Capítulo 14| Hasta nunca
En el salón, después de la comida, Gradient estaba charlando despreocupado con Jammy, quien desde el día en el que descubrió sus verdaderos sentimientos no era tan alegre, pues los nervios le carcomían, no sabía cómo se lo haría para declararse a Gradient, pues vaya.
Solo eran simples niños. No sabían sobre el mundo del amor, ¿no? Y eso era lo que preocupaba a Jammy, no podía declararse si no entendía sobre ese mundo tan misterioso en el que cae uno sin darse cuenta.
El mundo del amor era demasiado complicado, por ello Jammy quería investigar antes de intentar confesarse a su mejor amigo.
— Hey, Jammy, me preguntaba, ¿por qué ayer me cuestionaste eso? ¿Te gusta alguien?— Preguntó Gradient mientras sus ojos mostraban curiosidad.
— Quizás, pero no me atrevo a decírselo.— Jammy se sentía extraño hablando de ese tema con la persona que le gustaba. Era demasiado incómodo como para seguir con ese tema de conversación, pero nunca fue el mejor para evitar temas de conversación.
Se veía obligado a hablar de sus sentimientos. De su amor. Y no quería.
— ¿En serio? Deberías declararte, después de todo no pasará nada malo. Eres simpático, no te rechazarán.— En esas palabras de Gradient había una pizca de rencor, pues no quería que su amigo se separara de él por temas amorosos.
— No creo que me acepte. Pero bueno, no puedo pensar en amor en esta edad, simplemente tengo ocho años, al igual que tú.— Murmuró cabizbajo, haciendo un esfuerzo para reprimir un sollozo.
Estaba a punto de llorar por pensar qué pasaría si se declarase a Gradient y éste le rechazara y se alejase de él. Para siempre. No quería perder la amistad que tenía, pues se había hecho resistente, y pensar que por un descuido lo podría perder.
—
Ya llevaban más de cuatro meses en ese orfanato, las condiciones cada vez estaban peor, y parecía que en cualquier momento las encargadas del lugar tomarían veneno para ratas y envenenarían a los niños para poder librarse de ellos y al fin abandonar el local.
Por suerte no era así, pues todavía las quedaba algo de dinero para aguantar. Pero pronto el lugar se derrumbaría, las habitaciones ya habían pasado de ser para cuatro o cinco personas a para siete u ocho.
La comida cada vez estaba peor hecha, en malas condiciones, y poco a poco los niños se alimentaban menos y los trabajos para conseguir comida diaria eran cada vez peores y que algunos de los niños no podían cumplir.
Pero las encargadas sí que podían comer lo que quisieran, pues ellas al ser las dueñas no podían quedarse con la barriga vacía.
— Viejas hipócritas...— Murmuró con una voz cargada de odio Jammy mientras Gradient le acariciaba la cabeza.
Jammy y Gradient habían cambiado bastante en ese tiempo, nadie iba a ese orfanato a adoptar a los niños que habían instalados en él, y por ello se habían vuelto más que pesimistas. Sabían que hasta la mayoría de edad no podrían salir de ese infierno.
Y para ello quedaban muchísimos años. No querían estar allí. Muchas veces habían intentado fugarse, pero por desgracia no tenían lugar al que ir, y las puertas durante la noche estaban cerradas.
Eso era obra de las dueñas, pues si alguien de fuera de esos barrios bajos veía el estado deplorable de los niños, las denunciarían e irían a prisión, y ellas no querían eso. Aunque les costara la vida de algunos niños que iban cayendo por falta de comida.
Pero el lado positivo es que Gradient y Jammy habían estrechado un poquito más su amistad, y Jammy por mientras seguía enamorado del otro, aunque éste todavía no tenía ganas de pensar en amor, pero pronto lo haría.
Los gestos cariñosos entre ellos dos se habían vuelto bastante comunes, demasiado, según ellos, contando de que los dos eran niños pequeños y no conocían del todo la definición de amor, aunque ya mismo se acercaría su etapa de pre-adolescencia, por lo que tendrían que estar preparados para todo lo que se les pusiera en el camino.
Las condiciones se habían empezado a rebajar a pequeñas migajas de pan para todas las comidas del día, el agua era prácticamente escasa y habían empezado a llegar una cantidad considerable que huérfanos.
Jammy y Gradient sabían que eso último significaría todavía peores condiciones para ellos dos, que cumplían al pie de la letra todo lo que las encargadas le mandaban hacer, incluso si les costaba un día de hambre, pues conseguirían pequeñas recompensas después.
También sabían que si el orfanato continuaba así, quizás algún día les echarían, podrían ir a otros lugares, nuevos orfanatos en los que podrían vivir de verdad, pues a veces en sus paseos en busca de gente a la que vender los objetos que tenían de parte del orfanato habían escuchado a hablar de otros establecimientos mejorados y modernos con buenas instalaciones.
¿Sería que este orfanato algún día llegaría a la completa ruina y podrían empezar una nueva vida? Querían pensar que sí, pero las cosas se estaban complicando demasiado como para pensar de manera positiva, aunque en esos casos las mentiras eran la mejor compañía que los dos podían tener.
— ¡Vosotros dos!— Exclamó una de las encargadas, señalando a los dos niños que se miraron el uno al otro, confusos, pensando en que tendrían que hacer aquella vez. ¿Volver a estar un día entero intentando vender cachivaches que nadie querría? ¿Tener que cumplir con la limpieza del edificio? ¿O sería otra especie de nuevo castigo?— Salid ahora mismo del edificio.
