Sinceridad.

Chico triste:

Hoy quiero abrirte mi corazón, porque estoy segura de que los pensamientos que aquí plasmo están llegando hasta tus manos.

Estoy triste, profundamente triste y no me quiero mover de mi zona de confort. La sonrisa falsa de mis labios, está empezando a hacer estragos en mi corazón.

Quiero hablarte de mi Adonis, el chico que me inspiró a escribir durante años. Él ha estado plasmado en todos mis antiguos escritos, “50 noches de insomnio”, “Azul”, “Yo no te amo”, “Inolvidable”, “Ya no te amo”, el mundo conoce sólo algunos de ellos; guardo, en 50 noches de insomnio la versión más cercana de lo que ocurrió en mi relación con él, es por ello que nadie además de mi, la ha leído. Mi Adonis, en efecto, no se llama así, tiene un nombre cortito y sonoro, pero para lo que tengo que decirte, su verdadero nombre, no importa.

Adonis fue el primer amor de mi vida, un amor infantil, tonto, inocente lleno de ternura y cariño. ¿Cómo podré explicarte, Chico triste, que Adonis me hacía sentir calentito el corazón?

Era fácil hablar con él, ambos tenemos historias entretenidas que contar, somos almas traviesas y perspicaces, no nos importa el qué dirán. La atracción fue creciendo poco a poco y de la mano de Adonis, experimenté por vez primera el significado del amor.

Con él se fueron varias de mis primeras veces: mi primer enamoramiento, mi primer carta de amor, mi primer “mariposas en el estómago”, mi primer caminar de la mano, mi primer beso, mi primer “te quiero”, mi primer llamada romántica, mi primer 14 de febrero, mi primer baile en pareja, mi primer abrazo con el alma, mi primer corazón roto. El inicio de nuestro amor, está plagado de felicidad y dicha. Él me trataba como a una princesa, te lo prometo y en ese momento, mi universo sólo era él.

Pero, como se narra en mis obras, el padre de Adonis, puso final a nuestro puro e inocente cariño. No fue tan dramático ni tergiversado como lo es en mis ficciones, no.

Como la mayoría de los amores primeros, Adonis y yo asistíamos a la misma secundaria. Me avergüenza un poco decir, que nos sorprendieron reiteradas veces mientras nos besábamos en secreto y donde nadie nos viera, pero nuestras técnicas no eran tan buenas en ese entonces.

Debido a nuestra falta de precaución, fuimos reportados y nuestros padres se presentaron al día siguiente en dirección. Mi corazón se hace pequeñito cada vez que recuerdo aquel día.

El director puso a nuestros padres al tanto de la relación que manteníamos, mi madre se mostró comprensiva e incluso divertida ante la situación. En cambio, el padre de Adonis, reprochó a su hijo, dijo verdades crudas y dio consejos distorsionados. Amenazó con sacarlo de la escuela si seguía conmigo.

Me dolió ver como mi dulce Adonis se deshacía en lágrimas y le pedía disculpas a su padre, a mi mamá, a mi. Para este punto, mis ojos se están llenando de lágrimas.

Ese mismo día, más tarde, nos abrazamos con fuerza, como diciendo adiós. Después de ese abrazo, todo cambió abruptamente.

Adonis, ya no dejaba cartas ocultas en mi lapicera, no enviaba sus habituales mensajes de buenos días, ya no llamaba por la noche ni me dedicaba canciones. En la escuela, evitaba hablar conmigo. Solíamos darnos un pequeño besito como saludo por las mañanas, pero poco a poco, el fue deshaciendo ese hábito. Me dolió perder todas sus atenciones y que ignorara las mías.

Mis razonamientos me llevaron a pensar que terminar con Adonis en ese momento, sería mi decisión más acertada. Así lo hice pero nunca le di explicaciones y él tampoco las pidió.

Lo que ocurrió después, fueron tonterías propias de la edad. Es cierto, que como sucede en varias de mis obras, él tuviera un desliz con una chica a la vuelta de unos días. Es cierto también que lo hizo de una manera descarada, como queriendo que yo me enterarse. Dudo que halla querido herirme. Pero lo hizo. Y lo siguió haciendo durante todo el tiempo en que yo no lo superé.

No culpo al padre de Adonis por haber causado el final de nuestro romance de secundaria, no culpo a nadie de nada.

A partir del momento en el que Adonis cambió, cuando se convirtió en player dejé de mostrar mi claro interes en él. Aunque me importa mucho lo que le suceda.

A ver, quiero aclarar que se volvió un cabrón con las mujeres, pero eso no significa que sea una mala persona. Estuvo ahí conmigo en los momentos en los que lo necesité, fue un amigo de verdad: cuando me atropellaron, cuando una chica  trató de golpearme por un malentendido, cuando todos los maestros me odiaban, cuando estuve a punto de desmayarme en el salón.

Lo recuerdo con mucho cariño porque de él recibí lo mejor. Es verdad que en cierto momento se mostró insensible a mis sentimientos, pero no por eso lo voy a satanizar. Que quede claro, Chico triste.

Me preocupo por Adonis y sé que él se preocupa por mi de igual forma. Nos queremos de una manera extraña y desapegada.

Han habido 2 momentos en los que necesité mostrarle a Adonis, que mi hombro estará siempre con él si necesita llorar, que le daré un abrazo cada vez que lo necesite, que lo haré reír cuando la vida le muestre su peor cara.

El primer momento, sucedió hace mucho, cuando le “iban a extirpar el apéndice” a Adonis, le dolía el estomago durante clases y sus papás fueron por él para que lo revisaran, la maestra dijo que lo más probable era que lo operaran debido a sus síntomas. Yo le creí. Me preocupé muchísimo por él. Ese día por la noche, le llamé y me alegró saber que el diagnostico de la maestra fue errado, sin embargo, la conversación fluyó y fluyó, recordé nuestras antiguas épocas y me sentí muy bien riendo a su lado.

La semana pasada...

¿Por qué es tan difícil hablar de cosas que nos duelen, Chico triste? Eso es lo que admiro de ti, sabes dejar fluir tu dolor. Conviertes tu tristeza en poesía, en obras de arte invaluables. Comparte conmigo tu secreto, por favor.

...

La noticia de que el padre de Adonis había sido asesinado, se esparció más rápido que las cenizas volcánicas. ¿Te imaginas cómo me sentí? Quería ir corriendo con Adonis y abrazarlo hasta quedarme sin fuerzas.

Adonis amaba a su padre, era su héroe. Y lo perdió de la peor manera en la que uno puede perder a un ser querido. Chico de las estrellas, sabes que soy sensible y que me cuesta trabajo no llorar mientras escribo esto.

Nunca había visto a Adonis tan roto, tan vulnerable, tan humano. No te imaginas lo mucho que me dolió verlo sufrir, mirar el cielo con lágrimas en la cara y preguntar por qué, tocar el féretro con la esperanza de que su padre sienta su presencia, mirar su cuerpo sin vida y no reconocer en él un rostro expresivo. Me duele mucho, amor.

Te juro que me duele.

Me siento triste y no te cuento esta historia porque quizás te de un poco igual, pero para mi  ha pintado mis últimos días de gris.

Abracé a Adonis con todas mis fuerzas, pero sé que en mis brazos ya no encuentra consuelo, ni viceversa. Cómo quisiera que me abrazaras, Chico triste de las estrellas, y que me hicieras ver de nuevo el lado bonito de la vida.

—Abril

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