😈Especial Halloween 2002.😈


31 de octubre, 2002:

Hoy iríamos a la casa de Eddie, con mi padre y mi hermano. Él iba a hacer una pequeña reunión donde todos deberíamos de llevar disfraz.

¿Se imaginan semejante tipo como yo vestido de, algo así, como el payaso de la película de It? ¡Qué ridículo me vería!

Wagner se habría disfrazado de un clásico del cine de terror: un vampiro; súper cliché. Mi padre decía ser Henry Bowers; vestía una chaqueta de cuero y llevaba peinado al buen estilo reveldón, de una película de un payaso asesino del '90. Y yo; de nada, la verdad soy bastante reacio para este tipo de pendejadas.

—Eres un amargado, hermanito— decía Wagner, mientras se acomodaba el cuello de la ridícula capa satinada—. Debe de ser por eso que nunca traes una novia a casa.

—No me vestiré para satisfacer las nefastas necesidades de algún pedófilo. Solo a Eddie se le ocurre tal tontería.

—Realmente no sé en quién te convertiste. Antes eras divertido. ¿Recuerdas cuando íbamos a convenciones y siempre ganabas los concursos de cosplayer?

—Era un niño— bufé con una sonrisa cínica.

—Fue hace un año— me dirigió una mirada burlona—. Además, tal vez hoy pueda acercarme a Olga. Siento que hay una conexión entre nosotros. Me enciende de una manera irreparable.

—Meterte con una hija de Edward es como meterse con una prima.— Recuerdo haberlo dicho con cierto recelo, porque, antes que a él, Olga me gustaba a mí—. No creo que la conquistes con ese disfraz tan marica. Tal vez deberías quitarte un poco de labial. Además, ¿de dónde sacaste maquillaje? ¿Acaso lo tienes escondido?— hice un gesto con mi dedo meñique indicando que lucía como un amanerado.

—No, le he hecho payasito a la chica con la que salí ayer— se sonrió de manera perversa y luego se relamió los labios. Yo me reí del absurdo comentario.

—No serías capaz, haces arcadas hasta cuando está mal cocido un brócoli. 

—Cuando se trata de sexo me transformo. Y si no me crees ve a mi baño; allí está la evidencia.

—No, gracias.— Me ericé del asco. Asqueroso hijueputa.

—¿Están listos, hijos?— dijo mi padre, encendiendo un cigarro.

Ambos asentimos y nos dirigimos a la camioneta.

En casa de Eddie:

—Esto se va a descontrolar— dijo Wagner con cierto entusiasmo al ver a Olga con un disfraz de bruja hot, y a sus primas con vestidos tan cortos que se le veían las bragas desde donde nos encontrábamos. 

Yo me fijé en la más grande, tenía pelo negro y ojos grises; era bastante parecida a Jessica, pero con una diferencia de desarrollo hormonal descomunal. Jess, en cambio, era una niña,bastante molesta, por cierto.

Con Wag nos acercamos a ellas para saludarlas. Olga se colgó de mi cuello para darme un beso ruidoso en la mejilla, odiaba que hiciera eso y ella lo sabía.

—¡Los Victdomus! ¡Qué bueno que vinieron! ¡Oh! Pero veo que no traes disfraz, Alex. El año pasado vino vestido de vampiro pero no le quedaba tan sexy como a su hermano— le guiñó un ojo a Wagner y éste le sonrió. Yo rodeé los ojos y me retiré del lugar.

Habían bastantes familiares de Eds y Amanda, la mayoría vestidos con sábanas o de vampiros básicos. Nada original. Mi padre era el que más destacaba de entre ellos, sorprendentemente.

Jessica se aproximó a mí, tenía un vestido rosa y blanco; unas orejas de gato blancas pegadas a una vincha rosa; unas botas rosas, tipo de lluvia; y traía puesto maquillaje alrededor de los párpados, resaltando sus tiernos ojos grises, con unas rallitas en los costados de las comisuras de los labios, con la nariz con una mancha negra.

—¿Qué se supone que eres?— pregunté entre risas.

—Hello Kitty— nombró con orgullo.

«Pendeja.»

—¡Qué lindo!— dije simulando interés.

—¿Tú por qué no te disfrazaste? Hasta mi tío Charlie se vistió de boogieman.

«Tu tío Charlie es un viejo degenerado, niña. A él le gustan las jovencitas que se portan mal, así se las puede llevar en su saco a la cama.«

—Veo, sí. ¡Qué buen disfraz, por cierto! Le sienta de maravilla.

—Exacto— se retiró entre volteretas hasta la sala.

Cuando me volteé vi a la prima de Olga en frente a mí, me observaba de manera lasciva mientras sorbía de una pajilla con sus hermosos labios rojos.

—Hola— hablé tratando de parecer seguro, cuando en realidad me meaba por ella.

—Hola— dijo coquetamente mientras colocaba un mechón de cabello detrás de su oreja—. Veo que eres el único que no trajo disfraz; eso me gusta.

