➼ 01. 𝗣𝗿𝗼́𝗹𝗼𝗴𝗼
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-Si te digo la verdad, Edward, ni siquiera sé por qué te interesan todas estas antiguallas. Fang nos está esperando delante de la universidad, deberíamos no hacerle esperar demasiado.
Le repite Izzy, por cuarta vez ya.
Pero Edward, a pesar de su insistencia, no le hace mucho caso. Llevaba días esperando a que llegara aquél domingo para asistir al anticuario que se celebraría en las afueras de su ciudad, y veía en aquél conjunto de establecimientos repletos de objetos de segunda mano algo mágico, que claramente Izzy no sabía apreciar.
Desde cómics de los años sesenta, cuadros impresionistas con la edad de un siglo, alfarería con precios muy variados y que venían de todas partes hasta vinilos de música y casetes con más de cincuenta años; Edward encontraba fascinante ese mundo que se quedaría allí toda la semana que el evento sería celebrado, para después irse y volver al cabo de un año a su pueblo. Y cómo no, después de transcurrir todos sus fines de semana con un cubata en la mano y en las mismas discotecas de siempre una y otra vez, para Edward esto era casi lo mismo que viajar y cambiar de aires. Además, hacía mucho que se encontraba un domingo por la mañana sin una resaca, lo cuál se sentía ciertamente liberador.
Izzy, que del cerrado grupo de amigos de Edward era el más cercano, por otra parte, estaba respondiendo a su amigo Fang para tratar de justificar la tardanza de Ed debido a que habían quedado alrededor de esa hora. No era difícil discernir que no se encontraba tan feliz ni ilusionado por el lugar como su amigo.
-¡Izzy, mira, tienen de esos juguetes que usábamos cuando éramos niños! -exclamó Edward con la ilusión digna de un niño crecido. Izzy, sin embargo, ni siquiera se acordaba de haber usado esos juguetes en su infancia.
Y prácticamente así transcurrió casi toda la mañana, con Edward destacando casa cosa que le parecía interesante e Izzy corriendo a ver algo que no le emocionaba en absoluto, hasta que se encontró con algo que le hizo mostrar una felicidad diferente, especial, tanta que, al verla, hasta se olvidó de llamar a Izzy para que viniera a verlo, como había estado haciendo antes.
Lo primero que observó fue el cartel "Barcos de miniatura a 40€", y acto seguido, el producto en concreto del que avisó la frase, que le dejó completamente enamorado.
Había algo en esos barquitos que a Edward le resultó encantador, y no sabía si era por su concepto, aspecto, o por la idea de que alguien se había tomado su tiempo para fabricar cada una de las diferentes piezas a medida, para así pegarlas entre ellas para crear lo que ahora se encontraba delante de sus brillantes pupilas.
Cuando volteó su mirada hacia el creador, que estaba detrás del pequeño barco que había elegido observar, vio que éste le miraba con cierta confusión.
-¿Lo has hecho tú? -le preguntó Edward.
-Ahm, sí. Todos estos barcos en miniatura han salido de mis manos.
-¿De tus manos? ¡Eso es genial! ¿Cuál es tu nombre?
-Uhm... Stede. Stede es mi nombre.
El creador del pequeño barco empezó a encontrarse ciertamente avergonzado, aunque no por ello menos satisfecho con el encuentro. Era todo un shock para él; todo lo que había obtenido en las últimas cuatro horas acerca de su puesto de exposición habían sido miradas indiferentes y algunas un poco curiosas, que preguntaban por el producto, pero luego se echaban hacia atrás al escuchar el precio: cuarenta euros por algo en lo que él había estado trabajando durante más de medio año, a pesar de haber bajado el precio más de tres veces ya. Pero nadie había apreciado su trabajo hasta ahora.
-Mi nombre es Edward -se presentó también.
Sin embargo, la conversación fue de pronto interrumpida cuando un hombre, de estatura baja sobre todo comparada a la de ellos dos, se acercó hacia Edward con la actitud de alguien que parecía encontrarse ciertamente enfadado y algo cansado.
-¿Dónde estabas, Edward? Estabas a mi lado, me he girado y de repente... Ya no te encontraba.
Edward se giró a verle con un rostro inexpresivo para luego cambiarlo radicalmente cuando el otro terminó de hablar, volviendo así a darse la vuelta y señalar los barquitos.
