—Entonces, ¿Vives solo aquí desde inicios de año? —preguntó Isagi, mirándolo desde su lugar con la cabeza apoyada en el regazo de Rin.

—Sae se mudó junto a la cucaracha asquerosa en Navidad, mientras que yo estaba en Kanagawa para que mis padres dejaran de quejarse que no los visito nunca. —respondió con indiferencia, mientras que sus dedos jugaban de forma distraída con el cabello negro de Yoichi. —Cuando volví en año nuevo, ya no estaban sus cosas. Lo cual sabía pero aún así...

Rin dejó las palabras al aire, sin saber cómo expresar lo que pensaba en aquel momento...

—Supongo que debió ser muy extraño. Llegar y simplemente encontrarte solo. —comentó Isagi, con la aterradora habilidad que tenía para comprender aquello que los silencios del Itoshi otorgaban. —¿Por qué vinieron tú y Sae a Tokio? ¿Fue por la universidad?

—Sae no estudia en la universidad. Creo que el imbécil nunca ha pisado una.

—¿No?

—No, Sae es modelo. Para ser modelo, entrenas, estudias en academias, y todo eso pero no es una carrera universitaria tal cual. No es obligatorio tener una. —contestó con indiferencia. —Y ese idiota siempre ha sido malo en la escuela. Solo necesita una cara bonita. La cual tiene, según sus millones de seguidores en redes sociales.

—Yo también creo que tiene una cara bonita. —comentó Isagi con los ojos cerrados como si no fuera la gran cosa, los dedos en su cabello se detuvieron por un segundo. —Digo, él y tú tienen casi la misma cara. Indudablemente son muy guapos.

—¿Ah sí?

—Sí, tienen buena genética pero, estoy seguro de una cosa.

—¿De qué?

—Me quedé con el mejor hermano. —respondió, abriendo los ojos para sonreír de costado. —Tú mismo lo dijiste, Sae no tiene nada demasiado impresionante escondido...

—¿Y...?

—¿Y contigo? No tengo quejas. Después de todo, sabes bien como usarlo.

Isagi volvió a sonreír, sintiendo la vibración del cuerpo de Rin cuando este se rió en voz baja.