta en la casa, antes de que las tiendas le cerrasen.

-Bueno, también creo que es hora de que yo me marche -empezó a levantarse del sofá-. Mi hija tiene que estar a punto de llegar a casa y no quiero que se preocupe por mi tardanza.

-Le doy las gracias por todos estos regalos tan preciosos, María -sonrió agradecida la joven.

-No, yo te doy las gracias por ser la madre de mi nieto... ¿Bueno, sé que no debería que es cosa perdida, pero que tal van las cosas entre vosotros dos? -preguntó con cierta vacilación.

-Sé que no debería decirle nada, pero últimamente nos hemos estado viendo y ciertamente me propuso una cosa que he aceptado

-En serio, así que eso era... -¿No comprendo?...

-Ya notaba desde hace unos días a mi hijo un tanto extraño -sonrió la mujer-. Soy su madre y por lo tanto, noto algunas cosas que para otros son desapercibidas.

-Entiendo.

-¿Y dime niña, qué es eso que has decidido aceptar? -preguntó esperanzada.

-El vivir bajo el mismo techo...

-¡Sí! -exclamó la mujer emocionada-. Si ya decía yo que solo os hacía falta tiempo... -calló al ver la expresión un tanto seria de la joven-. No me digas que he vuelto a meter la pata...

-Bueno, no vamos a vivir como una pareja normal y corriente... En verdad lo hacemos por el bien de...

-¿Pero estaréis bajo el mismo techo, verdad?- preguntó con cierta urgencia en la voz.

-Si, pero...

-Bueno Leslie, será mejor que me marche que es tarde y mañana habrá que madrugar que hay muchas cosas que hacer -Le dio dos besos a la joven y se dirigió al recibidor para ponerse el abrigo y despedirse rápidamente de la chica.

Leslie estaba perpleja... ¡Que había hecho por dios! No tendría que haberle dicho nada a María, a saberse que es lo que haría ahora esa mujer con la información recogida, no quería ni pensarlo ... Y de seguro que Bendelin se enfadaba con ella ... Bastante enfurruñada consigo misma, empezó a recoger las tazas para ponerlas en el friegaplatos y empezar hacerse algo ligero para cenar.

***

Le despertó el hablar de personas, pero era una cosa imposible ya que estaba solo en la casa. Así que tuvo que quitarse las sabanas, coger su batín y bajar a la planta de abajo haber que es lo que ocurría.

Fue abrir la puerta del dormitorio y descubrir que la voz de una de las personas, pertenecía a su madre. ¡Diantres! Que hacía su madre a las siete de la mañana en su casa... De mala gana bajó las escaleras y entró en la cocina de donde provenían las voces, para quedarse clavado en la puerta al hallarse delante de él un buen grupo de mujeres, que estaban discutiendo sobre unas carpetas que hablan encima de la encimera mientras bebían de sus calientes tazas de café. De pronto al descubrir la presencia del hombre las mujeres pararon de hablar para quedarse mirándolo.

-¡Bendelin hijo! -su madre se alegró de verlo y se acercó a él, para presentárselo a las demás mujeres-. Señoras les presento a mi hijo Bendelin -era como una pesadilla el ver como todas las mujeres sonreían de forma provocativa, mientras se ponían sus ropas bien o se bajaban un poco el escote de) traje... /Dios, pero que era todo aquello!

-Buenos días -sonrió esforzadamente, mientras cogía a su madre del brazo y la sacaba por un momento fuera de la cocina-. Si me disculpan un momento... Tengo que discutir una cosa con mi queridísima madre...

-Hijo pero que te ocurre -replicó su madre ante la poca educación con que la trató en aquel momento su hijo.

-Eso de ahí dentro es lo que me ocurre -gruñó con fuerza señalando con el brazo a la cocina.

-Yo pensaba que ya estarías en el trabajo como siempre... -empezó a disculparse su madre.

-No madre, como puedes ver no estoy en el trabajo... -¿Y eso? -preguntó extrañada-. ¿Te encuentras mal?

-No madre, no me encuentro mal -replicó entre dientes-. Últimamente empiezo un poco más tarde por que así he querido... Y ahora -subrayó con bastante fuerza las siguientes palabras-, ¿me quieres explicar que hace todo ese gallinero en mi cocina?

-Oh, nada especial -dijo demostrando una maravillosa sonrisa-. Tan solo estamos escogiendo el color para el cuarto del bebé, los muebles, todas esas tonterías ya sabes...

-No, no sé -masculló enfadado sin saber todavía que es lo que estaba ocurriendo en su casa.

