08|Cálido.

La mañana había pasado en calma, ahora debía acompañar a su padre a el entrenamiento diario con sus alumnos, por la tarde tenía un asunto pendiente con el Hokage.

Al llegar al lugar de entrenamiento la peli rosa y el rubio comenzaron a molestar a su padre por llegar tarde. Akira elevó una ceja confundida.

— Dijiste que estábamos a tiempo— pensó mientras mataba al mayor con la mirada, ella odiaba llegar tarde.

— Me debes la revancha— escuchó un murmullo a su espalda.

Giró la cabeza encontrándose con el pelinegro.

— Quizá cuando controles tu rasgo sanguíneo— rodo los ojos fastidiada.

— Bien chicos, tenemos que ir por una misión, vamos— Kakashi sacó su libro y comenzó a caminar.

Akira lo siguió al instante, era como un pequeño patito bebé detrás de su madre. La peli plata se preguntaba qué tan interesante debía ser el libro que el mayor tenía todo el tiempo en sus manos, quizá lo leería en algún momento, ojalá la trama se centrara en algún ninja, solo esperaba que no fueran iguales a los libros de uno de sus maestros, ella prometió dejar ese tipo de lectura.

Pasaron la mañana y parte de la tarde tratando de atrapar a una mascota perdida, Akira reía cada vez que Naruto terminaba chocando contra un árbol por culpa del felino.

Akira fue directo a la torre del Hokage en cuanto terminaron la misión, su padre y el equipo siete tenían otra misión, pero Akira no podía ir esta vez con ellos, se sintió un poco triste cuando vio desde la entrada como las cuatro figuras se perdían en el horizonte, le hubiese gustado ir.

La chica entro en aquel lugar enorme, se sentía un tanto irritada por las miradas curiosas de los ninjas, ¿Acaso nunca habían visto a una chica de cabello plata? Bufó tratando de no perder los estribos.

Suspiró mientras masajeaba su cuello, se sentía algo cansada. Tocó la puerta de madera frente a ella, escuchó un "adelante" en respuesta.

— Buenas tardes Lord Hokage— hizo una pequeña reverencia.

Quería llevarse bien con todos en aquel lugar, después de todo viviría allí el resto de su vida, además debía admitir que el anciano era agradable.

— Oh Akira eres tú— sonrió abiertamente— Kakashi dijo que vendrías a hablar conmigo—

La peli plata sonrió también.

— Quisiera hablar sobre mi estatus en la aldea, mi padre dijo que era importante— se sintió nerviosa al llamarlo padre frente a otra persona.

— Sobre eso, Kakashi me informó que posees un rango bastante elevado— pareció pensarlo durante unos segundos— También me dijo que no tienes problemas para relacionarte de buena manera con las personas—

Akira jugó con sus dedos nerviosa. El Hokage continuó hablando.

— Creo que no es necesario que asistas a la academia para aprender algo que ya sabes, así que solo tendrás que pasar un pequeño examen—

— ¿Solo un examen? —

— ¿Tienes alguna objeción? —

— Bueno, es que mi padre me dijo que todos los ninjas deben asistir a la academia, todos trabajan duro para conseguir una banda ninja, yo sólo llevo dos días en esta aldea—

Aún no quería admitirlo del todo, pero se sentía fuera de lugar en aquella pacifica aldea con aquellas personas desconocidas, prefería su vieja y roída cama, prefería las noches frías alrededor de una fogata improvisada mientras espiaba a alguien a la distancia. Odiaba de cierta forma el poder levantarse tarde, odiaba que nadie le exigiera guardar silencio, detestaba la ropa nueva y cómoda, le gustaba su ropa vieja y manchada.

— ¿Acaso crees que tú no has trabajado duro? —

La voz del anciano la sacó de sus pensamientos.

— ¿Yo? —

— Claro, no puedo creer que no hayas trabajado duro para poder llegar al nivel en el que estas, no importa si no fuiste a la academia ninja, el trabajo duro donde sea es reconocido—

Sonrió de lado, casi formando una mueca.

— Si, yo, trabajé duro— miró de reojo su puño izquierdo, había muchas cicatrices en él.

— No menosprecies tu esfuerzo— dijo finalmente.

La peli plata asintió con fuerza.

— Ven mañana por la mañana a presentar tu examen, ahora ve a descansar— sonrió.

Asintió una vez más, el Hokage era tan cálido como el clima de Konohagakure.

Hizo una reverencia antes de salir de la oficina. La tarde era preciosa, el sol casi se ocultaba por completo, para cuando llegó a casa las estrellas ya podían apreciarse en el cielo nocturno. 

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