Cap 13. "¡Decídete ya!".
2 de agosto, 2009:
Hago el resumen básico de siempre, comenzando por Jessica, que dejó a su exacerbante novio, después de muchas idas y vueltas, finalizando su relación definitivamente hace un mes.
Olga y ella se llevan como perro y gato. Nunca fueron de llevarse mal, pero en este último período se nota a Jessica más intolerante con todo el mundo; conmigo inclusive. Esto es debido a que se siente traicionada. El único que queda al margen de sus hilarantes cambios de humor es Tommy. Sigue viniendo a visitarlo cada vez que puede. Obviemos el hecho de que a Wagner pareciera detestarlo. No lo puede perdonar a él ni a ninguno de los involucrados ese día.
«Si supieras que al final de cuentas quisimos su bien. En fin, dijo Bichín.»
Dentro de siete días sería mi cumpleaños y deseaba festejarlo con Tomás, Wagner y Olga, yendo a un restaurante nuevo que abrió a apenas unas cuadras de aquí. Ya había hecho las respectivas reservaciones.
«Así es, me llevo mejor con Olga, en este momento de mi vida, que con su hermana. Loco, ¿No?»
Ese día había salido del local donde trabajábamos para ir a buscar a Tom, cuando me encontré con Jessica en la entrada del instituto.
—Buenas tardes Jessica. ¿Qué te trae por aquí?— pregunté con tono indiferente.
—¡Cuánta formalidad, Alex! Quería hablar con Tommy.
—No tengo otra manera de expresarme contigo, Jessica, puesto que el día que te enteraste de lo de tu novio me hablaste peor a mí que a él.
—Tú me lo ocultáste.
—Y tú no veías la realidad. Así te hubiese hablado. Tal vez hasta nos hubiésemos peleado.
—Pero por no decirme ahora estamos peleados.
—No, la corrijo, señorita, es usted la que está peleada conmigo. Ahora, si me permite iré a retirar a mi hijo.— La hice a un lado con sutileza, y con un ademán procedí a retirarme.
—Espera— esbozó en un grito. Sostuvo mi brazo con sus delicadas manos provocando que volteara para dirigirle la vista a sus ojos.
—¿Qué?
—Lo siento.— Comenzó a sollosar.
«¡Mierda!»
«Soy el amo de las cagadas. Debería sacar un libro: "Alexander y las mil cagadas: Dónde y cómo encontrarlas".»
»—No quiero estar peleada contigo— confesó con pena—. Eres medio idiota, pero sigues siendo mi mejor amigo.— Se aproximó a mi cuerpo y apoyó su rostro sobre mi pecho, rodeándome entre sus brazos.
Tenía sentimientos encontrados; por un lado me había llamado idiota y me había mandado a la friendzone en cohete intergaláctico; pero por otro estaba apoyada sobre mí, provocando una de mis típicas erec...
—¡Papi!
Tomás corrió hacia mí, lo más rápido que pudo. Yo lo alcé entre mis brazos y lo abracé con todas mis fuerzas.
—¡Guerrero! ¿Cómo te ha ido hoy?
—Excelente. Tienes que ayudarme a hacer un volcán para la semana que viene. ¡Oh! ¡Jessy!
—Mi bebé, te extrañé demasiado.— Pasé su pequeño cuerpo al de Jessica, que lo tomó con desesperación amorosa.
Se veían tan tiernos juntos. No podía imaginar mi vida sin ellos dos. Eran tan escenciales para mí como respirar.
—Alex, ¿los puedo acompañar a su apartamento? Es que quiero hablar algo contigo.
«¿Qué será?»
—Por supuesto.
Estando en mi hogar, Tommy se dirigió a zancadas directo a su habitación, mientras que yo me acomodé en el sofá esperando a que Jess procediera a comentarme su inquietud.
—¿Y bien? ¿De qué querías hablar? ¿Quieres algo para beber?
—No, muchas gracias, Alex.— Hizo una pausa, debatiéndose lo próximo a decir.— Bueno... Quería proponerte algo.— Alcé una ceja, extrañado.
—¿De qué se trata, linda?
—Quería venirme a vivir con ustedes.— Yo me sorprendí eufórico, pero por alguna razón mi mente me decía que no lo demostrara y que me hiciera el difícil.
«Alto pendejo».
—Ah, ¿sí? ¿Y... cómo surgió esa idea?
