Capítulo 12

Miré extrañada una vez más la fotografía en mi mano y luego prácticamente me abalancé sobre la mesa por el mapa. El día había sido lento. No habíamos salido de la habitación, habíamos ordenado tanto el desayuno como el almuerzo. Klaus no lo mencionaba pero sabía que los dos jóvenes seguían allí, abajo, esperando. No me importaba si yo no tenía nada que ver y estaban aquí por él, el asunto seguía preocupándome de todos modos.

—Las marcas en negro son encuentros que tuvo mi hermano. ¿Verdad? —pregunté.

—Sí —dijo Klaus.

—Es decir que otros agentes con los que se reunió por algún motivo, sea cual sea. ¿Pero quién programó dónde se encontrarían?

—Según el archivo él.

Asentí para mi misma al confirmar lo que creía y anoté los nombres de las calles en mi block. No creía que Ethan simplemente hubiera escogido lugares al azar, aquel no era su estilo. Habíamos jugado con mapas varias veces, él solía darme direcciones donde había estado y si yo lograba descifrar el código oculto entonces recibía alguna recompensa. Tenía demasiada práctica con esto, era uno de mis juegos favoritos porque ese incluía que Ethan me contara de su rutina y lo que había hecho mientras yo estaba en el instituto o en alguna otra parte.

Me fijé en las siete calles anotadas y luego busqué entre los registros para escribir la fecha de cada encuentro al lado del lugar correspondiente. Volví a escribir los nombres de las calles, esta vez con un orden cronológico. Las leí, una y otra vez, y luego cada columna de letras. Nada interesante. Recogí mi cabello y mordisquee un poco el lápiz sin poder evitarlo. Había algo en el orden de las letras, en el modo en que cada palabra tenía exactamente la misma cantidad y alistadas formaban un perfecto rectángulo. Lucía bastante como uno de esos juegos de ingenio que se encuentran fácilmente en folletos de pasatiempos.

Lo comprendí entonces. Si lucía así era porque lo era. ¡Se trataba de Ethan! ¿Acaso él no había hecho algo similar en una ocasión? La primera vez no lo había entendido, él me había explicado el truco al final. Luego había sido más sencillo. Una serie de palabras que se debían anotar en el orden correcto y con una forma determinada. Y realmente se trataba de uno de esos tontos juegos de ingenio, solo era cuestión de resolverlo como cualquier otro.

Una vida rellenando esos tontos juegos no pareció tan inútil al final. ¡Bendito aburrimiento y revistas al alcance de mi mano! Mi ágil mente encontró en menos de un segundo una palabra. Un sencillo nombre. Escrito en diagonal, leído de derecha a izquierda y de abajo a arriba. Y definitivamente no creía que se tratara de una coincidencia. No existían las coincidencias, ya no más.

DREYFUS.

Algo llamó la atención de mi mente. Aquella extraña sensación de creer saber algo, poder relacionarlo con algo, pero no saber exactamente qué. Sabía que había pasado algo por alto, o mi consciencia lo había hecho ya que mi subconsciente pedía a gritos ser escuchado. La mente humana podía llegar a ser extremadamente poderosa. Veíamos todo, captábamos todo, solo que no prestábamos atención a todo pero nuestro subconsciente siempre guardaba la totalidad de la información.

Revisé las fotografías que había de parte del Servicio Secreto Francés. La mayoría eran de Ethan estando solo, a veces reunido con personas cuestionables. Las pasé una tras otra hasta encontrar lo que buscaba. Me detuve en una fotografía de él reunido con un hombre, en el Arc du Trimpohe, y mi hermano llevaba un pequeño libro bajo su brazo. Lo reconocí al instante. Recopilación de Emile Zola, la carta J'accuse...! relacionada con el caso Dreyfus estaba incluida allí y también era el mismo libro que mi hermano había estado leyendo la última vez que nos vimos antes de que partiera en su misión.

