Sexto capítulo
• ♦ • Kyungsoo • ♦ •
(Aquí ya inicia la narrativa de Kyungsoo)
Una semana ha pasado ya. Una Jodida semana en la jodida Universidad. Siete malditos días de tortura. Siete jodidos días soportando caprichos de niños ricos. Siete jodidos días perteneciéndole al puto Kai. Una puta semana de asfixia escolar.
Un jodido reto seguir con todo esto.
Llego a la escuela a exactamente las siete con dos de la mañana, el segundo lunes en esta grandiosa Universidad. La primera vez con mi uniforme escolar. ¡Por Dios! ¡Es una bendita universidad! En cualquier lugar no sería necesario un jodido uniforme, ¡pero no! es Neibor y es "obligatorio". Jodida Neibor y su jodido uniforme de mierda que me desespera.
Entro al salón, la primera clase es de lectura. Aunque llego tarde, agradezco al profesor no haber entrado ya o mee habría mirado mal, así como usualmente lo hace cada vez que me topo con él. Me paso por la segunda puerta, para llegar más rápido a mi asiento, cuando camino todos se ríen bajo de igual manera los imito para no quedar como tonto, no me sé el chiste pero debo quedar bien con mis compañeritos. Miro al frente notando que Wu y Kai aún no llegan. Maldita la hora en que tuve que compartir clases con ellos.
Estoy por sacar la libreta de la mochila cuando alguien me lanza una bolita de papel con algo viscoso— a lo que creo, y es pegamento; en realidad no necesito ser investigador o mago para saber que, en efecto, realmente es pegamento— quedándose plantado en mi cabello, lo quito. Alguien más lanza otra bola, pero esta vez, cae en mi uniforme nuevo.
¡Mi jodido uniforme nuevo, malditos! ¡Es nuevo! Incluso podemos olerlo, apenas lo fui sacando de la bolsa de empaque, infelices.
Y así sucesivamente, quitaba uno y lanzaban otra más, o dos o tres. Cuando llega el profesor, mira el embrollo en el que estoy y solo atina a suspirar. Quito todas las bolas que tengo y las que están tiradas, las recojo—Porque yo si soy limpio. Pedazo de asquerosas personas. — y tiro al bote de basura. Mientras camino todo ese corto trayecto, risas bajas se escuchan de nueva cuenta a mi paso. Miro a todos y en ese momento, los asesino con la mirada. Ojala se murieran de verdad, me cagan y no saben cuánto.
Tomo asiento como la persona civilizada y educada que soy, mis manos están pegostiosas por el pegamento y lo único que hago es frotarlas ambas para que el pegamento se quite más fácil. Busco la mochila para sacar la libreta y tomar nota, pero, por arte de magia ha desaparecido.
—Sí, Kyungsoo—El profesor estaba cansado, yo lo sé porque estoy igual de cansado que él. ¿Cree que no lo comprendo? Claro que lo hago. Yo también odio a sus alumnos, ya deberíamos agradarnos tenemos varias cosas en común.
—Mi mochila, ha desaparecido. —Le informo como buen estudiante que soy y no insulto a nadie, mucho menos los culpo. ¿Saben por qué? Porque soy una alma libre y elevada.
—Ug...—Suspira—Ve a buscarla.
—Sí. —Miro alrededor en las mesas de todos y nada, pasó por algunas filas mirando el suelo, por si la encuentro, pero nada.
Salgo del salón y entre el pasillo continua mi búsqueda; la encuentro sobre uno de los casilleros del pasillo. ¿Cuándo fueron tan rápidos? Voy por ella y entro al salón, tomo asiento, pero ahora sucede que en cuanto la abro encuentro que mis libros, libretas y lonchera batidas en pegamento, escurriendo hasta por donde no creí que se pudiera escurrir.
Estos infelices al ver lo que saqué de la mochila sueltan unas risas; no me sorprendo ante aquello y solo rio de su estúpida broma —La secundaria fue peor—. Pongo la mochila en el suelo y saco el celular para tomar nota. Todos me miran, algunos sorprendidos por mi acción, otros molestos por no reaccionar como querían y otros tantos, enojados por ignorar sus travesuras.
Chicos, ahora deberían saberlo, me la pelan no importa que tanto traten.
A la hora del desayuno tengo que sentarme por ley, al lado de Kai. En el transcurso del desayuno no dijeron nada en la mesa. Yo me comí un sándwich pues mi lonche se pegó— Ah, chiste malo—. Al terminar la comida, todos en la mesa se van así que me quedo con Kai, quien aún se mantiene sentado. Esto es una clase de proceso que estamos llevando a cabo nosotros dos; si Kai se mueve yo me muevo con él, si Kai se detiene yo me detengo de igual manera, si Kai se queda sentado yo debo hacer lo mismo. Nadie nos dice nada porque, esto lo acabo de descubrir, al parecer soy un perro y no cualquier perro claro que no, soy el perro hambriento de la calle que sueles encontrar en cualquier lugar y porque le das de comer te sigue hasta el fin del mundo.
Él me mira y comienza a reír.
— ¿Y cómo conseguiste el uniforme? Es demasiado caro—Lo toca y después me mira otra vez, sé que estoy demasiado hermoso y por ello no puede parar de mirarme; Dios, no lo culpo, soy perfecto—. Creí que era imitación...Dime, ¿cómo lo conseguiste? ¿Acaso robaste?
—Trabajo y con eso lo pagué. —Estuve a nada de mirar mis uñas, pero mejor me quedé viendo sus rubios cabellos; ojalá se quede calvo.
— ¿Es el único que tienes? —Asiento con la cabeza. — Que sucio el traer la misma ropa todos los días, ¿no crees?
—Existe jabón, lavadora y algo llamado secadora. —Le reto— ¿No los conoces?
—...—Se burla— ¡Ups! —Hace un pequeño sonidito y vierte la salsa de tomate de su plato en el saco del uniforme—Ahora sí, que sucio eres. —Se levanta y se va. — Tan sucio.
—Hijo de...—Me levanto y la salsa que estaba en el saco se escurre hasta mis pantalones y gotas caen en mis zapatos. —Espera Kyungsoo, espera y le enseñaras...
Como puedo, voy al baño a limpiar el uniforme o como mínimo quitar la salsa. Es que, no es por nada, pero si se pone bien fea la ropa con la salsa de tomate y me preocupa porque no tengo lavadero en mi casa, no puedo tallar como Dios quiere, por lo tanto, debo gastar del dinero que no tengo y pues así no se puede. Dejo la mochila aun lado del lavabo. Cuando veo que ya está bien, voy hasta un cubículo a desatar el odio. Alguien entra y alguien más sale. Salgo del cubículo, lavo mis manos, tomo la mochila y me voy a otra clase.
