𝐨. Some escape from your skin
𝐩𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐮𝐞. some escape from your skin
Ruby Silverthorn creía que debía haber algo muy malo en ella. Algo oscuro que recorría sus venas, que ahogaba sus pulmones y se enroscaba alrededor de su corazón. Tal vez una serpiente que se abría paso a mordiscos por su cuerpo. Tal vez la sangre de su padre... ¿acaso eran diferentes?
Al final, no importaba mucho. Seguía allí. Seguía quemando su camino. Ella todavía quería vaciar su sangre, aunque sea solo para verla derramarse en el suelo y asegurarse de que el padre salga, salga, salga, salga de ella.
Todo tenía que venir de él. Su madre, Magnolia era una excelente bruja. Era una de las mejores creadoras de pociones de su generación. El logro de Obsidian Silverthorn fue simplemente casarse con ella y contaminar con sus hijos.
Alexandrite Silverthorn, su hermano mayor, su Alec, se escapó de casa. Nunca le dijeron por qué, pero su padre a veces bebe y lo llama traidor de la sangre. Ruby no lo entendía: su padre fue quien la envenenó. Debería haber sido su culpa.
Entonces ¿por qué, por qué resultó ser su culpa? Su culpa por amar a su hermano. Su culpa por no ser tan dura como su padre, tan pasiva como su madre, su culpa por permitirle que lo hiciera sentándose a su――
Su culpa por haber quedado con una hija squib.
Ahora que Alec no estaba allí, Obsidian, Sid, se acordó de ella. Ahora que su hermano se había ido de repente se dio cuenta de que tenía otra hija, otra hija que le había fallado, otra hija al que podía recordar ese fracaso. A veces Ruby pensaba que esa era la única forma en que su padre lograba existir, haciendo que otros cayeran.
Está en la forma en que ella fue criada, en la forma en que él también lo fue. Porque Sid era un mago de sangre pura, porque era un legado, como su esposa y sus antepasados antes que ellos. Porque de alguna manera, de una manera que ella no podía entender, eso los hacía mejores, y a los demás mucho peores.
No debería ser así. Ruby tenía catorce años, acababa de enterarse de que hay gente que odia a los demás por lo que pasa por sus venas y su primer pensamiento fue: ¿la gente me odiará porque no nací especial? ¿Odiarán mi crimen de ser ordinaria? No le gustaba la respuesta que se daba a sí misma.
A ella no le gustaba que su padre la escondiera, a ocultar a los demás el hecho de que tenía una hija. Solo para recordarle eso mismo tras puertas cerradas, ventanas cerradas y cortinas corridas. Eres mi hija, le recordaba. Y por eso, ¡te odio, te odio!
Ruby estaba cansada para odiar ahora. Estaba demasiado cansada para muchas cosas, parada en su jardín, mirando la cerca de estacas. Solo podía reunir la fuerza suficiente para imaginar la sangre, el pecado saliendo de ella. Su única gracia salvadora. ¿Realmente se estaba salvando a sí misma, si planeaba terminar con todo?
No creía que hubiera otra manera de lidiar con su vida. La enormidad de los errores que nacieron con ella. ¿Cómo puedes cambiar lo que vive en ti? Creía que solo podía matarlo. Matarlo, si es necesario. Y ella ya quiere hacerlo.
Ruby pensaba en una fecha que beneficiaría a todos. El día en que los niños regresaban a su escuela mágica, Hogwarts con sus puertas doradas que ella nunca verá. El día en que su padre la enviará a un internado, uno muggle, porque eso es lo que bien podría ser.
Cuando se vaya, tendrá que asegurarse de que sea definitivo. Sus padre no se sentarán hasta dentro de unos días tempo para que la noticia se propague por el mundo muggle, creía. Hasta que sea demasiado tarde y su padre pueda pensar que, por una vez, tomó una decisión correcta. No sería la primera vez que le decía eso.
