Cap 7. "Declaración".


24 de agosto, 2006:

Tommy está realmente grande. Es un hombrecito bastante parlanchín y animado. Sus característicos ojos azules sólo se fueron acentuando a medida que iba creciendo. Y su actitud positiva me inspira a ser un mejor hombre cada día.

Ambos nos acabábamos de mudar —junto con mi hermano ya graduado—, a un apartamento, en el centro de la ciudad.

La partida nos afectó a todos emocionalmente, y sé que a mi hijo le afectaba en gran medida. Siempre estaba preguntando por Jessica. Inclusive hubo una noche que ésta se tuvo que venir de abrupto, al apartamento, debido a que Tom se descompuso físicamente por extrañarla. Habían formado un vínculo tan poderoso que les era imposible separarse por tiempos prolongados. Ella se encargaba, con mucho sacrificio, de venir todos los días a verlo, aunque fuesen sólo cinco minutos, de lo cual derivaba un reencuentro afectivo inquebrantable.

Se preguntarán, ¿qué pasó con el "favorcillo" de Mart?

Bueno... Lo cumplí. Luego de eso no tuve problema al desafiliarme de la secta narco que se iba apoderando de las calles de Midorín.

El objetivo constaba de enterrar una cantidad importante de merca y dinero físico en una cripta, en el cementerio central debajo del puente. Una tarea para nada sencilla. Efectivos policiales rondaban la parcela cada veinte minutos, por ende, tuve que contratar un monaguillo que siguiera los pasos de los uniformados, avisándome de cada movimiento que éstos efectuaban al momento en el que yo intentaba infiltrarme. Fue una situación estresante pero gratificante al final. Obtuve un pago de dimensiones descomunales, y, a pesar de no querer recibirlo, el mafioso de Mart insistió.

La única que sabía de esta jugada era Jessica. Necesitaba en alguien en quién confiar, y a medida que fuimos progresando en el negocio de importado de prendas, fui mechando dinero lavado en la compra de las mismas. Así como deposité efectivo en una cuenta bancaria al nombre de Jessica Portair.

Todo parecía estar encaminado. Yo había terminado un curso de Secretario Ejecutivo mientras que Wagner se había transformado en un destacado Contador.

Jess estaba en el último año de Bachiller con pasantía a la universidad de Midorín. Olga seguía siendo una perra desquiciada pero con un buen puesto de trabajo en el Banco Central de Mid. Y Eds y Amanda seguían el curso de la vida natural, un poco avejentados pero con su carismático cariño que los representa.

Y mi hermoso Tommy comenzaría el colegio para Infantes.

Esa misma tarde:

Wagner entró al comercio que habíamos instalado frente a la universidad, conjunto a la cafetería Timeline.

—Cabeza de bolas, escucha: la semana que viene tengo que viajar a China para volver a llenar el stock. Al parecer los calcetines calados y las tangas emplumadas son la fascinación en el mundo de las adolescentes y los Dragqueen.

—¿No te parece muy pronto, pendejo? Debemos de ganarle algo al viaje que hiciste hace tres meses, además de que ya tenemos suficientes de esas cosas en el almacén.

—¿Te parece suficiente?— tira un libro de contaduría al escritorio, frente a mí.

—¿Qué es esto?

—Quí is isti. ¡Ábrelo!

Resumiendo, había datos de una compañía importante en la zona, con una cantidad impresionante de pedidos y dinero que estaban dispuestos a pagar por la mercadería.

—Pero... No lo sé, bro. Me parece sospechoso. ¿Para qué querrían tantas prendas de este tipo?

—Al parecer los movimientos LGTB se están expandiendo por el mundo y decidieron uniformarse de manera radical. Ergo; hicieron pedidos ya pagos para esa empresa, y ergo; ellos los derivaron a nosotros porque tenemos los mejores precios— Wagner hizo un gesto con las manos como de rapero ganador de un concurso de rap.

—Ni siquiera sé lo que significa "ergo". Pero lo que sí sé es que si no lo vendes nos clavaremos con calcetines y tangas para el resto de nuestras vidas. Tú decides. Sabes más que yo de esto.

Cerré el cuaderno y me dispuse a retirarme. Ese día Jessica no tenía clases así que se ofreció a cuidar a Tommy, en su casa.

Estando en el hogar de Eds ella me abrió la puerta con mi amorcito en brazos, que dormía plácidamente.

