Capítulo 11
De nuevo en el hotel no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Sabía que estaba a salvo, ellos no nos habían seguido una vez que habíamos abandonado el Louvre pero el escalofriante recuerdo aún estaba en mi mente. Tal como Ethan me había enseñado había aprovechado cualquier superficie que reflejara para mantener vigilada mi espalda y los dos jóvenes realmente nos habían seguido por las diferentes salas de exhibiciones hasta que finalmente habíamos estado fuera. Intentaba no pensar mucho en ellos pero saber que alguien me había estado siguiendo no era exactamente algo que te ayudara a conciliar el sueño durante la noche.
Pasé el resto de la tarde intentando descifrar los códigos obtenidos. Hice todo tipo de cálculos con los números, revisé una y otra vez la lista de Ethan e intenté rememorar todo lo que sabía. El caos que había sobre mi cama era peor que el caos que normalmente azotaba mi habitación en Londres las semanas de finales. Mi cabeza dolía de tanto pensar y seguía sin encontrar ninguna respuesta. Necesitaba calmarme, estar realmente relajada si esperaba llegar a algo.
Miré el reloj solo para comprobar que ya eran pasadas las diez de la noche. Suspiré con cansancio y me puse los auriculares para escuchar algo de música. Afuera en la sala Klaus debía seguir trabajando con lo suyo, investigando por su cuenta y revisando el archivo que nos había dado Gaspard. Tan solo esperaba que él estuviera teniendo mejor suerte que yo. Respiré profundamente y volví a fijarme en la cantidad de notas y papeles desparramados a mi alrededor.
Tenía la lista de Ethan, tenía el mapa marcado y ahora además tenía los códigos que había sacado del Louvre. Intenté pensar con claridad, encontrar alguna conexión entre aquellas cosas. Debía haber algo entre los lugares que Ethan había anotado además de ser atracciones turísticas de la ciudad. Una relación debía haber entre el Louvre, el Arc du Triomphe y el Moulin Rouge. Sin olvidar el horario escrito, 7 p.m. Querido hermano, gracias por hacerlo todo tan sencillo, te mataré apenas te vuelva a ver por esto.
Abrí completamente los ojos al reaccionar. Josh. Ethan se había comunicado con su hermano en algún momento antes de desaparecer y eso solo podía significar que había tenido intención de utilizar el departamento que él tenía en alquiler. Rápidamente me fijé en la lista de contactos de mi Ipod. Allí estaba el nombre de Mark junto con la dirección del departamento que solía prestar por una baja suma de dinero y el código del edificio para acceder. Miré el código y luego leí cada uno de los resultados de mis cálculos a partir de los números del Louvre hasta que finalmente encontré que coincidía con uno.
No existían las coincidencias en cuanto a espías. Lo sabía, esto no podía simplemente ser una coincidencia y mucho menos con Ethan. Entonces él realmente le había pedido su departamento a Mark, aquella sería la única explicación del por qué habría dejado el código de acceso del edificio para que pudiera encontrarlo. Maldije la retorcida mente de mi hermano. No estaba segura si era un maldito genio o alguien con serios problemas. Posiblemente una mezcla de ambos.
Pero aquello aún me dejaba con el asunto del Arc du Triomphe que hasta el momento no me había llevado a nada y el Moulin Rouge que estaba lejos de saber qué podía hacer en aquella lista. Resoplé con frustración. Había descubierto algo que ya tenía pero no sabía. Simplemente me rendí, sabía que no llegaría a nada y era mejor no perder la noche. Quité todo lo que había sobre la cama y me recosté, aun escuchando música. Cerré los ojos y presté atención a la letra para poder relajarme y conciliar el sueño.
Soñé con Ethan esa noche. No fue ninguno de esos sueños místicos donde alguien aparecía y te daba las respuestas que deseabas. Si esas cosas en realidad existían estaba desesperada por uno. Pero él no simplemente apareció y me causó una epifanía. En vez de eso soñé con la última vez que lo había visto antes de que sus días malos comenzaran, o que Thomas lo reemplazara al partir en una misión.
