Capítulo 1| Un nuevo y horrible hogar

Gradient suspiró, mientras tomaba entre sus delgadas manos un pequeño libro, un libro chamuscado. Era uno que le había regalado su padre al cumplir siete años, pero ahora solo quedaban restos de páginas quemadas y una tapa carbonizada en la que solo se leían dos letras, dos letras que se veían borrosas y que traían nostalgia al pequeño, que empezó a tener la vista nublada por las lágrimas.

Intentando parecer fuerte, intentó reprimir esas lágrimas, que empezaban a quemar en sus cuencas. Para poder calmarse, con la manga de su fina camisa de pijama, el incendio había sucedido en la noche, quitó los restos de las lágrimas de su cara, mientras cerraba sus cuencas y se sentaba frente a ese edificio ruinoso.

Todavía no se creía lo que le había sucedido en esa noche, todo era tan irreal. Recordaba a la perfección que el día anterior había sido tan bueno, había sido tan pacífico... Era increíble que en una noche todo fuera tan horrible para él y para sus difuntos padres, que habían muerto para salvarlo.

Nunca pensó de que un solo error pudiera hacer que su vida cambiara automáticamente, de que su vida diera un giro drástico que podría causarle muchos problemas. 

¿Cómo comenzó el incendio? Todo fue muy rápido, pero Gradient se acordaba a la perfección de cómo comenzó ese fuego mortal, de llamas moradas, rojas y anaranjadas, con unos toques azules, un fuego que nunca olvidaría. 

El fallo, el error, eso fue haber dejado una gran vela encendida, una vela que estaba cerca de una mesa de madera bastante antigua, y por ende sin estar cubierta, una mesa que podría arder con facilidad. El viento aquella noche era intenso, no, era bastante fuerte, no como las típicas brisas que habían, y el haber dejado también la ventana del salón abierta fue otro error.

La vela había sido colocada de mala manera, pero era porque le faltaban unos cuantos trozos a la cera que la formaba, y por ello no podía estar del todo de pie, y una pequeña ráfaga de viento podría tirarla en un momento, y en vez de apagar la llama, la alimentaría.

Y eso fue lo que pasó, un poco de viento empezó a soplar en dirección de la vela, empezando a hacer que empezara a caer con lentitud, pero la llama comenzaba a tocar la mesa de madera que había a su costado derecho. Todo fue rápido y a la vez lento, pues el fuego podría haberse extinto si se hubieran dado cuenta, pero a las cuatro de la madrugada todos dormían.

Gradient se había levantado a las cinco de la madrugada por culpa de un olor a chamuscado intenso, no sabía de dónde venía, pero tampoco se preocupó. Así que aprovechando de que se había despertado, decidió ir a la cocina para tomar un vaso de agua, pero nunca pensó que lo que pasaría después sería su casi muerte.

Al entrar en el salón para dirigirse a la cocina, dio un grito ahogado. El fuego se había extendido por todo el salón, y ahora se dirigía a quemar la cocina. No podía huir, la salida estaba en un costado del comedor, es decir una sala después de la cocina, y por culpa del fuego no podía salir. 

El viento comenzaba a quemar las cortinas, todos los objetos de madera que habían sido colocados en los estantes que habían. Los sofás de tela también comenzaban a arder, y todo parecía un infierno del que no podría escapar.

—Se acabó, es mi fin.—Murmuró asustado Gradient, mientras corría hacia la habitación de sus padres, que dormían plácidos, sin saber el destino que les deparaba. Con un pequeño grito, Gradient había despertado a sus padres, que se levantaron de golpe al escuchar la palabra fuego, cosa que los pilló de sorpresa.

Los tres se movieron por la habitación, buscando cualquier cosa para conseguir agua, aunque lo único que podían conseguir era un pequeño cubo de agua y con eso no podían hacer nada, lo único que les quedaba sería llamar a los bomberos y mientras tanto confiar en que podrían salir de la casa.