—No puedo creer que esté durmiendo su siesta— expresé con una sonrisa enternecida—. A esta hora solo se acuesta a regañadientes— lo tomo en brazos rozándole un pecho a Jess, de manera fortuita, provocando un pequeño respingo de su parte—. Lo siento, es que han crecido tanto que por donde voltees allí estarán.

—Eres un tonto. Más te vale que no vuelva a suceder—  advirtió tratando de disimular una sonrisa socarrona—. Tommy se portó de maravilla. Tengo sus cosas en mi habitación. Vamos, así te mostraré un dilema que tengo con las clases de contaduría.

Estando arriba acosté a mi hijo en su cama mientras ella buscaba entre sus cuadernos escolares lo que quería consultarme.

Comencé a observar el dormitorio, un tanto extrañado, ya que carecía de esos muñequitos de Hello Kitty que ella tanto adoraba. Me dirigí a su cómoda, abriendo esta y encontrándome con su ropa interior. Lo que me llamó la atención es que las bragas no parecían tener una única finalidad, debido a los modelos de encaje, satén y seda, que daban a pensamientos muy sugerentes.

—Ya no tienes los calzones de la gata blanca y diabólica. Los has sustituído por tangas y bragas sexys, así que, he de suponer que tienes novio— me burlé de manera amistosa, aunque, no los engañaré, sentía una ligera preocupación por enfrentar una respuesta afirmativa. 

Jessica se erizó el escucharme. Se volteó de golpe y cerró su cajón mirándome fijamente.

—Y si así fuese, ¿cuál sería el problema?

—Ninguno; es sólo que, para serte sincero, tuve la tonta idea de que te reservarías para mí_ la miré de manera suplicante, esperando algún reproche por de su parte.

«¡No, chicas! Ustedes no se tienen que reservar para nadie, si no quieren. Sean libres. Y si el tipo les reprocha sin siquiera hacer un esfuerzo por tener una relación, déjenme decirles que ese macho no sirve para nada. Se los digo por experiencia. Y sí, era pendejo y eran otras épocas donde se creía que la mujer se debía reservar para el hombre. Estupideces eran las de antes.»

—¿Discúlpame? ¿Tú te reservaste para mí?— largó una risa de manera cínica y con matiz dolida.

—Sí— aseguré sin un ápice de gracia.

Mi respuesta la deja atónita. No podía negar que me había obsesionado bastante con ella, al punto de sólo dedicarle pajas mentales a su ser.

¿Quieren saber si anduve con alguna chica? Pues, la verdad, no. No había tenido tiempo para conocer a nadie después del paseo en el cementerio. Me dedique de lleno para mi hijo y mi progreso personal. Las relaciones y el sexo no estaban en mis planes por el momento. No soy un santo, lo admito, pero tenía una ligera esperanza en que algo pudiese darse con Jessica. La quería en mi vida, y, en esa etapa de mi vida, la impaciencia y la ansiedad jugaban un papel predominante.

Seguí merodeando por la habitación hasta que ella me mostró el cuaderno con unas anotaciones con temática empresarial. Necesitaba ayuda con un par de elementos que no le quedaban claros. Nos sentamos en las sillas, frente al escritorio. Estuve como veinte minutos explicándole no se cuántas cosas, hasta que mi lento cerebro procesó que Jessica no me miraba interesada en mi cháchara instructiva; sino, más bien, estaba enfocada lascivamente hacia todo mi ser. Recuerdo haber notado sus mejillas ruborizarse, y su respiración entrecortarse cuando, en la fogocidad del momento, la tomé de su rostro, le acaricié una de sus mejillas y luego su labio inferior, deseoso de comérmelo a besos.

—Te amo— soltó ella, vociferante—. Te amo a ti y a Tommy. Quisiera ser parte de su vida, Alex.

Sin pensarlo sostuve su rostro entre mis manos y la dirigí a la cama, recostándola con cuidado, posicionándome sobre ella. Besos iban y venían hasta que comencé a tantear con mi mano sobre su blusa para acariciarle un pecho. Ella gimió correspondiéndome. Lo entendí y seguí. Metí la mano por debajo del sostén, y, en efecto, esos pechos eran enormes. Mi virilidad estaba por explotar ante la ausencia de coito, en mi muy ocupada vida.

—Házmelo— suplicó entre gemidos ardientes—. Por favor.

—¿Tu novio no se enojará?— reté.