Había sido una mañana, él me había acompañado hasta el instituto como solía hacer cuando estaba en casa. Recordaba el viaje en bus, el sol brillando y reflejándose en el rojo de la pintura, las personas sentadas en sus correspondientes lugares leyendo las noticias de aquel día, Ethan sentado a mi lado con un libro en una mano y sacando caramelos de su bolsillo para comerlos. Lo miré con curiosidad en aquel momento al ver el libro que estaba leyendo.
—¿Por qué estás leyendo Zola? —pregunté.
—Me pareció interesante su modo de exponer el caso y defenderlo —dijo él.
Nunca me había cuestionado mucho realmente sobre el hecho que mi hermano manejara varias lenguas a la perfección. Para mí aquello era un hecho tan cotidiano como la ajustada agenda de mamá. Se suponía que él había asistido a un internado extremadamente prestigioso y de alta educación, supuestamente dedicarle tanto tiempo a un estudio avanzado lo ayudaría a tratar con sus inexistentes problemas psicológicos. Nada más que una cubierta ahora sabía. Pero eso nunca me había parecido extraño, yo misma manejaba varios idiomas también.
—¿J'accuse...!? ¿No es esa la carta que Zola publicó en un diario para denunciar el caso Dreyfus? —pregunté y él asintió.
—Veo que prestas atención en clase, eso es bueno —dijo él.
—Es un instituto mitad francés, es casi un tema obligatorio el asunto Dreyfus.
Pero, fuera de eso, Ethan siempre había insistido en que me involucrara en asuntos de historia o política y a fin y a cabo aquello había terminado por interesarme realmente. Había pasado de ver las noticias por obligación a la mañana a realmente querer apurarme en arreglarme para poder saber qué había ocurrido en el país. Algunas asignaturas del instituto tampoco se habían salvado de mi ávida necesidad de conocimiento.
—Entonces supongo que sabrás cómo fue el asunto —dijo Ethan.
—Por supuesto. Acusaron a Dreyfus de ser un traidor y estar dándole información a los alemanes. Pero aquello no era cierto y el verdadero traidor no fue atrapado sino que encarcelaron al pobre Dreyfus. Por eso Zola escribió aquella carta donde acusaba al gobierno francés por lo que había hecho, hacer pagar a un hombre inocente y dejar al culpable en libertad. ¿Por qué estás leyendo tú esa carta?
—Porque ayer por la noche pasaron una película por cable sobre algo similar y tuve curiosidad por algo real y no ficticio —dijo Ethan y sonrió—. Ya sabes. Acción, persecución, suspenso, doble-agentes, ese tipo de cosas que te gustan.
—¡Entonces debiste haberme avisado para que la viera también! —dije y lo golpeé pero él me devolvió el golpe también, riendo.
—Estabas en el gimnasio todavía, Em. Hagamos esto. Te prometo que rentaré el dvd, prepararemos palomitas y veremos la película juntos. ¿Qué tal una maratón? Toda la noche. Lo haremos apenas tengas una noche libre y no tengas instituto al día siguiente. ¿Trato?
—Eso es un trato hermano.
Le di la mano y nos sonreímos mutuamente. Si hubiera sabido que aquella sería la última vez que vería a mi hermano antes de que desapareciera hubiera sido diferente. Al final no habíamos podido ver ninguna película, fuera por mi cargada agenda o porque Thomas no había hecho eso pretendiendo ser mi hermano. Quizás él no hubiera sabido de eso, o quizás simplemente hubiera comprendido que aquello era algo en que no podía reemplazarlo o sentía que no era correcto hacerlo.
Me desperté temprano. Una vez que mi mente decidió que había descansado suficiente no me permitió volver a dormirme. Me rendí y durante unos segundos observé la bella ciudad completamente iluminada por la mañana. Tomé mi tiempo en el baño y luego en cambiarme y arreglarme. Debía despejar mi cabeza, tal vez de ese modo me sería más sencillo pensar y razonar luego. Cuando se llegaba a la frustración luego de haber intentando tanto algo sin obtener resultado lo mejor era tomar un pequeño descanso, eso muchas veces ayudaba. Necesitaba poner mi mente en frío para volver a tratar el asunto, quizás así podría encontrar algún punto interesante.
