Uno | 📷

—Uno de fresa, por favor —. Hundió la mano en su maleta, que llevaba en la espalda, para sacar unas monedas—. Gracias —dijo en dirección a la señora de la tercera edad que le extendía la bebida, luego de haberle entregado el dinero.

Min Yoongi tomó asiento en una banca desgastada mientras daba sorbos a su refresco de fresa y observaba el paisaje que tenía en frente. Había llegado a un pequeño pueblo, lejos de la gran ciudad de Seúl. No le sería difícil encontrar una buena zona para sacar las fotos que se le habían sido requeridas por parte de una reconocida revista de paisajes a nivel nacional. Esa oportunidad iba a dejar que su nombre sea anónimo: podía sentirlo.

Los árboles tenían unas hermosas hojas verdes y rodeaban todo, las casas parecían estar en pobres condiciones, pero no se iba a preocupar por eso: los encargados de la revista fueron amables y le reservaron una habitación en una residencia que estaba a unos kilómetros de él. Supuso que pediría que lo lleven hasta allá en camioneta o motocicleta, porque no pensaba caminar por todo ese suelo a rebosar de piedras diminutas.

Iba a darle un último sorbo a su bebida cuando sintió aire ingresar a su garganta, se fijó en el contenido y contempló que, el envase, estaba vacío. Buscó, con la vista, un lugar para poder botarlo. Al no haber uno cerca, lo mantuvo en su maleta—. Ahora, sí, a continuar.

Se aproximó a la entrada de un bosque que lo había cautivado desde que descendió del tercer bus que lo llevó hasta ese lugar; ese viaje de seis horas adormeció sus piernas.

Prefirió concentrarse al ver todo el recorrido que debía pasar para llegar a la catarata que le habían mencionado. Era un suelo irregular; tenía que ser cuidadoso, pero al dar el primer paso su zapatilla blanca se quedó embarrada de lodo.

—Demonios —masculló, frunciendo la nariz. Se fijó en que había varias huellas. No le sorprendía si era porque los más jóvenes no tenían nada más interesante por hacer que entrar a pasear al bosque. Él preferiría estar tirado en el sofá relajado o tocando el piano.

Sabía que tenía memoria de sobra en su cámara, así que la sacó de su maleta y se propuso a tomar fotos a todo lo que le pareciera interesante: esas huellas y luego a unas mariposas que descansaban en unas flores hermosas.

Tenía en claro que la catarata estaba a cinco minutos de dónde se encontraba. Tomó aire y empezó a caminar por el lodo. Se sujetaba de las ramas cuando sentía que su vida estaba en peligro al ver una gran bajada o subida entre esas peligrosas piedras y arbustos abundantes.

—Otra más —. Disparó el flash de su cámara, capturando unos enormes árboles y un rayo de sol que se asomaba por los espacios de las hojas que nacían de estos.

Continuó de esa forma y cuando llegó a la catarata tenía la respiración entrecortada. Si le hubieran dicho que iba a tener raspones y moretones, entonces habría pedido que le suban el sueldo. Se resbaló más de seis veces en todo el camino: su ropa estaba sucia y tenía heridas en los brazos y piernas.

—Da igual —. Ni siquiera se molestó en limpiar su playera y bermuda, la cual era de una tonalidad grisácea. Tomó asiento en una piedra mediana que le permitía mirar de frente a ese recurso natural tan único y que sólo había llegado a ver a través de imágenes en internet. Por fin, veía uno en persona.

Cerró sus ojos, por unos segundos, al darse cuenta que lograba escuchar el canto de las aves y la brisa mover las hojas de toda la flora de donde se encontraba. De repente, recordó que no se había bañado en protector solar; su piel blanca estaría roja en segundos. Para su suerte, todo lo que necesitaba tenía un lugar en su maleta.

Puso un poco de la crema en sus dedos e hizo puntitos en su rostro que pensaba distribuir con sus yemas. De repente, fue derribado, de la piedra en donde estaba sentado, y todo su cuerpo se estampó contra el pastoso suelo. Sus manos estaban siendo sujetadas por detrás junto con un gran peso sobre su espalda. Llegó a ingresar un poco de césped a su boca, ocasionando que haga una mueca de asco y comenzara a agitar su cabeza a los lados.

