21: DRUGGED



Es algo majestuoso cuando el cuerpo, la mente y el corazón congenian para tener el mismo deseo. Es maravilloso tener lo que más deseas delante de tus ojos, pero es bochornoso ser rechazado por ello, y aún más vergonzoso saber que has sido utilizada para una venganza

—¿Disfrutaste vernos? ¿Cierto?

—¿De hablas? —mi voz es inconstante, el calor me absorbe con cada segundo que transcurre. Byron se halla frente a mí con una sonrisa de suficiencia en sus labios, luce tranquilo e realizado. Aún no sé hacia dónde va su desquite, pero está arrasando con mi paz mental

—Hablo de aquella noche en la que me espiaste tras la puerta mientras tenía sexo violento, ¿o crees que no lo recuerdo? Ah

Me encuentro tan fogosa en estos momentos, que ni siquiera ciento vergüenza cuando él hace mención de aquella madrugada. Es por ello que estoy completamente segura de que él me ha hecho algo, evidentemente esta no soy yo. Así que aprovechando de mi descubrimiento, pregunto —¿Qué me has hecho?

La sonrisa en su rostro crece a más, haciendo notable los hoyuelos en sus mejillas. Sus brazos los cruza sobre su pecho, y la satisfacción es visible en toda su corpulencia

—Eh colocado un afrodisíaco en la botella de agua que has bebido a lo largo de la tarde. Pero no te preocupes, no haré nada de lo que quieras. Tendrás que conformarte con observarme —responde tal engreído y el brillo en sus ojos se hace presente, yo en cambio comienzo a experimentar sentimientos de ira al verlo pavonearse delante de mí

¿Acaso está insinuando que lo deseo?

—¿Dirás que no lo disfrutaste? —inquiere alzando una ceja —Dirás que no deseaste sólo por un momento ser tú la que estuviera sobre aquella cama

La ira pasa a convertirse en lujuria, el calor llega a mí y se funde en cada una de mis extremidades. El recuerdo de aquella noche retorna a mí como un tornado, arrasando con cada pensamiento coherente que pudiera existir en mi cerebro. Y los gritos de esa mujer acompañada de los gemidos de Byron retumban por cada rincón de mi cabeza

El deseo de poseer a Byron es lo único en lo que puedo pensar, de repente me siento como un animal salvaje, en mi cabeza la idea de brincar sobre él y devorarlo es lo único que idealizo. Byron sabe de los procesos por los qué paso, me saboreo los labios con la punta de mi lengua mientras observo los suyos; se siente como ser una vampiresa alocada con la idea de beber su sangre. Me siento fuera de control, desequilibrada, y por más que trato de permanecer tranquila sobre la esquina de la cama, no lo consigo

Byron recuesta su cintura a la mesita frente a la cama, sus brazos los mantiene aún cruzados sobre su pecho, y se limita a disfrutar de mi descontrol. Sólo el hecho de tener su cuerpo frente al mío me enloquece, mi cuerpo recibe cada onda que él emana. El deseo está ejerciendo un control sobre mi antinatural

—Entonces dime que no deseaste haber sido tú, admítelo —me reta con diversión, y su sonrisa me emboba. Sonrío estúpidamente al verlo sonreír. Sé que me ha drogado, sé que está castigándome y vengándose por lo que he hecho, pero  aun así dentro de mí no hay ningún otro sentimiento que no sea deseo y lujuria

Lo deseo de formas en las que nunca pensé desear a alguien, porque jamás imaginé que podría sentir tanto por una persona. El deseo tan demoledor se siente inverosímil. Me pierdo en sus ficciones, la poca luz que se cuela en mi habitación me lo permite. Byron es un hombre realmente imponente, su cuerpo es fornido y firme, sus labios son carnosos y su boca es grande. Sus ojos me analizan a detalle, es cómo si no quisiera perderse de ninguna nimiedad.

Siento el latir de cada una de mis venas, mi corazón desbocado dentro de mi pecho, este calor asfixiante acabando con cada célula, y este deseo lujurioso que prolifera con cada microsegundo que transcurre

—Yo disfrute mucho de aquella noche —alega dando pasos cortos hacia mi —Mientas lo hacía con ella, pensaba en ti —revela colocando cada brazo alrededor de mis caderas sobre la cama, dejándome acorralada entre los mismos; y eso es suficiente para que mi cerebro me juegue una mala pasada.

