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- Dulce pitonisa del bosque que de los dioses recibe dones, cuéntame una historia antes de morir. Dime, ¿Cómo se han enamorado? estos amantes que una vez he conocido...
Escucha pacientemente lo que tengo que decir, toma asiento a mi lado que esto durará tan solo un instante largo; yo te vengo a relatar, de dos amantes y de su amor la historia, no temas mortal, que mis palabras veneno no son. Atento deberás estar, para entender así su escabroso andar, dos hombres que se aman separados deben estar, pues sabrán los dioses lo que el destino desea, es hora, pequeño, tan solo escucha mi voz.
Hace ya, algunos ayeres conocí a dos hombres, uno de ellos venía a menudo, a los pies de la montaña a ver el cielo y cuyos cerúleos ojos no se despegaban de las caminantes nubes en lo alto y cuyos dorados risos refulgían por dónde pasaba y ese hombre, cuyo corazón iluminaba el bosque entero, tenía un amor prohibido, un amor distante de si mismo que deseaba; como se desea agua en el desierto, como se desea la noche, como la fértil tierra anhela la lluvia celeste; tener entre sus brazos.
Y me decía, a menudo: "Pitonisa que guarda los secretos de las moiras, tu eres libre de amar, pero yo, desgraciado hombre e infausto mortal, mi libertad de quererlo encarcelada está, entre las garras de las mentes de aquellos que me ven pasar"
Oh, pobre varón, cuya desgracia me entristece, pasaba largas horas pensando en él, desde el alba hasta que el sol, brillante y cálido, reposaba en su cenit, suspiraba con melancolía al recordar los tímidos roces de su mano y el destello en sus ojos. Y yo, simple pitonisa que habita en el bosque no pude ayudarlo a calmar su pena, no pude, ni con los dones otorgados, curar su desasosiego, puesto que solo soy quien ve el porvenir, más el pasado oculto permanece para mi.
Muchas veces aquel hombre, cuyo nombre aún recuerdo, llamaba a su amado entre los lucidos sueños que mantenía en las largas noches de espera, un inicio triste, un comenzar sin principio y sin final, mas por ello no has de temer, a ti que has venido de mi a oír la historia de este hombre te he de decir, que no mucho has de esperar, pues el camino de un albino y de aquel cuyo nombre es Ilias, se han de cruzar, pues es bien sabido que los designios divinos no son de cuestionar. Yo, canto, cuento, narro y digo, lo que han visto mis ojos, lo que tu has venido a escuchar, entre la maleza que ha crecido en el templo que rijo, escucha la continuación.
Ilias, oh mi buen amigo Ilias, solo podía hablar mil y una maravillas del hombre que se había robado su corazón, decía que era suyo y suyo permanecería, proclamaba su alma, mente, cuerpo y corazón a merced de aquel que bajo la sombra de un farol, ha conocido, ha amado y ha añorado todos y cada uno de los días que ha pasado sin él. Recuerda como si fuese ayer, la calidez de sus manos y el olor de su piel, la tibieza de su aliento y el sonido de su voz, el estupor de sus miradas y la fragua de su vientre que envuelto en fuego no quema, no duele, no arde si no que calienta, cobija y envuelve en un halo de esperanza sempiterna e inefable.
Algo lo detiene, aquellos pensamientos han sido instalados en su mente que espera el día en el que pueda por fin decir sin temer, lo que solo le confiesa bajo el oscuro manto de la noche y a los ojos de su majestad la luna quien ve, con la misma tristeza que estos ojos, el delirio de esos dos amantes, mi consuelo no es suficiente, su alma sufre y suplica a los dioses piedad.
- Dime bella doncella que ve el porvenir, ¿Quién es aquel albino del que hablaste, el amor de Ilias?
Del héroe rubio es su adoración, el amable albino de ojos esmeralda cuya amabilidad endulza hasta la más amarga hiel, vivía en el puerto, cerca del mar cuyo color le hacia pensar, en aquellos orbes cerúleos que son dueños de su corazón, mas callados permanecen los correspondidos sentimientos pues la suerte de ambos está pendiendo de un hilo, el destino que parece ser cruel, no ha hecho nada no lo hará, puesto que de él no depende la felicidad de los dos.
Hubo venido un par de veces a buscarlo, era alto como un roble y noble como él solo, aquella sonrisa que me mostró en aquella ocasión, por los dioses juro, no ha de salir de mi mente ni de pensar, pues era tan hermosa como la aurora invernal. Mas en aquella alma que pude vislumbrar atreves de aquellos ojos, solo había sufrimiento, inmenso era el dolor de aquel que anhelaba ver feliz a lado de aquel que resplandece como el sol.
También recuerdo su nombre, uno grande y con presencia, justo como él, de fonemas fortísimos y silabas dos, de piel tostada y noble corazón, al verlo pasar, solo podías pensar en cuan pequeño era la sublimidad de la tormenta comparada con su valor, cuan diminuto era el aullar de los torrentes comparados con su vigor.
Y recuerdo que me decía: "Señorita pitonisa, que suerte tiene usted, vive libre en el bosque que la vio nacer, ama sin preocupación alguna a quien su corazón elige, pero yo, solo puedo esconderme para confesarle lo mucho que le amo"
Oh, cuanto dolor, me estremezco de solo recordar las amargas lagrimas recorriendo las regordetas mejillas de aquel cuyo nombre es Hasgard, pobre de mi, pobre de él, pobre de sus almas condenadas a separadas permanecer y ahora...
¿A dónde va su sufrimiento, te preguntas tú? te diré, oh extranjero que ha venido a mis tierras a oír esta historia que no tiene a dónde ir, no hay escapatoria ni salida, se queda anidado en sus mentes y en sus corazones, no hay a dónde huir, no existe puerta ni ventana en las paredes del desasosiego de las que son presa.
🐮🦁
Aquí el primer capitulo de esta cosita bella, perdón por la tardanza.
Dan R
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