El Último Juego


Buenas tardes. Ahora les traigo este capítulo que es posible tenga continuación. De ser así, me lo llevaré de aquí para darle su propio espacio.

Sean bienvenidos.

- EL Último Juego -

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Y cuando despertó, Spinel aún estaba allí. Roncando a pierna suelta como aquella que no ha dormido jamás.

-Me pregunto si habrá dormido alguna vez antes. - Pensó Steven mientras observaba a través de la ventana, aquel cielo profundo y negro que, con sus estrellas, escribía el pasaporte a un mañana incierto.

Abrazado a él estaba la gema arlequín. Enrollada a dos vueltas de brazos sobre su torso, una pierna que de igual forma daba dos giros sobre la pierna de Steven, y su cabeza apoyada en el pecho del joven, totalmente inconsciente; presa de un sueño que nunca se había permitido sentir en su tan larga vida.

"Las gemas son extrañas", meditaba el chico. Tras el paso de los milenios, civilizaciones humanas cayeron y se levantaron. Cometas cruzaron el umbral del espacio una y otra vez mientras ellas, dispersas en el humo del tiempo, se mantuvieron casi incólumes.

Cambiaron tan poco que a penas parecían más maduras de lo que su físico aparentaba. Algunas llegaban incluso, a ser inmensamente inmaduras. Amatista era el gran ejemplo, aunque una vez que se encontró a sí misma, dejando sus complejos atrás; dio un cambio tan súbito que todas lo notaron. Ahora era una gema guía, un ejemplo a seguir para las demás.

También estaba Peridot, quien definitivamente nunca cambiaría ya que era parte de su forma de ser, así; explosiva y fresca. Steven sabía que era una de las cosas que más disfrutaba de las reuniones con la pequeña verde: su total falta de límites.

Luego, estaba Spinel. La gema que esa noche, dormía plácidamente a su lado.

La vio de reojo, pudo sentir la suave corriente del lento respirar de la gema; algo que era innecesario para ellas pero que su adaptación sistémica, ineludible e inevitable, les brindaba casi por default.

Spinel era más un evento súbito en su vida que alguien quien realmente conociera. Se podría decir definitivamente que no la conocía, pero su superficie, su yo externo, era demasiado estridente como para ignorarlo.

Steven sospechaba que algo no andaba bien en esa exagerada y extrovertida actitud; no lo terminaba de aceptar como parte de su carácter real. El hecho de que estuviera esa noche allí, con él, era un ejemplo de ello.

Se movió un poco para desentumirse y la gema no se dio por enterada, ella siguió siseando entre dientes su cansancio mientras sus rosados labios brillaban por la presencia de algo de saliva.

Lo que si sucedió es que no solo no lo liberó del abrazo, sino que, de hecho, se aferró más. Un comportamiento aprehensivo que Steven identificaba con fácilidad. Era el más puro sentimiento de abandono.

Steven no se sentía incómodo como tal con aquella muestra de afecto, quería mucho a la gema a pesar de no tener tanto tiempo de conocerla. Era solo que todo se había dado muy súbitamente y ella pues, no tenía ningún tipo de límite para acercársele más allá de lo que cualquier otra gema hubiera hecho antes. De hecho, no había dormido así de cerca con ninguna a otra chica; con excepción de Connie aquella vez que se quedaron durmiendo en Homeworld, siendo casi prisioneros.

Todo había comenzado unos días atrás, en una innecesariamente fastuosa reunión con sus tías Yellow, Blue y White. Spinel, usando a las Diamantes como abogadas, le había pedido que le enseñase a dormir, ya que las Diamantes no sabían explicarle cómo debía hacerse de forma correcta. Alegaba que le habían dicho que era una forma de descansar de lo que uno vive diariamente y que quería probar. Agregó, además, que deseaba estar un tiempo con él. Siempre y cuando, claro, si Steven estaba de acuerdo.

La verdad es que el chico no estaba muy convencido. Hacía poco menos de dos años cuando había decidido abandonar ciudad playa para dedicarse a vivir una vida nueva, lejos de un ambiente que de falta de destino; estuvo a punto de matarlo.

Lejos de Beach City y lejos de su pasado, había encontrado refugio en una vida que, de común, le resultaba hermosa. Había trabajado de lavaplatos, de mesero, de vigilante y chofer en una ciudad distinta cada vez.

Había conocido personas, había aclarado las cosas con Connie; había entrado a un bar, había estado en una pelea. Las últimas tres cosas, pasaron el mismo día.

