2: PROBLEMS


Las gotas de lluvia colisionaban con el pavimento ocasionando un ruido extravagante, los bellos de mis brazos se me erizaron del frío y las gotas de mi cabello comenzaron de descender deslizándose lentamente por mi erizada piel. El ambiente se sentía bastante incómodo, Paquita me seguía observando con censura, y el conserje, se veía bastante incómodo y apenado, cuando lo cierto es que debería ser yo la apenada. Por mi parte, me sentía bastante fuera de lugar, además de saturada y agobiada por el estilo de vida tan cochambrero que estaba arraigando.

—Mm, Paquita, ella es Paola, una huésped más de este edificio desde hace bastante tiempo —explicó el muchacho removiéndose con la misma incomodidad.

La señora que se dedicaba a mirar hacia las puertas "automáticas" mientras el conserje le explicaba dirigió la vista nuevamente hacia a mí, y esta vez me analizó con más discernimiento, para seguido regalarme un atisbo de desdén que no pasó desaparecido para nadie, ni siquiera para el cachorro que antes se encontraba en el suelo y ahora reposaba en sus brazos.

—Olvida eso —le dije al conserje revirando los ojos. En serio estaba muy cansada, y la poca energía que tenía no la iba a desperdiciar con una anciana prejuiciosa y chapada a la antigua

—¿Puedes avanzar sola? —me preguntó al verme caminar rumbo a las escaleras. Ya lo había dado todo por dicho, y por lo tanto, me iría a mi departamento para descansar las pocas horas que me quedaban antes de regresar al trabajo

—Por supuesto —respondí precipitada apoyándome a la pared.

Lo que sucedió fue que terminé cayendo al suelo ya que dicha pared no existía. Una risa chocarrera salió de mis labios, lo que me demostraba que el alcohol comenzaba a hacer de las suyas en mi organismo. El conserje corrió rápidamente en mi dirección a la vez que Paquita bufaba y negaba con la cabeza obviamente en reproche

—Cuidado Paola —me habló el chico más cerca de lo normal. Reí una vez más y alcé mi cabeza para verle mejor. Me encontraba sentada en el suelo viendo hacia arriba con las piernas abiertas; a unos pocos centímetros se encontraba la cara del chico, ese que me miraba con mucha preocupación mientras que yo le acariciaba el cabello que caía sobre su frente

—Es muy suave —le dije y volví a reír. Las palabras salieron de mis labios con mucha más lentitud de lo común, y pude presenciar como sus mejillas tomaron un colorcito carmesí que se me hizo muy chistoso

—Voy a levantarte —me comunicó y yo negué con la cabeza

—Está borracha como una perra —soltó Paquita con desdén, y se marchó bastante disgustada

—Es una bru.. ja— murmure y el chico comenzó a reír

—Eres mucho más divertida cuando estas ebria —sus dientes se asomaron  a la vez que sus ojos se achinaban

—Soy muy sincera —y supongo que de ahí para allá perdí el juicio, pues no recuerdo nada más

×××

El sonido impertinente de un inserto me sacó de mi sueño. Abrí un ojo y luego el otro, y sobre mi pululaba un abejón que me hizo pegar un brinco. No caí al suelo porque una mano que se encontraba aferrada a mi cintura me sujetaba con mucha responsabilidad

Espera, ¿he dicho una mano?

Me giré bastante intrigada y el grito que di fue tan alto que saqué al chico de sus sueños al mismo tiempo que me caí al suelo del susto

—¿Estas bien? —me preguntó alertado. Rápidamente se sentó sobre la pequeña cama personal donde ambos nos encontrábamos durmiendo y me tendió su mano, mano que no agarré

—¿Qué haces aquí? — le pregunté arrastrándome por el suelo, alejándome de él

—Querrás decir, que haces tú aquí —corrigió con algo de diversión.

No sé qué le hacía tanta gracia, nada de esto se me hacía gracioso

Miré a mis lados y me encontré fuera de mi casa, las paredes llevaban un color marrón bastante descascarado, la lámpara del techo prácticamente era de color negro debido a la cantidad de puntos negros que tenía, eso gracia a las moscas que hacían de las suyas allí

—¿Tu y yo..? —le pregunté aterrada y él sonrió abiertamente y asintió con la cabeza

¿Esto era en serio?