Esto era lo que había planeado al pie de la letra. Todos estaba en su cabeza, listo para funcionar, lo único que le faltaba era que el tiempo pasara más rápido para poder terminar con ello de una vez. Mañana ya. Pronto, y no lo suficientemente pronto para su escape.
Tal vez Rubu. que nunca antes había estado en una escosa, podría aprender a volar entonces.
―Hey.
Rubu casi se rompió el cuello al mirar hacia la cerca. Un chico (de su edad, dedujo) la estaba mirando fijamente. Tenía ojos avellana amables, ocultos tras unas gafas de montura redonda y una sonrisa que iluminaba todo su rostro como el sol en un día de verano. Su pelo castaño y rizado le caía sobre el rostro. Tenía que entrecerrar los ojos al ver lo brillante que es contra el cielo nocturno.
Recordó cómo debía verse. Pálida, como un fantasma, un verdadero desastre con el pelo rubio enredado por la fuerza con la que lo ha agarrado, sus ojos grises con bordes rojos. Una visión sinceramente patética, pensó, y desearía ser como la luna nueva: allí, pero sin luz.
Ruby logró soltar un sollozo.―¿Hola?
El chico extendió la mano desde encima de la cerca. Ella pensó que podría estar de pie sobre una silla de jardín para elevarse por encima de ella.―Soy James, James Potter. Soy tu vecino desde hace unos cuantos años. No creo que hayamos tenido la oportunidad de hablar nunca.
¿Y eliges ahora para hablarme? Ella quería gritarle. ¿Tú eliges hablar conmigo ahora que soy esto? El por qué se molestó en primer lugar era un misterio para ella. No creía que estuviera llorando tan fuerte; había aprendido hace mucho tiempo que sollozar en silencio era la única forma de expresarse, cualquier cosa por encima de ese ruido empeoraría las cosas.
―¿Hay algo en lo que pueda ayudarte, James Potter?―ella preguntó, frotando sus manos en su falda de jean.―¿O solo querías ver qué estaba haciendo todo ese ruido?
La mordacidad en su tono lo tomó por sorpresa; no lo esperaba de alguien que estuviera llorando a lágrima vida. No le importaba, era lo suficientemente desinteresado para darse cuenta de que la ayuda siempre era necesario, pero a menudo no deseada. Ruby nunca había querido ayuda. Si no podía salir sola para demostrarle a su padre que no era un juguete rotor para descartar, no encontraba ningún sentido.
James inclinó la cabeza hacia adelante y hacia atrás.―¿Con eso quieres decir que si me preocupé un poco cuando te escuché llorar? Porque en ese caso, sí.
―¿Qué?―Ruby soltó un pequeño ruido sardónico.―¿Por qué?
James se encogió de hombros a medias.―No sé. Supongo que soy así de amables.
Ruby no había oído hablar de un concepto más extraño: la amabilidad. El propio Alec no había sido amable con ella, pero no podía culparlo. Ella tampoco era amable, ¿Cómo podía serlo? ¿Cómo podía serlo él? A ninguno de los dos se le había enseñado a ser amable. Un padre enfadado y una madre ausente eran las cartas que les tocaba. En realidad, no había mucho que decir.
―B―bueno.―soltó, tartamudeando un poco al pronunciar la palabra.―Estoy... bien. Lamento haberte molestado.
―No me molestaste.―él dice como si hubiera dicho algo tonto.―¿Pasa algo realmente malo? Sé que no me conoces, pero a veces es más fácil compartir las cosas de esa manera. Al menos, eso es lo que dice mi madre. Porque no nos conocemos, ¿sabes?
Ruby lo miró fijamente, pensando exactamente lo mismo, solo que todo lo contrario. No se conocían. ¿Por qué se molestaría él en preguntar qué pasaba en primer lugar? Su propia familia nunca lo había hecho. Y ella fue educada en casa, no tenía amigos con quienes hablar. Apenas tenía un diario, unas pocas palaras escritas aquí y allá, un diario querido que se dejaba pudrir, sus emociones que reprimir.