—No tengo novio, idiota, sólo házmelo.

—¿Osea que aún eres...?— quise preguntar para tener otro trato, más prudente, pero ella me interrumpió.

—¿Es en serio, Alex? ¿Quieres que me arrepienta? Hace años que sueño con este momento. Quiero que me corrompas.

Sentía agitación y tensión sexual.

¿Cómo no caer en esa proposición?

Sin mucho más que decir la despojé de su blusa y su pantalón, mientras que yo abría mi bragueta. Admiré su cuerpo bien desarrollado durante unos segundos y corrí su braga con mi miembro.

—¿Estás lista?— pregunté entre gruñidos.

—Si, Alex. Te deseo.

Como si fuese una orden me introduje en ella a paso lento.

«Sí, así es, sin "gorrito". Como un buen pendejo.»

Sus gemidos me hacían endurecerme más y más. Mis movimientos eran rítmicos y suaves. Esta experimentando una intensidad que nunca antes había experimentado. Solía ser salvaje y poco empático. El adoctrinamiento parental, con las frases ¨no seas marica¨, por parte de mi padre, únicamente hacían que entendiera que se tenía que tener sexo como manera de reafirmar mi heterosexualidad, cuando, en realidad, lo único que importaba era lo que se sentía hacia la otra persona y lo seguro que me hacía sentir; esa atracción incontrolable; la química que todo lo podía. Ahora, solo deseaba que ella disfrutase tanto como yo, y parecía lograrlo.

Me introduje al punto de romper su barrera produciendo en ella una mueca de dolor.

—¿Estás bien, bebé? ¿Quieres que me detenga?— pregunté covaleciéndola.  

—¿Desde cuándo hablas tanto, Alex? No pares y cállate.

Comencé a moverme más ansiosamente. Sentía que no podía esperar más así que aumenté el ritmo hasta que la sentí a ella corrarse en mí, con movimientos apretados.

La miré durante unos segundos.

—Eres la chica más hermosa que conocí jamás— hice una pausa, contemplativo—. Ahora, necesito acabar yo.

Me erguí un poco y comencé a embestir en movimientos salvajes hasta que sentí que me estaba por venir. Quité mi miembro acabándome en su acolchado floreado.

En ese puto momento entro Eddie con semblante desconcertado.

«¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Ya valí verga!»

Cerró la puerta casi de golpe.

—Los quiero a ambos abajo en cinco minutos.

Nos miramos agitados. Creo que ambos sentimos que lo mejor era que yo me tirara de un puente y no volvieran a verme jamás, para evitarle un disgusto a todo el mundo. Nos dispusimos a vestirnos a la velocidad del correcaminos. Tomé a mi hijo y bajamos intimidados por un Edward que jamás había visto con esos modos. Parecía un militar con su posición rígida y su rostro con matiz asesina.

—Eds...— traté de hablar pero éste me cortó con un gesto de la mano.

—No te doy unos putazos, pendejo, porque estás con Tom en brazos. Ni pensar que me preocupé por ti. Dejando de lado lo que acabo de ver— espero que Dios se apiade de mí y me borre la memoria— me llamaron de la jefatura de policía

—¿Qué...? ¿Por qué?

—¡No te hagas el pendejo conmigo, Alexander! Encontraron droga en un cementerio y atraparon al mafioso que la andaba vendiendo.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?

—Al parecer tú eras uno de los que vendían su droga, Alex. Y no solo eso, fuiste quién la enterró en el cementerio. Y lo peor de todo esto es que lo hiciste mientras estabas bajo mi techo, poniendo en peligro a mi familia, a ti y a tu propio hijo. ¿No pensaste en las repercusiones de tus actos?

—Papá... Yo...

—¡Silencio, señorita! Tú estás en graves problemas, no te creas que te vas a librar de esto. Yo hubiese consentido esta relación si hubieses hecho las cosas bien, hijo. Te estimaba demasiado y ahora me decepcionaste.

Sentí mi pecho estrujarse. Había hecho algo tal vez irreparable para Eddie. Él siempre confió en mí y yo la había cagado como los mejores.

—¿Q-qué puedo hacer?

—Decirles toda la verdad y colaborar. Contrataré un abogado. Es obvio que estás jodido hasta las pelotas. Necesitamos resolver esto antes de que te cague la vida para siempre. Piensa en tu hijo, Alexander Victdomus.

«Mi bebé»

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