La clase que sigue es la de canto. Las cosas de esta materia las pongo en el casillero, por lo que no hay demasiado problema con la broma de la mochila. Entro dejando la mochila cerca de la puerta y tomo asiento. La clase fue de lo más normal, ya que el profesor Shim es de respetarse. Para ser sinceros, el profesor Shim es demasiado masculino, y es alguien bien firme; todos se quedan calladitos cuando él esta. Eso es lo que más me gusta de esta escuela.
La clase siguiente es de humanidades, todo normal. Aunque en esta necesitaba tomar nota, todo lo hago con el celular. Como es la última clase, al sonar el timbre, salgo inmediatamente. Camino por los transitados pasillos, llenos de alumnos, prefectos y maestros. Algunos salen, otros simplemente cambian de modulo y alguno que otro alumno, se va de pinta.
Salgo de aquel edificio, el «E» para ser exactos. Hay siete edificios más los cuales forman esta grandiosa Universidad. Debo caminar mucho, y lo ODIO, odio tener que esforzarme, ya hago mi intento en levantarme a temprana hora como para caminar de un edificio a otro. Púdranse malditos edificios de mierda, me cagan más que esos putos alumnos.
Camino por la pequeña y angosta avenida verde, para poder llegar al estacionamiento, cruzar por aquellas largas e inmensas rejas de la puerta y finalmente ser libre por las bellas calles de Seúl. Algo golpea mi mochila, me detengo para ver qué es y algo más cae.
Miro un grupo de personas muy cerca de mí, a unos cuantos autos, ellas llevan algo en sus manos; aun así con mi mala visión logro notar que son de otra especialidad. Lo que llevaban en sus manos lo lanzan contra mío; son huevos, algunos caen en mi uniforme otros en la mochila y raro el que cae en mi cabeza —no tienen puntería—, continuo avanzando como si nada —sinceramente, lo volveré a repetir, la secundaria fue peor que esto, ¿Qué no tienen algo mejor?—; miro al piso antes de salir por aquella puerta y noto cascaras de huevos a mi alrededor, algunas en las rejas las cuales, se pintan de un colorido color amarillo.
Sigo caminando por las calles, el uniforme tiene un olor asqueroso. Hasta me dio ñañaras, pero como soy bien macho, seguí caminando importándome poco las malas caras de mis queridos compañeritos hijos de puta, hermosos. Continúo hasta llegar a la parada de autobuses que gracias al cielo, se encuentra sola. Tomo asiento y trato de quitarme las cáscaras. Mis manos se ponen pegajosas y hediondas.
Un BMW negro se para en el lugar del autobús, baja el vidrio de la puerta del copiloto y se muestra esa asquerosa persona: Kai, me mira y después se ríe, antes de irse masculla unas palabras.
«Tan sucio».
Que hijo de perra. A partir de ahora le llamaré por su nombre verdadero como acto de rebeldía. Me vale un pepino que me salga con sus cosas de ni mi giisti mi nimbri.
Cuando llega el autobús subo, las personas me miran con desagrado —no las juzgo, huelo mal—, bajo en mi parada, camino hasta el departamento y lo primero que hago es quitarme el uniforme, zapatos y todo, hasta quedar en bóxer. Agarro la mochila y la abro para ver si salvo algo. Cuando lo hago descubro que no solo tengo pegamento, si no que a esto le atribuyeron huevos. Tan infantiles.
Tomo una ducha larga —de 20 a 30 minutos— para quitar el olor a huevo. Salgo sin ninguna toalla cubriéndome. Es mi departamento, vivo solo. Camino hasta la sala y pongo un poco de música, ahora todo el departamento mantiene un poco de alegría y espero no recibir quejas de los demás.
Voy hacia el gran armario que se encuentra en el pasillo, a lado de la puerta del baño, donde saco una toalla para secarme. Coloco otra toalla en mis hombros y me dirijo a la cocina. Esto de ser acosado me sacó un hambre de esas horribles.
Miro el gran reloj que está en la sala, 3:52 p.m. Mi estómago pide a gritos comida y yo no pienso negarle algo. La alacena me recuerda las responsabilidades que tengo de hoy en adelante al solo encontrar cereal, huevos, aceite, condimentos de dudosa procedencia, perejil, un plátano antes amarillo ahora negro, pan, y para el colmo más huevos.
Necesito ir al súper de inmediato, si es que no quiero morir de hambre; pero antes, debo conseguir empleo. Me dirijo al refrigerador, lo abro y...mala idea.
Nota mental:
No abrir el refrigerador cuando no se lleva nada puesto, tu compañero sufre en estas situaciones.
Voy a mi habitación y rápido me coloco un bóxer y dejo la toalla en una de las sillas. Después regreso a la cocina, ahora con mucha libertad abro el refrigerador y veo lo que tengo. Leche, un poco de carne, tocino —dos trozos—, caja de cereal — ¿Qué hace la caja de cereal en el refrigerador? —, una lechuga, huevos, jugo, ramyeon, más huevos, kimbap —en estado de descomposición—, y más leche.
Tomo de lo que más abunda en mi cocina: huevos. Los frio con un trozo de tocino, los pongo en un plato, sirvo un poco de jugo en un vaso y de ahí voy a la sala. Apago la música y enciendo la tv.
Aparece un drama "Triangle" donde actúa mi hyung. Jaejoong-hyung es mi ejemplo a seguir. A pesar de que es la espina de mi papá, y la madre —no reconocida por Yunho— de nosotros, los pequeños Jung.
A Jaejoong lo conocí en la empresa de mi padre, desde que tengo 16, él trabaja ahí. Me encariñé con él después de la muerte de mi mamá. Mi padre simplemente lo odia. Él dice que Jae es un arrogante, irresponsable, egocéntrico, un adulto malcriado, imbécil, atrevido y una mala influencia para sus hijos. Junmyeon y Jongdae al igual que yo, queremos y respetamos a Jae. Él es como una clase de madre-hombre para nosotros. Incluso no se molesta cuando le llamamos "mamá".
Ahora que lo pienso, mi mejor anécdota con Jae fue cuando cumplí 17, papá me regaló un Mercedes Benz gris —un auto que nunca he tenido la dicha de chocar porque son contadas las veces que he manejado en el—para ir a la escuela y ya no tener que usar chofer. Fue uno de mis mejores regalos, pero se nos olvidaba algo a los dos: no sabía manejar.
Jae por su parte me regaló una motocicleta, una Harley-Davidson—Tampoco sabía manejar motocicletas, pero Jae me enseñó y por eso lo quiero mucho—, los Kim me regalaron un reloj Rolex y una corbata —Jongdae fue el de la corbata...estaba usada—. La fiesta fue sencilla; a comparación de la de 18 y de los Kim, solo fueron familiares, amigos y conocidos.