—Bueno, la verdad, me siento sola. Los he extrañado a mares; a todos. Siento que fuí una tonta. Y me duele estar lejos de Tom.
Me observó suplicante volviendo a provocar que mi "amigo" festejara, moviéndose dentro de mi pantalón.
—Por favor, Jessica, no me mires así. Quedate toda tu vida si quieres.
«A la mierda el orgullo».
—¡Genial! Me mudaré mañana mismo.— Se posicionó sobre mí aplicando un fogoso abrazo. Yo emití un gruñido en un susurro.
«Bueno... ¿Qué quieren? Hace como mil años que no complazco mis impulsos carnales.»
—Alex.— Jessica se sonrojó al sentirme endurecer, queriendo alejarse, pero se lo impedí tomando su muñeca y aproximándola a mi cuerpo.
—No, hermosa, no te alejes más de mí.— Le dí un pequeño beso en su mejilla.
—Al...— Quiso hablar Jessica, pero la corté dándole otro beso en la comisura de sus labios.— Por favor... Tom está...— Con fuerza, pero sin brutalidad la senté sobre mi regazo.
—Tom está haciendo la tarea— expliqué—. Él no sale hasta terminarla. Es muy riguso.— Besé su cuello.
—A-Alex... Esto es muy pronto, no estoy lista.— Acaricié la aureola de sus pechos observándola gemir.
—Tu cuerpo me dice lo contrario.
Tomé a Jessica de las nalgas y la apreté más contra mi virilidad, logrando que ambos largamos un gemido anhelado. Repetí el acto una y otra vez; no podía parar; quería entrar en ella. La levanté sin esfuerzo alguno y la llevé a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí.
—Alex, ¿estás seguro de esto?
—Más que nunca, hermosa.
La lancé a la cama y, como acto seguido rebotó y cayó al suelo. Yo agarré mis sienes esperando que eso no hubiese pasado, pero en efecto, Jessica estaba tendida con el rostro en el piso y la cola para arriba.
—¡Lo siento!— imploré mientras la ayudaba a levantarse apenado, ella rió carismática.
—No cortemos el momento. ¿Si?— dijo Jessica, acariciando mi mandíbula y luego mis labios.
Observé su delicado rostro unos segundos, sin perderme de ningún detalle, rodeé su fina cintura con uno de mis brazos, mientras que con el otro nos apoyé a ambos en la cama, suavemente.
—No aguanto más, Jessica. Te he esperado por demasiado tiempo.
—No esperemos más, entonces.
Bajó sus pantalones mientras que se quitaba la camisa que tenía puesta, quedando solamente con su sostén y sus bragas finas y caladas. Yo, en vez de reaccionar, «como lo hubiese hecho siempre en el acto», me detuve a contemplar su maravilloso cuerpo.
—¡Mierda, Jessica! ¿Cómo puedes estar tan buena?
—Por favor, Alex. Menos palabra, más acción.
Abrí mi cremallera, bajé mi boxer apenas y saqué mi miembro, exibiéndolo cual trofeo.
—¿Lo quieres?— pregunté de modo lujurioso. Ella asintió alevosa.— Pues suplica...— Me miró extrañada durante unos segundos, hasta que se decidió a hablar.
—Por favor, Alex, introduce tu enorme miembro dentro de mí.
Sonreí por el efecto que producía sus palabras al tenerla bajo mis mandatos. Por tanto volví a ordenarle:
—Date vuelta, Jessy. Quiero sentir tus nalgas.
Ella obedeció cual perrito y quedó de espaldas a mí en la cama, volví a admirarla durante unos segundos y sin esperar más moví sus bragas a un lado intruduciéndome en ella de un solo movimiento.
—¡Agh!— Gritó apenas y yo cubrí su boca con mi mano.
—Shh..., pequeña.
Apoyé mis labios en su sien comenzando a embestirla salvaje y duramente sin quitar mi mano de su boca. Sus gemidos, mezclados con gritos ahogados provocaban que mi deseo y el placer se elevaran al máximo, representándolo en cada choque de mi cuerpo contra el suyo.
Al cabo de un rato el ritmo de éstos aumentó cuando ella elevó sus caderas denotando que se iba a correr en cualquier momento; yo esperé el tiempo prundencial y ambos nos vinimos en conjunto.