Miré el pie de la imagen. 7 p.m., tres días antes del último mensaje de Ethan y luego su desaparición. Había encontrado algo, realmente lo había hecho. Había podido relacionar dos cosas. No solo eso, mi mente seguía haciendo conjeturas. Tan solo había necesitado un pequeño incentivo para ponerse en marcha. Miré las fotografías de Ethan hablando con aquel misterioso hombre, eran como una secuencia de un video. Estaban viendo los nombres grabados en el interior del Arc du Triomphe. Nombres de militantes, generales del Imperio Francés. Thomas me lo había dicho el primer día, el archivo Pandora contenía nombres.

¿Pero de qué modo estaba Dreyfus relacionado con aquello? ¿Qué podía ser tan arriesgado como para que fuera extremadamente confidencial y nadie quisiera dar pista al respecto? El MI6 se negaba a soltar mucho, Ethan había jugado en las sombras, criminales estaban detrás de ello también. ¿Y si era así entonces yo también debía jugar para mí misma y nadie más? El Servicio Secreto debía estar realmente desesperado para haberme enviado a mí. Se trataba de algo muy importante y muy peligroso. El archivo Pandora no podía caer en malas manos.

—Dijiste que la información es lo más valioso que hay. ¿Qué tipo de información contiene el archivo Pandora? —pregunté.

—Realmente no lo sé —dijo Klaus.

Lo miré durante unos segundos ocultando totalmente mis pensamientos. Él no estaba mintiendo, lo sabía. ¿Pero por qué desconocía el tipo de información que contenía el maldito archivo? Thomas lo sabía, me lo había dicho. Ethan debía de saberlo también. ¿Por qué entonces Klaus no lo sabía? A pesar de que sabía que estaba haciendo mal callé. Las personas en este mundo no soltaban información fácilmente, tendría que aprender a hacer lo mismo. Klaus debía saber muchas cosas que tampoco me decía y si las personas estaban cuidando al extremo quién sabía el contenido de Pandora y quién no debía haber una razón detrás.

Bien, guardaría aquel pequeño secreto para mí. De todos modos, no era como si ya no le estuviera ocultando algo realmente importante a él como que Alice estaba en la ciudad y de algún modo se había comunicado conmigo. Callaría lo relacionado a qué era exactamente el archivo Pandora pero no podía callar el resto. Necesitábamos encontrarlo, esa era nuestra misión, y si lo hacíamos quizás nos llevaría hasta Ethan también. Tomé mi decisión enseguida, esto era un juego de personajes y desconocimiento, podía jugarlo también.

—Creo que encontré algo —dije y le enseñé la fotografía—. La lista de mi hermano incluía el Arc du Triomphe y tenía anotado al lado la misma hora que aquí aparece. Se trataba de un encuentro.

—Se trataba de más que eso —dijo él y arrebató a fotografía de mis manos.—. ¿Por qué tu hermano dejaría aquello escrito en su lista? ¿Por qué no había también una fecha sino que solo un horario y un lugar? No puedo haber pasado esto por alto, no puedo creer que no lo haya visto antes.

—¿Qué cosa? —pregunté y él apunto al hombre junto a mi hermano.

—¿Reconoces a este sujeto? Yo sí. Lo vi, la vez que fuimos, exactamente al mismo horario que anotó tu hermano. No fue un encuentro programado. Ese hombre debe estar siempre allí. Es un receptor, alguien que está siempre en el mismo lugar y horario para recibir a posibles clientes. Si te le acercas y dices lo correcto entonces estás dentro, de lo contrario no consigues nada.

—Entonces se supone que estará de nuevo hoy a las siete, como cada día. ¿Qué sucede si voy y me hago pasar por una de sus clientes?

—No. Ni pensarlo —dijo él al instante.

—Perfecto. Entonces ve tú —dije tranquilamente—. Seguro que un espía es menos reconocible que una chica normal y que nadie conoce su nombre. Tampoco es como si los dos sujetos allí abajo no estuvieran por ti porque te deben haber reconocido. Yo puedo hacerlo.

—Es muy peligroso y si dices una palabra equivocada puedes terminar muy mal. No te dejaré ir.