-Bueno como Leslie se viene a vivir aquí, pensé en quitarle toda la faena pesada de decorar el cuarto del niño... -soltó un suspiro feliz-, y en los cuatro detalles de vuestro dormitorio y del de invitados... Ya sabes, poner un pequeño toque femenino en tu casa... -se calló al ver la expresión que tenía su hijo-. ¿Te ocurre algo?

-¿Cómo sabes que se viene a vivir aquí? -preguntó cogiéndola por los hombros.

-Bueno ayer fui a su casa a llevarle unos regalos y me quedé a tomar un té con ella y Laura y el tema salió... -Bendelin la soltó y subió las escaleras corriendo, dejando a su madre completamente extrañada-, ¿Pero hijo, que diantres te ocurre?

No podía ser, se repetía constantemente Bendelin mientras se vestía. Si lo que su madre le había dicho era cierto, aquello significaba que tenía la posibilidad de conquistar a Leslie si se venía a vivir a su casa... Tenía que ir a verla y preguntárselo... Oh mejor no, pensó por un momento. Tal vez sería mejor que se esperase a que ella fuera a darle la noticia. Ya que a lo mejor en el último momento podía cambiar de decisión si se enteraba de todo lo que estaba haciendo su madre en su casa ... Bien contento, entró en la cocina sin prestarle atención a las mujeres que habían allí que no paraban de quitarle el ojo de encima mientras desayunaba. Tenía otros pensamientos en la cabeza como para prestarle atención a las víboras que no paraban de hacer cosas, para que Bendelin les prestase su atención aunque fuese por un instante. Pero bueno, es que no habían deducido que tal vez estaba casado o se iba a casar al estar re decorando su casa, e instalando en uno de los dormitorios un cuarto para un bebé... Acabó y se fue al trabajo a darle la buena noticia a Matt.

Hasta la hora de comer, Bendelin no tuvo tiempo de ver a su amigo Matt por la cantidad de trabajo que tenían últimamente. Como siempre decidieron quedar en el bar de Jack, para comer y allí poder hablar sin que nadie los interrumpiera por nada.

-Así que por fin la tienes en donde tú querías -dijo Matt, mientras se llevaba a la boca un trozo de salchicha.

-Si, y si te digo la verdad no sé cómo actuar al respecto -reconoció un poco avergonzado.

-Siendo el Bendelin de siempre -le apoyó-. Duro y seguro de ti mismo. -Tampoco quiero asustarla -sugirió con cierta ironía.

-Tú ya me entiendes, se tu mismo -comentó mientras le daba un trago a su cerveza-. Compórtate como siempre te comportas cuando estas en tu casa.

-Tienes razón... Pero es que no sé cómo va a ser su comportamiento, ante todo éste lio.

-¿Habéis hablado ya?

-No.

-Entonces, por que tantas preocupaciones si aún no os habéis puesto las normas...

-Matt, será mejor que no sigas...

-¿Porqué? -siguió el joven sin comprender nada-. Seguramente en cuanto ella venga a decirte que acepta tu oferta, seguro que detrás de ello te espera una enorme lista con un montón de tonterías que te prohibirá hacer en su presencia...

-Matt -seguía Bendelin intentando callarlo.

-Pero si es verdad, todas...

-Sí, señor Mathew -interrumpió una voz femenina-, todas que...

El joven se dio la vuelta, encontrándose al objeto de su conversación con una sonrisa maliciosa en el rostro y los brazos cruzados sobre el pecho, como si estuviera a punto para propinarle un buen bofetón si hacía falta ... Vaya, se podía decir que aquello si que era una buena pillada.

-Buenos días señorita Mcken... quiero decir señora Van Holden... -no sabía que decir.

-Buenos días, señor Matthew -sonrió tímidamente al mirar por un momento a Bendelin-, ¿Espero que no le moleste, el que les interrumpa en su hora de comida?

-Y ahora..., no digas más tonterías -interrumpió Bendelin levantándose de la silla y cogiéndola del brazo-. No interrumpes y tranquila... -miró hacia Matt-. Puedes tutear a éste individuo que tienes aquí delante.

-Si yo soy un individuo, tú que eres un monstruo -sugirió Matt en broma, para cortar un poco la tensión.

-Matt, Matt... Nuestra amistad puede peligrar -sonrió mientras le ofrecía sentarse a Leslie.

-Muchas gracias, pero si no te importa... -empezó a disculparse-. Pero veras, me gustaría dejar un asunto zanjado cuanto antes mejor.

-Claro... -miró un momento a su amigo, pidiéndole disculpas-. ¿Si no te importa?

-Qué me iba a importar -sonrió, mientras se acomodaba en la silla-. Así estaré solo para cuando llegue tu hermana.

-Cuidado con lo que hacéis -lo amenazó en broma.

-Eso mismo digo -miró burlonamente a la joven, viendo como sus mejillas se tornaban sonrosadas por un momento-, Ah sido todo un placer el poder volver a verla, señora Van Holden...

