009. los tre- ¿cinco campeones?

Escuchar a la gente hablar del torneo se volvió una pesadilla para Evie, así que ella y Ruby evitaron e ignoraron a cualquiera que mencionara la palabra «cáliz». A pesar de eso, las dos chicas estaban muy ansiosas por que llegara el momento de saber quienes eran los tres campeones.

El banquete de Halloween les pareció mucho más largo de lo habitual. Todos (o la mayoría) querían que la cena acabara ya y que anunciaran quiénes habían quedado seleccionados como campeones. Por fin, los platos de oro volvieron a su estado original estado inmaculado. Se produjo cierto alboroto en el salón, que se cortó cuando Dumbleodre se puso de pie.

―Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión ―anunció Dumbledore―. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado, donde recibirá las primeras instrucciones.

Sacó la varita e hizo un amplio movimiento en el aire. De inmediato se apagaron casi todas las velas. Todo el lugar era alumbrado por el cáliz de fuego. Todo el mundo miraba el cáliz. Todos estaban expectantes por oír quienes serían los campeones.

Ruby tragó saliva sintiendo que algo muy malo iba a pasar.

De pronto, las llamas del cáliz se volvieron rojas y empezaron salir chispas. De pronto, brotó en el aire una lengua de fuego y arrojó un trozo de pergamino. Dumbledore cogió el trozo de pergamino y leyó:

―El campeón de Durmstrang es... ¡Viktor Krum!

Una tormenta de aplausos llenó el Gran Comedor y Krum se levantó y fue hacia donde Dumbledore había explicado.

―¡Bravo, Viktor! ―bramó Karkarov tan fuerte que todos lo oyeron―. ¡Sabía que serías tú!

Los aplausos cesaron y el cáliz arrojó un segundo papel.

―La campeona de Beauxbatons es... ¡Fleur Delacour!

―Así que la rubia molesta se llama Fleur Delacour ―susurró Ruby y nadie la escuchó por los aplausos―. Espero que pierda, sería una vergüenza para la gente rubia.

Cuando Fleur Delacour desapareció por la puerta y el silencio volvió a reinar.

―Veamos quién va a representar a Hogwarts ―canturreó Evie en voz baja.

―Esperemos que sea alguien... competente ―murmuró Ruby en voz baja también.

―El campeón de Hogwarts es... ¡Cedric Diggory!

Todos y cada uno de los estudiantes de Hufflepuff se levantaron y gritaron de emoción. Todas las miradas estaban en Cedric hasta que éste desapareció por la puerta.

―¿Crees que sea competente? ―le preguntó Ruby a Evie.

―Si sus habilidades mágicas son tan buenos como su aspecto entonces sí ―contestó Evie.

Ruby la miró sorprendida.

―¿Te gusta Diggory?

―No ―contestó Evie de inmediato―. No puedes negar que es guapo.

Sin quererlo, la mirada de Ruby se desvió hacia Harry por unos segundos. Por suerte Harry ni Evie se dieron cuenta.

―¡Estupendo! ―dijo Dumbledore en voz alta―. Bueno, ya tenemos a nuestros tres campeones. Estoy seguro de que puedo confiar en que ustedes, incluyendo a los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons, les darán a sus respectivos campeones todo el apoyo que puedan. Al animarlos, todos ustedes contribuirán de forma muy significativa a...

Dumbledore se cayó. Y con razón. Del cáliz salía fuego rojo en señal que iba a salir otro papelito. Nadie sabía que hacer hasta que Dumbledore agarró el papelito y su cara se puso pálida. Tal vez demasiado, y cuando leyó, cada palabra fue como una puñalada en el estómago para Ruby.

―Harry Potter y Ruby Stewart.

Los dos mencionados permanecieron sentados. Ruby de todos modos se levantó en el segundo llamado y miró a Harry en señal de «sígueme». Pero Harry no se movió así que Ruby agarró la mano de Harry y lo arrastró hacia Dumbledore. Podía oír a la gente murmurar.

―Bueno, crucen la puerta, Harry y Ruby ―dijo Dumbledore sin sonreír.

Harry apretó la mano de Ruby con nerviosismo. Los dos chicos salieron del Gran Comedor y entraron a una sala más pequeña. Al entrar, todas las miradas fueron a los dos chicos de 14 años y a sus manos juntas. Los tres campeones estaban junto a la chimenea y también se giraron a mirarlos.

―¿Qué pasa? ―preguntó Fleur, creyendo que habían entrado para dar un mensaje―. «Quieguen» que volvamos al «comeodog»?

Ruby rodó los ojos y movió la cabeza mientras en su cabeza se burlaba del acento de Fleur.

―¡Extraordinario! ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros... señorita ¿puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón y a la quinta campeona del Torneo de los tres magos.

Ruby no quería mirar a nadie porque sabía que los tres campeones la miraban.

―¡Oh, un chiste muy «divegtido», «señog» Bagman!

―No es un chiste, rubia tonta ―gruñó Ruby.

Fleur la miró mal pero no dijo nada.

―¿Un chiste? ¡No, no en absoluto! ¡Los nombres de Harry y Ruby acaban de salir del cáliz de fuego!

―«Pego» es evidente que ha sido un «egog» ―le dijo Fleur a Bagman con desdén―. Ellos no pueden «competig». Son demasiado jóvenes.