—Iré por mi cuenta entonces. Lo haré con o sin tu permiso. Tenemos por fin una pista que realmente podría llevarnos a algo —dije mirándolo seriamente a los ojos—. No podemos desperdiciarla. Este hombre, este receptor como tú lo llamas, se reunió con mi hermano tres días antes que desapareciera. ¿Quieres finalmente estar en el camino y terminar con esto o prefieres quedarte aquí unos días más sin llegar a nada?

—No irás. Esto no es como interpretar a cualquier personaje en una escena. Allí nadie te hará algo malo si te equivocas en una línea.

—Se nota que no conoces a mi director.

—Esto no es una broma. ¿Qué crees que sucederá si te descubren, si saben que estás intentando engañarlo? Yo te lo puedo decir. Ese tipo de personas no se toman muy bien que intentes estafarlos.

—Eso no sucederá. Soy una actriz, puedo interpretar el papel que sea. Dame un personaje y le daré vida a la perfección, te haré creer lo que yo desee. Ya te he engañado. ¿No? Entonces puedo engañar a este sujeto también. Eso es todo lo que necesito, un personaje. Puedo hacerlo, tan solo tenme un poco de fe.

Ok. ¿Cuántas posibilidades tenía de huir de un espía altamente entrenado? No me importaba cómo encontraría un modo. Iría al lugar indicado a la hora indicada con o sin su autorización. Era consciente que se trataba de una actuación de vida o muerte pero confiaba en mí. Por favor, había sobrevivido varios años teniendo a Maurice de director. Si había sobrevivido a ese hombre podía sobrevivir a cualquiera. Mi actuación era mi vida.

—Tendrás que apurarte si quieres estar lista para esa hora—dijo Klaus—. Cámbiate, nadie creerá que estás metida en algún asunto ilegal si te ves así.

—¿Ahora soy una chica mala?

—Tienes que serlo si pretendes engañar al receptor. La pregunta es: ¿Puedes lucir como una chica mala?

—Tan solo observa.

Me puse en pie y me encerré en el dormitorio. Abrí mi valija y rebusqué dentro por unos segundos hasta sacar lo que deseaba. No era como si Klaus me hubiera dado una tarea muy difícil. A pesar de lo que todos pensaban, la apariencia estaba más que nada en la actitud. La ropa ayudaba, pero sin la actitud correcta la imagen deseada no era lograda. Así que simplemente me concentré en quien se suponía que fuera. Una falda corta y ceñida, un top que resaltara lo que quería, un fuerte color rojo en los labios, un oscuro delineado.

Tomé mis oscuros Vogue y me apoyé contra el marco de la puerta sosteniéndolos en una mano. Me aclaré la garganta para llamar la atención de Klaus y sonreí con malicia al saber que él realmente no había creído que podría hacerlo. Podría haberme puesto cualquier otra cosa y el resultado hubiera sido el mismo. Él se puso de pie y se paró frente a mí para examinarme. Me mantuve firme, sosteniéndole la mirada con dureza.

—¿Sigues creyendo que no puedo hacerlo? —pregunté.

—Realmente puedes ser una chica mala cuando quieres. ¿Verdad Bright? —dijo él—.  Lo admito, no me esperaba esto de ti. Ahora tal vez podría creerte cuando dices ser una criminal también.

—Le dan mucha importancia a la apariencia. ¿No?

—Los mejores criminales no dudan en gastar sus millones robados en su apariencia. Ropa de diseñador, lo tienes. Actitud, te sobra. Sabes actuar pero todavía te falta algo si quieres que no duden de ti.

—¿Qué es? —pregunté.

—Estoy viendo una chica que no ha hecho nada éticamente cuestionable últimamente. Necesitamos algo para despejar cualquier duda. Puedes lucir como una chica mala, puedes actuar como una pero tu cuerpo no dice del todo lo mismo. Date vuelta.

Lo miré molesta pero terminé por obedecer. Al instante su mano estuvo sobre mi estómago y me atrajo totalmente contra su cuerpo. Él hundió su rostro en mi cuello y comprendí al instante a lo que se refería. Ok, lo entendía, se suponía que era una chica muy mala, de esas que hacen cosas por la noche que los adultos normales estarían indignados de saber. Claro, dejando de lado todo el asunto de criminal y eso. Mi mente se mantuvo perfectamente serena, esta no era yo sino mi personaje.