Papá me dijo: «Te enseñare a manejar mañana mismo». Pero no pudo cumplir su promesa, puesto que al día siguiente tuvo que viajar a China. Un poco decepcionante. Jae al enterarse de aquello, como toda buena madre me enseñó a manejar. Estuve a punto de arrollar a una mujer y dos ancianos, conseguí una multa y mi auto tuvo algunos rasguños; pero, aprendí a manejar.
Cuando cumplí 18, papá me compró mi departamento —muy a su pesar. Si por él fuera, aun estaríamos usando pañaleros y estando a su lado. Mientras nos cuenta cuentos para poder dormir y leche calientita para poder soñar bonito—, Junmyeon me regaló un Rolex y Jongdae una corbata...usada también. Jae no pudo llegar pues estaba filmando su nuevo drama "Protec the boss".
La fiesta fue divertida y una locura —pese a que no estaba Jae—. Llegaban personas desconocidas, amigos, familiares, de todo; la fiesta se realizó en uno de los hoteles de papá. Una locura según comentarios de personas. Terminó a las 5 de la mañana, si no mal recuerdo. En realidad no recuerdo mucho, en algún punto de los regalos y el tequila, olvide la razón del festejo.
Subí al cuarto de hotel reservado para mí, ya que mi cabeza giraba del alcohol consumido, recuerdo a la chica que conocí mientras bailaba y después besaba, creo era una de las hijas de los accionistas. Me recosté en la cómoda cama y de ahí no recuerdo más. Me quedé más que dormido. Parecía en estado de coma.
Fueron las tres de la tarde cuando escuché un ruido proveniente de la puerta, abrí y me encontré con una de las mujeres de servicio, quien inmediatamente me entrega una caja café con un moño azul. En cuanto me la entrega, se retira. No lo pensé mucho, la abro y me encuentro con una carta junto a un juego de llaves. Leo la carta, unas simples palabras que me dieron esperanza.
"Jung Kyungsoo, se libre...crea tu propia historia"
Te quiere, Kim Jae Joong
P.D.: Tu regalo está en el estacionamiento.
Y desde ese día fui libre. Haciendo lo que yo deseaba y me gustaba, comencé a crear mi propia historia. Si mi padre se entera cual fue la razón de mi rebeldía, hoy mi pobre Hyung no estaría con vida.
Mi libertad; que se basó en viajar a China, esconderme de mi propia familia en la misma ciudad, tener tratos con mi padre, cambiar de departamento, tener como recuerdo un Harmann Mercedes y una motocicleta, al igual que el auto que mi padre me regaló y el departamento —que por supuesto no he usado en un gran tiempo—, además de recuperar el cariño —Mediante una apuesta— con mis hermanos, el amor de mi padre —bueno, de hecho, él me ama igual— y una vida alejado.
Dos años lejos de mi familia.
Dos años siendo Do Kyung Soo.
Dos años sin Jae.
Dos años viendo a Jae por televisión.
Dos años siendo libre.
Termino de comer y llevo el plato junto al vaso al fregadero. Ah, qué gran reflexión de mi vida. Debería hacerlo más seguido, como que me hace falta. Recordar que soy, quien soy y porque lo soy. Vuelvo al cuarto para cambiarme y así ir a comprar una mochila y, sobre todo, llevar el uniforme a la tintorería.
Ya en el cuarto escojo la ropa que me pondré, estoy a punto de cambiarme cuando el sonido del timbre me interrumpe. Corro a abrir y espero encontrarme a un risueño Jongdae, o a un alegre Junmyeon o hasta a un perdido Yixing, pero no me esperaba encontrar a un alto e inexpresivo Sehun.
— ¿Sehun? —Me sorprendo, es decir, es obvio que es Sehun, pero, ¿qué hace aquí? ¿Viene a tirarme huevos? Bueno, si es dinero lo que me viene a tirar no me molestaría.
—E-eh, Kyungsoo...—se aclara la garganta. — ¿Puedo pasar?
—Uhm... Claro—me quito de la puerta y lo dejo entrar. — ¿Qué es lo que necesitas?
—Yo-o...uhm...l-lamento por lo que estás pasando. —Baja la mirada, concentrándose en sus zapatos— S-solo serán dos semanas...l-las de prueba...apostaron a que no aguantarías esas dos semanas—Levanta la cabeza—. ¡Pero lo estás haciendo genial! —Sonríe, jamás lo había visto sonreír, parece un niño, sus ojos se vuelven medias lunas y se ve tierno. Siempre lo vi, así, todo rígido del rostro. —Solo espera otra semana, ¿sí?
—Claro. —Le doy una mirada—De cualquier manera, tengo un trato—Lo digo como si no me importara. — No me puedo ir o les irá peor.
— ¿Uhm? —me mira y después se sonroja. Soy sexy, lo sé. — Podrías, ponerte algo-cof.
— ¿Uhm...?—Miro mi atuendo y sonrío al notar que solo llevo uno bóxer conmigo. Usualmente no me daría vergüenza, pero que Sehun se sonroje me provoca ese sentimiento de ugh de pena. Jeje estar frente a un chico guapo no me había pasado antes, tal vez deba ser eso. — ¡Ah! Cierto, toma asiento, mira la tele... yo regreso. —Huyo de aquel lugar, corro en dirección a la habitación. Me pongo unos pantalones no tan ajustados negros, una playera de 'V' blanca y mis converse blancos. El cabello solo lo acomodo con la mano y salgo dirigiéndome hasta donde esta Sehun— Listo.
— ¿Ibas a algún lado?
—Si, al centro comercial por una mochila nueva y llevar el uniforme a la tintorería. —Hago cuentas y por el momento esos dos son los únicos pendientes que arroja mi hermoso cerebro. Creo que también me falta hacer las compras porque me estoy quedando sin comida salvo el cereal con leche.
—Te acompaño. —Se levanta del sillón, sus rígidos hombros se tensan aún más y si no fuera porque estoy medio ciego, juraría que hizo viscos por un segundo mientras me miraba fijamente.
—Vamos. —Tomo las llaves, Sehun se me acerca para retirarse a mi paso.
Saliendo del departamento me quedo pensando en algo muy importante, y no pienso callarme. Es algo intrigante que no puedo pensar en la respuesta de inmediato, así que las palabras salen antes de siquiera pensarlo.
— ¿Cómo supiste donde vivo? —Le pregunto mientras caminamos por las escaleras, ya que el ascensor se descompuso desde hace casi un mes.
—Te seguí —lo dice con demasiada naturalidad—. Cuando estacioné el auto, tú te perdiste en este lugar, estuve preguntando y tocando puertas. Nadie sabía quién eras y tuve que pasar seis pisos viendo personas desconocidas, y unas que otras un poco raras. Hasta que abriste la puerta.
—Oh. —Solo muevo mi cabeza, me detengo al momento en el cual él corre hacia uno de los pocos autos que se mantenían estacionados. Llegamos a su auto, era nada más y nada menos que un Hyundai azul. Le miro burlón. —Siempre creí que los niños ricos tenían como autos un Lamborghini, un BMW, un Ferrari o cualquier auto hecho en algún lugar europeo, no un Hyundai.