—Gracias— dije, pero en realidad no sabía cómo responder a eso—. A mí me gusta tu disfraz.

 «Y tus bragas rojas.»

—¡Chicos!— Amanda se acercó a nosotros— Veo que se encontraron. Hace mucho tiempo que no se veían. Necesito que me hagan un favor.

—Cualquier cosa por ti, tía.

—Gracias, Amelie.— «Amelie, bello nombre»—. Necesito que lleven a Jessica a pedir caramelos, es la única niña aquí y se aburre bastante.

—No es tan niña, tiene trece, tía— Amelie se cruzó de brazos—. Pero podemos hacerte este favor. ¿No lo crees? ¿Cómo es que te llamas?— preguntó mirándome.

—Por supuesto, Amanda. Sabes que siempre estoy disponible para ustedes— dirigí mi mirada a Amelie—. Me llamo Alexander— le guiñé un ojo.

—¡Perfecto!— mencionó Amanda, con entusiasmo. Sabíamos que quería librarse un rato de Jessica, es una niñata un tanto demandante. Yo le hubiese pegado una patada en el culo hace rato, ya—. ¡Jessy! ¡Tu prima y Alex se ofrecieron a llevarte!

En la calle, Jessica y Amelie no paraban de charlar de cosméticos y sobre cosas que no resultaban relevantes para mí. La niña se adelantó hasta una casa bastante adornada, a media manzana de donde nosotros nos encontrábamos, quedándonos ambos a solas, por un momento.

—Sabes, eres un chico bastante lindo— habló acariciándose su largo cabello negro.

—Tú eres preciosa.— Parecía tarado tratando de coquetearle.

—Bueno, si ambos nos atraemos creo que lo mejor será que nos quitemos las ganas de follarnos.

—¿Qué...?— Pregunté confundido. 

«¿Realmente dijo "follarnos".»

De la impresión que me causó su franqueza, no percibí que Jessica se encontraba a pocos pasos de mí, y tropecé con ella mientras ella realizaba sus estúpidas volteras. La tarada cayó al piso y se raspó la cara contra el pavimento.

—¡Oh! ¡Jessica!— reclamó su sexy prima—. ¿Eres tonta?

«Tonta, payasa e inquieta.»

Una hora más tarde, regresando a la casa con Jess lloriqueando:

—¡Hija! ¿Eres tonta?— regañó Amanda, mientras le pasaba un algodón con no sé qué en la cara.

 «Sí, Amanda, tu hija es tonta. Debería llamarse Tóntica. ¡Ja, ja, ja! Qué poca creatividad que tengo a veces.»

—Trató de hacer una de sus típicas acrobacias y amortiguó una caída con su cara— dije riéndo. Amanda negó con un gesto del rostro rodando los ojos.

—Vamos, Jessy, te voy a limpiar mejor esa herida. Te dije que tuvieras cuidado.

Ambas se alejadron de donde nos encontrábamos; la cocina. Amelie y yo encontramos nuestras miradas por unos segundos, cuando, de repente, ella me tomó de la camisa encaminándome hasta la isla que se encontraba en medio de la habitación. Se encuclilló quedando debajo de esta y bajó el cierre de mi pantalón al tiempo que sacaba mi miembro y comenzaba a hacerme una felación.

—¡Oh, mierda!— dije entre gemidos entrecortados.

—¿Ta gajta ajta?— dijo ella, atragantada.

—No sé qué verga dijiste pero sigue.

Nunca había recibido, hasta ese momento, algo tan excitante y complaciente como eso.

Eddie entró con semblante risueño con un bol de palomitas casi vacío, provocando que diera un respingo del susto.

—¡Alex, Hijo mío! ¿Qué haces aquí solo?

Me puse tan nervioso en ese momento que sentí mis piernas temblar. Quise zafarme del agarre de Amelie pero ella succionaba más y más fuerte.

—Es que yo... Ahhahhhhahaha...— Mis ojos dieron vueltitas sin sentido dentro de la órbita ocular—: Me pegué en el dedo chiquito del pie...— Apoyé la cabeza en la isla observando a su sobrina mover la cabeza rápidamente.

—¡Uh! Ese tipo de dolores deberían de considerarse lo suficientemente justificables como para faltar al trabajo— rió, mientras ponía una bolsa de palomitas instantáneas para cocinarse dentro de el microondas— Dime, Alex, supe lo que pasó en el colegio, ¿estás bien con eso? Si precisas ayuda sabes que nos tienes a nosotros.

«¡Mierda! ¡Que se largue o acabaré teniendo un orgasmo en su cara!»

—Yo...— hablé, pero por arte divino del destino Amanda entró a la cocina para llamar a su esposo.

—Amor, vino Edgar. Dice que trajo su bate firmado por...— hizo un gesto pensativo— No recuerdo su nombre...