Salí del dormitorio y me detuve al ver a Klaus. La imagen de él sentado en el sillón, rodeados de papeles y fotografías y trabajando con su computador portátil, se estaba convirtiendo en algo cotidiano. Recordé lo sucedido la mañana anterior e inconscientemente toqué mis labios pensando en cómo se sentía el rozar de los suyos. Maldición. Bajé la mano y me forcé a no pensar en ello. Tener algo con un joven espía británico definitivamente no estaba en mi lista de cosas que hacer en París. Ya bastante del MI6 tenía actualmente como para agregar aquello.
—¿Hace cuánto estás despierto? —pregunté.
—¿Una hora? Me dormí antes que tú, eso es seguro —dijo él y apenas levantó la vista para mirarme—. ¿Cómo estás?
—¿Dejando de lado el hecho de que mi hermano es un espía desaparecido en misión, estoy en París debiendo reconstruir su camino no siendo nada más que una chica normal y que dos personas nos siguieron ayer en el Louvre? Sí, dejando todo eso de lado estoy perfectamente. ¿A qué chica no le gusta ser acosada?
Él sonrió al escucharme y no pude evitar sonreír también. Me dejé caer sobre el sillón y me senté a su lado. A juzgar por el francés en todas las hojas que había sobre la mesa ratona aquellos debían ser los archivos que Gaspard nos había dado. Distinguí a Ethan en algunas fotografías, pareciendo tan casual y despreocupado como si realmente no se estuviera metiendo en asuntos de vida o muerte. Eso incluía trabajar para el Servicio Secreto. ¿Verdad? No es como si los tipos malos vayan a permitir que te metas con ellos sin hacerte pagar por eso.
—¿Has averiguado algo?
—Tan solo el caso en el que estaba metido tu hermano. Debo admitirlo, él realmente es bueno en lo que hace. Se hizo pasar por uno de los tipos malos. Ese tipo de cubiertas son muy peligrosas y arriesgadas pero él lo hizo excelente. Meterte en ese negocio no es fácil, si no conoces a alguien dentro lo más seguro es que termines muerto. Los franceses llegaron a ese grupo por estar investigando transferencias de sumas sospechosamente grandes de dinero.
—Entonces podría haber desaparecido por haber sido descubierto. O por tomar ese archivo Pandora —dije y miré con dolor las fotografías—. ¿Crees que esté bien? ¿Si estos sujetos lo atraparon lo está pasando muy mal? ¿Lo están torturando? ¿Sigue vivo siquiera?
—No sabemos si alguien lo tiene, podría estar bien y a salvo en algún lugar —dijo Klaus.
—por favor, seamos realistas. A mi hermano lo atraparon y sé lo que les hacen los tipos malos a personas como él. La debe estar pasando muy mal —dije y me estremecí—. Quizás esté muerto a estas alturas, quizás tan solo encontraré un cuerpo al final de esto.
—Tu hermano está vivo —dijo Klaus y suspiró al poner una mano sobre la mía y mirarme a los ojos—. Escúchame. ¿Ok? Tu hermano debe estar vivo. No lo matarán, no tan pronto, no mientras él sea el único en saber qué hizo con el archivo Pandora. Sí, alguien debe tener a tu hermano porque dudo que él hubiera permitido que esos tipos se metieran a tu casa e intentaran hacerte daño. Y sí, él está vivo y debe estar muy preocupado por ti. Lo encontraremos, te prometo que no nos detendremos hasta hacerlo. No importa los lugares que tengamos que visitar, no importa las noches que tengamos que pasar en vela, no importa lo que tengamos que hacer. Estaré a tu lado, listo para protegerte y asegurar que nada malo te pase mientras tú buscas y descifras las pistas.
Él me sostuvo la mirada intensamente durante varios segundos. ¿Cuándo nuestro mutuo disgusto por la presencia del otro había comenzado a ceder? No se suponía que Klaus dejara de comportarse tanto como un idiota y comenzara a ser amable. Nuevamente algo en sus ojos llamó mi atención y me trajo de nuevo a la realidad. Él era un espía, dudaba mucho que su verdadero nombre fuera el que me había dado y sospechaba que estaba usando lentillas para cambiar sus ojos. ¿Cómo sabía que aquella era realmente su apariencia? ¿Cómo sabía quién era él?