Sin embargo, ahora podía sonreír al sentir en cada nuevo amanecer, el sosiego de un mundo brillante.

Esa noche, por azares del destino, había acampado en los alrededores de un parque ecológico (Parque Chippewa decía el letrero); dormitando en el interior de una casa de campaña bastante grande que había adquirido cuando aprendió en el camino que dormir en el vehículo era sumamente incómodo. Fue de las pocas cosas en las que había pedido ayuda a su padre.

Al final, dentro de esa gran cabaña color verde militar, de 3 ventanas con mosquiteros y puerta de cierre, en esa noche fría al oeste de Minnesota y después de casi dos años; no estaba solo.

"Solo quiero saber que se siente dormir, Steven. Las Diamantes intentan decirme, pero no logro conseguirlo."

"Spinel, yo realmente quisiera que vinieras conmigo, pero..."

-No pude terminar la frase- Pensaba Steven.- Spinel sabía que la rechazaría y todo su cuerpo se encargó de decírmelo. Sus coletas se bajaron, sus labios se hicieron chiquitos y sus ojos un poco mas grandes. Lo curioso es que pude distinguir que no lo hacía para convencerme de forma cómica como en otras ocasiones. Realmente la sentí como si esperase lo peor en mi respuesta.-

*Suspiro*

"Está bien, Spinel. Puedes quedarte. " -Le dije justo ayer.-

Hoy, ella seguía profundamente dormida. Al final, Steven no había podido negarse frente al beneplácito de las Diamantes. Un poco de compañía tampoco le caería mal, solo era enseñarle a dormir a la gema arlequín y al parecer, lo había logrado con éxito.

"Solo cierra los ojos, quédate quietecita y regula tu respiración."

Era como la receta para preparar limonada, pero ella lo había seguido al pie de la letra con mucha devoción. Al poco tiempo, sin embargo, comenzó a dar vueltas en su cobertor, hasta que la noté viéndome seriamente.

"Con los ojos abiertos no se duerme, Spinel." -Le dije.-

"¿Te puedo abrazar? Blue dice que así se duerme mejor." -Me respondió.-

Los buenos consejos de la tía Blue.

A Steven le llamaba la atención que las diamantes lo hubieran contactado tan pronto lo quisieron; sospechaba que había alguna forma de rastrearlo y eso le molestaba; pero no se mataría la cabeza esa noche. Sabía que, si se ponía lo suficientemente firme, podría sacarles la verdad a sus tías. Le incomodaba que le guardasen secretos.

Spinel se movió. El chico sintió los brazos que lo aprisionaban moverse hacia adelante y hacia atrás. La delgada pierna igual se movió un poco haciéndole cosquillas.

Steven no pudo evitar acariciarle la cabeza para adormilarle de nuevo y la gema comenzó a hacer ruidos ininteligibles. Steven sonrió. Spinel era todo un caso; aun dormida no podía negar su naturaleza como gema; para roncar habría la boca como una gran luna llena, hablaba entre sueños como si peleara con alguien o estuviera diciendo un discurso y, justo ahora que le acariciaba la cabeza, movía la boca como si estuviese saboreando algo mientras apurruñaba los ojos y murmuraba quien sabe qué.

A él le causaba ternura. Toda su esencia era como si de una vieja caricatura se tratase; especialmente con sus exageraciones para todo: miedo, sorpresa, afecto y, también, su enfado. La recordaba muy bien en su modo psicótico, cuando se vio obligado a luchar con ella.

Ella que justo ahora no lo soltaba para nada.

Volvió a acariciar su cabeza paseando su mano de un lado a otro, de pronto, topó con una de sus dos coletas. Se detuvo un momento y, sintiéndose atrevido, subió su mano siguiendo aquel pequeño geiser de cabello rojo vino hasta llegar a la punta. Recordó que, de primera instancia, sus coletas eran corazones.

Entonces, casi sin querer, notó que en la base del cabello, allí donde debería haber un amarre, no había liga, pasador, ni pinza que sostuviera el peinado: cada coleta nacía directamente del cabello en la cabeza; como si fueran dos cosas diferentes.

La noche dejó de ser tranquila. Un espantoso frío le recorrió la espalda.

-Mi mama hizo contigo, literalmente, una muñeca.- Un remordimiento le golpeó el pecho, así como una sensación sumamente incómoda. De refilón le vino nuevamente un pensamiento nauseabundo que trataba de no mirar jamás: las Diamantes hicieron gemas para cubrir sus necesidades, o sus caprichos. Herramientas con vida... paredes... columnas... juguetes.

Un juguete.

Una muñeca con alma.

