Las cosas importantes
El sol comenzaba a esconderse, y el cielo se teñía de un tono rojizo oscuro mientras las nubes brillaban con los últimos rayos del sol. Las luces de la calle comenzaban a encenderse y las personas del parque continuaban caminando por allí. Una cabellera rubia fijaba su objetivo desde el otro lado de la calle.
Su violín descansaba en el estuche que cargaba.
Había guardado el instrumento con tanta rapidez que incluso se maldijo si es que llegaba a faltar algo una vez lo volviera a abrir.
Sus pasos parecían querer crear grandes cráteres en el asfalto de la senda peatonal, y su puño seguramente estaba gritando por algo de circulación ante la fuerza con la que apretaba la manija de su más preciada posesión.
Esperó con poca paciencia a que la luz del semáforo le indicara que ya podía cruzar, frente a ella el gran parque se alzaba con sus magníficos árboles y aquellas pequeñas luces que comenzaban a encenderse.
Observó su sombra, proyectada a su costado. La muy conocida golden hour solía traerle una alegría que ahora le parecía muy ajena y lejana. Observó aquel atardecer que caía al final de la calle y solo pudo pensar en el mañana que se avecinaba. Deseó que fuera eterno.
Pero el tiempo continuaba y el semáforo le indicó que ya podía pisar la senda peatonal.
Se aislaba de todos los sonidos, las bocinas de los autos, el caminar de las personas, las copas de los árboles rugir con la brisa. Ninguno de esos sonidos le podría alcanzar cuando se encontraba tan ensimismada adentro de su cabeza.
Una vez ya se internó en el corazón del parque, pasando entre las personas que allí continuaban caminando, pasando el rato, disfrutando. Una estructura de piedra ya muy conocida para ella le dio la bienvenida.
El escenario estaba vacío, pero algunas de las bancas más altas eran ocupadas como simples asientos por personas que pasaban allí el rato. Soltó un suspiro antes de comenzar a bajar las escaleras de aquel auditorio.
Su mirada azul estaba cargada de frustración mientras que una ligera capa de agua comenzaba a armarse en ellos. Alejó las lágrimas con un simple roce de su manga y unos cuantos parpadeos al llegar al escenario.
Abrió el estuche, y tomó con aspereza el instrumento por su clavijero mientras sus piernas y espalda tomaban la posición correcta. Cerró sus ojos mientras que colocaba su mentón en posición y cerraba los ojos con sus cejas a medio milímetro de tocarse.
Sostuvo su respiración unos segundos, y su mano que sostenía el arco cayó con fluidez para rozar las cuerdas. Provocando que la música comenzara a salir de tan bello instrumento.
El eco del auditorio ayudaba a que su débil música llegara hasta la última fila de aquel lugar. Con sus ojos cerrados se dejó llevar por aquella melodía que llevaba atormentándola meses, notas memorizadas a la perfección.
Se oía tan lejano.
Su ceño se frunció mientras sus dedos comenzaban a dudar en los acordes y el tiempo que su mano llevaba comenzaba a perderse. Su mano se tornaba sudorosa y comenzaba a resbalarse mientras sentía sus piernas volverse gelatina y sus dientes apretarse con fuerza.
¿Qué era la cosa más importante?
—¿Qué es lo más importante para ti Rin?
Todos esos ojos la observaron, volviendo a fallar. Volviendo a caer. Una mirada le pesaba más por sobre todas las otras, sujetando la dorada trompeta y con el micrófono frente a él.
Enfrentó a su profesor.
Tocar bien, hacerlo perfecto y ganar reconocimiento por su talento.
Perdió el ritmo.
Soltó con fuerza la última nota que pudo realizar mientras que se percataba de cuan agitada se encontraba su respiración y como el sudor de su mano hacía salir la última nota bastante rasposa y fuera de tono. Bajó el violín mientras que su otra mano aun tenía el arco y sus oídos solo podían escuchar el eco de su corazón agitado y su inestable respiración, no se atrevía a abrir los ojos y ver a su profesor allí. Con su mirada completamente enojada y decepcionada.
La música era todo lo que tenía.
Y ahora siquiera eso podía hacer bien. Sintió nuevamente sus ojos comenzar a aguarse por debajo de sus párpados y sus pestañas comenzar a deslizar aquellas saladas lágrimas que ya no podía aguantar.
Eso era todo. Se rendía.
No importaba cuanto leyera la partitura, cuanto practicara en solitario las partes, cuanto perfeccionara su técnica, una vez que intentaba tocar toda la pieza, su talento le traicionaba y perdía toda la concentración.
—Tu corazón Rin. Tu cabeza está allí, muy dentro, pero tu corazón parece que se ha ido de paseo ¿Donde está? ¿Cual es la cosa más importante para ti? ¿Tu razón para seguir?
