Capítulo 6| Obsesión

Los dos niños despertaron de golpe cuando unas voces les hicieron reaccionar. Claro, se encontraban en medio del patio, era normal que los llamaran para cenar o simplemente para ir a dormir, pero bueno, eso no importaba ahora. Lo que importaba era poder encontrar las fuerzas necesarias para levantarse de allí.

—¿Uh?—Murmuró un poco adormecido el pequeño niño con bufanda rasgada por culpa de las ramas del árbol en el que se había dormido. Se levantaba poco a poco, sintiendo un dolor en la espalda. Nota mental: dormir en los árboles no era buena idea. Los descartaría como camas para siempre.

—Nos llaman...—Dijo bostezando Gradient, quien se levantó con un profundo dolor de espalda como el de Jammy. No sabía cómo se había dormido en un lugar tan incómodo como ese árbol que parecía haber crecido con ácido y no con agua por la gran falta de hojas y de flores alrededor de él.

—¿Para qué? —Preguntó Jammy, quién escuchaba la voz furiosa de la señora que le había atendido aquella tarde, que ahora tenía un tono enojado que parecía el de un demonio. Dios Santo, como cambian las personas con los enfados, es increíble.

Los dos se levantaron con complicación, ya que sentían como que sus huesos se habían adormecido y eso les complicaba demasiado la maniobra simple de levantarse después de haberse dormido. Genial, ¿no? Encima las voces se escuchaban cada vez más potentes, como si las señoras se estuvieran acercando, pero no era eso, sino que estaban gritando todavía más, alentándolos a ir más rápido.

Acabaron de levantarse un poco mareados. Nunca más tenían que dormir en el tronco de un árbol, sobre todo si éste estaba demasiado podrido. Gradient sintió su estómago arder, algo que le hizo reaccionar. Tenía hambre, mucha hambre, y todavía no había cenado, algo que no le daba buena espina, ya que siempre se había acostumbrado a cenar a la misma hora, pues si no el dolor de barriga sería insoportable.

—¿No vamos a cenar? —Preguntó un poco desesperado por no poder cenar aquel día. Odiaba tener que sufrir los efectos del hambre, pues eran insoportables a su parecer.

—No, ya ha pasado la hora de la cena, así que seguramente nos están llamando para ir a dormir. —Ante esa afirmación del de bufanda, Gradient subió su capucha con una mueca de desagrado, pues no quería quedarse sin cenar solo por haber dormido allí en el patio.

—Pero si no ceno mi dolor de...—Gradient no pudo continuar su frase por culpa de la interrupción del de bufanda, quien frunció el ceño enfadado.

—No te quejes. Yo he vivido días sin comer ni una vez al día, solo beber, y no me pasó nada, así que por solo perder una simple cena no morirás. —Eso fue todo lo que dijo, haciendo avergonzar a Gradient, que intentaba olvidar el dolor de estómago para dirigirse al interior del orfanato de nuevo, caminando sin esperar a Jammy. Había hecho el ridículo y había hecho enojar a Jammy. ¿Perfecto, a que sí?

—Soy un estúpido. —De nuevo Gradient se estaba humillando a sí mismo, estaba sintiendo un dolor en el pecho, no quería ver a nadie, y por suerte, no vio a nadie más que a Jammy, quién lo seguía con el rostro enfurecido, pero bueno, Gradient tampoco tenía la culpa, la culpa era de la vida, una cosa injusta que hace sufrir a todos los que menos lo necesitaban.

El pasillo estaba completamente vacío, no había ningún niño por allí y parecía que los encargados del lugar no tenían intención de vigilar por las noches, algo que dio bastante miedo a los dos niños. No estaban acostumbrados a lugares tan terroríficos como ese.

Gradient iba caminando con la cabeza gacha, intentando que Jammy no viera su arrepentimiento. ¿Desde cuándo se había hecho tan huraño? No lo entendía, antes amaba hablar con la gente, y odiaba hacerlos enojar, pero ahora parecía que su manera de ser había cambiado del todo.

—Oh, vale, lo siento...—Se disculpó Jammy, sorprendiendo a Gradient, quien pensaba que era él el que tenía que disculparse, así que se giró intentando alzar la cabeza para enfrentar al niño de bufanda desgastada.

—No te debes disculpar. Soy yo quien actuó de una manera infantil. —Respiró intentando mantener la compostura.—Así que lo siento. Por favor, perdóname.

Jammy rió, sabiendo que esa discusión había sido bastante idiota, por lo que no podía rechazar esa disculpa. De todos modos, eran niños, se pelearían bastantes veces, pero también se disculparían y se perdonarían, algo típico en los niños de esa edad.