-¡Izzy, mira lo que hace este hombre! Son barcos en miniatura, que ha hecho y construido él solo, pieza a pieza, con sus propias manos....
Izzy estuvo mirando los barcos por un momento, con una mirada más que impasible.
-Si sólo valen cuarenta euros, no los habrá hecho a mano.
-Oh, -saltó Stede- en verdad yo mismo lo he creado todo. Primero diseño la maqueta del barco y luego creo todas las piezas, para después pegarlas.
-Pero es verdad, ¿por qué valen tan poco, si los has hecho a mano? -preguntó Edward.
Stede adquirió una mirada entristecida, que intentó modificar al levantar la mirada de nuevo para que aquello no fuera tan evidente.
-Lo cierto es que, si los pongo a un precio más alto, nadie los vende. Y necesito el dinero... No tengo otra opción.
Edward le miró compasivo, mientras que Izzy parecía estar tramando un tipo de estrategia para agarrar a su amigo del brazo y llevárselo de allí de una vez por todas.
-Qué mal, Stede. ¿Tienes problemas con el dinero?
-Sí, algo así. No puedo pagar el alquiler de mi piso, y todas las casas de mis familiares están... alejadas.
-¿Alejadas, hasta cuánto?
-Bueno, hasta la capital.
-Oye, Edward -volvió a (intentar) interrumpir Izzy la conversación- deberíamos irnos ya. Ya sabes que Fang nos lleva esperando un rato-
-¿La capital? ¿No está eso muy lejos de aquí? -siguió Edward, ajeno a las suplicas de su amigo.
-Sí...
Hubo un extraño silencio entre los tres, aunque si era de incomodidad, reflexión o vergüenza, ya dependía de la persona.
-Oye, no te preocupes. Te compraré el barco... Aunque me parece que deberías de quedártelo tú. De todas maneras, estate seguro de que estará a buen recaudo conmigo. Te daré doscientos cincuenta dólares por él, no sé si es suficiente, pero es todo lo que llevo encima.
Stede reaccionó sorprendido. Y él no fue el único: Izzy ni siquiera se esperaba que Edward llevara ese dinero en el mismo bolsillo, y además con tanta seguridad teniendo en cuenta que habían ido andando hasta las afueras de la ciudad, por donde se habían reportado más de unos cuantos casos de robos y apuñalamientos.
El pago se efectuó de manera más que satisfactoria por las dos partes, y Edward miraba contento el barco en miniatura que ahora era suyo. Lo único que había comprado en el anticuario.
-Y ey, si buscas compañero de piso, mi amigo Izzy está buscando uno porque ya está en su último año de universidad y su casa le pilla muy lejos. Tiene que ir y volver todo el tiempo, y claro, es un coñazo y tampoco tiene tiempo para un trabajo estable...
Izzy miró a Edwad y después a Stede. Su expresión claramente gritaba un "no" como respuesta, a lo que Stede prefirió no decir nada, vista la situación algo tensa y diferente entre los dos hombres.
-¿De casualidad no tendrás Instagram? O cualquier otro lugar donde subas fotos de tus miniaturas, me encantaría seguirte -continuó Edward.
-Yo... tengo Instagram, pero no subo fotos de mis barcos -Stede nunca pensó que a alguien le interesaría ese contenido, aún si la idea de hacerlo no era nueva en su mente, y tampoco le seguía mucha gente en una aplicación que no usaba mucho-. Quizá suba alguna de ahora en delante.
-¡Genial!
Stede le dio el nombre de su usuario de Instagram a Edward, y viceversa para así seguirse mutuamente. Los dos acabaron muy contentos con la interacción, a diferencia de Izzy, que había estado gruñendo por lo bajo prácticamente todo el rato y miraba receloso la conversación animada entre los dos, mientras esperaba a que Edward terminara finalmente para decirle a Fang que iban hacia donde habían quedado.
Finalmente, el deseo de Izzy se cumplió, y los dos amigos ya caminaban hacia su dicho encuentro planeado.
Al lado de Fang se encontraba Jack, Calico Jack. Un hombre que conocía a Edward desde hace más tiempo que Izzy, desde el colegio más o menos, y que tenía parte de culpa de la trayectoria que Teach había seguido en su vida.