—¡¿Te has aprovechado de mí?! — grité molesta levantándome del suelo, gracias a dios no llevaba los tacones o fácilmente me hubiera torcido un pie

—No, no. Solo fueron unos besos —explicó precipitado levantándose de la cama

—¿Unos? ¿Cuántos con exactitud? —exigí saber

—Fueron tres —contó apenado

—¡Tres besos!. Que decepción —le miré con asco —Se supone que eres mi amigo, pensé que si me llegaba a suceder algo tú me ayudarías, no que te aprovecharías de mí. ¿Es ese tu trabajo? ¿Aprovecharte de los huéspedes borrachos?

El conserje bajó la cabeza avergonzado y murmuró una disculpa que solo me enfureció más

—Qué asco siento de ti —le dije —Te.. —no pude terminar de hablar, un mareo muy fuerte me invadió y di tres pasos hacia detrás perdiendo el control de mis piernas. Casi que caí al suelo, solo que esta vez una pared que se hallaba allí impidió que llegara al suelo

—Paola, ¿estás bien? —preguntó preocupado caminando hacia mi

—¡No te acerques! —grité

—Lo siento Paola, no era mi intención que esto sucediera. Tú estabas fuera de control, y yo no pude seguir negándome. No querías ir a tu departamento, tampoco que te levantará del suelo. Me costó muchísimo trabajo traer...

—Espera — alcé una mano haciéndolo callar —¿Me estás diciendo que fui yo quien se lanzó hacia ti? —pregunté y el asintió con lentitud

—Vamos, deja que te ayude. Olvidemos esto por favor, Paola, no quiero perderte —el arrepentimiento era visible en sus ojos. Volvió a dar un paso hacia mí y volví a alzar mi mano para detenerlo

—Detente —exigí —Me iré ahora. No me sigas —le advertí y salí casi que corriendo de la pequeña portería

Me recibió un aire bastante frío nada más que salí de allí. Por el margen que quedaba entre cada una de las puertas "automáticas" entraba un fuerte viento que hacía un ruido áspero al colarse por dicha entrada. Aún seguía lloviendo fuera, y de vez en cuando se colaban las gotas de agua.

Me acaricie los brazos tratando de darme calor, y me percaté que llevaba una prenda que no era mía. Era un pulóver blanco que me llegaba hasta las rodillas, y bajo este mi vestido engurruñado y húmedo.

Corrí escaleras arriba y no me detuve hasta llegar a mi departamento, saqué la llave de debajo de la alfombra y abrí la puerta de mi casa. El piso estaba frío y pegajoso, además de húmedo. Cerré las dos ventanas de la pequeña sala que estaban abiertas y fui al baño para orinar.

Al parecer la mala suerte estaba de mi lado

—¡Ahhh! —grité aterrada al abrir la puerta del baño y hacer contacto directo con la cantidad de agua que salió desparramada, y que además, me empapó por completo.

—Cuidado, ¿estás bien? —unos brazos me dieron cobijo mientras yo temblaba del frío —Si sigues así agarrarás una bronconeumonía —habló con preocupación y me guio hasta el mueble donde me senté

—Gracias —murmuré aun temblando. El agua estaba tan fría que ni siquiera sentía mis dedos

—Bajaré a la portería a por algunos materiales para arreglar todo esto. Si quieres, mientras, cámbiate de ropa, esa está demasiado mojada.

Asentí con la cabeza aunque él no me vio, pues ya estaba de espaldas a mí caminando a la salida. Salió y cerró la puerta tras de él, entonces tal como dijo, salí corriendo al cuarto a por algo seco. Agarré unos pantalones largos y un polóver tres tallas más grande, tenía muchísimo frío. El conserje llegó unos minutos después, traía un carrito con bastantes municiones; me hizo una seña de que subiera las piernas al mueble y así lo hice. Salió con dirección al baño donde cerró el grifo y luego lo vi agarrar un palo de trapear.

Comenzó a moverse de aquí para allá con mucha rapidez, a la vez que el agua abandonaba mi departamento. Llegó un momento en que verlo repetir su acción una y otra vez me cansó, y de pestañear y pestañear, quedé rendida.