—¡Oh, fantástico!— exclamó Eds, saliendo despedido del lugar, como si fuese un niño pequeño que le ha  traído el mejor regalo de su vida.

Amanda se retiró guiñándome un ojo. «¿Acaso ella sabía lo que me estaba sucediendo? ¡Qué absurdo! ¿Cómo podría ella saberlo?»

En ese momento acabé en la boca de la chica. La observé mientras escupía mi semen al piso sin salir de mi miembro. Se levantó con aire altanero mientras yo, agitado, cerraba el cierre de mis jeans.

—Me voy, Alex, Edgar es mi padre y es bastante celoso.— Sonó el timbre del microondas al momento que se retiraba del lugar.

—¡Yo voy!— dijo Jessica, emocionada, atravesándo el umbral de la puerta.

Me paré encima del esperma. Me crucé de piernas y brazos, apoyándome en la isla.

—¿Qué haces aquí, Alex?— preguntó ella, extrañada.

—Medito. 

Me observó, analizándome, durante unos segundos.

—¿Sabes qué? No te creo. ¿Qué cagada te mandaste?

—Ninguna, Jessica, déjame en paz.

Se acercó a mí, posando la mano en la isla.

«Se creía detective del CSI, la estúpida.»

—¿Rompiste algo? Sabés que papá y mamá no se enojarán mientras les digas la verdad.

Agarré mi rostro, frustrado.

—No, Jessica, no rompí nada. Quiero estar sólo, nada más.

Ella me observó dudosa.

—Okay...

Agarró el bol, puso las palomitas y se fue. Aproveché ese pequeño lapso de tiempo a solas para voltearme y tratar de buscar un alguna servilleta de papel para limpiar. Unos segundos habían pasado cuando Jess entró corriendo— seguramente queriendo averiguar por qué me comportaba tan sospechosamente—, resbalando con mis fluídos.

—¡Pero, pendeja!

Me encuclillé para ayudarla a levantarse, la volteé brutamente y noté que toda su espalda estaba embarrada con mi semen.

«!Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda y más mierda!»

—¿Qué pasa, Alex? ¿Con qué me ensucié?— decía tratando de voltearse para visualizar su vestido manchado.

— Yo...— titubeé queriendo morir allí mismo.

Wagner entró con Olga del brazo y una lata de cerveza.

—¡Hermanito! ¡Jess...!— dijo con alegría absurda, cuando su mirada dio con la mancha en el vestido de Jessica— Pero... ¿con qué te manchaste, Jess?

La desesperación me estaba consumiendo.

—Seguramente con algo que derramó Alex— dijo la niñata con fastidio—, y que no me quiso decir— me lanzó un gesto de desprecio.

Olga se aproximó, yo solté a su hermana, tomó un poco del líquido con su dedo índice y lo lamió.

—Sabe salado...

Agarré mis sienes queriendo morirme ahí mismo.

—A ver...— dijo Wag tratando de repetir el acto.

—¡No!— grité desesperado.

Todos me miraron, extrañados.

—Es... Aceite... Se me cayó, estaba tratando de hacer una mezcla con eso y pasta de dientes para simular un líquido viscoso para una broma.

—No sabe a menta, Alex— refutó Olga—. Vamos, Jessy, mamá te matará si sabe que te ensuciaste el vestido con aceite.

Ambas se retiraron.

—Eres un tonto, Alex. ¿Cómo se te ocurre tal pendejada?— preguntó mi hermano, como regaño.

—Es mi semen— hablé tenso.

—¿Khá?

—¡Sí, idiota! Amelie, la prima de tu noviecita, me hizo sexo oral abajo de la isla, lo escupió al piso y se fue. Jessica llegó mientras estaba distraído y resbaló con mis hijos no nacidos.

Wagner me miró serio, tratando de procesar la información que le había soltado.

—Osea, estuve a punto de probar tu... ¡Oh, mierda!

 Comenzó a hacer arcadas, me empujó yéndose directo a la pileta.

Olga entró.

—¿Qué sucede, Waggie?— Se aproximó a éste que dirigió su mirada a la chica y ésta lo besó, provocando que "Waggie" automáticamente vomitara sobre ella.

—¡Joder, Wagner! ¡¿Qué carajo?!

—No te me acerques, lávate la boca o volveré a vomita...— lanzó otro cuajo de palomitas en el suelo.

—¡Eres un idiota!—Olga se fue ofendida.

—Hijo de tu puta madre, Alex.- Wagner comenzó a perseguirme por la cocina, como si yo hubiese tenido la culpa de lo que sucedió.

Estuvimos una semana entera sin dirigirnos la palabra con mi hermano. Olga se enteró que lo que había probado era mi esperma, y seguramente haya vomitado también. La cocina la tuvimos que limpiar durante un mes entero como castigo de mi padre para remendar el desastre que hicimos. Ese fue el Halloween más loco que pasamos en nuestra vida. Lo único que yo esperaba era que Jessica jamás se enterara del tipo de sustancia que ensució su trajecito.

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