Y llegó a la conclusión absolutamente extraña: que son sus ojos amables y su sonrisa han derretido por completo su actitud distante y que quiere contárselo. El extraño que le mostró amabilidad, el concepto que le era ajeno.
Se lamió los labios, probando las aguas. No creía que le haya contado a nadie sobre sí misma en mucho, mucho tiempo. Pero seguía siendo una chica de quince años, a pesar de todo. Hay una necesidad de ser escuchada que la encona.
―Yo, um... tengo que ir a un internado muggle mañana.―le dijo.―Y no quiero ir.
Sonaba infantil incluso para sus oídos. Tenía muchas cosas de las que quejarse, ¿por qué elegir esta? ¿Por qué no mencionar a su padre, su madre, su hermano, todas las personas que compartían su pecado, que la infección con esta enfermedad que necesitaba matar?
Oh. Porque esto no es lo que realmente quiere decir, se dio cuenta, poco, vagamente. Esta es su manera de decir: Porque mañana voy a morir y no creo que a nadie le importe lo suficiente como para mencionarlo.
Pero James asintió, lentamente, la confusión hace que sus cejas se junten.―¿Por qué un internado muggle?―preguntó.―¿Hiciste algo malo?
Ruby lo miró fijamente, porque la respuesta le parecía obvia.―Sí, nací squib.
La miró, pareciendo estar confundido. Había conocido squibs antes; no los habían enviado a otro lugar por su familia simplemente por esa razón, porque eran ordinarios entre los extraordinarios. No los habían condenado al ostracismo simplemente por serlo. Pero James también había aprendido no hace mucho que la gente creía que la calidad de su sangre les daba todos los derechos, y James había descubierto que eso era una mierda.
―Lamento que te hayan enviado a otro lugar por eso.―dijo él, y ella se encogió de hombros y se secó las lágrimas.―No creo que sea una buena razón en absoluto.
Ruby resopló.―¿Hubieras preferido que te dijera que incendié mi casa? ¿Habría tenido más sentido entonces?
Él apoyó los codos en la valla, levantando la cara.―Bueno, para ser sincero, sí.
Ella se inclinó hacia adelante y lo miró desde donde estaba parada.―No prendí fuego a mi casa, pero a veces desearía haberlo hecho.
―Sabes qué, tengo la sensación de que realmente lo haces.
Ella parpadeó y ladeó la cabeza, curiosa por lo genuino que sonaba. Sus palabras no tienen fuerza, simplemente son, como si él conociera la sensación, como si la hubiera visto antes.―¿Tengo una mirada pirómana en los ojos?
Él se rio, y sonó similar a lo que ella imaginaba son las olas rompiendo contra la orilla, de repente, relajante, arrasándola. Ruby no estaba segura de cuándo fue la última vez que escuchó a alguien reír.
¿Cuándo fue la última vez que ella rio?
―Creo que estoy a punto de descubrir que si vamos a ser amigos.
―¿Cómo?
―Porque uno de mis mejores amigos es Sirius Black.
Cualquier pizca de diversión se desvanece de ella, de él también. Ruby es un Silverthorn: su familia de sangre pura está muy por encima de los demás, pero ninguna estrella es tan brillante como la de los Black. Entonces, cuando James, que había deducido fácilmente que la familia de Ruby era de sangre pura, le habló de Sirius Black, y Ruby sabe exactamente de quién está hablando.
Ella lo había conocido, una o dos veces. No lo recordaba bien, pero cuando Alec solía estar aquí, sus padres no se avergonzaban de dejarlo salir de casa o de su habitación. Toda la atención estaba en su hermano, no en ella. Así era como debía ser, de todos modos. Ella era solo una idea de último momento.