En mi cabeza se crea un nudo que me impide pensar con claridad, el poder de la lujuria me sega, llevándome a un mundo impreciso donde mi imaginación tiene rienda suelta. El tiempo se detiene en ese preciso momento, la imagen de Byron introduciéndose en mí se reproduce en mi cabeza una y otra vez, y aquella ilusión se vuelve tan firme e invariable, que llegado a un punto no sé si es producto de mi imaginación, o realmente eso ha sucedido.

El calor entre mis piernas se incrementa, los pelos de mi cuello se erizan al tenerlo tan cerca, mis oídos pitan y mis labios están relativamente abiertos, idealizando la forma más candente de unir mi boca a la suya, aquella que se me antoja tanto, que la sola idea de besarlo podría enloquecerme

Aun así, Byron no me toca siquiera un pelo. Se detiene solamente a observar mi comportamiento de perra ruina, sin privarse a disfrutar del espectáculo. Me tortura haciendo especulaciones de lo bien que me podría hacer sentir sobre su cama, entre sus sábanas. Me jura que jamás nadie podrá hacerme el amor de la forma en que él lo haría. Alega que podría hacerme gemir y gritar como nadie jamás ha podido ni podrá, y para cuando suelta la frase "a ti te follaría duro todos los días y no pararía hasta verte correr con mi miembro aún dentro de ti", ya mis bragas se hayan mojadas completamente mientras que mis piernas tiemblan y su nombre es todo lo que puedo murmurar repetidas ocasiones, mientras él me observa desde la oscura esquina de mi habitación, con ojos grandes, brillosos, y esa voz ronca y sexy

Esa voz tan caliente como el, que me nubla el juicio, me calienta, me enciende y excita en partes iguales.

Me desplomó endeble sobre la cama, el calor taladra cada parte mi cuerpo. Con esa bebida soy insaciable, siento como mi clítoris palpita entre mis bragas y fluidos. Y en estos momentos deseo tanto a Byron, que me hayo apretando con fuerzas las sábanas de la cama hecha puños entre mis manos

—Byron, por favor —suplico temblorosa sobre la cama, mi voz es entrecortada y débil

—¿Qué?—me observa con esa profundidad que cala hasta mis huesos —¿Qué es lo que deseas?—la pregunta oculta un reto implícito al que no me quiero someter, aun así, respondo

—A ti —y otra ola de calor me absorbe, es cómo si la idea de admitirlo en voz alta empeorará la situación, lo volviera más real

Sus ojos lucen tan brillosos, que simulan ser dos faroles. Observo cómo aprieta sus manos hecha puño sobre los brazos del sofá donde se halla sentado —Ven y suplícame, ruégame, y entonces lo haré —dictamina con voz firme.

Me levanto de la cama como una esclava dispuesta a obedecer a su amo, y me dirijo hacia él directamente. Mientras me acerco observo cómo su respiración va acelerándose, y para cuando me arrodillo en el suelo delante de él, ya esta es inconstante —Por favor Byron —suplico viendo fijo a sus ojos —Te deseo —admito con voz queda, las palabras al final me abandonan tras una lucha interna.

Byron se nota bastante afectado con mi confesión, la pupila de sus ojos está algo dilatada, su barbilla apretada y una vena sobresale en el centro de su frente. Está serio y rígido sobre el sillón, alza su mano derecha y me agarra con fuerza de la barbilla, haciendo una presión sobre la misma que me obliga a verle directamente

—No imaginas cuanto estoy disfrutando de este momento —confiesa —Ni aunque me pagaras lo haría, no tendremos ese sexo que tanto deseas —admite, y aunque sonríe, la sonrisa no llega a sus ojos —Este es mi desquite, la guerra la tendrás contigo misma al desear algo que no puedes tener —y tras eso desaparece dejándome humillada y calentorra en el suelo de la habitación