Huyó del ensayo de la banda rápidamente al haber ya perdido por quinta vez el ritmo y arruinado la práctica, habiendo escuchado aquel regaño lo suficiente. Para ella, ante la vista de todos sus compañeros ella era simplemente una don nadie que había perdido todo.
Incluso a ella misma.
Aceptando ya su derrota, abrió los ojos con pesadumbre y una lentitud muy impropia de si misma, sus lágrimas resbalaban por sus mejillas como la lluvia. Sin embargo y al descubrir su mirada azulada, miles de ojos curiosos la observaban estáticos. Algunos con sus bocas abiertas, otros sentados en las bancas con un rostro que no supo descifrar.
Las personas se habían sentido atraídas por aquella música que desde el auditorio se estaba escuchando, solo para encontrar a la pequeña rubia ejecutando un increíble número con su violín.
Pudo distinguir de entre todas la personas una mirada que le sería imposible no reconocer. Unos ojos celestes que ahora reflejaban un orgullo y devoción completa, adornados con una sonrisa que el tiempo nunca se podía llevar. Su deseo de lo eterno se lo llevaba aquel momento.
Pero nuevamente, el tiempo continuó y ese silencio la estaba matando. Una cosa era fallar en frente de sus compañeros y maestro, pero otra muy distinta era hacerlo en frente de una audiencia. Por momentos parecía haberse olvidado en donde se encontraba y su cabeza le dio una mala jugada.
Para su sorpresa, todas las personas allí presente comenzaron a aplaudirle con real asombro y sus rostros cambiaron a radicales sonrisas. Su rostro debió de haber sido de sorpresa absoluta, y más al ver que aquella cabellera rubia simplemente estaba allí, estático, con sus sonrisa perfectamente dibujada en su rostro. Como si nunca hubiera dudado de la reacción que todos tendrían.
Recorrió todos los rostros allí presentes, buscando alguna expresión diferente a la satisfacción o al asombro. No había sido una buena pieza, la había dejado en la mitad, y aun así continuaban aplaudiendo. Muchos parecían hablar entre ellos, algunos le silbaban, pero todos se encontraban halagando su música.
Sus ojos se fijaron en una pequeña mirada, cargada de un inusual brillo que la observaba como si fuera la cosa más preciosa que hubiera visto. Una pequeña niña aferrada a las piernas de sus progenitores la observaba con una sonrisa y asombro que supo verse reflejada a ella misma tiempo atrás.
Ah.
Esa era.
Su razón para empezar.
Conectar. Conectar con la música el corazón de las personas con el suyo.
Tanta fue la revelación, que otra lágrima se escapó de su ojo, todas sus dudas comenzaron a desvanecerse y su pecho parecía dejar de pesarle tanto. Las luces de la noche se sentían ligeras mientras que ella guardaba su instrumento con tranquilidad y parsimonia antes de dar una reverencia hacia lo que quedaba de aquel público.
Subió las escaleras, y su figura se encontraba cubierta por una gabardina beige mientras en su brazo cargaba su chaqueta verde. Aquella sonrisa con la que la observaba supo decirle que todo estaba bien ahora.
Lo había encontrado.
Alguien palmeó su espalda mientras que pasaba por entre el gentío de personas que se abría paso para dejarla marchar.
La amabilidad.
Una mano tomó la suya con ligereza, enredó sus dedos con parsimonia, y sostuvo el estuche para cargarlo él. Sonrió al saber que aquel acto había sido simple reflejo para Len.
Los pequeño detalles.
Como hace tiempo que no hacía, sus labios se curvaron hacia arriba al sentirse ya libres de aquella frustración con la que había entrado segundos antes.
Una sonrisa.
El tiempo continuaba, y la noche ya estaba ceñida sobre ellos. Las farolas se había encendido, y las pequeñas luces que algunos árboles tenían colgadas adornaban de forma hermosa todo aquel parque.
Tomó su chaqueta, y le dio su mano libre para tomar la de él. Emprendiendo nuevamente camino hacia su edificio.
—¿La cosa más importante es...?
Ella no lo dudó.
—El gozo de vivir.
Aquella sonrisa que simplemente se agrandó ante la respuesta dada por la rubia no hizo más sino confirmarle que aquella pequeña disputa con ella misma le había ayudado lo suficiente como para encontrar su respuesta.
—Vamos, Miku y los demás están esperando.
.
.
.
Canción: たいせつなこと [Taisetsu na Koto]
Tarde me di cuenta que, NO HAY MÁS DE DOS TRADUCCIONES DE ESTA CANCIÓN (Un fandub, y uno en inglés) Por lo que me fue el doble de difícil hacer esto.
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