Sólo vio a Sirius desde lejos, brillando como la estrella que le dio su nombre. Creía que se parecía a Alec en ese aspecto. Y en ese momento, también pensó que se parecía a su hermano pequeño, Regulus Black. Aferrado a la pared, intentando desaparecer en el aire, la maldición de ser olvidados los seguía incluso bajo los focos de atención.
Ruby recordó haberlos visto: a Sirius y su piel bronceada y sus sonrisas brillantes, el cabello negro y rizado flotando sobre su hombro, y a su hermano, la misma piel, el mismo cabello, pero unos ojos verdes penetrantes. Se cruzó con su mirada y miró hacia otro lado.
Creía que compartía más cosas con los Black de las que le gustaría admitir.
Miró hacia abajo. Su hermano no era el único que había sido considerado un traidor de la sangre en las últimas semanas. Los Black no han hecho nada al respecto todavía, pero ella sabía que lo harían. Se preguntaba cuál era el pecado de Sirius. ¿Amor? ¿Compasión? Las cosas son tan fácilmente pecaminosas a los ojos de los pecadores. Como si encontrar defectos en los demás los absolverá.
―Y tú, ¿Cómo te llamas?
Se volvió a lamer los labios, secos de frotarse la cara una y otra vez, para deshacerse de la suciedad, para devolverle algo de color a su tez lunar.―Ruby. Silverthorn.
James no parecía ni un poco nervioso por su revelación. En cambio, se chasqueó los labios.―Tú, Ruby Silverthorn, tienes exactamente la misma mirada en tus ojos. Entonces, ¿Cómo no podría ayudarte? No quiero sonar demasiado orgulloso, pero creo que soy exactamente lo que necesitas.
Se quedó boquiabierta, en estado de shock. No sabía qué decir ni cómo reaccionar, en realidad. Empezó a reír antes de darse cuenta.
―¡Eres tan, tan egocéntrico!―dijo en un ataque de risa.
James también empezó a reír, aunque un poco sorprendido por su arrebato.―Bueno, ¡no está tan mal si es verdad!
―¿Eres una pastilla antidepresiva? ¿Deberíamos ponerle tu nombre a una?
―Sabes, Ruby, creo que realmente deberíamos hacerlo.
Ella sacudió la cabeza para sí misma.―Está bien, bueno――
―Cornamenta, ¡te estamos esperando! Te juro que si no metes el culo en esa casa en los próximos segundos te voy a morder... ¿Silverthorn?
Ah. Su apellido la hizo estremecer, pero tiene sentido que así fuera como la recordaban. Silverthorn. No formaba parte de esa familia y, aún así, era demasiado para su gusto. Un destello de su ensoñación, el torrente de sangre que sale de su cuerpo, hasta que esté limpia de pecado, le viene a la mente. Lo sacude. Lo... ¿lo sacude?
Ruby acababa de reír.
Sirius la miró como si la viera por lo que es: un fantasma de una vida pasada que deseaba no recordar tan fácilmente. Se preguntó si él ve a su hermano pequeño en ella, de la misma manera que ella ve a Alec en su sonrisa que se apaga, su presencia estelar. Hay una especie de cosa indecible que fluye entre ellos, en ese segundo.
Ambos eran hermanos que habían perdido a sus otras mitades.
―No muerdas a Rubes.―James le gritó a su amigo, sacándole esos pensamientos de la cabeza.―Acabo de hacerme amigo de ella. Dile a mamá que enseguida voy.
Sirius está demasiado sorprendido por la visión de la última heredera de los Silverthorn como para decir algo sarcástico, o incluso gracioso.―Bien, bien.
Ruby lo observó irse. Ella ya había visto esta escena antes.
―Lo siento.―dijo James, pero no está muy seguro de por qué. No había hecho nada malo, y Sirius tampoco, lo que quizás sea su mejor logro esa noche. Pero hay una mirada en los ojos de Ruby, muy, muy lejos del alcance, que obliga a que la palabra salga.