No tengo idea de cuantas horas acontecieron luego de eso, solo sé que el olor a tortilla recién hecha me sacó del sueño. Mis instintos se alertaron y aún media dormida comencé a caminar rumbo al sabroso olor

—Eh preparado el desayuno, espero no te moleste —anunció colocando la tortilla en el plato que relucía de lo blanco que estaba

Espera

Salí de los efectos drogadictos de la comida y le eché un vistazo a la casa. Estaba irreconocible, todo brillaba; el suelo, los platos, y los pocos adornos que tenía. Lo mismo sucedió cuando abrí la puerta del baño, y al llegar a la habitación casi que me caigo para atrás. Todo estaba recogido y limpio, TODO

—¿Cuantas horas han..

—Cuatro horas con treinta minutos —me interrumpió mientras colocaba el plato sobre la mesa

—Este no es tu trabajo, ¿Porque lo has hecho? —pregunté incrédula

—Es mi forma de pedirte disculpas por lo que sucedió, yo de verdad..

—Estas perdonado — le dije y rápidamente me senté a la mesa. Él sonrió feliz y soltó un suspiro de alivio

—Gracias Paola, juro que..  no volverá a ocurrir

—Eso espero —respondí y coloqué la tortilla dentro del pan para darle un mordisco

—Tenlo por seguro. Diablos, casi me olvido del batido —salió corriendo a la cocina y en pocos segundos regresó con un vaso lleno de batido de chocolate

—Gracias —me sentía tan feliz de comer que casi me dieron ganas de llorar. No recuerdo hace cuánto tiempo no comía nada

—Tu ropa la he lavado y ahora esta tendida en los tendederos

—Dios, ¿en serio hiciste eso? —me sorprendí drásticamente, pues la ropa era muchísima

—Ya sabes lo que dicen, si vas a hacer algo, hazlo bien —contó y reí con la boca llena

Una vez terminé de desayunar, Richard, quien me estuvo repitiendo su nombre una y otra vez hasta que me lo aprendí, lavo los platos en lo que yo tomaba una ducha rápida y me colocaba ropa

—Gracias por todo, Richard —agradecí y dejé un beso en su mejilla para salir corriendo de casa, y tras quitarle la cadena a la moto salí del edificio

Llegué al trabajo bien tempranito, así que aproveché para buscar las viejas libretas de contactos de mi madre. Dicen que quien tiene un amigo tiene un central, y de esos mi madre tenía muchos. En un cajón añejo, que estaba recubierto de telarañas, y que se encontraba escondido bajo la mesa del cuarto de desahogo, habían tres libretas que gracias a dios tenían bastantes contactos

—Uno de estos debe de servir —alegué ilusionada y llevé las tres libretas conmigo para comenzar con la búsqueda de mi nuevo socio.

Me senté tras la vitrina, y comencé a marcar número por número.

—Hola —respondieron por el otro lado de la línea

—Hola —salude emocionada obviando que este era el décimo quinto número al que llamaba, y a los que todos respondían alegando no tener ningún interés en ser mi socio, o brindarme ayuda

—¿Qué quieres? —preguntó con cansancio. Me pareció una tremenda falta de respeto, pues ni siquiera sabe quién habla para tratarme en ese tono

—Soy Paola, y me encantaría hacer negocios contigo, es decir, que seas mi socio. Tengo una tienda y.. —sentí un pitillo del otro lado —¿Hola? —inquiero sólo para confirmar verdaderamente me han colgado el teléfono en la cara, y sí, lo han hecho

» —Genial, ya con este son ocho que me dejan hablando sola —murmuro frustrada y cuelgo la llamada

Tengo que reconocer que los contactos de mi madre tienen muy malas pulgas, al igual que ella, pero bueno. Quizás si dijera que soy su hija el trato fuese diferente, pero como no quiero conseguir nada por ella, a pesar de estar en su tienda, y estar acudiendo a sus amistades. Sí, lo sé, es mucho descaro el mío, pero por primera vez quiero sentir que puedo hacer algo por mí, y no valerme por ser hija de alguien

—Bueno, vamos con el próximo —murmure mientras le pasaba una raya roja al número que recién había marcado, así como había hecho también con los anteriores veintidós