Un "mejor amigo".

Un esclavo del sentir.

Toda la estridencia de Spinel, su risa, su destello, su explosión; le pareció de pronto siniestra.

-Spinel es esclava de sí misma -Pensó.- De la programación enferma que deseaba Pink Diamond, solo por el hecho de estar aburrida.- Acarició el rojo cabello de la coleta con más intensidad.

-Hicieron un juguete vivo de ti, Spinel... - Steven apretó los dientes. No era un tema nuevo en que pensar, lo había dejado de lado porque era algo que le enfermaba y Spinel, que esa noche estaba allí con él, durmiendo a placer, era una muestra viva de hasta donde llevaron sus deseos.

-Sus botines incluso, a veces chillan cuando camina.-

Por primera vez en la noche el chico pegó a la gema a sí mismo, presa de una culpa que le ahogaba. Spinel se despertó al sentir que la estrechaban.

-S-¿Steven?- Preguntó confundida.

-Spinel, yo...lo siento de verdad... de verdad, perdóname...- Decía el chico mientras dejaba caer su mentón en el hombro de la gema.

-Pe-pero, Sunshine... ¿Qué pasa? ...- Ella se desenredó totalmente para tomar con ambas manos la cara del chico. Vio su rostro, notó llanto.

-¡Steven!-

-Perdóname, Spinel.-

-Pero, ¿De qué? Steven, tu no me has hecho nada. – Y ella empezó a lagrimear sin saber por qué. - No llores por favor. Qui...¿Quieres que me vaya?, puedo llamar a las Diamantes y...-

-¡No!- Dijo el deteniéndose por fin, mirándola directamente. – No, quédate, no quiero que las llames. -Spinel vio en los ojos del chico un destello de furia. Sintió algo de miedo junto a su confusión.

-Antes, yo... debo hablar con ellas.- Steven cambio su semblante y volvió a ver a Spinel.

-Quédate conmigo un tiempo, por favor. ¿Podrías? -

Spinel le miró perpleja. De todo lo que podía esperar pasara esa noche, el que Steven le pidiera se quedara era lo último en su mente, ella sabía que apenas y si había aceptado se quedara esa noche. Pestañeó ruidosamente un par de veces (Si, ese ruido que hacen algunas caricaturas al pestañear cuando están confundidos).

-El tiempo que quieras, Sunshine. Yo soy muy feliz si estoy contigo. – Y ella sonrió nerviosamente. - Me siento muy bien aquí... contigo.-

Steven vio de cerca a la gema que tenía entre brazos mientras una batalla se libraba en su mente. No le abandonaba el hecho de que sentía que la gema respondía a alguna programación subconsciente, en su apego hacía él.

Y eso no se sentía bien.

Suspiro un poco saliendo de ese pensamiento, luego dijo...

-Spinel, entonces, ¿Aceptas? –

-Oh no lo sé... tengo tantas cosas que atender en HW que debería consultarlo con mi agenda. - Luego fingió hojear una libreta.- Si paso el peinado de Blue para el martes y el sauna con Yellow para el domingo...mmm... mmm...- Luego, de pronto, abrazó a Steven pegando su mejilla a la de él, frotándola.

-¡Pero por supuesto, Steven!-

Steven sintió un poco de calma y sonrió disfrutando la caricia.

-Yo... yo creí que no querías tenerme aquí...- Dijo la gema algo seria.

-Creo que nos hará bien.- Finalizó el chico. Spinel hizo una enorme sonrisa, no perdió tiempo y se volvió a enredar en él para colocarse de nueva cuenta en posición para dormir, volviendo a poner su cabeza, sobre su pecho.

-Gracias.- Dijo ella finalmente.

-No tienes que agradecer, Spinel.-

-No me has dicho por que llorabas... o por qué te disculpas conmigo, Sunshine.- Preguntó la gema con sincera preocupación.

-Yo, solo tuve un mal recuerdo. – Mintió el chico.- Será mejor que descansemos, mañana tenemos que llegar a la siguiente ciudad. Ya que vas a estar conmigo tendrás que aprender algunas cosas.-

Ella, dejando caerse en el recién descubierto mundo de los sueños y presa de una inmensa felicidad, solo alcanzó a asentir antes de dormirse profundamente, no sin antes decir algo entre labios.

Algo parecido a un "Te quiero"

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Buenas tardes a todos. Espero les haya agradado este capítulo que, como comente arriba, posiblemente tenga dos partes más.


Gracias por leer y tengan hermoso fin de semana.


Gendou -Buddie- Uribe

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