―Está bien.―ella dijo, como si él también fuera culpable. Se dio cuenta de que no le había dicho hola a Sirius, apenas lo había mirado, y es su propia culpa lo que la sofoca por un segundo.―Nunca... he hablado con él apropiadamente antes. Me alegro que él...―haya podido salir de cualquier manera que pudiera.
Ruby se alegraba de que Sirius tuviera una salida, de la manera en que ella nunca pudo. Oh, si pudiera, ya estaría lejos de aquí. Aún así, estaba pie en el jardín. Aún así, el reloj giraba, no tan lento, sin más rápido. Le robaba tiempo. ¿Cuándo se convirtió en un ladrón y no en un sanador?
¿Cuándo cambió eso, uh?
―Mira.―habló James, mientras buscaba algo en su bolsillo trasero.―Um, para resumir, mis compañeros y yo en Hogwarts a buscamos cosas y encontramos dos trozos de pergaminos que pueden comunicarse entre si.
Ella observó mientras él desdoblaba dos trozos de papel de aspecto muy antiguo, amarillentos en las esquinas. Él murmuró algo en voz baja, golpeó su varita contra ellos y ella miró con asombro cómo el papel se transformaba prolijamente en hojas rayadas. Él le entregó uno.
―¿Para qué es esto?―ella preguntó.
―Bueno, tú estarás en un internado muggle y yo estaré en Hogwarts, pero tengo la sensación de que no debería dejarte salir del apuro tan pronto.
Ella arqueó una ceja.―¿Salir del apuro?―repitió.―¿Te he hecho algo terrible?
―Por supuesto que si.―asintió él, sonriéndole alegremente.―Te acabas de convertir en mi amiga, y odiaría que mi amiga estuviera triste sin mí. Además, podría aburrirme durante las lecciones, y creo que si McGonagall me atrapa charlando con Sirius otra vez, me expulsarán. Esto es mucho más discreto.
Ruby frunció el ceño ante el trozo de papel.―¿Cómo funciona exactamente?
―Escribes algo y aparece en nuestras dos hojas, Luego, cuando la página esté llena, simplemente... um... simplemente toco con mi varita y woof, están en blanco nuevamente.
De alguna manera, descubrió que esto realmente no respondía a su pregunta de la manera en que pretendía.―Por qué me estás dando esto, en serio?
James se pone mortalmente serio y Ruby ya puede decir que esa es una mirada inusual para él, por la simple forma en que su estómago comienza a revolverse de anticipación.
―Creo que estás muy sola, Rubes. Y creo que puedo ayudarte con eso.
Ella apenas lo conocía y apenas se dio cuenta, en realidad. Esa noche había sido agitada, sus emociones estaban por todos lados, y descubrió que, mañana, podría vivir. Ruby no hablaría durante una semana, o un mes, Pero un día.
Ruby Silverthorn podría continuar un día más
Se guardó el papel en el bolsillo.―No me llames Rubes.
La sonrisa de James regresó al instante, brillante.―Rubes es un lindo apodo, creo.―se defendió, comenzando a caminar de regreso a su casa.
―Rubes es una tontería.―contraatacó, inclinándose hacia adelante para verlo irse.―¿Qué te parecería si te llamara Jamie?
―¡Me han llamado peores, créeme!
―¡Te llamaré peores, James!
Ella suspiró cuando él le dice buenas noches con la mano, sosteniendo el papel en su mano como una promesa.
Ruby se mira las muñecas y ya no ve sangre. En cambio, puede imaginarse a sí misma en su escritorio, escribiendo en el papel y esperando a que llegue el día siguiente para probarlo. Sí, podía verlo.
Ruby SIlverthorn continuaría un día más.
+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)
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espero les guste esta nueva traducción<3 pd: me gustaría que voten en los capítulos y dejen al menos un comentario si les gustó. digan NO a los lectores fantasmas.
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