XXX

Abro un párpado y luego otro, mi cuerpo se siente pesado y adormilado. La cabeza me duele de formas infernales, y me hallo empapada en sudor, por lo que voy hacia el baño para tomar una ducha. Es sábado, son apenas las ocho de la mañana. Bajo hacia el primer piso a por algo para desayunar y una vez lo veo me congelo. Me escondo tras la pared y lo observo con atención, lee detenidamente el periódico, está sentado sobre un sillón en la sala, su pierna derecha está descansando sobre la izquierda, y junto a él sobre la pequeña mesita su taza de café humeante

Por un instante creo que estoy viviendo un mismo día por segunda vez, siento que ya viví este día y desde luego este momento; sin embargo, la ilusión muere. Los recuerdos del día de ayer caen sobre mí como el primer aguacero de mayo, los pequeños episodios fragmentados que estuve tratando de interpretar mientras tomaba una ducha cobran sentido, y sobre mis hombros es depositado un peso enorme que me impide continuar con rumbo a la cocina

¿Qué diablos fue lo de ayer?

La vergüenza, la pena y el bochorno abarcan cada célula de mi cuerpo. Mi ego se encuentra tan lastimado, mi orgullo se ha estrellado de cara contra el pavimento, y yo, yo no tengo siquiera cara para verme en el espejo.

Jamás pensé que llegaría el día en que me confesara a Byron,—en parte por vergüenza, y otra parte porque aún no hallo el sentido de tener tantos sentimientos disponibles para un ser humano que no es bueno, no tiene sentimientos, y carece de humanidad. Byron es un hombre egocéntrico y narcisista, que no siente ni compadece. Aún no sé cómo lo hace, pero en ocasiones me pregunto si realmente es un ser humano—, y en caso de hacerlo, nunca jamás consideré hacerlo pidiendo sexo. Pero aquí me hallo, espiándolo desde la distancia tras haberme confesado de la forma más patética que podría existir, y cómo si no bastará, salí siendo épicamente rechazada

<<Ni aunque me pagaras lo haría, no tendremos ese sexo que tanto deseas>>

Sus palabras retumban en mi cabeza y me siento tan miserable. Él ha ganado, me ha dejado con vida para hacerme lidiar con la vergüenza y el bochorno de haber sido rechazada por él mismo

Giro sobre mis talones y me incorporo nuevamente en las escaleras, no tengo valor para verle a la cara. No pienso darle el desecho a jactarse a mi costa

Eso es demasiado

Subo contando cada escalón que piso, eso es algo que se me ha hecho costumbre, sin embargo, cuando estoy por acabar doy un giro de 180 grados.

¿Acaso tendré que pasar todos los días evitándolo desde hoy?

Eso es muy injusto. Ahora resulta que la más afectada soy yo, cuando aquí soy la víctima

Evidentemente es una injusticia, ya estoy cansada

Bajo a paso apresurado mientras cuento los escalones descendientes, me acomodo la bata antes de entrar a la sala, y una vez hecho, camino sin temor alguno por todo el suelo porcelanatado con mi barbilla en alto y mi vista al frente. Byron alza por primera vez la vista y me encara para analizarme detalladamente, pero no flaqueo aun cuando su rostro es tan serio e inexpresivo. Lo paso de largo y sigo hasta mi destino en la cocina

Me siento sobre una de las banquetas a degustar mis tostadas con mantequilla y jugo de manzana, cuando su sombra me cubre desde atrás reflejándose en la isla de la cocina. Mi cuerpo reacciona al conocer de su presencia en la estancia, y mi corazón cabalga desbocado dentro de mi pecho. Continuó con mi comportamiento, no me muestro afectada en lo absoluto frente a él. Llevo otra tostada a mi boca y me concentro en el sonido tosco que ocasionan mis dientes al triturarla. Una mano de Byron me rosa mientras se propone alcanzar una de las tostadas que reposan en mi plato y no puedo evitar pegar un respingo debido al susto

Entonces sucede

Una pata de la banqueta se joroba tras mi brinco, un grito de pánico sale de mis labios mientas me precipito imaginando lo duro que será el impacto de mi cuerpo contra el suelo. Mi cuerpo acompaña la trayectoria determinada por la banqueta cuando sus manos se aferran a mi cintura y tira de mí apartándome de la silla

Presionó con fuerza mis párpados y no me permito abrir los ojos, mi respiración es rápida y mi pecho arde por los latidos del corazón. Byron me sujeta aún con más fuerza, y hasta entonces soy consciente de nuestra cercanía. Mi cuerpo entero está pegado al suyo, siento su pecho firme y duro, su abdomen definido, y sus brazos firmes aferrados a mi cintura, junto a las respiraciones agitadas que suelta

¿Acaso está asustado? ¿También se asustó imaginando que caería al suelo?