—Creo que te has dejado impresionar demasiado por Kai. —Comenta riendo, y eso me agrada. Es fácil hablar con él.
Sehun me lleva en su auto a la tintorería familiar, claro con las indicaciones que le doy. Para llevar el viaje más ligero, le pregunto cómo se llamaban aquellos infelices que me lanzaron huevos, respondía rápidamente. Después, por pura maldad, le pregunté donde estaciona Kai su auto para que el día de mañana reciba una sorpresa y encuentre su vehículo con un bello y fantástico dibujo grabado tal cual tatuaje con una maldición con letra súper perfecta. No me quiso dar la dirección. Creo que no debí decirle mi plan antes.
— ¿Joven? —La voz de la dueña de aquel lugares lo primero que recibo, una delgada mujer de casi 35, me mira impresionada—Pero... ¿Hace cuánto tiempo?
—Li Ahn, también la he extrañado. —Salto el mostrador y la abrazo. Sinceramente si extrañé a Liahn, ella es como la tía que jamás pude tener porque a mis abuelos solo le salían varones. Sehun se nos queda mirando.
— ¿Pero que necesita?
—Cierto...—salto del mostrador y me paro a un lado de mi amigo. —Tengo un-
—Pero que es esto, ¿la realeza nos visita?
— ¿Uhm? —esa voz, volteo y lo encuentro parado mirándome, tiene los brazos cruzados— ¡LU-GEEE! —Un chico rubio más alto que yo, pero menos que Sehun, delgado, ojos color avellana, facciones femeninas; es por el que salgo corriendo y abrazo, mientras Sehun nos mira divertido. — ¡Lu~!
—Ya niño, arrugas mi traje—Nos miramos, me sonríe cómplice y soltamos la carcajada. —Ya, Soo, ¿nos presentaras a tu amigo? — Me suelta y después pone una de sus manos en dirección de su corazón— ¿Te avergüenzas de nosotros?
—Lu...—Pido a Sehun con la mano que se acerque— Te presento a Sehun, un amigo—se saludan de mano como la gente educada y decente que son— Sehun, Luhan. —después lo dirijo hasta la Tía Li Ahn. —Tía Li Ahn te presento a Sehun—se dan la mano. —, Sehun, Li Ahn.
— ¿A qué se debe la visita? ¿Tanto me extrañaste? —Terminando las formalidades, Luhan pregunta mientras se recarga sobre el mostrador y mantiene esa bonita mueca alegre en su bonito rostro.
—Claro y por eso te traje un regalo—Le entrego el uniforme—has tu magia.
—Wow...—mira el traje y lo huele. —Vaya, ¿salsa de tomate? —Echada a perder, le iba a contestar, pero mejor me callé—, huevos y, ¿Qué es esto?
—Pegamento. —Informo de inmediato como todo chico listo que soy.
— ¿Qué hiciste, Soo? —Me mira medio escéptico, como si intentara descubrir en qué clase de juego masoquista me metí esta vez pero nada de lo que su pequeño e inteligente cerebrito ha imaginado, es lo correcto. Apuesto a que ni le cruzó la idea de estoy siendo intimidado en mi nueva escuelita, ¡já! ¡Toma esa niño estrella!
—Si te contaré, pero, ¿para cuándo lo tendrías? —Dejo de divagar y ahora entramos en lo importante del asunto.
—Dame dos días y estará como nuevo. —Mira el uniforme detenidamente y después, abre sus ojitos asiáticos con asombro. — ¿Neibor? ¿Enserio?
—Sí, no lo esperabas, ¿cierto?—Él simplemente niega—Li Ahn ten, cárgalo. —Le entrego mi tarjeta de crédito, sin importarme esos números que me descontarán. Debo presumir frente a mi amigo rico, para que vea que los pobres también poder soltar dinero sin dudar.
—Espera... ¿No lo pagará tu padre? —Pregunta Luhan y suelto un suspiro ante la suposición. Vamos a iluminar su camino de mantenido.
—La principal cosa cuando te independizas, es pagar tus propias cosas con tu propio dinero. —Le aclaro como toda persona autosuficiente.
— ¿Quieres mi descuento?
• ♦ •
Saliendo de aquel lugar, Sehun me recuerda que sigo siendo pobre y que no puedo llegar mañana con uniforme nuevo, porque por supuesto solo tengo ese. A lo que simplemente le digo que llevaré ropa normal. No quiero decirle que tengo 10 uniformes más en mi closet. Soy pobre, por el amor de Dios.
Vamos al centro comercial por una mochila nueva. Saco la tarjeta para pagar pero es arrebatada por un flacucho alto —y sí, me refiero a Sehun, como que le hace falta comer más—, y paga con su propio plástico —o sea, él pago con su tarjeta—. Caminamos viendo las tiendas departamentales, y Sehun me compra un helado, a partir de aquí supe que seriamos amigos por siempre. Éste ha sido nuestro día uno de amistad, ay qué bonito se siente. Espero y seamos amigos por siempre.
Después de un rato y cuando recordamos que tenemos responsabilidades, nos dirigimos a la escuela, porque ya era tarde, y para ser sinceros no solo fue un helado; fueron tres los que amablemente me compró como signo de amistad iniciada. Cuando entramos a clase todos se nos quedan mirando, pero esa atención es robada cuando el profesor y Kai entran. Me sentí importante una vez en mi vida, eso es lo que me gusta de este lugar, me hacer ser alguien grande para minutos después olvidarse de mi fama.
—Muy bien chicos. —Habla el maestro al final de la clase—Quería felicitarles por su trabajo. En especial a ti Kyungsoo, que a pesar de ser nuevo, pudiste crear una gran coreografía en solo tres días. Obviamente tienes un diez...—Me iba a aplaudir a mí mismo, pero que oso que nadie me aplauda así que solo moví mi cabeza. —Ya se pueden ir. —Todos tomamos nuestro camino a la puerta de salida pero como es costumbre, alguien me detiene.
— ¿Profesor?
—Kyungsoo, quería preguntarte... ¿Quién te ayudó con lo de los pasos y eso?
—Oh...eso fue un amigo...Si, su nombre es Yixing. —Le miento, no le puedo decir que uno de los mejores coreógrafos de Corea me ayudo, por Dios, soy pobre.
—Pensé que fue alguien más—lo dice casi en un murmullo—. Te puedes retirar. —Creo que me descubrió pero no lo puede probar. Qué bueno que soy pobre, si no, descubriría la verdad.