—Como marques mi piel te mataré —dije y lo sentí sonreír.

—Un chupetón es demasiado desprolijo, necesitas algo más sutil pero duro. Si realmente quieres convencerlo tiene que ser algo que revele lo suficiente pero deje la mayor parte a la imaginación—dijo él.

—Si me tocas también te mataré.

Él sonrió una vez más y entonces mordió mi piel. Sentí el aire escapar de mis pulmones y no pude evitar soltar un pequeño grito por el dolor y la sorpresa pero por alguna razón mi sangre ardía. Lo que una tenía que hacer por su país y por su hermano. Esperaba que tuvieran en cuenta esto alguna vez, todo lo que estaba obligada a soportar y pasar por para cumplir con mi maldito trabajo. Todo esto sería excelente para aplicar a una universidad aunque tampoco podría decirlo.

—Si no vuelves en cuarenta minutos te encontraré y entonces te mataré —dijo Klaus—. ¿Estás segura que sabes lo que haces?

—Podré arreglármelas —dije y él me dio vuelta y me tomó fuertemente por los brazos para mirarme a los ojos.

—No se trata de algo sencillo. Debes tener el mayor cuidado posible y no cometer ningún error. No estaré allí para cubrirte. Estarás sola. Esos sujetos allí abajo están esperando por mí, no puedo salir, y lo quiera o no tienes razón cuando dices que tú tienes más posibilidades en esto que yo.

—Lo haré bien. ¿Ok? No tienes nada de qué preocuparte, tan solo confía un poco en mí.

—Si no lo estuviera haciendo no te dejaría partir —dijo él y me soltó para alejarse un paso—. Intenta que no te vean al salir. Nadie. No puedo darte un comunicador ni nada, es posible que haya algún dispositivo que bloquee la señal y no sería conveniente que te descubrieran con algo así.

—Volveré cuanto antes —dije.

—Si no lo haces saldré por la ventana, te encontraré y te mataré.

—Perfecto. Casi había olvidado que todavía tengo un localizador encima. ¿Debería dejar mi bolso e ir descalza?

—Solo deja tu bolso.

Bien, eso todavía no respondía exactamente mi pregunta respecto a dónde estaba el localizador. No perdí tiempo en partir y al momento de salir del hotel no dudé en mezclarme con un grupo de estudiantes que también se estaban yendo. Caminé tranquilamente a un lado de la avenida, fijándome disimuladamente en cualquier cosa que tuviera reflejo para ver si no estaba siendo seguida y observada. Aquí no estaba Ethan para señalarme algo, aquí realmente era yo y lo que él me había enseñado por mi propia cuenta.

Por cada paso que me acercaba al Arc du Triomphe tan solo podía pensar en qué hacer, qué decir. Caminé con seguridad y una cruel indiferencia por más que dentro mi cabeza era un caos intentando encontrar una solución. Era una actriz, era elemental guardar la calma y comportarme como mi personaje. Podía hacerlo. Si me convencía de que no estaba corriendo un riesgo extremo y posiblemente mortal esto no se diferenciaba mucho a otras actuaciones que había hecho, fuera en un teatro o no.

Me aferré a ese pensamiento, a que no iba a tratar con uno de los últimos hombres que había visto a mi hermano. La furia me invadió enseguida. Tal vez él tuviera algo que ver con la desaparición de Ethan, tal vez él supiera donde estaba o era uno de los que lo tenían cautivo. Aquello tan solo logró determinarme más en mi misión. Tenía que hacerlo, no me detendría hasta completar la misión de mi hermano y encontrarlo. Y si ese hombre era en parte responsable entonces había cometido un grave error. Nadie se metía con mi hermano sin tener que lidiar conmigo.