-Lo mismo digo -fingió una encantadora sonrisa, cuando en verdad lo que deseaba era romperle los morros a su amigo por su divertido sentido del humor.

Bendelin se puso su abrigo y condujo a Leslie a sus oficinas. El lugar más cercano, que se suponía que debía ser tranquilo para poder hablar de un tema importante, pero en un día de tanto trabajo como aquel lo creía imposible.

En cuanto entraron por la puerta del despacho, el teléfono ya empezó a sonar pero Bendelin le comunicó a Hanna que no le pasara ninguna llamada aunque fuese importante. A lo mismo que ninguna visita. Y hasta que Bendelin no se hubo quitado el abrigo y se disponía ayudarla a ella con el suyo, Leslie no habló.

-Desde luego -decía mientras se sentaba en el cómodo sofá-, pensaba que tu socio era mucho más serio y educado que tú -soltó las siguientes palabras con tono irónico-, pero desde luego sois de la misma calaña, no me extraña que os llevéis tan bien.

Bendelin se rió a carcajada con el comentario de su esposa -¿Y eso te molesta?

-No más bien me irrita -empezó a contestar con seriedad pero la sonrisa se le fue escapando poco a poco-. Es verdad, no se puede hablar con vosotros por que siempre le buscáis otro sentido a mis palabras...

-¿Eso ha hecho Matt? -preguntó Bendelin en tono de burla.

-Si y lo sabes muy bien -replicó un poco malhumorada-. Es igual, no he venido aquí a discutir vuestro comportamiento infantil...

-¿Y cuál hemos venido a discutir? -sugirió en tono provocativo-. El que tuvimos aquella noche, como dos quinceañeros...

-Bendelin que no estoy para bromas en éste momento -en sus ojos empezaban asomar pequeñas chispas.

-Yo tampoco, Leslie -habló pausadamente-. Yo tampoco... Por que si mal no recuerdo, hay una vida que depende de nosotros. Y quiero que sepas, que voy hacer todo lo posible por que sea feliz en éste mundo.

No sabía que decir, por que la verdad no sabía cómo tenía que tomarse aquellas palabras... ¿Sería cierto lo que decía Bendelin? Sería incluso capaz de obligarla a vivir con él si su respuesta era negativa, por el bien de su hijo ... Oh quería decir, que era capaz de recurrir a los tribunales y apartarla de su bebé ... Solo sabía que tenía que tener en cuenta que cuando Bendelin amenazaba, había que tener cuidado.

-¿Me estás amenazando? -preguntó con gran firmeza en su voz.

-¡Cielos, no! -gruñó Bendelin enfadado de que pudiera pensar aquello-. Pero quién crees que soy, Bendelin el bárbaro...

-Bueno ahora que me paro a pensarlo... -comentó en broma, al saber que Bendelin no le haría nada malo.

-Entonces significa que ya no soy tu Bendelin el playboy... -dijo con voz sensual poniéndole los pelos de punta a Leslie.

-Será mejor que dejemos éste tema -carraspeó un poco antes de poder seguir-. Creo que hay cosas más importantes que discutir.

-Como quieras -sonrió-, pero sigues siendo la misma mojigata de siempre...

-Yo no soy ninguna moji... -se calló de pronto al ver que como una tonta había caído en el juego del hombre-. Oh, quieres parar ya y empezar hablar en serio.

-De acuerdo como quieras -dijo mostrando una de sus atractivas sonrisas-. ¿Pero quieres antes algo para beber o comer?

-No sé... -empezó a responder, pero como siempre Bendelin tomaba la iniciativa al coger el intercomunicador y hablar con Hanna.

-¿Hanna por favor, podrías pedirnos una jarra de té y un par de sándwiches? -colgó y la miró-. ¿Te parece bien?

-Sí por mí no hay ningún problema, pero pensé que tu ya habías comido. •Acababa de empezar. -Oh vaya, cuanto lo siento...

-No tienes por que preocuparte, me gusta mucho más la compañía de mi esposa que la del loco de mi compañero... -comentó sonriendo mientras se desanudaba la corbata-. ¿Bueno y a qué debo el honor de tu visita?

-Ya lo sabes... -espetó un tanto nerviosa por el tema que iban hablar-. No te hagas el tonto conmigo, vale.

-De acuerdo iremos al grano -dijo en tono seguro, mientras se empezaba a remangar las mangas de la camisa consiguiendo poner cada vez más nerviosa a Leslie-¿Qué me respondes?...

-Bien, yo... - estaba nerviosa y el tener un enorme nudo en el estómago y la boca seca no le ayudaba en nada-. Acepto tu oferta -logró articular al fin, pero con la mirada agachada sin ver la sonrisa de triunfo que por un momento apareció en el rostro de Bendelin.

