Cap 17. "Un capítulo en la cabeza de Tomás".


Buenos días; tardes; noches. Me presento formalmente; me llamo Tomás Héctor Victdomus Sanael. En este momento de mi vida tengo diecisiete años. Voy a narrar una serie de sucesos que pasaron a lo largo de mi vida en este capítulo. Espero les sea de útil información y que disfruten de su estadía. Sin más que agregar, me despido con un cordial abrazo.

25 de agosto de 2006:

Efectivos policiales llegaron a la casa en la que vivía con mis abuelos Mandy y Eddie, con mi tía Olga, mi mamá y mi papá.

Recuerdo que ese día papá lucía bastante asustado, cosa que me transmitió al instante, provocando que llorara desconsoladamente. Sabía que algo pasaba, pero no entendía con exactitud de qué se trataba.

Mi padre me sostuvo entre sus brazos propinándome un abrazo de lo más acojedor que hizo que me durmiera casi al instante. Cuando desperté, más tarde ese día, no lo vi, sintiendo al instante una angustia que demoró en sanar.

Al día siguiente lo volví a ver pero apenas una hora. Luego de eso pasaron tres años sin que nos volviéramos a encontrar de nuevo.

El reencuentro fue algo shockeante, angustiante. Todos esperaban algo de mí que no entendía. Esperaban que aceptase a mi padre como si siempre hubiese estado ahí, de manera física, todo ese tiempo, y yo, con seis años, sentía que toda esa presión invisible porque aceptase a alguien que apenas recodaba, me abrumara desconjonadamente.

Pero, una vez lo tuve de vuelta en mi vida, el cariño se fue acrecentando, así como llenando el vacío que no sabía que tenía.

Tuve que ir a terapia durante varios años.

¿Por qué?

Porque mi padre era una cagada andante.

Recuerdo que me subió a una montaña rusa, una vez que fuimos con tío Wag y mamá— Jessica — a un parque de diversiones, cuando yo tenía unos siete años, sin que estos dieran cuenta de la situación.

Bajé vomitando, en primer lugar, porque le tenía fobia a las alturas, y en segundo lugar, porque al juego más extremo que me había subido había sido a un tiovivo en un parque para niños.

Ese fue mi: Trauma #1.

El Trauma #2 fue una mezcla de sentimientos:

Recuerdo haber llegado a nuestro nuevo hogar. Para esa época nos habíamos ido a vivir a un apartamento en el centro de la ciudad con Wag. El abuelo Carlos había perdido la tenencia;  estaba devastado.

El primer día comimos pizza y yo me fui a acostar temprano, como solía hacerlo. En la madrugada me dió hambre. Al salir a la sala abrí la caja de pizza y tenía un globo inflado con un líquido viscoso dentro. Lo tiré a un costado y comí mi trozo.

Días más tarde escuché a mi padre y el tío hablar sobre una novia traumada de Wag que tomó un condón usado y lo puso sobre la pizza. Yo confesé que me había comido una porción y el semblante de ambos se retorció en gestos de asco, horror y algo que me recordaba a Bob Esponja.

Me llevaron volando al hospital para hacerme mil exámenes.

Al regresar, papá le dio un fortuito tatequieto a mi tío bajo la nuca.

Y los traumas siguen y siguen...

Pero no nos detengamos en eso.

Voy a hacer un énfasis especial en el día que nació mi hermanita.

Les voy a explicar cómo es ella...

¿Vieron "El demonio de Tazmania"? Sí, el dibujito. Bueno... ella le da ciento setenta vueltas.

No para de quieta. ¡Me enferma de tan solo verla! Una vez tiró un mueble en la cocina tan grande y pesado que nunca supimos cómo lo hizo.

Mi cuarto tiene cerraduras, cadenas y candados porque ella se las arregla para destruir mis cosas.

¿Y lo peor? ¡No lo hace porque sea mala! Solo es insoportable.

Mi último ensayo de Historia para el colegio, lo llenó de stickers de ponys y lo pintó con brillantina de colores. Lo que me dijo fue: "Ezzto es pada que los madstrods te pongan mejod nota".

¡Nunca había sentido tanta ternura y odio al mismo tiempo!

Yo sé que mis hormonas adolescentess hacen el trabajo de irritabilidad por mí, pero realmente me gustaría pasar una semana entera sin mi hermana.

De acuerdo... ahora que me deshaogué, procederé a contar su nacimiento:

8 de marzo del 2013:

Jessica había preparado el desayuno, mientras que Wagner y papá estaban sentados en la mesada de la cocina intentando de resolver temas financieros.