Estuve bajo el arco antes que fueran las siete en punto. Me pasee y al igual que como había hecho Ethan en las fotografías fingí interesarme en los nombres. Los miré en silencio durante mucho tiempo, mis labios ligeramente fruncidos por la molestia de esperar. Por el rabillo de mi ojo vigilaba todo mientras mis oscuros lentes ocultaban mi mirada. Estaba furiosa. Quería respuestas, necesitaba respuestas, las merecía después de todo lo que había estado obligada a pasar y no me iría sin ellas.

A las siete en punto el hombre de la fotografía apareció. Era simple reconocerlo. Piel oscura, vestimenta casual, un sombrero tan negro como sus propios ojos. Él se detuvo de espaldas a mí, observando la otra pared con nombres. Quinientos cincuenta y ocho nombres de generales franceses de pronto parecieron ser lo más interesante que había en el mundo. Esperé unos segundos y al ver que nadie aparecía tomé mi oportunidad. Me moví hasta estar junto al hombre y observar la misma pared que él, justo a su lado. Era mucho más alto y, maldición, abajo de esa ropa era extremadamente fornido. Podría haberme roto como un palillo de madera con sus manos.

—¿Está buscando un nombre en especial señorita? —preguntó él.

Genial. Había captado su atención, esto era algo. Y aquí estaba nuevamente el asunto de los nombres. Se suponía que aquí comenzaba mi ingenio. ¿No? Debía dar los pasos correctos para quitarle tanta información como pudiese y a la vez conseguir lo que quería, fuera lo que fuera. Mi cuello todavía ardía un poco allí donde Klaus me había mordido. A pesar de todo, la apariencia había funcionado, el hombre me debía haber considerado como una posible clienta para hablarme.

—Lo estoy pero hasta el momento no lo he encontrado. ¿Sabe usted qué nombre estoy buscando?

Mi voz fue plana e indiferente, mi actitud reacia a cualquier otra cosa. Al parecer debieron de ser las palabras correctas ya que el hombre no partió ni acabó con mi vida en aquel momento. De hecho, él se mantuvo igual que yo y no se alteró para nada.

—Quizás conozca a alguien que lo sepa pero toda información tiene un valor —dijo él.

—Estaría dispuesta a pagar lo que fuera necesario con tal de conseguir ese nombre.

—¡Pero qué mancha de barro sobre vuestro nombre, iba a decir sobre vuestro reino, que este abominable asunto Dreyfus!

Algo hizo clic en mi cabeza. Conocía esa frase, maldición sabía que la conocía. ¿Pero qué se suponía que respondiera? ¿A qué correspondía? No tenía tiempo, debía pensar rápido. Dreyfus. Zola. Ethan había estado leyendo la carta de J'accuse...! referida al asunto Dreyfus. Había leído esa carta, prácticamente había tenido que memorizarla para el instituto. La había leído de nuevo luego de saber que Ethan lo estaba haciendo solo para intentar comprender su punto de vista y lo que me había dicho al respecto. Debía recordar, necesitaba saber cómo continuaba.

Un consejo de guerra viene, por orden, de atreverse a absolver un Esterhazy, golpe supremo a toda verdad, a toda justicia.

J'accuse...! es una carta realmente interesante del maestro Zola —dijo él—. ¿Por qué la leyó?

—Dreyfus. El nombre que el gobierno francés buscaba era Esterhazy, no Dreyfus. Y yo estoy buscando un nombre.

—Y yo le diré dónde encontrar a la persona que conoce ese nombre.

—Espero que sea rápido, no me gusta perder el tiempo y soy una chica ocupada.

—Dreyfus le dirá quién es su Esterhazy.

El hombre pasó a mi lado y lo sentí perfectamente. Fue un segundo, un instante su mano rozó la mía y dejó una tarjeta. Nadie más lo notó, nadie más pudo haber visto algo similar. Fue una entrega, limpia y perfecta, y no hice nada mas que caminar en la dirección contraria mientras sentía el fino cartón en mi mano. Seguía viva, eso estaba bien. Me alejé con seguridad sin abandonar mi personaje ni un solo segundo. Realmente solo quería saltar y gritar de alegría. Lo había conseguido, de algún modo me las había ingeniado para hacerlo bien. ¿Pero a qué se había referido el hombre con que Dreyfus me diría quién era mi Esterhazy?