—Solo lo dije para que te disculparas, ¿a que soy listo? —Murmuró en un tono arrogante, algo que sorprendió al mismísimo Jammy, quien no conocía esa faceta en él. Era algo raro de que haciendo vida social cambiara tanto, incluso para bien.

—No pensé que podrías llegar a ser arrogante, pero me equivoqué. No te preocupes, querido bufanda, yo también tengo mis facetas ocultas.

De acuerdo, eso ya parecía un juego de rol, por lo que los dos se pusieron a reír intentando no hacer mucho sonido para que no les dijeran nada, además de que el encapuchado había olvidado su dolor de estómago, distrayéndose con la presencia del de bufanda, quien ahora se quedaría con ese mismo apodo. Sí, "bufanda".

Llegaron al interior de la habitación, en la cual las luces estaban encendidos por los otros tres niños que hablaban sobre el lugar con tonos burlescos, insultando a los encargados y la comida que ofrecían. Una comida especialmente asquerosa que parecía haber sido cocinada para que fuera asquerosa o algo por el estilo.

Ese panorama regresó los rostros serios a los dos niños que habían llegado justo en ese momento. No querían compartir habitación con esos niños, no parecían buena compañía, y menos con esos insultos a tan corta edad. Era todo tan distinto a donde vivían que pensaban que nunca se podrían adaptar. Y adaptarse era lo principal para poder vivir cómodos en ese lugar.

¿Para qué servía estar en ese lugar? No podían responder eso, ya que tampoco tenía mucha lógica buscar el razonamiento que necesitaba esa pregunta. Pero lo que estaba claro es que estaban allí para sobrevivir, no podían vivir en la calle, no tenían ni idea de cómo sobrevivir, no tenían idea de cómo poder estar tranquilos habiendo vivido esas situaciones que bueno, a uno le habían roto el corazón y al otro... al otro le habían dejado una obsesión un tanto demasiado fuerte.

La obsesión de querer ser perfecto cueste lo que cueste.

Jammy quería librarse de esa obsesión, pero cada vez que lo intentaba su cerebro decía lo contrario, pues debía conseguir ser el mejor para tener un buen futuro. Su lógica era que si no se estudiaba no se podía ser nada en la vida y no se podría conseguir ningún trabajo.

Incluso Jammy sabía que eso era una obsesión, pero no hacía nada para intentar quitarla, pues no todo era tan sencillo como parece, una obsesión de tal grado tardaría meses, años en quitarse, en cambiar por lo menos o disminuir.

Todo era tan extraño en esa ciudad, en ese país, en todo el mundo. Todo era tan injusto y no había ni un solo sitio en el que nada fuera así, por lo que todo era demasiado peligroso allí fuera, y que dos niños sin experiencia en la vida anduvieran por las calles solos era demasiado arriesgado, por lo que el orfanato era su única opción.

Gradient suspiró sin saber si entrar o no, pues esos niños que estaban allí dentro no parecían muy amistosos, no parecían ni buenas personas, por lo que el temor empezó a subir por su cuerpo, haciéndole temer por su vida, pero Jammy no parecía darse cuenta, pues entró con una media sonrisa, intentando parecer agradable.

—Espera. —Murmuró en tono protector Gradient, tomando de la mano a Jammy, quien se giró sorprendido, alzando una ceja intentando descifrar la razón por la que su amigo le había impedido pasar a la habitación. —Ten cuidado con ellos, no parecen ser muy amistosos.

—¿Qué? —Pero para cuando Jammy había dicho eso, Gradient ya no estaba a su lado, sino dentro del edredón maloliente de la cama, intentando dormir, pero los refunfuños de los otros niños se lo impedían y no sabía qué hacer para poder conciliar el sueño.

Jammy simplemente se encogió de hombros mientras saludaba a los otros niños, quienes lo miraron y lo ignoraron. Por lo menos no le insultaron o algo por el estilo, y eso era bueno. Por lo menos no eran lo suficientemente horribles como para insultar a Jammy.

Gradient suspiró. ¿Qué hacía allí? Esa era la pregunta que rondaba por su mente, una pregunta sin respuesta. En esos momentos debería estar junto a sus padres, leyendo algún libro como siempre le había gustado, pero ahora leer parecía imposible.

Con sus débiles manos, apretó el edredón, intentando evitar escuchar los quejidos de los demás niños, quienes estaban quejándose cada vez más alto. ¿Cómo era que ninguno o ninguna de los encargados habían venido a echarles la bronca? No lo entendía. Pero bueno, nada en ese lugar era normal, así que no podía quejarse de lo que sucedía allí.

Sacó con timidez su cabeza para observar mejor la habitación. Era bastante pequeña, pero había bastantes camas apretujadas entre sí. Notó que Jammy intentaba entablar una conversación con los niños, pero eran intentos en vano. ¿A caso bufanda estaba tartamudeando? Vale, eso era nuevo para él.