Recuerdo que mamá tenía una panza súper redonda, y que papá se había tornado desalineado.

—Debes calmarte, pendejo.— ¡Ya se imaginarán quién le habla a quién!—. Lo que te sucede es que tu negocio no es estable. Debes de buscar otra cosa, Alex.

—¡¿Pero qué?! He intentado todo. Creí tener que precindir de Eddie y ahora estoy a esto— hizo un gesto con los dedos de la mano— de aceptar lo que alguna vez me propuso.

—Aún no entiendo por qué no quieres seguir el negocio familiar, cariño— preguntó Jessica con extrañeza.

Todos callamos.

Así es, yo sabía de qué iba el "negocio" familiar. Mi padre y mi tió no eran los más discretos.

Años atrás:

—...y entonces Olga desolló al tipo en frente de su hermano— contaba Wagner con entusiasmo morboso.

—¡Calla, diota! ¡Que Tom está aquí!— reprochó mi padre con firmesa.

—Papa, ya entendí que la tía es una asesina y que todos lo saben. También comprendí que debe ser un secreto por cuestiones legales.

El tío Wag entró en pánico y se quitó los pantalones.

—¡Oigan! Creo que se me escapó un meo. ¡Será mejor que me vaya!

Mi padre hizo un ademán para tomarlo de la camisa pero él se fue en calzoncillos hasta su camioneta, estacionada en frente de la casa.

Mi padre me miró con nerviosismo mientras yo estaba expectante a una explicación.

—¿No podías ser un niño normal, no? Debías ser tan perspicaz—tomó un trago de gaseosa y comenzó a explicarme el negocio de los abuelos, la tía Olga y el tío Wag.

El único inconveniente era Jessica. Ella no podía saber lo que sucedía en el negocio.

Yo me volví cómplice de la silenciosa verdad que acarreaba la familia.

Volviendo al suceso anterior:

Wag permanecía expectante a la respuesta que le daría papá a mamá. Le divertía de sobremanera que papá se encontrara en aprietos.

—Bueno, amor. Es que me quiero sentir realizado. Y eso no sucederá si seguimos pidiéndole dinero y demás.

—Pero, ahora vivimos de lo que él nos dá. ¿Por qué no vivir de un trabajo del negocio familiar? Te recibiste con honores, precioso. Papá sabe lo valioso que puedes ser para su empresa.

Papá calló.
Wagner se tapaba la boca para disimular una sonrisa torturadora.
Mi perra, Moncha, orinaba en el suelo.

—Mamá. La perra volvió a orinar— hablé con intención de distraerla.

Cuando miramos al piso, lo que parecía ser el orín de la perra, resultó, en realidad, líquido amniótico que se desprendió de la bolsa uterina de mamá.

El tío Wag bajó de la butaca al ver sangre en el piso.

—¡Jessica!— advirtió con susto, para luego resbalar con el líquido y caer de cara en él—. ¡No, Alex! ¡Otra vez!

Papá intentó ayudarlo pero resbaló pateándole la cara en el proceso.

—¡Lo siento!— suplicó papá, tomándolo del brazo para que se incorporara—. Pero ¿yo qué tengo que ver con esto?

—¡Tu semen es sinónimo de problemas, cara de caca!

—¡¿Se pueden callar!?— regañó Jessica—. Wagner, ve a buscar mis bolsos. Alex, ve a buscar el auto. Tommy, vamos a la casa de la abuela. Toma un bolso con cosas para una semana.

Todos asentimos y acatamos cual perrito.

Recuerdo que conocí a mi hermana una semana después. Tuvo complicaciones porque no subía de peso. ¡Si supieran lo que pesa ahora, esa energúmena!

El día que llegó la acostaron en la cama de los abuelos con almohadones a su alrededor. Yo estaba cansado por estudiar para los exámenes y las pruebas de admisión para estudios avanzados de mandarín.

Wag me acompañó y luego me hizo un gesto para que tomara la iniciativa y sostuviera a mi hermana entre mis brazos. Como no me animé, él la tomó primero, con la delicadeza que eso conllevaba y me la alcanzó.

—Debes poner este brazo aquí y sostenerle la cabecita así— explicaba mi tío, mientras mis temblorosas manos sostenían a tan delicada criatura.

Observé con lujo de detalles sus pequeñas facciones.