Hice de vuelta el camino hacia el hotel. Había logrado de algún modo convencer al receptor de ser una clienta y conseguir lo que quería, aún si no sabía exactamente de qué se trataba. Mi trabajo estaba hecho, seguía con vida, estaba un paso más cerca de Ethan. Tal vez realmente tuviese una oportunidad de encontrarlo. Tal vez finalmente estuviera en el buen camino y estuviera avanzando. Quería encontrar a mi hermano y que él volviera a casa cuanto antes, aún si fuera para que días después volviera a salir en una misión y ponerse en riesgo.

Mi hermano jamás estaría a salvo, nunca lo había estado realmente. Desde que se había presentado aquella fatal noche en mi dormitorio supe que algo había cambiado en él y lo había perdido en cierto modo. Debió haber estado realmente aterrado. Si lo que me había contado esa noche era cierto, y ahora estaba segura que lo era, entonces él había presenciado a papá y al tío John peleando contra otros hombres y uno de esos había matado a papá enfrente de sus ojos. Y luego el tío John había aparecido a la mañana siguiente para llevárselo y de algún modo Ethan había terminado metido en todo esto.

Y jamás lo dejaría, lo sabía. Ser una espía era para toda la vida, no era algo que simplemente podías dejar. Ethan lo sabía pero más que eso, Ethan parecía feliz con lo que hacía. Sino no lo hubiera aceptado, sino no estaría en problemas ahora. Mi hermano siempre había sido así de algún modo. Con solo siete años él había logrado llegar desde la casa de papá en Nothing Hill aquella trágica noche a mi dormitorio en el departamento de mamá en la City. Sabía que él jamás estaría a salvo realmente, que si lo encontraba volvería a poner su vida en riesgo cada vez que se lo pidieran. Y debía aceptarlo y estaba bien con eso porque, a pesar de todo, Ethan era realmente feliz cuando pasaba el tiempo conmigo.

Entré al hotel con cuidado. Observé cada espejo, cada objeto que reflejara una imagen por más distorsionada que fuera. Los dos jóvenes seguían en el restaurant. Apenas pude verlos cuando pasé. No me detuve. Estaban riendo, disfrutando de alguna broma entre ellos, pero los ojos del pelirrojo se fijaron en mí enseguida. Lo noté en el reflejo de un florero. Casi me estremecí, fuera por su oscura mirada o porque yo misma me estaba convirtiendo en una paranoica chica que se estaba contagiando de reflejos del MI6. Continué caminando, segura, la cabeza en alto hasta el ascensor y una vez que las puertas se cerraron y estuve sola me desplomé contra la pared.

Tuve el tiempo que duró el viaje para rearmar mi ser y no entrar en crisis. La situación no me superaría, podía con esto. Estaría bien. Los dos jóvenes abajo que no se habían movido de lugar no importaban. ¿Verdad? Es decir, no estaban aquí por mí y Klaus había dicho que estaba para asegurarse que nada malo me sucediera. Confiaba en él en ese sentido, a pesar que él mismo me había dicho que no confiara en nadie, ni en su propia persona. Cerré los ojos y conté hasta tres. Era un truco que había aprendido en mi primera audición frente a Maurice para conseguir un papel.

Yo era Emma Stonem. Yo podía hacer cualquier cosa que deseara. Yo podía conseguir cualquier cosa que deseara. Mi único límite era mi propia persona. Yo podía sobrevivir a esto. Yo podía soportar que dos tipos abajo estuvieran acechando. Yo podía concluir la misión de mi hermano, encontrar el archivo Pandora y entregarlo. Yo podía encontrar a Ethan.

Respiré profundamente, decidida, y salí del ascensor cuando las puertas se abrieron. Entré a la habitación del hotel y entonces me detuve, ligeramente confundida y sorprendida. Klaus estaba en la ventana, la mano levantada con su reloj y la hora a la vista, su pose delatando impaciencia y preocupación. La computadora estaba abierta sobre la mesa mostrando las cámaras del hotel pero él la ignoraba. Se dio vuelta al escuchar el sonido de la puerta y entonces volvió a ser tan indescifrable como cualquier espía.