Gradient estaba asustado, nunca jamás había vivido un incendio y ese era el primero que vivía, pero confiaba en que saldría junto sus padres y continuaría con su vida. Pobre, no sabía qué le esperaba.

La madre de Gradient estaba intentando sacar agua del baño con el cubo, pero era demasiado pesado y mientras lo llevase tardaría un minuto, mientras las llamas comenzarían a aumentar, multiplicándose cada segundo, el olor a madera quemada se intensificaba y el salón quedaba hecho un infierno rojo y naranja.

Los bomberos ya habían sido advertidos por el padre de Gradient, pero como ellos vivían bastante alejados de la zona central de París tardarían un buen rato. Estaban desesperados, no sabían qué hacer, ya que cubos de agua pequeños no apagarían ni una mínima porción del fuego que había.

Ya rendidos por no poder hacer nada, los tres decidieron hacer lo más arriesgado: intentar llegar a la puerta y salir, pero el fuego haría lo imposible para impedirlo, ya que eso no era un pequeño infierno, era más bien un océano de llamas.

El pequeño intentaba no temblar, pero eso le era imposible, estaba viendo con sus propios ojos como la casa se caía a pedazos, como sus objetos empezaban a desaparecer por culpa de las incesables llamas y como de vez en cuando sus padres de hacían quemaduras intentando protegerlo. 

Estaban en mitad del salón, mientras intentaban cubrirse con algunas telas que habían en los sofás aún no quemados, pero los intentos eran en vano, pues cuando estaban a punto de llegar a la cocina una viga en llamas cayó del techo mientras ellos pasaban. Por suerte, pudieron esquivarla a tiempo y entrar en la cocina. 

Para poder caminar mejor y ver mejor se arrastraban por el suelo, por donde se podía ir mejor, pero el destino no quería que se salvaran. No quería, y quizás quería de que Gradient también se achicharrara, pues la nevera, que estaba junto a la puerta del salón, cayó de golpe, golpeando de manera brutal al padre de Gradient, que empezó a marearse, claro que por el golpe y por la falta de oxígeno.

Y así, como no, la nevera bloqueaba la puerta, que comenzaba a quemarse como el resto de la casa, y las llamas comenzaron a envolverlos con fiereza. Estaban acabados, pero eso no significaba de que se rendirían tan pronto, los padres de Gradient debían proteger a su hijo, querían que su pequeño creciera alegre y pudiera conseguir una vida por si solo. Ese era el verdadero amor paternal.

¿Y cómo lo protegerían? Cubriéndolo, no dejarían que las llamas lo cubrieran, no querían que tuviera más quemaduras que podrían durar por mucho tiempo y que dolieran como el infierno. No importaba si ellos morían en el acto, a ellos solo les importaba su hijo.

Y así, los dos adultos se agacharon, cubriendo a Gradient, que intentaba comprender la situación. ¿Cómo había cambiado de haber estado durmiendo tranquilamente a estar envuelto de llamas? 

La sirena de los bomberos empezó a sonar incesable en la calle, pero los padres de Gradient ya no podrían salvarse, ya que el fuego ya empezaba a carcomer sus espaldas, pero al menos el pequeño seguía intacto, por decirlo así, pues solo tenía unas pequeñas quemaduras en el cráneo. 

El olor a huesos quemados se hizo pronto bastante reconocible, mientras el cuerpo de su padre caía desplomado al suelo junto al de su madre, justo en el momento en el que los bomberos entraban, apagando el fuego con dificultad y encontrando al pequeño llorando en el suelo. Eso había sido demasiado para él: sus padres habían muerto para protegerle, porque querían que él tuviera una vida buena, que tuviera un futuro en el que sea feliz, y concedería ese deseo, haría que la muerte de sus padres no fuera en vano.