Al lado de su cama, había otra en la que descansaba una cabeza femenina. Era una chica perro-gato, pero literalmente. Una chica perro-gato que dormía allí, con unos cabellos grisáceos que sorprendieron a Gradient. De acuerdo, preferiría no hablar con ella.

Por otra parte, en otra cama, Jammy se había tumbado, mirando al techo intentando respirar con calma. Se notaba que tenía bastante sueño, pero esos niños no dejaban de hablar y cuchichear por lo alto, hartando a los dos esqueletos, sobre todo a Gradient, quien cerraba los ojos con fuerza, pero era todo en vano.

De repente sintió unas vacías ganas de vomitar. ¿Y por qué vacías? Porque no había comido en todo el día, así que no podía echar nada. Eso era demasiado penoso y Gradient lo sabía bien. Su suerte no era la mejor del mundo, lo admitía, pero nunca pensó que llegaría a pasar por eso, nunca pensó que vería morir a sus padres de esa manera.

De nuevo las lágrimas se hicieron presentes en el rostro de Gradient, que intentaba no sollozar para no hacer el ridículo, intentando pensar también la razón por la que había cambiado de personalidad. Solo fue un accidente, no debía cambiar por eso, no podía hacerlo, en esa situación debía mantenerse firme y no ser un niño tímido y débil que se guiaba gracias a los demás.

Gracias a Dios, los sollozos no salieron completamente, sino que lloró en silencio, ocultando su cabeza bajo la sábana, intentando que nadie lo descubriera, no quería vivir tal humillación, y menos quería parecer débil en frente de Jammy, y no entendía la razón. Se conocían desde solo hace un día. ¿Entonces por qué sentía que si lo perdía estaría solo por siempre? No lo sabía, pero ahora mismo no le importaba.

Solo quería dormir, olvidar todo lo sucedido y entrar en el mundo de los sueños. Se arrepentía de no haber pasado más tiempo con sus padres, no pudo demostrar cuanto los quería y ahora sin más se habían marchado, dejándolo solo en ese cruel mundo que le ofrecería muchas más sorpresas que no serían para nada gratas, y eso, le asustaba demasiado.

¿Qué pasaría si Jammy muriera? Rápidamente apartó esa idea de su mente, palideciendo al instante. No quería perder al único con el que había hecho buenas migas, no quería quedarse solo de nuevo. Eso sería el colmo y no quería tampoco andar por el mundo sin ningún tipo de compañía.

No quería pensar en posibles situaciones, pues eso hacía que sufriera todavía más. No quería sufrir, no quería volver a tener miedo de que sus seres queridos murieran, pero bueno, eso era difícil. Ya que ya no tenía seres queridos.

Por otra parte, Jammy miraba a la pared con una mirada vacía. Esos otros niños que estaban sentados diciendo palabrotas no le habían caído bien. Quería conocer a más niños, pero es que no encontraba a los indicados, y si no conseguía más amigos a parte de Gradient tendría que intentar conseguir poder estudiar de nuevo.

Necesitaba estudiar, necesitaba continuar siendo el mejor hijo del mundo, demostrar que valía mucho y podía cumplir todas las órdenes que le diesen, que podía ser increíble a la hora de poder hacer exámenes y hacer las tareas de la casa.

Eso era una obsesión enfermiza, no podía dejar de pensar en que estudiar era el único método para poder ser algo en la vida. No quería dejar de estudiar para poder ser el mejor hijo del mundo o por lo menos tener un futuro.

No, eso no era una simple obsesión. Eso era como la comida que necesitaba cada día, y si no estudiaba moriría de un día al otro, o eso es lo que pensaba.

Odiaba estar en ese lugar, pues parecía que no impartían educación. Eso significaba que si no lo adoptaban nunca podría ser alguien de provecho, y eso le estaba poniendo de los nervios, haciendo que su rostro palideciera y que su cuerpo temblara.

Con sus débiles manos se cubrió con la sábana antes de notar como las luces se apagaban y los insultos comenzaban a bajar de volumen, dejando toda la habitación a oscuras con un silencio sepulcral y lo único que se escuchaba era el sonido de las camas rechinar bajo el peso de los niños.

—¿Por qué no puedo estudiar? —Preguntó en voz baja con la voz a punto de entrar en llanto. No entendía la razón por la cual le separaban de lo único que podía hacer bien.

Y así, entre llantos silenciosos. Jammy cerró los ojos, sintiendo escalofríos de vez en cuando y temblando por esa obsesión que había ganado con el paso de los años.

CONTINUARÁ

Pos ala, otro capítulo.

Debo dejar de hacer sufrir a mis personajes :'v (¡Nunca!)

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