—¿Realmente planeabas salir por la ventana y buscarme si no volvía a tiempo? —pregunté.

—Mi misión eres tú Bright, mantenerte a salvo y encontrar el archivo que solo tú puedes localizar al parecer —dijo él—. Lo que hiciste fue peligroso. En una situación así no puedo simplemente no saber dónde ni cómo estás, no puedo no verte.

—Podrías haber programado tu querida computadora para que te avisara cuando volviera tal como hizo con esos dos sujetos ahí abajo —dije.

—¿Crees que es tan sencillo? No puedo simplemente hacer eso. Tendría que cargar primero tu archivo para eso. ¡Y no eres nada! ¿Entiendes? —dijo él y se quedó en blanco—. Maldición, no quería decir eso.

Me quedé quieta, en silencio. No esperaba que mi reacción me hubiera traicionado pero eso definitivamente había dolido. Las palabras habían sido como una bofetada en mi rostro. Realmente yo no era nada. ¿Verdad? Frente a sus ojos no debía ser nada, solo una carga, una molestia que ni siquiera se molestaba en llamarla como debía. Una chica normal, algo que se había visto obligado a cuidar por un simple engaño.

—No. Comprendo —dije simplemente—. Estabas ciego. Eso es todo.

—No, no es eso lo que quise decir.

Él cruzó la sala a grandes zancadas y estuvo frente a mí. Me quitó mis lentes sin que pudiera hacer algo y tomó mi rostro entre sus manos y por más que me rehusé a mirarlo él me obligó a hacerlo. Siempre había sabido que no era nada, que no tenía valor realmente, tan solo nadie se había atrevido a decírmelo en el rostro hasta el momento. Había estado siempre sola, intentando reemplazar mi soledad con actividades. Siempre había sido yo por mi cuenta, la mayor parte del año. ¿Y qué era nada más que una chica sin real importancia? No era nada. No significaba nada.

—Por favor no pongas esos ojos —susurró.

—¿Qué ojos? —pregunté.

—El dolor. Sé que lo estás ocultando. Eres buena actriz, y tienes una fuerte actitud por lo que jamás demostrarás que te lastimé pero eso es exactamente lo que hice y soy un idiota por eso —dijo él—. No estaba pensando. No quería decir eso. No quería lastimarte. No me estaba refiriendo a que no eres nada.

—Hazme un favor y déjalo así. ¿Ok? Tan solo... no intentes arreglarlo. Ya está —dije y por mas que intenté mirar para otro lado él no me lo permitió.

—No. No me estaba refiriendo a eso. En esta constante guerra no eres nada Bright. No eres una criminal, no eres una espía, no eres nada más que una simple y corriente chica que no debería estar involucrada en estos asuntos por su bien. No puedo simplemente cargar tu archivo en la computadora porque si alguna vez alguien que no sea yo lo ve estarás relacionada conmigo y correrás peligro. Y no quiero que eso suceda. No quiero que algo malo te pase —dijo él—. No puedes simplemente aparecer entre mis cosas sin ser un contacto, sin ser nada más que lo que eres. Porque si apareces eso significaría que me preocupas y si alguien sabe de eso podría utilizarlo en mi contra y hacerte daño. Lo siento mucho. No quería decir lo que entendiste.

—Solo olvídalo. No te disculpes. Tenemos cosas más importantes que hacer que tú recalcando lo obvio —dije y él me soltó.

—No. No está bien. Te lastimé. Y soy un idiota por eso. Debí haber pensado mejor en mis palabras. No era mi intención herirte. Tan solo... estaba preocupado por ti. No era por no tener control sobre la situación, era por no saber nada de ti. Te envié sola, de frente al peligro sin poder hacer nada, sin verte, sin siquiera estar cerca en caso de que fuera necesario. Y me sentía impotente aquí y no es algo que me guste. Y, maldición, no soy tan bueno con las computadoras como para hackear la red de la ciudad y tener acceso a las cámaras de la calle. No es mi especialidad. Por favor perdóname, olvida lo que dije. Lo siento.