-¡Eh, Eddie! ¿A dónde vas con ese barco, es que planeas jugar a los piratas? -preguntó Jack cuando finalmente vio a su amigo, entre carcajadas y pequeños golpes amistosos al hombro de Fang, pues era quien se encontraba a su lado, además de emplear un tono de voz que salpicaba las consecuencias de una mañana de resaca y rasgos de masculinidad tóxica a cada paso que daba.
-Lo ha comprado en el rastrillo al que hemos ido -contestó Izzy por él.
Jack no le dio más importancia al tema.
-Y Eddie, eh... ¿Por qué no estabas en la fiesta de anoche? ¡Fue brutal!
Edward ya sabía cuáles serían las palabras de Jack sobre la noche del sábado anterior incluso antes de que empezara a hablar.
-Sí, siempre es brutal. Apuesto a que no me he perdido nada nuevo, ¿no es así? -dijo Edward, quien intentaba mantener un tono mínimamente amistoso en la conversación.
Jack simplemente asintió con vagancia, influenciada por un dolor de cabeza que había aprendido a controlar con el tiempo.
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Era domingo, ya por la tarde y en la casa de Lucius, el amigo más cercano de Stede en aquél pueblo. Habían quedado con otros dos en una hora para dar una vuelta por la ciudad; ellos eran prácticamente desconocidos para Stede, ya que los conoció hace apenas unas semanas gracias a la influencia de Lucius cuando se mudó y le conoció a él, y no había tenido mucha oportunidad para hablar con ellos.
-¿Crees que debería de ponerme algo más encima, o quizá va a hacer mucho calor? -le preguntaba Lucius a Stede, mientras se miraba al espejo con inconformidad.
Sin embargo, Stede parecía estar más atento a otra cosa que se encontraba en la pantalla de su móvil. Lucius se dio cuenta de esto, y se dio la vuelta para colocarse detrás de su amigo y ver qué era tan interesante para no responderle, sin Stede percatándose a duras penas de la acción.
Y lo que Lucius visualizó fue el cómo su amigo recorría el perfil de Instagram de algún tipo.
-Oye, pues es guapo, ¿quién es?
El repentino comentario de Lucius asustó a Stede, y éste rápidamente apagó la pantalla del móvil y lo guardó en su bolsillo, como si no supiera ya que era demasiado tarde. Lucius le miró divertido.
-Lucius, mirar en los móviles de otras personas es algo bastante maleducado.
-Como también lo es ignorar a tu amigo cuando te pregunta sobre la ropa -dijo Lucius. Acto seguido, suspiró y, seguido de un pequeño momento de silencio, siguió hablando- Pero aún así, ¿tienes ganas de contarme quién es ese hombre? Creo que jamás te había visto tan ensimismado mirando una cuenta de Instagram.
Stede se ruborizó.
-Sólo es alguien que he conocido esta mañana, en el anticuario. Es el que me ha comprado el barco, me pidió mi Instagram... Y dijo que debería subir fotos de mis maquetas a mi cuenta. Me ha parecido alguien interesante.
-¿Alguien interesante?
Lucius le miró con una sonrisa traviesa. Stede no entendía muy bien a qué se debía esa manera de cuestionar sus palabras, o quizá es que deseaba realmente convencerse de que estaba ojeando el perfil de aquél hombre por pura curiosidad.
-Sí, exacto.
Lucius rápidamente volvió a ponerse en pie.
-Venga, vamos a prepararnos. Jim y Oluwande nos esperan en la plaza en media hora, y tú ni siquiera te has arreglado todavía.
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N/A: Bueno, finalmente después de unas semanas he subido el prólogo de este modern au de los piratas geis que tanto amo. La verdad es que tengo algunas dudas sobre cómo continuar subiendo los capítulos: me tomo este prólogo como una especie de "piloto", ya tengo escritos algunos de los capítulos siguientes y tengo un plano de la trama pero por cuestión de exámenes es probable que vuelva en Julio, y de ahí decida subir los capítulos semanalmente durante el verano.
De todas maneras, ya avisaré cuando así sea y también planeo hacer un hilo de Twitter rellenando contenido de esta historia y avisando cuando suba nuevo capítulo, así que ya nos leeremos! <3
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