Cuando bostezó, me provocó tanta ternura que sentí una pequeña euforia emanar dentro de mí. Wagner citó un largo : "Awww", y le brindó un delicado besito en su frentecita. La hamaqué con ligeresa para luego propinarle mi propio besito en su mejillita redondeada.

Ese recuerdo lo tengo grabado en mi mente como el día que prendió fuego una maqueta de avión de edición limitada, porque sintió que mi dormitorio "estaba muy frío", y quería que durmiera "calentito".

Semanas después de su nacimiento, papá comenzó a tener algunas peleas con mamá. Él no soportaba la idea de estar en bancarrota.

Recuerdo que el abuelo le ofreció dinero y Alex se negó rotúndamente. El abulo Eds le dijo que su orgullo no fuese sobre su familia. Que si a él le iba bien podía regresárselo de a poco en un futuro. Papá aceptó, pero unicamente si conseguía un proyecto lo suficientemente sólido como para salir del pozo en el que nos encontrábamos.

Y así pasamos meses donde la ropita de Selena (mi hermana) y todas sus necesidades eran cubiertas entre mis abuelos y mi tío.

Un día llegó a casa un amigo de papá. Era un hombre sumamente grande. Un morocho bastante simpático. Tenía puestos unos aretes, un vestido largo y tacos. El hombre me cayó bien a la primera. Recuerdo que hablaron por horas entre mamá, papá y él. Al final hablaron de la situación económica del Estado y sobre cómo todos estaban en dificultades. Se fue brindándole un enorme abrazo a papá y a mamá.

Paralelamente yo estuve un par de meses en una intensa investigación con respecto a una salida emergente y rápida laboral.

Hasta que un día...

8 junio del 2013:

Papá entró a su oficina, un salón pequeño que se encontraba en casa. Tenía café que le había preparado y un periódico subrayado sobre el escritorio.

Se sentó y comenzó a leer la sección que había marcado: Hipoteca de casa con viñedos a través del Banco Midorín Grande.

Papá giró sentado en su silla hacia mí con cierto desconcierto.

—¿Y esto?— preguntó.

—¿Confías en mí, papá?

—¡Claro, Tomas! Pero... ¿estás seguro?

—Es sacrificado, pero revisé todos los riesgos y las ventajas. Ahora queda en tus manos papá.

Me retiré esperando que él tomara la desición correcta.

Adivinen quién tiene el viñedo con mejor exportación de vinos en Midorín...

Alexander Victdomus...

¡Así es!

La desesperación consiguió un final feliz... Y no fue contado por el protagonista de esta historia...

Fue contada por su hijo. Por el que padeció los errores de su papá, pero también disfrutó los aciertos con él.

Amo a mi padre más que a nada. Amo su forma de tratarme a pesar de todo. Amo que siempre haya dado lo mejor de sí a pesar de estar tan herido por dentro... Y, por sobretodo, amo a mi familia.

¿Quieren saber qué pasó con Cynthia?

Bueno, es encargado de recursos humanos. Se encarga de la contratación y despido de empleados en el viñedo. Tiene un buen puesto y ahora vive en pareja con un chico que conoció en la cárcel; al parecer es un tipo que también conocía a papá.

El tío Wag, entre la desolación y el desconcierto de una noticia que le dió el abuelo Eddie, decidió irse a viajar por el mundo para enconcontrarse a sí mismo — pero eso es otra historia que contará él más adelante.

Olga sufrió la pérdida del tío en cuestiones sentimentales, pero continuó con su vida y sigue trabajando para el abuelo.

Y mamá es una importante empresaria cuyo amor incondicional fomentó mi inteligecia y mi amor propio.

No sé ustedes, pero mi familia, con sus defectos y todo, es perfecta.

Mi abuela Mandy, mi abuelo Edds, mi hermana, papá y mamá. Y mi tío que se comunica con nosotros siempre que puede.

Y aquí termina esta historia.

¿Sabén cómo es papa ahora, chica? Barbudo, panzón y feliz. Es un hombre realizado que no bebe una gota de alcohol, y que lleva una vida sana.

¿Sorpendidas? Yo no. Nunca dudé de él. Ser padres no es fácil, porque antes que padres son seres humanos y los seres humanos no somos perfectos. La cuestión es en cómo te esfuerzas cada día para hacer su vida mejor.

Fue un placer que me hayan acompañado en mi crecimiento, en mi vida, y en mi historia. Porque esta es la historia de un papá que pudo encontrar su camino, y de un hijo que aprendió a amarlo.

¡Hasta la próxima! Porque sí... va a haber próxima...

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