Saliendo de la escuela a la primer persona que de verdad se mantenía fijo esperándome, era Sehun; se había quedado solo para llevarme a mi casa-departamento, camino hasta él pero —Aquí siempre habrá un "pero" — soy detenido y tomado por alguien más. Y ese más es Kai, quien me lleva directo a su estúpido BMW Negro —recién lavadito—, estúpido niño rico. Pero que bonitos asientos, madre mía, parece nuevo esta madre desde dentro; ¿lo acabará de comprar acaso? No miento, si no fuera porque estoy en terreno enemigo, me habría dormido por lo cómodo y hermoso que son los asientos.
Arranca y en el transcurso no dice nada, era asfixiante ese silencio. ¿Y si siempre sí me duermo? Con este silencio si logro quedarme dormido de inmediato.
—Tu uniforme—Su voz sale finalmente, aun con la mirada fija en la carretera—. ¿Dónde está?
—En la tintorería. —Suelto de inmediato.
— ¿Mañana que vestirás? —continua con la mirada fija en la carretera, esperando no estrellarse con ningún auto de frente.
—Ropa. —Le contesto burlón, está apunto de recriminarme cuando le interrumpo—: ¿A dónde vamos?
—A un lugar.
Se detiene frente a un edificio. Creo que palidezco al notar el lugar. Aquel edificio tiene el departamento que papá me regalo; se localiza en unas de las zonas privadas de Seúl. Las personas que viven —vivimos— en este lugar son aquellas que tienen un ingreso económico elevado —Menos yo, que siempre he sido un mantenido y un empleado con salario mínimo—. Nos adentramos en éste hasta llegar al estacionamiento. Cuando bajamos vislumbro a pocos autos mis autos, aquellos que papá y Jae me regalaron. No tienen polvo, ay qué bonito, que vergüenza que tengan polvo y otros le escriban con el dedo "lávame".
Nos subimos al elevador. Kai jugando pasa su dedo por todos los números, jugando no solo con los botones, si no que con mi alma de paso. Coloca su dedo índice entre los botones, el oxígeno ya no pasa por mis pulmones cuando éste detiene el dedo entre el botón 8 y 9; lo mueve un poco hasta el 12 y mi respiración se tranquiliza. Cuando menos lo espero presiona el 8.
Mi vida está acabada.
Tal vez su advertencia de «Se quién eres» era porque realmente sabía quién soy. Cuanto más pasan los segundos, más desprecio la vida.
Adiós orgullo, bienvenida Frozen.
Caminamos por los pasillos del piso 8, a pocos metros de la muerte, nos detenemos en una puerta que no es la mía. Cada piso se divide en dos mega departamentos. Y por desgracia mi departamento está en éste mismo piso. Toca el timbre y a la vez, toca la campana de felicidad de todo mi ser.
— ¿Qué? —Gruñe enojado un malhumorado y somnoliento Baekhyun.
—Dame uno de tus uniformes. —Le ordena Kai.
— ¿Qué? ¿Porque?
—Porque lo digo yo. —Uy, pir qui li digi yi, ay sí, ay sí, soy Kim Jong In, hazlo porque lo digo yo, ay sí, ay sí, me creo mucho.
—Ugh, está bien. —Resignado y entra por aquello que éste morenazo le ordeno, alarga su mano con el uniforme aún sin notarme y entre gruñidos lo muestra con libertad. —Si es todo...—Le entrega el uniforme a Kai—Adiós. —cierra la puerta.
No, si fuera yo, le habría dicho "no puto", o algo así, luego, luego se rajó el Baek. Un hombre debe ser más firme en sus palabras y no dejarse vencer por otro, agarrarse a golpes para respetar sus ideales, no quedarse con un simple: "está bien". Maldita nena, ¿y él se atreve a decirle cosas a mi gran amigo y compañero Oh Sehun? Diablos, que mundo tan más loco.
Ahora caminamos de regreso al elevador, Kai por su parte no dice palabra alguna y eso me estresa, y mucho; digo, yo que soy tan hablador y medio chismoso, me siento sofocado y hasta asfixiado por un incómodo silencio que alguien, no quiero decir su nombre, mantiene como si fuera a vivir de ello. Presiona el botón 10, cuando el elevador se detiene, él se dirige hasta la puerta de uno de los apartamentos mientras sigo sus pasos, como todo pequeño can. Ingresa la clave y la puerta se abre.
Entro aquel lugar detrás de Kai. Para no mentir, todo es igual que mi departamento; una inmensa sala estar, una inmensa cocina, y demasiados cuartos. Lo único que lo diferencia del apartamento del piso 8, es el color y los muebles.
El mío es totalmente blanco y el de él tiene dos colores, paredes grisáceas y beige. Los inmuebles van al contraste de los colores. La cocina de igual manera —no es que sea chismoso, pero fue al primer lugar al que fui; claro, por un vaso de agua—, no desentona nada. Misma estructura, distinto color.
— ¿Qué hacemos aquí? —Le pregunto en cuanto tomo asiento en el inmenso sillón en L, pongo la mochila aun lado.
—Quiero jugar.
—Está bien—Miro frente la televisión por si encuentro algo—. ¿Dónde pusiste la Play? ¿Tal vez el Wii? —Se ríe. — ¿Xbox?
—No me refería a eso. —Se acerca lentamente a mi lugar, como un animal atacando a su presa. Bueno, hoy en la mañana me quedé viendo un documental de animal planet, y como que todo lo relaciono a los animales.
—Oh, entonces... eres muy atlético, por lo que...—Pienso— tal vez... ¿Básquet? Soy bueno en eso...pero quizá no te guste, lo tuyo es la natación—No es que sea chismoso, pero por ahí escuché (Sehun), que Kai es un buen nadador, solo que no entra en competencias ya que él no lo necesita—. ¿Qué tal nadar? Aunque es un poco tarde y tengo que llegar a casa pronto. —Se ríe de nuevo.
—Quiero jugar—Se acerca peligrosamente otra vez a mí hasta quedar encima mio y sobre el sillón, esto se está saliendo de control; parece el inicio de una peli porno—. Pero no quiero que sea con la play, el Xbox y mucho menos básquet —quedamos cara a cara a pocos centímetros y me asusto. Que miedo, hasta le vi una espinilla. — ¿Lo entiendes? —Niego, juro que no pude apartar mi vista del poco bigote que comienza a creer sobre su labio, ahí tenía la espinilla— ¿quieres que te lo explique? —Asiento— Como digas.
Bien, ¿cómo decir lo que sucedió a continuación sin sentirme tan ultrajado? Bueno, el poco espacio que teníamos se esfumó, sus labios tocaron los míos. El beso es lento y hambriento de más, algo bien extraño. Mete su mano entre mi playera, tocando mi piel a lo que me estremezco y por poco le metía un buen golpe pero detuvo mi mano con su propio cuerpo. Delinea mis labios con su lengua, me siento extasiado y raro a la vez, como que quería vomitar y cagar a la vez; bien extraño. Cuando reacciono me separo de él.