Solté mi agarre de su rostro y me apoyé en mis brazos para no aplastarla, jadeando en su oído por un cansancio satisfactorio. Jessica, aún exaltada, comenzó a hablar:
—Alex, creo que en tu cumplea...— Wagner había ingresado sin llamar antes a mi dormitorio. Quedó por al menos dos segundos observando aquella escena.
—¿Te puedes ir, imbécil?
—De acuerdito— expresó burlón y cerró la puerta tras él.
—¡Dios! ¡Que vergüenza!— Jessica hundió su rostro en una almohada.
—Tranquila, recuerda que él llegó hasta a cambiarte los pañales.— Traté de confortarla mientras acomodaba mi ropa.
—¡Oh! ¡Claro! Eso me hace sentir mucho mejor.— Ambos reímos y, una vez vestidos, nos dirigimos a la sala.
—¡Tienes el culo sumamente blanco Jess!
Y como no pudo ser de otra manera, Wagner hizo las cosas más incómodas para todos, sentado en el sillón, riéndose a carcajadas.
—¡Ahora si que lo mato!— Jessica corrió en un intento inútil por atraparlo, pero mi hermano resultó ser mucho más ágil y la dejó postrada en el sofá.
—¡Con semejantes nalgas ya tenemos el pavo para navidad y fin de año!— Seguía Wag mientras danzaba por la sala esquivando a Jess.
—¡Ven aquí, maldito!
Yo reía a carcajadas cuando Tomás salió con sus libros entre los brazos.
—¿Cómo osan gritar en pleno ritual de estudio?— Yo no paraba de reír, y menos si le sumaba a Tommy en modo viejo gruñón; quedaba absolutamente gracioso.
9 de agosto, 2009:
Mi hermoso y lúgubre cumpleaños.
El año anterior lo había pasado con Cyntia, y este lo pasaría con mi familia. Y tuve la ventaja de que el encargado del local que había alquilado me rebajara el precio de reservación por la cantidad de invitados. También habría aumentado el repertorio, a Jessica, Mandy y Eds.
Esa semana, Jessica se habría mudado con nosotros, instalándose en mi dormitorio. Yo, el tiempo que empleaba para estudiar, ahora lo dividía en dos para poder follarme a Jessica. «No me culpen, no puedo evitar la tentación». Siendo la convivencia muchísimo más familiar desde que llegó ella. Tenía ese toque que Eddie poseía para unir a la familia.
Estando en el restaurante, que casualmente tenía el nombre de "Jessica", la atención fue de la mejor. La comida era abundante, y el trato era de lo más personalizado. Había todo tipo de personajes, pero nosotros éramos el grupo más grande y escandaloso.
—...Y recuerdo que Alex— contaba mi hermano— trató de orinar por el balcón de casa a un pájaro y terminó orinando la cabeza de mamá.— Todos rieron ante la historia de Wagner, hasta yo.
—No lo recordaba, sinceramente— dije con los ojos llorosos.
—Por supuesto que no, tenías como tres años— explicó Wagner.
—Su madre era una gran mujer, siempre reíamos a mares con ella— musitó Amanda, con pena.— Se parecía mucho a tí, Alex, en su forma de ser.
—¿Entonces, era una pendeja?— expresó Wag, burlón, haciendo que todos volviéramos a reír.
Yo observé atento a los presentes en ese momento. Tenía una gran familia; me sentía que pertenecía a un grupo importante. De no ser por Edward, quién sabe dónde estaría yo en ese momento. Él siempre trató de llevarme por buen camino, inclusive antes de que mamá se suicidara. Y sí, había que decir las cosas como eran, porque ella lo decidió así. Así como mi padre tomó la desición de no volver a hablarme.
Sentía que ese hombre era mi guía espiritual y físico, le debía demasiado a él y a toda su familia, inclusive a Olgorda, que reía como foca retrasada.
—¿Qué miras, Alex? ¿Acaso te enamoraste de mí, ahora?— preguntó Olga, guiñándome un ojo, mientras me sacaba de mis pensamientos.
—Prefiero chupársela al indigente de la esquina, querida cuñada.— Ésto último se me escapó, provocando que todos nos miraran sorprendidos a Jessy y a mí. ¡Hermosa metida de pata!
—¿Qué quiere decir con eso, Jessica?— preguntó Eddie, con confusión.
«¡Puta madre!»
—Este... Yo...
Cortando el momento tensante sentimos una voz familiar e imperativa en la barra del local.