Me obligué a no verlo más que como el espía a cargo de cuidarme, y vigilarme por cierto. Lo ignoré y tomé algunos archivos para leerlos pero difícilmente logré comprender algo más allá de lo que Klaus me había dicho. Los textos estaban en código y no era como si lectura de reportes escritos por espías fuera una asignatura en el instituto o algo que pudiera estudiar y aprender. Pero cualquier cosa parecía bien con tal de ignorar a Klaus, o Alex, o cual demonios fuera su verdadero nombre si es que tenía uno.
—Lo recordé. Berlín —dijo él.
—¿Qué? —pregunté y levanté la vista para mirarlo.
—Me preguntaste el primer día si alguna vez había trabajado con tu hermano. No fue en Madrid, fue en Berlín que trabajé con él. Quería ayuda para rematar algo rápido, acabar con un asunto cuanto antes. Él necesitaba una mano, yo estaba en la ciudad. No soy mucho de trabajar en equipo, no me gusta. Prefiero valerme por mi cuenta a entrometer a otros. Pero tu hermano me convenció para que lo ayudara a terminar su misión antes que amaneciera.
—¿Por qué aceptaste? Es decir, no es por nada pero no te veo como alguien que ofrezca su ayuda ni le guste trabajar con otros. Si mal no entendí tuvieron que engañarte para meterte en esto conmigo.
—Tu hermano no es una persona que se contenta con un no. Él sabía que yo podía ayudarlo con lo que deseaba así que no se rindió hasta conseguir que aceptara. Recuerdo haber salido de mi habitación en el hotel y encontrarlo en el pasillo esperándome. Es un buen agente, posiblemente uno de los más nobles que conozca. Lo recuerdo porque estábamos en un serio aprieto. Él podría haberme dejado atrás y huido para cumplir con su misión pero no lo hizo.
—No habría sido Ethan de lo contrario. Él no es así, jamás abandonaría a alguien o lo dejaría atrás, mucho menos si fue él quien te convenció de meterte es eso para ayudarlo.
—No te mentiré, yo lo hubiera dejado si hubiera sido mi caso. Me sorprendió que se quedara teniendo la oportunidad de huir, no creí que lo hiciera. Me demostró que estaba equivocado con lo que creía, que no todos solo se preocupan por sus propias personas y te traicionarán al final. Supongo que si alguna vez volvemos a estar en la misma situación no lo dejaré atrás.
—Es bueno escuchar eso. Aunque tal vez lo digas porque sabes que de lo contrario te golpearía.
Él rió y entonces se detuvo cuando su notebook emitió un pequeño sonido. Me fijé en el aviso rojo de advertencia y Klaus enseguida estuvo sobre ella, sus dedos moviéndose rápida y ágilmente sobre el teclado. No tuve tiempo de leer exactamente de qué se trataba, la imagen fue reemplazada por un video de dos jóvenes en el ascensor del hotel. Sentí mi corazón saltarse un latido al reconocerlos, eran los mismos del Louvre.
—¿Esto está sucediendo ahora? —pregunté—. ¿Tienes acceso a las cámaras del hotel?
—Soy bueno con las computadoras, no tan bueno como los hackers profesionales pero puedo manejar algo básico como esto —dijo él—. Eso y unos buenos programas.
—¿Cómo es que esa cosa te advirtió que eran ellos?
—Reconocimiento facial aplicado en las cámaras del hotel a partir de una fotografía —dijo Klaus sencillamente y sonrió ante mi sorpresa—. No eres la única con sus trucos Bright. ¿Tienes algo que decir al respecto?
—Quiero uno de esos.
Él sonrió otra vez y volvió a concentrarse en su computadora. No pude hacer nada más que ver la pantalla sin saber qué hacer. Eran ellos, los reconocería en cualquier lugar. No olvidas cómo lucen los sujetos que te siguieron el día anterior y no específicamente porque fueras una chica linda. No, aquello sería demasiado fácil para mí. Mis problemas de acoso por apariencia habían sido reemplazados por esto, dos sujetos que realmente esperaba no estuvieran armados.
Ambos eran demasiado altos para mi gusto, bastantes desgarbados al ser también delgados pero no dudaba de su fuerza. Lucían como dos jóvenes que posiblemente encontrarías en una playa con sus pantalones cortos, sus musculosas y sus lentes de sol, su piel bronceada y sus dientes perfectamente blancos a la vista mientras sonreían con confianza y altruismo. Uno de ellos tenía un corto cabello oscuro y pelirrojo, su oreja derecha estaba perforada y una gruesa argolla plateada colgaba de ella. El otro tenía el cabello oscuro y enmarañado, la nariz torcida de un modo que no debía y seguramente a causa de haber sido rota en numerosas ocasiones.
