capítulo ocho
—Ya sabes qué hacer, Potter,— dijo Draco en su oído. —Dime el chico más sexy que ves, y yo me aseguro que vaya a casa contigo.
Harry no había estado tan borracho desde los primeros meses después de la guerra, cuando se metía en la bañera todas las noches después de las pruebas y bebía hasta desmayarse.
—Tú—, dijo.
Draco lo miró. Harry recordó haberlo visto torturar a Rowle. Recordó su rostro apareciendo en la ventana de la cabaña de Hagrid en primer año, y el pensar que tenían que sacar a Norbit de inmediato, porque Draco Malfoy era igual a problemas. Siempre significó problemas.
Draco se inclinó tentativamente hacia adelante y sus labios se tocaron. Harry persiguió el beso. Era más suave de lo que Harry había imaginado, y se dio cuenta de que lo había imaginado hace mucho tiempo, mucho antes de encontrarse con Draco y Scorpius en el Callejón Diagon. Lo había imaginado la noche después de que casi mató a Draco en sexto año, y después de la Batalla de Hogwarts. Quizás no se había dado cuenta de imaginarlo, pero lo había hecho. Este era un viejo deseo. Esto era un despertar.
Harry los apareció en el apartamento de Draco.
—Potter, maldito loco, ¡podrías habernos partido!
—Cállate.
Harry empujó a Draco hacia atrás, hacia el dormitorio. Nunca antes había estado en él. Era pequeño y estaba en mal estado. Draco había crecido en una casa solariega con sirvientes, recordó Harry. Draco creció creyendo que sería rico toda su vida.
Draco cayó de espaldas sobre la cama.
—Harry—, dijo, apoyándose en los codos.
—Muévete,— dijo Harry, subiéndose a su lado. Draco se movió para que hubiera espacio para Harry, pero Harry ya se había dado cuenta de que no necesitaba espacio. Se sentó a horcajadas sobre Draco y lo besó.
—Harry,— dijo Draco de nuevo.
—Qué—, dijo Harry. No estaba seguro de poder manejar una conversación.
—Estás borracho.
—Tú también.
—Sí—, dijo Draco. —Estamos muy borrachos. Esta es una mala idea.
Harry se apartó.
—¿Quieres parar?
Draco negó con la cabeza violentamente.
—Entonces no es una mala idea—, dijo Harry.
La habitación dio vueltas a su alrededor mientras se desnudaban. Todo estaba borroso y el tiempo transcurría de manera extraña; Harry no podía decir qué estaba pasando, en realidad. Draco también parecía confundido. Siguieron riendo.
—Esta es una mala idea—, dijo Draco, una y otra vez, pero no se detuvo. Su piel estaba suave, húmeda y abrumadora. Harry se concentró en las partes de Draco que no estaban dañadas. Besó el camino hacia el puro cuello de Draco.
No miró las cicatrices en el pecho de Draco. La marca en su brazo.
No era sexo como cualquier otro que Harry hubiera tenido antes. Era conflictivo e inexplicable. Draco Malfoy no era solo una persona, era una acumulación de recuerdos y sentimientos que Harry sabía que nunca se acabarían. Draco era todo lo que Harry odiaba y deseaba, era su amigo y su enemigo, y era irremediablemente guapo, y no era feliz, y Harry quería amarlo por completo, y había tantas versiones diferentes de él que Harry no podía entenderlo, nunca lo conocería por completo, de la manera que él quería.
Por la forma en que Draco lo miraba, Harry sabía que él sentía lo mismo. Sabía que Draco estaba tan desconcertado por este giro de los acontecimientos como Harry. No solo el sexo: la amistad. El sobrevivir. El hecho de que estuvieran allí, de que no habían sido asesinados dos cuando eran adolescentes, posiblemente el uno por el otro.
—Draco—, dijo Harry, finalmente. —Esto se siente increíble, pero no creo que pueda terminar.
—Gracias a Dios—, dijo Draco. —Yo tampoco.
Harry se retiró y se derrumbó encima de él. —Estoy tan jodidamente borracho—, dijo Draco.
—Creo que voy a vomitar—, dijo Harry.
—No te atrevas.
Se miraron mutuamente y estallaron en carcajadas impotentes. Draco realmente lloró de alegría. Harry no pensó que alguna vez se había reído tanto.
—No cenamos—, dijo, cuando se calmaron.
—¡Porque sugeriste ir al pub! —dijo Draco.
—Sí, porque te encanta el pub. Estabas molesto.
—No podemos dejar de comer cada vez que me siento infeliz. Nos moriríamos de hambre.
Harry lo besó. ¿Habían cometido un error? Había una sensación desagradable creciendo en el pozo de su estómago. Algo siniestro. Esta es una mala idea.
—¿Te gustan los panqueques?— preguntó Draco.Harry frunció el ceño.
—No podemos comer panqueques. Es de noche.
Draco se soltó del agarre de Harry y se puso un par de bóxers.—¿Nunca has desayunado a medianoche?— preguntó.
—¿Qué diablos es el desayuno de medianoche?— Draco negó con la cabeza con tristeza.
—Siento lo de tus padres—, dijo, y salió del dormitorio a trompicones.
—¡Malfoy!— gritó Harry. —¿Qué carajos?
—¡Deja de holgazanear y ayúdame!— dijo Draco desde la cocina. Harry maldijo entre dientes, se puso los calzoncillos y se unió a Draco en la cocina.
Draco hizo panqueques con chispas de chocolate, tocino y huevos. Le sirvió a Harry un vaso de jugo de naranja y puso la destartalada mesa de IKEA con manteles individuales y servilletas de tela.
—Desayuno de medianoche—, dijo con orgullo.
Harry se puso a comer con entusiasmo y Draco no hizo ningún comentario sobre sus modales en la mesa.
—Mi madre solía hacer el desayuno de medianoche cuando pasaban cosas malas—, dijo Draco, cuando acabaron.
Terror se agitó en el estómago de Harry.
—¿Acaba de pasar algo malo?— preguntó. Los ojos de Draco estaban muy abiertos e ilegibles.
—No lo sé.
Se quedaron dormidos en la cama de Draco, las sábanas enredadas alrededor de sus piernas, sus extremidades superpuestas de formas extrañas y amistosas. Realmente no fue un abrazo. Era difícil decir qué era, pensó Harry.
Dormía inquieto, con una sensación de aprensión.
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