— ¿Qué crees que estás haciendo? —La maldición quedó de más, el susto lo es todo.
—Jugar con mi juguete. —Me vuelve a besar. Esta vez es un beso fugaz, y diablos, ¡¿Qué demonios le sucede?! — ¿Algún problema? —Me besa de nuevo, pero esta vez es más salvaje.
Su lengua intenta entrar en mi cavidad, le niego el paso pero con una mordida en mi labio cumple su cometido. Un intento de violencia se percibe entre nuestras bocas por saber quién domina o quien se aleja, y es raro porque ambos somos hombres además de que le estoy siguiendo el juego y eso, eso no soy yo, yo si me doy a respetar. Él se presiona más ante mí, por lo que yo simplemente hago mi última jugada y le muerdo el labio haciendo que sangre.
¡Tres veces! ¡Ultrajó mis labios tres veces! ¡Y no hice nada! Maldición, debo haber perdido la razón por algún momento.
—Ey...detente...—Le digo entre jadeos cuando veo que quiere atacar de nuevo—T-tengo no-novia— me mira incrédulo—y...no me atraen l-los ho-hombres. —Le digo aun recuperando el oxígeno, mientras tanto él se acerca importándole un rabanete lo que acabo de decir. —Mira. —Le digo mientras saco el celular y buscando rápidamente una foto para mostrársela y que detenga su ataque por fin. — Su nombre es Mei.
Él se detiene y mira fijamente la foto. Me quita el celular y la examina. En la foto estoy junto a Mei. Yo visto un traje gris ceñido con saco a cuadros del mismo color, mi cabello era más corto y de un color castaño. Mei por otra parte, llevaba un vestido negro corto, con cola larga, su pálida piel le hacía juego con el atuendo, su negra cabellera larga y rizada la hacen lucir simplemente esplendida, sus labios pintados de rojo y su poco maquillaje, la mostraban como toda una odisea. La mantengo por la cintura con un solo brazo, haciendo que luzca pequeña ante mí.
Kai voltea a verme y con la boca entreabierta me compara con el del celular. Lo sé, Mei es hermosa, ni yo puedo creer la suerte que tuve al encontrarla.
— ¿Ves? ahora juega con alguien más. —Advierto y me levanto. Me toma de la muñeca y cuando volteo a patearlo para que me suelte, me da una mirada de cachorro. De esas bonitas y tiernas. De las que te suplican sin suplicar. Ay, no sé cómo explicarlo, es que el Deseo Negro me caga como lo inimaginable.
—Está bien, juguemos con la Xbox... ¿te parece? —lo miro desconfiado—No hacer nada, que no- está bien, solo jugar y es todo, ¿bien?
—...Bien. — Se levanta de un brinco, corre a toda velocidad en dirección de alguna habitación y cuando regresa trae consigo unas cajas de video juegos.
—Bien...de mis favoritos tenemos Resident evil, call of duty, Halo, Need for the speed, devil May cry, Warfare, Silent Hill, GRID...Fifa, ¿Cuál?
— ¿Por qué la mayoría de tus favoritos son sangrientos?
—Soy hombre, ¿cuál? —suelta sin importarle mucho y con emoción acomoda todos los juegos en perfecto orden para poder ver bien cuales me agradaría elegir esta ocasión.
—Veamos...—Miro entre las presentaciones de cada una y elijo la que tiene mejor presentación— Este.
— ¡Já! Soy un experto en Need for the speed. —Tiene buena pronunciación, a pesar de ser un pervertido. Diosito, dale errores. — Sehun, Kris y Chanyeol jamás han podido vencerme.
En el juego la rivalidad invade la inmensa sala. Juegos de carreras, una de las mejores maneras de humillar a tus familiares y amigos. De reojo miro a Kai quien me devuelve la mirada, él está a punto de ganar, lo noto en su arrogante mirada y en esa estúpida lengua que relame gustosa sus labios. De pronto el juego termina, el resultado no es como él esperaba. He ganado de nuevo. Gracias Dios, esos errores son los que más valen en esta vida. Te debo una.
Su expresión está en blanco, relame sus labios de nueva cuenta, chasquea la lengua, toma un cojín y dice:
—Revancha. —Llevamos ya nueve juegos seguidos, de los cuales; con este, son ya ocho ganados por mí.
—Ya es muy tarde. —Miro el reloj del celular y me levanto—Ya son las 11, debo llegar a casa.
—Quédate aquí, hay habitaciones de sobra. —Me le quedo mirando y él solo atina a alzar los hombros. —Solo quiero la revancha.
—Tengo que ir mañana a la escuela y en mi casa tengo mi ropa—Suspiro—. Mañana jugamos.
—Por la ropa...Baek te presta uno de sus uniformes. Ahora quédate a jugar. —Palmea donde antes estaba.
—Tengo tarea que hacer. —Saco de la manga.
—No, no es cierto. Voy contigo. —Maldito sea el día en que compartimos clases.
—No tengo zapatos que ponerme y no pienso irme con tenis.
—Te presto unos míos. — ¡Diablos! ¿Qué no puede entender cuando alguien no quiere hacer algo?
Lo miro sorprendido. Realmente es muy importante jugar. Él me regresa la mirada y vuelve a palmear aun lado, mientras me guiña un ojo. Suspiro resignado, me pongo en mí lugar anterior. Creo que por hoy no me queda de otra.
—Está bien. —No soy tan mala persona, soy tan amable que me iré al cielo por santo.
De inmediato me da el mando y el juego comenzó. La revancha se convirtió en otra, después otra y otra y otra, así sucesivamente hasta que perdimos la noción del tiempo. Doy un vistazo a mi reloj de mano, 1:28 a.m. Sí que es demasiado tarde. La revancha se convirtió en la revancha. Suspiro, miro la pantalla y el resultado final me alegra. Un grito me saca de la fantasía del juego hasta la realidad.
— ¿Gané? ¡GANÉ! ¡Wujuu~! ¡En tu cara perdedor! ¿Quién ganó? Yo, yo gané. —Un maduro Kai me demuestra su madura forma de festejar una victoria. — ¡G-A-N-É! ¡Yo soy Kim Jongin la persona que te ganó! — ¿Y cómo no? mostro su bello baile de la victoria. O un intento de baile improvisado.
— ¿Revancha? —Él me mira de reojo y suelta un bufido. Apaga la XBOX. Me mira con desagrado.
—No juego con perdedores— ¡Já! Lo dice la persona que perdió veintidós veces seguidas.
— ¿Dónde voy a dormir?
—Elije la habitación que quieras—Me mira al apagar la consola y televisión—. Si quieres ducharte, en cada habitación hay ropa interior nueva. —Estoy a punto de preguntarle por qué, pero se adelanta—No me gusta prestar mis cosas, la ropa es desechable para cuando tenga visitas en casa, los chicos vienen y es más para ellos. Sucede muy seguido.