Y allí se encontraba, en la puerta del primer orfanato que había encontrado en el barrio, un viejo y ruinoso orfanato en el que parecían habitar miles de fantasmas y espíritus vengativos. De acuerdo, debe de dejar de leer novelas de terror, sí o sí, ya que le estaban afectando bastante en las cosas que veía o experimentaba, pero ahora no era tiempo de bromas, estaba en el lugar que podría ser su hogar hasta que cumpliera la mayoría de edad, y para eso aún le faltaban unos buenos y largos años, pero aún tenía la esperanza de conseguir un nuevo hogar.

Ay, a quién engaña, no tenía ganas de vivir en otra casa, no tenía ganas de todo. Había visto morir a sus padres porque ellos querían protegerlo, eso no es algo muy bonito para un niño como él. Además, no entendía como de una simple noche como las demás todo eso había pasado, ni siquiera sabía a qué hora comenzó el incendio, pero había ocurrido, había vivido lo que nunca quería haber vivido, y eso fue la casi muerte y haber visto la muerte de los dos seres a los que más quería, una experiencia que pensó que nunca viviría pero que ahora se había hecho realidad, y no es algo recomendable para vivir.

Sus ojos se posaron en la entrada de ese edificio, mientras se estremecía y temía las consecuencias de entrar allí, tenía pinta de ser uno de los típicos orfanatos de película en los que nadie cuida bien a los niños, pero bueno, ese seria el único lugar al que podría ir, sino tendría que vivir en la calle, y un niño de solo siete años no podría sobrevivir en la peligrosa calle, sobretodo con el tiempo que estaba haciendo esos últimos días, un tiempo bastante salvaje en el que predominaba el viento y bastantes lluvias, finas o gruesas, pero todas con algo en común: que son muy duraderas y frías.

No tenía ganas de entrar en el orfanato, pero si no lo hacía podría resfriarse y sus quemaduras en el cráneo podrían empezar a doler mucho más, y eso conllevaría a una probable infección en sus huesos chamuscados y heridos, además parecía de que dentro de muy poco empezaría a llover. Si tan solo no hubieran dejado la ventana abierta aquella noche y se hubieran dado cuenta del fuego mucho antes...

Y así, como pudo comprobar, las gotas de lluvia comenzaron a caer, pero a diferencia de las otras lluvias de otros días, ésta era una lluvia muy fina que parecía que no iba a empeorar, pero igualmente Gradient tendría que entrar en el lugar, y sabía que allí le estaban esperando los dueños del lugar, pero siendo sincero no tenía ningunas ganas de entrar. No tenía la suficiente confianza como para estar en un lugar desconocido para él.

Pero bueno, no podía hacer nada, si quería tener otra oportunidad de vida tendría que ir allí para cumplir el deseo de sus difuntos padres: poder tener una buena vida y ser feliz.

Con nerviosismo, el niño se movió con un poco de dolor por la calle, tomando la perilla del edificio ruinoso que se alzaba ante sus narices y abriendo la puerta destartalada que parecía que se derrumbaría en cualquier momento, pero nunca imaginó que lo que había dentro del edificio era todavía peor, muchísimo peor.

Una gran sala de colores grisáceos, con mucho polvo y esquinas lenas de telarañas se abrió ante él, donde dos monstruos estaban allí parados, controlando a otros pequeños monstruos que corrían por la sala, jugando entre ellos, pues parecía no haber otra cosa para hacer, y parecía que ese lugar era un lugar que en cualquier momento se podría derrumbar sin previo aviso.

Pero bueno, tendría que acostumbrarse, pues aquel era su nuevo hogar. Un nuevo hogar que nunca imaginó antes en su vida.

CONTINUARÁ

Hola :3 No sé por qué, pero es que amo la pareja de Paper x Gradient, por ello aprovechando que ya acabé Pintor quise hacer una historia que involucre a Ink y Error de Pintor. Sí, ésta historia ocurriría en el mismo Au (si es que se puede considerar au) y en la misma línea temporal, así que habrán escenas que ocurrieron en Pintor entre Gradient, Paper, Error e Ink y algunas que aún no han pasado.

Bueno, espero que disfruten de la historia :D

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