Lo observé un momento. Había preocupación en sus ojos y sinceridad en su voz. Realmente se arrepentía y esperaba que lo perdonara. Pero, fuera de eso, él no lo había dicho pero la verdad estaba allí, yo le preocupaba lo suficiente como para no arriesgarse a comprometer mi nombre en su peligroso modo de vida, yo le importaba. No, no podía torturarlo. Tendré debilidad por un rostro bonito diciendo ser un idiota pero esta vez no podía hacer sufrir un poco más a un muchacho simplemente por haber sido un imbécil.

—¿Por qué? No hay nada que perdonar —dije y le sonreí—. Solo tú recalcando lo obvio, que eres un idiota. Ahora. ¿Ya terminaste? Porque realmente tenemos cosas que hacer. No me preguntes cómo pero logré engañar al receptor para que me tomara por una de sus clientes. Por lo que tenemos una cita, si no me equivoco, con el dueño del negocio.

—Eso fue...

—Ya sé. ¿Brillante Bright?

—Iba a decir que solo era el primer paso pero si quieres alimentar tu orgullo no es mi asunto —dijo él para llevarme la contra y contuve una sonrisa al saber que había estado en lo correcto.

—Eso no importa ahora —respondí y levanté una mano mostrando la tarjeta— Qué sorpresa, el Moulin Rouge. ¿Te suena familiar?

—El encuentro con el receptor fue tres días antes de la desaparición de tu hermano —dijo Klaus y tomó la tarjeta de mi mano—. Debió haber entrado también, por eso el Moulin Rouge figuraba en su lista. No se trata de una tarjeta normal, debe ser algún tipo de invitación que presentar para conseguir una cita con el hombre detrás de todo este negocio. Suena bastante básico, como cualquier asunto de este tipo. Un receptor que te llevará a un lugar donde encontrar al jefe. Mañana. A las diez de la noche. ¿Tienes algo más?

—No pidas por milagros. Logré engañarlo, estoy dentro. ¿Qué más querías?

Callé respecto a todo lo demás. Guardaría la información. Debíamos encontrar el archivo Pandora, no saber de qué se trataba o qué contenía. Me sentí mal, y culpable al respecto, pero si Klaus no sabía y el conocimiento estaba limitado a muy pocas personas era por algo. Aún si yo no debería saber aquello no significaba que lo difundiría. El MI6 estaba allí, esperando que metiera la pata de algún modo y cometiera un error para darles la razón al decir que las mujeres Bright y los asuntos internacionales no eran buena combinación.

Él sonrió, si era algún truco de espía para aumentar la culpa en mi interior funcionó a la perfección. Pretendí que todo estaba bien, que no le estaba ocultando nada, que el chico que había comenzado odiando y con el que se suponía que nada sucediera no estaba dejando de serme tan molesto o indiferente. Mi instinto de supervivencia y autopreservación quiso hacer acto de presencia pero definitivamente estaba perdiendo influencia con el tiempo.

La computadora emitió un pequeño sonido, sabía lo que eso significaba. Klaus me empujó contra la pared y me sostuvo allí, estando sobre mí. Se llevó un dedo a los labios para indicarme que guardara silencio pero ya sabía que debía hacerlo. Podía escuchar del otro lado de la puerta los ruidos, ellos habían vuelto para intentar tener mejor suerte que la última vez pero no lo harían.

Le sostuve la mirada al joven frente a mí, siendo completamente consciente de las personas espiando por la cerradura intentando encontrar o ver algo pero no lo harían. Él pasó una mano por mis labios para limpiar el maquillaje, sus dedos deteniéndose unos segundos más de lo que era debido. Permanecimos así durante varios segundos, cerca, juntos, esperando que los intrusos se fueran para poder ponernos manos a la obra y trabajar con el nuevo material, armar un plan para el día siguiente.

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