—Oh.
—Por cierto, cada habitación tiene baño propio. —Obviamente es igual que mi departamento.
Asiento y me voy al primer cuarto que encuentro, vislumbro los alrededores y parece que nadie duerme ahí. Aquella habitación se conforma por una cama matrimonial, una televisión pantalla plana —de no sé cuántas pulgadas, pero esta grande—, una mesita de centro, dos burós, una lámpara de noche y un enorme closet. Después un pasillo pequeño y el baño. Idéntico a mi departamento —del piso, el otro ni a los talones le llega. —lo único que cambia son los muebles y el color.
Me quito la ropa quedando en bóxer. Busco entre el closet y encuentro, tal como dijo Kai, bóxers y camisas nuevas, en su bolsita y aun empaquetadas, que lindo el moreno. Tomo una ducha de solo 10 minutos, el agua caliente, es tan relajante que no quieres salir del baño. Me libero, abro la puerta, salgo desnudo, sin nada cubriéndome. Vivo solo y...ésta no es mi casa.
Regreso al baño y ahí encuentro un par de toallas bien dobladas, tomo una y la coloco en mi cintura, otra más pequeña en los hombros y finalmente, otra en la cabeza. Una vez seco, me pongo el bóxer y la playera. Me recuesto y trato de dormir, cuando al fin lo estoy consiguiendo, mi estómago pide comida a gritos.
Salgo de aquel lugar y noto que las luces de la sala aún siguen encendidas, miro a todos lados en búsqueda del dueño de aquel lugar. Me dirijo a la inmensa y casi nueva cocina. Con toda la libertad que me es otorgada abro el refrigerador, tomo un poco de leche, lo vierto en un plato hondo y me subo a un pequeño banco para poder alcanzar el cereal. Cuando al fin lo logro, sirvo un poco en el ya lleno plato y comienzo a cenar-ayunar.
— ¿Qué haces?
—Comer. —Comento con la boca llena, por nada del mundo voy a tragar para hablar con indecentes que besan a desconocidos.
—Lo sé, ¿pero porque?
—Pues, la ingesta de alimentos tiene como función principal la de proveer al organismo la energía suficiente para sobrevivir —le doy un poco de la información que su pequeña rubia cabeza nunca sabrá, así que le hago un bien al mundo. De nada mundo. — y funcionar, la leche tiene proteína como-
—Solo te pregunto el: ¿por qué cenar a las dos de la mañana?
—Ah, pues...porque mi tripa gruñó y si no la callo de una vez, no me dejará dormir. —Le doy una sonrisa de niño y cierro los ojos para que no me reprima nada. Es más, para que no se dé cuenta que se me cayó la leche en la mesa y aun no limpio.
—Sírveme otro a mí.
— ¿También te gruñó la tripa? —Bien inocente le pregunté, soy como un niño dentro aún, si tanta hambre tiene el pobre Deseo, juro, por mi padre y mi madre que está en el cielo, que me pongo a freír arroz para que el estomaguito de mi anfitrión no perezca.
—No, pero con solo verte me dio hambre.
Me levanto y por otro plato hondo, sirvo un poco de leche y no me debo esforzar en subirme al banquito por el cereal, pues lo puse en la mesa. Le sirvo y se lo entrego, en ese momento es cuando noto su mirada fija en mí. Visto bóxer y playera, nada fuera de lo normal, tomo asiento; ¿qué diablos pasará por su cabeza para continuar mirándome, me tiene envidia o qué?
Cuando terminamos de cenar, lavamos —lavo, él solo se dedicó a mirar— los platos y cada quien se va a su cuarto. De tan buena gente que soy le deseé buenas noches, pero el muy infeliz ni siquiera me respondió. Ojalá y tenga pesadillas por malnacido.
• ♦ •
La alarma suena. Son las seis de la mañana, maldigo mentalmente a la persona que inventó la escuela. Me levanto de aquel cómodo lugar que es la cama y con un ojo abierto y el otro cerrado, salgo de la habitación solo para ir al baño. Miro a mi alrededor con mi ojo abierto, mi mente hace memoria y recuerda que no es mi casa si no el departamento de Kai.
Me vale un pepino, voy al baño, cierro la puerta, frente al retrete fijo mi objetivo y salgo victorioso, ni una gota que salpique. Saliendo del baño, busco el uniforme que Baek me prestó —o que más bien fue obligado a entregar—. Busco en toda la casa y no lo encuentro. A lo que me viene a la cabeza, tal vez Kai lo tenga en su cuarto. Abro todas las habitaciones de aquel inmenso departamento y para mi suerte, lo encuentro alojado en la última y más espaciosa habitación.
Plácidamente dormido, baba cayendo de su comisura, patas abiertas —mentira, no las tenía abiertas—, una simple sabana cubriendo su cuerpo además —añadamos porque es importante— una sorpresa matutina entre sus piernas. Me rio internamente, si fuera mujer pegaría el grito en el cielo y si fuera homo, me sonrojaría intensamente por como esta.
¿Por qué últimamente pienso en si fuera homo? Jodida Neibor. Todo es tu culpa. Tú y tus pervertidos estudiantes, que besan a cualquier persona. Una jodida semana, y ya la piel se me pone chinita de mis raros pensamientos. Dios, prometo ir a misa a confesarme. Pero aleja estos pensamientos de mi cabeza. Ojalá nunca hubiera escuchado a los Kim hablar de la razón por la cual Kai fue a mí. Dios, que miedo. Yo si soy bien machito.
—Kai. —Me paro aun lado de la cama y le sacudo el hombro. — Kai, ¿dónde está el uniforme? —Un gruñido es lo que recibo a cambio—Kai, Kai. —Otro gruñido— Kai despierta, es hora de ir a la escuela. —Un gruñido más, creo que estoy tratando con un cachorro no con una persona— ¡Kai! —Le palmeo la cara suavemente. —Ey, despierta...—Le palmeo la cara una vez más y cuando estoy por quitar mi mano éste la sostiene, y en un movimiento quedo sobre él, abrazándome por la cintura con una mano, tal cual muñeco y con la otra afloja el agarre; ay, hasta me dio ñañaras—Kai, ya es tarde...la escuela.
Trato de moverme, pero creo que es una muy mala idea, pues quedo cara a cara ahora, pecho a pecho y erección a piernas —es porque estoy chaparrito a comparación de este mastodonte de estatura—. Me muevo un poco más, pues lo que sienten mis piernas es incómodo, pero él me abraza aún más fuerte, casi sacándome el aire de los pulmones, sin elección coloco mi cabeza en el hueco de su cuello.
—Min~—ronronea por mi oído, voz gruesa y más que grave. ¡Ay Diosito Santo! ¡Ah, maldito caliente! ¿No puede tener estos sueños en otro tiempo? — Taemin~.