—¿Quién, demonios, eres? —espetó tratando de ver el rostro de la persona que lo había volcado, pero no podía ver nada. Debería de haber tomado clases de flexibilidad—. ¡Suéltame!

—Yo soy el de las preguntas —respondió sin aflojar el agarre—. ¿Qué hace en este bosque abandonado? —. Esperó por la respuesta del pelinegro; no sucedió nada. Dio un rápido vistazo a lo que había sido tirado en el césped—. ¿Qué hay en esa maleta?

—No es de tu incumbencia —dijo usando todas las fuerzas que tenía para librarse.

Entonces, sintió cómo el peso se hacía más leve y aprovechó para rodar y zafarse. Se levantó atontado por lo sucedido. Iba a sacar una botella de agua que descansaba en su maleta para poder defenderse de su atacante, pero se detuvo al no ver su maleta en el suelo.

—Min Yoongi —pronunció el joven que tenía lo más deseado del ojimiel entre sus brazos mientras leía su documento de identidad—. Veintitrés años y residente en Seúl —. Observó de reojo como Min Yoongi se quedaba más pálido de lo que ya era. Decidió seguir—. También lleva una cámara fotográfica, ¿qué pensarías sobre un visitante, de la gran ciudad, con cosas poco importantes en su maleta, una cámara de fotos, la ropa tan desastrosa y con heridas a simple vista?

Se quedó sin saber que responder. No hubiera temido en recriminarle lo de hace un momento de no ser por la sonrisa de lado que se dibujaba en los labios del castaño. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Intentó decir algo, pero lo único que formuló fueron tartamudeos incoherentes.

—Añadiendo el nerviosismo —. Era como si estuviese haciendo una lista mental. Se aproximó al pelinegro que estaba estático y no podía quitar la vista de su maleta—. ¿Sabes que hay un caso de desaparición reportado hace unos minutos en este bosque?

—¿Qué? —preguntó con el ceño fruncido. Había sido tomado por sorpresa, ¿y esa pregunta que tenía que ver? Entreabrió la boca y alzó las cejas al ver como, el apuesto joven, se llevaba un dedo a la quijada y sonreía divertido a la vez que asentía repetidas veces—. ¿Estás insinuando que soy el responsable?

—No —. Negó con la cabeza—. Sólo que estás en mi lista de sospechosos.

—Eso es imposible; he llegado hoy por temas de trabajo. No tenía idea que algo así había ocurrido ahora —. Despeinó su cabellera pelinegra entre el espacio de sus dedos.

—¿Qué hay en esa cámara? —. Ignoró, por completo, la excusa de Min Yoongi.

—Claro, claro, las fotos —murmuró para sí mismo. Esa podía ser su salvación; no tenía duda. Estaba a punto de tomarla de las manos del castaño cuando este alejó el objeto al lado opuesto— Eh, ¿qué haces? ¿no quieres ver?

—La llevaré conmigo.

—Espera —. Llamó la atención del otro joven. Min Yoongi estaba divagando en sus pensamientos hasta que alzó su cabeza en dirección al castaño con el ceño fruncido y, en un veloz momento logró rescatar su objeto. Las clases de básquet le sirvieron para algo; esos reflejos no se obtenían de la noche a la mañana—. ¿Crees que será tan fácil robarme? Esto ha costado mis ahorros del dinero que me daban en navidad y cumpleaños desde los once años. Aléjate, quienquiera que seas.

Se tropezó, con lodo, al intentar retroceder, pero retomó la compostura al ver la expresión de confusión del joven bien vestido. Era demasiado extraño para Min Yoongi, no podía ser una persona común y corriente; ¿quién llevaría camisa y pantalón de vestir en verano? Quizás era parte de un grupo refinado de delincuentes y quería aprovecharse de él.