—Debes de ver que todos los clientes estén satisfechos...— Todos volteámos a ver al que provocaba que se me revolviéra el estómago de tan solo escucharlo.
—¿Luciel?— preguntó Jessica sorprendida.
Y como si lo hubiese invocado, el tipo encontró su mirada con la nuestra, aproximándose con una gran y estúpida sonrisa.
—¡Jessica!— expresó con euforia. Volteó a ver a los padres.— Amanda, Edward— saludó y ellos correspondieron asintiendo—. Warner, Tommy—. Wagner abrió los ojos, exaltado, e hizo un gesto cual Queen Latifah ofendida.
—¡Hola Luciel!— respondió Tommy, alegre.
«Vete hijo de puta... Vete o te parto la madre.»
—¿Qué haces aquí, Luciel?— preguntó Jessica curiosa.
«¿Eres tonta o qué te pasa?»
—Bueno, éste es mi restaurante, lo acabo de abrir hace un mes, aproximadamente. ¿Qué les parece?
«Es una puta mierda, como tu cara.»
—Es bello— respondió Jessica risueña y Olga le dió un codazo para que bajara sus descsiveles hormonales.
—No quiero interrumpir su cena, pero me gustaría llevarme a Jessica para hablar.— Extendió su mano y Jess le iba a corresponder pero Edward los cortó.
—No, lo siento, Luciel, pero estamos celebrando un cumpleaños, si quieren hablar tendrán que hacerlo más tarde.
—Como guste, señor. Que disfruten la cena.
El tipejo se fue de ahí con la cola entre las patas, parecía tenerle miedo a Eds, y no lo culpo. Cuando se pone firme con una idea nadie lo contradice. Ni siquiera Olga.
—No quiero incomodarlos chicos, pero me gustaría saber qué hay entre ustedes dos— habló Eds, refiriéndose a Jessica y a mí. Wagner reía y solo miraba en dirección de su plato. El maldito no me miraba a los ojos, y necesitaba que me ayudara a salir de este desmadre.
—Nada, papá— respondió Jessica, segura y sin titubear.
Mi corazón se hizo añicos al instante. Sentí una presión en mi pecho, y podía jurar que no decía eso por su padre, sino más bien por el idiota de Luciel que se encontraba rondando la mesa en la que nos encontrábamos, hablando con un camarero.
«¿Con que esas tenemos?»
Finalizamos el día bastante bien, a pesar de que se sentía una ligera tensión en el ambiente. Jessica se quedó hablando con el rubio, cara de reprimido, mientras que todos los demás nos dirigimos a nuestros respectivos hogares.
Habían pasado tres horas cuando Jessica entró en el apartamento. Yo me encontraba en la barra de la cocina, sentado en una butaca, escuchando música por mi celular.
—Oh... Hola, Alex, no pensé que estarías despierto hasta tan tarde.
No respondí, solo la observé cauto y callado, para luego disponerme a retirarme sin hablar.
—¿Alex?
Seguí caminando y entré a mi dormitorio para proceder a acostarme en mi cama. Jessica se aproximó a ésta apoyándose en un costado.
—¿Alex? ¿Estás bien?— preguntó ella, con confusión. Yo suspiré.
—Sí, Jessica. Solo quise asegurarme de que llegaras bien— hablé neutro.
—¿Y me esperaste todo este tiempo?
—Mira, quiero dormir. ¿Entiendes? Ha sido un día muy largo.— Le propiné un beso en su mejilla y me tapé con la frazada.
—Alex, ¿qué crees que pasó entre Luciel y yo?
—No lo sé, tú dime.
—¡No pasó nada! No puedo creer que no confíes en mí.
—Tú fuiste la que dijo que no teníamos nada Jessica— expresé ofendido.
—¿Alguna vez me propusiste algo?
—No.
—¿Entonces?
—Muy bien.— Me senté en la cama e hice una pequeña reverencia.— Señorita Jessica Olga Portair, ¿me haría el honor de ser mi novia?
—¿Es en serio, Alex?
—Nunca hablé tan en serio, Jessica Portair.— La miré directo a los ojos.
-—Señor Alexander Valentine Victdomus, acepto su proposición.— Extendió su mano para que la tomase.
Me sonreí inevitablemente.
—Te amo, Jessica.— La abracé recostándola abruptamente en la cama.
»— Ahora, una follada de reconciliación.
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