No, eso sería imposible

No me muevo, y él tampoco lo hace. Supongo que aún estamos impactados con lo sucedido. No me pasa desapercibida la presión de mi trasero sobre sus partes reproductoras masculinas, y entonces de un brusco movimiento me alejo de él

Lo encaro. Su rostro es una mezcla de sorpresa y ¿confusión?, en realidad no lo sé, ni me interesa

—Casi que caigo al suelo por tu culpa —lo acuso directamente, mi voz está llena de frustración. Byron me otea con sorpresa, abre la boca para contestar, pero la cierra de golpe. Le lanzó miradas furibundas, no sé porque me comporto de esta forma, es cómo si de un momento a otro mi cuerpo hubiese obtenido vida propia.

Balbucea algo que ni siquiera comprendo, parece tener una guerra consigo mismo y eso me llena de satisfacción. Es la primera vez que lo veo tan afectado, es la primera vez que Byron no sabe que responder ni lleva el control de la situación, y eso me pone muy feliz, mucho

El momento de incertidumbre para él no dura mucho, suelta un suspiro profundo y me observa nuevamente con esa cara carente de expresiones, es cómo si a sus ojos verme fuese lo más aburrido del mundo

—Eres tan tonta que casi caes al suelo —repone con facilidad, achina sus ojos y me observa con intensidad —Ten más cuidado la próxima vez —aconseja y toma una de mis tostadas para llevarla a su boca

Su comentario logra sacarme de quicio, así que por causa de Byron a las ocho de la mañana me encuentro sumamente estresada. Termina con la tostada y agarra otra sin mi autorización, la saborea hasta terminarla mientras gime del placer, y cuando está por tomar la tercera pego un bofetón en su mano alejándola del plato

—Ni siquiera voy a detenerme en tus acusaciones estúpidas, estoy más que convencida de que no tomas bastante tiempo en analizar y razonar antes de responder o determinar algún tema. Es evidente que fue por tu causa que casi caigo al suelo, pero realmente Byron, déjalo estar, no me apetece conversar contigo. Te pido por favor que me dejes desayunar en paz y te alejes de mis tostadas —hablo con una tranquilidad sorprendente, al igual que con cansancio. Aún no me siento del todo bien, por lo que no tengo ganas de hablarle

—¿Qué pasa si digo que tienes razón?—me giro de sopetón tras escuchar su pregunta, tanteo la idea de que me esté tomando el pelo, sin embargo la descarto por su tono de voz. Realmente me lo está preguntando

—Eres un tipo demasiado estaño, ¿sabías? —mi respuesta hace que una sonrisa cínica se asome en sus labios

—Realmente que estoy analizando tus palabras —lleva el dedo índice a su mentón y adopta una posición pensativa —Sucede que... creo que sí llevas la razón, eso es lo que creo —responde al aire, se halla hablando consigo mismo y eso me causa gracia. Nunca lo había visto en tal comportamiento —Entonces, si tú llevas la razón, yo fui el causante de que casi terminaras en el suelo, pero también el que evitó qué tal cosa sucediera, aunque no lo mencionaste en ningún momento —continúa con sus análisis y yo asiento dándole la razón, no hallo dificultades en su lógica, y muero porque admita finalmente que tengo la razón, no sé porque siento esta necesidad tan grande de que me la de, pero deseo que al menos por esta vez la razón sea mía, quiero ganar sólo por esta vez —Las tostadas son tuyas, tú las preparaste y son tu desayuno —continúa, y comienzo a desarrollar una ansiedad sólo de imaginar las palabras "tú tienes la razón" de su boca —Pero tampoco has nombrado la parte en que esta es mi casa, todo lo que hay es mío, y tú también eres mía —afirma con tanta seguridad que un suspiro es arrancado de mis labios. Por un momento no puedo apartar la mirada de sus ojos, se me hace imposible. Pero entonces su inmenso ego me estresa, su actitud tan posesiva y determinante me agobia; y el hecho de que al final no me haya dado la razón me enfurece