Jammy y Gradient miraron confundidos a esa vieja, e hicieron caso al instante, no querían ser castigados por incumplir lo que se les ordenaba, como otras veces había ocurrido, pero para su suerte se habían vuelto bastante obedientes, así que eran privilegiados entre los otros niños de ese lugar.
Al salir del orfanato, se quedaron observando el edificio externo, mientras veían como casi todos los infantes salían de allí, y entonces, otra de las encargadas salió con posado severo.
— ¡Todos!— Exclamó con un tono imperioso, asustando a los más pequeños, quienes comenzaron a temblar temiendo por su futuro, por el destino que les deparaba por culpa de esas irresponsables encargadas que habían llevado su negocio a pique.—No volveréis hasta dentro de siete horas. Quien venga antes de el tiempo acordado...—Gruñó con molestia, y todos los niños entendieron el mensaje.
Gradient y Jammy se miraron con emoción, sabiendo que tenían tiempo libre para hacer lo que se les diese la gana. Entonces decidieron regresar a la casa a la que fueron el día del cumpleaños de Gradient, pues querían ver de nuevo a ese amable esqueleto que les había atendido, es decir, Ink.
Comenzaron a caminar con gran alegría en sus miradas, tenían emoción por poder salir a ver el mundo de nuevo, pues era genial poder ser independientes, aunque no por todo el día, no sabía conseguir dinero por ellos mismos. Solo vender las cosas que les encargaban las viejas del orfanato.
Al llegar frente a la mansión, tocaron los dos a la vez, temblando un poco, nerviosos, pues de repente la timidez había consumido su seguridad, por lo que temían que les abriera alguien que no fuera Ink. Y sus temores se hicieron realidad.
Un esqueleto vestido completamente de negro les abrió la puerta, sus ojos estaban llorosos, cosa que asustó a los niños, quienes se tomaron de la mano, atemorizados. No sabían si preguntar por Ink o irse corriendo de la mansión, pero decidieron optar por la primera opción.
— ¿Está aquí Ink?— Preguntó de una vez por todas Gradient, y sintieron un mal presentimiento al ver cómo la cara del esqueleto se ensombrecía.
— No, no está aquí. Pero podéis pasar, si queréis.— Los niños hicieron caso a ese esqueleto y entraron a la mansión, quedando alumbrados por la maravillosa decoración que contenía, la fineza de los muebles y la luminosidad que había en cada estancia.— Ink os mencionó una vez. ¿Queréis pasar a la biblioteca?
Un destello de felicidad, de emoción, cruzó la cara de Gradient, quien amaba la lectura y hacía demasiado tiempo que no leía un buen libro, por lo que ir a la biblioteca de una mansión completamente lujosa tenía muy buena pinta.
Los dos niños asintieron, siguiendo al esqueleto, algo desconfiados, por los largos pasillos del lugar, hasta que al fin llegaron a la biblioteca.
Gradient empezó a tomar una gran cantidad de libros, leyendo y releyendo los prólogos, los títulos, las primeras páginas, disfrutando de lo que parecían ser unas muy buenas lecturas que podría disfrutar.
— Si queréis podéis llevaros algunos de los libros. Por mí no hay problema.— Sonrió el esqueleto de negro, mientras que reía por la emoción que tenía Gradient.
—
Al fin, salieron de la mansión y estuvieron andando con una bolsa cargada de libros durante las horas restantes, sentándose en una plaza llena de personas, hablando de temas aleatorios para entretenerse, pues tendrían que quedarse allí durante un rato.
Cuando la charla acabó, cada uno tomó un libro y empezó a leer, adentrándose en el bello mundo de la lectura, olvidando sus obligaciones, y entrando a mundos completamente distintos a los que vivían.
Pronto, el cielo se tiñó de un color rojizo, y decidieron que ya era hora de ir volviendo hacia el orfanato, antes de que todo se sumiese en una profunda oscuridad y no pudieran orientarse.
— ¿Por qué crees que las encargadas nos echaron tanto tiempo del orfanato?— Cuestionó con curiosidad Jammy. Gradient se alzó de hombros y continuó caminando, cargando con el brazo izquierdo los libros.
— Ni idea. Quizás necesitaban un poco de tranquilidad.— Contestó con calma.
Los dos niños poco a poco fueron juntando los brazos, hasta llegar a rozar sus dedos. Sus rostros denotaban algo de incomodidad, pero ninguno de los dos se separó, pues sentían una extraña calidez en el pecho.
Pronto llegaron a los barrios bajos, y se miraron con temor. No querían regresar de nuevo al orfanato, pero eso iba a ser lo mejor si no querían morir de hambre en la calle.
Volvieron a caminar con lentitud, viendo como todos los bonitos edificios a su alrededor iban cambiando, tornándose oscuros. Estaban a punto de llegar a su orfanato.
Un sonido los sacó de sus cavilaciones, un fuerte estruendo bastante molesto y seguido que parecía no parar.
Al mirar hacia el frente se quedaron pasmados. En vez de ver su orfanato común, vieron un montón de máquinas demoledoras y las ruinas del edificio. Lo habían demolido por completo.
Muchos de los demás niños huérfanos iban llegando a la par, mirando con sorpresa aquel edificio. ¿Dónde vivirían desde aquel momento en adelante? No lo sabían, pero tenían una cosa muy clara.
Ahora eran libres, y quizás con suerte encontrarían un mejor orfanato que los acogiera.
Ya era hora de decir un hasta nunca a aquel orfanato que tantos problemas les había brindado.
CONTINUARÁ
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top