-Muy bien -respondió mientras abría un cajón y dejaba la corbata bien doblada. -¿Eso es todo lo que me vas a decir? -preguntó la mujer perpleja.

-Sí que más quieres que te diga -Leslie pensaba que en el fondo el hombre se tenía que estar riendo por su victoria-. Ahora solo tenemos que trasladar tus cosas en el momento en que tú me digas y ya está...

No, no está -pensaba Leslie. Iban a vivir bajo el mismo techo y quería saber que es lo que le esperaba. Tendrían que hablar sobre muchas cosas, como el dormitorio suyo y del bebé, las tareas domesticas, las visitas... Aunque esperaba que en su larga estancia en la casa de su marido, no llegaran a recibir muchas visitas femeninas. Esperaba que al menos guardara un poco de respeto por ella y no propagara a los cuatro vientos que le ponía los cuernos a su esposa delante de sus morros...

-Habrá que establecer algunas normas, no sé... -empezó a decir pero Bendelin la cortó rápidamente un poco escandalizado al escuchar palabra.

-¿Normas? -dio un profundo suspiro-. En mi casa nunca han habido normas y pienso dejar que siga así por mucho tiempo... Leslie, quiero que te comportes como si estuvieras en tu casa. De hecho, esa será de ahora en adelante tu casa... Y no quiero protestas de ninguna clase -siguió al ver que la chica volvía a replicar.

-Muy bien -se levantó con enfado del sofá y se dirigió al escritorio en donde él estaba cómodamente sentado-. Como veo que tu ya has zanjado todo el asunto, me marcho -se encaminó a la puerta y cuando llegó a ella se dio la vuelta y lo fulminó con la mirada-. Por cierto, puedes meterte tu té y sándwiches por donde te quepan ... Prefiero morirme de hambre, antes que comer ante un...

-Leslie...- la amenazó Bendelin para que no dijera nada, de lo que más tarde pudiera arrepentirse. Consiguiendo que cerrara con un fuerte portazo, como la última vez que estuvo allí.

Bendelin se quedó pensativo. No tenía mucha suerte, por que cuando avanzaba un paso en la relación con su esposa enseguida retrocedía dos. La culpa de todo la tenía él, por que bien que sabía el temperamento que tenía Leslie, y no hacía nada para que no se enfadara con el... Rezaba por que no lo llamara al día siguiente, comunicándole que había cambiado de idea y todo por culpa de su estupidez.

A las nueve de la mañana el timbre de la puerta despertó a Leslie, de su profundo sueño. Soltando un bostezo apartó las sábanas y cogió su bata, para ir abrir. Tor la recibió en el comedor, dándole un lametazo en la mano mientras movía con gran alegría la cola. Y dirigirse después corriendo a la puerta y olisquear por debajo de la puerta, para ver si conocía a la persona que llamaba un domingo tan temprano a ella. Por el dulce ladrido que dio, Leslie supo que era alguien conocido y querido por él.

Fue abrir la puerta y la sonrisa que había en su rostro apagarse al ver quién era. No entendía como Tor, había podido cogerle tanto cariño a Bendelin. Por lo visto los dos eran igual de tontos...

-Buenos días -habló sin ningún tipo de cortesía y sin ofrecerle entrar en la casa-¿Ha que debo tal honor?

-Siento mucho el haberte despertado -se disculpó al verla con la bata y el pijama puesto, y notar que había tardado un poco en responder a la llamada-. Pero como antes te levantabas temprano para salir a correr, pensé que ya estarías despierta... Pero si quieres vengo en otro momento, por mi no es ninguna molestia.

-Tor -llamó al perro y una sonrisa maliciosa apareció en el rostro de la mujer-. ¿De veras? Pues entonces por que no te pasas en otro momento o día -Y dicho esto, le cerró la puerta en los morros a su marido dejándolo completamente sorprendido. Tuvo su momento de remordimiento y fue abrir la puerta, pero cuando lo hizo él ya no estaba allí...-. ¡Estúpida! -se insultó al ver lo niña que había sido al hacerle aquello a Bendelin. Ahora se pensaría que estaba enfadada con él y que le estaba declarando la guerra. Enfadada consigo misma, se dirigió al dormitorio para darse una ducha y pensar en hacer algo al respecto.

Bendelin sonreía más tarde en su casa, mientras se tomaba un café en compañía de su golden. Había visto una sonrisa en el rostro de su mujer y aquello significaba que no estaba todo perdido... Pero por lo visto tenía ganas de volver a jugar como en un principio habían hecho. Pues bien, él también tenía muchas ganas de darle suavemente con la puerta en los morros...

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