Harry sin saber porqué agarró la mano de Ruby y la chica pareció calmarse.

―Bueno... esto ha sido muy extraño ―reconoció Bagman.

Ruby se quedó mirando la pared, contando hasta mil para no golpear a Bagman y luego a la rubia tonta. Para la suerte de la quinta campeona, la puerta se abrió y entraron Dumbledore, Crouch, Karkarov, Madame Makime, McGonagall y Snape.

Ruby no sabía que hacer ni que pensar.

―¡Madame Maxime! ―dijo Fleur de inmediato―. ¡Dicen que estos niños también van a «competig».

Los ojos verdes de Ruby brillaron peligrosamente.

―¡Yo te mostraré como esta "niña" puede romperte los dientes de un solo golpe! ―espetó Ruby amenazadoramente―. Sé karate, te aviso ahora, rubia de bote.

―Señorita Stewart, contrólese ―dijo Snape.

―¿Que significa esto? ―preguntó Madame Maxime imperiosamente.

―Es lo mismo que quisiera saber yo, Dumbledore ―dijo Karkarov―. ¿Tres campeones en Hogwarts? No recuerdo que nadie me explicara que el colegio anfitrión tuviera derecho a tres campeones. ¿O es que no he leído las normas con el suficiente cuidado?

C'est impossible ―exclamó Madame Maxime―. «Hogwag» no puede «teneg» «tges» campeones. Es absolutamente injusto.

―Creíamos que tu raya de edad rechazaría a los aspirantes más jóvenes, Dumbledore ―añadió Karkarov―. De no ser así, habríamos traído una más amplia selección de candidatos.

―No es culpa de nadie más que Potter, Karkarov ―intervino Snape con voz melosa―. No hay que culpar a Dumbledore del empeño de Potter en quebrantar las normas. Desde que llegó aquí no ha hecho otra cosa que traspasar límites. Y en cuanto a Stewart, que se integró este año, todos saben que una problemática. Lo más seguro es que haya llegado acá tras ser expulsada de su anterior escuela.

Los ojos de Ruby brillaron tanto que Harry retrocedió.

―Primero, no soy problemática, los problemas me persiguen y aunque lo fuera podría ser problemática pero no soy suicida. Y respecto a mi escuela; mi pasado es mi problema. Y de todos modos no fui expulsada, lo que pasó para que yo llegara acá ¡NO ES DE SU INCUMBENCIA! ―terminó por gritar Ruby, mientras Harry la agarraba para que ella hiciera algo de lo que se fuera a arrepentir.

Dumbledore miró a Harry y luego a Ruby.

―¿Echaron su nombre en el cáliz de fuego? ―les preguntó Dumbledore con calma.

―No ―contestó Ruby con seguridad―. Y Harry tampoco.

Snape profirió una suave exclamación de incredulidad.

―¿Le pidieron a algún alumno mayor que echara sus nombres en el cáliz de fuego? ―preguntó Dumbledore ignorando a Snape.

―No ―contestó esta vez Harry―. Y Ruby no conoce a nadie de cursos mayores.

―¡Ah, «pog» supuesto que están mintiendo! ―gritó Madame Maxime.

―Ellos no pudieron cruzar la raya de edad ―dijo severamente McGonagall―. Supongo que todos estamos de acuerdo en ese punto...

―«Dumbledog» pudo «habeg» cometido algún «egog» ―replicó Madame Maxime.

―Por supuesto, eso es posible ―admitió Dumbledore.

Ruby se quedó mirando la pared sin escuchar nada. Sin darse cuenta sus ojos ya tenían lágrimas de furia y estrés. Se secó las lágrimas y gritó:

―¡SI VAN A SEGUIR DISCUTIENDO YO ME VOY!

Dicho eso salió del lugar a zancadas y cuando estuvo en un pasillo sola (le costó mucho más de lo que esperaba), se sentó en el suelo, apoyó su espalda en la pared y con sus brazos rodeó sus piernas y empezó a llorar.

―¿Ruby?

La rubia se sobresaltó al oír la voz de Harry.

―¿Al final que va a pasar? ―preguntó Ruby secándose las lágrimas mientras Harry se sentaba junto a ella.

Harry la miró.

―Vamos a competir los dos juntos ―informó―. O sea que sería como si fueran cuatro campeones. Oye, nunca te pregunté, ¿por qué te unes este año?

Ruby lo miró.

―Al morir mi primo, yo escapé de casa y llegué a un lugar llamado "campamento mestizo" que es para semidioses. Específicamente hijos de dioses griegos. Yo soy hija de Poseidón. Y llegué acá este año porque... realmente no sé porqué no había venido antes a Hogwarts ―confesó Ruby, mientras lágrimas caían por sus mejillas ante el recuerdo de su primo. ¿Me crees?

―Claro que te creo, es difícil de creer pero confío plenamente en ti. Además, ¿por qué mentirías con ese tema? Debe ser difícil para ti.

Harry tomó las manos de Ruby.

Lo que pasó después quedará en la memoria de ambos para toda la eternidad; se estaban besando. Ninguno de los dos había dado su primer beso así que no sabían que hacer, por lo que su beso no duró tanto.

―¿Qué fue eso? ―murmuró Ruby tocándose los labios.

―No sé ―se sinceró Harry.

Y en ese momento un huracán de emociones los llenó pero sin saber que los dos sentían lo mismo.

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