33|Akatsuki.

Habían pasado unos días, Akira cada vez se sentía mas vigilada. La incomodidad en el pecho, el sentir una mirada clavada en la nuca todo el tiempo, era extraño, se sentía extraña. Por primera vez desde que llego a Konoha se sentía como una intrusa.
Ryaku había desaparecido, necesitaba ser llamado de nuevo, pero Akira aun no se armaba de valor para convocarlo, si lo hacía, tendría que irse de Konoha. Aun no era tiempo, tendría que esperar.
Hoy iría a entrenar con Sasuke y su padre, era emocionante el poder ver con sus propios ojos la frustración de Sasuke, su padre le había contado que trataba de dominar una al cien por ciento una técnica, pero al parecer no lo lograba.
Akira estaba sentada en una roca mientras veía a su padre y a Sasuke entrenar, ella ya había hecho sus propios ejercicios hace unos minutos, así que estaba bastante aburrida ahora. Le encantaría poder ir a comer ramen con Naruto, pero últimamente se pasaba todo el tiempo entrenando con Jiraiya-sama, también podría ir con Sakura, si tan solo no se pasara todo el día alabando a la maldita rubia que le debía dinero.
Suspiró sintiéndose perdida, era frustrante, estos momentos solo le recordaban a su niñez y las veces en que todos la ignoraban porque tenían cosas importantes que hacer, esos idiotas, los extrañaba.
Giro su vista al escuchar la voz de su padre.
—Vamos Sasuke, concéntrate—
—Lo intento— sonaba cada vez más frustrado.
Al parecer la peli plata no era la única sintiéndose de esa manera.
—No veo que te concentres— replicó el mayor.
Sasuke apretó los puños y tensó su mandíbula.
Akira aun no encontraba la manera de quitarle la marca a Sasuke, no era lo suficientemente valiente para ir a pedir un favor a la serpiente. Si no encontraba una solución pronto, ella no sería la única en abandonar Konoha.
La peli plata caminaba por la aldea, el entrenamiento de Sasuke dejó de ser interesante y decidió volver caminando a casa. La incomodidad de estar siendo vigilada las 24 horas la ponía de mal humor, pero no podía hacer nada al respecto, ahora las posibilidades de que la visitara eran nulas.
Se dejó caer en las escaleras de la entrada a la residencia Hatake, se quitó sus guantes y miró fijamente sus manos, tenían algunas cicatrices bastante notorias, para ella siempre habían sido feas, aun eran feas. Frunció el ceño, había una leve marca azulina en sus palmas, era el sello de Ryaku, debía invocarlo antes de que la marca desaparezca o tendría que dar mas años de vida al demonio.
Juntó sus palmas y se inclinó hasta ellas como si fuese a rezar, disimuladamente mordió su labio inferior lo suficientemente fuerte para hacer que sangre, una pequeña gota del liquido carmesí cayó en medio de sus palmas unidas.
—El que es fuerte de espíritu, no necesita fuerza física, el que es fuerte solo en el exterior, necesita ayuda interior...— comenzó a recitar— El que sabe lo que es el sufrimiento, tendrá la felicidad asegurada, el que nunca ha probado el sabor amargo, jamás sabrá lo que es dulce...—
Una pequeña luz apenas perceptible apareció entre las manos de la chica, cuando Akira abrió las palmas, una pequeña ficha negra había aparecido. Akira sonrió satisfecha por haber podido lograr invocarlo, aunque esto solo significaba que pronto debería irse.
—Debería despedirme ¿verdad? — susurró apretando la ficha entre sus manos.
Entro a casa y se dio una ducha, se cambio de ropa y creó un clon que pudiese quedarse en su lugar. Con ayuda de Ryaku se escabulló hasta salir de Konoha, había muchas cosas que debía hacer.
Corrió como nunca, en las dos horas que pasó en el bosque jamás aligero el paso, necesitaba sacar toda su frustración y esta era la mejor manera. Ryaku se aferraba a el porta armas de la chica un tanto preocupado por caerse.
— ¡Hay que ir más lento! — exigió el pequeño oso de felpa.
Akira frenó de golpe, ahí estaba, frente a ella la cueva mostraba su entrada. Su respiración era agitada, sabia que en cuanto diera un paso más ellos sentirían su chakra, debía ocultarlo, sería una sorpresa.
Entró sin hacer ruido, el lugar era tétrico y oscuro, pero a ella le hacia gracia el hecho de que les gustaba verse mas malvados de lo que en realidad eran. La cueva era profunda, caminó unos minutos en la oscuridad antes de ver una tenue luz al final del túnel. Paro en seco al llegar al final, la escena frente a ella le removió algo dentro.
Todos estaban sentados alrededor de una mesa larga, estaban listos para comer, pero había un asiento vacío, una silla solitaria con un plato vacío al frente, sus ojos comenzaron a picar, ese era su lugar, aun conservaban su lugar.
Akira sonrió débilmente, limpio su cara con sus manos y se preparó para salir de su escondite.
— ¿Por qué no me han servido la cena y a Kisame sí? — se cruzó de brazos fingiendo molestia.
Todos guardaron silencio, no esperaban volverla a ver.
— ¿Nadie dirá nada? ¿Tú no dirás nada en tu defensa rubia? — lo apuntó con su dedo índice.
Deidara fue el primero en reaccionar, se abalanzó sobre la chica para comenzar a quejarse de sus malos compañeros.
—Que bueno que volviste, ellos han estado molestándome— se quejó.
Akira rodó los ojos, era como un niño, aunque estaba feliz de estar de nuevo ahí.
— ¿Cómo nos encontraste? — preguntó Hidan.
—No podrán deshacerse de mi tan fácilmente— sonrió triunfante mientras trataba de mantenerse de pie con el peso de Deidara encima.
Hidan sonrió en respuesta, era bueno tenerla de vuelta.
—Mi mejor alumna finalmente ha regresado, no la asfixies— Sasori seguía centrado en tallar un pedazo de madera.
Akira sonrió, aunque no demostrara muchos sus sentimientos, sabia que Sasori era una persona muy buena. La peli plata se sentía tan acostumbrada a todos ellos, para ella jamás serian los criminales que todos decían que eran, no podría verlos de esa manera jamás. Saludó a todos, los había extrañado bastante.
Deidara finalmente la dejó libre después de unos segundos más.
—Pequeña tonta— Itachi golpeó la cabeza de Akira.
—Idiota— murmuró.
—Akira— una voz la reprendió desde el otro lado de la mesa, era Pain.
—Lo siento— se disculpó al instante.
Deidara aguantaba la risa, pero algunas risas leves salían sin su permiso.
Akira frunció el ceño, odiaba que se burlaran de ella, no lo aguanto mas y golpeo a el rubio.
— ¿De quién crees que te estas burlando? — dijo levantando su puño en amenaza de otro golpe.
Pain dejó salir un suspiro mientras los demás integrantes de Akatsuki reían al ver a un integrante ser golpeado por una niña.
—Akira siéntate, vamos a comer— Konana sirvió un plato de comida para la chica.
Akira sonrió y olvido su enojo, se sentó en su lugar correspondiente.
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