—Buenos días —llamaron a la puerta cuando estaba por marcar al próximo contacto, así que dejé todo sobre la vitrina y corrí a la puerta para atender al cliente que tocaba con bastante insistencia

—Hola, muy buenos días —saludé rápidamente a las dos mujeres y el hombre que se encontraban del otro lado de la puerta —Ahora mismo no tenemos productos para mostrar, pero pueden pasarse la próxima semana, les prometo que tendré muchas cosas para ofertar —me tomé el atrevimiento de dar por hecho algo que se veía bastante lejos de mis posibilidades, pero ellos eran clientes, y yo no estaba en condiciones de perderlos. De hecho, no podía perder a nadie

—Vengan pasen —incita una de las mujeres a la pareja que me miraba confundida. La chica llevaba un uniforme azul tupido de blusa mangas largas y pantalón tobillero —El lugar como les dije está en muy buenas condiciones, un poco viejo y abandonado, pero nada más —explicó y pasó junto a mi lado adentrándose en mi tienda

—¿Disculpa? —hablé ofendida a lo que ella respondió revirando los ojos, y dándome una mirada de cansancio

—Pasen —se refirió a la pareja, y ellos claramente que le hicieron caso. Así que los tres me pasaron por arlado y comenzaron a recorrer la tienda sin mi autorización

Quedé viéndolos con la boca abierta, mientras que la mujer les daba el tour y explicaba no sé qué mierda de la estructura de mi tienda. Juro que nunca había visto a unas personas tan faltas de respeto y atrevidas

—Bueno, ¡Ya está bien! —protesté cuando me cansé de ser un fantasma en mi tienda —¿Quién se creen que son para pasearse por aquí sin mi permiso?

—Soy la urbanista del banco, y le estoy mostrando el lugar a los nuevos clientes —me explicó con mucha calma, aunque era más un tono irónico que otra cosa

—¿Mostrando qué? Este lugar no está a la venta —aclaré

—Paola —sonrió con suficiencia —Debes más de un año al banco, este lugar en cuestión de días será incautado, así que no interrumpas y sigue haciendo... —le echó una corta mirada al lugar, y al no encontrar nada curvó sus labios hacia abajo —sigue en nada —sonrió a boca cerrada y hizo un ademán con su mano a la pareja para que le siguieran

Estos desde luego, le hicieron caso

—¡No me interesa! —grité haciendo que los tres pegaran un brinco, ninguno esperaba que reaccionara así. Eso es porque obviamente no me conocen —Este lugar es mio, está a mi nombre y por lo tanto me pertenece —aclaré por si alguno de los tres tenía dudas —Largo de aquí —exigí señalando hacia la puerta

—No nos habían dicho que el lugar tuviera dueña —le comentó la mujer a la desgraciada del banco. Ella lució incomoda, y se removió en sus zapatos de tacón bajo

—Paola, cariño —sonrió sin deseo alguno. Obviamente no tenía motivos para reír, esto era actuación —No te conviene.. —intento amenazarme, su tono intimidante lo aclaraba

—¡Fuera todos! —grité más alto y la mujer agarró a su esposo de la mano para salir casi que corriendo de la tienda

—Esto te saldrá caro —me advirtió y seguido salió para tratar de recuperar a sus clientes

—¡Loca! —le grité parada en la puerta, atrayendo desde luego la mirada de todos los que pasaban por delante de la tienda y los que se encontraban en el negocio de arlado.

Nada de eso me interesó

Le pegué un tirón fuertísimo a la puerta, y así de alterada volví a mi asiento para seguir en lo que estaba

Quizás no debí haber tirado la puerta con tanta fuerza

La teja que había puesto con tanto trabajo el día anterior se calló a la acera, y al llegar allí colisionó con el buzón partiéndolo a la mitad, y por lo mismo, haciendo que cayera a la tienda. Pero no solo eso. El otro lado de la teja, una de las esquinas, quedó arraz con el cristal, provocando un rayón grueso; y tumbando la pegatina de la misma

Quise gritar, jalarme el cabello de los nervios y lanzarlo todo al suelo. Luego me pregunté ¿Todo qué Paola?. Me "relajé", y tras montarme a la moto salí echando pestes de ahí.

