El Indio De La Cabaña.
Había un señor de raza indijena que vivía en una cabaña a las afueras de el pueblo. Era el lugar más apartado y oscuro que yo conocí, pues la vegetación era tan espesa que ni la luz del sol que en mi ciudad era bastante ardiente lograba penetrar en esos terrenos.
Chanes era un señor de unos cincuenta años, bebedor empedernido y que sobrevivía de vender hierbas medicinales que recogía en el bosque para luego vender en el mercado. Él no era un chamán ni curandero pero sabía bastante de hierbas curativas. Vivía con su esposa y tres hijas que le ayudaban a recoger la hierbas con las que se mantenían, aunque muy mal porque la mayor parte del tiempo se bebía todo el dinero y a su familia pasaban necesidades, también las maltrataba físicamente y abusaba sexualmente de ellas... Un día pasamos por un camino con mi mamá y vimos dos personas a lo lejos, ya estando cerca mi madre me tapó los ojos y me dijo que nos devolviéramos, yo tenía unos seis años y solo hice caso... Luego mi madre decía entre dientes — ¿como puede hacerle eso a su propia hija?.
Más tarde cuando era mayor me enteré que ese día mi mamá vio a el indio abusando de su hija pero le dio miedo acercarse porque el hombre era peligroso y siempre estaba con cuchillo y machete en mano.
Un día nos enteramos que su esposa lo abandonó junto con sus hijas, cosa que aplaudimos los que sabíamos la situación.
El viejo luego de eso se mantenía borracho en su cabaña, y por mucho tiempo nadie lo vio. Un día unos muchachos llevaron a caminar sus perros al campo, los animales luego de un rato de juego se perdieron en la espesura y al cabo de un rato los animales llegaron ruñendo huesos... uno de los muchachos le pareció raro que las estructuras oseas parecían humanas, cuando miraron bien se dieron cuenta que era un fémur y se fueron corriendo y avisaron a las autoridades. Cuando llegaron al lugar se dieron cuenta que el viejo chanes había fallecido. Su cuerpo yacía descompuesto en el suelo de su cabaña, no hubo quien reclamara su cuerpo en medicina legal y la cosa se olvidó al cabo de los años.
Nadie recordaba al viejo hasta un día que unos jóvenes fueron a acampar cerca de ese lugar. Hubo una lluvia torrencial cosa que hizo que los adolescentes se adentraran más en el bosque para que los arboles resguardaran sus carpas de las grandes goteras de agua y granizo que golpeaban sin piedad... Una luz de linterna hizo que los muchachos se sintieran a salvo y se escucho una voz entre la tormenta que los invitaba a seguirlo... Nadie lo pensó y corrieron tras la luz, creían que estarían a salvo, llegaron a una cabaña donde había un fogón de leña que ardía y daba un poco de luz a aquel lugar. El hombre que los invito a seguirlo ofreció un traste con una bebida caliente y todos tiritando del frío aceptaron gustosos. Poco a poco se acomodaron en el piso y las niñas se fueron durmiendo mientras sus compañeros varones perdieron la movilidad del cuerpo pero podían percibir algo desgarrador... El hombre que los había invitado, al pasar enfrente del fuego dejó ver su figura de cadáver, en algunas partes se veía carne desgarrada y huesos y un olor asqueroso se comenzó a desprender de aquel ser. Los muchachos se desmayaron al ver que la esquelética figura se acercaba a sus compañeras, las arañaba con sus falanges descubiertas y dando una especie de beso sin labios a las chicas parecía que sonreía todo el tiempo.
Al otro día despertaron en sus carpas sin poder dar explicación a lo sucedido, unos decían que había sido un sueño, otros pensaban que era producto del pánico colectivo, pero algo era cierto, las niñas aparecieron rasguñadas y nadie pudo dar crédito a lo relatado por los adolecentes, solo yo que conocí al viejo maldito chanés.
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