Ego | KRIS

Ahí está: el Señor Todopoderoso.

El Señor Todopoderoso siempre mirando con ojos entrecerrados a los demás y pavoneándose como si fuera un dios, haciendo sentir a las personas como una basura, como si todos fueran indignos su presencia.

—Es guapísimo, yo sí saldría con él —confesó Lian, recorriendo con su promiscua mirada a Kris Wu, o como yo prefería llamarlo, Señor Todopoderoso.

Si su ego no fuera del tamaño de la Vía Láctea, tal vez yo también saldría con él. Porque a pesar de su personalidad de Don Juan y su fachada de arrogante empedernido, no podíamos negar que el Señor Todopoderoso físicamente no estaba mal.

—¿Crees que si me acerco y me presento, él me haga caso? —Preguntó Lian.

—Tal vez si te le ofreces lo suficiente, seas la chica que pase esta noche con él.

—No imagino lo buenas que son las noches a su lado... —Comentó pícaramente mi amiga.

El Señor Todopoderoso era la persona a la que más repudiaba. Desde que lo conocí, la primera vez que ingresé a su compañía, algo en él me inspiró un odio muy grande. Su personalidad, su andar, su rostro, su hablar, su sola persona me provocaban un sentimiento terrible.

—Tal vez estás atraída hacia él, ¿nunca lo has pensado, Shuen? —sugirió Lian, ante mi constante despotricar contra Kris Wu.

—Claro que no, primero suicidio antes de aceptar que él me gusta.

—Como quieras, pero sospecho que hay algo más en ti... Algo que no quieres reconocer —declaró Lian—. Si me necesitas estaré en la barra o tal vez en los brazos del Señor Todopoderoso. Ciao, cara mia.

Ella se alejó, contoneando las caderas de una manera ridícula. Cuando la perdí de vista entre la gente que atendía la fiesta de otoño de la compañía, el Señor Todopoderoso volvió a aparecer en mi campo de visión.

Mi amiga tenía razón, había algo que no quería reconocer. Y era el hecho de que Kris Wu había herido mi ego y mi orgullo el día que me ofrecí de la misma manera en que ella estaba a punto de hacerlo.