Dios, era demasiado

—Paola, ¡linda! —me gritan y giro la cabeza para ver quien me reclama —Ven, siéntate con nosotras — me dice mientras zarandea su mano en el aire para llamar mi atención. A su lado, las otras dos chicas que le acompañan sonríen y saludan con menos efusividad, pero igual de emocionadas

¡Diablos!

Finjo la mejor sonrisa que puedo y doblo para llegar a ellas. Esto era lo que me faltaba.

Las tres están en un negocio a unas diez cuadras de mi tienda, un negocio muy caro y próspero, como todos los de esta zona con excepción de mi tienda

—Al fin te dejas ver el pelo —me dice y mantengo la sonrisa fingida del principio. Es más fácil sonreír que tener que lidiar con ellas

—Mírate —habla Cheila mientras agarra su copa —estas muy.. —se queda sin palabras al alzar su cabeza y verme la pinta. Es evidente que hablaba por hablar, pero al contemplarme, no puede mentir y decir que me veo bien. Y está bien, en verdad no luzco nada bien

—Valiente —completa Yencely mostrándome la silla para que tome asiento. De las tres siempre ha sido la que da el primer paso, ya saben, la que cree ser la líder y jefa de todas.

—Mm, sí, he estado muy ocupada —comento mientras tomo asiento junto a ellas —¿Y ustedes qué?

—Bien, justo hoy..

—Si, justo hoy sacamos boletos para viajar — Yencely interrumpe a Cheila que con mucha emoción me quería contar lo que ella reveló.

¿Ya les dije que se cree la jefa?

—Valla, que bien. Un viaje —comento fingiendo que me interesa el asunto

—Si linda, ¿Porque no te vienes con nosotras?. Será un viaje maravilloso —propone Yencely

—Ni muerta —murmuro muy bajito

—¿Que dices? — pregunta al no entender lo que he dicho

Aquí vamos

—Ah, que no puedo. — respondo con lamento fingido —Es que ya tengo boletos para viajar dentro de unos días. Ya saben —miro a todas mientras vierto un poco de champán en la copa —el negocio va muy bien y bueno, he decidido tomar unas vacaciones. Es que... esto de ser imprescindible es muy agotador —finjo cansancio dejando mi muñeca sobre mi frente

—Me imagino —comenta la tonta de Cheila tragándose mis mentiras. De las tres, ella siempre ha sido la las despistada, y también lo más parecido a un ser humano

—Si sí, es demasiado cansado —sigo mintiendo. Por esta razón dejé de reunirme con las chicas.

A Yencely, Cheila y Valeria las conocí en la preparatoria, en mi etapa de la adolescencia. Las cuatro cursábamos en la misma institución al ser hijas de personas de alto estatus. Éramos inseparables, y tengo que admitirlo, también éramos insoportables; claro que en esos tiempos no entendíamos eso, al menos yo no, ellas tienen pinta de no pensarlo ni haberlo pensado nunca. En esa época nos creíamos lo más, geniales, maravillosas, espléndidas. Pero cuando mi fortuna, es decir, la de mi madre, se desapareció, me alejé de ellas poco a poco. Siempre nos hemos llamado amigas, pero en verdad nunca hemos sido nuestra de ello. O quizás sí, pero ese tipo de amigas dañinas ¿saben?. Yo lo interpreto así porque a pesar de nunca haber tenido una amiga de verdad, lo que creo y veo en las películas es que las amigas siempre están para uno, apoyándose y consoládose si es necesario; y nosotras nunca hicimos eso. Cuando nos reuníamos era para contar lo que habíamos comprado, para especular de lo que teníamos y aparentar ser la mejor.

El mejor teléfono, el mejor auto, los mejores zapatos..

No creo que eso sea amistad

Por eso es que ni siquiera les llamo, las evito y hago todo lo posible para no verles.

Si hubiera sabido que iban a estar aquí, me hubiera pasado por otra calle

—Me parece genial, espero que nos envíes fotos de tu viaje —me dice Valeria que hasta ahora solo bebía de su copa y escuchaba

—Por supuesto

—Bien, nosotras haremos lo mismo —responde y yo asiento

A pesar de no tener ganas de verlas no puedo desaprovechar almorzar junto a ellas. El lugar es lujoso, y la comida es muy sabrosa. Muchos recuerdos inundan mi mente mientras Yencely especula del bolígrafo con micrófono que compró para espiar a su esposo, Cheila y Valeria le escuchan con fascinación mientras que yo engullo todo lo que tengo en el plato.