No lucían exactamente como chicos con los que querrías estar a solas. Tampoco me inspiraban mucha confianza y el maletín que llevaba el de la nariz torcida era inquietante. Imaginé todo tipo de cosas que pudiera haber adentro y ninguna me tranquilizó. Tampoco ayudaba que mi mente divagara sobre armas y bombas. Demasiadas películas y libros, sabía que tarde o temprano eso me iba a afectar pero no es como si uno realmente termina metido en este tipo de asuntos en la vida real. Excepto yo, claro.
Recé internamente pero de todos modos el ascensor se detuvo en nuestro pisos y ellos bajaron. ¡Pues claro Emma! ¿A dónde más irían los dos sujetos aterradores que te habían seguido el día anterior más que a tu habitación? No es como si estar involucrada en asuntos de espías y estar trabajando para el MI6 no incluyera esto. Me obligué a guardar la calma. Se suponía que Klaus estaba para no permitir que algo malo me sucediera. ¿Verdad? Y sino, sería tiempo de ver si mis clases de defensa personal y boxeo realmente habían servido para algo.
La idea de que ellos tuvieran armas vino de vuelta a mi mente. Ok, todavía no podía hacer nada contra una pistola. A este ritmo lo primero que haría cuando volviera a Londres sería pedirle a mamá que me buscara alguna clase donde me enseñaran a disparar aunque dudaba seriamente que ella aceptara tal cosa. Desde que un arma había matado a papá, fuera por un intento de robo o no, ella odiaba esas cosas y mejor ni pensar qué haría si yo tuviera una en mi posesión.
—¿Qué están haciendo aquí?
—Información Bright, eso es lo único más valioso que cualquier otra cosa. Recuerda eso. Lo que hay dentro de tu cabeza vale más que cualquier otra cosa que tengas encima. Están aquí porque quieren información e intentarán tomarla.
—¿Qué? ¿Simplemente entrarán e intentarán tomarla? ¿No deberíamos irnos si aquel fuera el caso?
—No son tan tontos como para hacer eso del primer intento. Mira la hora, cuentan con que estemos durmiendo.
—¿Cómo sabes eso? ¿Los conoces?
—No les dejaré tomar lo que quieren —dijo Klaus.
Me quedé quieta observando a los dos jóvenes arrodillarse en el pasillo frente a nuestra puerta y abrir el maletín. Contuve la respiración esperando un arma o algo peor pero lo único que ellos sacaron fue un pequeño ordenador portátil. Lo abrieron y lo encendieron y casi al instante vi a Klaus jugar una carrera por terminar sea lo que sea que estuviera haciendo en el suyo. Sus dedos se movían extremadamente rápido sobre las teclas, un rectángulo negro a un lado mostraba caracteres en blanco introducidos uno tras otro sin detenerse.
Si miraba la puerta estaba segura que podría ver la sombra de los dos jóvenes. Casi al instante lo comprendí. Ellos estaban intentando hackear la computadora de Klaus. Si él se había metido a la computadora del hotel y podía controlar las cámaras desde ahí entonces ellos también podían meterse a su computadora y controlar las cámaras que había puesto en nuestra habitación. Mi cabeza hizo un perfecto clic al encajar cada pieza. Ellos querían información, si accedían a la computadora de Klaus no solo obtendrían las grabaciones de toda nuestra investigación aquí sino que cualquier archivo que hubiera y les pareciera de interés.
Miré a Klaus concentrarse cada vez más en lo que estaba haciendo, su rostro estaba tenso por el esfuerzo mientras se apuraba con sus manos. En el video observé al joven de nariz torcida estar encorvado sobre su propio ordenador, golpeando las teclas igual de rápido mientras el otro lo vigilaba. Jamás en mi vida llegué a pensar que la computación podía llegar a ser tan intensa y peligrosa. No es como si una guerra entre dos hackers suene muy excitante pero en ese momento mi inquietud aumentaba mientras ellos dos se debatían por quién era el vencedor.