—Ey, despierta—Mi voz es un poco más alta, ya no me importa si se caga de la vergüenza, ¿a mí qué? No oporto más que se frote cual caliente pervertido contra mis piernas— ¡Deseo Negro, despierta!— le palmeo el rostro. —Despierta, Kai es sofocante tu abrazo.
Me muevo un poco y lo logro. Ahora estoy más arriba de su cuerpo, mis piernas inclinadas a sus costados. Con mis manos me sostengo para no rozar su cuerpo —las cuales están empuñadas y flexionadas alrededor de sus hombros— mí cara da a su rostro y me alejo hasta quedar cerca de su oído.
Incomoda y comprometedora posición, a la cual aún le agregamos un brazo sobre mí, el mismo que no deja alejarme.
—Maldito Negro, despierta—me acerco a su oído y es mi oportunidad—: Negro, Negro, Negro, Negro despierta Negro.
Con un golpe en su cuello logro hacer que saque un gemido y muerda su labio. Me rio, enserio tiene un sueño de ese tipo. Digo, la erección es una cosa meramente fisiológica, pero que mantenga sueños calientes mientras alguien más se está quedando en su hogar, iugh, que asco de precoz.
Como la vida te da y te quita, ésta es mi oportunidad, venganza. Mi uniforme será vengado. Esa salsa de tomate costará caro pequeño pervertido. Me acerco lentamente a su oído y comienza mi venganza.
—K-kai...ngh...Kai, mmmh...—añado respiración agitada. Esa nunca falla. Si lo sabré yo. —ngh...si~...si~...mmnh...ngh...—Aguanto la risa, muerde su labio de nueva cuenta. ¡Ah, maldito caliente!— Ah~...ngh...K-Kai...—Sonrió de lado, y como todo buen actor añado un gritito. ¡Mis gritos provocan erecciones! Ya sean femeninas o masculinas. Nadie se escapa de ellas. —Oh...si, si, si...Más~, K-Kai.
Esta es la parte en la que lo debo estimular y eso hago, pego mi pie lentamente hasta su ya erecto miembro, haciendo movimientos circulares rápidos y después lo quito, él por acto reflejo mueve sus caderas.
—Ngh...ngh...si~...más K-Kai...m-más duro. —Diablos, si no soy actor de dramas, seré de pornos.
Sudor, su bronceada piel está sudando y continua mordiéndose el labio. Un momento épico, él es simplemente sensualidad y mi caja de risa por mucho tiempo. ¡Demonios! ¿Por qué no traje mi celular?
—K-Kai...ya...— ¿Qué soy? Hombre o mujer. Me detengo a pensar y creo que Taemin me ayudará, además es nombre de chico. —M-me vengo...Kai...ngh —Si, de algo me tendría que haber servido todo el porno. Momentos de soledad que solo pocas veces llegamos a tener. — M-me vengo ¡argh!... —Mi respiración se vuelve más agitada, y la de él está igual a la mía; aunque claro la mía es falsa, su vaivén de cadera se hace presente.
Le muerdo el lóbulo de la oreja y de un momento a otro los papeles han cambiado ahora estoy debajo de él. Nos miramos por un par de segundos. Viendo nuestras facciones. Notando como el sudor del moreno se desliza por su cuello. Respiraciones agitadas. La posición en la que estamos, es algo comprometedora cuando le presto más importancia.
Kai tiene mis muñecas sujetadas fuertemente, ambas sobre la cama y por encima de mí. Mis piernas están abiertas y tengo medio cuerpo de él metido en aquel espacio. Demasiado gay la posición. Y a todo esto, hay que agregarle que me encontraba con una simple camisa y en bóxer. El pervertido éste, se encontraba con el torso desnudo, podía notar que bien trabajado estaba, maldito niño rico, si yo tuviera tiempo y dinero para pagar el gym, estaría igual o hasta mejor.
Lo único que nos mantenía separado era una sábana blanca. Sí, mi hipótesis no falla, apostaría que desde un ángulo distinto al mío, podrían ver el trasero de Kai, pues creo duerme desnudo. Relame los labios, su respiración se regulariza, el sudor comienza a desaparecer, baja la mirada a una parte muy personal; le sigo obviamente. Un bufido y mi estruendosa carcajada interrumpen el silencio de aquel lugar.
—Bu-buwa-jajajajajaja... ¡Pervertido precoz!
— ¡Cállate!
—Es hora de ir a-a la-buwajaja escuela— Me mira y yo trato de controlarme— y venia por-por-ja, ja, ja...el uniforme-cof... ja, ja, ja-cof.
—...Aish—Se levanta, llevando consigo la sabana y por acto reflejo yo me levanto. Se da la vuelta hasta su closet y en ese momento noto su bien formado trasero y mi hipótesis sobre cuán desnudo duerme, era correcta— ¿Qué miras?
—Nada. —Digo y me rio en mis adentros, su trasero es blanquito. Tapo mi boca con una mano para no soltar sonido alguno.
—Ten. —Me da el uniforme que le pedí. Con una de sus manos sostiene la sabana cubriendo su intimidad y con la otra me apunta en son de amenaza—Y ni una palabra de esto, a nadie.
—Claro. —Coloco una mano en mi pecho, cerca del corazón mostrando mi lealtad—Ni una palabra de esto a nadie...—él se relaja—Y mucho menos a Taemin.
Antes de salir de aquel lugar le doy una mirada burlona y él me lanza una mirada asesina, al igual que una almohada, a lo que yo simplemente me burlo. Me voy a la habitación en donde estaba en un principio. Me visto y al terminar ya todo peinadito y arregladito, tomo un poco de cereal. Busco mi mochila por entre el sofá y al encontrarla meto mi ropa. Los tenis no, ya que a alguien se le olvidó prestarme unos, por lo que tendré que ponerme esos.
Cuando estamos listos, miro el reloj, las 6:41 a.m., salimos del departamento, yo estaba por tomar mi rumbo y salir corriendo hasta el subterráneo, después correr lo más que pueda ya que llegaría 15 minutos tarde, pero mi huida fue interrumpida por una mano que me arrastraba hasta el mismo auto de ayer. Maldito niño rico y su maldita forma de arrastrarme a donde quiera.
Llegamos a la escuela a las seis y cincuenta y dos de la mañana. ¡Y cómo no! Manejando de aquella manera, parecía que fuéramos ladrones escapando de una gran ola de policías. Hacer un viaje de 30 minutos —como promedio— en tan solo 11 minutos. Era de locos.
Todos miraron sorprendidos cuando baje de aquel lujoso auto —con un muy sofocante y apretado uniforme, y no, no estoy diciendo que estoy gordo, pero Baekhyun está esquelético— y después de mi el gran Kim.
Tal vez, les sorprendió que un especial saliera del auto del Deseo Negro o simplemente el hecho de que Kai haya llegado pronto a clases.
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