La comida gratis sabe mejor de lo que pudiera llegar a imaginar

Y así paso el resto de la tarde y parte de la noche, bebiendo y bebiendo copas de champaña

—Y al final lo hicimos en un parque —termina de contar Cheila y todas reímos. Desde la tarde vengo escuchando anécdotas, pero sólo las de Cheila me han hecho gracia. Y indiscutiblemente está en la que cuenta que luego de asistir con su esposo al psicólogo y ser aconsejados de experimentar para revivir la llama de la relación, tuvieron sexo al aire libre en un parque para bebés, es la que merece un premio Oscar. Además de la buena champaña que estoy tomando

Si luego de un mal día, estas tres me han caído como anillo al dedo

—¡Bravo perra! —aúlla Yencely y las cuatro sonreímos —esto merece una celebración

—¡Si! —grita Valeria bebiéndose el último sorbo de su copa

—¿Pedimos otra botella?

—Dios, no creo que soporte una copa más —comenta Cheila y sonríe bobalicona

—Vamos, una última —le embulla Yencely

—¿Cuantas han sido ya? —inquiere Cheila

—¿Siete? —pregunto con dudas

—Que va, han sido ocho

—Yo creo que han sido nueve

—Eso mismo, ¡vamos a por la diez! —asegura Yencely y le hace una seña al camarero para que se nos acerque

—Genial —murmuro. La tarde ha sido genial junto a ellas, no por sus cuentos o algo parecido, sino por la bebida y la comida

—Por esta Zorra —Yencely propone un brindis y rápidamente nos unimos. Alzamos nuestras copas y seguido llevo la mía a mis labios para ingerir la champaña. Es increíble sentir como las burbujas pasan por mi garganta, lo bien que me sienta y lo mucho que me relaja

—Salud —digo cuando bebo de la copa y sonreímos

—Bueno Pao, entonces te va muy bien en tu negocio —me comenta Yencely

—Mg, muy, muy bien —exagero como de costumbre

—Me alegro —sonríe falsa y le devuelvo la misma sonrisa

—Mañana es nuestro viaje, deberíamos marcharnos ya —comenta Valeria moviendo la botella que recién nos hemos terminado

—Es verdad —le apoya Cheila

—Sí, si —Yencely le hace una seña al camarero para que traiga la cuenta —La hemos pasado muy bien Pao —me dice mientras se coloca el bolso al hombro

—Yo igual —respondo mientras ingiero uno de los chocolates que nos pedimos hace prácticamente dos horas

—Bueno, nos vemos otro día. —me tira dos besos y sonrío

—Okay —agarro mi bolso y también me lo pongo al hombro

—Espero con ansias las fotos de tu viaje —me dice Valeria luego de darme dos besos

—Las tendrás —aseguro

—Aquí la cuenta señoritas —el camarero llega junto a Yencely y le entrega la cuenta

—Mm, si —sonríe. No sé cómo puede hacerlo, estoy más que segura de que es una fortuna. Nos hemos bebido diez botellas de champaña, eso sin contar el almuerzo y los entremés. —Dáselo a ella precioso —le pide ella a la vez que acaricia el cabello del muchacho, y este con mucha discreción se aleja.

Casi me caigo para atrás al ver la cuenta. Mi boca se abre de la sorpresa y parpadeo desesperadamente mientras cuento los tres ceros que hay luego del número 750. No tengo ni un duro, ¿cómo diablos pagaré yo esa cuenta?

—Recuerda que la última fue por nuestra cuenta, esta vez va por la tuya —me dice recordándome nuestra última celebración. Esa donde me puse como una cabra, y fumé tanto que llegué a parecer una chimenea

—Cla.. claro —respondo prácticamente ahogada. Siento como me suben los nervios desde la punta de mi dedo gordo del pie hasta el último de mis cabellos rizados

—Bueno, supongo que ahora si nos vamos. —se despide con la mano —Y cielo, ahora que te irás de viaje espero que te tomes el tiempo de actualizar el guardarropas. Ya sabes, recuperar el sentido de la moda. Cariño, que eso sí que no lo puedes perder por nada en este mundo, ni por todo el trabajo del universo —me guiña un ojo y da media vuelta para salir del restaurante, tras de ella, Cheila y Valeria hacen lo mismo luego de despedirse con la mano

¡Malditas!