—Eres tan idiota —murmuró con molestia mientras lo observo comerse la tercera tostada

—Gracias —sonríe y mi corazón aletea dentro de mi pecho, odio sentirme así por él. Es tan indeseable

—¿Qué haces aquí? ¿No se supone que debas estar en tu trabajo? —pregunto estresada y él se limita a masticar la tostada

—Hoy es sábado —responde con simpleza como si eso significara algo

—Eso no significa nada

—Eres tan insoportable mujer —protesta agarrando otra tostada del plato —Es cierto que no tiene nada que ver, pero cómo el jefe soy yo, y soy quien mando, he decidido que es momento de tomarme un descanso. Así de sencillo —se encoge de hombros y es entonces que me percato de la ropa que lleva puesta. Por primera vez lo encuentro usando unos shorts cortos, un pulóver en combinación, y unas chancletas. Es la primera vez que lo veo tan informal, y se me hace muy extraño, ya que siempre usa traje

—Tienes un serio problema con mandar, dar órdenes y ser jefe, ¿eh?. ¿Has pensado ver un psicólogo? —me burlo y el me observa de soslayo mientras una sonrisa ladina es tallada en sus labios

—Me resulta muy curioso que justo tú hagas ese tipo de comentarios, ayer no parecías tener discordias con mis problemas de mandato. De hecho ¿no eres tú quien me rogó de favor que...

—¡Byron! —un grito agudo sale de mis labios mientras golpeó con el dorso de mi mano sobre la isla de la cocina

La sonrisa en sus labios se expande, sonríe tanto que por un momento creo que se le partirá la cara en dos; y sé que era justo a este punto de la conversación a dónde había querido llegar desde un principio, ¿cómo pude ser tan estúpida?

—¿Qué sucede? ¿Olvidaste que ayer tú me suplicaste que te follara? —sus palabras son tan tajantes y sin filtros que mis ojos casi se me caen de la cara, ¿cómo es qué se puede expresar de esa forma?

—Porque tú me lo ordenaste —trato de continuar tranquila y ser moderada, pero realmente es una situación muy incómoda

—Es cierto, y es justo lo que digo, ayer no te molestaba que te diera órdenes, ¿cómo es que hoy puedes decirme que vea al psicólogo? —su voz es tan neutral y tranquila que ni siquiera parece estar insultándome, cuando realmente si lo está haciendo

—No sé cómo es que te puedes jactar a costa de lo que sucedió ayer, ¡Byron me drogaste! —chillo como una pequeña cría

—Es cierto, fue mi forma de vengarme tras tú brillante idea de escaparte —admite cómo si fuese lo más lógico del universo mientras unta mantequilla en la tostada —Pero sabes Paola, solamente coloque el afrodisíaco en la botella del agua, yo jamás te obligue a rogarme, menos a que te humillaras de la forma en que lo hiciste —se burla y me hace sentir avergonzada —Nunca antes había usado ese tipo de sustancias, de hecho me lo aconsejó un amigo que lo utiliza para sus conquistas. Según lo que me ha contado lo usa para tener el control de las mujeres y hacer lo que quiera a su antojo. Sin embargo, tu ayer parecías un lobo listo para brincar sobre mí —comenta con tranquilidad mientras sigue comiendo de mis tostadas

El calor en mis mejillas es tan inmenso que creo que explotaré en cualquier momento, no puedo siquiera sacar la vista del suelo. No digo nada al respecto, y con la vista aún en el suelo comienzo a caminar con dirección a la salida

—Pero llevas razón en una cosa Paola —escucho a mis espaldas cuando estoy por salir de la cocina, así que me detengo —No siempre tomo las decisiones correctas, no analicé bien la situación y mis ideas. Ahora me arrepiento de ello —lo último lo dice más para sí mismo, aun así lo escucho y tras hacerlo salgo de la cocina

¿Qué diablos habrá querido decir con eso?




LietyDG
2022*

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top