—Soy Park Jimin —. Se presentó, resignado, sin quitar su vista de la cámara—. He sido contratado por la familia de un joven que desapareció hace media hora. Tengo que investigar en donde está —. Terminó por decir a regañadientes. No creía que alguien que acabase de cometer un secuestro fuese tan torpe, así que estaba confundido sobre Min Yoongi; aunque no lo quitaba de su lista—. Ahora, si no te importa, ¿podrías darme la cámara?

—Déjame en paz —. Contempló como Park Jimin apretaba los dientes al igual que los puños, para luego inhalar y tirar su cabellera castaña hacia atrás.

—Estoy cumpliendo con mi trabajo.

—También yo.

Ambos se miraron con rabia contenida. Park Jimin sentía que eso no iba a llegar a ningún lado; tenía que hacer un rápido movimiento para conseguir el objeto. No había encontrado nada en el camino, excepto unas huellas a la entrada del bosque. Quizás, Min Yoongi había alcanzado a capturar un momento que se veía algo sospechoso. Era su única opción.

—Soy un detec —. De repente, un grito ahogado se escuchó a la distancia, ocasionando que los dos jóvenes intercambiasen miradas en silencio y el castaño no termine de completar su frase.

Park Jimin maldijo por lo bajo. Tomó entre sus manos la maleta, que estaba descansando en el césped, y la aproximó al pelinegro, el cual tenía los brazos cruzados y lo examinaba de arriba a abajo.

—Pon la cámara —ordenó, a lo que Min Yoongi blanqueó los ojos; era una petición ridícula—. La vida de alguien puede estar en peligro y no quieres cooperar—. Tomó aire al ver como estaba haciendo efecto lo que decía, debido a la expresión de duda del ojimiel—. Además, no hacer lo que te digo te hace parecer más sospechoso.

—Yo llevo la maleta —masculló al mismo tiempo que metía su cámara en el interior oscuro del objeto ya mencionado, para luego cerrarlo y sujetarlo de las asas.

El castaño, aún sorprendido por la rápida decisión, lo tomó por la muñeca y comenzó a guiarlo por donde él creía que era la proveniencia de aquel grito. Aceleró el paso, sin preocuparse si Min Yoongi podía seguirle el ritmo o no. Estaba sudando frío y tenía la respiración agitada; era un trabajo contrarreloj. Lo peor sería defraudar a aquella familia.

Entraron a una zona con mayor vegetación. No podía ver con claridad lo que había a la distancia y las huellas de barro se quedaron atrás. Se detuvo en seco al no tener alguna pista extra. Forzó su agarre antes que Min Yoongi se tropezara encima del suelo a rebosar de piedras pequeñas. El pelinegro se llevó la mano al pecho y suspiró.

—Para ser un secuestrador eres algo torpe —comentó dejando escapar una risa.

—No tengo nada que ver en esto —respondió entrecortado con lo único que le quedaba de aire por el trote realizado. Apoyó la palma de la mano en el tronco de un árbol para oxigenarse; hace tiempo que no hacía tanto deporte y presentía que caería rendido.

Le dio un vistazo a Park Jimin, el cual estaba con sus manos puestas en las caderas y miraba el alrededor. Su expresión era de concentración total. Una chispa se encendió en la cabeza del pelinegro; quizás esa sería su única oportunidad de escapar de ese extraño joven de ropa formal en medio de un solitario bosque.

Buscó con la mirada el camino, por el cual habían tenido que pasar para llegar hasta ahí: de esa forma sabría por donde regresar al pueblo. Tomó aire y chasqueó la lengua al darse cuenta que no había prestado demasiada atención a sus alrededores y, siendo sinceros, toda esa naturaleza se veía igual ante los ojos de Min Yoongi.

—Deberíamos de fijarnos en las fotos que sacaste —. El castaño tuvo que utilizar su última opción de ayuda.

Se acercó al pelinegro y cuando iba a tomar la maleta, Min Yoongi se la alejó con una sonrisa satisfecha, a lo que el joven de ropa formal cruzó los brazos y le hizo un ademán para que la saque.