—Entonces, ¿pagará en efectivo o con tarjetas? —inquiere el muchacho a mi lado

—Mmm —vuelvo a mirar la cuenta y aprieto mis ojos con fuerza. ¡Diablos! ¿Porque todo me pasa a mí? —¿Aceptan motos? —pregunto en un hilo de voz viéndole de soslayo

—¿Es broma, no? —pregunta divertido y cae en seriedad al ver mi cara ofuscada y el cómo le doy la negativa

×××

—¡Diablos! —salgo echando humo de aquel restaurante casi a las doce de la noche, luego de haber tenido que lavar platos, copas, cubiertos ¡y una mierda! Eso ni siquiera lo hago en mi casa. Pero eso no es todo, no, ¡claro que no!. Tuve que entregar mi moto a causa de la estúpida deuda, era eso o salir esposada de aquel lugar.

Fue horrible

El chico luego de que le pregunté si podía pagar con mi scooter llamó al gerente del lugar. Los comensales uno a uno se fueron percatando de lo que sucedía, de que no tenía un puto dólar para pagar, de que era una pobre desdichada.

Pasé tanta vergüenza. Tanta exposición, tantas miradas de desaprobación, de lástima, de pena. Las odio. Odio despertar pena en los demás

La fría brisa una vez más me recibió, ¿y cómo no? Eran las tantas de la madrugada. El cabello se me removía con mucha fuerza, tanta que de vez en cuando me nublaba la visión al caer delante de mis ojos.

Mis pies llevaban el control de mí, yo de ellos no. Caminar se me hacía pesado, sobre todo por la cantidad de alcohol que había ingerido. Llegué a no sé dónde, un lugar que nunca antes había visto, o al menos no que recuerde. Abrí mi bolso y saqué un puro, lo prendí y di una calada larga mientras me sentaba en la corteza de un árbol que se encontraba en el suelo, a la orilla de una pequeña laguna. A unos metros más lejos, se encontraba un puente de color blanco rodeado de flores y ramas que adornaban su estructura.

Las lágrimas salieron de mis ojos desprovistas, desparramadas, a gran velocidad y con mucha fuerza. El pecho se me comprimió del dolor, y la aflicción era tanta, que mi llanto se escuchaba en todo mi entorno

Sentí unas pisadas que hacían crujir las hojas secas que habían a mí alrededor. Una sombra de pronto me cubrió, y seguido, aprecio un cuerpo a mi lado

—Me siento tan mal —dejé escapar sin poder soportarlo más. Mi vida era una mierda, una basura, no valía un céntimo.

Lloré aún con más fuerza, con más dolor, con más sentimientos

Debía estar asustada al exponerme a esas altas horas de la madrugada, más en compañía de un tipejo que no conocía de nada

Pero ahí estaba yo, dándole conversación porque las emociones me podían, eran en definitivas, más fuertes que yo

—¿Puedo? —inquirió y asentí aún en el llanto

Sus brazos me rodearon, y jalaron de mí haciéndome recostar en su pecho.

—No llores, anda —pidió y secó mis lágrimas para seguido acariciarme el cabello que se encontraba rebelde a causa del viento

—Gracias —murmure en un susurro

—No me las des — y apretó de mí con más fuerza, ayudándome a lidiar con mi dolor

Se sentía tan bien estar entre sus brazos pese a ser un desconocido. Sus brazos me brindaban respaldo, calor, se sentía genial. Hacía mucho tiempo que nadie me abrazaba, que nadie mostraba interés en mí, ni mostraba preocupación, con excepción de Richard, pero con el es diferente, pues me conoce desde hace muchos años.

Allí quedé junto a ese desconocido. Acompañados de la luz de la luna que se reflejaba en la laguna frente a nosotros, del ruido de los grillos que hacían al cantar, y la fornida brisa que nos acedía, así como las hojas secas que de vez en vez se removían formando un remolino, y tras todo eso, el silencio, el hermoso silencio de la madrugada

×××
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