Posiblemente jamás habría imaginado que una pelea entre un espía y un sujeto inquietante y misterioso pudiera ser así. Mi imaginación hubiera incluido algo como peleas físicas y armas, definitivamente un poco de sangre al menos. Todo menos dos jóvenes separados y luchando a través de sus computadoras. Uno por mantener protegida su información e impedir que el otro lo hackeara, el otro intentando romper su seguridad más que nada para entrar en sus archivos.
¿Por qué nunca me interesé al menos un poco por este tipo de cosas? Hubiera dado cualquier cosa por comprender lo que estaba sucediendo, al menos saber quién de ellos tenía las de ganar. Esperaba que Klaus pero no me atrevía a preguntarle o hablar con temor de hacerlo perder su concentración y costarle un error. Así que simplemente me quedé allí, sentaba observando, abrazada a mis piernas y sintiendo la sangre bombear con adrenalina en mi interior. Si tenía que correr sabía que lo haría.
Klaus sonrió satisfecho y dio por terminado su trabajo golpeando una última vez con resolución la tecla Enter. Él se alejó de su computadora y casi al instante escuché la maldición del otro joven en el pasillo. Me fijé en el video solo para ver que su computadora tenía la pantalla completamente negra. Eso y la sonrisa de victoria de Klaus fue todo lo que necesité para saberlo, su computadora estaba muerta.
—¿Qué hiciste? —susurré.
—Tendrá suerte si esa cosa vuelve a encenderse alguna vez en su vida, en todo caso perdió todo lo que había en el disco duro.
—¿Destruiste el disco duro?
—Diría más bien que lo extinguí.
Ok, sería demasiado bueno que él me enseñara eso. Aquel tipo de trucos podían ser realmente útiles cuando ciertas personas subían ciertas fotografías o videos a las redes sociales. Me abstendría. No entraría a la computadora principal de la escuela para modificar mis notas. Tampoco para buscar los exámenes y sus respuestas y mucho menos para asegurarme que los chicos guapos estuvieran en mi clase. Aunque temía que mis expectativas en cuanto a hombres subieran para cuando estuviera de nuevo en Londres.
Klaus dijo algo por lo bajo que sonó bastante parecido a esa palabra en catalan que Ethan utilizó cuando se le cayó una sartén en el pie, otra vez, por la mañana estando en la cocina. A pesar de no comprenderla ni un poco mi mente no tardó en deducir que por el tono utilizado, y la situación que me recordaba, debía tratarse de algún improperio. Eso y que en menos de un segundo él me tumbó en el sillón y estuvo sobre mí cubriéndome con su cuerpo. Mi corazón se aceleró. Esto claramente fue por la sorpresa. No tenía nada que ver con el hecho de que Klaus estuviera sobre mí o tan cerca que pudiera sentir su respiración en mi rostro.
—Escúchame muy bien —susurró de modo que solo yo pudiera oírle—. Pasarán un dispositivo por la cerradura para poder tener una vista de la habitación. Quédate quieta, no deben verte.
—Te verán a ti —susurré y él sonrió.
—Ya saben que estoy aquí Bright, prácticamente quemé su computadora. No me importa si me ven.
—pues no estás en una posición muy normal que digamos. Cualquiera notaría que estás sobre mí.
—No tienen un buen ángulo. ¿Crees que ya no lo he probado antes? Además, recuerda. Cubierta. Nunca sueltes tu cubierta. Aférrate como si la vida te fuera en ello lo que puede ser muy posible. Se irán en unos minutos al no encontrar nada interesante.
—¿Estás seguro?
—Confía en mí, conozco a estos sujetos.
—Es extraño que me pidas aquello cuando eres tú quien dice que no confíe en nadie, ni siquiera en ti.
—Touché.
Escuché el ruido de la cerradura y Klaus simplemente se apretó más contra mí. Sentí perfectamente su cabello rozar mi piel, su mejilla contra mi mejilla, su cálido aliento golpear mi cuello. Si el MI6 tenía una caja de sugerencias sería bueno decirles que la próxima vez que enviaran a una chica en esa bella edad donde las hormonas estaban lejos de estar bajo control no mandaran a un agente de ese tipo con ella. ¿Podría presentar una queja por esto? ¿Una demanda quizás? Sentí sus labios rozar la piel de mi cuello, fuera intencional o no de todos modos mi cuerpo me traicionó al tensarse y apenas me contuve de soltar un pequeño gemido.