Ambos se vieron obligados a aproximarse al otro, lo cual hicieron con cierta incomodidad. El ojimiel pasó todas las fotos que había capturado hasta que Park Jimin posó su dedo, de golpe, en la pantalla de la cámara.

—Hazle zoom —pidió al ver a dos pares de extraños calzados escondidos detrás de un enorme árbol. Parecían estar lejos del pelinegro; habría sido imposible divisarlos a simple vista—. Bien, es por allá —indicó con ayuda de su dedo índice a lo que él pensaba que era en dónde se encontraban esas dos personas en la imagen; el que sea uno de los únicos lugares con hojas secas por doquier era de utilidad.

Min Yoongi estaba atónito; jamás pensó que iba a ser parte de una de esas investigaciones que pasaban por la televisión y, para empeorar el caso, que él posea una de las ayudas más relevantes para todo: fotos.

—Tiene que ser él; reconozco esas crocs —murmuró el castaño.

—¿Puedo saber quién es esa persona desaparecida? —cuestionó al terminar de acomodar la maleta en su espalda y aproximarse a Park Jimin, para quedar a la misma altura.

—Su nombre es Jeon Jungkook.

Min Yoongi no tuvo ni tiempo de preguntar más sobre el desaparecido; el castaño lo había vuelto a tomar de la muñeca y a arrastrarlo por la maleza para llegar hasta el lugar de la foto, donde habían visto los dos pares de calzados.

Lo único que el ojimiel esperaba era que no se trate de algún tema turbio que pusiera su vida en peligro. Ni siquiera tenía noción del porque estaba acompañando al chico de camisa que se veía increíble con la luz del sol cayendo sobre él.

—¿Me estás escuchando? —cuestionó moviendo la mano de un lado para otro en frente del pelinegro que sacudió la cabeza repetidas veces; saliendo de sus pensamientos—. Esa es la única ruta que debieron tomar —. Señaló el camino que estaba en la misma dirección que ellos—. La posición del calzado apuntaba hacia ahí.

El pelinegro asintió luego de unos segundos; tenía razón. Esbozó una sonrisa en dirección a Park Jimin—. Eres atento a los detalles, ¿no?

—Soy un detective privado —respondió con obviedad.

—Claro —. Alzó los hombros tratando de restarle importancia, pero a los segundos que el castaño se diese media vuelta, se regañó a sí mismo.

Park Jimin estaba caminando delante del ojimiel, ocasionando que este empiece a tener una lucha interna. Sabía que, desde el inicio, le parecía ridícula la idea de estar bien vestido en medio de un bosque, pero no podía negar que aquel chico lucía radiante. Jamás había visto algo parecido. Empezó a sentir sus mejillas calentarse.

—¿Todo bien? —inquirió Park Jimin al observar el evidente agotamiento y el paso lento del joven veinteañero.

—Sí, sólo estoy algo mareado por el calor —excusó de la mejor forma que se le había ocurrido en ese instante.

El castaño lo examinó de arriba a abajo y regresó la vista al camino; no podía distraerse más de la cuenta. Estaba pendiente de unas diminutas marcas de huellas que se habían quedado adheridas al suelo. Eran varias, pero apuntaban a la misma dirección: estaban por buen camino. Comparaban las huellas que se encontraban con las que Min Yoongi había tomado al adentrarse en el bosque; todas eran iguales. El pelinegro tomó una foto al camino lleno de marcas, tal y como el castaño le había dicho.

Park Jimin alzó la vista al mismo tiempo que cubrió su rostro del potente sol. Parecía no ser tan tarde. Habían pasado casi dos horas desde la desaparición del joven y llevaba cerca de una hora en compañía de un ojimiel de la gran ciudad que no dejaba de golpearse con ramas. No podía retrasarse.

Se lograba escuchar el canto de algunos pájaros y el agua de los lagos diminutos por los que pasaban; era mágico. El sonido de las hojas moviéndose en vaivén a causa de viento les ayudaba a recordar que estaban en medio de la naturaleza.

