CAPÍTULO 3
Los muchachos comían en silencio mientras escuchaban la conversación que mantenía su abuelo por teléfono en el salón.
Luffy, cada vez más nervioso al intuir que ya estaban acabando de comentar los tramites del seguro, se apresuró a terminar el plato con la idea de acostarse a dormir cuanto antes.
Pero la suerte ese día no estaba de su lado y aun le quedaba la mitad del plato cuando el hombre dio por finalizada la llamada y se apresuró a entrar en la cocina con mirada intimidante y seriedad aterradora.
Miró al moreno quien por inercia dejó caer el tenedor para verlo con disculpa.
-- A ver, ¿qué tienes que decir en tu defensa?
El chico bajó la cabeza indicando que no quería alegar nada. No tenía excusa alguna. Había sido despistado y había provocado un accidente por ello, esa era la verdad que no podía desmentir aunque quisiera.
-- ¿Pero a ti te parece normal? ¡Luffy podrían haberte atropellado! ¡Esto no es ninguna broma! ¡Tienes que espabilar de una maldita vez!
El chico siguió con la mirada baja rehusandose a dirigirla al hombre.
-- Estás castigado que lo sepas. Olvídate de salir con tus amiguitos en una buena temporada. Si te aburres por la tarde estudias.
Se encogió más en su asiento y suspiró desganado. Ahora sí que se iba a aburrir, además odiaba estar solo en casa y eso el viejo lo sabía de sobra.
-- Abuelo tampoco es para tanto, le podría haber pasado a cualquiera. -- Sabo trató de apoyarlo un poco.
-- ¿Que le podría haber pasado a cualquiera? Claro, y cuando nos llamen un día para decirnos que Luffy a sido atropellado también será algo que le puede pasar a cualquiera!
El rubio cerró la boca quedándose sin argumentos, pues el hombre tenía razón y no le iba a discutir.
-- Vamos, acabad de cenar y para cama. -- Se dio media vuelta para irse pero se detuvo un momento para volver a ver al moreno. -- Luffy cuando acabes lava toda la loza antes de acostarte.
El chico miró el fregadero y suspiró más frustrado aun. Ahí había acumulación de tres días seguidos, iba a tardar un buen rato.
-- Abuelo te pasas.
-- Callate a menos que quieras acompañarlo en el castigo. A parte ya toca, no se cuanto tiempo lleváis sin lavar la loza, siempre hacéis lo mismo.
Ambos los dos soltaron una pequeña risotada al rememorar la frase de siempre "Mañana sin falta eh" y al final nunca la cumplían. Para cuando llegaba el fin de semana se encontraban con el panorama y se echaba dos horas enteras lavando la loza. Nunca fallaba, salvo cuando había castigo claro.
Terminaron de comer y a pesar de todo Sabo acabó ayudándolo para que no tardará en acostarse. Siendo consciente de que sino al día siguiente sería capaz de dormirse en plena clase. Y no sería la primera vez que recibían un incentivo suyo por eso.
*~*~*~*~*~*~*~*~*
Todo era oscuro a su alrededor, no veía nada y sin embargo se sentía extraño, húmedo. Se sobó con las manos notándose mojado y pegajoso.
De pronto, sin desaparecer el negro de su alrededor, pudo ver su propio cuerpo cubierto de sangre de pies a cabeza. Comenzó a temblar de frío y miedo. La angustia comenzó a inundarlo, de alguna forma sabía lo que se venía.
El negro desapareció tan bruscamente que no le dio tiempo a reaccionar al ver todos los cadáveres que se encontraban en esa pequeña habitación.
Pero no estaba solo, se dio cuenta en cuanto notó la delicada mano que sujetó su brazo con temblor. Al virar la vista pudo reconocer a la niña de cabellos azules que se sujetaba a él con miedo.
La presencia de alguien más se hizo notar apareciendo la silueta de un hombre de grande y terrorífica sonrisa en el umbral de la puerta del fondo.
Se acercó a ellos con pasos lentos y decisivos. Su amiga tiraba de él, quería correr. Pero él no se movió, no era capaz. Quería correr como ella, pero no era capaz. Sus piernas estaban completamente tiesas.
El hombre finalmente llegó a su encuentro y sonrió más ampliamente sacando un cuchillo del bolsillo.
De la nada empezó a notar un leve escozor y se dio cuenta de que estaba completamente lleno de cortes. Tal fue su distracción que no se percató de cuando el hombre agarró a su amiga hasta que ya fue demasiado tarde.
Agarrándola del cuero cabelludo echó su cabeza hacia tras con fuerza. La niña gritó y pataleó histérica mirándolo entre lágrimas.
Mientras él seguía sin poder moverse, mirando aterrado la situación. El cuchillo se posó sobre la fina y blanca garganta de la más joven y con una rapidez y limpieza sublimes la cortó.
-- ¡VIVI!
~~~*~~~
Abrió los ojos como platos exaltado y se dio cuenta de que tenía la mano alzada como si quisiera alcanzar algo... o a alguien. Parpadeó un par de veces sintiendo como las lágrimas acumuladas resbalaban por sus mejillas. Había tenido una pesadilla.
Pero en cuanto trató de recordar, ya completamente despierto, no hubo forma de entender el por qué de sus lágrimas.
Prácticamente todos los días, todas las noches, se despertaba así. Sabía que eran pesadillas, pero no lograba recordarlas pasados unos instantes. Era como si su cerebro se negara a ello.
Suspiró agotado y se incorporó para prepararse. Por lo que el reloj indicaba se había despertado 10 minutos antes así que no merecía la pena volver a dormir de nuevo.
*~*~*~*~*~*~*~*~*
Aprovechando que sus amigos ya estaban hablando de cosas que perdían su interés, cogió un folio para escribir dos palabras y se incorporó de su pupitre.
Se apresuró a alcanzar el final de la clase hasta estar frente al chico de notables, quien lo miró expectante y con el ceño fruncido, y le dio el papel para que lo leyera.
En él se encontraba escrito con letra clara un simple "Lo Siento" que llevó al desconcierto al más mayor.
Achicó los ojos y desvió la vista molesto mientras hizo una bola con el papel y desde esa larga distancia tiró canasta a la papelera encestando de lleno.
-- Muy bien, disculpas aceptadas. Ahora vete.
El joven dejó caer la vista apenado y acto seguido le soltó un bufido en la cara indicando su propia molestia. Ahora sí que le quedaba claro que no había forma de tratar con ese imbécil de ojeras pronunciadas.
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