—¿Qué sucede Bright? ¿Demasiado cerca para tu gusto? —Susurró contra mi piel.
Sí, definitivamente presentaría una demanda al MI6 por esto pero dudaba que tomaran en serio mi caso. ¿Cuál era el asunto? ¿Que el Servicio Secreto me había puesto de compañero a un espía que subía mi temperatura? Oh sí, la Corte Suprema dejaría todos sus importantes juicios de lado para tratar este asunto. ¿Qué sería de mis exigencias acerca de los hombres si esto continuaba? A estas alturas sería difícil conseguir a otro que me hiciera sentir así. Nunca antes alguien me había hecho sentir así.
¿Qué me estaba sucediendo? ¿Desde cuando un chico era capaz de jugar con mi mente y no al revés como acostumbraba? Que fuera un espía no significaba que tuviera permiso para hacer eso. No dejaría que así fuera. Moví apenas la mano que tenía atrapada debajo de su cuerpo, mis dedos de alguna forma encontrando una brecha entre su camisa y su pantalón y tocando su ardiente piel. Enseguida él se tensó y no dudé en pegar mis labios a su oreja al momento de susurrarle.
—¿Y tú? ¿Demasiado cerca para tu gusto? No juegues con fuego.
—Lo mismo digo.
Sentí perfectamente cada segundo mientras el tiempo avanzaba y ambos continuábamos en aquella posición. Forcé a mi mente a no ir hacia caminos peligrosos. Si necesitaba una prueba de que mi instinto de supervivencia estaba seriamente dañado era que los dos jóvenes espiando por la cerradura habían dejado de ser la mayor de mis preocupaciones. ¡Debería estar concentrada en eso en vez del aliento de Klaus contra mi cuello! Sentir su ardiente piel contra mis dedos tampoco ayudaba.
No nos movimos, no hablamos. Simplemente esperamos. Podía sentir mi corazón golpear fuertemente contra mi pecho. O tal vez era el de Klaus, no lo sabía con exactitud. Al menos no podría decir que mi verano había sido aburrido. Aunque, claro, se suponía que nunca nadie sabría de esto. Definitivamente tendría secuelas, no podría volver a estar tranquila en mi casa sin temer que alguien intentara irrumpir. ¿Era un trauma de por vida razón suficiente para reclamarle al Servicio Secreto?
Escuché nuevamente el ruido de la cerradura y luego pasos alejarse. Temí que mi audición me estuviera engañando pero entonces Klaus suspiró y se relajó aún estando arriba de mí. Bien, había salido ilesa de otra situación para nada común. ¿Cuándo era la próxima? Sabía que estos tipos no se darían por vencidos fácilmente.
—Se han ido —dijo Klaus y se levantó—. Realmente se toman el asunto muy en serio. ¿No?
—Volverán. Si lo hicieron de ayer a hoy lo harán de nuevo. No se detendrán hasta obtener lo que quieren —dije—. ¿Cómo nos encontraron?
—No es como si realmente nos estemos ocultando demasiado. Aquello sería sospechoso y lo más seguro para ti es tu cubierta.
—¡Ya van dos veces! ¿Qué es exactamente lo que quieren?
—Ya te lo dije, ellos quieren información. Algo que usar a su favor. No se detendrán hasta conseguirlo. Están aquí por eso. Pero no tienes nada de qué preocuparte. No te quieren a ti, me quieren a mí.
—¿Los conoces? ¿Sabes quiénes son?
—Son problemas, eso es todo lo que necesitas saber.
Aquello no era específicamente tranquilizador pero si él estaba calmado entonces no era algo tan grave. O quizás estaba pretendiendo que no era algo grave para no asustarme. Intenté olvidar lo que había sucedido y no pensar en eso. Tomé mi anotador y las nuevas fotografías a las que tenía acceso y me concentré en mi trabajo. No pude evitar mirar de vez en cuando Klaus de soslayo, él estaba revisando algunos archivos codificados pero no soltaba su computadora y por más que intentó ocultármelo pude ver la pequeña ventana de la cámara de seguridad. Los dos jóvenes estaban comiendo algo en el restaurante del hotel y a juzgar por su aspecto no tenían planeado irse.
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