El castaño ladeó la cabeza; tenía que estar atento a las huellas, luego podría concentrarse en el ambiente y en las maldiciones que mascullaba el pelinegro cuando se raspaba con algo.

—Tenemos que ir por aquí —comentó al ver como el recorrido se dividía en dos caminos idénticos, pero en uno había una pulsera azul, acompañada de algunas huellas.

—¿Y si es una trampa? —cuestionó Min Yoongi al pensar sobre la extraña pista luego de sacarle una foto y guardar su cámara en la maleta.

No creía posible que un secuestrador sea tan desprevenido; estaría delatándose con esa prueba y facilitaría su encuentro. Se negaba a creer que fuese real. Park Jimin se agachó y, con un guante, que llevaba en el bolsillo trasero de su pantalón, lo sostuvo y lo guardó en otra bolsa especial que tenía consigo, para luego extendérselo al pelinegro, el cual lo guardó en su enorme maleta.

—Bueno, supongo que tienes una mejor idea —alegó en un tono irónico.

El ojimiel se acercó al otro camino y contempló, con cautela, si había alguna pista en el suelo o los árboles. Tomó aire al darse cuenta que no había nada. Se giró hacia Park Jimin que le dedicaba una sonrisa juguetona—. Como usted diga, detective —. Al pronunciar eso, la expresión del castaño se hizo aún más grande.

Ambos se dirigieron a aquel, estrecho, espacio. Los rayos del sol no ingresaban con tanta facilidad; no se podía ver bien. Era como si estuvieran en la parte más oscura de todo el bosque; incluso los pájaros dejaron de cantar. La piel de Min Yoongi se erizó y apretó el agarre a las asas de la maleta que llevaba consigo. Observó que estaba quedándose atrás del castaño, así que aceleró el paso hasta estar a su altura; no quería perderse.

Park Jimin ahogó una risa que amenazaba con escaparse al ver aquella acción del ojimiel. También había sido así en sus inicios, pero no podía negar que él no se hubiera atrevido a andar con un desconocido en una investigación de desaparición. Quizás el pelinegro era más intrigante de lo que él imaginaba.

—¿Qué hace por acá? Es raro tener visitantes —. El castaño decidió romper el hielo, sin quitar la vista al camino y, tampoco, dejar de lado las formalidades.

—Sólo quería sacar unas fotos para un trabajo —contestó con sinceridad—. ¿Y tú eres una especie de persona conocida o porqué te encargaron una desaparición? —preguntó luego de darle vueltas en su cabeza.

El castaño se quedó unos segundos en silencio—. No me llamaría de esa forma. Sólo que la familia de Jeon Jungkook confía en mí y no puedo fallarles.

—Oh, ¿entonces lo conoces?

—Sí, somos amigos cercanos —respondió sin pensarlo dos veces, cuando se dio cuenta posó sus ojos en los del pelinegro; ¿por qué estaba contándole eso? Lo había tomado con la guardia baja—. Dejemos de hablar.

Min Yoongi alzó las cejas y, con un disimulado puchero, retiró su vista del castaño, pero a los instantes la regresó. Parecía resplandecer cuando estaba concentrado y era adorable al sonreír.

—¿Sucede algo? —cuestionó al pelinegro que no lo dejaba de contemplar.

—Nada —negó de inmediato—. Sólo que te ves genial.

¡Esto fue el primer capítulo de este largo One-shot! Ojalá les haya gustado y no aburrido, jeje. Espero que sigan acompañándome en este recorrido que deberán tomar, Yoongi y Jimin, para saber que pasó con el desaparecido, ¿lograrán averiguarlo? ¿habrá algún problema más adelante? 🤔

¡Gracias por dedicar tu tiempo para leer esta mini historia! El próximo, y último capítulo, lo subiré el lunes 30 de noviembre, ¡nos vemos pronto y espero verlos ahí!

Psdt: Otra vez mis disculpas si el separador se ve exagerado con los brillitos, es que soy fan 😂 díganme si tienen una crítica constructiva, ya sea de la historia o mi intento de hacer un separador bacano, ¡gracias!

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